10 Marzo 2014
del Sitio Web
R-Evolucion
Es muy triste.
A la mayoría de personas no les resulta posible vivir sin elegir
bando, sin seguir una ideología o sin tomar partido por un líder u
otro. Dicho en otras palabras, la mayoría de gente no sabe vivir si
no está debidamente etiquetada y clasificada por la sociedad.
La base de nuestra clasificación social es algo similar a rellenar
un cuestionario tipo test, con preguntas del estilo:
1 - ESCOJA UN EQUIPO DE FUTBOL:
a - Barça
b - Real Madrid
c - Otros
2 - ELIJA UNA IDEOLOGÍA:
a - Izquierda
b - Derecha
c - Centro
3 - ESCOJA UNA CREENCIA
RELIGIOSA:
a - Cristiano
b - Musulmán
c - Otros
d - Ateo,
...etc, etc, etc…
Un cuestionario que una vez rellenado nos clasifica de una manera u
otra y que se convierte en el salvoconducto que nos permite navegar
por el mundo socializado.
Es como un contrato que firmamos con el resto de la sociedad.
Un contrato psicológico mediante el cual se nos garantiza que ya no
será necesario que juzguemos cada situación, evento, noticia o
acontecimiento social por separado, según nuestro propio y cambiante
criterio individual.
Al aceptar esta clasificación e integrarnos en un determinado grupo,
lo que en realidad hacemos es instalar en nuestro cerebro un
"programa de software de juicio automático", mediante el cuál queda
garantizado por el fabricante (el Sistema) que nuestro bando, el
lado escogido por nosotros, siempre será "el correcto" y el otro, el
de los que opinen diferente, "el erróneo".
E innegablemente, funcionar así tiene sus ventajas: gracias a este
mecanismo, bien instalado en nuestra mente, nuestra realidad tiene
unos puntos de referencia claros y bien prefijados.
Como escribimos en un artículo anterior, titulado
Conspira por favor, hemos sido
educados para sentir intolerancia ante la incertidumbre y la duda.
Nos han programado para agarrarnos desesperadamente a cualquiera de
las "verdades" que nos ofrezca la sociedad, como si estuviéramos en
medio del mar y nos agarrásemos a un flotador para no hundirnos.
Y un reflejo de éste mecanismo consiste precisamente en esa
necesidad apremiante de formar parte de un bando, sentirnos
integrados en un determinado grupo ideológico y ante todo, permitir
que nuestra capacidad de juicio funcione según las directrices de
ese grupo.
El problema surge cuando alguien decide no agarrarse a nada, ni
creer en ninguna de las "verdades" ofrecidas por el Sistema.
Y es que no hay nada peor para los demás miembros de la sociedad que
un individuo inclasificable. Rápidamente se convierte en sospechoso
a ojos de todos y es inmediatamente atacado por unos y otros.
Los "azules" lo tildan de "agente rojo" y los "rojos" de "agente
azul" y todos, al unísono, lo acusan de "elemento desestabilizador".
El programa instalado en sus mentes les imposibilita comprender que
alguien pueda ser independiente y que ante todo, no quiera
admirar a ningún líder ni seguir ninguna ideología.
En definitiva, no pueden llegar a comprender que alguien solo se
tenga a sí mismo, como único punto de referencia.
Desconcertados y desesperados se preguntan:
"¿y ese a quién pertenece? ¿es de
los buenos o es de los malos? ¿es de los nuestros o es de los
suyos?"
La verdad
insoportable
Y es que, lamentablemente, para la mayoría de la gente
"auto-clasificada", el mundo no solamente está dividido en "buenos y
malos", sino que en el colmo de la simplificación, en su cerebro, el
enemigo de los "malos" es el "bueno".
Les aterroriza la posibilidad de que el enemigo del "malo", también
sea "malo".
Tal concepto les parece insoportable:
¿Quién les protegerá entonces si no
hay una doctrina "buena" en que creer y un líder "bueno" al que
seguir?
Por eso jamás aceptarán esa idea y
buscarán mil subterfugios tras los que ocultarse de tan espantoso
espectro.
Para esas mentes acobardadas y simplistas, el enemigo del injusto
siempre es justo, el enemigo del imperialista siempre es
antiimperialista y el enemigo del fanático siempre es equilibrado.
Para ellos la verdad solo puede provenir de una determinadas
emisoras de radio, televisiones o páginas Web.
Lo que digan allí es "la verdad" y lo que digan los demás, una
"manipulación interesada".
Jamás se paran a pensar que esos medios de comunicación tienen como
función principal alimentar y reforzar el programa ideológico
instalado en su mente y que simplemente les dice lo que quieren
escuchar.
Y ante todo, jamás se paran a pensar quién es el dueño de esos
medios, ni qué intereses defiende.
Eso implicaría aceptar que probablemente mienten y manipulan tanto
como los del "enemigo" y el confortable mundo de "buenos y malos" en
el que viven se derrumbaría ante sus ojos.
Berrearán, ladrarán e insultarán antes de asumir que les han
engañado, que todo es una ficción prefabricada y una gran mentira
para mentes limitadas y temerosas como las suyas y tildarán de
"enemigo", "infiltrado" o "manipulador" a quién los ponga en duda.
La
programación "a la contra"
Es un mecanismo de programación habitual, que vemos reflejado
constantemente a nuestro alrededor.
El odio al contrario, al que se ha clasificado en la propia mente
como "enemigo", lleva a muchas personas a actuar "a la contra de",
sin percatarse de la tremenda manipulación a la que están sometidos
con tal actitud.
Pues esa lucha "contra algo", los lleva a ingresar ciegamente en las
filas del opositor, sin detenerse a analizar quién es ese opositor
ni cuáles son sus intenciones.
Un ejemplo de ello lo vemos en la política española.
Mucha gente vota al PP o al PSOE con la única intención de que no
gane el otro partido, del cual recelan o al cual incluso odian.
Esa visión simplista de la realidad es la que ha permitido cimentar
el bipartidismo en España, hasta convertirlo en una auténtica lacra
para el devenir de la nación.
Ese odio al enemigo divide a la población en seguidores enconados de
los respectivos medios de comunicación conservadores o progresistas
y su visión de la realidad queda reducida al submundo de la lucha
entre las dos grandes mafias políticas del país.
Eso permite que los grandes
poderes económicos que realmente lo
controlan todo desde la sombra,
prosigan con sus actividades sin nadie que se les oponga, pues todas
las energías de la población quedan dispersadas en ese
enfrentamiento entre supuestas izquierdas y derechas.
Y eso no solo sucede en la política española. Sucede en todo el
mundo, en todos los ámbitos y a todas las escalas.
Está sucediendo ahora mismo.
Pero difícilmente la gente renunciará a su programación mental de
"buenos y malos".
Hacerlo significa renunciar a muchos elementos de juicio que nos
parecen cómodos y seguros y sobretodo implica tragarse el orgullo y
aceptar que hemos sido engañados y manipulados durante mucho tiempo.
Y ante tal perspectiva, nuestra mente chilla desesperada, buscando
excusas para no tener que dar el paso.
Y es que distanciarse de todo y convertirse en un ser independiente
representa un esfuerzo mental titánico, que prácticamente ninguno de
nosotros queremos hacer y que está repleto de trampas.
Ya lo veréis, haced el ejercicio.
Lo primero que pensaréis será:
"si yo renuncio a mi bando y más
gente lo hace, los otros, los malos, ganarán".
¿Veis que bien programada está nuestra
mente?
Ha sido una jugada maestra...
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