Números Míticos y El Próximo Desastre
Tuve que calcular y reproducir cada bit (o período de tiempo), una labor frustrante y que insumía mucho tiempo, en especial después de hallar un error tonto cometido al principio, por causa del cual tuve que rehacer todos los cálculos. Entonces, resolví dejar en reposo el trabajo por un tiempo y volví a estudiar el ciclo de Cotterell con atención.
En su libro The Mayan Prophecies, el ciclo de 187 años estaba ilustrado gráficamente. Lo había examinado en innumerables oportunidades, pero esta vez lo analizaría con más profundidad y anotaría minuciosamente todo lo que me pareciera extraño.
Luego investigaría mis descubrimientos con
mayor amplitud.
Provisto de un lápiz, revisé los diagramas y conté con cuidado el número de bits. En el diagrama 1 conté ocho bits, sin duda alguna; seguí hasta el diagrama 10, que tenía nueve bits, según Cotterell. Tropecé con el primer problema en el 15. El último bit se disparaba hacia arriba como si se tratara del primer bit del diagrama 16.
Pero, si era así, ¡entonces el diagrama 15 tendría siete bits! ¡Esto implicaría que el diagrama 16 constase de nueve bits!
Todos los diagramas restantes eran de ocho bits, ¡y el 8 era un número sagrado en Egipto! ¿De qué manera los diagramas 15 y 16 podrían construirse con siete y nueve bits?
Aquí incluyo una imagen de este dilema: Figura 44. Si analiza con atención los diagramas 15 y 16, llegará a la conclusión de que pueden constar de siete o nueve bits, mientras que todos los demás son de ocho bits. ¿Por qué?
Observe que los diagramas 56 y 57, una vez más, pueden basarse en siete o en nueve bits. La pregunta con la que nos volvemos a enfrentar es por qué,
especialmente teniendo en cuenta la
relación con el número 666. A partir de allí, interrumpí el tonteo durante un rato y me puse a pensar.
De cualquier forma que lo examinara, no le encontraba pies ni cabeza. Pero estaba completamente seguro de que se relacionaba con algo muy especial. Marqué la desviación con tinta roja y proseguí contando el número de bits de los demás diagramas.
Después de constatarlo varias veces, continué con mi labor. Diecinueve diagramas más adelante, en el 49, tropecé con otro ciclo de desviación de nueve bits. Esto coincidía con las revelaciones de Cotterell y fue el tercer ciclo de desviación que descubrí. Hasta ese punto, no había encontrado ninguna contradicción en Cotterell, lo cual respaldaba la brillantez de su investigación.
¿Por qué no lo había
pensado antes? ¿Cómo era posible que lo hubiera pasado por alto
tantos años? Después de haber marcado la desviación con rojo, seguí contando con extrema concentración. Once diagramas adelante, llegué al 68, que tenía nueve bits. Esto coincidía con lo descubierto por Cotterell. Mi escrutinio hasta esa altura era reconfortante y alarmante al mismo tiempo: había descubierto que Cotterell tenía razón, pero que también existían desviaciones frecuentes que él no había mencionado.
¿Por qué no las había visto? ¿Y yo encontraría otras? ¿Qué extraña función cumplían en el ciclo de las manchas solares?
Mi interés por el raro fenómeno se intensificaba a cada minuto; observé y comparé, después de lo cual no tuve que seguir contando mucho más tiempo. Los diagramas 71 y 72 sobresalían con facilidad, tenían un pico en el centro y eran similares a los que había anotado como extraños, aunque con algunas pequeñas diferencias.
Le mostraré las imágenes, ya que los enigmas están allí para que alguien los resuelva, especialmente porque se relacionan con el fin de nuestra civilización. Figura 46. En el ciclo de las manchas solares, los diagramas 71 y 72 son los últimos que pueden constar de siete o nueve bits.
¿Qué
secreto se esconde detrás de esta aberración? El conteo prosiguió entonces con mayor rapidez, debido a mi experiencia con los diagramas.
En el 88 encontré nueve bits por última vez. Había terminado con los diagramas de desviación. Lo que hasta entonces había descubierto era principalmente una ratificación de las afirmaciones que Cotterell había hecho en su libro. Un ciclo de 187 años contiene cinco diagramas con nueve bits; el resto tiene ocho bits. Podía estar de acuerdo con esto, salvo en lo concerniente a aquellos tres diagramas anómalos que descubrí; no podía decir si eran diagramas de siete o de nueve bits.
¿Qué secretos milenarios se ocultaban tras todo eso?
Y, por otra parte, la publicación en inglés de La profecía de Orión reclamaba mi atención.
De ese modo se iba deslizando inadvertidamente un tiempo valioso mientras el reloj marcaba los segundos en su avance hacia el año 2012.
Primero, cotejé la órbita de la Tierra alrededor del Sol vinculándola con la comparación de los campos magnéticos solares, que, en conjunto, tienen un ciclo de 87,4545 días, y a continuación los convertí a grados. Después, calculé los bits correspondientes a los campos polares y al ecuatorial y convertí los resultados a grados; y, para terminar, calculé el valor absoluto de todo esto.
Lleno de emoción estudié mis flamantes diagramas.
Cuando estimé que
todo era correcto, me empezó a bullir la cabeza.
Seis de esos microciclos (equivalentes a 48 bits) formaban un ciclo más largo, de 11,5 años. Esto parecía comparable con el ciclo promedio de las manchas solares, de 11,1 años, que había sido recopilado mediante observación. Más aún, Cotterell sostuvo que los ciclos de nueve bits tenían alguna relación con el plano neutral curvado del Sol.
Éste, del mismo modo que cualquier otro imán, posee una superficie alrededor del ecuador donde los dos campos magnéticos polares están en un equilibrio perfecto, de modo que ni domina la fuerza del polo sur ni domina la del norte.
El resultado es un delgado campo neutral entre las dos zonas magnéticas. Pero, debido a la complejidad de este campo magnético, esta interfaz no es plana, sino que tiene una curvatura. Al parecer y tal como Cotterell supuso, el campo neutral se corre un microciclo cada 187 años, mediante el que el corrimiento de un bit atraviesa todas las series de 97 microciclos durante un período de97x 187 ó 18.139 años.
Entre el primer diagrama que contiene nueve bits y el segundo de igual número (del diagrama 10 al 30), se producen 20 ciclos. Desde el diagrama 30 al 49, hay 19 ciclos, que es la misma cantidad que hay entre el diagrama 49 y el 68. Del 68 al 88, otra vez encontramos 20 ciclos. Y, finalmente, hay 19 ciclos del 88 al último diagrama.
Según el razonamiento de Cotterell, el ciclo comenzaría a correr al final y. en los períodos siguientes, la polaridad del campo magnético solar debería invertirse.
Me enfrasqué muchas veces en este juicio teórico, pero no pude encontrarle ningún sentido.
Parecía carecer de toda lógica y, lo que es más, no explicaba la inversión del campo magnético terrestre, que sabía que nuevamente tendría lugar después de 11.520 años.
Juzgue por sí mismo:
¿Por qué este cálculo ni siquiera se aproximaba a 11.520 años? ¿Cómo fue que los antiguos científicos pudieron calcular el día exacto del final con la ayuda de esta teoría? ¿Era correcto?
Era muy posible que algo estuviera cambiando, pero ¿dónde podría encontrar el cambio? Puesto que esto significaba la última búsqueda de la prueba del Fin de los Tiempos, decidí investigar los diagramas tanto gráfica como numerológicamente.
Nunca se sabe, ¿verdad? Algunas cosas son más visibles cuando están impresas, pues es más fácil decidir a simple vista si los números exactos se han corrido; por eso elegí esta doble táctica. Mi tarea avanzaría un poco más despacio, pero estaba seguro de que así encontraría el cambio.
Debía de haber otra desviación, no podía ser de otra manera. Decidí investigar meticulosamente el tercer ciclo de 187 años y, transcurrida más de una hora, jal fin lo logré! ¡Al parecer, el diagrama 30, con sus nueve bits, se había corrido y avanzado sobre el diagrama 29! Miré sin poder creerlo, pero, luego de calcular varias veces, era imposible ignorarlo más tiempo.
¡Los nueve bits se
mostraban con claridad en el diagrama 29! ¡Se habían corrido un
diagrama hacia delante!
Esa noche tuve una pesadilla acerca de los futuros acontecimientos del año 2012. Vi cómo cambiaba el campo magnético y el Sol de repente parecía estallar, y todo el mundo, presa del pánico, intentaba escapar hacia los puertos. Saturado con las imágenes de aquella noche, ahondé mi búsqueda e hice un estudio profundo del quinto ciclo. Allí fue donde detecté que los nueve bits del diagrama 49 habían pasado al anterior. Ahora que sabía dónde observar, las cosas comenzaron a moverse con rapidez.
El sexto ciclo largo de 187 años no mostró nada, pero en el séptimo advertí que los nueve bits del diagrama 10 habían avanzado al 9. Incontables veces había mirado miles de diagramas, pero igual volví a revisar los puntos.
De hecho, ¡mis descubrimientos las contradecían! Sentí que estaba revelando la verdadera teoría de la inversión de los campos magnéticos, aunque aún tenía muchos interrogantes. ¿Por qué los diagramas empezaban a desviarse de los originales? ¿Había otras desviaciones que yo no había visto? ¿Qué era entonces lo que debía identificar?
Perturbado por estas nuevas incertidumbres, decidí no hacer nada más durante dos días y, luego, analizar y contar otra vez.
Aparentemente era como si no hubiera encontrado nada más, pero, luego de repasar por tercera vez, advertí algo que se me había pasado por alto antes. El valor del bit 8.035 era exactamente igual al del bit 8.036, es decir, ¡22,3558 grados! Y esto es después de 1.924 años del comienzo.
¿Por qué? ¿Había códigos secretos ocultos detrás de esto? ¿Había obviado antes estas similitudes?
¡Me sentí obligado a someter a un análisis todavía más profundo los más de 8.000 bits!
Pasé más de una semana trabajando sobre este tema, pues sabía que no podía dejar de lado ni el más mínimo detalle. A pesar de todo, esta búsqueda intensiva no produjo ningún resultado. Con decepción eché otra mirada al décimo ciclo. Conté en voz alta el número de grados, ¡y eso fue mi gran suerte! Al llegar al bit 8.037, de pronto reconocí que el número que estaba diciendo era idéntico al bit 8.034.
Expuse las siguientes series de valores de imágenes especulares:
Esto era algo muy especial que Cotterell nunca había mencionado. ¡Debía tener alguna relación con la solución correcta! Pero ¿con esto finalizaba? ¿No había nuevas desviaciones por hallar?
Sólo una investigación más a fondo podía revelarlo.
Después de analizar con cuidado el decimosegundo y el decimotercer ciclo, concluí que allí no había nada extraño que encontrar. Sin embargo, algunas veces registré que sucedían cosas curiosas: ¡algunos diagramas que se disparaban directamente hacia arriba perdían su pico saliente, mientras que aparecía de pronto en otros que no lo tenían.
¿Qué significado debía inferirse? ¿Por qué no me había dado cuenta de esto antes? ¿Tenía que rehacer todo?
No, eso era imposible porque había revisado todo muy bien, en ocasiones hasta diez veces incluso; todo lo que había encontrado tenía que estar bien. Y entonces llegó el gran "día del descubrimiento", que barrió con todas mis incertidumbres. En el bit 16.071, del vigésimo ciclo, tropecé de pronto con 360 grados. Según el principio matemático, ¡esto equivalía a 0! Cuando algo ha completado un círculo de 360 grados, regresa a su punto inicial. Dicho con otras palabras: 0. Repasé con rapidez las comparaciones diferenciales y noté que había programado este error.
¡0 era igual a 360 grados! Un error pequeño, insignificante, pero, aun así, a lo largo ele dieciséis mil bits no lo había encontrado más que allí.
Por lo tanto, cambié las cifras. Si aparecían 359,999 grados o más, automáticamente se cambiaría a 0. Presioné la tecla Enter con grandes expectativas y el cambio se produjo.
Regresé como una flecha a ese valor en extremo especial.
Me sumergí en las cifras y de inmediato encontré las series más extrañas que hubiera visto hasta ese momento. El bit 16.071 era igual a 0. El previo y el siguiente (16.070 y 16.072) tenían idénticos valores: 44,7116 grados.
Después de haber descubierto esto, me acordé de que se producía una instancia similar en el décimo ciclo, y desde allí revelé estas series extremadamente peculiares:
Dicho con otras palabras, el bit 16.071 era igual a 0, ¡y los diez bits anteriores a 16.071 eran una imagen especular, con respecto a su valor, de los diez bits que le sucedían! Los bits que se oponen, tomando como eje el bit 16.071, poseían valores idénticos. De acuerdo con esto, ¡la inversión tuvo lugar en el punto 0!
¡Aquí cambiaba el campo magnético! ¡¡¡Yo lo había descubierto!!! ¡Ésta era, sin lugar a duda, la solución final para un enigma extensamente investigado!
¡Ya no necesitaba buscar más, porque las series se
repetían a sí mismas de aquí a la eternidad!
Esta información indica que un bit más adelante, a mitad de camino del vigésimo ciclo, ¡este ciclo en particular debería haber comenzado desde 0! ¿Era posible? ¿Esto no contradecía lo que se había encontrado hasta ahora? Antes de responder, resolví investigar de nuevo el punto de cambio.
El comienzo
del próximo ciclo de las manchas solares sería entre los diagramas
71 y 72 del sexagésimo primer ciclo. ¡Bingo! Al parecer, era
correcto. Mis primeros hallazgos no sólo se confirmaron, sino que se
demostraron convincentemente. Supe de inmediato que ¡detrás de este
ciclo recurrente se ocultaba el drama de la inversión magnética del
Sol y de la Tierra!
Pues cuando resté esta cifra del súper número del Códice Dresden, resultó lo siguiente:
Luego, empecé a ahondar la búsqueda de una forma más simple: dividí 3.848, el número de años hasta el punto de retorno, por 52. ¡El resultado fue 74, el principal número de código para descifrar el Códice Dresden!
¡Había encontrado la solución del Códice Dresden en un instante!
Restando 52 a 74, resulta un ciclo de manchas solares de 22 años:
Otros cálculos matemáticos relativos dan por resultado lo siguiente:
Cálculos posteriores lo confirmarían. ¡Una vez más había hallado una prueba numerológica irrefutable de que los mayas conocían esta teoría y la emplearon para hacer su cuenta regresiva hacia el final!
Todo ello, junto con mis previos descubrimientos, ¡es tan alarmante
que debería conmover a todo el mundo!
Al multiplicar
3.848 años (período hasta el punto 0) por 3, el resultado es 11.544
años, que está muy cerca de los 11.520 años, período entre las
catástrofes precedentes. Entonces me pregunté, ¿esto me daría la
respuesta tanto tiempo buscada? ¿Había algo especial para recuperar
en el tercer ciclo?
Puesto que se llega al punto 0 en el vigésimo ciclo, hay que multiplicar ese número por 20, lo que da como resultado 1.940 diagramas. Luego, en el vigésimo ciclo, el punto 0 se alcanza en el bit 451; ocurre después de 56 diagramas. Sumando todo, obtengo el siguiente número de diagramas:
Para ir de un punto 0 a otro, donde se produce una gran inversión polar, es necesario atravesar 1.996 diagramas.
Hasta ahí todo iba muy bien; ahora necesitaba dividir esto de una manera sencilla por el número de diagramas que corresponde a un ciclo breve de manchas solares de 11.567 años (véanse los cálculos en el Apéndice).
Como a un ciclo de las manchas solares le corresponden seis diagramas, significa que el punto 0 se alcanzará después de 332 ciclos:
Cuatro diagramas equivalen al 66,6% de un ciclo y, por lo tanto, ¡el punto 0 no se corresponde ni con el comienzo ni con el fin de un ciclo de manchas solares de 11.567 años!
Esto no sólo se refiere de manera fehaciente al número de la Bestia, sino también a otras codificaciones relacionadas con el año solar. Teóricamente, ¿era posible? ¿Cuáles eran las consecuencias de este punto de cambio?
Debía de ser algo sencillo, por lo que empecé por el conocimiento elemental. Todo el mundo sabe que cuando un ciclo de manchas solares vuelve a empezar, el campo magnético de las manchas cambia, involucrando una actividad solar considerable. Supongamos que se avecina una enorme inversión, que intercepta a la actual porque comienza a los dos tercios de un ciclo.
En ese caso no existe opción: ¡la inversión del campo es extremadamente poderosa o, en última instancia, se interrumpe! De hecho hay muchas tormentas solares y mucha actividad en el Sol, pero ¡no hemos visto nada parecido a esa enorme y demoledora nube magnética final que puede destruir el campo magnético de la Tierra!
¡Había resuelto definitivamente el problema!
Y así es como pudieron calcular la fecha exacta, ¡prediciendo el fin de su propia civilización en 9792 a.C.!
Figura 47. Junto con la inversión de los polos terrestres, enormes terremotos, estallidos volcánicos y tormentas asolarán la superficie de la Tierra Durante estos apocalípticos eventos, casi toda la humanidad perecerá.
Por más desarrollada que sea nuestra tecnología, la inversión
de los polos nos llevará a la pérdida de todo nuestro conocimiento:
el Armagedón, el definitivo fin de la humanidad.
Debido a que ésta tiene lugar después de dos tercios (66,6%) de un ciclo de manchas solares de 11.567 años, no involucra una inversión feroz ni siquiera una inversión interrumpida.
Lo mismo se puede decir respecto del siguiente cambio.
No es sino hasta la tercera inversión cuando podemos hablar de un
cambio que todo lo arrasa, porque entonces coincidirá con la
inversión del correspondiente ciclo de las manchas solares. En ese
momento, la energía del Sol aumentará la fuerza de su radiación y
enviará una gigantesca nube de plasma hacia la Tierra.
Realmente no fue tan difícil: intuición y algunos cálculos. Sólo se trata de insistir. Y con ello pude establecer interrelaciones y descifrar antiguos códigos relativos al año solar. Requirió mucha sangre, sudor y lágrimas porque al principio me faltaban muchos desciframientos.
¿Qué descubrí?
Números
asombrosamente exactos; si yo mismo no los hubiera identificado,
nunca lo hubiese creído: los mayas eran muy versados en cuanto a la
órbita descripta por la Tierra alrededor del Sol.
Algunos lectores que encuentran que todo esto es más o menos atractivo, pero demasiado centrado en las matemáticas, de ningún modo deben darse por vencidos. Las conclusiones que le mostraré después de algunos cálculos más realmente valen la pena. Ellas darán vuelta por completo nuestro universo de medición del tiempo, las matemáticas y la astronomía y proporcionarán una prueba muy impactante de la exactitud que los atlantes habían alcanzado.
Sus mediciones eran tan precisas que su revelación me dejó perplejo. Constituyen la manifestación del punto más alto alcanzado por una súper civilización que buscaba una explicación para el "fin de los tiempos".
Por eso, multipliqué la cifra tras la coma decimal, 0,2422 partes de un día, por 86.400, la cantidad de segundos contenidos en un día:
Estudié este número con mucha atención. Hágalo también usted y verá que se detiene en el número 8 que aparece después de la coma decimal. ¿Aquí se ocultaba algún secreto de codificación?
Algo me decía que era así, pero ¿qué descubrimientos codificaba? ¿Y cómo? ¿Tenía algo que ver con su intuición matemática? Si era así, seguramente sería capaz de descifrar los códigos porque ya había ajustado mi modo de pensar al de ellos.
En su libro Le grand cataclysme, el autor francés Albert Slosman establece con mucha claridad que los egipcios sentían un afecto especial por el número 8 y proporciona varios ejemplos. El 8 era el número sagrado en Egipto, la figura del Colegio Celestial, y era simultáneamente el número de la perfección y de la justicia. Slosman incluyó en su libro varios cálculos con la cifra 8 para demostrar lo importante que era para ellos este número. A través de estos cálculos encontró series de 8.
Por ende ¡durante ese lapso no es visible! Y en un relámpago sospeché que calcularon de manera más perfecta de lo que nosotros creíamos posible. Por esa razón, saqué el número 8 detrás de la coma decimal: lo hice "desaparecer".
Después dividí este número recientemente descubierto por 86.400 y encontré la siguiente órbita de la Tierra alrededor del Sol:
El valor actual, calculado con relojes atómicos y súper computadoras, es 365,242199074. ¡Sorprendente! Mentes superiores deben haber hecho esos cálculos brillantes que demuestran grandes habilidades y una percepción profunda de los modelos matemáticos.
Los diseñadores de este simbolismo sabían exactamente lo que estaban haciendo: crearon una estructura fascinante para un enigma que únicamente podía ser resuelto por personas en extremo curiosas, que buscaran la ciencia oculta. El resultado de su poderoso imaginario colectivo es innegable. Lograron transmitirme este pasmoso conocimiento.
Y ahora le corresponde a usted, querido lector, comunicarles a otros este conocimiento, rindiendo así honor a sus ambiciosos logros. Los mayas seguramente así lo habrían querido; todos sus poderes mentales estuvieron concentrados en tentar a los futuros investigadores para que develaran sus secretos, por más oscuro y remoto que fuera el período que los separara. Contaban nada más ni nada menos que con un infinito entusiasmo.
Abrumado por tanta belleza, se afirmó en mí el sentimiento de que me encontraba en contacto directo con los diseñadores de las pirámides, los inigualados maestros constructores del pasado que habían creado estos milagros con intenciones reveladoras, como si no existiera ninguna suerte de problema para hacerlo. De la misma manera, habían hecho malabares con los números trascendentales de la precesión del zodíaco, la órbita de Venus, el período del año solar, etc., y los habían incorporado en la construcción de sus creaciones.
¿Usaban estos números como exponentes de su sabiduría, para su eterno viaje hacia una nebulosa en el cosmos? ¿Quién puede decirlo? Los mismos números se encuentran entre los mayas.
Existen tantas correlaciones entre los números y las construcciones, que precisaría páginas y más páginas para describirlas. Sin embargo, esto no cambiaría ni un ápice las evidencias matemáticas obtenidas, por lo que volví a la realidad, para lograr más revelaciones en este viaje fantástico de descubrimiento.
Me aferré con fuerza a los valores ya encontrados.
Para hacerlo, debe sumar 1/10.000 segundos al valor más alto:
Después divida esto por 86.400:
El resultado va más allá del valor real de sus cálculos, lo que significa que se encontraban dentro del margen de error. Un error inferior a una diezmilésima de segundo en el total de un año es pasmoso. Sin embargo, estos cálculos aproximados no parecen ser suficientes. La exactitud de su estimación es muchas veces superior a la nuestra.
No existe ninguna otra explicación.
Si no es así, ¿cómo lo hicieron y de dónde proviene esa sorprendente precisión? ¿Por qué convirtieron todo en códigos? Explicaré a continuación el "porqué" de esta última preguntaba la que ellos mismos respondieron.
Gracias al conocimiento de los sumos sacerdotes, los pueblos eran advertidos y, en consecuencia, aquéllos no sólo ganaron poder, sino que fueron reconocidos por ello. Sin embargo, hay más. Sus códigos contienen un lenguaje universal que es comprensible sólo para una civilización técnicamente bien desarrollada. Debemos buscar los códigos y revelarlos con un escalpelo.
He podido revivir este lenguaje, esta matemática esotérica de la escala denaria, miles y miles de años después de haberse iniciado su existencia. Y a través de este viaje de descubrimiento, puedo vincular este eterno lenguaje de las matemáticas con el tiempo, con el tiempo glorioso y transitorio. Desde que los códigos surgieron a la vida, miles de reinos se levantaron y sucumbieron. A pesar de estas incontables fricciones, los mensajes codificados han sobrevivido incólumes durante siglos, sencilla y únicamente a través de la existencia de algunos importantes papiros y códigos mayas.
En ellos se muestra con nitidez
que emplearon nuestra cronología: las numerosas correlaciones
detalladas son clarísimas y llevan los trazos reconocibles de un
diseño elaborado.
Debido a este efecto, el día se hace más largo a un promedio de 0,00000002 segundos en veinticuatro horas. No es mucho, pero se hace notable en períodos más prolongados. ¡De todas formas, carece de influencia en el período de un año solar!
Podemos encontrar rápidamente la prueba. En 10.000 años (3.652.422 días), un día se vuelve 0,073 segundos más largo. En un año, esto alcanza a 0,073 x 365,2422 = 26,66 segundos.
Calculado según nuestros segundos actuales, un año dura 26,66 segundos más, pero (y esto es importante) el segundo solar promedio se define como 1/ 86.400 de un día solar promedio, que cambia con el tiempo.
Al calcular el segundo dentro de 10.000 años, al dividir un día por 86.400, ¡obtendremos otro valor para un segundo! Un segundo hace 10.000 años duraba 1,000000845 segundos actuales. Calculando el año solar con este segundo, ¡paradójicamente permanece sin cambio respecto del valor actual!
¡Los mayas deben de haberlo advertido y, por lo tanto, consideraron el hecho en sus códigos!
Por lo tanto, un cálculo de la posición de la Luna en el pasado, basado en la actual longitud del día, da un resultado erróneo. La Luna aparenta haberse movido demasiado rápido, es decir, parece haber recorrido una distancia demasiado larga. Los mayas y sus predecesores del culto mundial de la antigüedad deben de haberlo percibido y le añadieron una corrección a sus cálculos.
Pero, si así fue, ¿cómo puedo probarlo? ¿De qué manera codificaron esta singularidad? No podía ser tan difícil y yo tenía un palpito.
¡El número 1333 estaba allí, repitiéndose en mi pantalla! Ya había encontrado la serie 1,3333333 varias veces en otros cálculos. Esto me convenció de que el desciframiento tenía que ser correcto.
Es evidente que así fue por el hecho de que, al
descartar los decimales, 0,00365 es igual a un año maya.
Yo no confiaba en el mecanismo de cálculo que había programado para mantenerme al mismo nivel, por lo que recurrí al cálculo manual. Así tuve muchas más cifras decimales y obtuve el siguiente resultado para la órbita terrestre alrededor del Sol:
¡La serie infinita ele 74 asomó de inmediato! ¡Un código numérico que había encontrado varias veces! No podía tratarse de una coincidencia. La solución maya debía de ser la correcta, en especial porque ¡74 es un número importante en el desciframiento del Códice Dresden! Más aún: ¡el número de páginas del Códice es 74!
Analicemos esta cifra con más detenimiento. ¿Qué advertimos? Estos extensos números son completamente idénticos, excepto por el hecho de que el valor real tiene un 2 más, del mismo modo que el valor correlativo 0,2422 posee un 2 más que el valor maya.
Más sorprendente no podía ser y,
entonces, me hizo pensar en otra cosa. Con anterioridad, había
podido descifrar series completas con el número 0,666666, que está
relacionado con el año solar maya, y ahora podía probar dónde habían
encontrado ellos ese número. ¡Tiene una vinculación directa con la
forma increíblemente perfecta de calcular que poseían! Usted encontrará el número 0,6666666 ó 66,6 ó 666 como sigue:
¡Pude decodificar el programa del cataclismo anterior multiplicando esta cifra por el año solar! Era bastante lógico, entonces, que hubieran convertido esto en sus códigos, porque se ocultaba en sus cálculos exactos de la órbita terrestre alrededor del Sol. Esto prueba aún más claramente que los astrónomos y matemáticos de aquel tiempo eran más inteligentes que los del presente.
Los programas de software de estos antiguos científicos son más ingeniosos y más adelantados que varios de los actuales; están repletos de inteligentísimos juegos matemáticos.
Figura 48. La cuenta regresiva de los mayas hasta el final de 2012 es más precisa de lo que jamás hubiéramos pensado.
Diez mil años
atrás, fueron capaces de calcular la posición astronómica de los
planetas ¡con una exactitud que iguala o excede a la actual! Todo forma un conjunto lógico y encontramos una respuesta para todo. Misteriosos fantasmas que soñaban con la vida eterna después de la muerte, diseñaron un edificio sorprendente, brillante y resplandeciente en su magnitud.
La llama ardiente de su pasión por los números emana con una intensidad tan enorme que no existen palabras para describirla. Todos los elementos fundamentales que hemos visto en los cálculos precedentes se acomodan dentro de fórmulas refinadas y avanzadas. Al clasificar series de números que emplean la misma lógica, uno se tropieza con un instrumento enorme.
Este complejo sistema proporciona resultados espantosamente bellos, llenos de misterios místicos y espirituales y, al mismo tiempo, funcionales y eficientes. Fue construido para llevar a cabo una tarea, que demanda con un estilo elegante la completa atención de los investigadores.
Ahora usted podrá comprobar conmigo que ellos realmente fueron capaces de hacerlo, ya que mi complejo cálculo no era para nada una coincidencia, sino que era correcto. El hallazgo de esa aterradora perfección me da escalofríos, pues es la prueba de que, como consecuencia de las guerras, un conocimiento crucial puede desvanecerse por completo. Semejante exactitud es casi inimaginable en una civilización desaparecida. Estas emocionantes cuestiones nos impulsan a que continuemos descifrando los códigos; deben existir más pruebas en su brillante juego con los números sagrados.
Yo también encontré algunas; lo remito al Apéndice matemático, que se encuentra al final del libro, para que las observe por sí mismo. Allí pruebo sin lugar a duda que el ciclo sótico contiene un mensaje codificado: su desciframiento conduce a la órbita exacta de la Tierra alrededor del Sol. Los egipcios honraban a Sirio por determinadas razones: gracias a esta estrella, los sumos sacerdotes pudieron deducir de una manera simple muchos números valiosos astronómicamente y otras cifras clave.
Estos desciframientos prueban de manera pasmosa que los egipcios habían alcanzado un nivel de conocimiento mucho más elevado de lo que los científicos contemporáneos podrían sospechar. Usted encontrará una referencia especial al ciclo sótico en la historia de Manetón, un sacerdote de Heliópolis. Manetón escribió extensas listas de los primeros faraones de Egipto y de las dinastías históricas de períodos todavía más antiguos. Sostuvo que, desde la era de los dioses hasta el final de la trigésima dinastía, la civilización abarcaba 36.525 años.
Cuando observamos escrupulosamente esta cifra, encontramos en ella veinticinco ciclos de 1.460 años sóticos y veinticinco ciclos de 1.461 años calendario de 365 días. Éstos son los códigos numéricos que también encontramos entre los mayas, y que están en correlación directa con la órbita exacta de la Tierra alrededor de Sol.
Estos números son el impulso que subyace a sus mitos. Sólo a través de su fenomenal grado de precisión pudieron calcular con tal exactitud la inversión previa.
Los turbulentos acontecimientos de un pasado remoto-, eran tan aterradores que nuestros ancestros hubieran hecho todo por obtener respuestas a sus interrogantes. Y esta exactitud superlativa, heredada por sus descendientes, es uno de los resultados más extraordinarios de su manera de pensar y de sus cálculos.
A pesar de que en la actualidad continúa siendo un enigma la manera como llegaron a alcanzar esos logros, considero que hay posibilidades para una mayor investigación. En el caso de que llegue a resolver el misterio, lo daré a conocer, pero cada día se hace menos probable. Aún me intriga terriblemente: sus conocimientos de astronomía y de progresión del tiempo no debían tener límites.
En algún lugar tenían excelentes instrumentos, herramientas asombrosamente avanzadas para lograr esta incomprensible precisión. Ése es el tema de este mensaje: todo lo que medían y construían irradia la misma obsesión por la extrema exactitud, como si sus vidas dependieran de ella. Y así era: tomando como base la órbita de la Tierra alrededor del Sol pudieron definir el período de los campos magnéticos solares hasta varias cifras decimales. Una vez que uno conoce esos valores y la teoría del ciclo de las manchas solares, puede hacer precisiones sobre el comportamiento del Sol.
Para ellos debió ser poca cosa calcular, con miles de años de antelación, el momento en que el campo magnético solar llegara al punto crucial. En ese momento especial, el campo magnético se derrumbará e invertirá, acompañado de fenomenales llamaradas solares. Poco después, la Tierra será afectada por una tormenta solar que lo demolerá todo a su paso.
Una interminable corriente de elementos solares magnéticos romperá al fin el campo magnético de la Tierra; en un único y titánico movimiento se invertirá, y el núcleo terrestre comenzará a rotar en la dirección opuesta, con catastróficas consecuencias para la vida en este planeta.
Cuando uno se encuentra en la senda correcta, la capacidad para seguir sus cálculos se filtra hasta lo más profundo de su ser: los mayas nos dejaron un mensaje increíblemente justo, que nos advierte que un demoledor desastre geológico atormentará a nuestra Tierra, una catástrofe mundial no igualada por ninguna otra cosa.
Dependerá de nosotros que le prestamos atención a esta
advertencia y tomemos las medidas necesarias para nuestra
supervivencia y la de la humanidad. Si no lo hacemos (y me temo que
así sea), significará el fin de la humanidad.
No lo saben, pero concuerdan en varios hechos históricos. Nuestro actual calendario gregoriano, denominado así por el papa Gregorio XIII, quien lo instituyó en marzo de 1582, no es el más exacto que ha empleado la civilización. Y aunque nuestro calendario es bastante "refinado", no es tan preciso como el que los mayas usaron hace miles de años.
El año gregoriano es demasiado largo y el error asciende a tres días en diez mil años. El año maya era demasiado corto, pero el error era sólo de dos días en diez mil años. Sin embargo, observe la prueba devastadora que le he expuesto, con la que se demuestra que los mayas fueron capaces de calcular con mucha mayor precisión de lo pensado.
¡Su error fue de cero en diez mil años!
Se esperaba que la historia se repitiera en determinados círculos, cada 260 años. Aunque esta asociación de la intuición con el tiempo pueda parecemos extraña, está sustentada por ideas bastante inteligentes.
Esto no parece tan extraordinario, pero cuando recordamos que la división de la hora se remonta a aquellos tiempos, algo debería resonar en nuestras cabezas. Los babilonios dividían su cronología en una escala de sexagesimal; una hora se dividía en sesenta minutos y un minuto en sesenta segundos. Posteriormente, en el año 1345 d.C, este sistema fue implementado para determinar el período de un eclipse lunar. No suponía una cronología real, sino teórica.
Dado el movimiento de los cuerpos celestes y basándose en datos anteriores, calcularon la duración del eclipse. ¿No prueba todo esto dónde se originó realmente nuestra cronología? ¿No prueba que, en la Edad Media, fundaron la cronología sobre datos milenarios de los babilonios? ¿Y también que, a su vez, ellos obtuvieron el conocimiento de los egipcios? ¿Y que en consecuencia el conocimiento de los antiguos egipcios finalmente llegó a nosotros?
Esas tallas no coinciden con nuestra actual cronología; es mucho más complicada. Las marcas fueron esculpidas de acuerdo con las diferentes estaciones. Las noches de invierno y los días de verano eran los más largos.
El reloj se basaba en el siguiente principio: las horas cambiaban con la longitud de los días. Durante los equinoccios de primavera y otoño, el día dura once horas y cincuenta y seis minutos, y el reloj de agua lo demuestra con extraordinaria exactitud. Sin embargo, lo que no se puede explicar es que la longitud de los días del solsticio de invierno y verano no sean correlativas. Esto es algo que no deja de intrigarme. Conociendo a los antiguos científicos, estoy seguro de que existen códigos ocultos detrás.
Aunque me puse a contar y a pensar, todavía no he podido encontrar una explicación. Lo que sí pude demostrar con mucha certeza es que poseían números exactos, tan exactos que me impresionaron y desconcertaron. Más aún, puedo afirmar con seguridad que los antiguos egipcios emplearon los números de horas, minutos y segundos de un día para mostrar el ciclo de precesión.
Yo había encontrado evidencias matemáticas de esto, que expliqué en mi libro anterior. Sumada a muchas otras cosas, nuestra cronología es un legado de los atlantes.
Es fácil predecir qué códigos complementarios se esconden tras ella y restan por ser descifrados:
Conociendo el modo de pensar de los antiguos científicos, seguramente está lleno de códigos. Los desciframientos ya no son necesarios para mi argumentación, pero es interesante advertirlos. Los matemáticos y los aficionados a los misterios pueden comenzar con los datos presentados en este libro.
En la actualidad, me
encuentro demasiado atareado para seguir investigando, pero tal vez
resulte interesante para mi tercer libro sobre este tema.
¡Mercator debió haber fundamentado este mapa en documentos mucho más antiguos, anteriores al precedente corrimiento de los polos!
Esto significa que ese conocimiento heredado tal vez tenga unos 12.000 años. No podía crearse un mapa así sin una cronología estricta y un reloj relativamente exacto. La técnica requerida se apoya en el conocimiento de los meridianos.
Tras dos meses, al parecer, el cronómetro fabricado por el relojero inglés John Harrison atrasaba sólo cinco segundos; con él se podía determinar de forma adecuada el grado de longitud. El capitán Cook lo usó durante su segundo viaje e hizo un mapa del Océano Pacífico con una fidelidad impresionante.
Los mapas de Cook con sus grados de longitud exactos pueden considerarse joyas de la cartografía moderna.
Figura 49. Merced a sus estrictas mediciones del tiempo, los atlantes navegaron por el océano. La Atlántida aparece en el centro de este mapa.
Ella representaba, por decirlo así, "el ombligo" de la
Tierra. Demuestran que es necesario no sólo ser un buen matemático para dibujar las coordenadas en escala, sino también contar con un empleo de un cronómetro de alto nivel. Esto, por supuesto, requiere una petición de principio: ¿dónde encontraron los científicos, hace miles de años, su conocimiento acerca de la Tierra?
Si aplicamos un razonamiento lógico, debemos aceptar la siguiente respuesta: fueron exploradores muy desarrollados, matemáticos brillantes y disponían de cronómetros de alta calidad. De otra manera es imposible explicar la forma en que estos mapas tan antiguos representan los grados de longitud y latitud con moderna escrupulosidad.
Y ahora hemos llegado a nuestras conclusiones más importantes.
Habrá que modificar series enteras de libros; la historia de las matemáticas, así como la de la astronomía, se verán bajo una luz completamente diferente.
Ahí ora nos resta a nosotros resolver este enigma lo más pronto posible, pues sólo así el mundo se convencerá de la hecatombe que se aproxima.
16.
UN DESASTRE QUE SE APROXIMA
A GRAN VELOCIDAD
Y hasta ahora sólo he advertido un leve interés en este enorme desafío. Mis descubrimientos han sido ignorados. Al igual que verdaderos avestruces, la gente entierra su cabeza en la arena, ciega por completo ante lo que le espera. Sin embargo, el mensaje de los antiguos super-científicos es más que claro: el campo magnético de la Tierra se invertirá de repente y destruirá por completo nuestra civilización.
Quienes lo descubrieron nos enviaron un mensaje en un lenguaje internacional, resumido en códigos matemáticos y astronómicos.
Al visualizarme dentro de su universo de pensamiento, pude revelar misterio tras misterio, pues todo se basaba en un esquema misterioso, una serie de números inmensurable, que se superpone y complementa. Ante mi total sorpresa, descubrí también que los mayas y los antiguos egipcios empleaban nuestra escala denaria y que el complicado aspecto de la escala numérica maya no era más que una cortina de humo.
Descubrí allí una especie de sinergia, una totalidad que lo abraza todo, como si el diseño de las pirámides y templos convocara a la existencia mitos, calendarios, el conocimiento esotérico, incluso la vida después de ésta. Mediante el desciframiento de los mensajes codificados descubrí complejos ciclos astronómicos, algunos totalmente desconocidos entre nuestros astrónomos contemporáneos. Yo tenía la convicción absoluta de que los científicos de nuestra época eran los más inteligentes de la Tierra, pero no es así.
Pero, como la prensa no está interesada en mí,
las posibilidades de ello serán muy pequeñas.
En su libro The Orion Mistery (El misterio de Orion), Bauval demostró que las pirámides fueron construidas según como aparecía la constelación de Orion hace 12.000 años. Junto con Gino Ratincxk y con la ayuda de un programa de software recientemente desarrollado, pude probar que la construcción de las pirámides está relacionada con la precesión de la constelación de Orion en el año 9792 a.C, año de la catástrofe precedente.
En aquella época, la Esfinge miraba a su homólogo celeste. Como tal vez sepa por mi anterior libro, la última inversión de los polos tuvo lugar en la era de Leo. Por lo tanto, aquí nos enfrentamos con un dualismo Cielo-Tierra, una seria advertencia sobre lo que sucedió entonces y de lo que ahora nos espera. Peor aún, la precesión de aquellos días es idéntica a la del año 2012, fecha de la próxima inversión de los polos, pero ésta no es la única semejanza.
Venus lo significaba todo para los mayas. Exactamente de la misma forma como lo hizo en 9792 a.C, en 2012 Venus hará una curva retrógrada perfecta sobre la constelación de Orión, detrás ele Géminis. En el Libro Egipcio de los Muertos este código señala el movimiento que predice el final.
Aquí tenemos nuevamente una seria advertencia, porque este año se correlaciona con el final del calendario maya. Figura 50. Después de miles de años de observaciones, los ancestros de los mayas y de los antiguos egipcios hicieron un amplio uso de cifras astronómicas increíblemente exactas. Hicieron escrupulosos cálculos relacionados con las posiciones planetarias.
Para exhibir su avance técnico, los mayas construyeron sus templos de tal manera que indican con exactitud el punto equinoccial de invierno. Incorporaron también otros rasgos, que demuestran la existencia ele una irrefutable relación entre un conocimiento astronómico exacto y la construcción de esos templos.
Muy alto, por cierto. ¡Mucho más alto de lo que supusimos hasta ahora!
Para describir la teoría del ciclo de las manchas solares con un lenguaje matemático es necesario contar con una increíble cantidad de información de geometría espacial (por ejemplo, conocer el volumen y la superficie de las esferas), de cálculo de elipses, y disponer de un gran número de otras complejas habilidades matemáticas. Los papiros egipcios y el desciframiento del Códice Dresden prueban que ellos tenían esos conocimientos. Y, lo que es aún más importante, también conocían las ecuaciones integrales y diferenciales pues, de lo contrario, ¡es imposible calcular el ciclo de las manchas solares!
Cuando se realizan investigaciones más extensivas de sus construcciones y de su manera de codificar, se tropieza con el número 666, el número del Apocalipsis. Mis investigaciones me permitieron descifrar el origen de este enigmático número, algo que inútilmente intentaron muchos, en todo el planeta, por siglos. Se relaciona con una desviación en el ciclo de las manchas solares.
Con ello consolidé una relación
irrefutable entre lo que sabemos de religión y la ciencia de los
sumos sacerdotes de la antigüedad.
Empleando insistentemente el mismo modelo de pensamiento, tropecé con un laberinto con idénticos códigos y entonces pude descifrar el Códice Dresden de los mayas. Esto me proporcionó la seguridad absoluta de que la historia no era inventada y de que provenía de algo que el hombre había dejado en la noche de los tiempos; era el legado de una civilización perdida que había desparecido en un desastre catastrófico.
La pregunta clave ahora es la siguiente: ¿se puede recuperar parte de su herencia? La respuesta es "sí". Los artefactos en los que apoyaron sus mitos y sagradas escrituras se encuentran en el legendario Laberinto, según lo describió Herodoto.
También allí podemos encontrar las obras científicas en las que basaron su teoría del desastre; la recuperación de una pequeña parte de este saber provocará una revolución mundial. Revela el software del programa computacional que lleva a la fecha exactamente calculada del "fin de los tiempos", el definitivo Apocalipsis de la humanidad.
Su obsesión por entregar intacta esa información sobrevivió a lo largo de milenios, pero, por último, su pasmoso conocimiento acerca del corrimiento de los polos acabó por perderse, debido en particular a las guerras. Sin embargo, como nos dejaron muchos indicios claros es imposible continuar descartando su superioridad científica.
Ambas civilizaciones conocieron la precesión y el ciclo de las manchas solares, y las consecuencias fatales de una enorme desviación del campo magnético del Sol.
En sus códigos encontramos los mismos números: por ejemplo, el 72 y los de Venus, 576 y 584; si empleamos el período sinódico de Venus, conocido por los mayas, podemos confirmar la historia de la legendaria Atlántida. Llevando nuestro razonamiento un poco más allá, sobre la base de estos argumentos, podemos descifrar los calendarios mayas y el Códice Dresden.
Estas codificaciones conforman una prueba innegable de que la ciencia de los mayas y de los egipcios deriva de una fuente común. Con ello, queda completada nuestra acumulación de pruebas.
Tras miles y miles de años de investigación, descubrieron una relación entre el campo magnético de la Tierra y el del Sol. Figura 51. ¿Estaremos a tiempo de extraer del Laberinto el conocimiento necesario?
Doscientos ocho años antes de la fecha fatídica, impulsaron a sus compatriotas para que se prepararan para iniciar el éxodo y los gobernantes de aquella época iniciaron un programa puntilloso para asegurar el escape; cientos de miles de indestructibles mandjits fueron construidos. A pesar de la incredulidad de mucha gente, el desastre fatal tuvo lugar en el día predicho tantos años antes.
En el caos subsiguiente, murió gran parte de la humanidad. Sin embargo, miles de personas escaparon de la muerte y recomenzaron su culto de sabiduría en diferentes partes del mundo.
Gracias a ellos, hoy
sabemos lo que nos aguarda.
No somos importantes individualmente, sino que lo que interesa es la existencia continuada de la humanidad. Por lo tanto, debemos cerrar las plantas de energía nuclear en el momento en que llegue la fecha fatídica. La supervivencia será imposible si eso no sucede: moriremos como consecuencia ele un holocausto nuclear. Todos deberíamos saberlo, pero eso no es todo.
Desde 1915, Rusia ha producido una enorme cantidad de armas químicas, dos tercios de las cuales contienen gases nerviosos. Es la concentración más importante del mundo y. de acuerdo con los químicos, ¡este arsenal sería capaz de matar casi 200.000 veces a la población mundial! Aquí no están incluidas las armas químicas acumuladas en otros países.
Si estos stocks no se destruyen a tiempo, ¡serán liberados de golpe en 2012!
Creo que todos podemos figurarnos qué consecuencias habrá.
Pensemos y consideremos con cuidado todo lo que planificamos hacer en el futuro. Pocas cosas son capaces de soportar tanta violencia de la naturaleza; sólo barcos, víveres y equipos de supervivencia tienen vital importancia. Quienes no los tengan a mano, olvídenlo. En un solo día esta enorme catástrofe provocará la pérdida de miles de años de trabajo. Nos corresponde a nosotros recoger este desafío, el mayor que jamás hayamos aceptado.
Quizás
entonces desempeñemos el papel principal en la siguiente generación
de mitos sobre los "súper dioses" humanos que tentaron a la
violencia de la naturaleza y fundaron una nueva civilización una vez
que la turbulenta Tierra se calmó.
Figura 52. Ésta es una ilustración maya muy bien conocida, que describe el corrimiento previo de los polos. Podemos ver una pirámide que se desploma y un volcán que lanza lava, mientras el suelo se hunde. Muchos escaparon, tal como lo demuestra la figura en el barco.
En la actualidad, sólo de cuando en cuando conocemos gente que cree en un orden interior fundamentado en las revelaciones espirituales de las grandes religiones del pasado.
Los egipcios derivaron su fuerza y capacidad operativa de su fe en Ptah; para ellos, era un sistema útil de creencias porque les proporcionaba objetivos y reglas con los cuales podían construir intensas experiencias. La vida consistía en un servicio y todas las actividades estaban centradas en la vida que les aguardaba después de la muerte. Este sistema eficiente regía la totalidad de su existencia, le daba un propósito y los preservaba de las ideas confusas.
El conocimiento científico del hombre y del universo les reveló la relación entre la humanidad y su destino; a través de su comprensión, tuvieron una visión superior de los orígenes de los mecanismos de control social, sus sentimientos, esperanzas y temores. Este sistema de creencias los impulsó hacia objetivos significativos de los cuales obtuvieron su fortaleza.
Conocieron las respuestas a preguntas como:
Y las expresaron en su cultura mediante sus mitos y construcciones. Nos corresponde a nosotros recuperar este conocimiento perdido hace mucho tiempo. Entonces, igual que ellos, podremos reconciliarnos con nuestro medio y con el significado de la vida. Este credo, cimentado en los ciclos catastróficos, reconoce las leyes de la naturaleza e impulsa nuestra energía espiritual hacia objetivos significativos porque se basa en una ciencia del hombre, del universo y del esperado "final".
Se desarrolla como si fuera una interpretación integral de todo conocimiento anterior relativo a la humanidad y a su ineludible destino. Es inútil conectar nuestros sueños y deseos con la naturaleza sin tener en mente sus leyes. Cuando reconozcamos los límites de nuestra civilización y su final inevitable, y aceptemos una vez más nuestro humilde lugar en el universo, podremos empezar a sentirnos como el hijo o la hija pródiga que por fin regresa a casa, después de errar durante años.
Si la humanidad reconcilia su objetivo con estos valores y experiencias, el problema de la vida se resolverá.
Miles de millones de personas experimentarán la futura catástrofe como una liberación y se sacrificarán voluntariamente por un propósito superior: la continuación de la existencia de la humanidad y el redescubrimiento de una poderosa imagen de Dios.
Como en aquellos días, la
gente ya no" cree en la existencia de un ser sobrenatural. Si usted
me lo permite, en los siguientes párrafos describiré nuestro posible
futuro.
Por ello, los descubrimientos de los primitivos cultos de sabiduría aparecieron en la tapa de los diarios de todo el mundo. La gente miraba con gran incredulidad los 36 jeroglíficos con los cálculos de la fecha de la catástrofe precedente, y también la fecha de la próxima: 2012. Para una gran parte de la humanidad no se trataba de algo inesperado, pero tuvo un efecto catastrófico sobre las masas del mundo. El temor al próximo corrimiento de los polos petrificó el pensamiento y la acción de muchos.
Muchas ramas de la economía, como por ejemplo la construcción, simplemente se derrumbaron.
Otros, que en años previos habían planificado tener hijos, decidieron posponer la decisión de manera indefinida.
Sin embargo, había una luz brillante en el ámbito de la inversión de divisas. En las antiguas civilizaciones, el oro y los diamantes siempre habían demostrado su valor. Todo el mundo se dio cuenta de que, después de la inversión de la polaridad del planeta, el dinero sería inútil y por eso se arrojaron en masa sobre el oro y los diamantes y produjeron un agudo incentivo en los precios de estos bienes. En un mundo donde no había más esperanza, éste fue uno de los pocos objetivos que quedaron para ocupar las mentes emprendedoras de las personas.
En cuanto al resto, imperaban la anomia y la anarquía.
Un raudal de gente elevó su voz contra los lugares que transformarían la Tierra en un holocausto nuclear y en un basurero químico. Varias plantas y fábricas ya habían cerrado debido al derrumbe de las economías. Y, a pesar de ello, gran cantidad todavía seguía funcionando, demasiadas para mantener el mundo a salvo de Armagedón. Por último, después de enormes presiones, antes de la fecha catastrófica, éstas también se cerraron.
De ahí, su
casi interminable fuerza para el sacrificio propio.
Incluso con un pequeño grupo de gente decidida, que posea el conocimiento primario de la mayor cantidad posible de ciencias, debe ser factible. ¿Por qué no podría usted ser uno de ellos?
Tras la catástrofe, la vida será terriblemente difícil. No habrá electricidad y, si se tuviera la capacidad de reponerla, no será de mucha utilidad porque la electrónica y los motores eléctricos estarán destruidos después de la inversión del campo magnético. Esto significa que debemos comenzar otra vez desde cero. Eso es lo que nos espera. Por lo tanto, necesitamos estar muy motivados y sólo unos pocos serán los adecuados.
Sobrevivir tiene poca utilidad cuando no se puede lidiar con la vida después de la catástrofe. Pasarán decenas, cientos de años antes de que podamos llevar una existencia algo confortable. Por lo tanto, no será así para nosotros, pero, finalmente, así resultará para nuestros descendientes. Sólo quienes lo comprendan adecuadamente pueden hacer el intente.
El basurero químico será inimaginable; el holocausto nuclear, aterrorizante. Miles de millones de litros de petróleo no sólo harán que el mundo sea inhabitable, sino que cubrirán enormes partes de la tierra con su suciedad. Los alimentos y las reservas de agua de todo el mundo serán destruidas, tal vez durante muchos años, y producirán hambrunas y numerosas enfermedades.
En la actualidad, no nos encontrarnos expuestos a nada parecido; llevamos una vida lujosa, la más mínima cosa nos hace vomitar. A pesar de mis buenas intenciones, temo lo peor para muchos. De hecho, ése es el precio que tendremos que pagar por nuestra supervivencia. Si quiere correr el riesgo, le deseo la mayor suerte. De cualquier modo, soy el hombre que está buscando.
Las catástrofes del pasado deberían servir de advertencia. Nada es para siempre.
Los océanos y partes de la tierra existen sólo en forma temporaria, pues en un ciclo de eterno retorno se destruyen. En un día, la humanidad conocerá su fin e irrumpirá bruscamente en el abismo. En unas pocas horas, grandes naciones, bellos edificios y culturas altamente desarrolladas vacilarán y se derrumbarán por completo.
Éste es el destino que nos espera y nadie podrá escapar de
él, excepto quienes adopten las medidas necesarias, quienes estén
dispuestos y sean capaces de asumir la responsabilidad de ser el
próximo Noé.
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