Parte III

Números Míticos y El Próximo Desastre
 

 


13. LA INVERSIÓN DEL MAGNETISMO SOLAR

Marzo de 2001. Yo había imitado parcialmente el ciclo teórico de las manchas solares de Cotterell con la ayuda dé un archivo de programa de Microsoft Excel. Pero había resultado un proceso largo y dificultoso porque todavía no había tomado lecciones de Excel Advanced.

 

Tuve que calcular y reproducir cada bit (o período de tiempo), una labor frustrante y que insumía mucho tiempo, en especial después de hallar un error tonto cometido al principio, por causa del cual tuve que rehacer todos los cálculos. Entonces, resolví dejar en reposo el trabajo por un tiempo y volví a estudiar el ciclo de Cotterell con atención.

 

En su libro The Mayan Prophecies, el ciclo de 187 años estaba ilustrado gráficamente. Lo había examinado en innumerables oportunidades, pero esta vez lo analizaría con más profundidad y anotaría minuciosamente todo lo que me pareciera extraño.

 

Luego investigaría mis descubrimientos con mayor amplitud.
 


Diagramas anómalos
Tal como Cotterell había establecido luego de su investigación del ciclo de las manchas solares, la mayoría de los diagramas, al parecer, eran de ocho bits. Sin embargo, en un ciclo completo de 187 años había cinco con nueve bits. Por alguna razón, comencé a sospechar que detrás de esto había algo (alguna cosa que me permitiría resolver un enigma).

 

Provisto de un lápiz, revisé los diagramas y conté con cuidado el número de bits. En el diagrama 1 conté ocho bits, sin duda alguna; seguí hasta el diagrama 10, que tenía nueve bits, según Cotterell. Tropecé con el primer problema en el 15. El último bit se disparaba hacia arriba como si se tratara del primer bit del diagrama 16.

 

Pero, si era así, ¡entonces el diagrama 15 tendría siete bits! ¡Esto implicaría que el diagrama 16 constase de nueve bits!

"¿Cómo diablos es posible?", me pregunté.

Todos los diagramas restantes eran de ocho bits, ¡y el 8 era un número sagrado en Egipto! ¿De qué manera los diagramas 15 y 16 podrían construirse con siete y nueve bits?

 

Aquí incluyo una imagen de este dilema:

Figura 44.

Si analiza con atención los diagramas 15 y 16,

llegará a la conclusión de que pueden constar de siete o nueve bits,

mientras que todos los demás son de ocho bits.

¿Por qué?

 


Figura 45.

Observe que los diagramas 56 y 57,

una vez más, pueden basarse en siete o en nueve bits.

La pregunta con la que nos volvemos a enfrentar es por qué,

especialmente teniendo en cuenta la relación con el número 666.
 

A partir de allí, interrumpí el tonteo durante un rato y me puse a pensar.

  • ¿El diagrama 15 es de nueve o de siete bits?

  • ¿Por qué al final el diagrama se disparaba hacia arriba de una forma tan evidente?

  • ¿Allí había algún indicio?

  • ¿Por qué esos diagramas eran tan diferentes de los anteriores?

De cualquier forma que lo examinara, no le encontraba pies ni cabeza. Pero estaba completamente seguro de que se relacionaba con algo muy especial. Marqué la desviación con tinta roja y proseguí contando el número de bits de los demás diagramas.


No encontré ninguna discrepancia en los diagramas 17 a 29; todos eran de ocho bits. El siguiente, el número 30, me dio trabajo. Según Cotterell, tenía nueve bits, que era lo correcto; pero al final se volvía a disparar hacia arriba. El 31 era de ocho bits. Aquí realmente había un ciclo de desviación de nueve bits, hasta entonces el segundo.

 

Después de constatarlo varias veces, continué con mi labor. Diecinueve diagramas más adelante, en el 49, tropecé con otro ciclo de desviación de nueve bits. Esto coincidía con las revelaciones de Cotterell y fue el tercer ciclo de desviación que descubrí. Hasta ese punto, no había encontrado ninguna contradicción en Cotterell, lo cual respaldaba la brillantez de su investigación.


Dos días más tarde recomencé la cuenta, sin avanzar mucho porque los diagramas 56 y 57 volvían a configurar un par extraño, con un pico saliente en el medio (véase la figura 45). Entretanto, yo estaba completamente convencido de que detrás de ese pico se ocultaba el gran secreto. Se trataba del segundo rasgo insólito que había visto. Dirigí la vista de inmediato al extraño diagrama anterior (el que aquí se reproduce como figura 44). ¡Eran sospechosamente similares! Sentí que me encontraba en el camino correcto.

 

¿Por qué no lo había pensado antes? ¿Cómo era posible que lo hubiera pasado por alto tantos años?
 

Después de haber marcado la desviación con rojo, seguí contando con extrema concentración. Once diagramas adelante, llegué al 68, que tenía nueve bits. Esto coincidía con lo descubierto por Cotterell. Mi escrutinio hasta esa altura era reconfortante y alarmante al mismo tiempo: había descubierto que Cotterell tenía razón, pero que también existían desviaciones frecuentes que él no había mencionado.

 

¿Por qué no las había visto? ¿Y yo encontraría otras? ¿Qué extraña función cumplían en el ciclo de las manchas solares?

 

Mi interés por el raro fenómeno se intensificaba a cada minuto; observé y comparé, después de lo cual no tuve que seguir contando mucho más tiempo. Los diagramas 71 y 72 sobresalían con facilidad, tenían un pico en el centro y eran similares a los que había anotado como extraños, aunque con algunas pequeñas diferencias.

 

Le mostraré las imágenes, ya que los enigmas están allí para que alguien los resuelva, especialmente porque se relacionan con el fin de nuestra civilización.

Figura 46.

En el ciclo de las manchas solares, los diagramas 71 y 72 son los últimos que pueden constar de siete o nueve bits.

¿Qué secreto se esconde detrás de esta aberración?
 

El conteo prosiguió entonces con mayor rapidez, debido a mi experiencia con los diagramas.

 

En el 88 encontré nueve bits por última vez. Había terminado con los diagramas de desviación. Lo que hasta entonces había descubierto era principalmente una ratificación de las afirmaciones que Cotterell había hecho en su libro. Un ciclo de 187 años contiene cinco diagramas con nueve bits; el resto tiene ocho bits. Podía estar de acuerdo con esto, salvo en lo concerniente a aquellos tres diagramas anómalos que descubrí; no podía decir si eran diagramas de siete o de nueve bits.

 

¿Qué secretos milenarios se ocultaban tras todo eso?


Era indudable que ello se relacionaba con alguna teoría del caos: un modelo matemático reconocible en un entorno caótico. ¿Cómo podía descifrar el código? ¿Dónde era posible encontrar las respuestas largo tiempo buscadas? Tenía que dejar en reposo estas urgentes preguntas porque mi conocimiento del Microsoft Excel Advanced, un programa de computación que muy pronto demostraría su utilidad, todavía no estaba lo suficientemente desarrollado.

 

Y, por otra parte, la publicación en inglés de La profecía de Orión reclamaba mi atención.

 

De ese modo se iba deslizando inadvertidamente un tiempo valioso mientras el reloj marcaba los segundos en su avance hacia el año 2012.

 


Reconstrucción del ciclo de las manchas solares
Un par de meses más tarde comencé con las lecciones de Microsoft Excel Advanced. Al término de la segunda clase, ya disponía del conocimiento teórico necesario para la tarea. Incluso parecía bastante fácil: hay que Henar una sencilla función y después el programa hace automáticamente los cálculos diferenciales. ¡Ahora podía descifrar el código con rapidez! Al menos eso era lo que yo esperaba.

 

Primero, cotejé la órbita de la Tierra alrededor del Sol vinculándola con la comparación de los campos magnéticos solares, que, en conjunto, tienen un ciclo de 87,4545 días, y a continuación los convertí a grados. Después, calculé los bits correspondientes a los campos polares y al ecuatorial y convertí los resultados a grados; y, para terminar, calculé el valor absoluto de todo esto.

 

Lleno de emoción estudié mis flamantes diagramas.

 

Cuando estimé que todo era correcto, me empezó a bullir la cabeza.
 


La teoría de Cotterell
Cotterell había estudiado los diagramas con mucho cuidado y llegado a la conclusión de que esos datos aproximados mostraban una señal al azar de la relación (relativa) entre el campo magnético del Sol y el de la Tierra, con un intervalo de 87,4545 días.

 

Seis de esos microciclos (equivalentes a 48 bits) formaban un ciclo más largo, de 11,5 años. Esto parecía comparable con el ciclo promedio de las manchas solares, de 11,1 años, que había sido recopilado mediante observación. Más aún, Cotterell sostuvo que los ciclos de nueve bits tenían alguna relación con el plano neutral curvado del Sol.

 

Éste, del mismo modo que cualquier otro imán, posee una superficie alrededor del ecuador donde los dos campos magnéticos polares están en un equilibrio perfecto, de modo que ni domina la fuerza del polo sur ni domina la del norte.

 

El resultado es un delgado campo neutral entre las dos zonas magnéticas. Pero, debido a la complejidad de este campo magnético, esta interfaz no es plana, sino que tiene una curvatura. Al parecer y tal como Cotterell supuso, el campo neutral se corre un microciclo cada 187 años, mediante el que el corrimiento de un bit atraviesa todas las series de 97 microciclos durante un período de97x 187 ó 18.139 años.


Si esta teoría era correcta, los períodos entre los ciclos de nueve bits mostrarían el número de años en que el campo magnético se carga positiva o negativamente. Usted ya habrá leído acerca de la forma concienzuda en que conté los bits.

 

Entre el primer diagrama que contiene nueve bits y el segundo de igual número (del diagrama 10 al 30), se producen 20 ciclos. Desde el diagrama 30 al 49, hay 19 ciclos, que es la misma cantidad que hay entre el diagrama 49 y el 68. Del 68 al 88, otra vez encontramos 20 ciclos. Y, finalmente, hay 19 ciclos del 88 al último diagrama.

 

Según el razonamiento de Cotterell, el ciclo comenzaría a correr al final y. en los períodos siguientes, la polaridad del campo magnético solar debería invertirse.

  1. 19 x 187 años = 3.553 años = 1.297.738 días

  2. 20 x 187 años = 3.740 años = 1.366.040 días

  3. 19 x 187 años = 3.553 años = 1.297.738 días

  4. 19 x 187 años = 3.553 años = 1.297.738 días

  5. 20 x 187 años = 3.740 años = 1.366.040 días

Me enfrasqué muchas veces en este juicio teórico, pero no pude encontrarle ningún sentido.

 

Parecía carecer de toda lógica y, lo que es más, no explicaba la inversión del campo magnético terrestre, que sabía que nuevamente tendría lugar después de 11.520 años.

 

Juzgue por sí mismo:

3.740 + 3.553 + 3.553 = 10.846 años.

¿Por qué este cálculo ni siquiera se aproximaba a 11.520 años? ¿Cómo fue que los antiguos científicos pudieron calcular el día exacto del final con la ayuda de esta teoría? ¿Era correcto?


La única forma de resolver de una vez por todas este enigma era analizar la totalidad de los bits del segundo ciclo de las manchas solares de 187 años, parte por parte, e investigar en busca de una posible desviación que a Cotterell se le hubiera pasado por alto.
 


Cotterell estaba equivocado
Copié los diagramas en la computadora. Según Cotterell. en algún lugar debían de ocurrir cambios, lo que parecía razonable pues el segundo ciclo de 187 años mostraba una desviación leve en comparación con el primero.

 

Era muy posible que algo estuviera cambiando, pero ¿dónde podría encontrar el cambio? Puesto que esto significaba la última búsqueda de la prueba del Fin de los Tiempos, decidí investigar los diagramas tanto gráfica como numerológicamente.

 

Nunca se sabe, ¿verdad? Algunas cosas son más visibles cuando están impresas, pues es más fácil decidir a simple vista si los números exactos se han corrido; por eso elegí esta doble táctica. Mi tarea avanzaría un poco más despacio, pero estaba seguro de que así encontraría el cambio.


Investigué cada uno de los siguientes ciclos largos de manchas solares; cada uno consiste en 781 bits = 97 diagramas = 68.302 días = 187 años; puse el diagrama del primer ciclo sobre el del segundo y busqué posibles desviaciones, pero no había absolutamente nada que observar. Parecían casi idénticos. ¿Cómo era posible? Después de todo, ¿sería capaz de encontrar la solución? Me asaltaban miles de dudas que socavaban mi confianza.


Sin vacilar, decidí poner nada más que las cifras solas, unas junto a otras, y, porfiado, empecé a compararlas y a contarlas mientras avanzaba a un ritmo penosamente lento; pero, por mucho que así lo hiciera, ¡no pude encontrar ninguna desviación concerniente al primer ciclo!


¿Esto era correcto? ¿Era posible que fuera verdad? Exhausto, me di por vencido pues ya era de mañana.


Aquella noche me sumergí en el problema más de lleno todavía. ¿Había o no una desviación? Horas y horas después aún no había encontrado nada. ¿No era esto una demostración de que en realidad no había nada que buscar? ¡Pero Cotterell tenía que estar equivocado!

 

Debía de haber otra desviación, no podía ser de otra manera. Decidí investigar meticulosamente el tercer ciclo de 187 años y, transcurrida más de una hora, jal fin lo logré! ¡Al parecer, el diagrama 30, con sus nueve bits, se había corrido y avanzado sobre el diagrama 29! Miré sin poder creerlo, pero, luego de calcular varias veces, era imposible ignorarlo más tiempo.

 

¡Los nueve bits se mostraban con claridad en el diagrama 29! ¡Se habían corrido un diagrama hacia delante!
 


¿Cómo se corren los bits?
Al parecer, a cada ciclo largo de manchas solares, de 187 años (equivalente a 781 bits), le sucede inmediatamente un ciclo de apariencia similar (del mismo tamaño y duración). No obstante, el bit 1 del segundo ciclo (que pasaría a ser el bit 782 en el cuadro general) se abre a un grado inferior del primer bit del primer ciclo. Ésta es la razón por la que los primeros microciclos del segundo ciclo largo tienen dos grados menos que los microciclos del primer ciclo largo de 187 años.


Debido a este mecanismo, algunos microciclos se corren hacia delante, algunos más que otros. Los ciclos que hacen el menor cambio de grado se correrán primero. Estos corrimientos pueden ocurrir en cualquier parte en los sucesivos ciclos de 187 años.


Esto puede demostrarse con elementos básicos de matemática. Supongamos que el bit 16 del ciclo largo 1 es de 17 grados y que el ciclo largo 2 se abre 10 grados más abajo. Entonces el bit 16 del ciclo largo 2 equivaldría a 7 grados (17 - 10). El ciclo largo 3 se abre nuevamente 10 grados más abajo. Entonces el bit 16 sería 3 negativo (7 - 10 = -3). Esto es, desde luego, imposible; por ende los grados se correrán avanzando al bit 15.


Entusiasmado con este descubrimiento en el diagrama 29, revisé rápidamente los otros diagramas que se desviaban en el ciclo largo 3. Resultó que se había corrido otro. ¡Los nueve bits del diagrama 88 ahora se encontraban en el diagrama 87! Como quería estar absolutamente seguro de mis hallazgos, volví a contar, pero no encontré más desviaciones. Al no confiar plenamente en mí mismo, repetí todo el proceso de contar y comparar, pero por más que me esforcé no encontré nada.


A la noche siguiente reanudé mi labor; cambié de velocidad para llegar al cuarto ciclo de manchas solares de 187 años y revisé, pues, desde el año 561 al 748. Contemplé con fijeza la pantalla durante horas y horas; sin embargo, curiosamente, en todo el ciclo ¡no apareció nada que ofreciera la mínima impresión de una desviación! Frustrado, apagué la computadora.

 

Esa noche tuve una pesadilla acerca de los futuros acontecimientos del año 2012. Vi cómo cambiaba el campo magnético y el Sol de repente parecía estallar, y todo el mundo, presa del pánico, intentaba escapar hacia los puertos. Saturado con las imágenes de aquella noche, ahondé mi búsqueda e hice un estudio profundo del quinto ciclo. Allí fue donde detecté que los nueve bits del diagrama 49 habían pasado al anterior. Ahora que sabía dónde observar, las cosas comenzaron a moverse con rapidez.

 

El sexto ciclo largo de 187 años no mostró nada, pero en el séptimo advertí que los nueve bits del diagrama 10 habían avanzado al 9. Incontables veces había mirado miles de diagramas, pero igual volví a revisar los puntos.


¡Lo que encontré era totalmente diferente a las afirmaciones de Cotterell!

 

De hecho, ¡mis descubrimientos las contradecían! Sentí que estaba revelando la verdadera teoría de la inversión de los campos magnéticos, aunque aún tenía muchos interrogantes. ¿Por qué los diagramas empezaban a desviarse de los originales? ¿Había otras desviaciones que yo no había visto? ¿Qué era entonces lo que debía identificar?

 

Perturbado por estas nuevas incertidumbres, decidí no hacer nada más durante dos días y, luego, analizar y contar otra vez.


Tenía que estar ciento por ciento seguro, pues de otra manera nadie me creería. Cuarenta y ocho horas más tarde respiré con alivio. Mis nuevos cómputos eran correctos sin ningún tipo de duda. Me sentí reconfortado, y al día siguiente continué investigando el octavo ciclo. Me encontraba entonces a más de 1.300 años del punto de partida. Luego de analizar con escrupulosidad estos diagramas, hallé que los bits del diagrama 68 se habían desplazado al diagrama 67. Aunque en realidad aún no tenía la menor idea de lo que esto significaba, mi excitación por estos descubrimientos fue en aumento.


Por lo tanto, continué contando con mucha precisión. En el siguiente ciclo -el noveno- tampoco encontré nada. Sin embargo, el décimo reveló algo que al principio se me había pasado por alto. De acuerdo con el principio precedente que yo había visto funcionar aquí, los nueve bits del diagrama 29 se habían desplazado hacia el 28.

 

Aparentemente era como si no hubiera encontrado nada más, pero, luego de repasar por tercera vez, advertí algo que se me había pasado por alto antes. El valor del bit 8.035 era exactamente igual al del bit 8.036, es decir, ¡22,3558 grados! Y esto es después de 1.924 años del comienzo.

 

¿Por qué? ¿Había códigos secretos ocultos detrás de esto? ¿Había obviado antes estas similitudes?

 

¡Me sentí obligado a someter a un análisis todavía más profundo los más de 8.000 bits!

 

Pasé más de una semana trabajando sobre este tema, pues sabía que no podía dejar de lado ni el más mínimo detalle. A pesar de todo, esta búsqueda intensiva no produjo ningún resultado. Con decepción eché otra mirada al décimo ciclo. Conté en voz alta el número de grados, ¡y eso fue mi gran suerte! Al llegar al bit 8.037, de pronto reconocí que el número que estaba diciendo era idéntico al bit 8.034.

 

Expuse las siguientes series de valores de imágenes especulares:

8.031 == 8.040 * 201,2021  (???)
8.032 == 8.039 = 203,5094  (???)
8.033 == 8.038 = 111,7789  (???)
8.034 == 8.037 =  67,0674  (???)
8.035 == 8.036 =  22,3558  (???)

Esto era algo muy especial que Cotterell nunca había mencionado. ¡Debía tener alguna relación con la solución correcta! Pero ¿con esto finalizaba? ¿No había nuevas desviaciones por hallar?

 

Sólo una investigación más a fondo podía revelarlo.

 


El supersecreto revelado
Había aprendido muy bien hacia dónde dirigir mi atención. Observé en el decimoprimero ciclo que los nueve bits del diagrama 29 se desplazaban al diagrama 28; no mostraba más anormalidades.

 

Después de analizar con cuidado el decimosegundo y el decimotercer ciclo, concluí que allí no había nada extraño que encontrar. Sin embargo, algunas veces registré que sucedían cosas curiosas: ¡algunos diagramas que se disparaban directamente hacia arriba perdían su pico saliente, mientras que aparecía de pronto en otros que no lo tenían.

 

¿Qué significado debía inferirse? ¿Por qué no me había dado cuenta de esto antes? ¿Tenía que rehacer todo?


Resolví continuar con la investigación. En los siguientes ciclos, descubrí otro par de diagramas que desplazaban bits. Anoté escrupulosamente estos datos. Al cabo sabría con seguridad hacia dónde me conducía todo esto. ¿O la senda en la que me encontraba estaba por completo errada? ¿Había cometido una equivocación estúpida?

 

No, eso era imposible porque había revisado todo muy bien, en ocasiones hasta diez veces incluso; todo lo que había encontrado tenía que estar bien. Y entonces llegó el gran "día del descubrimiento", que barrió con todas mis incertidumbres. En el bit 16.071, del vigésimo ciclo, tropecé de pronto con 360 grados. Según el principio matemático, ¡esto equivalía a 0! Cuando algo ha completado un círculo de 360 grados, regresa a su punto inicial. Dicho con otras palabras: 0. Repasé con rapidez las comparaciones diferenciales y noté que había programado este error.

 

¡0 era igual a 360 grados! Un error pequeño, insignificante, pero, aun así, a lo largo ele dieciséis mil bits no lo había encontrado más que allí.

 

Por lo tanto, cambié las cifras. Si aparecían 359,999 grados o más, automáticamente se cambiaría a 0. Presioné la tecla Enter con grandes expectativas y el cambio se produjo.

 

Regresé como una flecha a ese valor en extremo especial.

  • ¿Qué podía significar esto?

  • ¿El ciclo completo de las manchas solares había sido reestablecido en 0 justo en el medio?

  • ¿Cómo era posible?

  • ¿Era factible que comenzara un nuevo ciclo a partir de este punto?

Me sumergí en las cifras y de inmediato encontré las series más extrañas que hubiera visto hasta ese momento. El bit 16.071 era igual a 0. El previo y el siguiente (16.070 y 16.072) tenían idénticos valores: 44,7116 grados.

 

Después de haber descubierto esto, me acordé de que se producía una instancia similar en el décimo ciclo, y desde allí revelé estas series extremadamente peculiares:

(???)

16.061 = 16.081 = 87,1159
16.062 = 16.080 = 42,2043
16.063 = 16.079 = 2,3073
16.064 = 16.078 = 47,0189
16.065 = 16.077 x 91,7304
16.066 16.076 = 223,5580
16.067 = 16.075, = 181,1536
16.068 = 16.074 = 225,8652
16.069 = 16.073 = 89,4232
16.070 = 16.072 = 44,7116
16.071 = 0

Dicho con otras palabras, el bit 16.071 era igual a 0, ¡y los diez bits anteriores a 16.071 eran una imagen especular, con respecto a su valor, de los diez bits que le sucedían! Los bits que se oponen, tomando como eje el bit 16.071, poseían valores idénticos. De acuerdo con esto, ¡la inversión tuvo lugar en el punto 0!

 

¡Aquí cambiaba el campo magnético! ¡¡¡Yo lo había descubierto!!! ¡Ésta era, sin lugar a duda, la solución final para un enigma extensamente investigado!

 

¡Ya no necesitaba buscar más, porque las series se repetían a sí mismas de aquí a la eternidad!
 


La inversión
Si analiza los datos precedentes, se dará cuenta de que después de 16.071 bits (o 3.848 años), el ciclo de las manchas solares se reinicia. Se trata de un hecho más que extraño, hasta completamente ilógico.

 

Esta información indica que un bit más adelante, a mitad de camino del vigésimo ciclo, ¡este ciclo en particular debería haber comenzado desde 0! ¿Era posible? ¿Esto no contradecía lo que se había encontrado hasta ahora? Antes de responder, resolví investigar de nuevo el punto de cambio.


Hasta el momento, había explorado 20 ciclos de 781 bits (20 x 781 = 15.620 bits). El cambio (el punto 0) se produce en el bit 451 en el vigésimo ciclo.

Total: 15.620 + 451 = 16.071 bits

Me di cuenta de que el bit 451 del vigésimo ciclo ya había llamado mi atención. Miré rápidamente los diagramas anómalos que había encontrado en el primer ciclo largo. ¡Ahí estaba! Un pico saliente entre los diagramas 56 y 57! (véase la figura 45).


Yo había considerado que uno de los diagramas ¡era muy extraño! ¡Era éste, sin ninguna duda! Entusiasmado como estaba, calculé el siguiente cambio. Caía en el cuadragésimo primer ciclo, en el bit 121, ¡correspondiente al pico saliente entre los diagramas 15 y 16! Mis investigaciones intuitivas volvían a confirmarse. Después de este descubrimiento fue más fácil calcular los ciclos.

 

El comienzo del próximo ciclo de las manchas solares sería entre los diagramas 71 y 72 del sexagésimo primer ciclo. ¡Bingo! Al parecer, era correcto. Mis primeros hallazgos no sólo se confirmaron, sino que se demostraron convincentemente. Supe de inmediato que ¡detrás de este ciclo recurrente se ocultaba el drama de la inversión magnética del Sol y de la Tierra!
 


El súper número maya 1.366.560 del Códice Dresden y la inversión
Debido a que el bit 16.071 finalizaba en el grado 0, determiné calcular el número total de grados viajados desde el comienzo. En consecuencia, multipliqué 16.071 por el número de grados que la Tierra recorre, equivalente a un bit (86,197498 grados). El resultado fue 1.385.280. Mediante este cálculo pude descifrar otro gran secreto de este antiguo culto de sabiduría.

 

Pues cuando resté esta cifra del súper número del Códice Dresden, resultó lo siguiente:

1.366.560 - 1.385.280 = 18.720 días = ¡ciclo mágico maya de 52 años!

Luego, empecé a ahondar la búsqueda de una forma más simple: dividí 3.848, el número de años hasta el punto de retorno, por 52. ¡El resultado fue 74, el principal número de código para descifrar el Códice Dresden!

 

¡Había encontrado la solución del Códice Dresden en un instante!

74 x 52 = 3.848 = inversión del magnetismo solar

Restando 52 a 74, resulta un ciclo de manchas solares de 22 años:

74 - 52 = 22 = período total de un ciclo de manchas solares (luego de 11 años, el polo norte de una mancha se transforma en el sur, y 11 años más tarde regresa a su lugar original, lo que hace un total de 22 años).

Otros cálculos matemáticos relativos dan por resultado lo siguiente:

74 / 22 = 3,363636 = velocidad del camino ecuatorial del Sol

52 / 22 = 2,363636 = velocidad del campo polar del Sol

Cálculos posteriores lo confirmarían. ¡Una vez más había hallado una prueba numerológica irrefutable de que los mayas conocían esta teoría y la emplearon para hacer su cuenta regresiva hacia el final!

 

Todo ello, junto con mis previos descubrimientos, ¡es tan alarmante que debería conmover a todo el mundo!
 


La tercera es la vencida
Todo el mundo conoce el dicho "la tercera vez es la vencida", pero ¿de dónde proviene?, ¿quién lo inventó? Nadie tiene hasta ahora una respuesta sensata para esto y, sin embargo, creo que encontré pruebas más que suficientes para responderla. Mientras se estudian nuevos ciclos se encuentran cosas sorprendentes.

 

Al multiplicar 3.848 años (período hasta el punto 0) por 3, el resultado es 11.544 años, que está muy cerca de los 11.520 años, período entre las catástrofes precedentes. Entonces me pregunté, ¿esto me daría la respuesta tanto tiempo buscada? ¿Había algo especial para recuperar en el tercer ciclo?
Con paciencia, empecé a contar. En un ciclo largo de 187 años hay 97 diagramas.

 

Puesto que se llega al punto 0 en el vigésimo ciclo, hay que multiplicar ese número por 20, lo que da como resultado 1.940 diagramas. Luego, en el vigésimo ciclo, el punto 0 se alcanza en el bit 451; ocurre después de 56 diagramas. Sumando todo, obtengo el siguiente número de diagramas:

1.940 + 56 = 1.996.

Para ir de un punto 0 a otro, donde se produce una gran inversión polar, es necesario atravesar 1.996 diagramas.

 

Hasta ahí todo iba muy bien; ahora necesitaba dividir esto de una manera sencilla por el número de diagramas que corresponde a un ciclo breve de manchas solares de 11.567 años (véanse los cálculos en el Apéndice).

 

Como a un ciclo de las manchas solares le corresponden seis diagramas, significa que el punto 0 se alcanzará después de 332 ciclos:

332 x 6 = 1.992 + otros cuatro diagramas.

Cuatro diagramas equivalen al 66,6% de un ciclo y, por lo tanto, ¡el punto 0 no se corresponde ni con el comienzo ni con el fin de un ciclo de manchas solares de 11.567 años!

  • ¿Por qué no?

  • ¿Qué significaba esto?

  • ¿Cuál era la respuesta a mis preguntas?


666 y la reversión del campo magnético del Sol
Me puse a pensar en esto, ya que, después de dos tercios de un ciclo de manchas solares (= cuatro diagramas), ¡se inicia un ciclo largo sobre un ciclo de desviación de nueve bits! ¡Había sospechado exactamente esto en el capítulo sobre el número 666! Pero existía otra correlación, pues el punto de cambio se alcanzaba en el 66,6% (!) de un ciclo de manchas solares de 11.567 años.

 

Esto no sólo se refiere de manera fehaciente al número de la Bestia, sino también a otras codificaciones relacionadas con el año solar. Teóricamente, ¿era posible? ¿Cuáles eran las consecuencias de este punto de cambio?

 

Debía de ser algo sencillo, por lo que empecé por el conocimiento elemental. Todo el mundo sabe que cuando un ciclo de manchas solares vuelve a empezar, el campo magnético de las manchas cambia, involucrando una actividad solar considerable. Supongamos que se avecina una enorme inversión, que intercepta a la actual porque comienza a los dos tercios de un ciclo.

 

En ese caso no existe opción: ¡la inversión del campo es extremadamente poderosa o, en última instancia, se interrumpe! De hecho hay muchas tormentas solares y mucha actividad en el Sol, pero ¡no hemos visto nada parecido a esa enorme y demoledora nube magnética final que puede destruir el campo magnético de la Tierra!


Cuando estuve seguro de este punto de partida, seguí contando escrupulosamente y descubrí que el próximo punto de interrupción llega después de 665 ciclos y un tercio (= 33,3%). La inversión del campo magnético se frustra nuevamente: una inversión interrumpida, por decirlo así. Tomando como base este principio, se llega al tercer ciclo, que entonces se encontraría en el comienzo exacto de un nuevo ciclo de manchas solares, precisamente después de 998 ciclos de 11.567 años.

 

¡Había resuelto definitivamente el problema!


Debido a que los sacerdotes de este antiguo culto estudiaron con atención el Sol, tal vez hayan visto con nitidez las dos inversiones interrumpidas previas. Nadie habría podido dejar de ver una actividad tan intensificada. Teniendo esta fórmula teórica a su disposición, lo único que debían hacer era proyectar los datos en el futuro para calcular el siguiente punto.

 

Y así es como pudieron calcular la fecha exacta, ¡prediciendo el fin de su propia civilización en 9792 a.C.!

Figura 47.

Junto con la inversión de los polos terrestres, enormes terremotos,

estallidos volcánicos y tormentas asolarán la superficie de la Tierra

Durante estos apocalípticos eventos, casi toda la humanidad perecerá.


Estaban completamente convencidos de que estaría acompañado de una temible cantidad de violencia cósmica. Después de todo, la tercera inversión coincide con la normal de un ciclo de manchas solares. ¡Ello implica que las fuerzas están amplificadas muchas veces, en lugar de interferirse! Tal vez de ahí provenga la expresión "la tercera es la vencida".


Miles de años después, los descendientes de este culto de sabiduría calcularon la próxima inversión polar del año 2012, pero, debido a que todo este conocimiento superior se ha perdido, no nos ha llegado una advertencia oficial de que avanzamos ciegamente hacia nuestro fin.

 

Por más desarrollada que sea nuestra tecnología, la inversión de los polos nos llevará a la pérdida de todo nuestro conocimiento: el Armagedón, el definitivo fin de la humanidad.


Resumen
Teóricamente, transcurridos 1.924 años se puede ver una primera desviación en el décimo ciclo largo de las manchas solares, lo que podría provocar un aumento de la actividad solar. Una vez duplicado este período (3.848 años), la desviación es clara. Implica la inversión del campo magnético.

 

Debido a que ésta tiene lugar después de dos tercios (66,6%) de un ciclo de manchas solares de 11.567 años, no involucra una inversión feroz ni siquiera una inversión interrumpida.

 

Lo mismo se puede decir respecto del siguiente cambio. No es sino hasta la tercera inversión cuando podemos hablar de un cambio que todo lo arrasa, porque entonces coincidirá con la inversión del correspondiente ciclo de las manchas solares. En ese momento, la energía del Sol aumentará la fuerza de su radiación y enviará una gigantesca nube de plasma hacia la Tierra.

Para los matemáticos, véase el Apéndice.

 

Regresar al Índice

 




14. NÚMEROS ASTRONÓMICOS ASOMBROSAMENTE EXACTOS

Escribo este capítulo con un sentimiento de estupefacción porque descubrí que, cuando calculaban, ¡los mayas eran superiores a nuestros actuales astrónomos con sus computadoras! ¿Cómo llegué a esta conclusión?

 

Realmente no fue tan difícil: intuición y algunos cálculos. Sólo se trata de insistir. Y con ello pude establecer interrelaciones y descifrar antiguos códigos relativos al año solar. Requirió mucha sangre, sudor y lágrimas porque al principio me faltaban muchos desciframientos.

 

¿Qué descubrí?

 

Números asombrosamente exactos; si yo mismo no los hubiera identificado, nunca lo hubiese creído: los mayas eran muy versados en cuanto a la órbita descripta por la Tierra alrededor del Sol.


El período de un año solar
Al final de este libro explico mejor cómo descifré los códigos mayas ocultos. Los investigadores apasionados y los matemáticos deberían estudiarlos con más detenimiento; posiblemente encuentren otros códigos y develen otros secretos mayas y egipcios. A qué devastadora conclusión puede llevarlos lo descubrirá usted enseguida. Sin embargo, quiero hacer una observación importante.

 

Algunos lectores que encuentran que todo esto es más o menos atractivo, pero demasiado centrado en las matemáticas, de ningún modo deben darse por vencidos. Las conclusiones que le mostraré después de algunos cálculos más realmente valen la pena. Ellas darán vuelta por completo nuestro universo de medición del tiempo, las matemáticas y la astronomía y proporcionarán una prueba muy impactante de la exactitud que los atlantes habían alcanzado.

 

Sus mediciones eran tan precisas que su revelación me dejó perplejo. Constituyen la manifestación del punto más alto alcanzado por una súper civilización que buscaba una explicación para el "fin de los tiempos".


Como usted ya sabe, la órbita exacta de la Tierra alrededor del Sol demora 365,2422 días. El número 365 aparece mencionado en los códigos mayas, pero sin decimales. En varios cálculos, para probar que los mayas - al igual que los egipcios - conocieron cuatro cifras detrás de la coma decimal. Cuando se piensa en esto, más profundamente, se llega rápido a la conclusión de que detrás existen códigos ocultos.

 

Por eso, multipliqué la cifra tras la coma decimal, 0,2422 partes de un día, por 86.400, la cantidad de segundos contenidos en un día:

86.400 x 0,2422 = 20.926,08

Estudié este número con mucha atención. Hágalo también usted y verá que se detiene en el número 8 que aparece después de la coma decimal. ¿Aquí se ocultaba algún secreto de codificación?

 

Algo me decía que era así, pero ¿qué descubrimientos codificaba? ¿Y cómo? ¿Tenía algo que ver con su intuición matemática? Si era así, seguramente sería capaz de descifrar los códigos porque ya había ajustado mi modo de pensar al de ellos.


Egipcios y mayas otorgaban un significado especial al número 8.

 

En su libro Le grand cataclysme, el autor francés Albert Slosman establece con mucha claridad que los egipcios sentían un afecto especial por el número 8 y proporciona varios ejemplos. El 8 era el número sagrado en Egipto, la figura del Colegio Celestial, y era simultáneamente el número de la perfección y de la justicia. Slosman incluyó en su libro varios cálculos con la cifra 8 para demostrar lo importante que era para ellos este número. A través de estos cálculos encontró series de 8.


El ciclo de las manchas solares tenía suma importancia para los mayas. Si estudia este ciclo con profundidad, verá que consiste en ciclos sucesivos de ocho bits. Más aún, Venus desaparece durante ocho días detrás del Sol. Este pensamiento resonaba como una campana y repetí palabra por palabra lo que me había pasado por la mente: Venus desaparece durante ocho días tras el Sol.

 

Por ende ¡durante ese lapso no es visible! Y en un relámpago sospeché que calcularon de manera más perfecta de lo que nosotros creíamos posible. Por esa razón, saqué el número 8 detrás de la coma decimal: lo hice "desaparecer".

 

Después dividí este número recientemente descubierto por 86.400 y encontré la siguiente órbita de la Tierra alrededor del Sol:

20.926 / 86.400 = 0,2421990741

El valor actual, calculado con relojes atómicos y súper computadoras, es 365,242199074. ¡Sorprendente! Mentes superiores deben haber hecho esos cálculos brillantes que demuestran grandes habilidades y una percepción profunda de los modelos matemáticos.


Además de ser inteligentes calculadores, los mayas fueron psicólogos de altísimo nivel. Todas sus construcciones irradian misticismo, temor y visiones apocalípticas; y el mismo fenómeno ocurre con sus números y símbolos esotéricos, que contienen una gran cantidad de correlaciones cósmicas.

 

Los diseñadores de este simbolismo sabían exactamente lo que estaban haciendo: crearon una estructura fascinante para un enigma que únicamente podía ser resuelto por personas en extremo curiosas, que buscaran la ciencia oculta. El resultado de su poderoso imaginario colectivo es innegable. Lograron transmitirme este pasmoso conocimiento.

 

Y ahora le corresponde a usted, querido lector, comunicarles a otros este conocimiento, rindiendo así honor a sus ambiciosos logros. Los mayas seguramente así lo habrían querido; todos sus poderes mentales estuvieron concentrados en tentar a los futuros investigadores para que develaran sus secretos, por más oscuro y remoto que fuera el período que los separara. Contaban nada más ni nada menos que con un infinito entusiasmo.

 

Abrumado por tanta belleza, se afirmó en mí el sentimiento de que me encontraba en contacto directo con los diseñadores de las pirámides, los inigualados maestros constructores del pasado que habían creado estos milagros con intenciones reveladoras, como si no existiera ninguna suerte de problema para hacerlo. De la misma manera, habían hecho malabares con los números trascendentales de la precesión del zodíaco, la órbita de Venus, el período del año solar, etc., y los habían incorporado en la construcción de sus creaciones.


En la Gran Pirámide de Gizeh, el ángulo del corredor ascendente es de 26 grados, la mitad del ángulo de inclinación de los lados de la pirámide, que tiene 52 grados. Las escrituras litúrgicas narran que las pirámides servían para ayudar a los faraones a elevarse hasta las estrellas para unirse a los dioses, en algún lugar más allá de Orión, donde nacían las nuevas estrellas.

 

¿Usaban estos números como exponentes de su sabiduría, para su eterno viaje hacia una nebulosa en el cosmos? ¿Quién puede decirlo? Los mismos números se encuentran entre los mayas.

 

Existen tantas correlaciones entre los números y las construcciones, que precisaría páginas y más páginas para describirlas. Sin embargo, esto no cambiaría ni un ápice las evidencias matemáticas obtenidas, por lo que volví a la realidad, para lograr más revelaciones en este viaje fantástico de descubrimiento.

 

Me aferré con fuerza a los valores ya encontrados.
 


Una sorpresa absoluta
La evidencia del conocimiento que los mayas poseían de la órbita terrestre en torno al Sol demuestra, en forma conclusiva, ¡que tenían a su disposición un equipo increíblemente inteligente! Con él pudieron calcular el período de la órbita hasta en una fracción de segundo. ¡Nuestras súper computadoras y relojes atómicos no pueden hacerlo mejor! Usted mismo puede probar con mucha facilidad que el margen de error es inferior a 1/10.000 segundos.

 

Para hacerlo, debe sumar 1/10.000 segundos al valor más alto:

20.926 + 0,0001 = 20.926,0001

Después divida esto por 86.400:

20.926,0001 / 86.400 = 0,2421990752315.

El resultado va más allá del valor real de sus cálculos, lo que significa que se encontraban dentro del margen de error. Un error inferior a una diezmilésima de segundo en el total de un año es pasmoso. Sin embargo, estos cálculos aproximados no parecen ser suficientes. La exactitud de su estimación es muchas veces superior a la nuestra.


Cuando tratamos de calcular hasta una cienmilésima de segundo, no es suficiente, ni siquiera por aproximación. Si compara el resultado con el valor real, llega inevitablemente a la conclusión de que ¡el error es inferior a una millonésima de segundo por año! ¡Sólo los relojes atómicos pueden funcionar con esa precisión! ¡La sorprendente conclusión es que contaban con instrumentos superiores!

 

No existe ninguna otra explicación.

  • ¿O lo calcularon de alguna otra forma que hasta ahora hemos pasado por alto?

  • ¿Esos instrumentos eran la base de su sistema de cálculo?

Si no es así, ¿cómo lo hicieron y de dónde proviene esa sorprendente precisión? ¿Por qué convirtieron todo en códigos? Explicaré a continuación el "porqué" de esta última preguntaba la que ellos mismos respondieron.


En aquellas sociedades, sólo a los sumos sacerdotes les estaba permitido conocer los números exactos. Esta ciencia estaba vedada para toda otra perso-a, porque de otro modo los sacerdotes habrían perdido una gran parte de su poder. En el pasado, los eclipses de Luna y de Sol deben haber sido acontecimientos aterradores para el común de los mortales si no se les informaba con antelación.

 

Gracias al conocimiento de los sumos sacerdotes, los pueblos eran advertidos y, en consecuencia, aquéllos no sólo ganaron poder, sino que fueron reconocidos por ello. Sin embargo, hay más. Sus códigos contienen un lenguaje universal que es comprensible sólo para una civilización técnicamente bien desarrollada. Debemos buscar los códigos y revelarlos con un escalpelo.

 

He podido revivir este lenguaje, esta matemática esotérica de la escala denaria, miles y miles de años después de haberse iniciado su existencia. Y a través de este viaje de descubrimiento, puedo vincular este eterno lenguaje de las matemáticas con el tiempo, con el tiempo glorioso y transitorio. Desde que los códigos surgieron a la vida, miles de reinos se levantaron y sucumbieron. A pesar de estas incontables fricciones, los mensajes codificados han sobrevivido incólumes durante siglos, sencilla y únicamente a través de la existencia de algunos importantes papiros y códigos mayas.

 

En ellos se muestra con nitidez que emplearon nuestra cronología: las numerosas correlaciones detalladas son clarísimas y llevan los trazos reconocibles de un diseño elaborado.
 


El efecto de la desaceleración
Los críticos harán hincapié en que la velocidad de rotación de la Tierra disminuye y en que, por lo tanto, el año solar era más corto en los tiempos antiguos, razón por la cual este desciframiento no puede ser correcto. Sin embargo, este punto de vista es totalmente erróneo. Sí es cierto que cada año la rotación de la Tierra disminuye un poco, a causa del empuje gravitacional, que produce una fricción.

 

Debido a este efecto, el día se hace más largo a un promedio de 0,00000002 segundos en veinticuatro horas. No es mucho, pero se hace notable en períodos más prolongados. ¡De todas formas, carece de influencia en el período de un año solar!

 

Podemos encontrar rápidamente la prueba. En 10.000 años (3.652.422 días), un día se vuelve 0,073 segundos más largo. En un año, esto alcanza a 0,073 x 365,2422 = 26,66 segundos.

 

Calculado según nuestros segundos actuales, un año dura 26,66 segundos más, pero (y esto es importante) el segundo solar promedio se define como 1/ 86.400 de un día solar promedio, que cambia con el tiempo.

 

Al calcular el segundo dentro de 10.000 años, al dividir un día por 86.400, ¡obtendremos otro valor para un segundo! Un segundo hace 10.000 años duraba 1,000000845 segundos actuales. Calculando el año solar con este segundo, ¡paradójicamente permanece sin cambio respecto del valor actual!

 

¡Los mayas deben de haberlo advertido y, por lo tanto, consideraron el hecho en sus códigos!


Que hayan conocido este efecto de desaceleración resulta claro a partir del siguiente razonamiento. Si se toma el promedio entre mil años atrás y el presente, da por resultado un día que en promedio ha sido 0,5 x 0,0073 segundos = 0,00365 segundos más breve; calculado sobre 365.242,2 días resulta un error de 365.242,2 x 0,00365 = 133,3 segundos.

 

Por lo tanto, un cálculo de la posición de la Luna en el pasado, basado en la actual longitud del día, da un resultado erróneo. La Luna aparenta haberse movido demasiado rápido, es decir, parece haber recorrido una distancia demasiado larga. Los mayas y sus predecesores del culto mundial de la antigüedad deben de haberlo percibido y le añadieron una corrección a sus cálculos.

 

Pero, si así fue, ¿cómo puedo probarlo? ¿De qué manera codificaron esta singularidad? No podía ser tan difícil y yo tenía un palpito.


El valor de un año solar maya difiere en 0,0002 días del valor exacto. La desaceleración de la rotación de la Tierra es de 0,00000002 segundos por día, lo que sugiere un código. Por esta razón volví a recalcular ¡y de inmediato obtuve el premio!


Completando el valor maya para el año solar en el cálculo previo, obtuve un innegable y reconocible patrón matemático:

365,242 x 0,00365 = 1,3331333.

¡El número 1333 estaba allí, repitiéndose en mi pantalla! Ya había encontrado la serie 1,3333333 varias veces en otros cálculos. Esto me convenció de que el desciframiento tenía que ser correcto.

 

Es evidente que así fue por el hecho de que, al descartar los decimales, 0,00365 es igual a un año maya.
 


Exactitud absolutamente increíble
Me asaltó la sospecha de que había mucho más por descubrir. Con renovada inspiración, me sumergí en su extraño mundo de códigos, y no fue demasiado difícil dejar al descubierto varias correlaciones matemáticas irrefutables más. La obsesión de los mayas por los números era incomparable.

 

Yo no confiaba en el mecanismo de cálculo que había programado para mantenerme al mismo nivel, por lo que recurrí al cálculo manual. Así tuve muchas más cifras decimales y obtuve el siguiente resultado para la órbita terrestre alrededor del Sol:

20.926 / 86.400 = 0,242199074074074074074074074

¡La serie infinita ele 74 asomó de inmediato! ¡Un código numérico que había encontrado varias veces! No podía tratarse de una coincidencia. La solución maya debía de ser la correcta, en especial porque ¡74 es un número importante en el desciframiento del Códice Dresden! Más aún: ¡el número de páginas del Códice es 74!


Encontré con bastante rapidez la evidencia irrebatible de que ésta era la verdadera solución. Para hacer este cálculo tomamos el valor maya de 365,242 días para un año; multiplicamos 0,242 x 86.400 = 20.908,8; eliminamos el 8 después de la coma y dividimos el resultado por el número de segundos en un día:

20.908 / 86.400 = 0,24199074074074074074074.

Analicemos esta cifra con más detenimiento. ¿Qué advertimos? Estos extensos números son completamente idénticos, excepto por el hecho de que el valor real tiene un 2 más, del mismo modo que el valor correlativo 0,2422 posee un 2 más que el valor maya.

 

Más sorprendente no podía ser y, entonces, me hizo pensar en otra cosa. Con anterioridad, había podido descifrar series completas con el número 0,666666, que está relacionado con el año solar maya, y ahora podía probar dónde habían encontrado ellos ese número. ¡Tiene una vinculación directa con la forma increíblemente perfecta de calcular que poseían!
 

Usted encontrará el número 0,6666666 ó 66,6 ó 666 como sigue:

0,00000074074074074 - 0,000000074074074074 = 0,0000006666666666

¡Pude decodificar el programa del cataclismo anterior multiplicando esta cifra por el año solar! Era bastante lógico, entonces, que hubieran convertido esto en sus códigos, porque se ocultaba en sus cálculos exactos de la órbita terrestre alrededor del Sol. Esto prueba aún más claramente que los astrónomos y matemáticos de aquel tiempo eran más inteligentes que los del presente.


Me sentí sobrecogido ante una belleza tan compleja. Los códigos realmente son más que claros. ¡Los cálculos de una civilización perdida hace mucho tiempo son absolutamente precisos, hasta una infinita cantidad de cifras decimales! Ahora me invadía el pánico, debido a su anuncio del fin del mundo.

 

Los programas de software de estos antiguos científicos son más ingeniosos y más adelantados que varios de los actuales; están repletos de inteligentísimos juegos matemáticos.

Figura 48.

La cuenta regresiva de los mayas hasta el final de 2012 es más precisa de lo que jamás hubiéramos pensado.

Diez mil años atrás, fueron capaces de calcular la posición astronómica de los planetas ¡con una exactitud que iguala o excede a la actual!
 

Todo forma un conjunto lógico y encontramos una respuesta para todo. Misteriosos fantasmas que soñaban con la vida eterna después de la muerte, diseñaron un edificio sorprendente, brillante y resplandeciente en su magnitud.

 

La llama ardiente de su pasión por los números emana con una intensidad tan enorme que no existen palabras para describirla. Todos los elementos fundamentales que hemos visto en los cálculos precedentes se acomodan dentro de fórmulas refinadas y avanzadas. Al clasificar series de números que emplean la misma lógica, uno se tropieza con un instrumento enorme.

 

Este complejo sistema proporciona resultados espantosamente bellos, llenos de misterios místicos y espirituales y, al mismo tiempo, funcionales y eficientes. Fue construido para llevar a cabo una tarea, que demanda con un estilo elegante la completa atención de los investigadores.


Mientras tanto, calculé que habían reproducido el período entre la catástrofe precedente y la siguiente con bastante precisión en términos matemáticos (esto lo discutiré con más profundidad en mi próximo libro): ¡hasta un día de incerteza!

 

Ahora usted podrá comprobar conmigo que ellos realmente fueron capaces de hacerlo, ya que mi complejo cálculo no era para nada una coincidencia, sino que era correcto. El hallazgo de esa aterradora perfección me da escalofríos, pues es la prueba de que, como consecuencia de las guerras, un conocimiento crucial puede desvanecerse por completo. Semejante exactitud es casi inimaginable en una civilización desaparecida. Estas emocionantes cuestiones nos impulsan a que continuemos descifrando los códigos; deben existir más pruebas en su brillante juego con los números sagrados.

 

Yo también encontré algunas; lo remito al Apéndice matemático, que se encuentra al final del libro, para que las observe por sí mismo. Allí pruebo sin lugar a duda que el ciclo sótico contiene un mensaje codificado: su desciframiento conduce a la órbita exacta de la Tierra alrededor del Sol. Los egipcios honraban a Sirio por determinadas razones: gracias a esta estrella, los sumos sacerdotes pudieron deducir de una manera simple muchos números valiosos astronómicamente y otras cifras clave.

 

Estos desciframientos prueban de manera pasmosa que los egipcios habían alcanzado un nivel de conocimiento mucho más elevado de lo que los científicos contemporáneos podrían sospechar. Usted encontrará una referencia especial al ciclo sótico en la historia de Manetón, un sacerdote de Heliópolis. Manetón escribió extensas listas de los primeros faraones de Egipto y de las dinastías históricas de períodos todavía más antiguos. Sostuvo que, desde la era de los dioses hasta el final de la trigésima dinastía, la civilización abarcaba 36.525 años.

 

Cuando observamos escrupulosamente esta cifra, encontramos en ella veinticinco ciclos de 1.460 años sóticos y veinticinco ciclos de 1.461 años calendario de 365 días. Éstos son los códigos numéricos que también encontramos entre los mayas, y que están en correlación directa con la órbita exacta de la Tierra alrededor de Sol.

 

Estos números son el impulso que subyace a sus mitos. Sólo a través de su fenomenal grado de precisión pudieron calcular con tal exactitud la inversión previa.


Por estas razones, podemos estar seguros de las habilidades aritméticas de los mayas y de los antiguos egipcios, que sitúan la fecha del próximo final catastrófico en 2012.

 

Los turbulentos acontecimientos de un pasado remoto-, eran tan aterradores que nuestros ancestros hubieran hecho todo por obtener respuestas a sus interrogantes. Y esta exactitud superlativa, heredada por sus descendientes, es uno de los resultados más extraordinarios de su manera de pensar y de sus cálculos.

 

A pesar de que en la actualidad continúa siendo un enigma la manera como llegaron a alcanzar esos logros, considero que hay posibilidades para una mayor investigación. En el caso de que llegue a resolver el misterio, lo daré a conocer, pero cada día se hace menos probable. Aún me intriga terriblemente: sus conocimientos de astronomía y de progresión del tiempo no debían tener límites.

 

En algún lugar tenían excelentes instrumentos, herramientas asombrosamente avanzadas para lograr esta incomprensible precisión. Ése es el tema de este mensaje: todo lo que medían y construían irradia la misma obsesión por la extrema exactitud, como si sus vidas dependieran de ella. Y así era: tomando como base la órbita de la Tierra alrededor del Sol pudieron definir el período de los campos magnéticos solares hasta varias cifras decimales. Una vez que uno conoce esos valores y la teoría del ciclo de las manchas solares, puede hacer precisiones sobre el comportamiento del Sol.

 

Para ellos debió ser poca cosa calcular, con miles de años de antelación, el momento en que el campo magnético solar llegara al punto crucial. En ese momento especial, el campo magnético se derrumbará e invertirá, acompañado de fenomenales llamaradas solares. Poco después, la Tierra será afectada por una tormenta solar que lo demolerá todo a su paso.

 

Una interminable corriente de elementos solares magnéticos romperá al fin el campo magnético de la Tierra; en un único y titánico movimiento se invertirá, y el núcleo terrestre comenzará a rotar en la dirección opuesta, con catastróficas consecuencias para la vida en este planeta.


Hace miles de años, grandes matemáticos y astrónomos inteligentes y eficientes dejaron constancia de esta información, que se tradujo en la evolución de los códigos y calendarios dejados por los mayas. Éstos son infinitamente más perfectos y complicados de lo que se pensó hasta hoy. Para comprender esto sólo necesitamos dominar sus concepciones.

 

Cuando uno se encuentra en la senda correcta, la capacidad para seguir sus cálculos se filtra hasta lo más profundo de su ser: los mayas nos dejaron un mensaje increíblemente justo, que nos advierte que un demoledor desastre geológico atormentará a nuestra Tierra, una catástrofe mundial no igualada por ninguna otra cosa.

 

Dependerá de nosotros que le prestamos atención a esta advertencia y tomemos las medidas necesarias para nuestra supervivencia y la de la humanidad. Si no lo hacemos (y me temo que así sea), significará el fin de la humanidad.

Para los interesados en matemáticas, véase el Apéndice.

 

Regresar al Índice

 



15. ORÍGENES DE NUESTRA CRONOLOGÍA

Continuando con el capítulo anterior, ahora llegamos a una cuestión crucial. Cuando les pedimos a los científicos que nos proporcionen detalles del origen de nuestra cronología, no nos pueden dar una respuesta.

 

No lo saben, pero concuerdan en varios hechos históricos. Nuestro actual calendario gregoriano, denominado así por el papa Gregorio XIII, quien lo instituyó en marzo de 1582, no es el más exacto que ha empleado la civilización. Y aunque nuestro calendario es bastante "refinado", no es tan preciso como el que los mayas usaron hace miles de años.

 

El año gregoriano es demasiado largo y el error asciende a tres días en diez mil años. El año maya era demasiado corto, pero el error era sólo de dos días en diez mil años. Sin embargo, observe la prueba devastadora que le he expuesto, con la que se demuestra que los mayas fueron capaces de calcular con mucha mayor precisión de lo pensado.

 

¡Su error fue de cero en diez mil años!


Una ciencia tan revolucionaria es desconcertante y arroja una luz completamente diferente sobre la civilización maya. La cuenta del tiempo de los mayas estaba cubierta de un misticismo mágico. Creían que los acontecimientos se movían en un círculo, representado por ciclos de retorno de servicio para cada dios. Días, meses y años formaban todos parte de equipos de relevos, eternamente en marcha. Los sacerdotes podían calcular la influencia combinada de todos los equipos que marchaban y de esa forma predecir el destino de la humanidad.

 

Se esperaba que la historia se repitiera en determinados círculos, cada 260 años. Aunque esta asociación de la intuición con el tiempo pueda parecemos extraña, está sustentada por ideas bastante inteligentes.


En varias oportunidades, probé que sabían mucho más que muchos científicos; por lo tanto, no debemos rechazar tan ligeramente sus pautas de comportamiento. Sin embargo, por más inteligentes que hayan sido los mayas, no sentaron las bases de nuestra moderna cronología. Necesitamos echar una mirada al Oriente Medio, en especial a los babilonios, quienes crearon los fundamentos de nuestra actual semana de siete días y cuya astrología se basaba en el Sol, la Luna y los cinco planetas que habían descubierto.

 

Esto no parece tan extraordinario, pero cuando recordamos que la división de la hora se remonta a aquellos tiempos, algo debería resonar en nuestras cabezas. Los babilonios dividían su cronología en una escala de sexagesimal; una hora se dividía en sesenta minutos y un minuto en sesenta segundos. Posteriormente, en el año 1345 d.C, este sistema fue implementado para determinar el período de un eclipse lunar. No suponía una cronología real, sino teórica.

 

Dado el movimiento de los cuerpos celestes y basándose en datos anteriores, calcularon la duración del eclipse. ¿No prueba todo esto dónde se originó realmente nuestra cronología? ¿No prueba que, en la Edad Media, fundaron la cronología sobre datos milenarios de los babilonios? ¿Y también que, a su vez, ellos obtuvieron el conocimiento de los egipcios? ¿Y que en consecuencia el conocimiento de los antiguos egipcios finalmente llegó a nosotros?


Los sofisticados relojes de agua de los días de los faraones demuestran este principio básico. No muy lejos de Luxor, en el templo de Amón, en Karnak, fue hallado un ejemplar completo de estos maravillosos relojes de agua. Visité el templo y puedo hablar por experiencia. El templo es irresistiblemente hermoso, aunque el reloj de agua no se encontraba allí, sino en el museo cercano. El agua fluye de un tonel cuyas paredes interiores están talladas para representar el tiempo.

 

Esas tallas no coinciden con nuestra actual cronología; es mucho más complicada. Las marcas fueron esculpidas de acuerdo con las diferentes estaciones. Las noches de invierno y los días de verano eran los más largos.

 

El reloj se basaba en el siguiente principio: las horas cambiaban con la longitud de los días. Durante los equinoccios de primavera y otoño, el día dura once horas y cincuenta y seis minutos, y el reloj de agua lo demuestra con extraordinaria exactitud. Sin embargo, lo que no se puede explicar es que la longitud de los días del solsticio de invierno y verano no sean correlativas. Esto es algo que no deja de intrigarme. Conociendo a los antiguos científicos, estoy seguro de que existen códigos ocultos detrás.

 

Aunque me puse a contar y a pensar, todavía no he podido encontrar una explicación. Lo que sí pude demostrar con mucha certeza es que poseían números exactos, tan exactos que me impresionaron y desconcertaron. Más aún, puedo afirmar con seguridad que los antiguos egipcios emplearon los números de horas, minutos y segundos de un día para mostrar el ciclo de precesión.

 

Yo había encontrado evidencias matemáticas de esto, que expliqué en mi libro anterior. Sumada a muchas otras cosas, nuestra cronología es un legado de los atlantes.

 

Es fácil predecir qué códigos complementarios se esconden tras ella y restan por ser descifrados:

4  Relaciones entre el ciclo de las manchas solares y el número de segundos de un día y un año.

4  Correlaciones entre la precesión, la cuenta calendaría de los mayas y de los egipcios y el número de segundos de un día y un año.

Conociendo el modo de pensar de los antiguos científicos, seguramente está lleno de códigos. Los desciframientos ya no son necesarios para mi argumentación, pero es interesante advertirlos. Los matemáticos y los aficionados a los misterios pueden comenzar con los datos presentados en este libro.

 

En la actualidad, me encuentro demasiado atareado para seguir investigando, pero tal vez resulte interesante para mi tercer libro sobre este tema.
 


Los mapas y el tiempo
Los mapas que podemos admirar en varias bibliotecas del mundo revelan que los antiguos se manejaron con una cronología exacta. El mapa de Mercator, de 1569, proporciona un fiel retrato del aspecto que debían haber tenido las costas de la Antártica sin hielo.

 

¡Mercator debió haber fundamentado este mapa en documentos mucho más antiguos, anteriores al precedente corrimiento de los polos!

Esto significa que ese conocimiento heredado tal vez tenga unos 12.000 años. No podía crearse un mapa así sin una cronología estricta y un reloj relativamente exacto. La técnica requerida se apoya en el conocimiento de los meridianos.


En la historia moderna, sólo en el siglo XVIII ocurrió un avance decisivo, que fue la invención de un reloj que continuaba funcionando a pesar del movimiento del mar, el agua salada, calor y frío extremos, etc.

 

Tras dos meses, al parecer, el cronómetro fabricado por el relojero inglés John Harrison atrasaba sólo cinco segundos; con él se podía determinar de forma adecuada el grado de longitud. El capitán Cook lo usó durante su segundo viaje e hizo un mapa del Océano Pacífico con una fidelidad impresionante.

 

Los mapas de Cook con sus grados de longitud exactos pueden considerarse joyas de la cartografía moderna.

Figura 49.

Merced a sus estrictas mediciones del tiempo, los atlantes navegaron por el océano.

La Atlántida aparece en el centro de este mapa.

Ella representaba, por decirlo así, "el ombligo" de la Tierra.
 

Demuestran que es necesario no sólo ser un buen matemático para dibujar las coordenadas en escala, sino también contar con un empleo de un cronómetro de alto nivel. Esto, por supuesto, requiere una petición de principio: ¿dónde encontraron los científicos, hace miles de años, su conocimiento acerca de la Tierra?

 

Si aplicamos un razonamiento lógico, debemos aceptar la siguiente respuesta: fueron exploradores muy desarrollados, matemáticos brillantes y disponían de cronómetros de alta calidad. De otra manera es imposible explicar la forma en que estos mapas tan antiguos representan los grados de longitud y latitud con moderna escrupulosidad.

 

Y ahora hemos llegado a nuestras conclusiones más importantes.

 

Habrá que modificar series enteras de libros; la historia de las matemáticas, así como la de la astronomía, se verán bajo una luz completamente diferente.

  1. Una civilización muy desarrollada -que gobernó la Tierra hace mucho tiempo- fue capaz de hacer cálculos muy extensos de las órbitas planetarias, no sólo de la Tierra, sino también de Venus y de otros planetas. Aunque era imposible verlo desde la Tierra, también pudieron obtener un valor exacto para la velocidad del campo polar del Sol.
     

  2. Su perfección superaba a la nuestra, pues el error que cometieron, en la práctica apenas existe. Y ello no sólo es fascinante, sino también alarmante. Debido a que pudieron contar tan bien, llegaron a determinar la posición de la Tierra alrededor del Sol en un lugar, con miles de años de anticipación. Sus cómputos fueron tan justos que, 12,000 años antes, pudieron predecir un acontecimiento solar o planetario considerando casi hasta los segundos.
     

  3. Convirtieron todo en códigos y en números sagrados, razón por la cual los actuales investigadores todavía permanecen en la ignorancia. Para determinar la órbita de la Tierra alrededor del Sol., ¡usaron tres números de aproximación! Esto produce desconcierto, y no es difícil ver cómo desorientaron a los científicos, quienes describen la astronomía Maya como "avanzada" cuando, en realidad, debería haber sido evaluada como "superbrillante". Es infinitamente más difícil escribir un complicado programa que emplea números aproximados que encontrar los números reales. ¡Y el descubrimiento de los números reales es en sí mismo una proeza extraordinariamente osada!
     

  4. Los mayas, los egipcios y los atlantes conocieron el número 0 y usaron cifras decimales exactas. Ni los griegos ni los romanos alcanzaron estos logros. En el siglo VIH de nuestra era, los árabes descubrieron el 0 gracias a una obra de astronomía de Indonesia y lo introdujeron en España recién en el siglo XII. Pasarían más de dos siglos antes de que toda Europa pudiera usarlos. Esto hace que el conocimiento de los mayas, los antiguos egipcios y los atlantes sea aún más impresionante.
     

  5. Lo más sorprendente de todo es que, cuando observamos los cálculos "sagrados" de los mayas y de los antiguos egipcios, descubrimos de inmediato que ¡estaban basados en la escala denaria que hoy conocemos! Las similitudes emanan de la manera actual de sumar, restar, dividir y multiplicar. Esto significa que nuestro actual sistema es herencia de los atlantes, y que nos ha sido transmitido por los sobrevivientes. De ahí que la lista ele legados de la Atlántida se haga muy larga.

     

    Además de la cronología (segundos, minutos y horas), los atlantes nos dieron la astronomía, los 360 grados del círculo, el volumen de la pirámide, el ciclo de las manchas solares, la arquitectura, el arte de escribir y. ahora, la escala denaria. Es todo un logro para una civilización completamente olvidada.
     

  6. La conclusión principal es que los mayas y los antiguos egipcios se percataron de que su ciclo de las manchas solares era una aproximación grosera. Conocieron las cifras exactas, pero sólo se permitió que las emplearan los iniciados. Con ellas calcularon el momento de la violenta inversión del magnetismo solar.

Ahí ora nos resta a nosotros resolver este enigma lo más pronto posible, pues sólo así el mundo se convencerá de la hecatombe que se aproxima.

 

Regresar al Índice

 

 

 

16. UN DESASTRE QUE SE APROXIMA A GRAN VELOCIDAD

Cuando comencé mi investigación de los antecedentes del cataclismo mundial que, según las predicciones, ocurrirá en el 2012, me quedaban nada más que diecisiete años. Después de escribir La profecía de Orión y este libro, el período de tiempo se ha acortado a poco más de siete años. Nos aproximamos a una velocidad aterradora a la mayor catástrofe de la humanidad que jamás se haya conocido.

 

Y hasta ahora sólo he advertido un leve interés en este enorme desafío. Mis descubrimientos han sido ignorados. Al igual que verdaderos avestruces, la gente entierra su cabeza en la arena, ciega por completo ante lo que le espera. Sin embargo, el mensaje de los antiguos super-científicos es más que claro: el campo magnético de la Tierra se invertirá de repente y destruirá por completo nuestra civilización.

 

Quienes lo descubrieron nos enviaron un mensaje en un lenguaje internacional, resumido en códigos matemáticos y astronómicos.

 

Al visualizarme dentro de su universo de pensamiento, pude revelar misterio tras misterio, pues todo se basaba en un esquema misterioso, una serie de números inmensurable, que se superpone y complementa. Ante mi total sorpresa, descubrí también que los mayas y los antiguos egipcios empleaban nuestra escala denaria y que el complicado aspecto de la escala numérica maya no era más que una cortina de humo.


Gracias a este descubrimiento, me expandí hacia otros hallazgos. En algunos casos, pude probar correlaciones claras entre la terminología que usaron en los códigos y mitos, y las manifestaciones arquitectónicas.

 

Descubrí allí una especie de sinergia, una totalidad que lo abraza todo, como si el diseño de las pirámides y templos convocara a la existencia mitos, calendarios, el conocimiento esotérico, incluso la vida después de ésta. Mediante el desciframiento de los mensajes codificados descubrí complejos ciclos astronómicos, algunos totalmente desconocidos entre nuestros astrónomos contemporáneos. Yo tenía la convicción absoluta de que los científicos de nuestra época eran los más inteligentes de la Tierra, pero no es así.


Me sentí molesto durante meses; era como si me hubieran dicho que no me quedaba mucho tiempo para vivir, lo cual es verdad. Con devastadora premura marchamos hacia nuestro Armagedón: el incendio del mundo. Ninguna estrella de cine, por mejor retribuida que sea, puede salvar al mundo de su caída. Por el contrario, considerando la riqueza y los recursos con que cuentan, serían los primeros en tratar de salvarse... si creyeran que este cataclismo viene en nuestra dirección.

 

Pero, como la prensa no está interesada en mí, las posibilidades de ello serán muy pequeñas.
 


Los monumentos como una advertencia
Al parecer, muchas series y códigos numéricos de sus mitos han sido convertidos en monumentos. Tengo que hacer hincapié en que el vocablo "monumento" viene del latín. Traducido literalmente significa 'advertencia'. En otras palabras, las pirámides, la Esfinge y muchas otras construcciones milagrosas de un pasado distante se encuentran aquí para advertirnos y despertar nuestra curiosidad, para que comencemos la búsqueda al "porqué".

 

En su libro The Orion Mistery (El misterio de Orion), Bauval demostró que las pirámides fueron construidas según como aparecía la constelación de Orion hace 12.000 años. Junto con Gino Ratincxk y con la ayuda de un programa de software recientemente desarrollado, pude probar que la construcción de las pirámides está relacionada con la precesión de la constelación de Orion en el año 9792 a.C, año de la catástrofe precedente.

 

En aquella época, la Esfinge miraba a su homólogo celeste. Como tal vez sepa por mi anterior libro, la última inversión de los polos tuvo lugar en la era de Leo. Por lo tanto, aquí nos enfrentamos con un dualismo Cielo-Tierra, una seria advertencia sobre lo que sucedió entonces y de lo que ahora nos espera. Peor aún, la precesión de aquellos días es idéntica a la del año 2012, fecha de la próxima inversión de los polos, pero ésta no es la única semejanza.

 

Venus lo significaba todo para los mayas. Exactamente de la misma forma como lo hizo en 9792 a.C, en 2012 Venus hará una curva retrógrada perfecta sobre la constelación de Orión, detrás ele Géminis. En el Libro Egipcio de los Muertos este código señala el movimiento que predice el final.

 

Aquí tenemos nuevamente una seria advertencia, porque este año se correlaciona con el final del calendario maya.

Figura 50.

Después de miles de años de observaciones, los ancestros de los mayas y de los antiguos egipcios

hicieron un amplio uso de cifras astronómicas increíblemente exactas.

Hicieron escrupulosos cálculos relacionados con las posiciones planetarias.

 

Para exhibir su avance técnico, los mayas construyeron sus templos de tal manera que indican con exactitud el punto equinoccial de invierno. Incorporaron también otros rasgos, que demuestran la existencia ele una irrefutable relación entre un conocimiento astronómico exacto y la construcción de esos templos.


Luego de una investigación más profunda e intensiva del Códice Dresden, llegué a la conclusión de que tiene que ver con el ciclo de las manchas solares: ¡una teoría que nuestros astrónomos de hoy apenas conocen! Sólo se la puede descubrir mediante una rigurosa observación del cielo, consecuentemente llevada a cabo durante miles de años con la ayuda de una matemática muy avanzada. ¿Qué grado de conocimiento matemático debían tener aquellos científicos?

 

Muy alto, por cierto. ¡Mucho más alto de lo que supusimos hasta ahora!

 

Para describir la teoría del ciclo de las manchas solares con un lenguaje matemático es necesario contar con una increíble cantidad de información de geometría espacial (por ejemplo, conocer el volumen y la superficie de las esferas), de cálculo de elipses, y disponer de un gran número de otras complejas habilidades matemáticas. Los papiros egipcios y el desciframiento del Códice Dresden prueban que ellos tenían esos conocimientos. Y, lo que es aún más importante, también conocían las ecuaciones integrales y diferenciales pues, de lo contrario, ¡es imposible calcular el ciclo de las manchas solares!


Es bastante lógico conjeturar que, al tener tanto conocimiento a su disposición, ¡conocían también las leyes de Kepler y Newton! En general, se pueden descubrir con muchos menos conocimientos. Por esa razón estoy ciento por ciento seguro de que las conocían.

 

Cuando se realizan investigaciones más extensivas de sus construcciones y de su manera de codificar, se tropieza con el número 666, el número del Apocalipsis. Mis investigaciones me permitieron descifrar el origen de este enigmático número, algo que inútilmente intentaron muchos, en todo el planeta, por siglos. Se relaciona con una desviación en el ciclo de las manchas solares.

 

Con ello consolidé una relación irrefutable entre lo que sabemos de religión y la ciencia de los sumos sacerdotes de la antigüedad.
 


Un culto de sabiduría olvidado
¿De dónde provenía ese conocimiento? Les llegaba de sus ancestros, los habitantes de Aha-Men-Ptah. ¿Por qué estoy tan seguro? El egiptólogo Albert Slosman tradujo la historia de los templos de Dendera, Edfú y Esna, y basándome en los números mencionados en su relato, pude hacer concisos desciframientos.

 

Empleando insistentemente el mismo modelo de pensamiento, tropecé con un laberinto con idénticos códigos y entonces pude descifrar el Códice Dresden de los mayas. Esto me proporcionó la seguridad absoluta de que la historia no era inventada y de que provenía de algo que el hombre había dejado en la noche de los tiempos; era el legado de una civilización perdida que había desparecido en un desastre catastrófico.

 

La pregunta clave ahora es la siguiente: ¿se puede recuperar parte de su herencia? La respuesta es "sí". Los artefactos en los que apoyaron sus mitos y sagradas escrituras se encuentran en el legendario Laberinto, según lo describió Herodoto.

 

También allí podemos encontrar las obras científicas en las que basaron su teoría del desastre; la recuperación de una pequeña parte de este saber provocará una revolución mundial. Revela el software del programa computacional que lleva a la fecha exactamente calculada del "fin de los tiempos", el definitivo Apocalipsis de la humanidad.


La conciencia de este "fin" fue la base de sus ambiciosos proyectos de imitación del cielo: reflejaron en el suelo lo que había sucedido en el cielo y lo que volvería a suceder. Ésta era la médula de la religión y del pensamiento espiritual de los mayas y antiguos egipcios. Ellos quisieron preservar a las siguientes generaciones del aniquilamiento total, de la pérdida total de sus conocimientos a causa del cortocircuito del magnetismo solar y su enorme tormenta, que provocará a su vez la inversión del campo magnético del Sol.

 

Su obsesión por entregar intacta esa información sobrevivió a lo largo de milenios, pero, por último, su pasmoso conocimiento acerca del corrimiento de los polos acabó por perderse, debido en particular a las guerras. Sin embargo, como nos dejaron muchos indicios claros es imposible continuar descartando su superioridad científica.

 

Ambas civilizaciones conocieron la precesión y el ciclo de las manchas solares, y las consecuencias fatales de una enorme desviación del campo magnético del Sol.

 

En sus códigos encontramos los mismos números: por ejemplo, el 72 y los de Venus, 576 y 584; si empleamos el período sinódico de Venus, conocido por los mayas, podemos confirmar la historia de la legendaria Atlántida. Llevando nuestro razonamiento un poco más allá, sobre la base de estos argumentos, podemos descifrar los calendarios mayas y el Códice Dresden.

 

Estas codificaciones conforman una prueba innegable de que la ciencia de los mayas y de los egipcios deriva de una fuente común. Con ello, queda completada nuestra acumulación de pruebas.


Hubo una vez un próspero país que, debido a un mayúsculo corrimiento de la corteza terrestre, ahora yace bajo el Polo Sur. Científicos expertos en astronomía, geometría y matemáticas fueron parte de él.

 

Tras miles y miles de años de investigación, descubrieron una relación entre el campo magnético de la Tierra y el del Sol.

Figura 51.

¿Estaremos a tiempo de extraer del Laberinto el conocimiento necesario?

 

Doscientos ocho años antes de la fecha fatídica, impulsaron a sus compatriotas para que se prepararan para iniciar el éxodo y los gobernantes de aquella época iniciaron un programa puntilloso para asegurar el escape; cientos de miles de indestructibles mandjits fueron construidos. A pesar de la incredulidad de mucha gente, el desastre fatal tuvo lugar en el día predicho tantos años antes.

 

En el caos subsiguiente, murió gran parte de la humanidad. Sin embargo, miles de personas escaparon de la muerte y recomenzaron su culto de sabiduría en diferentes partes del mundo.

 

Gracias a ellos, hoy sabemos lo que nos aguarda.
 


Movilización o extinción total
Alrededor de unos 12.000 años después de la movilización precedente, ahora nos corresponde a nosotros. No existe nada más importante o urgente que esta tarea. Necesitamos informarle a la humanidad con la mayor rapidez posible que el "fin" a menudo profetizado, realmente se encuentra muy cerca. Es preciso hacer una enorme cantidad de preparativos, acompañados de numerosos sacrificios.

 

No somos importantes individualmente, sino que lo que interesa es la existencia continuada de la humanidad. Por lo tanto, debemos cerrar las plantas de energía nuclear en el momento en que llegue la fecha fatídica. La supervivencia será imposible si eso no sucede: moriremos como consecuencia ele un holocausto nuclear. Todos deberíamos saberlo, pero eso no es todo.

 

Desde 1915, Rusia ha producido una enorme cantidad de armas químicas, dos tercios de las cuales contienen gases nerviosos. Es la concentración más importante del mundo y. de acuerdo con los químicos, ¡este arsenal sería capaz de matar casi 200.000 veces a la población mundial! Aquí no están incluidas las armas químicas acumuladas en otros países.

 

Si estos stocks no se destruyen a tiempo, ¡serán liberados de golpe en 2012!

 

Creo que todos podemos figurarnos qué consecuencias habrá.


Necesitamos que la inevitabilidad del futuro desastre se grabe en nuestra mente. Todo lo que ahora nos parece importante -construir una casa, tener hijos, etc.- empalidece a la luz de la destrucción total que nos espera. Mucho de lo que queremos realizar es inútil en el futuro. ¿Qué haremos con nuestras preciosas casas cuando enormes terremotos las dejen en ruinas y una gigantesca ola marina se las trague después?

 

Pensemos y consideremos con cuidado todo lo que planificamos hacer en el futuro. Pocas cosas son capaces de soportar tanta violencia de la naturaleza; sólo barcos, víveres y equipos de supervivencia tienen vital importancia. Quienes no los tengan a mano, olvídenlo. En un solo día esta enorme catástrofe provocará la pérdida de miles de años de trabajo. Nos corresponde a nosotros recoger este desafío, el mayor que jamás hayamos aceptado.

 

Quizás entonces desempeñemos el papel principal en la siguiente generación de mitos sobre los "súper dioses" humanos que tentaron a la violencia de la naturaleza y fundaron una nueva civilización una vez que la turbulenta Tierra se calmó.
 


La armonía recuperada
El misterio de la muerte y la posibilidad de la vida eterna fascinaron al mundo antiguo. Con ellos se relacionaba una ciencia de la inmortalidad. Así se desarrolló de manera completa una teoría exhaustiva que se basó en gran medida en cuestiones fundamentales acerca de la vida y de la muerte.

Figura 52.

Ésta es una ilustración maya muy bien conocida,

que describe el corrimiento previo de los polos.

Podemos ver una pirámide que se desploma y un volcán que lanza lava,

mientras el suelo se hunde.

Muchos escaparon, tal como lo demuestra la figura en el barco.

 

En la actualidad, sólo de cuando en cuando conocemos gente que cree en un orden interior fundamentado en las revelaciones espirituales de las grandes religiones del pasado.

 

Los egipcios derivaron su fuerza y capacidad operativa de su fe en Ptah; para ellos, era un sistema útil de creencias porque les proporcionaba objetivos y reglas con los cuales podían construir intensas experiencias. La vida consistía en un servicio y todas las actividades estaban centradas en la vida que les aguardaba después de la muerte. Este sistema eficiente regía la totalidad de su existencia, le daba un propósito y los preservaba de las ideas confusas.

 

El conocimiento científico del hombre y del universo les reveló la relación entre la humanidad y su destino; a través de su comprensión, tuvieron una visión superior de los orígenes de los mecanismos de control social, sus sentimientos, esperanzas y temores. Este sistema de creencias los impulsó hacia objetivos significativos de los cuales obtuvieron su fortaleza.

 

Conocieron las respuestas a preguntas como:

"¿Qué es el bien y qué es el mal?"

"¿Por qué vivimos?"

"¿Qué poderes rigen nuestras vidas?"

"¿Por qué existen ciclos en la naturaleza que anulan nuestras vidas?"

Y las expresaron en su cultura mediante sus mitos y construcciones. Nos corresponde a nosotros recuperar este conocimiento perdido hace mucho tiempo. Entonces, igual que ellos, podremos reconciliarnos con nuestro medio y con el significado de la vida. Este credo, cimentado en los ciclos catastróficos, reconoce las leyes de la naturaleza e impulsa nuestra energía espiritual hacia objetivos significativos porque se basa en una ciencia del hombre, del universo y del esperado "final".

 

Se desarrolla como si fuera una interpretación integral de todo conocimiento anterior relativo a la humanidad y a su ineludible destino. Es inútil conectar nuestros sueños y deseos con la naturaleza sin tener en mente sus leyes. Cuando reconozcamos los límites de nuestra civilización y su final inevitable, y aceptemos una vez más nuestro humilde lugar en el universo, podremos empezar a sentirnos como el hijo o la hija pródiga que por fin regresa a casa, después de errar durante años.

 

Si la humanidad reconcilia su objetivo con estos valores y experiencias, el problema de la vida se resolverá.

 

Miles de millones de personas experimentarán la futura catástrofe como una liberación y se sacrificarán voluntariamente por un propósito superior: la continuación de la existencia de la humanidad y el redescubrimiento de una poderosa imagen de Dios.

 


¿Un panorama idéntico?
Los últimos años de Aha-Men-Ptah habían transcurrido en medio del caos, a causa de la guerra civil. Antes de su estallido, la importación y la exportación ya se habían paralizado, porque toda la atención se había volcado en la tarea de construir mandjits, naves que no se hundían y que debían asegurar su supervivencia. Suele decirse que la historia se repite y, en verdad, hay alarmantes paralelos con nuestra situación actual.

 

Como en aquellos días, la gente ya no" cree en la existencia de un ser sobrenatural. Si usted me lo permite, en los siguientes párrafos describiré nuestro posible futuro.

Después del excesivo intercambio que hubo en el siglo XX y en los comienzos del XXI, el mundo se encontraba en los últimos años antes del "final" con una recesión económica. A pesar de las dificultades económicas de estos tiempos, y con un poco de suerte y perseverancia, yo había logrado sacar a la superficie el Laberinto, con su "Círculo de Oro".

 

Por ello, los descubrimientos de los primitivos cultos de sabiduría aparecieron en la tapa de los diarios de todo el mundo. La gente miraba con gran incredulidad los 36 jeroglíficos con los cálculos de la fecha de la catástrofe precedente, y también la fecha de la próxima: 2012. Para una gran parte de la humanidad no se trataba de algo inesperado, pero tuvo un efecto catastrófico sobre las masas del mundo. El temor al próximo corrimiento de los polos petrificó el pensamiento y la acción de muchos.


Poco después, la economía mundial se desmoronó. Los precios de los productos llegaron a su punto más bajo y luego se hundieron más; poco antes de la catástrofe, la recesión económica se transformó en una depresión sin igual Ni los políticos ni los economistas fueron capaces de mejorar las cosas.

 

Muchas ramas de la economía, como por ejemplo la construcción, simplemente se derrumbaron.

"¿Para qué construir? -se preguntaron algunos-, nuestro mundo no tiene futuro".

Otros, que en años previos habían planificado tener hijos, decidieron posponer la decisión de manera indefinida.

  • la producción de mercaderías disminuyó en forma alarmante

  • los continentes fueron asolados con hambre y disturbios

  • la cantidad de suicidios y asesinatos aumentó

  • los valores permanecieron en un punto bajo, mucho más bajo que sus históricas alzas

Sin embargo, había una luz brillante en el ámbito de la inversión de divisas. En las antiguas civilizaciones, el oro y los diamantes siempre habían demostrado su valor. Todo el mundo se dio cuenta de que, después de la inversión de la polaridad del planeta, el dinero sería inútil y por eso se arrojaron en masa sobre el oro y los diamantes y produjeron un agudo incentivo en los precios de estos bienes. En un mundo donde no había más esperanza, éste fue uno de los pocos objetivos que quedaron para ocupar las mentes emprendedoras de las personas.

 

En cuanto al resto, imperaban la anomia y la anarquía.


Mientras tanto, las protestas en contra de las plantas de energía nuclear, las fábricas de productos químicos y las instalaciones de petróleo alcanzaron el clímax.

 

Un raudal de gente elevó su voz contra los lugares que transformarían la Tierra en un holocausto nuclear y en un basurero químico. Varias plantas y fábricas ya habían cerrado debido al derrumbe de las economías. Y, a pesar de ello, gran cantidad todavía seguía funcionando, demasiadas para mantener el mundo a salvo de Armagedón. Por último, después de enormes presiones, antes de la fecha catastrófica, éstas también se cerraron.


Durante un par de días, millones de personas fueron arrojadas a la Edad de Piedra, pero de una cosa estaban seguras: el mundo seguiría existiendo. Tal vez sin ellos, pero estaban resignados a esto. Para ellos, la profecía de un "final total" era inaceptable.

 

De ahí, su casi interminable fuerza para el sacrificio propio.


Conclusión
Sólo el futuro demostrará lo que esta corriente de pensamiento puede generar. Tal vez todo termine como describí en mi libro anterior: sólo unos pocos creen en esto e intentarán sobrevivir, mientras que el resto de la población del mundo morirá durante los apocalípticos acontecimientos. De todas maneras, procuraré ayudar para que la humanidad continúe existiendo.

 

Incluso con un pequeño grupo de gente decidida, que posea el conocimiento primario de la mayor cantidad posible de ciencias, debe ser factible. ¿Por qué no podría usted ser uno de ellos?

 

Tras la catástrofe, la vida será terriblemente difícil. No habrá electricidad y, si se tuviera la capacidad de reponerla, no será de mucha utilidad porque la electrónica y los motores eléctricos estarán destruidos después de la inversión del campo magnético. Esto significa que debemos comenzar otra vez desde cero. Eso es lo que nos espera. Por lo tanto, necesitamos estar muy motivados y sólo unos pocos serán los adecuados.

 

Sobrevivir tiene poca utilidad cuando no se puede lidiar con la vida después de la catástrofe. Pasarán decenas, cientos de años antes de que podamos llevar una existencia algo confortable. Por lo tanto, no será así para nosotros, pero, finalmente, así resultará para nuestros descendientes. Sólo quienes lo comprendan adecuadamente pueden hacer el intente.


Ni se imagina cuan malo y difícil será. Incluso en la peor guerra somos capaces de encontrar agua y alimentos si somos un poco hábiles, pero después de la catástrofe será mucho más complicado que eso.

 

El basurero químico será inimaginable; el holocausto nuclear, aterrorizante. Miles de millones de litros de petróleo no sólo harán que el mundo sea inhabitable, sino que cubrirán enormes partes de la tierra con su suciedad. Los alimentos y las reservas de agua de todo el mundo serán destruidas, tal vez durante muchos años, y producirán hambrunas y numerosas enfermedades.

 

En la actualidad, no nos encontrarnos expuestos a nada parecido; llevamos una vida lujosa, la más mínima cosa nos hace vomitar. A pesar de mis buenas intenciones, temo lo peor para muchos. De hecho, ése es el precio que tendremos que pagar por nuestra supervivencia. Si quiere correr el riesgo, le deseo la mayor suerte. De cualquier modo, soy el hombre que está buscando.


En la obra The Sibylline Grades [Los oráculos sibilinos] puede leerse lo siguiente:

"Y todo el firmamento caerá sobre la divina Tierra y sobre el mar, y entonces habrá un infinito mar de llamas coléricas, y suelo y mar se incendiarán, y el firmamento celeste y las estrellas y la propia creación serán vertidas en una masa derretida y luego se disolverán por completo. Después, no existirán los centelleantes ojos de la luz celestial, ni noche, ni día; ni preocupaciones cotidianas; ni primavera, ni verano, ni invierno, ni otoño".

Las catástrofes del pasado deberían servir de advertencia. Nada es para siempre.

 

Los océanos y partes de la tierra existen sólo en forma temporaria, pues en un ciclo de eterno retorno se destruyen. En un día, la humanidad conocerá su fin e irrumpirá bruscamente en el abismo. En unas pocas horas, grandes naciones, bellos edificios y culturas altamente desarrolladas vacilarán y se derrumbarán por completo.

 

Éste es el destino que nos espera y nadie podrá escapar de él, excepto quienes adopten las medidas necesarias, quienes estén dispuestos y sean capaces de asumir la responsabilidad de ser el próximo Noé.
 

Regresar al Índice