Estas predicciones científicas se originan en los mayas y los antiguos egipcios. Ambas civilizaciones descienden de los legendarios atlantes, quienes tuvieron un conocimiento astronómico sumamente elevado. En ese entonces, fueron capaces de predecir con total exactitud la ola gigante que iba a anunciar el fin de su civilización.
Esto me llevó a ir en pos de los antecedentes de sus cálculos. Al cabo de años ele intensas investigaciones, por último logré descifrar los códigos milenarios de los mayas y los antiguos egipcios. Todos mis hallazgos constituyen una asombrosa expedición exploratoria en los secretos de un pasado muy distante. Lo que descubrí es sorprendente y atañe a todos.
Al mismo tiempo, este descubrimiento explica por qué los egipcios construyeron las pirámides de Giza según la constelación de Orión.
La descripción astronómica de este fenómeno que nos legaron los egipcios es sorprendentemente inteligente y va más allá de todo conocimiento científico. También descubrí que el Códice Dresden de los mayas habla sobre el ciclo de las manchas solares (¡del que nuestros astrónomos modernos aún no saben nada!). En un momento dado, cuando el magnetismo del Sol llegue a un punto crucial, una colosal catástrofe destruirá la Tierra.
El zodíaco astronómico egipcio describe las eras en las que ocurrieron catástrofes anteriores y también contiene los códigos del ciclo de las manchas solares y el movimiento de Orión: el próximo desastre se producirá cuando Venus haga un movimiento de retroceso sobre esta constelación. La combinación de estos hechos demuestra el origen del número 666, conocido, por la Biblia, como el número del Apocalipsis. Esta cifra alude a una aberración en el ciclo de las manchas solares, que establece las bases para el siguiente cataclismo mundial.
Estaba tan asombrado por mis descubrimientos, que tuve que considerar estos antiguos datos como ciertos, lo que nos lleva a la pregunta crucial:
Esto es decisivo porque los cálculos de los mayas y los antiguos egipcios se basan enteramente en esta ciencia.
En ese momento, ni un solo astrónomo podía considerarlo posible; más aún, ¡despreciaban la idea por juzgarlo imposible! Sin embargo, apenas unos años más tarde tuvieron que inclinar su cabeza; los artículos en la prensa flamenca y una entrevista en la televisión belga en 1990, evidentemente demostraron que tenía razón.
¿Y de qué trata todo esto?
El diario comentó:
Otro artículo, publicado en el diario De Gazet van Antwerpen, aclara:
El viernes 23 de noviembre de 1990,
volví a explicar todo a la popular revista científica Modem,
perteneciente a la televisión flamenca en ese entonces, y enfaticé
el hecho de que el universo debe expandirse con aceleración.
Esto nos retrotrae a este libro y a mis hallazgos para el año 2012.
Figura 1. Los satélites que orbitan alrededor de la Tierra descubrieron, usando luz infrarroja, miles de millones de constelaciones de estrellas normalmente invisibles al ojo humano.
De eso, usted está totalmente convencido, porque pudo descifrar los códigos decisivos, códigos que contienen datos que ellos no hubieran podido conocer, salvo que tuviesen un elevado conocimiento de astronomía.
Además, no tiene mucho tiempo porque el desastre fatal ocurrirá dentro de unos pocos años. Este es el dilema al que me enfrento y que me desespera, pues no hay perspectiva de solución posible. Tal vez usted, lector de este libro, pueda contribuir para ayudarme a salir de este círculo, ya sea económicamente o de alguna Otra manera. Entonces, podremos hacer excavaciones para encontrar el legendario Laberinto en Egipto, que alberga todo el conocimiento del desastre por venir.
Todo ser humano de mentalidad abierta está en condiciones de llegar a esta conclusión a partir de mi libro anterior. Una vez que hallemos el Laberinto, podremos tomar precauciones rápidamente para preservar, tal vez en parte, nuestros conocimientos. Sin embargo, ¿puedo hacerlo? ¿Puedo motivar al mundo para que desentierre y descifre la sabiduría oculta en el Laberinto? ¿Tengo la suficiente fuerza para cumplir esta tarea? Creo que sí. Por eso escribí este libro. Deseo inspirar a la mayor cantidad de personas para que dejen al descubierto el mayor edificio que existe; la ola de impacto que esto puede crear no tendrá equivalente en la historia.
Slosman también mencionó que Heródoto,
el historiador más conocido de la antigüedad, visitó este edificio
hace dos mil quinientos años. Después de cierto trabajo de
investigación hallé el informe de Heródoto. La siguiente descripción
forma parte de sus Historias:
¡Y los templos de Éfeso y Samos no son precisamente obras pequeñas! Las pirámides son inmensas, enormes, y cada una de ellas puede equipararse con muchos de nuestros edificios griegos, pero no resisten comparación con el Laberinto.
Personalmente, visité y observé estas habitaciones, pero con respecto a las subterráneas debo confiar en la autoridad de los demás, porque los egipcios no me permitieron entrar. Las tumbas de los reyes que originalmente construyeron el Laberinto y las de los cocodrilos sagrados se encuentran allí. Por lo tanto, lo que sé es de oídas. Sin embargo, me mostraron las que se encuentran arriba.
No creerían que fueron construidas por manos humanas. Los pasadizos que conectan las habitaciones y los pasillos zigzagueantes de una sala a la otra dejan sin aliento, por su colorida variedad.
Cerca de la esquina donde termina el Laberinto hay una pirámide de por lo menos setenta y cinco metros de altura, decorada con un relieve de grandes figuras de animales. El Laberinto se encuentra cerca del lago Moeiis. Este lago no recibe el agua de fuentes naturales, sino que está conectado al río Nilo por un canal situado muy próximo a la pirámide.
Figura 2. Según Heródoto, el lago Moeris es una extensión de agua artificial: "(...) porque hay dos pirámides ubicadas en el medio, y ambas se elevan noventa metros sobre el nivel del agua, mientras que sus bases se encuentran a la misma profundidad bajo la superficie. Hay una figura de piedra encima de ambos edificios, que muestra a un hombre sentado en un trono".
Esto parecía ser correcto visualmente; entonces, él se planteó lo siguiente: ¿qué pasaría si lo mismo se aplicara a los templos y edificios más importantes?
Bauval había demostrado que las tres pirámides de Giza coincidían con el cinturón del sistema de Orión. De acuerdo con el mismo principio, el templo de Dendera debía estar alineado con la estrella Deneb, y el de Esna, con Altaír. Siguiendo este argumento, el Laberinto debía encontrarse en las Híadas, que forman un laberinto de estrellas en el cielo.
Por lo tanto, el lugar tenía que ser Hawara, donde hay una pirámide que coincide con la estrella Aldebarán, del signo zodiacal de Tauro. De modo que partimos para Egipto equipados con un sistema de posicionamiento global (GPS), utilizado para determinar coordinadas geográficas exactas. Con la ayuda de este sistema pudimos calcular las proyecciones estelares sobre la Tierra. Inicialmente, ¡no parecía que lo necesitáramos para nada!
Sin embargo, Lepsius sólo hizo unas excavaciones superficiales y afirmó que el Laberinto se había derrumbado. Desde ese esfuerzo, no se volvieron a tomar más medidas para cavar en busca de este gigantesco edificio. Las averiguaciones realizadas con egiptólogos y las más altas autoridades egipcias acabaron con la misma respuesta: ¡el Laberinto se encuentra en Hawara, pero se derrumbó!
Y no hay planes para futuras excavaciones.
Oír una cosa semejante es, por cierto, terriblemente frustrante, pero también me recordó acerca de un caso similar. Hace algunos años, todos los egiptólogos sabían que el palacio de Cleopatra había desaparecido en el mar durante un movimiento de la corteza terrestre. Todos podían señalar el lugar exacto; no obstante, nadie hizo nada para averiguar la verdad, hasta que un buzo lo descubrió casi por casualidad. Incluso, no estaba muy profundo, sólo unos pocos metros bajo el nivel del mar.
Un fenómeno similar ocurre con el Laberinto; todos concuerdan en la ubicación del Laberinto, pero ¡no hacen nada para sacarlo a la superficie! ¡Increíble!
Han permanecido durante milenios fuera del alcance del mundo exterior. Gracias al exclusivo sistema de codificación de los egipcios y los mayas, pude descubrir un avanzado patrón en ellos: forman un canal de comunicación de una sola vía con mi pensamiento. Las inscripciones matemáticas y los pictogramas juegan un papel clave en un interminable flujo de descubrimientos; son números mágicos en un remolino de cálculos; son los mensajes de una exótica civilización perdida hace mucho tiempo.
En todo caso, Orión es un participante esencial en el final de los tiempos que ellos predijeron.
Gran parte de sus expresiones deben ser interpretadas literalmente y no en forma metafórica. La teoría del ciclo de las manchas solares, que los egipcios establecieron de manera matemática, puede volver a develarse siempre que descubramos rápidamente cómo lograron realizar sus observaciones y extraigamos de ellas sus cálculos respecto de este fatal fin de los tiempos. Su principio básico debe ser fácil de descifrar, en especial si tomamos en cuenta su civilización sumamente adelantada.
Por medio de una serie de números podemos comunicarnos con sus mentes brillantes. Incluso si no estamos en condiciones de descifrar los jeroglíficos, el mensaje numérico había por sí solo. En el pasado lejano, los sumos sacerdotes tenían conciencia de este problema, conocían el secreto de los códigos que estaban reservados sólo para sus ojos.
Otros no tenían la clave sobre cómo
traducirlos. Sin embargo, en caso de que a aquellos les pasara algo,
las generaciones posteriores podrían sacar sus propias conclusiones
sobre la base de los números. La clave de su conocimiento, por lo
tanto, está dañada por los cálculos matemáticos. En mi libro
anterior ya mencioné algunos buenos ejemplos de esto.
Pude descifrar el Códice Dresden. Descifrar es como aterrizar en un planeta extraño y buscar a los creadores de las construcciones que quedaron. Afortunadamente, sin embargo, tengo a mi disposición algunas fuentes de conocimiento en común que me ayudarán con mi búsqueda. Por ejemplo, descubrí que compartimos la escala denaria, la misma cronología, y el hecho de que ellos dividían el círculo en 360 grados.
Todo este conocimiento contribuye a una mejor comprensión y desciframiento de sus "combinaciones matemáticas celestes"; y de esto se trata: de descifrar su mensaje cuanto antes, de verificar y anunciar en el mundo entero que sus predicciones eran exactas.
La ciencia actual no logró descubrirlo y sólo puede reconocer que sus cálculos eran correctos... y que significan el fin del mundo.
Figura 3. En alguna parte del suelo egipcio nos aguarda el mayor de los descubrimientos arqueológicos de todos los tiempos. Con él podemos recuperar la fecha del próximo corrimiento polar en el año 2012. ¿Lograremos desenterrarlo a tiempo?
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