del Sitio Web Quorum
Más allá de sus innegables ambiciones personales, los
inunda un entusiasmo desbordante por hacer algo diferente, por
cambiar el estado de situación actual, por aportar ese granito de
arena que puede modificar el rumbo de forma positiva.
No es necesario detenerse demasiado a analizar la
nómina de mecanismos utilizados para conseguirlo, aunque es probable
que ese sea el punto de inflexión, el quiebre moral que tuerce
definitivamente el recorrido.
A veces solo se trata de cargos menores, espacios
irrelevantes en términos generales, pero esa sensación de tomar
decisiones que impactarán en muchos es lo que lo vuelve mágico,
adictivo y, por lo tanto, corrupto,
Lo irrefutable es que la orientación de los
acontecimientos ya no tendrá que ver con lo tantas veces enunciado,
con el recitado políticamente correcto que motivaba a recorrer este
sendero que permitiría, hipotéticamente, cambiar el trayecto.
Ahora deben buscar la oportunidad para llevar adelante solo una parte de lo soñado.
Una larga lista de legítimos deseos quedará absolutamente enterrada. Lo que en el pasado debía modificarse, ahora no solo no es posible, sino que debe archivarse indiscutiblemente porque es una premisa que no puede ser vulnerada.
Seguramente no dirán que se trata de algo inmodificable pero recurrirán a eufemismos que sostendrán que,
Desde afuera era imperioso eliminar la corrupción, transparentar la gestión, trabajar para los ciudadanos hasta convertirse en un empleado de la sociedad dispuesto a servirle para conseguir lo que tantos anhelan. Hoy, desde adentro, los objetivos mutaron.
La prioridad es sostener el poder, y si fuera
posible concentrarlo, acrecentarlo, controlarlo todo, para
que la sociedad sea la que esté obligada a renovar su voto, no
necesariamente por disponer del mejor, sino porque el adversario
ocasional es algo peor.
Es cierto que algunos no resisten el proceso y
terminan siendo expulsados rápidamente para volver a sus lugares de
origen, con cierta sensación de frustración por no haber conseguido
sus genuinas metas. Los invade una inusitada impotencia que los
marcará de por vida, pero pueden sentirse orgullosos de no haber
sido parte de la indigna trituradora del poder.
Es así que consigue quebrar emocionalmente a aquellos
que, sin integridad, asistirán al derrumbe secuencial de sus
convicciones. Una vez que se recorren los primeros pasos y se
ingresa por ese callejón sin salida, nada tiene retorno.
Otros, los menos tolerantes con ciertas prácticas, desisten a tiempo o son expulsados.
La perversa regla de oro vigente les recordará
siempre, y sin piedad, que quienes entran al sistema deberán
recorrer la senda de la obnubilación.
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