por Brian Tokar
del Sitio Web Avizora

 

 

 

Con sede justo a la salida de St.Louis, Missouri, la Compañía Química Monsanto fue fundada en 1901 por John Francis Queeny.

 

Queeny, un químico autodidacta, se trajo la tecnología para fabricar sacarina, el primer edulcorante artificial, de Alemania a los EE.UU. En los años 20, Monsanto se convirtió en uno de los principales fabricantes de ácido sulfúrico y otros productos químicos básicos para la industria, y es una de las cuatro empresas que han permanecido entre las diez mayores empresas químicas estadounidenses en cada década desde 1940

En los años 40, los plásticos y las fibras sintéticas se habían convertido en pilares del negocio de Monsanto. En 1947, un carguero francés que transportaba fertilizantes de nitrato amónico explotó en un muelle apenas a 80 m. de la fábrica de plásticos de Monsanto en Galveston, Texas. Murieron más de 500 personas en lo que se consideró uno de los primeros grandes desastres de la industria química.

 

La fábrica producía plásticos de estireno y poliestireno, que aún hoy son componentes importantes de los envases alimenticios y otros productos de consumo. En los años 80, la EPA (Agencia de Protección Medioambiental), catalogó al poliestireno como el quinto producto químico cuya producción genera más desechos peligrosos.

En 1929, la compañía química Swann, comprada poco después por Monsanto, desarrolló los PCB’s, que fueron ampliamente loados por su inflamabilidad y extremada estabilidad química. Los usos más extendidos fueron en la industria de equipamientos eléctricos, que adoptó a los PCBs como refrigerantes no-inflamables para su nueva generación de transformadores.

 

Hacia los 60, la creciente familia de PCB’s de Monsanto eran ya usados en masa como lubricantes, fluidos hidráulicos, ‘aceites cortantes’, protecciones water-proof y sellantes líquidos. Habían aparecido pruebas de los efectos tóxicos de los PCBs tan pronto como en los años 30, y científicos suecos que estudiaron los efectos biológicos del DDT habían encontrado concentraciones significativas de PCBs en la sangre, pelo y tejido graso de los animales salvajes en los años 60.

Las investigaciones durante los años 60 y 70 revelaron que los PCB y otros cloruros orgánicos aromáticos eran potentes agentes cancerígenos, y también los relacionaron con un amplio abanico de desórdenes inmunológicos, reproductivos y de crecimiento.

 

Su alta afinidad química con la materia orgánica, especialmente el tejido graso, es la responsable de las dramáticas tasas de bio-acumulación y su extensión a la cadena alimenticia acuática en el Norte: la merluza ártica, por ejemplo, contiene concentraciones de PCB 48 millones de veces superiores a las de las aguas en que se encuentra, y los mamíferos depredadores como los osos polares pueden tener concentraciones de PCB en sus tejidos aún 50 veces más grandes.

 

Aunque la fabricación de PCBs se prohibió en los EE.UU en 1976, sus efectos destructores y tóxicos persisten en el mundo entero.

El centro mundial de la producción de PCB era la fábrica de Monsanto en los suburbios de St.Louis Este, Illinois.

 

St.Louis Este es un suburbio económicamente subdesarrollado de manera crónica, al otro lado del Mississipi desde St.Louis, bordeado por dos grandes plantas de procesamiento de metales además de la fábrica de Monsanto.

"St. Louis Este", informa el periodista sobre temas de educación Jonathan Kozol, "tiene algunos de los niños más enfermos de América".

Kozol informa que la ciudad tiene la tasa más alta de muerte fetal y nacimientos prematuros en todo el Estado, la tercera tasa más alta de mortalidad infantil, y una de las más altas tasas de asma en todos los EE.UU.
 

 


Las dioxinas: un legado de contaminación

La gente de St.Louis Este sigue enfrentándose a los horrores de los altos niveles de exposición química, la pobreza, una infraestructura urbana deteriorada y el colapso incluso de los servicios municipales más básicos, pero la cercana ciudad de Times Beach, Missouri, se encontró tan contaminada de dioxinas que el gobierno de los EE.UU. ordenó su evacuación en 1982.

 

Aparentemente, la ciudad, así como varios propietarios de tierras, contrataron a una empresa para fumigar sus sucias calles con aceites de desecho para disminuir el polvo. El mismo contratista había sido contratado por compañías químicas locales para limpiar sus tanques de residuos llenos de dioxinas. Cuando 50 caballos, otros animales domésticos, y cientos de pájaros murieron en un polideportivo que había sido fumigado con ese aceite, se inició una investigación que finalmente rastreó las muertes a la dioxina proveniente de los tanques de residuos químicos.

 

Dos niñas que jugaban en el polideportivo se pusieron enfermas, una de ellas hospitalizada durante 4 meses con graves problemas renales, y muchos niños nacidos de madres expuestas al aceite contaminado de dioxinas mostraron pruebas de anormalidades en su sistema inmunológico y importantes disfunciones cerebrales.

Mientras Monsanto ha negado categóricamente cualquier conexión con el incidente de Times Beach, el grupo TBAG (Times Beach Action Group), de St.Louis, descubrió informes de laboratorio que documentaban la presencia de altas concentraciones de PCBs fabricados por Monsanto en diversas muestras de suelo contaminadas de la ciudad.

"Desde nuestro punto de vista, Monsanto está en el centro del problema aquí en Missouri" explica Steve Taylor, del TBAG.

Taylor reconoce que muchas cuestiones sobre Times Beach y otros lugares contaminados en la región permanecen sin respuesta, pero cita pruebas de que las investigaciones sobre la porquería fumigada en Times Beach se limitaron a las fuentes provenientes de empresas que no fueran Monsanto.

La tapadera sobre Times Beach alcanzó los niveles más altos de la administración Reagan en Washington. Las agencias medioambientales del Estado durante los años de Reagan se hicieron famosas por los repetidos tratos secretos de sus oficiales con agentes de la industria, en los cuales a las compañías favorecidas se les prometía vista gorda y multas mucho más reducidas.

 

La administradora de la EPA (Agencia de Protección del Medioambiente) nombrada por Reagan, Anne Gorsuch Burford, fue obligada a dimitir después de dos años en el cargo y su asistente especial, Rita Lavelle, fue castigada con seis meses de cárcel por perjurio y obstrucción de la justicia. En un incidente famoso, la Casa Blanca bajo Reagan ordenó a Burford entregar los documentos sobre Times Beach y otros lugares contaminados en los estados de Missouri y Arkansas, citando el "privilegio ejecutivo", y Lavelle fue citada a juicio inmediatamente después por destruir importantes documentos.

 

Un periodista de investigación del Philadelphia Inquirer identificó a Monsanto como una de las compañías químicas cuyos ejecutivos tenían frecuentes comidas y cenas con Lavelle. La evacuación que pedían los residentes de Times Beach se retrasó hasta 1982, 11 años después de descubrirse la primera contaminación, y 8 años después de identificarse las dioxinas como la causa.

La asociación de Monsanto con las dioxinas se puede rastrear hasta su fabricación del herbicida 2,4,5-T que empezó a finales de los 40.

"Casi inmediatamente, sus trabajadores empezaron a ponerse enfermos, con eczemas en la piel, dolores inexplicables en piernas, articulaciones y otras partes del cuerpo, debilidad, irritabilidad, nerviosismo y pérdida de la libido" explica Peter Sills, autor de un libro de próxima publicación sobre las dioxinas.

 

"Los memorándum internos muestran que la compañía sabía que estos hombres estaban tan enfermos como afirmaban, pero mantuvieron sus pruebas bien escondidas".

Una explosión en la planta de herbicidas de Monsanto en Nitro, West Virginia, en 1949 trajo una mayor atención a esas quejas.

 

El agente contaminante responsable de esas condiciones no fue identificado como la dioxina hasta 1957, pero el Cuerpo Químico del Ejército de los EE.UU. aparentemente se interesó por esta sustancia como un posible agente de guerra química. Una petición del St.Louis Journalism Review bajo la Ley de la Libertad de Información, reveló cerca de 600 páginas de informes y correspondencia entre Monsanto y el Cuerpo Químico del Ejército sobre el tema de este subproducto de los herbicidas, ya desde 1952.

El herbicida Agente Naranja, usado por las fuerzas militares estadounidenses para destruir el ecosistema de los bosques húmedos de Vietnam durante los 60, era una mezcla de 2,4,5-T y 2,4-D que se podían conseguir de diversas fuentes, pero el Agente Naranja de Monsanto tenía concentraciones de dioxina mucho más altas que el producido por Dow Chemical, el otro mayor fabricante del herbicida.

 

Esto hizo que Monsanto fuera la parte más importante de la defensa en la denuncia de los veteranos de la guerra del Vietnam en los EE.UU, que sufrían un abanico de síntomas debilitantes atribuible a la exposición al Agente Naranja. Cuando se alcanzó un acuerdo de $180 millones en 1984 entre 7 compañías químicas y los abogados de los veteranos, el juez ordenó a Monsanto que pagara el 45.5% del total

En los 80, Monsanto llevó a cabo una serie de estudios diseñados para minimizar su responsabilidad, no sólo en la denuncia del Agente Naranja, sino en continuos casos de contaminación de empleados en su planta de West Virgina. Un proceso de tres años y medio por parte de trabajadores del ferrocarril expuestos a las dioxinas al descarrilar un tren, reveló un modelo de manipulación de datos y diseño de experimentos manipulados en esos estudios.

 

Un agente de la EPA llegó a la conclusión que los estudios fueron manipulados para dar apoyo a la afirmación de Monsanto de que los efectos de las dioxinas se limitaban a la enfermedad de la piel, cloracne.

 

Los investigadores de Greenpeace, Jed Greer y Kenny Bruno, describen el resultado:

"Según los testimonios del juicio, Monsanto mezcló los casos de trabajadores expuestos y no-expuestos, borró arbitrariamente varios casos claves de cáncer, no verificó la clasificación de los casos de cloracne según los criterios comunes de la dermatitis industrial, no aseguró que los informes entregados y usados por los consultores no hubieran sido manipulados e hizo falsos comunicados sobre la contaminación por dioxinas en los productos de Monsanto"

El juicio, en que el jurado concedió una reparación por daños de $16 millones contra Monsanto, reveló que muchos de los productos de Monsanto, desde los herbicidas domésticos hasta el germicida Santophen que se usaba en el desinfectante Lysol, estaban conscientemente contaminados con dioxinas.

"Las pruebas contra los ejecutivos de Monsanto durante el juicio, muestran el retrato de una cultura de la empresa en que las ventas y los beneficios tenían mayor prioridad que la seguridad de los productos y los trabajadores", informaba el Toronto Globe and Mail al acabar el juicio.

 

"Simplemente no les importaban la salud y seguridad de sus trabajadores", explica Peter Sills. "En vez de intentar hacer las cosas más seguras, confiaron en la intimidación y amenazaron con despidos para mantener a sus empleados trabajando".

Un estudio subsiguiente por parte del Dr. Cate Jenkins, de la Rama de Desarrollo Normativo de la EPA, documentó una historia aún más sistemática de ciencia fraudulenta.

"De hecho, Monsanto ha remitido información falsa a la EPA que resultó directamente en normativas más leves bajo las leyes RCRA (Ley de Conservación y Recuperación de Recursos) y FIFRA (Ley Federal de Insecticidas, Fungicidas y Rodenticidas)" exclamaba el Dr. Jenkins en un memorándum de 1990 urgiendo a la agencia a llevar una investigación criminal contra la compañía.

Jenkins citaba documentos internos de Monsanto que revelaban que la empresa "manipuló" muestras de herbicidas enviadas al Departamento de Agricultura de los EE.UU, se escondió detrás de argumentos sobre la "química de procesos" para desviar los intentos para regular el 2,4-D y otros clorofenoles, escondió pruebas concernientes a la contaminación del Lysol, y excluyó a varios cientos de sus empleados más enfermos de sus estudios comparativos de salud.

"Monsanto encubrió la contaminación por dioxinas de un vasto abanico de sus productos. Monsanto no informó de diversas contaminaciones, enviando información falsa intentando mostrar que no había habido ninguna contaminación, y envió al gobierno muestras para analizar , que habían sido especialmente preparadas para que no existiera contaminación por dioxinas."



Herbicidas de nueva generación

Hoy, los herbicidas de glifosfatos como el Roundup suponen al menos una sexta parte de las ventas anuales de Monsanto y la mitad del beneficio operativo, quizás mucho más desde que la empresa separó sus divisiones de química industrial y fibras sintéticas creando una empresa separada, llamada Solutia, en septiembre de 1997.

 

Monsanto está promocionando agresivamente a Roundup como un herbicida de uso general seguro, para usar en cualquier sitio, desde césped a orquídeas a grandes bosques de coníferas, en los cuales se usa la fumigación aérea del herbicida para recortar el crecimiento de árboles de hoja caduca y fomentar el crecimiento de las más rentables coníferas.

 

La NCAP (Coalición del Noroeste para Alternativas a los Pesticidas), con base en Oregon, revisó 408 estudios científicos sobre los efectos de los glifosfatos y de las aminas polioxietilenas que también se usan en el Roundup, y llegó a la conclusión que el herbicida es mucho menos benigno de lo que sugiere la publicidad de Monsanto:

"Los síntomas del envenenamiento agudo en los humanos después de la ingestión de Roundup incluyen dolores gastrointestinales, vómitos, hinchazón de los pulmones, neumonía, pérdida de conciencia y destrucción de células rojas. Trabajadores que mezclaban, cargaban y aplicaban glifosfatos informaron de irritación de ojos y piel.

 

El Sistema de Monitorización de Incidentes con Pesticidas de la EPA tiene 109 informes de efectos sanitarios asociados con la exposición a los glifosfatos entre 1966 y octubre de 1980. Entre ellos se incluyen irritación de ojos y piel, náuseas, mareos, dolores de cabeza, diarreas, visión borrosa, fiebre y debilidad".

Es importante remarcar que las fechas 1966-1980 representan un periodo muy anterior al del uso extendido del Roundup.

Una serie de suicidios e intentos de suicidio en Japón durante los 80 usando Roundup, permitió a los científicos calcular la dosis letal en seis onzas.

 

El herbicida es 100 veces más tóxico para los peces que para las personas, es tóxico para los gusanos, las bacterias de la tierra y hongos beneficiosos, y los científicos han medido varios efectos fisiológicos directos del Roundup en peces y otras formas salvajes de vida, además de los efectos secundarios atribuibles a la destrucción de los bosques. La separación del glifosfato en N-nitrosoglifosfato y otros compuestos relacionados han incrementado las dudas sobre el posible potencial cancerígeno de los productos Roundup.

Un estudio en 1993 de la Escuela de Salud Pública en la Universidad de California en Berkeley, encontró que los glifosfatos eran la causa más común de enfermedades relacionadas con los pesticidas entre los trabajadores de mantenimiento de obras públicas en California, y la tercera causa entre los trabajadores agrícolas.

 

Un análisis de la literatura científica realizado en 1996 por los miembros de la Mesa Redonda sobre los Bosques de los Ciudadanos de Vermont (grupo que había hecho presión con éxito en la legislatura de Vermont para una prohibición estatal sobre el uso de herbicidas en la industria forestal), reveló nuevas pruebas de daños pulmonares, palpitaciones del corazón, náusea, problemas reproductivos, aberraciones en los cromosomas, y numerosos efectos más de la exposición al herbicida Roundup.

 

En 1997, Monsanto respondió a cinco años de quejas por parte del Fiscal General del Estado de Nueva York de que los anuncios de Roundup eran engañosos; la empresa alteró los anuncios eliminando la afirmación de que el herbicida es "biodegradable" y "respetuoso con el medio ambiente" y pagó $50.000 por las costas legales del Estado en el caso.

En 1998, Monsanto aceptó pagar una multa de $225.000 por etiquetar mal contenedores de Roundup en 75 ocasiones diferentes. Era la multa más alta jamás pagada en violación de los Estándares de Protección de los Trabajadores en la FIFRA. Según el Wall Street Journal, Monsanto distribuyó contenedores del herbicida con etiquetas que restringían la entrada a las áreas tratadas durante 4 horas en vez de las 12 horas requeridas.

 

Esta es sólo la última en una serie de multas y sentencias contra Monsanto en los EE.UU, incluyendo el pago de $108 millones por responsabilidad en el caso de la muerte por leucemia de un empleado en Texas en 1986, un arreglo de $648.000 por supuestamente dejar de dar los datos de salud requeridos a la EPA en 1990, una multa de $1 millón por el Fiscal General de Massachussets en 1991 en el caso de un escape de un contenedor de ácidos de 200.000 galones, un arreglo de $39 millones en Houston, Texas, referente al depósito de elementos químicos peligrosos en fosas no protegidas, y muchos más.

 

En 1995, Monsanto era la quinta en el ranking de empresas de los EE.UU en el Inventario de Residuos Tóxicos de la EPA, habiendo descargado 37 millones de libras de productos tóxicos en el aire, tierra, agua y subsuelo.
 

 


El Mundo Feliz de la Biotecnología

La agresiva promoción por parte de Monsanto de sus productos de biotecnología, desde la recombinante BGH (Hormona de Crecimiento Bovino) a las plantas de soja Roundup Ready y otras, a sus variedades de algodón resistentes a los insectos, es vista por muchos observadores como la continuación de muchas décadas de prácticas éticamente cuestionables.

"Las corporaciones tienen personalidades y Monsanto es una de las más malignas", explica el escritor Peter Sills. "Desde los herbicidas de Monsanto al desinfectante Santophen al BGH, parece que hacen todo lo posible para hacer daño a sus trabajadores y a los niños".

En un principio, Monsanto era una de cuatro compañías químicas que intentaban sacar al mercado una Hormona de Crecimiento Bovino sintética, producida en bacterias E.coli modificadas genéticamente para producir proteínas bovinas.

 

Otra era American Cyanamid, ahora propiedad de American Home Products, que está a punto de fusionarse con Monsanto. Los intentos de Monsanto durante 14 años para conseguir el permiso de la FDA (Agencia de Alimentos y Medicinas) para sacar la rBGH al mercado ha estado plagado de controversias, incluyendo alegaciones de un supuesto esfuerzo concertado para suprimir información sobre los efectos negativos de la hormona. Un veterinario de la FDA, Richard Burroughs, fue despedido después de acusar tanto a la compañía como a la agencia de suprimir y manipular datos para esconder los efectos de las inyecciones de rBGH sobre la salud de las vacas lecheras

En 1990, cuando la aprobación de la rBGH por la FDA parecía inminente, un patólogo veterinario de las instalaciones de investigación agrícola de la Universidad de Vermont mostró, a dos legisladores del Estado, datos previamente suprimidos que documentaban importantes incrementos en las tasas de infección de las ubres en las vacas que habían sido inyectadas con la entonces experimental hormona de Monsanto, así como una inusual cantidad de casos de defectos graves de nacimiento en las crías de vacas tratadas con rBGH.

 

Una revisión independiente de los datos de la Universidad por parte de un grupo en representación de las granjas regionales documentó problemas de salud adicionales en las vacas, asociados con la rBGH, incluyendo altas tasas de lesiones en cascos y piernas, dificultades metabólicas y reproductoras, e infecciones uterinas. La Oficina Presupuestaria del Congreso (GAO, General Accounting Office) intentó una investigación sobre el caso pero no pudo obtener los archivos necesarios de Monsanto y de la Universidad para continuar su investigación, en particular respecto a las sospechas de efectos teratogénicos y embriotóxicos.

 

Los auditores de la GAO llegaron a la conclusión que las vacas inyectadas con rBGH tenían una tasa de mastitis (infección de las ubres) un tercio mayor que las no tratadas, y recomendó más investigación sobre el riesgo de niveles más altos de antibióticos en la leche producida usando rBGH.

La rBGH de Monsanto fue aprobada para la venta comercial por la FDA en 1994.

 

El año siguiente, Mark Kastel de la Unión de Granjeros de Wisconsin dio a conocer un estudio con las experiencias de los granjeros de Wisconsin con la hormona. Sus resultados excedían los 21 potenciales problemas de salud que Monsanto había sido requerida a listar en las etiquetas de Posilac (nombre comercial del rBGH). Kastel encontró informes variados sobre muertes espontáneas entre vacas tratadas con rBGH, alta incidencia de infecciones de ubres, graves dificultades metabólicas y problemas de reproducción, y en algunos casos imposibilidad de ‘destetar’ a las vacas de la hormona.

 

Muchos granjeros experimentados que probaron el rBGH de repente tuvieron que reemplazar grandes partes de su rebaño.

 

En vez de examinar las causas de las quejas de los granjeros sobre el rBGH, Monsanto pasó a la ofensiva, amenazando con denunciar a las pequeñas empresas lecheras que anunciaran sus productos como libres de la hormona, y participando en el litigio, junto a varias asociaciones de productores de leche, contra la primera y única ley de etiquetado obligatorio de la rBGH en los EE.UU.

 

A pesar de ello, las pruebas de los efectos dañinos de la rBGH en la salud tanto de las vacas como de las personas continuaron acumulándose.

Mientras los herbicidas y los productos modificados genéticamente de Monsanto han sido un foco de controversia público durante años, sus productos farmacéuticos también tienen un pésimo historial. El producto estrella de la empresa de fármacos subsidiaria de Monsanto, G.D. Searle es el edulcorante artificial aspártamo, vendido con las marcas Nutrasweet y Equal.

 

En 1981, cuatro años antes de que Monsanto comprara Searle, un Equipo de Investigación de la FDA, compuesto por tres científicos independientes, confirmó los informes que habían estado circulando durante ocho años acerca de que "el aspártamo puede inducir tumores cerebrales". La FDA revocó la licencia de Searle para vender aspártamo, aunque luego la decisión fue de nuevo revocada bajo el mandato de un nuevo comisionado nombrado por Ronald Reagan.

Un estudio de 1996 en el Diario de Neuropatología y Neurología Experimental ha renovado las dudas, al asociar el aspártamo con un fuerte incremento de cánceres cerebrales justo después que se pusiera a la venta la sustancia. El Dr.Erik Millstone de la Unidad de Investigación sobre las Políticas Científicas de la Universidad de Sussex cita una serie de informes de los años 80 que relacionan el aspártamo con un amplio muestrario de reacciones adversas en consumidores sensibles, incluyendo dolores de cabeza, visión nublada, pérdida de sensibilidad, pérdida de oído, dolores musculares y ataques de tipo epiléptico, entre muchas más.

 

En 1989, Searle de nuevo se enfrentó a la FDA, que acusó a la compañía de publicidad engañosa en el caso de su fármaco anti-úlcera, Cytotec. La FDA decía que los anuncios estaban diseñados para vender el fármaco a una audiencia mucho más amplia y más joven de lo que aconsejaba la agencia. Searle/Monsanto fue obligada a sacar un anuncio en varias revistas médicas bajo el título "Publicado para corregir un anuncio previo que la FDA considera engañoso"
 

 


La limpieza de cara de Monsanto

Dada esta larga y tormentosa historia, es fácil entender porqué muchos ciudadanos bien informados en Europa y EE.UU dudan antes de confiar a Monsanto el futuro de nuestra comida y nuestra salud.

 

Pero Monsanto está haciendo todo lo que puede para aparecer impertérrita ante esa oposición. A través de esfuerzos como su campaña de publicidad de 1 millón de libras en Gran Bretaña, su esponsorización de una nueva exposición sobre Biodiversidad con la más avanzada tecnología, en el Museo Americano de Historia Natural en Nueva York, y muchos otros, están intentando parecer más concienciados, más ‘verdes’, y más progresistas incluso que sus oponentes.

En los EE.UU están impulsando su imagen, y posiblemente influyendo en las políticas, con el apoyo de gente en los más altos niveles de la administración Clinton. En mayo de 1997, Mickey Kantor, arquitecto de la campaña electoral de Bill Clinton en 1992 y Representante Comercial de los EE.UU durante el primer mandato de Clinton, fue elegido como miembro del Consejo de Dirección de Monsanto.

 

Marcia Hale, antigua asistente personal del Presidente, ha trabajado como relaciones públicas de Monsanto en Gran Bretaña. El Vice-Presidente, Al Gore, bien conocido en los EE.UU por sus escritos y discursos sobre el medio ambiente, ha sido un ferviente defensor de la biotecnología al menos desde sus días en el Senado. El Consejero Principal de Política Doméstica de Gore, David.W.Beier, fue previamente el Director de Asuntos Gubernamentales en la empresa Genentech, Inc.

Bajo el mando del CEO Robert Shapiro, Monsanto ha puesto toda la carne en el asador para transformar su imagen de proveedor de productos químicos peligrosos a la de una institución ilustrada, con la vista puesta en el futuro, luchando por alimentar al mundo. Shapiro, que empezó a trabajar en G.D.Searle en 1979 y llegó a presidente de la División Nutrasweet en 1982, es miembro del Comité Asesor para las Políticas y Negociaciones Comerciales del Presidente, y antes cumplió un mandato como miembro del Equipo de Revisión de la Política Doméstica de la Casa Blanca.

 

Se describe a sí mismo como un visionario y un Hombre del Renacimiento, con la misión de usar los recursos de la compañía para cambiar el mundo:

"La única razón para trabajar en una gran compañía es que tienes la posibilidad de hacer cosas en una escala tan grande que realmente es importante" dijo en una entrevista para Business Ethics, revista estrella del movimiento para los "negocios socialmente responsables" en los EE.UU.

Shapiro se hace pocas ilusiones sobre la reputación de Monsanto en los EE.UU, recordando con comprensión el dilema de muchos empleados de Monsanto cuando muchos hijos de sus vecinos arrugan la nariz cuando descubren dónde trabaja ese empleado.

 

Está ansioso por demostrar que él comparte el deseo generalizado de un cambio de sistema, y está resuelto a redirigir ese deseo hacia los fines de su compañía, como demostró en una reciente entrevista con el Harvard Business Review:

"No es una cuestión de buenos chicos y malos chicos. No tiene ningún sentido decir, "Con que estos malos chicos cerraran su negocio, el mundo ya iría bien". El sistema en su conjunto tiene que cambiar; hay una inmensa oportunidad para la reinvención".

Por supuesto, el sistema reinventado de Shapiro es uno en el que las inmensas corporaciones no sólo continúan existiendo, sino que ejercitan un control aún mayor sobre nuestras vidas.

 

Pero Monsanto se ha reformado, se nos dice.

 

Se han deshecho con éxito de sus divisiones de química industrial y ahora están concentrados en sustituir productos químicos por "información" bajo el disfraz de semillas genéticamente modificadas y otros productos de la biotecnología. Esta es una postura irónica por parte de una compañía cuyo producto más rentable es un herbicida, y cuyo aditivo alimenticio más conocido parece que está haciendo enfermar a mucha gente. Es un papel poco probable para una compañía que intenta intimidar a sus críticos con denuncias y suprimir las críticas en los medios.

El último Informe Anual de Monsanto, no obstante, demuestra claramente que ha aprendido todas las palabras clave. Roundup no es un herbicida, es una herramienta para minimizar la labranza y disminuir la erosión del suelo. Las cosechas genéticamente modificadas no son un tema de beneficios para Monsanto, son para resolver el inexorable problema del crecimiento de la población. La biotecnología no es reducir todo lo vivo al rango de materias primas - cosas para ser compradas, vendidas, puestas en el mercado y patentadas - sino que en realidad fomenta lo contrario: la sustitución de productos manufacturados en masa con una vasta gama de productos especializados hechos a medida. Esto es Doble Lenguaje del más alto nivel.

Finalmente, debemos creernos que la agresiva promoción de la biotecnología por parte de Monsanto no es sólo un asunto de simple arrogancia empresarial, sino más bien el resultado de un simple hecho de la naturaleza.

 

Se les presenta a los lectores del Informe Anual de Monsanto una analogía entre el rápido crecimiento actual en el número de pares base de ADNs identificados con el crecimiento exponencial de la miniaturización en la industria electrónica que empezó en los 60. Monsanto ha bautizado el supuesto crecimiento exponencial de lo que denomina "conocimiento biológico" nada más y nada menos que como "Ley de Monsanto". Como cualquier otra ley de la naturaleza, uno no tiene más opción que ver realizarse sus predicciones y, en este caso, la predicción es nada menos que el continuo crecimiento exponencial de la expansión global de Monsanto

Pero el crecimiento de cualquier tecnología no es simplemente una "ley de la naturaleza".

 

Las tecnologías no son fuerzas sociales por sí mismas, ni simples "herramientas" neutras que pueden usarse para satisfacer cualquier fin social que deseemos. Más bien son productos de instituciones sociales e intereses económicos concretos. Una vez un curso particular de desarrollo tecnológico se pone en marcha, puede tener consecuencias mucho más amplias de lo que previeron sus creadores: cuanto más poderosa la tecnología, más profundas las consecuencias

Por ejemplo, la así llamada "Revolución Verde" de la agricultura en los 60 y 70 incrementó temporalmente los rendimientos de las cosechas, y también hizo a los agricultores de todo el mundo cada vez más dependientes de costosos productos químicos. Esto provocó inmensos desplazamientos de gente de sus tierras, y en muchos países ha minado el suelo, el agua y la base social de la tierra que había sostenido a la gente durante milenios. Estos movimientos de gente a gran escala han fomentado el crecimiento de la población, la urbanización y la marginación social, que a su vez han llevado a un nuevo ciclo de pobreza y hambre

La "segunda Revolución verde" que prometen Monsanto y otras compañías de biotecnología amenazan con traer aún mayores conflictos en la propiedad tradicional de las tierras y en las relaciones sociales.

 

Al rechazar a Monsanto y su biotecnología, no estamos rechazando necesariamente la tecnología per se, sino intentado reemplazar una tecnología de manipulación, control y beneficios que va contra la vida, con una tecnología genuinamente ecológica, diseñada para respetar las reglas de la naturaleza, mejorar la salud personal y de la comunidad, sostener a las comunidades basadas en la tierra, y operar en una escala verdaderamente humana.

 

Si creemos en la democracia, es imperativo que tengamos el derecho de escoger qué tecnologías son mejores para nuestras comunidades, en vez de que decidan por nosotros instituciones que no responden ante nadie como Monsanto. En vez de tecnologías diseñadas para el continuo enriquecimiento de unos pocos, podemos basar nuestra tecnología en la esperanza de una mayor armonía entre nuestras comunidades humanas y el mundo natural.

 

Nuestra salud, nuestra comida, y el futuro de la vida en la Tierra realmente dependen de este balance


 


 


Monsanto

Una historia en entredicho

por Brian Tokar

Free-News

Globalización Salud Ecología

del Sitio Web FreeNews
 

Brian Tokar es autor de «Earth for Sale» (South End Press, 1997) y «The Green Alternative» (New Society Publishers, 1992).

Es profesor en el Instituto de Ecología Social y en el Goddard College, en Plainfield, Vermont, EE.UU.

 

Los anuncios de Monsanto en Gran Bretaña y los EE.UU. presentan a esta compañía como una empresa visionaria, una fuerza de la historia mundial, que trabaja para aportar la ciencia de vanguardia y una actitud ambientalmente responsable a la solución de los problemas más urgentes de la Humanidad.

 

Pero,

  • ¿Qué es en realidad Monsanto?

  • ¿Cuál es su origen?

  • ¿Cómo llegó a ser el segundo productor mundial de agroquímicos, uno de los principales proveedores de semillas y dentro de poco, con la inminente fusión con «American Home Products», el mayor vendedor de medicamentos de los EE.UU.?

  • ¿Qué tienen que decir sobre la empresa sus trabajadores, sus clientes y otras personas en cuyas vidas ha influido?

  • ¿Es Monsanto la compañía «limpia y verde» que proclaman sus anuncios, o este nuevo rostro es sólo el resultado de una inteligente operación de imagen?.

Una mirada a su historia nos da algunas claves reveladoras, y puede ayudarnos a entender mejor las prácticas actuales de la compañía.
 

 


Los PCBs

En 1929, la Swann Chemical Company, adquirida poco después por Monsanto, desarrolló los bifenilos policlorados (PCBs por sus siglas en inglés), que fueron muy alabados por su extraordinaria estabilidad química y su ininflamabilidad. Su uso más frecuente se dio en la industria de equipos eléctricos, que escogió los PCBs como refrigerantes incombustibles de una nueva generación de transformadores.

 

En el transcurso de los años 60, los compuestos de la cada vez más numerosa familia de los PCBs de Monsanto fueron también usados como lubricantes, líquidos hidráulicos, aceites lubricantes de herramientas, revestimientos impermeables y selladores líquidos. Las pruebas de los efectos tóxicos de los PCBs se remontan a los años 30, y científicos suecos que estudiaban los efectos biológicos del DDT comenzaron a hallar concentraciones significativas de PCBs en la sangre, pelo y tejidos grasos de los animales salvajes en la década de los 604.

La investigación durante los años 60 y 70 reveló que los PCBs y otros compuestos organoclorados aromáticos eran carcinógenos poderosos, y también los relacionó con un amplio conjunto de trastornos reproductivos, de desarrollo y del sistema inmunológico [ver el artículo de J. Cummins en esta revista. La afinidad química de estos compuestos por las grasas es responsable de sus enormes tasas de acumulación y bioconcentración, así como de su expansión a través de la cadena alimenticia marina en el Norte del mundo.

 

El bacalao ártico, por ejemplo, presenta concentraciones de PCBs 48 millones de veces mayores que las de las aguas en las que vive, y los mamíferos predadores, como el oso polar, pueden albergar concentraciones que superan en más de 50 veces las del bacalao. Aunque la fabricación de PCBs se prohibió en los Estados Unidos en 1976, sus efectos tóxicos y perturbadores del sistema endocrino persisten en todo el mundo6.

El centro mundial de producción de PCBs era la planta de Monsanto en las afueras de East St. Louis, Illinois. East St. Louis es un suburbio con un empobrecimiento crónico, situado en la orilla del río Mississippi opuesta a St. Louis, y flanqueado por dos grandes plantas metalúrgicas, además de las instalaciones de Monsanto. El escritor sobre temas educativos Jonathan Kozol afirma que «East St. Louis tiene algunos de los niños más enfermos de América».

 

Kozol informa que la ciudad tiene la tasa más alta de muerte fetal y de nacimientos prematuros del estado, la tercera tasa más alta de mortalidad infantil, y uno de los índices más altos de asma infantil en los EE.UU.7
 

 


Dioxinas: Una herencia de contaminación

Los habitantes de East St. Louis continúan soportando los horrores de una alta exposición a productos tóxicos, la pobreza, el deterioro de la infraestructura urbana, y el colapso de incluso los más básicos servicios públicos, pero la cercana ciudad de Times Beach, Missouri, fue evacuada en 1982 por orden del gobierno de los EE.UU., debido a que estaba totalmente contaminada con dioxinas.

 

Al parecer, el ayuntamiento, así como varios propietarios privados, pagaron a un contratista para que regara sus calles con aceites de deshecho para mantener el polvo pegado al suelo. El mismo contratista había sido contratado por empresas químicas locales para vaciar sus tanques de lodos contaminados con dioxinas.

 

Cuando 50 caballos, otros animales domésticos y cientos de pájaros silvestres murieron en una plaza cubierta que había sido regada con el aceite, se ordenó una investigación que acabó relacionando las muertes con la dioxina de los tanques de lodos químicos8. Dos niñas que jugaban en la plaza cayeron enfermas, y una de ellas fué hospitalizada durante cuatro semanas con una importante afección renal, y muchos más niños nacidos de madres expuestas al aceite contaminado con dioxina dieron pruebas de anormalidades en el sistema inmunológico y de disfunción cerebral significativa9.

Si bien Monsanto ha negado siempre cualquier relación con el incidente de Times Beach, el grupo Times Beach (TBAG), con sede en San Luis, reveló informes de laboratorio que demostraban la presencia de grandes concentraciones de PCBs fabricados por Monsanto en muestras de suelo contaminado de la ciudad10.

 

Steve Taylor, del TBAG, explica que

«Desde nuestro punto de vista, Monsanto está en el meollo del problema aquí en Missouri».

Taylor reconoce que muchas cuestiones acerca de Times Beach y otros lugares contaminados de la región siguen sin respuesta, pero cita pruebas de que las investigaciones detalladas del lodo con que se regó Times Beach se limitaron a aquellas fuentes que procedían de compañías diferentes a Monsanto.

El encubrimiento del caso «Times Beach» alcanzó a los niveles más altos de la administración Reagan entonces en el poder. Las agencias medioambientales durante la época de Reagan se hicieron célebres por los repetidos acuerdos de tapadillo de sus funcionarios con representantes de la industria, en virtud de los cuales, las empresas se beneficiaban de tolerancia ante la ley y de multas muy rebajadas.

 

La administradora de la EPA, nombrada por Reagan, Anne Gorsuch Burford, fue obligada a dimitir tras dos años en el cargo, y su asistente especial, Rita Lavelle, fue encarcelada seis meses por perjurio y obstrucción a la justicia. La Casa Blanca de los tiempos de Reagan ordenó a Burford que no entregara documentos sobre Times Beach y otros lugares contaminados en los Estados de Missouri y Arkansas, alegando «privilegio ejecutivo», y más adelante, Lavelle fue llamada a declarar por haber destruido importantes documentos11.

 

Un periodista de investigación para el periódico Philadelphia Inquirer identificó a Monsanto como una de las compañías químicas cuyos ejecutivos organizaban frecuentes comidas y cenas con Lavelle12. La evacuación solicitada por los residentes de Times Beach se aplazó hasta 1982, once años después del descubrimiento de la contaminación, y ocho años después de que se identificara a la dioxina como la causa de la misma

La relación de Monsanto con la dioxina se remonta a la fabricación del herbicida 2,4,5-T, que comenzó a finales de la década de los 40.

«Casi inmediatamente, los trabajadores comenzaron a enfermar, con erupciones en la piel, dolores inexplicables en las extremidades, articulaciones y otras partes del cuerpo, debilidad, irritabilidad, nerviosismo y pérdida del deseo sexual», explica Peter Sills, autor de un libro sobre la dioxina a punto de aparecer.

 

«Documentos internos muestran que la compañía sabía que aquellas personas estaban realmente tan enfermas como decían, pero la empresa mantuvo todas las pruebas ocultas13».

Una explosión en la planta de herbicidas Nitro de Monsanto en West Virginia en 1949, atrajo aún más atención sobre estas quejas. El contaminante responsable de las dolencias de los trabajadores no fue identificado como dioxina hasta 1957, pero antes de esa fecha, los especialistas en guerra química del ejército de los EE.UU. se habían interesado por dicha sustancia como una posible arma química.

 

A consecuencia de una petición de la revista St. Louis Journalism Review, invocando la Ley de la Libertad de Información de EE.UU., se descubrieron casi 600 páginas de informes y correspondencia entre Monsanto y los especialistas en guerra química del ejército de los EE.UU. sobre este subproducto de la fabricación de herbicidas; algunos de estos documentos eran de 195214.
 

 


Agente Naranja: El envenenamiento de Vietnam

El herbicida conocido como Agente Naranja, que fue usado por las fuerzas militares de los EE.UU. para defoliar los ecosistemas de selva tropical de Vietnam durante los años 60, era una mezcla de 2,4,5-T y 2,4-D que provenía de varias fuentes, pero el Agente Naranja de Monsanto tenía concentraciones de dioxina muchas veces superiores al producido por Dow Chemical, el otro gran productor del defoliante.

 

Esto convirtió a Monsanto en el principal acusado en la demanda interpuesta por veteranos de la guerra del Vietnam, que experimentaron un conjunto de síntomas de debilidad atribuibles a la exposición al Agente Naranja. Cuando en 1984 se alcanzó un acuerdo de indemnización por valor de 180 millones de dólares entre siete compañías químicas y los abogados de los veteranos, el juez ordenó a Monsanto pagar el 45,5% del total15.

En los años 80, Monsanto emprendió una serie de estudios con el fin de minimizar su responsabilidad, no sólo en la causa del Agente Naranja, sino en reiterados casos de contaminación de sus trabajadores en su planta de West Virginia. Un caso judicial de tres años y medio de duración, derivado de una denuncia de trabajadores ferroviarios expuestos a la dioxina a consecuencia de un descarrilamiento, reveló la existencia de datos manipulados y diseño experimental engañoso en dichos estudios.

 

Un funcionario de la EPA concluyó que los estudios fueron manipulados para apoyar la posición de Monsanto, que defendía que los efectos de la dioxina se limitaban al cloracné (una enfermedad de la piel)16.

 

Los investigadores de Greenpeace Jed Greer y Kenny Bruno describen el resultado:

«De acuerdo con testimonios dados en el juicio, Monsanto clasificó mal a trabajadores expuestos y no expuestos, borró arbitrariamente varios casos claves de cáncer, no verificó la clasificación de pacientes con cloracné según los criterios comunes de dermatitis industrial, no dio seguridades de que los registros aportados no estuvieran manipulados e hizo falsas afirmaciones sobre la contaminación por dioxina en los productos de Monsanto17».

El caso judicial, en el cual el jurado condenó a Monsanto a un total de 16 millones de dólares en concepto de multa y compensación por daños, reveló que muchos de los productos de la compañía, desde herbicidas caseros al germicida Santophen, utilizado en tiempos en el desinfectante Lysol, estaban contaminados con dioxina y que esta contaminación se conocía.

«Las declaraciones de los ejecutivos de Monsanto en el juicio pusieron de manifiesto una cultura empresarial en la que las ventas y los beneficios tenían prioridad sobre la seguridad de los productos y de los trabajadores», informó el periódico Toronto Globe and Mail (Canadá) tras el final del juicio18.

 

Como explica el autor Peter Sills, «simplemente no se preocupaban de la salud y la seguridad de sus trabajadores»; «En vez de intentar mejorar la seguridad, acudieron a la intimidación y amenazaron con despidos para mantener a sus empleados trabajando».

Una revisión posterior del Dr. Cate Jenkins, de la EPA's Regulatory Development Branch, puso de manifiesto una relación aún más sistemática de casos de ciencia fraudulenta.

 

El Dr. Jenkins informó en un memorando en 1990 que «Monsanto remitió información falsa a la EPA, cuyo resultado fueron normativas más laxas en las leyes de regulación (Resources Conservation and Recovery Act y Federal Insecticide, Fungicide and Rodenticide Act)», al tiempo que urgía a la Agencia a que emprendiera una investigación criminal de la compañía. Jenkins citó documentos internos de Monsanto que revelaban que la compañía «adulteró» muestras de herbicidas que se remitieron al Departamento de Agricultura de los EE.UU., se escudó en argumentos de la «química de los procesos» para desviar los intentos de regular el 2,4-D y varios clorofenoles, ocultó pruebas sobre la contaminación del Lysol, y excluyó a varios cientos de sus antiguos empleados más enfermos de sus estudios comparados de salud19.

Monsanto ocultó la contaminación con dioxina de muchos de sus productos.

 

En unos casos, Monsanto no informó de la contaminación, en otros dio información falsa con el fin de demostrar que no existía contaminación y, por último, en algunos casos, remitió muestras para que las analizara el gobierno que habían sido preparadas para que la contaminación con dioxina no existiera.
 

 


Roundup: El herbicida más vendido del mundo

Hoy día los herbicidas de glifosato, tales como el Roundup, representan al menos una sexta parte de las ventas anuales totales de Monsanto, y la mitad de los ingresos por operaciones de la compañía20, o quizá algo más desde que la compañía segregó sus actividades de productos químicos industriales y tejidos sintéticos en una empresa aparte, llamada Solutia (en septiembre de 1997).

 

Monsanto promociona agresivamente el Roundup como un herbicida seguro y de uso general en cualquier lugar, desde céspedes y huertos hasta grandes bosques de coníferas, donde se utiliza la fumigación aérea para impedir el crecimiento de plantones de frondosas y matorrales, y favorecer así el crecimiento de árboles rentables como abetos y piceas21.

 

La organización North West Coalition for Alternatives to Pesticides (NCAP), con sede en Oregón, revisó más de 40 estudios científicos sobre los efectos del glifosato y de las aminas polioxietilénicas (usadas como agentes tensioactivos en el Roundup), y concluyó que el herbicida es mucho menos inocuo de lo que dicen los anuncios de Monsanto [Más sobre el Roundup en el artículo de J. Mendelson].

En 1997, Monsanto respondió a cinco años de quejas del fiscal general del estado de Nueva York de que sus anuncios del Roundup eran engañosos, cambiando sus anuncios en el sentido de borrar las referencias a la «biodegradabilidad» y al carácter «ambientalmente positivo» del herbicida. La empresa hubo de pagar 50.000 dólares de costas en el caso22.

En marzo de 1998, Monsanto accedió a pagar una multa de 225.000 dólares por etiquetar mal contenedores de Roundup en 75 ocasiones diferentes. La multa fue la mayor cantidad jamás pagada por violar las normas de protección de los trabajadores contenidas en la FIFRA (Federal Insecticide, Fungicide and Rodenticide Act).

 

Según el diario Wall Street Journal, Monsanto distribuyó contenedores del herbicida, con etiquetas restringiendo la entrada en las áreas tratadas con dicho herbicida, solamente durante cuatro horas en lugar de las 12 horas necesarias23.

Esta es la última de una serie de grandes multas y decisiones judiciales contra Monsanto en los EE.UU., incluyendo 108 millones de dólares por responsabilidad en el caso de la muerte por leucemia de un empleado tejano en 1986, una indemnización de 648.000 dólares por no comunicar a la EPA unos datos sanitarios que le fueron requeridos en 1990, una multa de 1 millón impuesta por el fiscal general del estado de Massachusetts en 1991 por el vertido de unos 750.000 litros de agua residual ácida, otra indemnización de 39 millones en Houston (Tejas), por depositar productos peligrosos en pozos sin aislamiento, y muchos otros casos24.

 

En 1995, Monsanto era la quinta empresa de EE.UU. en el inventario de vertidos tóxicos de la EPA, con 16,8 millones de kg. de productos químicos tóxicos descargados en tierra, aire, agua y subsuelo25.

Los productos farmacéuticos de Monsanto tienen también un historial inquietante. El producto estrella de la compañía farmacéutica GD Searle, subsidiaria de Monsanto, es el edulcorante artificial «aspartame», vendido bajo los nombres comerciales de Nutrasweet y Equal.

 

En 1981, cuatro años antes de que Monsanto comprase Searle, un comité consultivo de la FDA (Food and Drug Administration) compuesto por tres científicos independientes, confirmó informes que habían estado circulando desde hacía ocho años, y que afirmaban que «el aspartame podría inducir tumores cerebrales26».

 

La FDA retiró a Searle la licencia de venta del aspartame, pero esta decisión fue anulada por un nuevo comisionado nombrado por el presidente Ronald Reagan.

Un estudio de 1996 publicado en la revista científica Journal of Neuropathology and Experimental Neurology ha suscitado de nuevo la preocupación, relacionando el aspartame con un incremento súbito de cánceres cerebrales a poco de introducirse la substancia. El Dr. Erik Millstone, de la Unidad de Investigación sobre Política Científica de la Universidad de Sussex (Inglaterra), cita una serie de informes de los años 80, que relacionan el aspartame con un conjunto amplio de reacciones adversas en consumidores sensibles, incluyendo dolores de cabeza, visión borrosa, entumecimiento, pérdida de audición, espasmos musculares y ataques inducidos de tipo epiléptico, entre otras muchas27.

 

En 1989, Searle tuvo de nuevo problemas con la FDA28, que acusó a la empresa de publicidad engañosa en el caso de su medicina antiúlcera, Cytotec. La FDA dijo que los anuncios estaban dirigidos a una población mucho más amplia y joven de lo que había aconsejado la agencia (FDA).

 

Se le exigió a Searle/Monsanto que retirara de varias revistas médicas un anuncio con el título «Publicado para corregir un anuncio previo que la FDA consideró engañoso29».
 

 


El «Mundo Feliz» de la biotecnología

La agresiva promoción que Monsanto realiza de sus productos biotecnológicos, desde la hormona recombinante del crecimiento bovino (rBGH) a la soja «Roundup Ready» y a sus variedades de algodón resistentes a los insectos, resulta a ojos de cualquier observador como una continuación de sus largas décadas de prácticas éticamente discutibles.

Originalmente, Monsanto fue una de las cuatro empresas que querían poner en el mercado una hormona sintética del crecimiento bovino, producida por la bacteria E. coli manipulada genéticamente para producir la proteína bovina. Otra de las empresas fue American Cyanamid, ahora propiedad de American Home Products, la cual está en un proceso de fusión con Monsanto.

 

Como describe en esta revista Jennifer Ferrara, el esfuerzo de Monsanto, que duró 14 años, para lograr la aprobación de la FDA a la comercialización de la BGH recombinante, estuvo lleno de controversias, llegándose a denunciar un esfuerzo coordinado para suprimir información sobre los efectos perjudiciales de la hormona. Un veterinario de la FDA, Richard Burroughs, fue despedido después de acusar a la empresa y a la agencia de suprimir y manipular datos para ocultar los efectos de la rBGH en la salud de las vacas lecheras30.

En 1990, cuando parecía inminente la aprobación de la rBGH por parte de la FDA, un patólogo veterinario del laboratorio de investigación agraria de la Universidad de Vermont, proporcionó a dos legisladores del estado varios datos anteriormente suprimidos, que describían un aumento significativo en las tasas de infección de ubres en vacas inyectadas con la hormona (entonces experimental) de Monsanto, además de una incidencia anormal en los defectos de nacimiento consistentes en graves deformaciones en los descendientes de las vacas tratadas con rBGH31.

 

Una revisión independiente de los datos de la Universidad realizada por un grupo regional de defensa de los agricultores, denunció nuevos problemas de salud para las vacas debidos a la rBGH, como gran incidencia de lesiones en pezuñas y patas, dificultades reproductivas y metabólicas e infecciones uterinas. La GAO (US Congress's General Accounting Office), intentó investigar el caso, pero no pudo obtener los documentos necesarios de Monsanto y de la Universidad que le permitiera llevar a cabo su investigación, en concreto respecto a los efectos teratogénicos y embriotóxicos que se sospechaban.

 

La GAO concluyó que las vacas inyectadas con la rBGH tenían tasas de mastitis (infección de las ubres) superiores en un tercio a las vacas sin tratar, y recomendó que se investigará más el riesgo de niveles elevados de antibióticos en la leche producida usando rBGH32.

La hormona de Monsanto se aprobó por la FDA para su venta comercial a principios de 1994. El año siguiente, Mark Kastel, de la Unión de Agricultores de Wisconsin, hizo público un estudio de las experiencias de los granjeros de Wisconsin con la droga. Sus hallazgos excedieron los 21 problemas potenciales de salud que Monsanto fue obligada a incluir en la etiqueta de advertencia de su marca Posilac (nombre comercial de la rBGH).

 

Kastel halló muchos informes de muertes espontáneas entre vacas tratadas con rBGH, alta incidencia de infecciones de ubres, graves dificultades metabólicas y problemas en los partos y, en algunos casos, imposibilidad de apartar a las vacas tratadas de la substancia, a la que se habían habituado. Muchos ganaderos experimentados que usaron la rBGH tuvieron que reemplazar de repente una buena parte de sus rebaños33.

 

En lugar de responder a las causas de las quejas de los ganaderos sobre la rBGH, Monsanto emprendió la ofensiva, amenazando con querellarse contra las pequeñas empresas lecheras que anunciaban sus productos como libres de la hormona artificial, y participando en una demanda interpuesta por varias asociaciones industriales de comercio contra la primera (y única) ley de etiquetado obligatorio para la rBGH en los EE.UU.34.

 

Todo ello mientras aumentaban las pruebas de los efectos perjudiciales de la rBGH en la salud de las vacas y de las personas35.
 

 


La soja «Roundup-Ready»

Los esfuerzos para impedir el etiquetado de las exportaciones estadounidenses de soja y maíz manipulados genéticamente, parecen indicar que Monsanto sigue aplicando las tácticas ingeniadas por la compañía para sofocar las quejas contra la hormona de la leche. Si bien Monsanto argumenta que su soja «Roundup Ready» (conocida también por su abreviatura RRS) acabará por reducir el consumo de herbicidas, el uso generalizado de variedades de cultivos tolerantes a los herbicidas significará, más bien, un aumento de la dependencia de los agricultores del herbicida.

 

Las malas hierbas que aparecen después de que el herbicida original se haya dispersado o degradado, se tratan a menudo con más aplicaciones de herbicida36.

«Esto aumentará el uso del herbicida» declaró Bill Christison, un agricultor de soja de Missouri a Kenny Bruno de Greenpeace Internacional. «Si hay algo que ayude a vender la RRS es el hecho de que se puede cultivar una área llena de malas hierbas y usar productos químicos para combatir el problema, lo cual no es lo que se debería hacer37».

Christison refuta la afirmación de Monsanto de que las semillas resistentes a los herbicidas son necesarias para reducir la erosión del suelo fruto del laboreo excesivo, y cuenta que los agricultores del Medio Oeste han desarrollado numerosos métodos propios para reducir el uso total de herbicidas.

Por otra parte, Monsanto ha aumentado su producción de Roundup en los últimos años. Con la patente de Roundup en los EE.UU. a punto de expirar (año 2000), y con una competencia de productos genéricos de glifosato surgiendo en todo el mundo, el «paquete» de herbicida Roundup y semillas «Roundup Ready» se ha convertido en la piedra angular de la estrategia de Monsanto para seguir aumentando sus ventas de herbicida38.

 

Los posibles efectos ambientales y sanitarios de los cultivos tolerantes al Roundup no han sido investigados completamente; por ejemplo, los efectos alergénicos, el carácter invasivo o de mala hierba de estos cultivos y la posibilidad de que la resistencia al herbicida se transfiera vía polen a otras semillas de soja o a otras plantas emparentadas39.

Mientras que los problemas con la soja resistente a herbicidas son despreciados como algo muy genérico y especulativo, la experiencia de los algodoneros estadounidenses con las semillas manipuladas genéticamente por Monsanto constituye una historia muy diferente. Desde 1996 Monsanto ha sacado dos variedades de algodón manipulado genéticamente; una es una variedad resistente al Roundup, y la otra, llamada «Bollgard», segrega una toxina bacteriana para controlar los daños producidos por tres plagas importantes del algodón.

 

La toxina, derivada del Bacillus thuringiensis (B.t.), se ha utilizado por los agricultores ecológicos desde los primeros años 70 en forma de un aerosol natural bacteriano. Pero a diferencia de las bacterias B.t., que viven relativamente poco y segregan su toxina en una forma que sólo se activa en los sistemas digestivos alcalinos de ciertos gusanos y orugas, los cultivos B.t. modificados genéticamente segregan una forma activa de la toxina a lo largo del ciclo vital de la planta40. Gran parte del maíz genéticamente manipulado del mercado es una variedad con capacidad de segregar esta toxina bacteriana, ideada para repeler al gusano de la raíz del maíz y a otras plagas comunes.

El primer problema, ampliamente predicho, de estos cultivos que segregan plaguicidas es que la presencia de la toxina en todo el ciclo vital de la planta favorece la aparición de cepas resistentes al B.t. entre los insectos. La EPA de los EE.UU. ha determinado que una resistencia extendida al B.t. puede convertir en inefectivas las aplicaciones naturales de la bacteria B.t. en apenas tres o cinco años, y pide a los agricultores que planten hasta un 40% de sus cultivos con algodón no manipulado genéticamente, para que sirva de «refugio» a los insectos y evitar la aparición de resistencias al B.t..

 

En segundo lugar, la toxina segregada por estas plantas puede dañar a insectos beneficiosos, además de aquellas otras especies que los agricultores quieren eliminar41.

Pero los efectos nocivos del algodón «Bollgard» han resultado ser mucho más rápidos de lo esperado, tanto que Monsanto y sus socios han retirado del mercado más de 2 millones de kilos de semillas de algodón manipuladas genéticamente, y han acordado pagar a los cultivadores del Sur de los EE.UU. una indemnización de muchos millones de dólares. Tres agricultores que rechazaron el acuerdo con Monsanto consiguieron que el «Missisippi Seed Arbitration Council» les compensara con 2 millones de dólares42.

 

De acuerdo con varios testimonios publicados, las plantas no sólo fueron atacadas por el gusano de la bola del algodón (al que, según Monsanto, eran resistentes), sino que la germinación fue desigual, los rendimientos fueron bajos y las plantas eran deformes, de acuerdo con varios testimonios publicados43. Algunos agricultores informaron de pérdidas de hasta el 50% de la cosecha. Los agricultores que plantaron el algodón de Monsanto resistente al Roundup tuvieron también cosechas muy escasas, con vainas deformes del algodón, que se desprendían de repente de la planta pasadas las tres cuartas partes del período de crecimiento44.

A pesar de estos problemas, Monsanto sigue fomentando el uso de la ingeniería genética en la agricultura al tomar el control de muchas de las mayores y más establecidas empresas de semillas en los EE.UU. Monsanto es ya el dueño de «Holdens Foundation Seeds», que suministra el germoplasma utilizado en un 25-35 % de la superficie de los maizales de EE.UU., y de «Asgrow Agronomics», la cual es descrita por la propia Monsanto como «el primer productor, mejorador y distribuidor de semillas de soja en los EE.UU.45».

 

En la primavera de este año (1998), Monsanto completó su adquisición de «Dc Kaib Genetics», la segunda gran compañía de semillas de los EE.UU. y la novena del mundo, así como de «Delta and Pine Land», la mayor compañía de semilla de algodón del país46. Con estas dos adquisiciones, Monsanto controla ahora el 85% del mercado estadounidense de semillas de algodón47.

La compañía sigue también en otros países esta agresiva política de adquisiciones de empresas y de venta de productos. En 1997, Monsanto compró «Sementes Agroceres S.A.», descrita como «la principal empresa de semillas de maíz de Brasil», con una cuota de mercado del 30%48.

 

A principios de este año (1998), la Policía Federal de Brasil investigó una denuncia de importación ilegal de al menos 200 sacos de judías de soja transgénica, algunos de las cuales provenían de una filial argentina de Monsanto49. Según la ley brasileña, los productos transgénicos extranjeros solo pueden entrar en el país tras un período de cuarentena y de pruebas para prevenir posibles daños a la flora nativa. En Canada, Monsanto tuvo que retirar 60.000 sacos de semilla de colza transgénica (conocida como «canola») en 1997.

 

Al parecer, el cargamento de semillas resistentes al Roundup contenía un gen insertado distinto del que había sido aprobado para su consumo humano y animal50.
 

 


Shapiro, el fabricante de imagen


Con esta larga e inquietante historia, se entiende porqué muchos ciudadanos informados de Europa y EE.UU. se resisten a confiar a Monsanto el futuro de nuestra comida y nuestra salud. Pero Monsanto hace todo lo que puede para aparecer como no afectado por esta oposición.

 

A través de iniciativas como su masiva campaña publicitaria en Gran Bretaña, su patrocinio de una nueva exposición de alta tecnología con el tema de la Biodiversidad en el Museo Americano de Historia Natural de Nueva York, y muchas otras, está intentando aparecer más verde, más justa y con más visión de futuro que sus propios opositores.

En los EE.UU. está manteniendo su imagen, y probablemente influyendo en las políticas que le afectan, con el apoyo de personas en los niveles más altos de la administración de Clinton. En mayo de 1997, Mickey Kantor, artífice de la campaña electoral de Clinton en 1992 y Representante de Comercio de los EE.UU. durante el primer mandato de Clinton, fue elegido para ocupar un asiento en el Comité de Directores de Monsanto. Marcia Hale, antigua asistente personal del presidente, ha sido una ejecutiva de relaciones públicas de Monsanto en Gran Bretaña51.

 

El Vicepresidente Al Gore, que es muy conocido por sus discursos y textos sobre el medio ambiente, ha sido un partidario abierto de la biotecnología al menos desde su época de senador52. El asesor principal de política interior de Gore, David W. Beier, había sido antes Director de Asuntos Gubernamentales de Genentech, Inc.53.

Bajo el CEO (presidente) Robert Shapiro, Monsanto ha apartado todos los obstáculos para transformar su imagen de un suministrador de productos químicos peligrosos en una institución ilustrada y con visión de futuro, que lucha para alimentar al mundo. Shapiro, que entró a trabajar para GD Searle en 1979 y se convirtió en el presidente de su grupo Nutrasweet en 1982, forma parte del comité asesor presidencial para política comercial y negociaciones, y fue durante un mandato miembro de la «White House Domestic Policy Review54».

 

Se describe a sí mismo como un visionario y un hombre renacentista, encargado de la misión de usar los recursos de la compañía para cambiar el mundo. La única razón para trabajar en una gran compañía es que, así, uno tiene la capacidad de hacer cosas realmente importantes a gran escala, son declaraciones que él mismo hizo a un periodista de Business Ethics, la revista estrella de la organización «Socially responsible business» de EE.UU.55.

Shapiro alberga pocas ilusiones sobre la reputación de Monsanto en los Estados Unidos, y muchas veces narra con simpatía el dilema de muchos empleados de Monsanto, los hijos de cuyos vecinos podrían dar un respingo al enterarse de donde trabajaban.

 

Está ansioso por demostrar que no desentona del extendido deseo de un cambio sistémico y está dispuesto a redirigir dicho deseo hacia los fines de su empresa, como declaró en una entrevista para la revista Harvard Business Review:

«No es un problema de buenos y malos. No sirve para nada decir «si los malos se fueran, entonces el mundo iría bien»; es el sistema entero el que ha de cambiar; hay una gran oportunidad para reinventarlo56».

Por descontado que el sistema «reinventado» de Shapiro es tal que no sólo continúan existiendo las grandes empresas, sino que además éstas ejercen cada vez un mayor control sobre nuestras vidas.

 

Pero últimamente se nos dice que Monsanto se ha reformado, que se ha desprendido con éxito de sus divisiones de industria química y que se ha comprometido a reemplazar los productos químicos con «información», en forma de semillas manipuladas genéticamente y otros productos de la biotecnología. Esto no deja de ser una ironía viniendo de una compañía cuyo producto más rentable es un herbicida; la nueva imagen que está fabricando para Monsanto es muy poco verosímil sobre todo tratándose de una empresa que se dedica a intimidar a los críticos con demandas judiciales y a suprimir las críticas en los medios de comunicación.

Sin embargo, el último Informe Anual de Monsanto demuestra claramente que han aprendido a utilizar la charlatanería adecuada. Así, Roundup no es un herbicida, sino una forma de minimizar las labores del suelo y reducir la erosión. Los cultivos de ingeniería genética no son simplemente fuentes de beneficio para Monsanto, sino que surgen para resolver el problema inexorable del crecimiento de la población.

 

La biotecnología no implica la reducción de todos los seres vivos a la categoría de mercancías para ser vendidas y compradas en el mercado y patentadas, sino que es el heraldo de la «desmercantilización»: la sustitución de productos únicos producidos en masa por un amplio surtido de productos hechos a medida y especializados57.

 

Estos son ejemplos eximios del «Neolenguaje», que Orwell imaginó en su novela «1984».

Por último, se nos quiere hacer creer que la agresiva promoción de la biotecnología que lleva a cabo Monsanto no es fruto de la arrogancia empresarial, sino simplemente una «ley de la naturaleza». Los lectores del Informe Anual de Monsanto se encuentran con una analogía entre el rápido crecimiento del número de pares de bases identificadas en el ADN y la tendencia exponencial de la miniaturización en la industria electrónica, que ya empezó en los años 1960.

 

Monsanto ha bautizado el aparente crecimiento exponencial de lo que llama «conocimiento biológico» con el nombre de «Ley de Monsanto» -nada menos-. Como con cualquier otra presunta ley de la Naturaleza, poco se puede hacer fuera de observar cómo se cumplen sus predicciones, y en este caso, la predicción es ni más ni menos que el crecimiento exponencial continuo del poder mundial de Monsanto.

Pero el crecimiento de cualquier tecnología no es simplemente una «ley de la naturaleza». Las tecnologías no son fuerzas sociales en sí mismas, ni simples herramientas neutrales que se pueden utilizar para alcanzar cualquier fin social, sino el producto de unas instituciones sociales y de unos intereses económicos particulares. Una vez que se toma un camino particular de desarrollo tecnológico, las consecuencias pueden ir mucho más lejos de lo que sus creadores podrían haber predicho: cuanto más poderosa sea la tecnología, más profundas pueden ser sus consecuencias.

Por ejemplo, la llamada «Revolución Verde» de la agricultura de los años 60 y 70 aumentó temporalmente los rendimientos de los cultivos, e hizo también a agricultores de todas las partes del mundo cada más dependientes de costosos insumos químicos. Esto provocó desplazamientos generalizados de campesinos fuera de sus tierras, y en muchos países ha ido en detrimento del suelo, las aguas subterráneas y las tierras comunales, que han sustentado a la gente durante miles de años58.

 

Estos desequilibrios a gran escala han alimentado el crecimiento de la población, la urbanización y la pérdida de poder social de las comunidades, lo que ha conducido a su vez a otro ciclo de empobrecimiento y hambre.

La «Segunda Revolución Verde», prometida por Monsanto y otras compañías biotecnológicas, amenaza con una destrucción aún mayor de las relaciones sociales y de la posesión tradicional de la tierra. Al rechazar a Monsanto y su biotecnología, no estamos necesariamente rechazando la tecnología «per se», sino que queremos reemplazar una tecnología de manipulación, control y beneficios, que niega la vida, por otra verdaderamente ecológica, diseñada para respetar el funcionamiento de la Naturaleza, mejorar la salud personal y comunitaria, sustentar a las comunidades que viven de la tierra y operar a una escala genuinamente humana.

 

Si creemos en la democracia, es necesario que podamos elegir qué tecnologías son las mejores para nuestras comunidades, en lugar de que decidan por nosotros entidades a las que es muy difícil pedir responsabilidades, como Monsanto. En vez de tecnologías ideadas para el enriquecimiento continuo de unos pocos, podemos basar nuestra tecnología en la esperanza de una mayor armonía entre nuestras comunidades humanas y el mundo material. Nuestra salud, nuestros alimentos y el futuro de la vida en la Tierra están realmente en juego.

Vamos a examinar la verdadera naturaleza de los productos «estrella» de Monsanto y sus efectos en la salud y el medio ambiente.
 

 


Referencias

1«Chemical Producers: Dow Chemical, DuPont, Monsanto and Union Carbide have ranked among Top 10 biggest chemical makers since 1940», Chemical and Engineering News, 12 de enero de 1998, página 193.
2Marc S. Reisch, «From Coal Tar to Crafting a Wealth of Diversity», Chemical and Engineering News, 12 de enero de 1988, página 90.
3Pamela Peck, «Wermont's Polystyrene (Styrofoam) Boycott», Barre, Vermont: Vermonters Organized for Cleanup, 1989.
4Theo Colborn, Dianne Dumanoski y John Peterson Myers, «Our Stolen Future», Nueva York: Penguin Books, 1996, página 90 (Existe traducción al castellano: «Nuestro Futuro Robado», Ecoespaña Editorial-Proyecto 2050 G.A.I.A., Madrid (Estado español), 1997, página 114).
5Michelle Allsopp, Pat Costner y Paul Johson, «Body of Evidence: The effects of chlorine on human health», University of Exeter, Greenpeace Research Laboratories, Mayo de 1995.
6Colborn y col., op. cit. (referencia 4), páginas 118-135.
7Jonathan Kozol, Savage Inequalities: Children in America's Schools, Nueva York, Crown Publishers, 1991, páginas 7, 20.
8«Death of Animals Laid to Chemical», New York Times, 28 de agosto de 1974, página 36.
9Colborn y col., op. cit. (referencia 4), página 147.
10Times Beach Action Group, «Citizen Inquiry Uncovers Blatant Violation of Environmental Law Surrounding the Proposed Times Beach Incinerator», St. Louis, Noviembre de 1995.
11Philip Shabecoff, A Fierce Green Fire: The American Environmental Movement, Nueva York, Hill and Wang, 1993, páginas 210-212; Brian Tokar, Earth for Sale: Reclaiming Ecology in the Age of Corporate Greenwash, Boston, South End Press, 1997, páginas 59-60; Times Beach Action Group, op. cit.
12Lisa Martino-Taylor, «Legacy of Doubt», Three River Confluence, número 7/8, otoño de 1997, página 27.
13Comunicación personal, 5 de agosto de 1998.
14Peter Downs, «Is the Pentagon Involved?», St. Louis Journalism Review, junio de 1998.
15Peter H. Schuck, Agent Orange on Trial: Mass Toxic Disasters in the Courts, Cambridge, Massachusetts: Harvard University Press, 1987, páginas 86-87, 155-164. Monsanto producía el 29,5% del Agente Naranja (la empresa Dow Chemical producía el 28,6%), pero algunas partidas de Agente Naranja de Monsanto contenían cantidades de dioxina 47 veces superiores (e incluso mas) a las cantidades de dioxina en las partidas de Dow. Los otros imputados en el caso eran Hercules Chemical, Diamond Shamrock, T.H. Agriculture and Nutrition, Thompson Chemicals y Uniroyal.
16Cate Jenkins, «Criminal Investigation of Monsanto Corporation -Cover-up of Dioxin Contamination in Products- Falsification of Dioxin Health Studies», USEPA Regulatory Development Branch, noviembre de 1990.
17«Monsanto corporation: A case study in greenwash science», in Jed Greer y Kenny Bruno, Greenwash: The Reality Behind Corporate Environmentalism, Penang, Malaysia: Third World Network, 1996, página 141.
18Jock Ferguson: «Chemical company accused of hiding presence of dioxins», Toronto Globe and Mail, 19 de febrero de 1990, página A9. La condena a pagar una multa y los daños en el caso de Kemner contra Monsanto fué revocada dos años más tarde tras una apelación.
19Cate Jenkins, op. cit. (referencia 16).
20Analista de inversiones Dain Bosworth, citado en Kenny Bruno, «Say it Ain't Soy, Monsanto», Multinational Monitor, volumen 18, número 1-2, enero-febrero de 1997; Mark Arax y Jeanne Brokaw, «No Way Around Roundup», Mother Jones, enero-febrero de 1997.
21Testimonio de la «Champion Paper Company», Vermont Forest Resources Advisory Council, Island Pond, Vermont, 26 de junio de 1996.
22Pesticide Action Network de América del Norte, «Monsanto Agrees to Change Ads and EPA fines Northrup King», 10 de enero de 1997.
23«Case of Mislabelled Herbicide Results in $225,000 Penalty», Wall Street Journal, 25 de marzo de 1998, página B9.
24J. Greer y K. Bruno, op. cit. (referencia 17), páginas 145-146.
25Citado en Sarah Anderson y John Cavanegh, «The Top 10 List», The Nation, 8 de diciembre de 1997, página 8.
26Citado en Peter Montague, «Britain Cancer Update», Rachel's Environment and Health Weekly, 4 de noviembre de 1996.
27Erik Millstone, «Increasing Brain Tumour Rates: Is There a Link to Aspartame?», University of Sussex Science Policy Research Unit, octubre de 1996.
28Ibid.
29Richard Koenig «Rich in New Products, Monsanto Must Only Get Them on the Market», Wall Street Journal, 18 de mayo de 1990.
30Craig Canine, «Hear No Evil», Eating Well, julio/agosto de 1991, páginas 41-47; Brian Tokar, «The False Promise of Biotechnology», Z Magazine, febrero de 1992, páginas 27-32; Debbie Brighton, «Cow Safety, BGH and Burroughs», Organic Farmer, primavera de 1990, página 21.
31Andrew Christiansen, «Recombinant Bovine Growth Hormone: Alarming Tests, Unfounded Approval», Rural Vermont, julio de 1995; ver también
Brian Tokar, op. cit. (referencia 11), páginas 28-29.
32A. Christiansen, ibid., páginas 10, 17; U. S. General Accouting Office, «FDA's Review of Recombinant Bovine Growth Hormone», 6 de agosto de 1992 (GAO/PEMD-92-96).
33Mark Kastel «Down in the Farm: The Real BGH Story», Rural Vermont, otoño de 1995.
34Brian Tokar, «Biotechnology: The debate heats up», Z Magazine, junio de 1995, páginas 49-55; Diane Gershon, «Monsanto sues over BST», Nature, volumen 368, 31 de marzo de 1994, página 384. La ley de etiquetado del estado de Vermont fué defendida por dicho estado basándose en la preferencia del consumidor, no en la salud pública, y fué finalmente anulada por un juez federal, que estableció que el etiquetado obligatorio indicando el uso de la rBGH era una violación del derecho constitucional de las empresas al secreto profesional.
35D. S. Kronfeld, «Health management of dairy herds treated with bovine somatotropin», Journal of the American Veterinary Medical Association, volum 204, número 1, enero de 1994, páginas 116-130; Samuel S. Epstein, «Unlabelled Milk from Cows Treated with Biosynthetic Growth Hormones: A Case of Regulatory Abdicdation», International Jornal of Health Services, volumen 26, número 1, 1996, páginas 173-185.
36Sonja Schmitz, «Cloning Profits: The Revolution in Agricultural Biotechnology», University of Vermont, 1998 (en proceso de publicación).
37Op. cit. en la referencia 20.
38Monsanto Company 1997 Annual Report, páginas 16, 37.
39«Roundup Ready Soybean: A Critique of Monsanto's Risk Evaluation», Greenpeace, Chicago, USA, 1997.
40Hope Shand, «Bacillus Thuringiensis: Industry Frenzy and a Host of Issues», Journal of Pesticide Reform, volumen 9, número 1, primavera de 1989, páginas 18-21; Ricarda A. Steinbrecher, «From Green to Gene Revolution: The Environmental Risks of Genetically Engineered Crops», The Ecologist, volumen 26, número 6, noviembre/diciembre 1996, páginas 273-281; Brian Tokar, «Biotechnology vs. Biodiversity», Wild Earth, volumen 6, número 1, primavera de 1996, páginas 50-55.
41Union of Concerned Scientists, «EPA Requires Large Refuges», The Gene Exchange, verano de 1998, página 1; Union of Concerned Scientists, «Transgenic insect-resistant crops harm beneficial insects», The Gene Exchange, verano de 1998, página 4; Union of Concerned Scientists, «Managing Resistance to Bt», The Gene Exchange, volumen 6, número 2/3, diciembre de 1995, páginas 4-7.
42Allen R. Myerson, «Monsanto Paying Delta Farmers to Settle Genetic Seed Complaints», New York Times, 24 de febrero de 1998, página D9; «Monsanto to Pay Cotton Farmers», Financial Times (US Edition), 25 de febrero de 1998; Union of Concerned Scientists, «Mississipi Seed Arbitration Council Rules Against Monsanto», The Gene Exchange, verano de 1998, página 1.
43Union of Concerned Scientists, «Bt Cotton Fails to Control Bollworm», The Gene Exchange, volumen 7, número 1, diciembre de 1996, página 1; Susan Benson, Mark Arax y Rachel Burstein, «A Growing Concern», Mother Jones, enero/febrero de 1997; Anne Reifenberg y Rhonda L. Rundle, «Buggy Cotton May Cast Doubt on New Seeds», Wall Street Journal, 23 de julio de 1996.
44Union of Concerned Scientists, «Unexpected Boll Drop in Glyphosate-Resistant Cotton», The Gene Exchange, otoño de 1997, página 1; Pesticide Action Network North America, «Problems with Herbicide Tolerant Cotton in US», 7 de octubre de 1997.
45RAFI Communiqué, The Life Industry 1997: The Global Enterprises that Dominate Commercial Agriculture, Food and Health, Rural Advancement Foundation International, noviembre/diciembre de 1997. El comentario acerca de Asgrow fué citado por Brewster Kneen en «The Ram's Horn», número 160, junio de 1998, página 2.
46Monsanto Company 1997 Annual Report, página 17; RAFI Communiqué, op. cit. (referencia 45); Union of Concerned Scientists, «Expanding in New Dimension: Monsanto and the Food System», The Gene Exchange, diciembre de 1996, página 11.
47Edward Hammond, Pat Mooney y Hope Shand, «Monsanto Takes Terminator», Rural Advancement Foundation International, 14 de mayo de 1998.
48RAFI Communiqué, op. cit. (referencia 45).
49«Invesatigation: Police close circle around illegal cultivation of soybeans», Correio Braziliense, 31 de enero de 1998.
50Peter Monatgue, «Genetic Engineering Error», Rachl's Environmental and Health Weekly, 5 de junio de 1997.
51Beth Burrows, «Government Workers Go Biotech», Edmonds Institute, 19 de mayo de 1997.
52Ver, por ejemplo, Senador Al Gore, «Planning a New Biotechnology Policy», Harvard Journal of Law and Technology, volumen 5, otoño de 1991, páginas 19-30.
53«Genentech Names Moore New Head of Government Affairs Office Based in Washington, DC», comunicado de prensa de la compañía Genentech.
54Página de Monsanto en la «World Wide Web»: http://www.monsanto.com/MonPub
/NewMonsanto/Officers/BioShapiro.html.
55Mary Scott, «Interview: Robert Shapiro. Can we trust the maker of Agent Orange to genetically engineer our food?», Business Ethics, enero/febrero de 1996, página 49.
56Joan Magretta, «Growth Through Sustainability: An Interview with Monsanto's CEO, Robert Shapiro», Harvard Business Review, enero/febrero de 1997, páginas 80-81.
57Monsanto Company 1997 Annual Report, página 10.
58Ver, por ejemplo, Vandana Shiva, «The Violence of The Green Revolution: Third World Agriculture, Ecology and Politics», London, Zed Books, 1991.

 



 


Ingeniería Genética Fuera de Control

The Ecologist

1998

Parece que la producción de cultivos de ingeniería genética en Estados Unidos está fuera de control. Esa es al menos la opinión de Monsanto, el mayor productor de semillas de soja modificadas genéticamente.

 

Recientemente, en una entrevista con Geoff Tansey, Monsanto declaró que,

«el año pasado teníamos un millón de acres de soja en todo el mundo, este año tenemos de 8 a 10 millones. El único límite para esta extensión es la disponibilidad de semillas».

Cabe presumir que el distinto nivel de conocimiento que sin duda tenemos de la ingeniería genética también va a aumentar exponencialmente, ya que sería lo único que justificara un incremento de producción a tal escala.
 


La locura de Monsanto
El director ejecutivo de la compañía, Bob Shapiro (foto), habla de la «Ley de Monsanto», subproducto de la «Ley de Moore», llamada así por Gordon Moore, cofundador del fabricante de chips para ordenadores Intel Corp, que fue el primero en predecir que la potencia de los ordenadores se doblaría más o menos cada 18 meses.

 

Al aplicar la tecnología de la información a la biología, Shapiro promete en la Ley de Monsanto que la información genética se doblará cada uno o dos años, lo que traerá un aumento exponencial de nuevos productos.

 

Mientras que el trabajo en un principio se centraba en cambiar un solo gen, ahora los científicos trabajan en la manipulación de varios genes en una planta para cambiar sus propiedades de forma radical