El hermetismo es la Ciencia magistral del Universo, y llegó al planeta tierra en los tiempos de Lemuria, según lo afirma la tradición, traída por maestros extraterrestres, quienes pretendieron con ese acto trascendental, conceder al sapiens la posibilidad de una evolución superior, la cual, hasta ese momento, le estaba negada.
Desconocemos los motivos profundos de estos visitantes; solo sabemos que vinieron a este lugar y se quedaron mucho tiempo. Lo menos interesante es el hecho físico mismo de su llegada, y determinar en qué clase de naves pudieron arribar. Sin embargo, comentaremos el hecho de que un “artefacto espacial” no es el único medio de viajar en el Universo, y que es posible que seres humanos, o “humanoides”, como se les quiera llamar, pueden, bajo ciertas condiciones, y aún careciendo de un cuerpo material, desplazarse por el Universo a velocidades superiores a la de la luz. No es la luz lo que se desplaza más rápido en el Cosmos; es el pensamiento y creemos fehacientemente que es posible viajar en alas del pensamiento, lo cual está simbolizado por el Dios Mercurio.
Desde nuestro punto de vista hermético no nos interesa tampoco el avance científico y técnico de los visitantes espaciales; nos ocupa solamente la ciencia de la naturaleza interna del ser humano, clave maestra absoluta de todas las ciencias. Es por esto, que con justicia podemos llamar al hermetismo La ciencia de todas las ciencias.
Desde los antiguos tiempos basta ahora, la ciencia hermética no se ha perdido ni desvirtuado, sino que se conserva en toda su pureza, aún cuando se han dado a conocer numerosas mistificaciones seudofilosóficas que se han transformado en sistemas que tienen un fondo hermético, pero que carecen del verdadero conocimiento.
En nuestra época el hermetismo está plenamente activo, y sigue dando al sapiens la oportunidad de escaparse de su clasificación u ordenación cósmicas, para ascender a un nivel infinitamente superior: el nivel del hombre, es decir, de la criatura en la cual se manifiestan plenamente las más altas cualidades hominales, de las que por cierto, carece el sapiens. Este prodigioso tránsito requiere de una auténtica mutación del sapiens, el cual, si tiene éxito en el proceso, abandona para siempre su condición de terrestre, para convertirse en hombre estelar.
Esto, no es ni una abstracción ni un símbolo, es una posibilidad absolutamente real, verídica, concreta y tangible. Por mucho que estudiemos las maravillas de la naturaleza, los prodigios de la ciencia y la técnica, no existe ni existirá maravilla igual a la que señalamos: la metamorfosis de la larva humana en hombre estelar.
Esto sucede en este momento, en nuestra época, en este mundo, y no es algo que la gente ignore, ya que se ha hablado mucho de una “tradición iniciática esotérica”. Sin embargo, el sapiens prefiere involucrarse en estuDios absolutamente improductivos, intrascendentes, y temporales, que no le aportarán ningún beneficio que resista el paso del tiempo. En Santiago de Chile, en Buenos Aires, en París, en Pekín, Nueva York, Moscú o El Cairo, se están formando mutantes, hombres estelares que dejarán para siempre de ser terráqueos, aún cuando físicamente vivan en este planeta y colaboren más que nadie a un verdadero progreso.
Es posible ser extranjero en su propio planeta, pero a la manera de los seres superiores, llevar una existencia sencilla, simple, y anónima. Los hombres insignificantes luchan continuamente para llamar la atención; los realmente importantes tratan de pasar desapercibidos.
Los “invasores” o “alienígenos”, como se ha denominado a supuestos visitantes de las estrellas, no están por llegar; están aquí desde la remota época de Lemuria, anónimos, y enteramente confundidos con la muchedumbre. Estos hombres han sido siempre “la luz de la humanidad”, los que llevan, a la manera de Prometeo, el fuego divino en sus manos, alumbrando, inspirando, y ayudando a los hombres terrestres, quienes se encuentran en un mero estado larvario en su evolución.
¿Qué hacen estos hombres estelares? ¿A qué se dedican? A las mismas labores de los hombres comunes, ya que deben ganarse el pan de cada día, pues su condición superior no los libera de la responsabilidad del trabajo. Por el contrario, mientras más consciente es un hombre, mayores responsabilidades contrae, y esto es fácilmente comprensible. Sin embargo, además de la lucha por la vida, realizan una intensa actividad hermética, es decir, que su existencia, sus acciones sus pensamientos, y sus ideas, tienen un propósito trascendentalmente superior.
No se piense que estos seres viven procurando enseñar hermetismo a los terrestres; por el contrario, la ciencia hermética es un conocimiento estelar, prohibido a los terrestres, a quienes sólo se les puede transmitir esta enseñanza cuando cumplen exitosamente las formalidades de un proceso que llamamos Iniciación. Los que no llenan estos requisitos, no tienen derecho por mera curiosidad, a conocer lo que está vedado por las leyes del Supremo Creador o Gran Ordenador del Universo. No se crea tampoco que todos estos hombres estelares viven impartiendo el proceso de la Iniciación; solamente unos pocos de ellos, muy pocos, han tomado esta grave responsabilidad. El resto trabaja en otras labores que no viene al caso divulgar.
Siguiendo con nuestra explicación, existen dos clases de hombres estelares:
los que originariamente llegaron del espacio extraterrestre y prosiguieron su evolución en este planeta
los que por el proceso de la Iniciación se transformaron en Mutantes, los cuales alcanzaron por la elevación de su conciencia, la calificación de hombres estelares
La manifestación más reciente del hermetismo (hablando del pasado), se dio en Egipto, en una época no precisada históricamente, con el “maestro de maestros” Hermes Trismegisto (el tres veces grande). La tradición asegura que este maestro llegó a nuestro planeta Tierra hace treinta mil años atrás. De aquí derivó su nombre la filosofía hermética, es decir, la enseñanza de Hermes, el que se constituyó en un perfecto heredero y continuador de los primitivos maestros.
Debemos entender que antes de Hermes, la ciencia hermética debe haber sido designada con otro nombre, pero esto no tiene ninguna importancia, ya que las palabras son solamente símbolos que pueden cambiar muchas veces, pero el objeto designado permanece idéntico en su propia naturaleza.
Es así como en el curso de la historia la ciencia hermética adoptó muchos nombres, pero permaneció constante en su naturaleza interna. Los hermetistas más conocidos fueron los primitivos Rosacruces (no los que hoy día llevan este nombre), quienes adoptaron una serie de símbolos explicatorios para hacer más fácil la transmisión de la enseñanza a los estudiantes.
Debemos aclarar, que si bien es cierto existen hoy día algunos verdaderos Rosacruces, son desconocidos.
Los hermetistas, llámense rosacruces, magos, iniciados, maestros, brujos, etc., no están agrupados en una sola “Orden hermética” u “Orden Rosacruz”, sino que están diseminados por el mundo, siendo cada uno de ellos, autónomo, a pesar de laborar dentro de un plan común. Un hombre estelar puede ser un político eminente, un sacerdote, un maestro de escuela, un escritor, un cineasta, un militar, un artesano o un pensador cualquiera. Cada uno sabe qué es lo que está haciendo exactamente en esa posición. Estos hombres no actúan como maestros instructores; los maestros de sabiduría están generalmente a cargo de una escuela en la cual se imparte instrucción hermética; sin embargo, lo repetimos, son poquísimos.
Desde el momento en que hablamos de “filosofía hermética”. Mucha gente puede pensar que ésta es una disciplina abstracta y teórica, un mero ejercicio del pensamiento que no aporta nada práctico al individuo.
Además, ocurre que la filosofía tradicional brinda una inmensa gama de reflexiones sobre innumerables problemas que preocupan al sapiens. Los grandes filósofos que han existido en la historia de la humanidad, constituyen hoy día los pilares del pensamiento civilizado. Aparentemente, no habría mucho que agregar sobre lo que ya se ha dicho al respecto. Es por eso que hablar de filosofía hermética no altera ni conmueve a nadie.
Debemos decir, por lo demás, que no pretendemos de ninguna manera llamar la atención, hacer sensacionalismo o proselitismo; solamente queremos comunicar algo al mundo, para que éste, en la medida de su capacidad conceptual, pueda entender los rudimentos del Arte hermético, o bien, negarlo, burlarse, o simplemente encogerse de hombros.
A los grandes sabios herméticos no les interesa convencer a nadie; se limitan a cumplir su labor de iluminación espiritual de la Humanidad. Si su mensaje es escuchado, se regocijarán con la promesa de una nueva aurora del sapiens; si no son comprendidos ni apreciados, lo sentirán, pero no por ellos, sino por la gente que se privará de tan hermosa y fantástica oportunidad.
A los hombres estelares no les preocupa mayormente el paso del tiempo, ya que son inmortales en su naturaleza intrínseca. Pueden transformarse muchas veces, sufriendo el proceso que llamamos muerte, pero más allá de ésta conservan su identidad consciente y la memoria de sus conocimientos, volviendo cada vez a la existencia física como quien despierta de un sueño reparador. Es el sapiens, en cambio, quien debe preocuparse por el tiempo, ya que la brevedad de su existencia como identidad pensante lo obliga a trabajar aceleradamente si es que quiere transformarse en hombre estelar y obtener la inmortalidad.
Muchos se preguntarán cómo es posible que el hermetismo permanezca tan desconocido, si es que verdaderamente es algo tan importante. Otros, identificarán la filosofía hermética con el Yoga, mentalismo, ocultismo, parasicología, espiritismo, demonología, magia negra, etc., pensando que no existe tal secreto hermético, en vista de la abundante literatura que existe al respecto.
Debemos advertir que el hermetismo no ha trascendido fuera de las verdaderas escuelas, porque es un arte para cuyo conocimiento hay que alcanzar un estado especial de conciencia, que si no se logra, todo lo que se estudie al respecto será charla hueca y vacía. La sabiduría de los hombres despiertos no puede ser comprendida por seres dormidos, por muy inteligentes que sean.
Podría creerse que la filosofía hermética es algo que debe estudiarse asiduamente en un retiro espiritual, aguzando el intelecto al máximo para cumplir lo antes posible con el “plan de instrucción”. Inversamente, y a diferencia de la filosofía tradicional, el hermetismo es algo profundamente vital, y el individuo debe enfrentarse a los diferentes avatares por los que pasa el hombre en su existencia terrena, con el fin de realizar la enseñanza de una manera práctica, ya que la filosofía hermética es el arte de vivir, el cual no se enseña en ninguna universidad ni colegio.
El estudiante tiene que apoderarse de la sabiduría hermética con el sudor de su frente, conociendo la vida a fondo, atravesando por la mayor cantidad posible de experiencias, que le permitan, alumbrado con lo que va conociendo en teoría, realizarse a si mismo como un verdadero sabio hermético y hombre estelar.
El hermetismo es la única filosofía “viviente”; el único conocimiento que es idea, concepto, carne, sangre, y espíritu. Como es carne y sangre (recordemos a Jesús en la última cena) se renueva constantemente a sí mismo; es dinámico, flexible, y eternamente joven.
El hermetismo es la realización de la sabiduría como una filosofía viviente; es el espíritu universal y divino, transubstanciado en un cuerpo de materia viviente.
Por lo ya expuesto, no existe un “Molde hermético”, plantilla, o matriz que pudiera servir de modelo para producir hombres estelares según un patrón establecido; todo lo contrario, cada uno de ellos es verdaderamente único. Es por esto que la filosofía hermética no se enseña al modo tradicional en que el sapiens está acostumbrado a estudiar; en que el éxito está garantizado para el más inteligente o estudioso.
Si así fuera, si el hermetismo se impartiera según un programa de materias que el estudiante debe dominar, estaríamos creando hombres con su cerebro lavado, es decir, programados de acuerdo a un esquema, y por lo tanto, sería la violación de la esencia misma de esta ciencia, la cual busca la libertad, autonomía, y libre albedrío del hombre, por citar lo más simple y fácil de entender.
Es difícil que alguien comprenda cómo es posible “enseñar sin enseñar”, cómo se puede transmitir conocimiento sin una instrucción programada y metódica. La respuesta es simple: en el proceso iniciático se coloca al estudiante en condiciones vitales muy peculiares a fin de que él pueda, con criterio autodidacta, “crear su propio conocimiento”, cuya base se le entrega en instrucciones orales de carácter muy especial, y por un proceso místico que podríamos denominar “ósmosis mental”.
A decir verdad, el hermetismo no reconoce otra posibilidad de verdadero aprendizaje que no sea el aprendizaje autodidacta en el cual, es el propio sujeto quien se enseña a sí mismo, tomando la información básica de un instructor, o simplemente, de la palabra escrita.
Consideramos que el sistema educacional que se utiliza en colegios y universidades adolece de un grave defecto: programa al estudiante en base a esquemas rígidos que se graban en su cerebro con la fuerza del prestigio y la autoridad de estos planteles, dañando seriamente la inteligencia del alumno, la cual se convierte en una capacidad estática, enfocada solamente en lo que el sujeto aprendió, casi imposibilitada de enfrentar el análisis profundo de cosas verdaderamente nuevas y diferentes. A nivel profesional, resulta sensible observar a los especialistas, que han sido modelados de acuerdo a un estereotipo básico, tal como quien fabricara elementos en serie.
La ciencia hermética es la única que no programa cerebralmente al individuo, manteniendo su inteligencia libre de circuitos mecánicamente establecidos. La inteligencia del hombre estelar es libre y desprogramada. La explicación de la manera como se puede hacer esto, está fuera del alcance de un intelecto programado, y por lo tanto no es materia para exponer en esta obra.
Solamente, a manera de orientación general, podemos sugerir al lector que reflexione en la relación que existe entre lo particular y lo general, y en el dicho popular que expresa que nada es verdad ni es mentira; todo es según el color del cristal con que se mira”. En efecto, sólo al elevarse por encima de las múltiples caras de la verdad, puede conocerse la verdad absoluta, que sintetiza en sí misma lo que es y lo que no es, la verdad y la mentira, el bien y el mal, la ignorancias y la sabiduría, la vida y la muerte.
Llamaremos también la atención sobre los koanes que se emplean en el budismo Zen, como un ejemplo de lo que estamos diciendo. El koan, es una especie de diálogo simbólico entre un maestro y sus discípulos, el cual plantea un interrogante que no puede resolverse intelectualmente, por estar más allá de la razón. Se tratar con esto de destruir el pensamiento conceptual y trascenderlo, para llegar a la naturaleza esencial y única de todas las cosas.
El hermetismo, por ejemplo, dice que “todo es mente” (la palabra mente, ha sido elegida para designar la energía única del Universo, pero igualmente podría usarse otra, tal como espíritu) y que la naturaleza del Universo es mental. De esta manera, la naturaleza profunda de todo lo que existe estaría compuesta por energía mente. El átomo es mente; el hombre es mente; Dios es mente.
Aquí reside el interés máximo del filósofo hermético: en apoderarse del conocimiento de la esencia única de todas las cosas, la cual, como está en todas partes, es la clave maestra de la sabiduría.
La vida misma es contradictoria y paradojal; nadie se explica, por ejemplo, que si existe un ser supremo haya tanta injusticia en este mundo. A la luz de la sabiduría hermética se disipan todas las contradicciones y se reconcilian las paradojas, llegándose además a comprender la causa oculta de todas las cosas.
La verdad es la exageración de lo simple, y para llegar a lo simple no se requiere de una gran sapiencia o instrucción en las materias tradicionales. Eso sí, resulta indispensable tener un grado mínimo de cultura, ya que de otro modo nuestra inteligencia carecería de datos con los cuales trabajar para llegar finalmente a la síntesis, estado en el cual el sujeto no necesita de una cultura, por lo menos en el sentido acostumbrado.
La abundante “mitología” esotérica en vez, de desvelar lo oculto, lo ha velado de manera más profunda, causando con esto el más profundo desconcierto entre los que buscan, sincera o falsamente, la luz de la verdad hermética. Existe gran cantidad de escuelas, centros y “movimientos”, cada uno con su particular filosofía. En apariencia, cada una de estas corrientes se contrapone a las otras, y existe una gran falta acuerdo y coincidencia en sus enseñanzas. Por supuesto, cada escuela proclama que su verdad es la correcta, y que sus similares, son imperfectas o espurias.
No pretendemos de ninguna manera criticar a las diferentes escuelas, sino más bien orientar a los buscadores para que efectivamente encuentren aquello que persiguen, y a la vez, obtengan mayor luz sobre sus móviles personales. Cada buscador tiene un particular concepto sobre lo que desea encontrar, y es así como puede, efectivamente, encontrar lo que pretende, pero darse cuenta posteriormente que su hallazgo no lo conducirá a nada verdaderamente superior, real y positivo.
Bajo el contexto general de “ciencias ocultas”, hay quienes se sienten atraídos por el espiritismo, el yoga, el rosacrucismo, la parasicología, o el “mentalismo”. A la vez, dentro de cada una de estas corrientes existen numerosas escuelas y “pseudoescuelas”. El candidato a la iniciación encuentra difícil ubicarse para elegir adecuadamente.
En primer lugar, diremos que cada individuo tiene un “nivel” que le es propio, dentro del promedio general de la humanidad. Esto es como si todos nosotros viviéramos en un estanque de agua, similar a un acuario, y cada uno encontrara su propia línea de flotación, de acuerdo a la densidad de su cuerpo. Hay muchas calidades de sapiens; hay quienes están muy abajo y otros muy alto para su especie.
En estas condiciones, se comprende que cada persona busque un movimiento o escuela adecuado a su propio nivel, ya que si no es así, el sujeto estará imposibilitado de sacar algún provecho. En este caso se comprende que “lo similar atrae a lo similar”. Para ejemplarizar lo que estamos diciendo, vamos a suponer que un sujeto muy “bajo” o denso, llega hasta una escuela de alto nivel, atraído por la meta que persigue. Este individuo, con absoluta seguridad, considerará mala o deficiente la institución que ha conocido, ya que su concepto de malo será todo lo que esté por debajo o por encima de su propia línea de flotación. Para él, lo bueno será lo que se acomode a su propia vibración.
Debido a este principio del nivel de flotación, a las personas de vibración densa les resulta casi imposible permanecer en grupos iniciáticos de alto nivel, debiendo conformarse con otros de categoría inferior.
Sin embargo, es preciso señalar que todas las escuelas sirven, aun las de bajo nivel, ya que si no fuera por éstas, no habría quien acogiera al sujeto de inferior calidad, el cual necesita también de una luz equivalente a su propia capacidad de ver. Por el contrario, si un hombre de alta vibración llega a un movimiento de baja categoría, le resultará fácil y cómodo quedarse, pero su desarrollo espiritual será escaso o nulo.
Para ser discípulo de Jesús sería necesario estar a la altura de un apóstol; de otra manera sería imposible.
Es muy importante decir que las verdaderas escuelas son muy escasas, y que la mayoría son solamente centro de estudio o práctica de principios elementales. Dividiremos para nuestra explicación en tres grupos a las escuelas:
Centros de estudio (como son la gran mayoría).
Escuelas conectadas a una fuerza oculta superior que son muy escasas
Escuelas iniciáticas (que pueden impartir en forma real y no simbólica el proceso místico de la iniciación), que son escasísimas y prácticamente desconocidas.
Prácticamente cualquier persona puede ingresar a los centros de estudio que hemos clasificado en punto uno. Basta pagar una cuota y mantener una asistencia regular, o una comunicación constante en el caso de las instrucciones por correspondencia.
Resulta útil para una persona el pertenecer a alguno de estos centros de estudio, ya que preparan al sujeto para cosas superiores, a la vez que despiertan en él una mayor inquietud espiritual.
Podríamos decir que estos grupos representan lo exotérico o externo de la doctrina hermética.
En el punto dos encontramos a las escuelas que efectivamente están enlazadas a un poder superior, es decir, que de algún modo tienen un enlace con los hombres estelares. El estudiante puede sacar mucho provecho de ellas.
Con el número 3 hemos clasificado a las escuelas iniciáticas, que son las únicas que pueden conducir al estudiante de manera real y no simbólica, por el proceso de la iniciación. Se caracterizan porque siempre existe un maestro al frente, y porque son las portadoras del fuego celeste, el cual transmiten al estudiante en la iniciación. Resulta indispensable establecer que la iniciación no es como creen algunos ingenuos una ceremonia ritual que se practica, en un templo, sino que el nombre, iniciación, designa el proceso completo de mutación de la larva humana en hombre estelar, el cual es provocado y dirigido por los maestros de estas escuelas.
¿Dónde están físicamente estas escuelas iniciáticas?
Su ubicación no interesa mayormente, ya que a pesar de que su número es muy reducido, todo aspirante que tenga un poderoso y verdadero anhelo de superación espiritual y que posea el nivel adecuado, encontrará con toda seguridad quien lo guíe hasta encontrar uno de estos talleres.
Debemos ahora hablar sobre los aspirantes a la sabiduría. Sabemos que hay personas que han recorrido cuanta escuela existe buscando lo que desean, pero nunca lo han hallado, probablemente porque no saben qué es lo que realmente quieren. Generalmente tienen las más fantásticas ideas al respecto, y creen honradamente, por ejemplo, que los únicos maestros verdaderos están en la India, o en alguna parte misteriosa o inaccesible del Oriente.
Otros piensan que hay que comunicarse con los discos voladores por medio de la telepatía con el fin de recibir instrucciones de sus hipotéticos tripulantes, supuestos poseedores de conocimientos esotéricos. Hay quienes creen sólo en el espiritismo, la parasicología, o la enseñanza francmasónica. Los más ingenuos exigen todo tipo de “cartas patentes”, pergaminos secretos, o pruebas materiales que atestigüen de dónde emana la autoridad de la escuela.
También hay algunos que sugestionados por la publicidad, fama o prestigio de alguna institución, creen que es lo mejor que pueden encontrar. La realidad es que el aspirante no está capacitado para elegir, ni menos para llegar eventualmente a juzgar la bondad o pobreza del Instituto al cual ingrese. Si estuviera en condiciones de elegir, sería porque su visión espiritual sobrepasa a la de los instructores que él busca, caso en el cual éstos no tendrían nada que enseñarle. Solamente la iluminación de su propio espíritu puede guiar al postulante en este caso.
En la antigüedad, por ejemplo, al ser iniciados los candidatos en ciertas hermandades esotéricas, se les presentaba dos vasos con vino o licor, y se le advertía que uno contenía un veneno mortal, debiendo el neófito elegir uno de ellos y bebérselo íntegramente. Si no aceptaba, era rechazado de inmediato. Sabemos que a veces esto era sólo una comedia para aquilatar el valor y la decisión del individuo, pero que en otros casos, el compuesto tóxico existía efectivamente, estimándose que si el sujeto lo bebía, había desde ya fracasado, pues no estaba alumbrado por su chispa divina en la búsqueda que había iniciado.
Es de importancia básica que el buscador analice los móviles que lo guían, ya que de esta manera podrá evitarse muchos sinsabores y pérdida de tiempo, ya que sabemos que uno de los factores más desagradables relacionados con el comportamiento humano es el hecho de que el sapiens se miente a sí mismo con una frecuencia asombrosa. Sus mentiras son de tal astucia, sutileza y perfección, que el sujeto puede demorarse muchos años de su vida en descubrir que un farsante lo estaba engañando, y que este charlatán era él mismo. El objeto de este autoengaño lo ha determinado muy exactamente la psicología y generalmente se refiere a la necesidad de mantener la autoestima a un nivel elevado.
Existen muchas técnicas de autoengaño, y se agrupan bajo la denominación general de “racionalizaciones”. El profesor Gordon Allport nos da al respecto la siguiente definición: “La razón adecua los impulsos y creencias al mundo de la realidad, la racionalización adecua en cambio la concepción de la realidad a los impulsos y creencias del individuo.
El razonamiento descubre las causas reales de nuestros actos, la racionalización encuentra buenas razones para justificarlos”. ¡He aquí un tesoro de sabiduría psicológica en pocas palabras! Por desgracia, nadie hace uso de él, a pesar de que puede dar a muchas personas la clave de los acontecimientos nefastos de su vida.
El individuo se miente a sí mismo para eludir el enfrentamiento con sus conflictos internos, con lo cual logra un alivio momentáneo, pero jamás una solución. Es por esto que es vital que el interesado en el hermetismo o en las corrientes esotéricas diversas, investigue sus propios móviles.
¿Existe verdaderamente en él un auténtico deseo de superación espiritual?
¿Siente una verdadera sed espiritual?
¿O solamente está guiado por el deseo egoísta de alcanzar un poder que le dé prestigio, popularidad y reconocimiento?
Puede ocurrir que el sujeto sea un converso potencial para cualquier movimiento colectivo, y que (caso muy común) busque solamente deshacerse de su yo insignificante o indeseable, fundiéndolo en cualquier movimiento de masas. El sujeto puede ser un paranoico, un acomplejado en grado superlativo, un fracasado, un vanidoso que necesita de un auditorio para lucirse, o un intelectual impulsado sólo por la curiosidad. Es posible que ande huyendo de sí mismo o del mundo, o que un gran fracaso amoroso o su tremenda soledad, lo lleven a buscar una compañía cualquiera.
Otros pueden pretender poderes mágicos, secretos para ganar dinero o atraer al sexo opuesto, o simplemente quieren abrir su “tercer ojo”, sin tener, en realidad, la más mínima idea de lo que pretenden. En cualquiera de estos casos, u otros en que guiado por estos ejemplos, se deduzca fácilmente que el individuo no está llevado por un genuino anhelo de superación espiritual, es preferible que se abstenga de solicitar la luz hermética, ya que no se encuentra preparado para esto, además de no interesarle verdaderamente.
Esto no quiere decir que alguna persona que está en uno de los casos anteriores no vaya a poseer, paralelamente al problema que la aqueja, un real impulso de elevación espiritual. Muchas veces las personas “más espirituales”, por así decirlo, son las que más problemas encuentran en su existencia terrestre, por la dificultad de adaptar sus vehículos psíquicos más sutiles que lo común, a las vicisitudes de nuestra “civilización”.
Sucede en muchos casos que un estudiante ingresa a una fraternidad hermética y no le resulta posible quedarse por las enormes dificultades que surgen en su camino. En esta alternativa pueden perderse la gran mayoría de los candidatos, ya que es muy simple pertenecer a grupos de estudio o escuelas contemplativas donde no existe una iniciación real, pero si el sujeto ingresa a una escuela iniciática, deberá enfrentarse con el espectro de si mismo y vencerlo, si es que pretende alcanzar la luz.
La naturaleza lo probará sin contemplaciones, a fin de establecer su verdadera calidad espiritual. En alquimia hermética se dice que para hacer oro hay que tener oro, aun cuando sea una fracción infinitesimal”. Precisamente, en las pruebas, se sabrá con absoluta seguridad cuanto oro espiritual tiene el candidato. Si no tiene esta semilla áurea, toda mutación resultará imposible, y el sujeto deberá conformarse con luchar en esta vida para formar su pequeñísima porción de oro espiritual, lo cual lo capacitará en una próxima reencarnación para llegar más lejos.
También ocurre que una vez dentro de una fraternidad hermética, el estudiante puede permanecer allí varios años ciego y sordo a la enseñanza que recibe, sin poder aquilatar el inmenso valor de la escuela y del conocimiento que está recibiendo. Esta situación puede durar siempre, o sobrevenir un día cualquiera, una experiencia iluminadora, que abra los ojos para siempre al individuo.
La falta de avance o de éxito, se debe generalmente a que el sujeto no se esfuerza lo suficiente, poniendo él mismo, límite a su propio trabajo. Para no engañar a nadie, hay que decir que el hermetismo no es, de ninguna manera, para los flojos o cómodos, sino al contrario, para la gente dispuesta a realizar esfuerzos titánicos para evolucionar. Aquí hemos tocado un punto del que ya hemos hablado, pero es necesario analizar repetidas veces hasta llegar a entenderlo.
Nos referimos a que el vulgo siempre piensa en el Ocultismo, la Magia, o el hermetismo, como en un sistema, que mediante el uso de fórmulas mágicas, permitiría obtener rápidamente, sin mayor esfuerzo, lo que de otro modo sería posible sólo a costa de gran empeño. Riqueza, amores, trabajo, o favores especiales, serían obtenidos por mediación de potencias superiores.
Como lo hemos señalado con anterioridad, la gente siempre cree en lo que quiere creer, esto es, en lo que conviene a sus propósitos personales. En este caso, como en otros, todo lo que signifique economizar esfuerzo y alcanzar las cosas por procedimientos maravillosos será inmediatamente aceptado por el vulgo.
Seguramente el relato de “Aladino y la lámpara maravillosa” de “Las mil y una noches”, fue escrito por un haragán, a manera de proyección inconsciente de sus sueños ocultos. Esto no quiere decir que esos prodigios no sean posibles sino que de ninguna manera pueden constituirse en un “abracadabra” para lograr las cosas con poco trabajo. Uno de los principios herméticos dice que: “toda causa produce un efecto”, el cual será de una potencialidad equivalente a la acción que le dio origen, y tendrá un tiempo de gestación o realización acorde a la importancia de lo que se pretende conseguir.
No existe, por lo tanto, el milagro de obtener las cosas sin esfuerzo, como caídas del cielo. Esto sería una arbitrariedad en el ordenamiento cósmico, y sí este acto caprichoso fuera posible, la integración de los materiales del Universo se rompería. No existen en el Cosmos ni los milagros ni la casualidad; solamente la causalidad (ley de causa y efecto), y los fenómenos naturales producidos por leyes de la naturaleza poco conocidas. Lo que se llama un milagro es solamente un hecho natural, pero de naturaleza desconocida.
Existen también quienes no encuentran porque no quieren encontrar, ya que si lo hicieran, se verían obligados a enfrentarse al arduo problema de vencerse a sí mismos para poder evolucionar, lo cual ellos saben de antemano, y los asusta. Constituirse en cambio en un eterno buscador no requiere de grandes esfuerzos, sino que muy por el contrario, permite al sujeto dar rienda suelta a sus más audaces sueños, sin peligro de sufrir un descalabro.
El perpetuo explorador, elude, entregándose a la fantasía onírica, el encuentro con la real oportunidad de realizarse a sí mismo de manera genuina. Resulta muy cómodo soñar durante 30 o más años que uno se perfecciona cada día más y que va camino de la perfección espiritual. Por supuesto que esta fantasía contribuye, según la magnitud del autoengaño, a hacerle la vida más llevadera y soportable al individuo, pero fatalmente llega el enfrentamiento con la realidad cruel.
Sin el ánimo de ofender a nadie, sino solamente para dar a conocer una verdad, es necesario considerar que existen tantos tipos de escuelas como clases de individuos. Hay escuelas para quienes llegan por primera vez en su cadena de reencarnaciones a la luz de la enseñanza hermética; hay escuelas para gente ya muy evolucionada, para personas muy inteligentes, para tontos, para simples, para quienes han fracasado en su iniciación en vidas pasadas, para maestros castigados por los jueces ocultos; escuelas de magia blanca, y también de magia negra.
Ya hemos señalado el peligro de que personas psicológicamente enfermas se refugien en el hermetismo como un medio de escapar de sus problemas internos, o bien, lo utilicen como un acicate para sus más exaltados sueños. Sin embargo, mucho mas peligroso, es el hecho triste de hacerse discípulo de un maestro enfermo. ¿Pero, es que puede haber maestros enfermos? Ciertamente, y esto se explica por la ambigüedad de la palabra “maestro” y por el hecho de que el cerebro humano tiene un tope de resistencia, y pasado este límite puede desequilibrarse.
Supongamos, por ejemplo, el caso de un individuo que ha llegado a tener mucho conocimiento esotérico, pero que no se ha realizado espiritualmente como un verdadero hombre estelar por carecer de la suficiente “limpieza interna” y por no haber podido superar sus perturbaciones mentales provenientes de frustraciones o complejos diversos (recordemos que perturbación mental no es sinónimo de locura).
Este sujeto, en un momento dado, por motivos que no viene al caso analizar, puede fundar una escuela y transmitir una enseñanza, la cual, por supuesto, estará distorsionada por el trastorno psicológico de este maestro. Esto no quiere decir que la enseñanza que este hombre imparta sea falsa, por el contrario, puede ser enteramente verídica por conocerla perfectamente en su teoría. Sin embargo, aquí cabe citar un aforismo de gran significado esotérico, el cual dice más o menos lo siguiente:
“los medios correctos en manos del hombre incorrecto, actúan incorrectamente; los medios incorrectos usados por el hombre correcto, actúan correctamente”.
Esto se refiere a que un conocimiento verídico en manos de un sujeto desviado moral, emocional, o mentalmente, actuará desviadamente, y el que recibe esta enseñanza experimentará la reacción negativa de este hecho. Al revés podría ocurrir que un hombre íntegro y puro estuviera equivocado en algunos conocimientos que posee. En este caso, no nos quepa duda que de un modo mágico el resultado final será adecuado y correcto.
Por supuesto que lo ideal es el sujeto integro con un conocimiento certero. Esto explica el por qué los magos negros, por ejemplo, pueden poseer grandes conocimientos esotéricos, pero su meta y sus propósitos verdaderos no los conoceremos nunca, ya que su lema es engañar siempre al estudiante de sus escuelas para utilizarlo de manera encubierta para sus propios fines. Es así como explotan siempre las debilidades de sus seguidores, haciéndolos concebir toda clase de grandes ilusiones sobre el futuro.
Volviendo al caso que señalábamos de un maestro enfermo, el individuo generalmente es completamente sincero, y está convencido de que él es el único dueño de la verdad y el conocimiento. Una de las características más destacadas de estos sujetos trastornados, es su propia egolatría, la cual es tan inmensa que llegan perfectamente a convencerse que son Dios mismo encarnado en la tierra, y que por supuesto, son infalibles y omniscientes; no pueden equivocarse jamás, porque siempre tienen la razón.
La pérdida del sentido de la autocrítica y la autoglorificación de estos hombres es fácil de apreciar a través del lenguaje que emplean para referirse a ellos mismos, ya que todas sus historias están destinadas siempre a demostrar cuán poderosos, sabios, inteligentes, e infalibles son.
Cualquier psiquiatra encontraría en ellos un tema clásico de estudio. Debemos darnos cuenta que es muy fácil que un paranoico, y aún un esquizofrénico, tengan acceso al conocimiento esotérico y adopten el papel de maestros. No obstante, es relativamente simple reconocerlos: la egolatría, la infalibilidad demencial, la autodivinización, autoglorificación, y un supuesto monopolio de la verdad serán generalmente sus características más destacadas.
En resumen, la iniciación puede desvirtuarse en su propósito de perfección espiritual, y llevar al sujeto al delirio de grandezas y megalomanías en las cuales se confunden en desorden las verdades que el sujeto conoce, con los sueños e ilusiones tejidos por su inconsciente. Es decir, existe el “aborto iniciático”. Puede darse, por ejemplo, el caso de un individuo que no pudo limpiar su alma, pero que logró saber determinadas cosas, y se convierte en la sombra de la luz. El demonio utiliza siempre la verdad para confundir a la gente, para lo cual la invierte. Lo demoníaco es solamente lo divino al revés.
Por supuesto que también existen aquellas escuelas cuyo verdadero propósito no es iniciático, sino político, y que utilizan la organización como una pantalla para reclutar adeptos. Su verdadero fin no es el de formar hombres estelares, sino de engrosar los batallones de ciertos sistemas ideológicos.
Una última advertencia con respecto a las escuelas: debemos desconfiar siempre de aquéllas en las cuales se halaga la autoestima del individuo, manifestándole repetidas veces que “es una persona muy evolucionada, muy espiritual”, o muy inteligente y preparada.
Con frecuencia, en algunos centros, se utiliza el sistema de la alabanza, franca o sutil, como un medio de utilizar al estudiante para fines que éste ignora. La mentira hábilmente dosificada y dirigida, se emplea allí como un arma para manejar al estudiante, explotando sus pasiones inferiores con la promesa de que alcanzará infaliblemente lo que pretende. De igual manera, desconfiemos de quienes entregan su enseñanza sin pedir nada a cambio, a la manera de un romántico JesuCristo.
Si la regalan de ese modo es porque no vale nada; lo valioso siempre exige, para ser poseído, algo de una importancia equivalente. Muchos pseudo maestros dicen que “la enseñanza no se cobra”. Nosotros debemos manifestar, algo absolutamente diferente:
la enseñanza no se puede comprar, ya que no está a la venta, pero es preciso que el estudiante aporte algo valioso a quien lo instruye, ya sea a la escuela, o al maestro físico. Ésta es una ley oculta que no se puede violar.
Finalmente, debemos insistir en que una escuela siempre debe tener un maestro, ya que si carece de él, y se limita a transmitir el legado del pasado, el discípulo no puede existir, ya que para que haya estudiante tiene que haber maestro. No importa que el instructor que esté al frente de una fraternidad esotérica no sea de la talla de “un gran maestro”, ya que no todos pueden llegar a esto.
Lo que interesa es que este sujeto esté efectivamente bien orientado y sea un hombre recto, sano y puro. Sin embargo, el buscador no tiene otra manera de ubicar al maestro que no sea por su propia aspiración interna. Mientras más fuerte sea su anhelo por la verdad y la libertad, con mayor certeza encontrará lo que busca.