14 Enero 2016
del Sitio Web
GazzettaDelApocalipsis
La mayoría de nosotros tenemos una visión distorsionada de lo que
son el lujo y la riqueza.
De lo que es una auténtica joya o de lo que es un tesoro verdadero.
La mayoría de gente se deja deslumbrar por el tenue brillo de un
diamante o por el resplandor dorado de un metal considerado
precioso.
Sin embargo, sigue ciega ante los tesoros, lujos y riquezas que
realmente posee.
Y llegados aquí, todos deberíamos preguntarnos:
¿qué es la auténtica riqueza y el
verdadero lujo?
Como ya dijimos en artículos anteriores,
venimos al mundo con tres propiedades de un valor incalculable; y su
valor es incalculable, porque simplemente, no se pueden comprar ni
con todo el dinero del mundo y son,
-
nuestro cuerpo
-
nuestra mente
-
nuestro tiempo de vida
Todos disponemos de esas 3 únicas propiedades reales, con
independencia de nuestra identidad, características o lugar de
nacimiento. Sin embargo, y a pesar de que todos disponemos de estas
3 propiedades, no todos somos igual de afortunados.
Hay personas que nacen, literalmente, ricas. Y no, no estamos
hablando de personas con dinero o estatus social.
Hay personas que nacen ricas porque vienen al mundo albergando una
propiedad adicional que las distingue de las demás, que las eleva
por encima de la media y que les da un sentido especial a sus
existencias.
Estamos hablando de individuos que nacen con talentos o capacidades
especiales, de tipo intelectual, creativo, artístico, físico o
espiritual.
Un tesoro con un valor intrínseco incalculable e intransferible, que
no se puede construir, imitar, fabricar o comprar ni con todo el oro
del planeta. Porque al fin y al cabo, cualquiera de nosotros, sea
quien sea, puede acabar poseyendo un diamante, un yate o una mansión
si se dan las circunstancias adecuadas.
Pero lo que jamás nos inculca la sociedad es que cuando alguien nace
con un talento o con una capacidad especial que le distingue, es
rico de verdad, porque nace disponiendo de un lujo que el universo
solo otorga a unos pocos privilegiados.
Hay,
-
gente que nace con una capacidad
extraordinaria para amar, para empatizar, para superarse a
sí misma, para conectar con los demás
-
gente con un carisma especial,
con una belleza física natural, o con un encanto único que
no se puede aprender
-
gente dotada de un intelecto
superior o de una capacidad inmensa para razonar, analizar o
comprender la esencia de las cosas
-
gente bendecida con talentos
creativos y artísticos inimitables
-
gente caracterizada por sus
capacidades físicas únicas
-
incluso gente que nace con un
talento especial para hacer el mal o causar daño o
sufrimiento a los demás
Sí, habrá quien diga que todos somos
ricos, en mayor o menor medida.
Que todos tenemos capacidades únicas,
manifestadas de mil y una maneras...
Pero no nos engañemos...
Por más que todos dispongamos de nuestras pequeñas riquezas, de
nuestras pequeñas perlas ocultas y por más que podamos
desarrollarlas o pulirlas con estudio, esfuerzo y dedicación, la
cruda realidad es que hay gente que llega al mundo tocada con una
especie de varita mágica.
Algunos venimos al mundo con una humilde pepita de oro y otros
llegan al mundo con un diamante de 500 quilates, que solo necesita
ser pulido. Y comprender que esa es la auténtica expresión del lujo
y la riqueza, es esencial para cambiar nuestro mundo.
Las personas que nacen con alguno de estos talentos o capacidades,
deberían ser muy conscientes de que han nacido ricos.
Desde bien pequeños, la sociedad debería ayudarles a tomar
conciencia de que la naturaleza les ha bendecido con un tesoro que
deben cuidar con el máximo esmero y que el mérito de haber nacido
con esa fortuna, sin embargo, no es suyo en absoluto.
Y una vez fueran conscientes de esta realidad, entonces deberían
tomar conciencia de la gran responsabilidad que recae sobre sus
espaldas.
Una responsabilidad mayor a la del resto de individuos. Porque
cuando alguien posee una fortuna, sobre sus espaldas recae una
mayor responsabilidad social que sobre aquél que no tiene
nada o posee muy poco.
Es lo que ocurre con cualquier multimillonario en nuestra sociedad.
Cuando eres rico y posees un gran capital, dispones también de un
gran poder y debes saber muy bien en qué lo vas a invertir o qué
empleo harás de él.
Tienes una responsabilidad mucho mayor a la cualquier otra persona,
porque el uso que hagas de tu fortuna, puede cambiar muchas cosas,
para bien o para mal. Puedes cambiar la vida de los demás, alterar
muchas dinámicas y equilibrios o transformar muchas situaciones.
Puedes malgastar tu fortuna en lujos absurdos o en negocios sucios y
corruptos para multiplicar tus riquezas, aunque ello implique hacer
daño a otras personas; o puedes invertir esa riqueza en ayudar a los
demás, en generar progreso o en contribuir a crear un mundo mejor.
Pues bien, las personas bendecidas con un don especial, están en una
situación análoga.
Una persona que viene al mundo con un talento único y que por lo
tanto es rica desde que nace, debe ser muy consciente de que tiene
una responsabilidad superior al resto; debe tomar plena conciencia
de que su don tiene la capacidad de alterar el transcurrir del mundo
y de cambiar la vida de otra gente.
Sin embargo,
el 'Sistema'
se ha encargado de que ninguno de estos individuos especiales
tomen conciencia de esta enorme responsabilidad.
Y de la misma manera, el Sistema se ha encargado de que las demás
personas que los rodean, tampoco sean capaces de valorar de la forma
adecuada el tesoro que esos privilegiados poseen.
En las escuelas no se hace ningún esfuerzo por detectar a esas
personas dotadas de dones especiales, ni se trabaja para alimentar
sus impulsos naturales y hacerles ver que disponen de una riqueza
única que deben cuidar y respetar por encima de todo.
Bien al contrario, se hacen esfuerzos
constantes por castrar los impulsos naturales de cada uno y
tratar de uniformizar a esos individuos especialmente dotados,
llegando a veces a hacerlos sentir culpables por ser especiales
y tener impulsos diferentes a los de los demás.
Desde pequeños nos educan para que anhelemos y adoremos elementos
vacíos:
-
estatus social
-
fama
-
dinero,
...y todo tipo de objetos diversos cuyo
valor depende exclusivamente del valor que nosotros decidamos
darles.
Los dones y talentos son tratados casi como fenómenos curiosos, como
anomalías casuales que se manifiestan aleatoriamente entre la
población humana, como lo es una deformidad o una enfermedad
extraña, y que deben ser debidamente instrumentalizadas para
conseguir con ellas dinero, éxito, fama o estatus social.
Si por ejemplo, un joven sabe cantar muy bien, sus papás o abuelos
le dirán:
"tu puedes llegar a ser un gran
cantante".
Pero seamos sinceros:
la expresión "gran cantante" en boca
de los progenitores, no hace referencia a sus dotes artísticas
intrínsecas, sino al éxito social asociado a esas dotes
artísticas y a su traducción en fama y dinero.
Cuando unos padres dicen "serás un gran cantante", no sueñan con ver
a su hijo interpretando canciones maravillosas que generen emociones
inolvidables en los demás.
Lo imaginan en un gran teatro o en una
sala de conciertos abarrotada, o apareciendo entre ovaciones en
algún concurso de talentos televisivo, copando portadas de revistas,
rodeado por el éxito y la fama.
Con ello le inoculan al niño el mismo concepto con el que ellos
mismos han sido programados desde pequeños:
prostituir sus dones y capacidades
de valor incalculable para conseguir algo vacío de sentido y
valor, como son la fama o el dinero.
Y es que solo a través de esta
prostitución del talento, la sociedad te llega a etiquetar como un
"triunfador".
UNA DIVAGACIÓN
ABSURDA SOBRE EL ARTE
Pongamos un ejemplo: el arte.
En nuestra sociedad, el objetivo final de un artista no parece ser
crear belleza siguiendo sus propios impulsos, sino tener éxito
comercial o ser famoso y célebre.
Los artistas y los creadores, se acaban midiendo finalmente por su
éxito y por su celebridad.
En el fondo, un músico es respetado y valorado a nivel social, no
por la belleza intrínseca de sus creaciones o interpretaciones, sino
por los discos que consigue vender o por la gente que consigue
atraer a sus conciertos.
Cualquier expresión artística en el mundo actual, acaba siendo
valorada mayoritariamente por el dinero que genera o por la fama que
reporta. Y todos hemos aceptado esa relación absurda, impuesta por
la sociedad, como si fuera la cosa más natural del mundo, cuando en
realidad no tiene el más mínimo sentido lógico.
Quizás el problema fundamental radica en nuestra definición de lo
que es el arte.
Por ejemplo, Wikipedia define el arte como:
"El arte (del latín ars, artis, y
este del griego τέχνη téchnē) es entendido generalmente como
cualquier actividad o producto realizado por el ser humano con
una finalidad estética y también comunicativa, mediante la cual
se expresan ideas, emociones o, en general, una visión del
mundo, a través de diversos recursos, como los plásticos,
lingüísticos, sonoros, corporales y mixtos.
El arte es un componente de la
cultura, reflejando en su concepción los sustratos económicos y
sociales, y la transmisión de ideas y valores, inherentes a
cualquier cultura humana a lo largo del espacio y el tiempo".
Esta definición del arte, aunque es de
lo más lógica, acaba teniendo graves consecuencias para el libre
desarrollo de los individuos.
Desde nuestro punto de vista, el arte debería ser definido de otra
manera. Debería haber una diferenciación entre,
La "expresión artística" coincidiría con
la definición expuesta anteriormente y sería toda aquella actividad
susceptible de llegar a ser considerada "arte" por un individuo
concreto.
Y es que el arte debería estar íntimamente ligado con el concepto de
individualidad.
El arte no debería poder medirse, ni parametrizarse de ninguna
manera. El arte solo puede sentirse. Y sentir, es algo que solo
puede producirse a nivel individual y no a nivel social.
Por más que se empeñe en hacerlo, la sociedad no puede obligarnos a
sentir emociones ante una obra artística.
Una obra concreta de un artista cualquiera, puede tener un valor
inmenso para un individuo porque le despierte sensaciones, emociones
o sentimientos profundos, y ningún valor para otro, al cual esa obra
"no le diga nada".
¿Cuántas veces hemos visto un famoso lienzo de un artista célebre
que nos deja absolutamente fríos y que apenas nos produce la más
mínima emoción?
Quizás por ese cuadro se pague una millonada en una subasta, pero
para algunos, no tendrá más valor que el dibujo lleno de
manchurrones que ha hecho el hijo de nuestro vecino.
Por esa razón, valorar una obra de arte por el número de personas a
las que gusta o por la cantidad de dinero que paga por ella un
especulador lunático, es tan absurdo como valorar a un ser humano
por la 'cantidad de gente' que le conoce.
La "magia del arte" aparece en el momento en el que se generan
emociones. Y poco importa si esas emociones se despiertan en una
sola persona o en 100.000.
Hemos sido educados para que valoremos las obras artísticas mediante
criterios que nada tienen que ver con los que nosotros sentimos como
individuos.
Por ejemplo, nos han hecho confundir el valor artístico-emocional de
una obra, con el valor histórico que puede tener esa obra, cuando
una cosa y otra no tienen nada que ver.
Una obra de Andy Warhol o de Picasso, pueden tener un
inmenso valor histórico por su influencia en el desarrollo de las
corrientes artísticas… y poco valor artístico-emocional para alguien
concreto a quien no le dicen nada de nada.
El sistema nos induce a confundir el valor histórico de una obra,
que proviene de una convención social de carácter académico, con su
valor artístico-emocional, que proviene de la sensibilidad de cada
individuo en concreto ante dicha obra.
El valor histórico de una obra se puede discutir y acordar a nivel
social.
Una lata de sopa Campbell pintada por
Andy Warhol, puede tener un alto valor histórico porque todos hemos
acordado que tiene una gran influencia en el desarrollo de las
corrientes artísticas como salto conceptual.
Pero si a usted la lata de Warhol le emociona tan poco como las
latas de berberechos que ve en el supermercado, usted debería tener
el derecho a no considerarlo más "arte" que el diseño de una caja de
cereales.
-
¿Si ustedes no supieran que es
un Picasso y que está valorado en millones, lo pondrían en
el salón de su casa para poder sumergirse en él cada día?
-
¿Esta obra artística conecta con
ustedes?
-
¿Abre puertas en su interior?
-
¿Les invita a pensar o a sentir
algo que no sentían antes de observarlo?
-
¿Les genera emociones o les hace
sentir diferentes antes y después de estar ante ella?
-
¿A cuántos de ustedes les
produce indiferencia?
En definitiva:
el arte solo debería ser considerado
"arte" cuando produce un efecto concreto sobre un individuo… y
eso solo puede valorarlo el individuo en cuestión y no una fría
convención social acordada por personas desconocidas.
Lo más extraordinario, es que esa
relación íntima entre la obra y el individuo que la observa, no sólo
depende de cada individuo en particular, sino del momento exacto en
que ese individuo se encuentra ante la obra.
Las circunstancias vitales de un
instante concreto de nuestra vida, pueden alterar enormemente la
percepción que tengamos de una obra de arte y la influencia que
genere sobre nosotros.
Algo que hoy nos produce indiferencia, mañana puede provocarnos una
honda emoción, porque algo haya cambiado en nuestro interior o en
nuestras circunstancias.
Por esa razón, el arte es algo tan
extraordinario, mágico y maravilloso, tan intangible y tan profundo.
Y sobretodo, tan íntimo e individual...
Pero el sistema lucha incansablemente para que los individuos
neguemos nuestra propia sensibilidad y nuestra propia capacidad de
juicio y la sustituyamos por sistemas de valores externos.
La sociedad nos dicta que debemos ver la lata de sopa de Warhol o
los cuadros cubistas de Picasso como importantísimas obras de arte a
las que debemos responder con un "oooh..." de admiración de forma
obligatoria y pretende que nos sintamos como unos vulgares
ignorantes si no las valoramos exactamente como nos han dicho que
debemos valorarlas.
Es pura programación mental.
Antes de enfrentarnos a la obra, ya nos inculcan que,
"esta es una gran obra de arte de
fulanito de tal y debes idolatrarla"… y si no lo haces,
implícitamente te estarán diciendo que "eres un ser vulgar,
insensible, ignorante y poco evolucionado".
Con este mecanismo perverso, el Sistema
intenta destruir nuestra sensibilidad individual negándole el valor,
para que la sustituyamos sumisamente por una programación externa
uniformizadora.
Es cierto que todos deberíamos conocer el valor histórico de
cualquier obra, la influencia que esa obra ha tenido en la evolución
artística e intelectual del mundo y el gran mérito del artista
cuando se ha atrevido a explorar nuevos conceptos, lenguajes o
métodos de expresión.
Pero al mismo tiempo, todos deberíamos poder decir, sin complejos,
que una obra no nos dice nada de nada y que para nosotros no tiene
ningún valor artístico-emocional, porque no conecta con nosotros.
Aunque sea de los mismísimos Warhol, Picasso, Kandinsky o Perico de
los Palotes.
Obviamente, nuestro punto de vista establece una redefinición del
concepto de arte que entra en contradicción con la definición
comúnmente aceptada y muchos la considerarán una divagación absurda,
posiblemente con mucha razón.
Además, debemos reconocer que la definición "oficial" de arte, está
llena de ventajas.
Entre otras, ha permitido que cualquier memo pueda colgar un inodoro
en una pared y eso sea considerado "arte" y que todo tipo de
podencos destalentados y pedantes de diversa índole, así como un
nutrido enjambre de chupópteros y vividores que revolotean a su
alrededor, puedan vivir de la especulación artística sin tener mayor
don que el de saber esnifar grandes cantidades de cocaína.
Por esa razón nos hemos atrevido a criticar la definición de arte
que impera en el mundo actual.
Porque a base de crear definiciones frías y distanciadas de la
sensibilidad individual sobre lo que es el arte, se ha permitido que
todo tipo de mediocres generen ingentes cantidades de basura y que
con ellas se llenen museos.
Cualquiera de nosotros podría acercarse a un museo de arte
contemporáneo y colgar su ropa interior sucia en la pared: sus
calcetines, calzoncillos y bragas usados… y nadie notaría la
diferencia.
Esta discusión sobre el arte, aunque tangencialmente, nos sirve para
poner de manifiesto cómo el sistema consigue prostituir elementos de
valor incalculable para que los cambiemos por elementos vacíos, cuyo
valor procede de una mera convención social.
Y como siempre, el Sistema lo hace a través de la negación del
individuo y de su capacidad de juicio.
En el ejemplo del arte, el Sistema niega la capacidad del individuo
de valorar libremente lo que es arte y lo que no lo es.
En su lugar, es la sociedad la que
decide por nosotros lo que es arte y lo que no mediante una
definición vaga, y nos obliga a obedecer dicha definición de arte
como si fuera una verdad absoluta e indiscutible, negando nuestra
propia sensibilidad, que es lo que debería imperar.
De la misma forma, el Sistema niega los dones y talentos de los
individuos, impidiendo que puedan tomar conciencia del valor
incalculable que tienen y del tesoro que representan.
Y una vez negado su valor intrínseco e
innegociable, los individuos son programados para prostituir sus
talentos y capacidades en pos de elementos vacíos generados por el
propio Sistema, como son,
-
el dinero
-
la fama
-
el prestigio social
La gente que nace con un don o con un talento especiales,
nace para desarrollarlos plenamente, de la misma forma que nacemos
con piernas para andar y con ojos para mirar.
Además, la mayoría de veces, esos dones
vienen acompañados de un impulso irrefrenable por desarrollarlos.
Por esa razón, cuando alguien intenta
negar dichos impulsos naturales en un niño, está cometiendo un
auténtico crimen: es como si le estuviera rompiendo las piernas para
que no pudiera caminar.
Pero además, en el caso de las personas dotadas de un don o un
talento realmente especiales, castrar estos impulsos no solo
representa un crimen hacia esos individuos, sino hacia toda la
humanidad, porque todos nos podríamos beneficiar del desarrollo de
dichos talentos.
Los mecanismos uniformizadores del Sistema
tienen precisamente esa función:
entorpecer el pleno desarrollo de
aquellos individuos que podrían inspirar al desarrollo
individual de los demás.
Y lo hacen porque cada expresión de
desarrollo individual libre, representa un peligro mortal para la
pervivencia del Sistema.
Cada día que pasa, y por culpa de los mecanismos de uniformización
del Sistema, la humanidad pierde una ingente cantidad de
oportunidades de progreso y mejora; una inmensa cantidad de riqueza
que tiramos a la basura a cambio de nada.
Buscar, descubrir y ayudar a progresar a las personas dotadas de
talentos especiales, debería ser una de nuestras prioridades como
especie, es algo que debería formar parte de nuestro proyecto común,
pues está íntimamente relacionado con nuestra evolución como seres
humanos.
Jamás deberíamos permitir que estos
tesoros que nos otorga la naturaleza en forma de talento repartido
aleatoriamente entre los miembros de nuestra especie, se perdieran
sin ver la luz.
Cada vez que a un niño se le niegan los impulsos naturales que lleva
en su interior, la humanidad pierde un tesoro de valor incalculable.
Con cada castigo a la libre expresión de
los talentos individuales, perdemos a un genio en potencia y se
cierran cientos de caminos nuevos que podría desarrollar esa persona
para beneficio de todos.
Nunca sabremos la cantidad de grandes artistas, intelectuales,
inventores o investigadores que el mundo ha perdido por culpa de
maestros mediocres que solo piensan en cumplir con un programa
educativo o de padres que no ven más allá de sus narices y solo
esperan que sus hijos encuentren un "buen empleo" con el que cumplir
con ese trámite legal llamado vivir.
Enormes cantidades de individuos con talentos únicos han sido
programados por el Sistema para negarse a sí mismos y convertirse en
meras sombras de lo que podrían haber llegado a ser.
¿Alguno de esos economistas que proliferan como los hongos podrá
calcular alguna vez la cantidad de patrimonio que pierde la
humanidad, segundo tras segundo, por culpa de
la educación uniformizadora de la
sociedad?
Si pudiéramos calcular algo así, seguro que nos temblarían las
rodillas.
EL SISTEMA NOS
VAMPIRIZA
Como decíamos antes, las personas dotadas de talentos o dones
especiales, acostumbran a llevar en su interior un impulso
irrefrenable por desarrollarlos en toda su plenitud.
Ese impulso es como la energía almacenada de una batería, capaz de
poner en marcha y a pleno rendimiento, el motor para impulsar toda
una vida dedicada al desarrollo de dichos talentos.
Cada vez que la sociedad castra el desarrollo de uno de estos
individuos, esa energía se desperdicia. Es una energía que pierde la
humanidad… pero de la que generalmente consigue aprovecharse el
Sistema de una u otra manera.
A pesar de que la brutal maquinaria uniformizadora del Sistema
consigue castrar el desarrollo individual de muchas personas
bendecidas con un don natural, siempre hay una cierta cantidad de
individuos dotados de talentos especiales, que alcanzan una posición
que les permite expresarlos de una forma u otra.
La energía de estos individuos, dotados del correspondiente impulso
vital irrefrenable, es entonces vampirizada por el Sistema en su
propio beneficio.
Y como hemos indicado anteriormente, el Sistema utiliza un mecanismo
bien sencillo para conseguirlo:
a través de la educación y la
familia, niega el valor intrínseco e incalculable de esos dones
o talentos especiales, etiquetándolos como una anomalía
que debe ser aprovechada para alcanzar el éxito social, y con
ello, toda esa energía natural acaba sirviendo en gran medida de
alimento para el propio Sistema.
Porque además, cada vez que una persona
dotada de un talento único alcanza el éxito social, se convierte en
un ejemplo a seguir e imitar por todos, empezando por aquellos que
también están dotados de talentos únicos.
Así es como finalmente, lo que son una serie de dones que deberían
servir para alcanzar un desarrollo individual y ejercer de
inspiración para los demás individuos y para su liberación de las
cadenas del Sistema, acaba siendo aprovechado por el propio Sistema
para reforzar su tiranía sobre los propios individuos.
Es como si arrojáramos agua al fuego para apagarlo y por el camino,
en virtud de alguna magia oscura, se convirtiera en gasolina.
Realmente, cuando uno empieza a analizar el funcionamiento del
sistema, empieza a asustarse...
Estamos ante una especie de 'organismo inteligente' con una
extraordinaria capacidad para beneficiarse de todos los elementos,
incluidos aquellos que teóricamente deberían irle en contra y que
rápidamente reconvierte en instrumentos a su favor.
Pero podemos combatir esta maquinaria perversa.
De hecho, no solo podemos combatirla,
sino que debemos hacerlo todos. Pero especialmente deben
hacerlo aquellos individuos dotados de un inmenso talento, un don
especial o una gran virtud que los distingue.
Entre todos debemos ayudarles a que adquieran plena responsabilidad
sobre esa inmensa riqueza otorgada por la naturaleza, para que se
hagan preguntas valientes y sinceras respecto a su función en el
mundo y respecto al sentido de su propia vida.
Es hora de que todos nosotros, los "más ricos" y los "más pobres",
los que hemos sido bendecidos con grandes dones y los que hemos sido
bendecidos con talentos menores, nos desnudemos ante el espejo y nos
preguntemos con descarnada sinceridad:
¿Qué estoy haciendo con mi vida?
¿Es esto lo que he venido a hacer al mundo?
¿A cambio de qué estoy vendiendo mis mejores virtudes y
talentos?
¿Me siento bien conmigo mismo malvendiendo lo mejor de mi mismo
por un sueldo, por un golpecito de aprobación en la espalda o
por un aplauso?
¿Realmente tengo derecho a arrojar mi tesoro a la basura de esta
manera?
¿Mis sueños y objetivos en la vida son realmente míos o me los
han inculcado los demás?
¿Realmente quiero una mansión o un coche caro y ser rico y
famoso?
¿Realmente quiero "triunfar" como me han dicho que debo hacer?
Parecen simples preguntas..., pero hay
que ser muy valiente para afrontar las respuestas con total
sinceridad, pues una vez te enfrentas a ellas a fondo, sin tapujos
ni autoengaños, pueden cambiar tu percepción de la vida para
siempre.
Te llevan a un punto en el que ya no hay vuelta atrás, un estado en
el que ya no te sientes acomodado en el mundo que te rodea.
Y ese amigos, es un viaje duro y realmente "peligroso"…
|