01 Enero 2015
del Sitio Web
GazzettaDelApocalipsis
Los pájaros no lo saben.
Los árboles y las plantas no lo notan.
Ni tan solo tu gato se ha dado cuenta de ello.
Pero ha sucedido un acontecimiento al que los seres humanos
otorgamos una gran importancia:
hemos cambiado de año.
Y con el salto de numerito en el calendario, llegan los habituales
propósitos de cambio de costumbres y hábitos.
El típico tópico de cada inicio de año, del que nos hablarán incluso
en las noticias de la tele, dándonos una nueva lección de
"periodismo" moderno: gente que se propone dejar de fumar, hacer más
ejercicio, adelgazar, abandonar vicios o aprender algún idioma…
Una rutina que se reproduce cada temporada y que todo el mundo
considera como algo natural.
Pero hagámonos una pregunta bien simple:
-
¿Por qué razón las personas, con el cambio de
año, se hacen tantos propósitos de enmienda y mejora?
-
¿Hay alguna razón lógica por la que debamos
actuar de esta manera?
-
¿Por qué un simple salto de número en el
calendario nos hace sentir como si traspasáramos una
frontera real e iniciáramos un período totalmente nuevo?
-
¿Realmente ese día en concreto marca el
renacimiento de algo?
Como decíamos al principio, los pájaros, las plantas o tu gato no
notan la diferencia entre el 31 de diciembre y el 1 de enero.
A los árboles no se les caen las hojas viejas el 31 de diciembre
para iniciar un "nuevo ciclo de la vida" con el 1 de enero, ni los
planetas se reditúan en su órbitas para empezar un nuevo período de
rotación alrededor del Sol.
El cambio de año solo representa un cambio para ti. Y eso
sucede porque esa frontera imaginaria solo existe dentro de tu
cabeza.
Es una burda invención sin ningún reflejo tangible en el mundo real.
Ésta es la auténtica realidad:
creamos un límite imaginario dentro de nuestra
mente, celebramos por todo lo alto que lo cruzamos como si fuera
un acontecimiento real y de gran importancia y al hacerlo
sentimos tan intensamente ese cambio imaginario de ciclo, que
decidimos proponernos una renovación vital, como si no
pudiéramos hacerlo en cualquier otro momento del año.
Nuestro cerebro está repleto de barreras y muros
absolutamente imaginarios que determinan nuestra forma de vivir y
nuestra forma de actuar, a pesar de no tener ningún reflejo en el
mundo real y tangible.
Es así de absurdo.
Éste es el mundo que hemos creado los seres humanos y
del que tanto nos enorgullecemos.
MUROS IMAGINARIOS
Lo cierto es que nos sucede a todosa
Hay días del año que visualizamos en nuestra mente de forma
claramente diferenciada del resto.
Por ejemplo, cuando pensamos en el "1 de enero" de forma genérica,
nuestra psique lo concibe como si ese tipo de día en concreto
"brillara" de forma diferente y fuera un día especial.
Y algo similar nos sucede con los días de la semana.
Cuando alguien piensa en un "lunes" o en un "sábado", no los
visualiza de la misma manera en su mente.
La mayoría de gente percibe los lunes como días grises y agobiantes
y los sábados como días ilusionantes y luminosos.
Es como un molde psíquico que vamos aplicando, como máquinas
programadas, una y otra vez, sobre el flujo continuo de días que
configuran nuestras existencias, creando una realidad paralela
conformada por sucesiones de ciclos repetitivos que solo existen en
nuestras mentes y que acabamos considerando como la auténtica
realidad, a pesar de que solo es una ficción sin ninguna relación
con el mundo real.
Nos levantamos por la mañana y nos decimos a nosotros mismos "buf,
hoy es lunes" y con ello, accionamos una serie de mecanismos
psicológicos que convierten un día único e irrepetible en "un lunes
más".
Pero la auténtica realidad es que saldrás a la calle y las nubes
surcarán el cielo creando una configuración y unas formas que jamás
volverán a producirse.
-
el sol nos bañará con unos rayos que nunca
más cruzarán el espacio y los pájaros realizarán vuelos y se
posarán sobre las ramas de maneras irreproducibles
-
los planetas jamás volverán a ocupar las
mismas posiciones en el universo, pues el sol no volverá a
hollar el mismo camino, mientras circula por la galaxia
sumida en continua transformación
-
en tu cuerpo morirán millones de células y
nacerán millones de nuevas y ninguna de ellas será
exactamente igual a ninguna de las anteriores
-
ni tan solo volverás a ver una mirada como la
de esa chica desconocida que te has cruzado por la calle
Sin embargo, para ti hoy no es un día único e irrepetible de tu
existencia.
Es un "lunes más". Y crees que es así porque, tu cerebro, programado
por el sistema, ha decidido percibirlo así.
Y si alguien se te acerca y te dice,
"¡Para un momento! ¡Mira al cielo! ¡Esa nube con
esa forma tan fantástica nunca más volverá a estar ahí!", tú lo
considerarás un lunático y seguirás tu camino, pensando "¡Cuánto
loco suelto hay!"
Sin embargo, ese "loco" te habrá dicho una verdad
real y perceptible, mientras tú, la persona "cabal y responsable",
has decidido creer en una ficción imaginaria llamada "lunes" que
como un velo psíquico cae sobre tus ojos y te obliga a verlo todo de
color gris, a pesar de que en el mundo real brille el sol en un día
que jamás volverás a vivir.
Así pues,
Métetelo en la cabeza.
Los "lunes" no existen. Son una fábula, como el Papá Noel o el Hada
Madrina. Como los "sábados", los "eneros", o el año "2015".
Son solo inventos, conceptos imaginarios con una utilidad concreta.
En todo caso, hoy es un día único, al que tú, por convención social
y para poder comunicarte con los demás de forma efectiva, has
decidido clasificar como "lunes", mediante una herramienta llamada
"calendario".
Y es que hay una enorme diferencia entre pensar y sentir que "hoy ES
lunes" y pensar que,
"hoy es un día único de mi existencia, al que por
causas funcionales etiqueto como lunes".
En el primer caso, se produce una identificación
absurda entre la realidad tangible, que es el día real que vivimos,
y la herramienta de clasificación temporal que utilizamos por
motivos prácticos, que es la etiqueta de clasificación llamada
"lunes".
"Hoy ES lunes", en nuestra mente acaba significando
hoy = lunes (hoy es igual a lunes) y eso es un disparate sin
sentido.
En el segundo caso, sin embargo, se establece la debida
diferenciación entre la realidad y el instrumento abstracto
instalado en nuestra mente y eso nos permite seguir manteniendo el
control de nuestra psique y de nuestra percepción de la realidad.
Puede parecer una perogrullada, pero hay mucha diferencia entre una
actitud y la otra.
Desgraciadamente, en el mundo en el que vivimos, todos hemos acabado
cayendo en esa identificación entre las etiquetas que utilizamos
para clasificar elementos individuales y los propios elementos en
sí.
Eso nos lleva a que días únicos e irrepetibles de nuestra vida, que
forman parte de una sucesión temporal ininterrumpida, en nuestra
mente se conviertan en insípidas raciones de "lunes", "miércoles" o
"domingos"; de la misma forma que individuos únicos e irrepetibles
se convierten en "alemanes", "musulmanes" o "comunistas".
Y ya sabemos lo que sucede cuando dejamos de ver a los individuos
como tales y solo vemos las etiquetas con las que los clasificamos:
es muy fácil odiar y matar etiquetas, tan fácil
como disparar contra uniformes vacíos.
Con los días sucede algo similar: una vez les aplicamos una
etiqueta, una vez les ponemos el uniforme, podemos asesinarlos sin
remordimientos.
Porque esa es la verdad del mundo que hemos creado.
Nos han enseñado a quemar nuestros días de vida con la lógica de un
matadero industrial. Desde pequeños nos educan para empaquetarlos en
packs de 7 con el fin de consumirlos por raciones semanales hasta el
día de nuestra muerte.
Esos individuos diferenciados y únicos que son nuestros días de
existencia en la tierra y que tanto deberíamos amar y apreciar, se
han convertido en eslabones clónicos de una cadena herrumbrosa que
nos aprisiona.
Lo que antaño se concibiera como una práctica herramienta de
clasificación del tiempo, se ha transformado al final en una fuente
de esclavitud y dependencia. Y todo ello basándose en un simple
mecanismo psicológico de identificación erróneamente aplicado.
Uno más de los muchos cortocircuitos que provoca el Sistema en
nuestra mente y mediante los cuales consigue convertirnos en sus
servidores.
GOBERNAR EL CALENDARIO
Así pues, debemos recuperar el control sobre nuestro tiempo de vida.
Evidentemente, no estamos invitando a las personas a dejar de usar
calendarios y horarios, ignorando los mecanismos de organización
temporal de la sociedad.
Eso sería absurdo y solo nos conduciría al aislamiento social.
Tratamos, simplemente, de recuperar el control sobre nuestras
mentes. Ser capaces de conectar y desconectar a voluntad nuestros
mecanismos psíquicos, cuándo y cómo queramos.
Y eso implica que debemos ser conscientes todo el tiempo de que esos
mecanismos están ahí, algo que empieza por identificarlos
adecuadamente.
El ejemplo del calendario es una muestra diáfana de como el Sistema
domina nuestra psique.
Hoy en día hay muchas personas que hablan de "liberarse de la
Matrix" o de "despertar la conciencia".
¿Pero de qué sirve tanto "despertar de conciencia" si no somos
capaces de neutralizar eficazmente los mecanismos más cotidianos que
tenemos delante de las narices y que rigen nuestra existencia día
tras día?
Habrá gente que considere que todas las elucubraciones mostradas en
este artículo son simplistas y que no llevan a ninguna parte, pues
están centradas en aspectos corrientes "sin importancia".
Pero precisamente son estos mecanismos que parecen tan ordinarios,
los que en realidad sostienen todo el Sistema en pie. Es algo que
resulta curioso...
Hay muchas personas capaces de discutir y poner en duda todas las
ideologías políticas, las leyes, el dinero, la religión o a Dios
mismo sin pestañear.
Pero si a esas mismas personas se las enfrenta con la falta de
sentido de los mecanismos cotidianos que rigen sus existencias, como
son las tradiciones, las costumbres o los calendarios, reaccionan
como si les arrancaran el alma de cuajo.
Estos hábitos psicológicos son su salvavidas, la última barrera de
creencias que las separa del vacío existencial.
Preferirán matar antes a Dios que poner en duda el calendario
o las tradiciones con las que cumplen escrupulosamente año tras año.
Y esto sucede porque los mecanismos de programación cotidiana son el
elemento clave que cohesiona todo el Sistema.
Si el Sistema fuera el muro de una gran represa que
embalsa el agua de un río, estos mecanismos cotidianos serían el
hormigón.
La mayoría de gente se empeña en derribar el muro del Sistema
invocando a las masas para que embistan la pared con todas sus
fuerzas, mientras se envuelven en gloriosas proclamas centradas en
la "igualdad", la "justicia social" o el "despertar de las
conciencias".
Pero es ridículo pensar que un muro que ha sido concebido para
embalsar millones de litros de agua y soportar su peso, se pueda
derribar solo empujando.
Ese muro se debe reventar desde dentro, en silencio y sin hacer
ruido. Como una semilla en el asfalto que hecha raíces hasta
resquebrajarlo de arriba a abajo.
Si queremos cambiar el mundo, debemos ser como millones de semillas
esparcidas por el hormigón de la presa, cada una de las cuales
genera una imperceptible grieta que poco a poco se va ensanchando
hasta provocar, cada una de ellas, un enorme boquete.
Se trata de una revolución cotidiana, íntima y personal, sin
líderes, doctrinas ni predicadores.
Una revolución de,
-
Individuos que toman conciencia de que los
"lunes" no existen y optan por desnudarse de sus
calendarios, amando sus días de vida como tesoros
irrepetibles…
-
Individuos que se desprenden de sus
creencias, de sus ideologías y de sus religiones; y de todas
las líneas imaginarias que generan fronteras en su mente…
-
Individuos que se despojan de todo uniforme…
-
¿Cómo manipulará el Sistema a individuos
que se deshacen de sus "ropajes" si su única forma de
manipularnos siempre ha sido ofrecernos un vestido
nuevo?
-
¿Cómo manipulas a una marioneta que ha
cortado sus hilos?
-
¿Cómo compras a una persona que sabe que
un abrazo o el beso de un ser querido es más valioso que
las llaves de una Ferrari?
-
¿Cómo subyugas a un individuo que aprecia
más un sorbo de agua fresca que un anillo de diamantes o
que sabe que un minuto de su vida vale más que todo el
oro del mundo?
Sin duda, estamos ante un muro enorme, una presa
capaz de soportar el empuje de miles de toneladas.
¿Pero sabes una cosa? No puede luchar contra una minúscula grieta…
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