por Brad Hunter
Abril 2013
del Sitio Web ElPlanetaUrbano

 

 


Un principio metafísico nos dice que los semejantes y los antagónicos son lo mismo, idénticos en naturaleza, pero diferentes en grado ¿No son el frío y el calor los extremos de la temperatura? ¿No son el amor y el odio los extremos de la emoción?

 

Esta ley nos permite entender que si queremos cambiar o revertir alguna situación desfavorable debemos aplicar el viejo lema "Al mal tiempo, buena cara".

En el instante en que inhalamos por primera vez nos asociamos a la mayor fuerza del universo:

el poder creacional.

El sentido de la vida es lograr materializar nuestros deseos interiores mediante la fuerza del sentimiento y el pensamiento.

 

No obstante, despertar dicho poder de materialización requiere de un cambio en la forma de todo aquello que creemos de nosotros mismos y de las dinámicas de creación de la realidad. Así como el sonido se propaga por el aire, nuestros pensamientos, sentimientos y creencias atraviesan el entramado cuántico para convertirse en una manifestación de optimismo o pesimismo, de salud o enfermedad, de amor o de odio, de paz o de violencia.

 

Somos los directores de orquesta de nuestra propia sinfonía.

 

De la misma manera que un músico afina su instrumento para mejorar el sonido de su melodía, nosotros podemos refinar nuestras propias formas de pensamiento y emociones para mejorar la frecuencia que propagamos por el éter y que determinarán el tenor de lo manifestado como realidad.

 

Cada vez que pensamos o sentimos, es un pedido que consciente o inconscientemente hacemos para preservar o destruir algo que conforma la existencia, incluso las cosas que establecen los parámetros de nuestra propia realidad y la de nuestros semejantes.

Existimos en una realidad mutable, maleable, que es el resultado de lo que individualmente y colectivamente sentimos, pensamos y creemos.

 

Todo, desde una célula de nuestro cuerpo hasta el logro de nuestros esfuerzos, depende de nuestra manera de pensar con respecto a nosotros mismos y nuestra propia creencia en lo que somos o no somos capaces de hacer.

 

Una vez escuché decir a un físico cuántico:

"Los milagros son el resultado de nuestro poder de cambiar aquello que nuestra falta de fe nos hace creer que es inalterable".

La ciencia, con el advenimiento de la nueva era del conocimiento cuántico, ha descubierto que las leyes de lo físico colapsan frente al potencial incomprendido de la mente y la fuerza del espíritu.

 

El hombre, desde que nació la ciencia, se dedicó a estudiar por separado lo que siempre estuvo unido dentro de un sistema holotrópico, aquello que permite a la parte ser una pieza constitutiva de un conjunto que es en sí mismo el movimiento hacia la totalidad y la unidad.

 

La disociación entre la ciencia y la espiritualidad comienza a fundirse en un punto en el cual se espiritualiza la ciencia y la espiritualidad se científica.

 



La ley de polaridad

Existe un principio metafísico que nos enseña que todo es doble, tiene dos polos.

 

Bajo esta ley universal,

  • los semejantes y los antagónicos son lo mismo

  • los opuestos son idénticos en naturaleza, pero diferentes en grado

  • los extremos se tocan

  • todas las verdades son medias verdades y todas las paradojas pueden reconciliarse

¿No son el frío y el calor los extremos de la temperatura? ¿No son el amor y el odio los extremos de la emoción?

 

Esta ley nos permite entender que si queremos cambiar o revertir alguna situación que no nos es favorable debemos aplicar el viejo lema,

"Al mal tiempo, buena cara".

Entonces, no podremos lograr un resultado favorable en el cambio de una realidad que nos es desfavorable si no nos polarizamos en el opuesto de aquello que deseamos revertir.

 

Los más variados experimentos realizados en los laboratorios científicos demuestran que enfocar nuestra atención (sentimiento, emoción, pensamiento y creencia en algo) cambia el resultado de un experimento del cual se conocía previamente su resultado.

 

Es decir que el experimentador influye con sus creencias en el resultado del experimento.

 

En este estadio de la investigación podemos asegurar, sin temor a equivocarnos, que somos los arquitectos de nuestra realidad. Nuestra "buena cara" cambia los patrones del "mal tiempo".

Las erróneas creencias científicas aún nos enseñan la dinámica inmutable de las leyes físicas. Durante cientos de años la ciencia condicionó nuestro poder creacional al apegarnos a la creencia de que nuestra experiencia interna nunca podría incidir en la afectación de los acontecimientos.

 

Esta idea equivocada ha logrado disociar la espiritualidad de la ciencia y a nosotros de nuestro mundo.

 

Hemos crecido creyéndonos víctimas de los acontecimientos y de creencias que nos hacen seres "pasivos" que observan cómo las cosas y los acontecimientos "suceden" simplemente sin razón aparente.

Ahora todo vuelve a nosotros, comenzamos a recuperar el protagonismo actoral, dentro de esta majestuosa película que llamamos realidad. Somos al mismo tiempo sus actores y directores.

 

En un mundo donde la mayor crisis de la historia de la humanidad se materializa amenazando nuestra supervivencia, es tiempo de tomar el timón del barco.

 



Diseñando la vida

Nosotros mismos somos el puente que une el pedido de lo que proyectamos con la materialización de lo proyectado.

 

Nuestras creencias son el conjunto que conforman las proyecciones mentales y emocionales de lo que enviamos al espacio cuántico, como un paquete de instrucciones, que termina siendo el plano constructivo del diseño de la realidad.

 

La construcción de la realidad no es otra cosa que la conjunción del tiempo, el espacio, la intensión y la energía constructiva que ordena las infinitas opciones latentes que existen como realidades potenciales. La experiencia que llamamos creencia tiene un efecto que se expande y proyecta mucho más allá de nosotros mismos hacia una matriz que es el espacio intangible en el cual el crear es posible.

 

Cuando nos aceptamos a nosotros mismos como creadores y aprendemos a sintonizarnos con la fuerza que nos permite crear, comenzamos a cambiar enfermedad por salud, odio por amor y nos abrimos a la posibilidad de ser coparticipadores del proceso de creación.

 

Probablemente no sea una coincidencia que durante el mismo lapso en que se nos ha alentado a adoptar creencias limitantes la humanidad haya sufrido las mayores calamidades producidas por guerras, plagas y persecuciones, además de haber causado los mayores daños al ecosistema jamás realizados.

 

Son precisamente estas creencias las que a menudo nos hacen sentirnos insignificantes, impotentes y temerosos de los acontecimientos y del propio futuro, cuando en verdad poseemos el potencial para hacer frente al desafío y para revertirlo.

  • ¿Qué sucedería si descubriéramos lo que somos capaces de hacer?

  • ¿Y si resulta que juntos podríamos convertirnos en poderosos emisores de energía con el potencial de transmutar cualquier situación desfavorable para el planeta?

  • ¿Cómo cambiarían nuestras vidas si despertamos al poder de crear abundancia para nuestras vidas, mediante la capacidad de comunicarnos cuánticamente con la matriz de creación?

Un cambio de paradigma semejante sería como un cambio radical de timón sobre lo que creemos que es posible y lo que no. Mientras nos sintamos seres separados e impotentes frente a lo creado, el conflicto, la separación y el sufrimiento tendrán sentido.

 

También si la ciencia revela que somos seres con un potencial enorme de transformación y creación, el conflicto, la separación y el sufrimiento dejarán de tener sentido.

 

Las puertas hacia el nuevo entendimiento están abiertas: la creación necesita creadores.