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PijamaSurf
Creemos comúnmente que el mundo es estable, sólido, tridimensional y está fundamentalmente compuesto sólo de lo que podemos ver, tocar, escuchar, oír y saborear.
Pero esto es apenas una pequeñísima rebanada de la realidad:
Es con este fragmento que reconstruimos la realidad y, más aún, es con este insignificante pedazo de todo lo que es que determinamos que existe una realidad determinada, correcta... y por default negamos todo lo demás.
Es con este pequeñísimo reducto en la ventana del mundo que definimos el paisaje de la totalidad y que construimos todos nuestros conceptos:
...etcétera.
Dentro de esta carencia, sin embargo, queremos, incluso necesitamos, encontrar sentido y obtener seguridad - a riesgo de ser devorados por la incertidumbre o por el mismo vacío que constituye la inmensa mayoría de las cosas (¡las cuales de hecho están levitando sobre un campo electrostático y nunca realmente tocamos!):
El neurocientífico David Eagleman escribe:
¿Cómo cambiaría nuestro concepto del
mundo si pudiéramos ver la luz invisible? ¿Qué importante
información en los extremos de los espectros de luz y sonido se nos
revelaría?
The Brain with David Eagleman
¿Acaso no es necesario también extender nuestros sentidos, refinar nuestra percepción para cubrir un mayor aspecto de la realidad?
En otras palabras, no sólo un progreso
tecnológico externo, por ejemplo, en hacer un telescopio que pueda
ver más lejos, también incrementar la habilidad de pensar de un
científico y su capacidad de ver más.
Una interpretación teosófica de las enseñanzas esotéricas del hinduismo sostiene que el ser humano tiene siete cuerpos, desde el cuerpo físico hasta el atman o cuerpo espiritual idéntico a la divinidad, es decir, que el cuerpo que conocemos es sólo uno de siete más que yacen de alguna manera ocultos.
Esto nos puede parecer inaudito, aberrante, pseudociencia rampante, delirio alucinatorio, lo que sea.
Esto nos puede llevar a un razonable agnosticismo y al asombro o a la impotencia ante nuestra pequeñez e insignificancia o, si creemos que la realidad no sólo existe sino que es cognoscible en nuestro estado actual, a afirmar entonces que el ser humano cuenta con capacidades subyacentes de percepción con las cuales puede penetrar más allá de los velos materiales y observar y entender lo que normalmente es invisible.
En el cuerpo humano, en el crecimiento de un árbol, en la vibración de una ola, entender las leyes universales que rigen el inconmensurable espacio cósmico.
Como aquí en todas partes: la razón humana capaz de deducir de un fragmento la totalidad (¿la suerte o divinidad de que el universo sea esencialmente un holograma?).
O, aún más que la razón, que tengamos una misteriosa cualidad perceptiva que nos hace encontrar en nuestra profundidad una ventana al cosmos más precisa y poderosa que el telescopio Hubble, como sugiere Lao-Tse en el enigmático Tao Te King:
Dejemos esto entonces como una interrogante abierta, bajo la consideración de que en nuestro estado de capacidad perceptiva actual es más sensato notar que no sabemos, pero también que quizás podríamos saber, porque tampoco sabemos que no podemos saber.
No sería exacto decir que la realidad no existe o que no podemos alcanzar a percibir la realidad, pero decir que ya hemos conquistado la realidad y que hemos llegado a una visión de la realidad satisfactoria es evidentemente una crasa ilusión.
Así las cosas, sólo queda disfrutar de
la incertidumbre, abrazar lo insondable e intentar seguir aumentando
nuestra capacidad de percibir, de ver más lejos, de ver más claro,
hacia afuera y hacia adentro...
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