por Andrés Roemer
14 Noviembre 2009
del Sitio
ElUniversal
No hay nada más fácil que el autoengaño.
Ya que lo que desea cada
hombre es lo primero que cree.
Demóstenes (384-322 AC)
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¿Te llevas mal con personas de un signo zodiacal en particular?
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¿Has
sentido cómo te miran por la espalda?
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¿Evitas pasar por debajo de
una escalera?
Si has respondido “sí”, entonces aunque te “creas”
ateo eres creyente.
La palabra en inglés belief, “creencia”, proviene de la alemana
gilouben, “tener en estima” o “amar”. Primero se utilizó en
doctrinas religiosas para referirse a la fe en Dios.
Hoy algunos
creen en la suerte, en la vida después de la muerte, en la telepatía
o en la libertad y la democracia. Por mucho tiempo científicos y
humanistas asumieron que las creencias religiosas y supersticiones
son producto del contexto en el que crecemos.
La racionalidad
terminaría por destruirlas, pero investigaciones sugieren que creer
es estrategia de supervivencia. Nos hemos valido de creencias para
dar sentido al mundo, pues reducen la incertidumbre y construyen
valores y objetivos comunes para la cohesión grupal.
¿Por qué construimos sistemas abstractos de creencias sin pruebas?
Al parecer, es nuestra única opción: creer.
Desde que nacemos,
dependemos de otros para enseñarnos cómo vivir y sobrevivir. Se nos
educa en un lenguaje y una religión, se nos enseña sobre ciencia y
civismo. Asumimos que esos son hechos, pero simplemente aprendemos
en qué creer. Aun siendo adultos, asumimos que lo que nos dicen los
demás es verdad, más si la idea apela a nuestras fantasías,
aspiraciones o instintos reptilianos.
Cuando se trata de creer carecemos de límites. Ya que no podemos
salirnos de nosotros mismos y examinar el mundo con otra perspectiva,
“creemos” casi todo lo que nos dicen para darle sentido al mundo.
En
palabras de Daniel Dennett, somos créelo-todos.
¿Podríamos vivir sin creer? Si hacemos a un lado nuestras creencias,
podríamos acabar en la duda perpetua; la cantidad de hormonas de
estrés que segregarían nuestros cerebros podrían atrofiarlo.
Así que
para sobrevivir es preferible asumir ciertas suposiciones como
verdad.
Se ha sugerido que hay genes que nos hacen proclives a tener
creencias espirituales. También se ha presentado evidencia que
correlaciona factores genéticos con el fundamentalismo religioso.
Pero los genes no hacen que alguien sea musulmán, hindú o católico;
las creencias son una decisión individual influida por el contexto
social y la libertad para escoger.
Si podemos elegir, ¿por qué es tan difícil abandonar viejas
creencias?
Los científicos piensan que rechazamos nuevas creencias
porque nuestro cerebro ya ha trabajado mucho estableciendo qué
deberíamos creer o no. Han quedado establecidos los circuitos
neuronales. Nuestros cerebros tienden a rechazar información que no
encaja con la experiencia y los conocimientos previos.
Mientras más
envejecemos más difícil es modificar nuestras creencias, en parte
debido a la arquitectura del cerebro envejecido.
No obstante, podemos modificar algunas creencias mientras avanzamos
en la vida. Éstas pueden estar estáticas, pero no son necesariamente
estáticas. Cada persona tiene el poder biológico para interrumpir
creencias perjudiciales y generar ideas nuevas.
Prueba de ello son
los más de 6 mil millones de sistemas de creencia en el mundo. Las
ideas nuevas pueden alterar los circuitos neuronales que gobiernan
cómo nos comportamos y qué creemos.
Curiosidad y creatividad nos ayudan a reinventar al mundo cada día,
buscando una realidad última a la que llamamos verdad, iluminación o
Dios. Mas la verdad es escurridiza. No importa cuánta evidencia
recolecte, su conocimiento siempre estará incompleto y será influido
por su contexto y creencias previas.
¿Cómo construir creencias más útiles para nuestra vida? Podemos ser
más cautelosos, convertirnos en escépticos: examinar si las
creencias son verdad y mantener la voluntad para considerar ambos
lados de un argumento. Alguien que no cree todo lo que piensa.
Por mi parte, si en algo creo es que este mundo necesita más
escépticos.
Permítanme terminar esta reflexión con una pregunta:
de
todas las creencias que tiene ¿cuál le perturbaría más descubrir que
es falsa?
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