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  por Wilhelm Reich
 
			del Sitio Web
			
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							Índice 
							
							
							
							
							El experimento ORANUR - 
						Observaciones introductorias
							
							
							
							Los hechos en orden cronológico
							
							
							
							La energía orgónica degenera (DOR) 
						- El "morbo oranúrico"
							
							
							
							Reacciones biológicas específicas
							
							
							
							La reacción oranúrica en cadena de 
						la atmósfera
							
							
							
							Desarrollo de los hechos en Orgonon 
						a partir del 6-2-1951
							
							
							
							Resultados del experimento Oranur 
						en los cobayas
							
							
							
							Medidas sanitarias y evacuación de 
						los colaboradores enfermos
							
							
							
							Uno de nuestros médicos al borde 
						de la muerte
							
							
							
							Interrupción del experimento Oranur
							
							
							
							Situación a finales de Marzo de 1951 (15 semanas después del 
			comienzo del experimento Oranur)
							
							
							
							Morbo oranúrico y efectos de los 
						Rayos X
							
							
							
							Del diario: 12 abril - 30 abril 
						1951
							
							
							
							El problema había sido 
						sustancialmente resuelto
							
							
							Prospectivas
							
							
							
							Una sincera discusión 
			  
			  
			  
			  
			
 
 
			  
			  
			  
			 
			  
			  
			  
			
			
 
			
			TEORÍA DEL ORGASMO Y OTROS ESCRITOS
 
			ED. CERICI - MILAN. 
			EL EXPERIMENTO ORANUR 
			Nota: La traducción es bastante deficiente en algunos pasajes y 
			faltan tablas de datos. 
 
				
					
				 
			  
			  
			Observaciones 
			introductivas
 Quien quiera que posea alguna experiencia en el campo de la búsqueda 
			científica sabe bien que se puede emprender una actividad 
			investigadora con el intento de resolver un determinado problema y 
			encontrarse después empujado en una dirección del todo distinta e 
			inesperada del desarrollo objetivo de la misma investigación.
 
			  
			Un 
			control estricto no separado de un completo rechazo a las ideas 
			preconcebidas puede en estos casos conducir a resultados importantes 
			y también inesperados.  
			  
			El descubrimiento de la radioactividad en la plebenda se hizo precisamente de este modo y lo mismo se puede decir 
			de muchos otros importantes descubrimientos. Este maravilloso 
			raciocinio típico de la investigación naturalística auténtica ha 
			sido también puesto en obra en la serie de experimentos ORANUR 
			iniciados hacia el final de 1950.  
			  
			Como se indica en el primer informe Oranur (ver 
			Orgone Energy Emergency Boletín nº l, Diciembre 
			1950) el experimento preciso y auténtico tenía como objetivo 
			principal "la investigación de eventuales efecto" antinucleares de 
			la energía orgónica atmosférica (OR); en otras palabras los 
			experimentos Oranur fueron preparados en el intento de encontrar un 
			poderoso antídoto contra las radiopatías nucleares (NR), basándose 
			en años y mas años de experimentación y observación se había formado 
			la hipótesis de que potentes fuerzas........ 
			El auténtico experimento Oranur ha dejado demasiados problemas 
			abiertos para que se pueda deducir un cuadro preciso de todos los 
			relativos procesos. Esto se deduce en la presentación del 
			experimento, que es menos sintética y sistemática que los tres 
			precedentes informes sobre experimentos preparatorios del proyecto 
			Oranur se espera que, con el tiempo el cuerpo central del 
			experimento Oranur pueda alcanzar el mismo grado de claridad y 
			coherencia. La dramática urgencia del argumento ha hecho 
			indispensable una publicación si no prematura menos elaborada.
 
			Antes de enfrentarse con el tema fundamental quisiera manifestar la 
			más profunda estimación y el agradecimiento más profundo a mis 
			asistentes que han contribuido a llevar a cabo el peligroso trabajo 
			de cinco meses de experimentaciones con Oranur. Ellos demostraron 
			una plena dedicación a sus propias misiones.
 
			  
			Algunas veces han 
			aceptado críticas severas con la actitud de hombres y mujeres que 
			saben perfectamente lo que significa. desarrollar un trabajo 
			responsable se han expuesto sin dudas a peligros incluso mortales; 
			algunas veces han trabajado sin interrupción día y noche; en fin, lo 
			que quizás más cuenta, han llevado a término su trabajo como buenos 
			amigos, de un mismo equipo.  
			  
			Les estoy muy agradecido y quisiera 
			expresar cuanto siento el haberles e expuesto, aunque sea 
			involuntariamente, a estos "experimentos" con el consiguiente 
			peligro para su salud y para su vida.  
			  
			  
			 Premisas fundamentales del proyecto Oranur
 
			El proyecto Oranur fue iniciado sobre la base de algunos asuntos 
			bien conocidos y comúnmente aceptados.
 
			 Estos son:
 
				
				
				La energía atómica (es decir energía nuclear NR) es una energía 
			cósmica que se libera de la materia a través de la desintegración 
			del átomo, el cual a su vez es el elemento fundamental del universo 
			según la física clásica y cuántica. La energía atómica, en suma, es 
			la energía que permanece después de la materia. La energía orgónica 
			(OR) por el contrario, representa la energía cósmica anterior a la 
			materia, es decir la energía que no se ha transformado en materia 
			sólida o no ha sido "capturada" por esta última. Que está 
			universalmente presente, penetra en cada cosa, rodea, bajo forma de 
			la llamada envoltura de energía orgónica, nuestro planeta, y con 
			toda probabilidad, la de cualquier otro cuerpo celeste (piénsese: 
			por ejemplo en la corona solar, el anillo de Saturno, etc...).
				 
				La energía OR cósmica que se mueve libremente en el organismo 
			viviente ha sido bautizada bio-energía, o energía OR organísmica.
 
				
				De innumerables observaciones desarrolladas a lo largo de un 
			período de quince años se dedujo que la energía OR y la energía NR 
			son antagonistas entre ellas. La energía NR según las opiniones 
			corrientes, perjudica la función vital bajo formas de "radiopatías", 
			con consecuencias que en los casos más graves son letales; en 
			términos orgonómicos, en cambio, la energía NR influencia en algún 
			modo a la biología volviéndola en mayor o menor medida incapaz de 
			funcionar".  
				Por otra parte, se supone que la energía OR adecuada por 
			concentración y potencia, serviría de antídoto contra la radiación 
			de la energía nuclear. Parecía muy probable que la curación 
			espontánea debiese ser atribuida a la victoria de la energía 
			orgónica del organismo libre la energía nuclear.
 
				
				Con el fin de convertir esta interacción de la energía atómica y 
			de la energía orgónica más fácilmente comprensible para nosotros y 
			para los demás, muchos años atrás fue trazado un paralelo de 
			carácter psicológico, con las antiguas concepciones de la mente 
			humana, y en particular con las funciones antagonísticas del bien y 
			del mal, o bien lo que es lo mismo, de Dios y del demonio (véase a 
			propósito Ether, God and Devil,1949).  
			La energía vital física fue descubierta en un coherente estudio de 
			lo que se define "amor” en la totalidad del reino animal. La mente 
			humana ha pensado siempre sobre el amor como de una fuerza capaz de 
			contratar el odio y la destrucción. Ha estado siempre claro por otro 
			lado, que el odio puede también matar al amor y que el amor en su 
			lucha contra el mal puede ser transformado en odio por la pura y 
			simple frustración. 
			Para nosotros experimentadores del proyecto Oranur la antitesis 
			entre energía OR y energía NR se fundía ágilmente con nuestro 
			conocimiento psiquiátrico de las funciones emocionales que son, en 
			un sentido biofísico profundo, verdaderas y propias funciones 
			físicas.
 
			La energía OR no había mostrado nunca la producción de efectos 
			dañinos de cualquier género sobre organismos vivientes; al 
			contrario, se demostró capaz de curar ciertas enfermedades, como 
			por ejemplo la degeneración de los tejidos y de la sangre, 
			convirtiendo al organismo a una alta carga bioenergética. Sobre la 
			base de estas experiencias médicas, se hipotizó que la energía OR, o 
			energía vital representase en términos estrechamente físicos lo que 
			para el profano se llama "Dios" o el "Bien".
 
			  
			Además, había sido 
			comprobado y afirmado como noción segura el hecho de que los biones, 
			es decir las burbujas de energía OR que constituyen la sustancia 
			viviente, se presentaban también de formas antagonistas: biones PA y 
			bacilos T, los primeros capaces de matar a los segundos, o bacilos 
			de la muerte. Pero es también verdad que los bacilos de la muerte o 
			bacilos T, en cantidades muy concentradas y activas en tejidos bio-enérgicamente 
			debilitados, destruyen los tejidos sanos; esto fue comprobado con el 
			estudio de la biopatía contractiva cancerosa. (Véase Reich, The 
			Cancer Biopathy, pp. II - 63). 
			Nuestro plan operativo pues, presentaba dos series de funciones 
			antagonistas entre ellas y ampliamente representadas en la ideología 
			humana, en las observaciones microscópicas y en las funciones 
			físicas.
 
			  
			He aquí una lista sinóptica: 
			  
			  
				
					
						| 
							
								| 
								
								Bien | 
								
								Mal | 
								
								Ética       |  
								| 
								
								Dios | 
								
								Diablo | 
								
								Religión |  
								| 
								
								Vida | 
								
								Muerte | 
								
								Biología |  
								| 
								
								Biones PA | 
								
								Biones T | 
								
								Bio-energética |  
								| 
								
								
								Energía Orgónica
								
								
								(OR) | 
								
								Energía nuclear (NR) | 
								
								Física |  
								| 
								
								Energía cósmica 
								
								anterior a la materia  
								 | 
								
								Energía cósmica 
								
								después de la materia | 
								
								Astrofísica, Cosmología 
								
								  |  |  
			  
			 Aun cuando solo constituya un útil esquema del pensamiento, esta 
			coordinación ofrecía una óptima base operativa y una dirección 
			segura para orientarse en las oscuras regiones de un mundo 
			desconocido y amenazador. La postura científica y humana en general 
			parecía suficientemente amplia y segura para poder ofrecer una 
			visión paciente por las cosas que el porvenir reservaba.
 
			Además, un extenso trabajo llevado por los problemas del cáncer 
			durante quince años nos había proporcionado una rica cosecha de 
			datos referentes a las funciones vitales y sus contrapartidas, es 
			decir las fuerzas del mal y de la destrucción. Una base segura había 
			sido establecida con la diagnosis de los del decaimiento y de la 
			degeneración de los sistemas vitales, con varios métodos como por 
			ejemplo los exámenes hematológicos Reich y el cultivo y la 
			observación microscópica de los señaladores de la muerte: los 
			bacilos T (véase The cáncer Biophaty).
 
			Nuestro primer informe contiene las líneas generales del 
			experimento; ahora, por tanto, nos ocuparemos de los hechos reales 
			tal y como empezaron a desarrollarse aproximadamente entre la mitad 
			de Diciembre de 1950 y finales de Mayo de 1951. Estos hechos -en 
			honor a la verdad- constituyeron un duro golpe en muchos sentidos: 
			sea por las funciones físicas de nuestros organismos sea por la 
			esencial profundidad del experimento en concreto, sea en particular 
			por el proyecto Oranur.
 
			Todos los participantes de estas primeras fases del proyecto Oranur 
			fueron atacados en varios grados por el morbo oranúrico; los cobayas 
			experimentales murieron, el edificio de los experimentos fue puesto 
			fuera de uso por muchos meses y quizás para siempre; todos los 
			planes que fueron cuidadosamente preparados para efectuar el 
			experimento debieron ser abandonados y reelaborados. Varios 
			conceptos fundamentales de la física vacilaron.
 
			  
			Sólo la mente 
			abierta, libre, verdaderamente científica llegara a seguir este 
			relato sin prejuicio ni temor.
 
			
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			Los hechos en orden cronológico
 
			 El 30 Agosto de1930, durante la asamblea anual de la Dirección de la 
			"Fundación Wilhelm Reich" presenté un informe sobre las 
			posibilidades antinucleares de la energía orgónica (véase Orgone 
			Energy Bulletin, 3l Enero 1951, pp. 59-60). Durante la primera 
			semana de Diciembre de 1950 comenzamos a pasar a la acción concreta.
 
			  
			Los médicos orgonomistas de Nueva York fueron advertidos por nuestro 
			secretario didáctico, Dr. Elsworth F. Baker, para que estuvieran 
			preparados después de haber recibido la información del hecho sobre 
			nuestros planes. Aclaramos bien, sobre todo, que la medicina no 
			conoce actualmente ningún remedio contra la declinación de 
			funcionalidad del organismo, excepción hecha para la energía OR en 
			sus aplicaciones contra la biopatía cancerosa. Esto, obviamente, 
			constituía una grave responsabilidad que recaía enteramente sobre 
			nuestras espaldas.  
			  
			Solo nosotros podíamos aceptar si la energía OR 
			ofrecía o no alguna esperanza para la cura de la radiopatía atómica. 
			Los Estados Unidos se encontraban en una situación peligrosa, en los 
			primeros días de Diciembre de 1950, a causa del desastre coreano:  
				
					
					
					el 
			cínico ataque de los comunistas chinos
					
					los Estados Unidos con las 
			manos atadas por el empeño en no bombardear la retaguardia 
			necesitada
					
					los aliados ingleses que insistían en traficar con los 
			dictadores rojos
					
					la impotencia ante la táctica de los fascistas 
			rojos, tanto más hábiles en el empeño de todos los instrumentos más 
			refinados de la peste emocional
					
					la horrible experiencia de los 
			agresores chinos que podían a sus anchas continuar su propaganda en 
			el corazón de los Estados Unidos mientras sus fuerzas marchaban 
			sobre Corea 
			Los Estados Unidos se quedaron solos, al descubierto.  
			
			Recuerdo estos sucesos mundiales para hacer comprender cómo yo me 
			había sentido en el deber de salir de mi reserva habitual y hacer 
			algo crucial. Era aquel el momento de correr en ayuda del país con 
			todos los medios a nuestra disposición. Era aquella, también, la 
			primera vez que empezábamos un experimento teniendo en mente un 
			objeto preciso y practico para realizar.
 
			 Fueron cumplidos los siguientes pasos:
 
				
					
					
					El 15 de Diciembre fue expedida una petición para la concesión 
			de veinte de fósforo P-32 (un isótopo radiactivo del fósforo). En 
			una carta acompañatoria a la Sección de Isótopos de la Comisión 
			Americana Para la Energía Atómica (AEC) de Oak Ridge, venía 
			subrayado que no pretendíamos desarrollar ninguno de los 
			experimentos comúnmente efectuados con el material radiactivo (por 
			ejemplo, búsquedas sobre isótopos rastreados o sobre la terapia 
			radiactiva), pero si controlar los efectos de la energía orgónica 
			sobre ratones inyectados con P-32.    
					Un prospecto adjunto exponía con 
			detalles el plan de tratamiento de ochenta topos, La pregunta 
			principal por resolver era la siguiente: ¿Puede ser curada, o 
			prevenida, con la energía OR la radiopatía producida 
			artificialmente?
					
					Se hicieron en Orgonon los preparativos para el depósito y la 
			utilización del material radiactivo P-32, en la medida de 4 cada dos 
			semanas. El material debía ser conservado en una pequeña cabina de 
			madera a una distancia de quince metros del edificio principal del 
			laboratorio Ya que Orgonon se encontraba a varias millas de 
			distancia de cualquier zona habitada (el pueblo mas cercano, 
			Ramgeley, distaba cuatro millas), no parecía haber ningún peligro de 
			contaminación de las zonas habitadas, de los recursos hídricos, etc.
					   
					Nos propusimos enterrar las jaulas de los animales usados en el 
			experimento a muchos pies de profundidad y a cerca de quinientos 
			metros de distancia del laboratorio y de los otros edificios de Orgonon. La inoculación y la disección de los ratones habría tenido 
			que ser cumplida en un pequeño edificio separado de los otros y 
			donde, salvo que en el momento de las operaciones susodichas, no 
			hubiese estado jamás nadie. Los aparatos protectores que habíamos 
			podido, los delantales de plomo de que disponíamos, los guantes de 
			plomo y el empleo de fuertes acumuladores de energía OH parecían en 
			aquel momento medidas suficientes para garantizar la seguridad del 
			personal.    
					Tal persuasión coincidía con todo aquello que se sabía en 
			aquella época sobre la protección de la radiación. No teníamos la 
			mínima idea de lo que nos esperaba. En Diciembre de 1950, antes del 
			inicio del experimento no hubiéramos podido suponer razonablemente 
			que todas estas medidas fueron inútiles. Por otro lado como 
			acertamos enseguida, ninguna defensa es posible en experimentos que 
			utilicen la energía OR contra la energía NR.
					
					Uno de nuestros médicos de Nueva York ofreció un servicio para 
			entrar en contacto con las diversas instituciones competentes y 
			descubrir todo lo posible sobre los diversos materiales 
			radioactivos que poseíamos y sobre las normas de seguridad para su 
			tratamiento. Habíamos oído decir que leí Comisión Americana para la 
			Energía Atómica imponía normas de seguridad particularmente severas 
			en el tratamiento de. los isótopos, y esta severidad no era 
			compartida por muchos laboratorios comerciales y científicos. 
					   
					De 
			una cierta organización, por ejemplo, aprendimos que no era 
			necesaria ninguna defensa con "delantales de plomo" para el 
			tratamiento de 1 ó dos de radioactividad. Hoy, después de muchos 
			años de trabajo en los confines entre la física orgónica y la 
			física clásica, hemos aprendido también que muchas cosas no son de 
			hecho exactas ni universalmente reconocidas como pretendían los 
			constructores de la certeza de las "Ciencias Exactas"; y que es 
			imposible encontrar respuestas en los conocidos manuales de física 
			a algunas de las interrogantes mas elementales: saber, por ejemplo, 
			cual es el conteo preciso al minuto (CPM) de la radiactividad de un 
			miligramo de radium puro.    
					Es importante precisar estos hechos; 
			aunque si bien entendido la precisión no se dirige de hecho a 
			criticar o devaluar los esfuerzos cumplidos por nuestros colegas en 
			otros sectores científicos.
					
					mientras eran efectuados estos contactos y eran transmitidos 
			los módulos de preguntas, me dediqué a recapitular algunas viejas 
			observaciones realizadas por mi entre 7 y 12 años antes sobre la 
			relación entre la radiación NR y la energía OR. Comencé además a 
			predisponer mi base operativa. Antes que nada, necesitaba controlar 
			la radiactividad natural de todos los lugares donde debían 
			desenvolverse loe futuros experimentos y necesitaba preparar y 
			calibrar los instrumentos para aplicar en el experimento principal.
					   
					He aquí algunos resultados de aquellas revelaciones preliminares 
			desarrolladas del 15 al 27 de Diciembre de 1950:   
					Poner aquí cuadro pág. 423. 
			Estas afirmaciones preliminares sobre la situación de partida pueden 
			bastar.  
			  
			La defensa con plomo no reducía apreciablemente la 
			actividad. Los cálculos de fondo subían cuando el material 
			radiactivo era puesto en un acumulador de energía OR. A este hecho 
			no se le presto ninguna atención en cuanto sabíamos que los efectos 
			de la energía orgónica sobre el contador Geiger son muy variables. 
			La radiactividad de fondo en los locales del laboratorio, donde el 
			experimento principal debería haber sido realizado seguidamente, 
			variaba de 40 a 60 CPM. Las medidas fueron hechas con un SU-5 Survey 
			Meter y un tubo tipo "Serial" Nº G-632, tipo 605, Tracerlab, Inc. 
			(espesor de la pared: 30 miligramos/cm2).
 Estos ejemplos son suministrados para dar una idea de las funciones 
			fundamentales y no para presentar un recuento exhaustivo de la 
			investigación; el alto cálculo de fondo de 40-70 CPM fue observado 
			constantemente en la atmósfera y alta concentración de energía OR.
 
			Pedimos a la "Tracerlab" una muestra de cobalto radiactivo (CO-60) 
			con el objetivo de calibrar los instrumentos. Los cálculos indicados 
			para este material son muy variables y habrían tenido que ser 
			precisados en nuestro laboratorio. Habíamos esperado siempre obtener 
			el cálculo por la "Tracerlab" en cuanto supiéramos que la 
			radiactividad hubiese cambiado y convertida en más variable, en 
			cuanto su fuente fuese puesta en contacto con la atmósfera 
			intensamente orgonizada de Orgonon. 2,2 6 x 105 milicurios de CO-60, 
			con un periodo fraccionado de 5,3 años, llegaron a Orgonon el 28 
			Diciembre de 1950.
 
			  
			Se evitó que la fuente radiactiva estuviese en 
			contacto con la atmósfera a elevada carga orgónica del laboratorio, 
			transportándola a toda prisa en un punto del observatorio de la 
			energía OR donde ningún efecto relevante OR era predecible 
			racionalmente por el breve periodo de exposición de solo pocos 
			minutos. A las ocho de la noche de aquel mismo día el cálculo de 
			fondo era aún de 40-50 CPM apenas, esto es normal para los 
			edificios de Orgonon. La fuente radiactiva fue dejada en su 
			recipiente de latón y presentó al "Survey-Meter SU-5 70 CPM y 0,016 
			MR/H (es decir miliroetgens a la hora).  
			  
			El efecto ionizante sobre la 
			hoja de aluminio calibrado del electroscopio se manifestó 
			rápidamente en el giro de pocos segundos, sobre las diez divisiones 
			(determinando una flexión de 90°). La velocidad de descarga 
			"espontánea" calculada en tiempo ORG, fue durante todo aquel 
			periodo de cerca de 1 división cada ciento ochenta segundos. El 
			efecto ionizante, por tanto, se manifestó muy claramente. 
			Con el objeto de proteger la fuente radiactiva fue envuelta en 
			hojas de plomo del espesor de alrededor de 12mm. En este punto viene 
			la primera sorpresa: tres horas y media después, esto es a las 
			23’30, controlé de nuevo la fuente radiactiva. Esta vez, aun 
			encontrándose muy lejana de cualquier concentración de OR y fuera de 
			las paredes de cemento del observatorio, la fuente presento un 
			cálculo de 150 CPM, sin que el conteo de MR/H se quitase de 0,016.
 
			  
			El efecto ionizante sin embargo desapareció.  
				
				"La fuente radiactiva 
			no tenía ningún efecto sobre el electroscopio cargado que fuese más 
			allá de su tasa de descarga orgónica espontánea".  
			En vista de que la 
			fuente radiactiva no había sido expuesta a OR, más bien fue tenida cuidadosamente alejada de cualquier acumulador de OR, este 
			resultado sorprendente podía ser explicado sólo con, 
				
				"la actividad orgónica de las hojas protegidas con plomo: estas hojas, de hecho, 
			se encontraban en el laboratorio de energía orgónica hacía muchos 
			años, y, si bien no presentaron puntuaciones de especie, habían con 
			toda probabilidad eliminado el efecto ionizante".  
			El efecto 
			ionizante no se volvió a presentar durante las sucesivas tres 
			semanas ni siquiera cuando la fuente radiactiva fue extraída de su 
			recipiente de latón y puesta al desnudo sobre el plato del 
			electroscopio. Era esto, por tanto, un primer resultado relevante en 
			dirección del efecto previsto antinuclear de la energía orgónica. 
			 
			  
			El día después, 29 Dic., la velocidad de descarga electroscópica NR 
			era de hecho más lenta que la velocidad de descarga orgónica: 300 
			segundos por cada división frente a los 180 seg. por división de la 
			descarga orgónica. El 2 de Enero de 1951 el CPM de la fuente 
			radiactiva protegida por su cápsula de latón subió a 200, según el 
			"Survey Meter y el autoscaler" de la "Tracerlab". Esto presentaba 
			grandes variaciones de una medida a otra; oscilaba de 150 a 250 CPM 
			antes de quedarse estable, como al inicio, sobre 170 CPM. También la 
			puntuación de MR/H subió del inicial 0,016 a 0,02 y 0,04 al día 
			siguiente. 
			Esto permaneció a este nivel durante muchos días, habiendo más que 
			redoblado la propia producción de la energía. También las 
			puntuaciones de fondo subieron lentamente de 60 CPM en el segundo 
			día, a 100 en el tercero. Todo esto debe ser aún estudiado de manera 
			mas detallada.
 
			El aumento de las puntuaciones de fondo no nos preocupó ya que hacía 
			cuatro años que yo trabajaba en una atmósfera que presentaba 
			puntuaciones de fondo de 40-70 CPM y en medio de una actividad de 
			OR que en algunos casos alcanzaba puntuaciones de 20.000 al segundo 
			en alto vacío; por otro lado, era perfectamente claro como, al 
			determinar el aumento del nivel energético de la atmósfera, no 
			fuese la minúscula y bien protegida cantidad de material 
			radiactivo, pero sí la reacción OR.
 
			  
			Si bien la fuente radiactiva fue tratada con las tenazas y con el uso de guantes y delantales de 
			plomo (precauciones superiores a las exigencias de seguridad 
			comúnmente aceptadas} ya en aquélla primera fase no había ningún 
			medio para protegerse de la evidente intensa actividad OR, dada, 
				
				"la 
			capacidad de la energía orgónica . de penetrar cada cosa: del plomo, 
			al cemento a los ladrillos, al metal de cualquier espesor". 
			Debía avanzar, esperando que las otras cargas de OR continuasen al 
			demostrarse inocuas. 
			El CO-60 fue puesto en el "pozo de descarga" e inserto en un 
			pequeño "cañón" orgónico a 5 múltiplos para irradiar ulteriormente 
			con OR la fuente radiactiva. El 4 de Enero de.1951 extraje la fuente 
			radiactiva de su recipiente y de su protección y la medí desnuda 
			con dos contadores Geiger.
 
			  
			El "autoscaler" presentó una puntuación 
			de 5-6 mil CPM y a un cm. de la ventana de mica. La puntuación "en 
			el interior" del recipiente era de 200-250 CPM y de 0,04 MR/H, según 
			el " Survey Meter SU5. Tales puntuaciones comenzaron a cambiar 
			notablemente con el pasar de los días. La radiactividad de la fuente 
			desnuda era de 7 mil CPM 1, 8 enero, de 3 mil CPM el 12 y de casi 5 
			mil CPM el 15. 
			Las puntuaciones por unidad de tiempo no eran por tanto constantes: 
			estas variaban por tanto en medida tan vistosa que se presentó el 
			problema de acertar en qué medida fuesen constantes las otras 
			radiactividades. El problema cuantitativo de la radiactividad 
			nuclear no había nunca ocupado mucho espacio en el cuadro de las 
			investigaciones orgonómicas (excepción hecha para las observaciones 
			mas elementales: resplandores, medidas de pequeños cuantitativos de 
			radiactividad para la calibración de los instrumentos, ionización, 
			etc.).
 
			  
			Pero, ahora que el problema de influenciar la energía nuclear 
			con la energía orgónica había saltado a un primer plano se hacía 
			vitalmente importante determinar la constancia de la radiactividad 
			nuclear. Desafortunadamente fue imposible encontrar una respuesta 
			precisa a esta interrogación en cualquier libro sobre la 
			radiactividad disponible entonces. 
			Una ampolla de materia luminiscente radiactiva (sulfato de zinc) 
			yacía desde hace muchos años en un pequeño acumulador OR. Esta 
			había perdido hacía mucho tiempo el propio efecto ionizante 
			producido por la influencia de la energía orgónica. Su luminosidad 
			aún era muy fuerte. Medí la radiactividad con el "autoscaler" 
			(escala 4096). Durante muchos días consecutivos el resultado fue una 
			puntuación casi constante de 245.760 CPM con subidas ocasionales a 
			307.200 CPM. Me pareció una puntuación elevada para un cuantitativo 
			de radium inferior al microgramo, en contraste a los 500 CPM de 2,26 
			microgramos de CO-60 (cobalto radiactivo).
 
			El cuadrante radiactivo de mi reloj de pulsera, que desde muchos 
			años absorbía energía orgónica, presentó una puntuación casi 
			constante de 40.000-45.000 CPM. Llevaba este reloj durante años sin 
			haber jamás observado efectos dañinos sobre mi pulso. De todas 
			maneras la puntuación parecía enorme por los cuantitativos mínimos 
			de radium presentes en un cuadrante de reloj.
 
			  
			Fue muy pronto 
			adivinado que la influencia de la energía orgónica era 
			verdaderamente sustancial. Los cuadrantes radiactivos de los relojes 
			que fueron comprados hacía poco y no habían estado en contacto 
			durante un tiempo apreciable con la atmósfera orgonizada presentaban 
			una puntuación de 3-5 mil CPM solamente. Debíamos presumir, por no 
			poder asegurarlo, que los cuantitativos de radium presentes en los 
			cuadrantes del reloj fuesen más o menos iguales. A pesar de esto el 
			cuadrante de mi reloj presentaba una puntuación décuplo de aquella 
			de un reloj comprado recientemente. Esto era sorprendente. 
			El cuadrante del reloj de pulsera de otro científico del 
			laboratorio, que había estado en contacto bastante menor con altas 
			concentraciones de OR, señalaba de 5.500 a 8.000 CPM.
 
			Todas las medidas fueron cumplidas con el mismo "autoscaler" 4096, 
			con el mismo contador Geiger y a la misma distancia, esto es un cm.
			En tanto extraños, también estos resultados revelaban una fuerte 
			influencia de la energía orgónica sobre la radiactividad nuclear.
 
			  
			Como en tantas otras ocasiones debimos darnos cuenta que debíamos 
			estudiar el fenómeno desde un principio, partiendo de cero,   
			
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			La energía orgónica degenera (DOR): el "morbo oranúrico"   
			Para ahorrar tiempo, decidimos pedir 2 miligramos de 
			radium puro e 
			irradiar algunos de nuestros ratones con el radium en vez de 
			inyectarlos con radioisótopos fluidos. 
			El radium, en 2 unidades de 1 miligramo (teniendo cada una una 
			actividad de 8,3 R/H) protegidas en dos distintos recipientes de 
			plomo de un espesor de 13 mm, llegaron el 5 de Enero de 1951. Las 
			fuentes radiactivas fueron medidas inmediatamente, y desnudas y a un 
			centímetro de distancia presentaron una puntuación de 245.766. CPM
			(1). Se decidió no tratar uno de los dos miligramos de radium 
			reservándolo a los controles; el otro fue tratado con energía 
			orgónica.
 
			  
			(1) Al comienzo de la primavera de 1951 hicimos medir en 
			Nueva York un 
			tercer miligramo de radium antes de transportarlo a Orgonon. La 
			puntuación del radium desnudo en Nueva York resultó de 16.000 CPM y de 
			7.000 CPM en el interior de una protección de 13 milímetros. 
			Obviamente esto no lo sabíamos en Enero de 1951. Aquí figura Pág. 429.
 
			  
			La primera muestra, que llamaremos nº 1, fue puesto en el 
			garaje, situado sobre la colina cercana al observatorio; el otro, 
			que llamaremos nº 2 fue puesto en un pequeño acumulador de energía 
			orgónica el 5 Enero de 1951, a las 11,30 de la mañana. El acumulador 
			fue puesto a su vez en un acumulador de energía orgónica a 20 
			múltiplos, situado en una sala acumuladora de OR que mide 6 metros 
			de lado y esta forrada de láminas de acero. El muro del laboratorio, 
			que mide cerca de 21 metros de largo por 18 de ancho, circundaba a 
			su vez, como se indica en el dibujo, la sala acumuladora de energía 
			OR donde estaba contenida la fuente radiactiva. 
			La puntuación de fondo, inmediatamente antes de la introducción de 
			la aguja de radium en el acumulador era siempre de 40-50 CPM, es 
			decir normal para aquel edificio.
 
			En este punto cometimos nuestro primer grave error, al cual, a pesar 
			de todo, se debió los inmensos resultados que obtuvimos en aquel 
			mismo día: “no medí personalmente la puntuación de fondo después de 
			la introducción de la aguja de radium en el acumulador”. Si lo 
			hubiese hecho habría percibido en la sala del laboratorio una 
			puntuación altísima; hubiera entonces extraído inmediatamente la 
			aguja de radium del acumulador y la habría alejado de la sala, 
			perdiendo la ocasión de observar el efecto completo Oranur.
 
			  
			No medí 
			personalmente la puntuación de fondo inmediatamente después del 
			inicio del experimento porque había medido un poco antes la 
			actividad del radium con el "autoscaler" y el contador (con ventana 
			en mica de un espesor de 2,3 miligramos por cm2), dando una 
			puntuación de apenas 2457 CPM para la aguja desnuda a un metro de 
			distancia. El acumulador a 20 múltiplos en el que pusimos el 
			pequeño acumulador que contenía la aguja de radium en una base de 
			cerca de 1,5 m2. La distancia entre las paredes exteriores del 
			acumulador a 20 múltiplos y las paredes recubiertas en metal de la 
			sala acumuladora de energía orgónica aportaba otros 180-210 cm de 
			cada lado.  
			  
			Esto significa que la aguja de radium se encontraba 
			entre dos lados a una distancia de 3m y entre un tercer lado a una 
			distancia de cerca de 5 m de las paredes de la sala de acumulación 
			orgónica. Pensábamos, además, que la cubierta metálica de la misma 
			sala habría asegurado .una cierta protección ulterior. Fuera de 
			ésta, a una distancia de al menos l0 m de la aguja de radium 
			protegido se encontraban trabajando algunos de mis colaboradores. 
			 
			  
			Sintiéndonos tranquilos por la distancia del radium de la pared 
			externa del laboratorio cometimos un segundo error: dejamos la aguja 
			de radium en el acumulador hasta las 16,30 del mediodía del 5 de 
			Enero. Por otro lado, pretendíamos tener "continuamente" el radium 
			en un receptáculo protegido. No teníamos la mínima sospecha de los 
			sucesos que narraré. 
			La puntuación de fondo había sido medida a las 13 horas por un 
			asistente técnico; resultó alta (de 70 a 80 CPM en la sala externa 
			del laboratorio) pero el asistente omitió este hecho. A las 16.30 
			cuando entré en el laboratorio, el aire era denso y pesado; la 
			puntuación de fondo subía a 80 CPM, a 15m de distancia de la aguja 
			de radium y saltaba a muchas centenas de CPM sobre las paredes 
			externas de la sala de acumulación orgónica. Se dio inmediatamente 
			orden a todo el personal de dejar el laboratorio.
 
			  
			El interior de la 
			sala de acumulación orgónica estaba cargado de manera insoportable. 
			A una distancia de 3-5 m de la aguja de radium las paredes parecían 
			"radiantes". El contador Geiger portátil se "gripó" cuando me 
			acerqué al acumulador a 20 múltiplos; parecía absurdo, por tanto, 
			continuar observando el CPM. Lo primero que había que hacer era 
			extraer la aguja de radium del acumulador con el fin de calmar la 
			reacción OR.  
			  
			Una avería en su batería no podía ser lo que había 
			provocado el "agripamiento". Me acordaba de haber constatado 
			fenómenos análogos trabajando con contadores Geiger intensamente 
			cargados, durante los primeros experimentos con el Geiger, aún en 
			1947. Si el contador Geiger hubiese funcionado de nuevo después de 
			haber estado expuesto durante un cierto tiempo al aire libre, su "agripamiento" 
			habría sido atribuido sin duda al bloqueo derivado de una 
			intensísima actividad de la energía orgónica. 
			El contador Geiger volvió efectivamente a funcionar sin necesidad de 
			reparación alguna después de pocos minutos de exposición al aire 
			libre, donde registro la puntuación normal de fondo de 30-50 CPM. El 
			radium, encerrado en el pequeño acumulador orgónico, fue depositado 
			en el garaje que distaba alrededor de 50m de la habitación metálica 
			de acumulación orgónica. Dimos rápidamente aire al edificio 
			esperando que esto hubiese eliminado rápidamente la alta carga 
			orgónica, pero no dio resultado. Esto es hoy (Mayo de 1951) 
			“activo”.
 
			El radium mismo no produjo ninguno de los efectos descritos 
			anteriormente cuando fue llevado fuera del edificio y depositado en 
			el garaje. Mientras que en el interior del edificio de acumulación orgónica cada uno de nosotros advertía enseguida la pesadez del 
			aire, una sensación de opresión, náusea, dolor de cabeza, y dolores 
			difusos en todo el cuerpo, ninguna sensación parecida se 
			experimentaba en el exterior del edificio, ni siquiera a 30 cm de 
			distancia del radium. Es más, con gran estupor, la ventilación no 
			parecía que eliminase el pesado aire del edificio del laboratorio.
 
			  
			Después de una hora de ventilación aún era imposible entrar en la 
			sala de acumulación orgónica, si bien el radium no había sido 
			cambiado hacía mucho tiempo. Esto era un hecho nuevo. Normalmente, 
			el aire fresco bastaba para eliminar cualquier sobrecarga orgonótica. 
			Sin embargo la alta puntuación de fondo en el atrio del edificio 
			había bajado casi a lo normal después de la remoción de la aguja de 
			radium: después de media hora de ventilación esta había bajado a 60 
			CPM. 
			Es indispensable familiarizar de manera más completa al lector con 
			las sensaciones subjetivas que todos nosotros experimentamos durante 
			mucho tiempo después de la remoción del radium; tales sensaciones 
			reafloraron intensamente y específicamente, es más hasta más 
			intensamente con el pasar de los días, siempre que nos acercábamos 
			al laboratorio de energía orgónica, y sobre todo a la sala de 
			acumulación orgónica, que de hecho no contenía ya ningún material 
			activo.
 
			  
			Un indispensable requisito profesional del investigador orgónico es que 
			sus percepciones estén libres de bloqueos. Él confía 
			en gran medida en sus impresiones y reacciones sensoriales 
			considerándolas puntos de orientación para la exploración de cada 
			nuevo territorio, sin por otro lado omitir, obviamente, controlar 
			con métodos objetivos todo lo que se consigue descubrir con tal 
			método, sea la experiencia objetiva sea la subjetiva. De todos 
			modos, son indispensables y deben de proceder en concierto. 
			Un investigador emocionalmente bloqueado o "muerto" hubiera sido 
			absolutamente inutilizable para las investigaciones orgónicas. El, 
			por otro lado, no hubiese hecho más que ponerse en peligro a sí 
			mismo y a los demás.
 
			Un penetrante sabor salado, que tendía ligeramente al amargo y al 
			ácido, si la lengua se exponía al aire, fue sentido por todas las 
			personas presentes en el edificio, y hasta el exterior de él a una 
			distancia de alrededor de 15m. Con el proceder de los experimentos, 
			esta sensación desagradable se hizo más intensa y fue vuelta a 
			sentir en mayor medida aún en el exterior del edificio del 
			laboratorio, al aire abierto.
 
			Todos los participantes en las observaciones desarrollaron una 
			forma más o menos grave de conjuntivitis después de pocos minutos de 
			permanecer en el edificio.
 
			Además todos los observadores lamentaron, el uno independientemente 
			del otro, un fuerte sordo dolor en el hueso cigomático y 
			precisamente en el punto en el que del mismo hueso florece el 
			segundo hato del nervio trigémino.
 
			La mayor parte de los investigadores experimentaron nauseas 
			crónicas, perdieron el apetito y se volvieron débiles, algunos hasta 
			el punto de perder el control y el equilibrio.
 
			Muchos observadores se lamentaron casi de inmediato de un círculo 
			oprimente en la cabeza, alrededor de la frente y en la región 
			occipital.
 
			El segmento diafragmático parecía particularmente sensible: 
			opresión, dolor o una fuerte sensación de tracción notaron en la 
			zona del epigastrio.
 
			Algunos participantes palidecieron después de haber estado aunque 
			sólo pocos minutos en la sala del laboratorio. Escalofríos se 
			alternaban con olas de calor, indicando una grave perturbación del 
			equilibrio vago-simpático.
 
			En algunos casos, la piel se magulló, sobre todo sobre la palma de 
			la mano. Estas señas sintomatológicas podrán bastar hasta no se 
			tengan mayores informaciones sobre los sucesos siguientes.
 
				
				"La energía orgónica misma parecía haberse transformado en una 
			fuerza peligrosa, letal”.  
			Terminamos por llamar “DOR” (Iniciales de 
			la palabra inglesa Deadly Orgone: orgón letal - N.d.T.) el 
			resultado de esta transformación. 
			Cada actividad debió ser inmediatamente interrumpida en el edificio. 
			No se autorizó a entrar a nadie. Aunque los que debían desarrollar 
			alguna labor, corno por ejemplo limpiar los locales, rellenar la 
			caldera con nafta o cuidar a los ratones que habían sido dejados en 
			la sala de los experimentos, tuvieron la orden de trabajar en el 
			edificio sólo durante dos o tres minutos por vez como máximo, 
			saliendo después a tomar aire por al menos 10 minutos.
 
			  
			A los 
			investigadores que habían presentado una particular sensibilidad a 
			la tempestuosa reacción de la energía orgónica se les recomendó 
			mantenerse lejos del edificio. Exámenes hematológicos Reich se 
			realizaban cada semana sobre todos los investigadores, excepción 
			hecha para los dos agregados a la manutención que, por particulares 
			motivos personales, rechazaron el examen de sangre. A uno de los 
			dos le fue prohibido trabajar en la sala de experimentación y al 
			otro le fue ordenado no entretenerse más de dos o tres minutos a la 
			vez. 
			Los resultados de los exámenes hematológicos serán reportados 
			separadamente. Ellos han estado cargados de gran valor teórico y 
			práctico y han abierto nuevos horizontes sobre la naturaleza de las 
			funciones comunes al "morbo oranúrico" y a la leucemia.
 
			Entre el 5 y el 12 de. Enero repetimos diariamente, durante una hora 
			el mismo experimento. El viernes 12 de Enero iniciamos el último de 
			esta serie de experimentos Oranur cotidianos. "El miligramo de 
			radium experimental nº 1" fue introducido en el acumulador orgónico 
			a 20 múltiplos y fue dejado solamente media hora. Los resultados de 
			este último experimento fueran tan dramáticos que merecen ser 
			referidos detalladamente.
 
			Tres participantes en el experimento se quedaron fuera del edificio 
			del laboratorio a una distancia de cerca de 100 m. Uno de los 
			asistentes transportó corriendo el cuantitativo experimental de 
			radium en la sala de acumulación orgónica y lo introdujo en el 
			acumulador a 20 múltiplos. Renunciamos a las medidas con el contador 
			Geiger, esta vez, para evitar una inútil y ulterior exposición a las 
			radiaciones. Pocos minutos después vimos claramente a través de los 
			grandes cristales del laboratorio, que la atmósfera de la sala de 
			los experimentos se había "anieblado" ésta se movía visiblemente y 
			brillaba en un color variante entre el azul y el violeta.
 
			  
			Mientras 
			caminaba arriba y abajo a una distancia de 30-70 m del edificio del 
			laboratorio los tres observadores, entre los que yo estaba, tuvimos 
			la misma experiencia, aunque ninguno, en un primer momento, osó 
			decírselo a los otros. Yo experimenté una fuerte náusea, una ligera 
			sensación de falta, de pérdida del equilibrio y de obnubilación de 
			la conciencia y debí hacer un esfuerzo para seguir en pie. Vi al 
			profesor S. Tropp, que se encontraba conmigo volverse muy pálido. No 
			me había dicho nada y no la había dicho lo que yo experimentaba.  
			  
			Le 
			pregunte entonces cómo se sentía, para ver si también él 
			experimentaba lo que yo. Admitió enseguida sentirse muy mal y estar 
			a punto de desmayarse, con una sensación de debilidad extrema, de 
			cerco en la cabeza de náusea y de calambre en el estómago. Confirmé 
			entonces sus impresiones, mencionando mis idénticas reacciones. 
			Habíamos entre ambos dudado de comunicarnos aquellas sensaciones, 
			dado que nos encontrábamos a gran distancia de la. sala de los 
			experimentos y además al aire libre, claro y seco de una tarde de 
			invierno.  
			 Interrumpimos inmediatamente el experimento y repusimos nuevamente 
			la aguja de radium a una distancia de 800 m del laboratorio, en una 
			zona deshabitada de 130 hectáreas.
 
			De todo cuanto hablamos experimentado se deducía claramente que el 
			campo de energía orgónica del laboratorio se había extendido 
			bastante, excitándose en una medida peligrosa aunque a gran 
			distancia de las paredes externas del edificio. Ya que no existe en 
			ningún lugar ningún limite neto al funcionamiento de la energía 
			orgónica, la reacción Oranur parecía no solo persistir aun cuando 
			ningún cuantitativo de radium era repuesto en el acumulador, sino 
			además extenderse rápidamente. Comenzamos a preguntarnos con 
			preocupación hasta dónde esta difusión de la reacción Oranur habría 
			llegado y al sentirnos responsables de todo lo que hubiera podido 
			suceder a la población situada a 7km de distancia. El edificio 
			habitado más próximo se encontraba a 2 Km. y medio.
 
			Nos preguntamos además qué habría podido pasar si hubiésemos 
			continuado el experimento Oranur; si se hubiese desvanecido toda 
			esperanza de descubrir los efectos anti-nucleares de la energía 
			orgónica, si se podía producir una explosión cada vez que una alta 
			concentración de energía orgónica se hubiese encontrado operando 
			sobre un cuantitativo aun indeterminable de material radiactivo si 
			no nos habríamos recuperado nunca del malestar que sufríamos y si 
			este último habría dejado en nosotros efectos de algún tipo.
 
			Los ojos nos quemaban y la conjuntivitis estaba muy inflamada. 
			Fuimos rápidamente en un automóvil al edificio del observatorio, 
			situado a 500 m de distancia sobre la colina, bebimos algo fuerte y 
			comenzamos, cada uno por su cuenta, a escribir nuestras experiencias 
			físicas y emocionales. Estos apuntes fueron firmados, protocolados, 
			y depositados en los archivos.
 
			  
			Todas nuestras descripciones tenían 
			en común los siguientes síntomas:  
				
					
					
					gran debilidad
					
					náusea
					
					sensación 
			de presión en la zona nasal y en los bulbos oculares
					
					cambios 
			alternativos de oleadas de calor a escalofríos
					
					parestesia
					
					sensación de pérdida del equilibrio
					
					dolores en las piernas
					
					debilidad en los brazos y sobre todo en la región del cúbito
					
					cefalea
					
					tensión en la faringe 
			A la mañana de este mismo día habíamos diseccionado dos ratones del 
			experimento Oranur, y precisamente, dos ratones sanos que habían 
			sido expuestos a la atmósfera oranurizada, ambos estaban muy 
			enfermos, moribundos.  
			  
			Ambos presentaban hemorragias evidentes y 
			difusas en el tejido subcutáneo, una transpiración de tipo fibroso 
			en la pleura, modificaciones de forma y de carga en los eritrocitos 
			en sentido leucémico (como será ilustrado en un informe particular), 
			además de un aumento de glóbulos blancos.  
			  
			Los cultivos hematológicos 
			de ambos ratones fueron al día siguiente T-positivo. Habíamos 
			encontrado la unión entre el morbo oranúrico y la leucemia, sea en 
			el cuadro hematológico general sea en la situación particular de los 
			corpúsculos T. 
			Mis colaboradores dejaron el edificio del observatorio después de un 
			reposo de cerca de dos horas. Me fui a la cama temprano, cansado y 
			agotado y me dormí inmediatamente, aún tenia náuseas.
 
			Habíamos sido afectados por "el morbo oranúrico". Dormí alrededor de 
			5 horas de sueño pesado y sano. A media noche me desperté 
			sintiéndome mejor. Experimentaba una sensación singular: una 
			perfecta, cristalina claridad de visión y un nítido conocimiento de 
			las cosas que me circundaban como si mi campo de energía orgónica se 
			hubiese convertido particularmente amplio y activo. Mis ojos eran 
			claros y brillantes; las conjuntivas, por otro lado, estaban aún 
			ligeramente inyectadas.
 
			Las cosas me parecían ahora un poco mas rosas. Había pasado por una 
			experiencia similar, pero menos intensa, 12 años antes en Enero de 
			1939, cuando por primera vea me había encontrado casualmente en la 
			radiación orgónica de los biones SAPA en mi laboratorio de Oslo. 
			También entonces había tenido en un primer momento miedo, náusea e 
			inflamación en los ojos, también entonces había intentado 
			inútilmente "protegerme", había telefoneado a un físico de 
			Amsterdam pidiendo ayuda, y me pregunto, espantado, que me podría 
			pasar.
 
			  
			También entonces, sin embargo, después de pocos días las 
			cosas habían comenzado a parecer menos peligrosas. Había 
			experimentado una cristalina claridad mental, me descubrí bronceado 
			todo el cuerpo (si bien siempre había ido vestido y estábamos en el 
			corazón del invierno nórdico) y, también entonces, había perdido 
			todo temor hacia los riesgos de mis investigaciones comenzando a 
			confiar en la protección que me aseguraba mi bioenergía. 
			Estas experiencias fueron expuestas con bastante detalle en mi libro 
			"The Cáncer Biopathy" (la biopatía cancerosa) esta vez sin embargo 
			todas las reacciones parecían centuplicadas. La energía orgónica 
			parecía estar enloquecida, quizás hasta el punto de producir una 
			reacción en cadena en la atmósfera aunque a gran distancia del 
			edificio o del laboratorio. Era imperativo ser cauteloso al máximo. 
			En 1939, trabajé solo. Esta vez una docena de colaboradores 
			trabajaban en Orgonon y muchos otros estaban en contacto con 
			nosotros, en la zona de Nueva York.
 
			 A la una de la noche encendí la radio de mi biblioteca, no se oía 
			transmisión alguna salvo un sonido de distorsión parecido al emitido 
			por el contador Geiger cuando señala una intensa actividad orgónica 
			atmosférica. Pensé que se habría creado algún contacto en el 
			aparato. Moví por tanto el enchufe en la toma del muro, pero el 
			rumor seguía. Encendí otro aparato de radio, y después un tercero, 
			pero siempre con el mismo resultado. No podía tratarse de una 
			coincidencia insignificante. Me acordé entonces de haber 
			transferido dos microgramos de cobalto radiactivo en la torre que 
			dominaba el techo del edificio del observatorio.
 
			  
			Dicha torre se 
			apoya en una base de cemento de un espesor de 15 cm. Parecía por 
			tanto improbable que el cobalto radiactivo pudiera operar a través 
			del estrato cementoso que, además, se encontraba a una distancia de 
			18 m del tercer aparato "interferido". De repente la reacción me 
			pareció comprensible: la torre donde estaba situado el cobalto 
			radiactivo (puesto en un pequeño acumulador orgónico a 10 múltiplos) 
			hospedaba también a la antena de todo el edificio, de la cual 
			salían dos hilos que, bajo pista, alcanzaban las tomas del muro del 
			observatorio.  
			  
			La "interferencia" de los aparatos de radio parecía 
			ahora explicable del modo siguiente. Si la energía orgónica 
			atmosférica es excitada por la actividad nuclear y "enloquece" se 
			producen innumerables descargas que provocan un rumor análogo al de 
			la electricidad "estática" de un temporal o de una bobina secundaria 
			en función.  
			  
			Me propuse transferir a la mañana siguiente el cobalto 
			radiactivo, y el acumulador orgónico que lo contenía, de la torre 
			del observatorio al garaje distante unos 30 m de las paredes norte 
			del edificio. Si la interferencia del aparato de radio entonces, 
			fuese cesada, la interpretación habría podido considerarse justa. 
			Lo era, de hecho; el ruido cesó a la mañana siguiente y las tres 
			radios se pusieron a funcionar regularmente. Como era indispensable, 
			si procedéis, a modo de control, a la repetición de la observación. 
			Los efectos Oranur se revelaron también en el modo siguiente. 
			El edificio del observatorio alberga muchos contadores Geiger uno de 
			los cuales esta destinado a registrar la actividad orgónica 
			atmosférica y organísmica. Esta última es transmitida mediante una 
			bobina de l,80 m de largo y de diámetro de 7,5 cm, al interruptor 
			del amplificador del aparato Geiger. Esta puede ser excluida o 
			incluida a placer, mediante una simple manivela. La reacción 
			orgónica organísmica aparece bajo forma de una secuencia continua de 
			impulsos y de parpadeos de luz sobre el indicador al neon apenas 
			alguien toca la bobina con la mano.
 
			  
			Los organismos bio-energéticamente 
			vigorosos provocan la reacción sobre el indicador, si la jornada es 
			soleada y seca, acercando la palma de la mano a la bobina de 
			transmisión también sin tocarla a una distancia de 2,5 o como máximo 
			de 5 cm. Sin embargo, esta reacción a distancia sin tocar la bobina 
			es muy rara y, como ha sido dicho, se produce solo en días muy secos 
			y soleados. Las palmas de mis manos la provocan sólo cuando me 
			siento particularmente bien. Aquel día me acerqué al aparato Geiger 
			con el fin de controlar el campo orgónico de mis manos.  
			  
			Me quedé 
			estupefacto cuando la reacción sobre el indicador se verificó hasta 
			cuando mis manos se encontraban a una distancia de 60 cm de la 
			bobina de transmisión. Controlé y volví a controlar, no había ninguna duda el campo orgónico de mis palmas se había extendido 
			considerablemente en la medida de 70 cm. Estaba, por tanto, muy 
			sobrecargado, o por lo menos me encontraba en un estado de actividad 
			bio-energética anormalmente alta. 
			Refiero estos hechos como se produjeron durante aquellas jornadas 
			dramáticas, sin pretender entender ni explicar nada. Muchos de 
			estos hechos concordaban con cuanto yo sabia en base a la 
			experiencia de cerca de 15 años de estudio y tratamiento de la 
			energía orgónica. Otros, como la peste de los ratones (v.p 480), no 
			eran aún explicables; no podía haber ninguna duda de que aquella 
			reacción letal fuese debida, como ya he sostenido, a los efectos 
			de la energía orgónica y no a aquellos de las radiaciones 
			nucleares. Sin embargo, si bien teníamos aún mínimas dudas en este 
			argumento, éstas fueron completamente eliminadas por lo que sucedió 
			al día siguiente.
 
			El pequeño cuantitativo de cobalto radiactivo (2,2 micro-curias) que 
			a través de la antena de radio habían provocado los susodichos 
			difusos disturbios atmosféricos, había sido depositado cerrado en un 
			pequeño acumulador, en el garaje del observatorio, situado a 50m de 
			distancia del observador mismo.
 Aquel día, tres médicos habían venido de Nueva York para participar en 
			una reunión de estudio en Orgonon. Para ilustrar a los recién 
			llegados sobre el efecto Oranur, pedí a un asistente que trajera a 
			la habitación el pequeño acumulador después de haber extraído el 
			cobalto radiactivo.
 
			  
			EL acumulador vacío había quedado sobre la mesa 
			poco más de un minuto, cuando todos nosotros empezamos a sentirnos 
			mal, como si tuviéramos el mal de mar. Sentíamos náuseas, una 
			opresión en la cabeza y en los ojos, calambres en varias partes del 
			cuerpo. El acumulador fue inmediatamente quitado, pero los efectos 
			relativos permanecieron, si bien procedimos a una amplia 
			ventilación del local y bebimos todos algo fuerte.  
			  
			Los médicos de Nueva York se convencieron de la seriedad de nuestro primer 
			experimento Oranur. Propuse, además que quien, por cualquier razón, 
			rechaza reconocer la validez de las bien mediadas funciones 
			orgonómicas se exponga a la atmósfera que emana de un acumulador 
			vacío de este género durante 20 minutos, o a aquella atmósfera de 
			una sala de acumulación orgónica, donde esté presente una pequeña 
			cantidad de radiación nuclear. 
			Similares y eficaces métodos de discusión científica son plenamente 
			justificables ante las objeciones irracionales movidas contra la 
			orgonomía. En la ciencia no las opiniones, pero sí sobre las 
			experiencias deciden realmente un debate en un sentido u otro.
 
			  
			La 
			única manera de hacerse una opinión válida sobre la energía orgonómica es el 
			TUBO de un acumulador orgónico de manera regular y 
			por un periodo notable de tiempo. 
			  
			
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			Reacciones 
			biológicas específicas
 
			Se hace cada vez mas evidente que los investigadores que tuvieron 
			contacto con los efectos Oranur reaccionaban de una manera 
			extremadamente específica. Parecía que la altísima carga de la 
			atmósfera agredía a cada persona en SU punto mas débil.
 
			Un colaborador que había sufrido de una inflamación al hígado hacía 
			muchos años, experimentando hinchazón y tensión en la cavidad 
			abdominal, lamentó de hecho durante el experimento hinchazones en el 
			vientre y dolores en el hígado.
 
			Un segundo colaborador había padecido durante muchos años de 
			hipersensibilidad epidérmica. Cualquier forma de irritación le 
			producía una eritodermia. Durante el experimento Oranur, volvió a 
			sufrir inflamaciones cutáneas después de haber sido inmune durante 
			muchos años.
 
			Una tercera colaboradora había padecido en un pasado, en estados de 
			tensión emocional, tendencia a hacerse obesa y a tener un aspecto 
			"tumefacto". Durante el experimento Oranur ésta tuvo un aspecto 
			enfermo, tumefacto y obeso como si sufriera de alguna disfunción 
			glandular.
 
			Una cuarta colaboradora a menudo sufría de sinusitis y de síntomas 
			de basedown, con esporádicas protuberancias en los bulbos oculares. 
			Durante todo el periodo del experimento Oranur, ella sufría 
			gravemente de estos mismos síntomas, hasta el punto que tuvo que 
			guardar cama.
 
			Una quinta colaboradora había sufrido durante un tiempo de problemas 
			en la cistifelea. Y también ésta durante el experimento sintió 
			dolores y problemas en la región cistifelar.
 
			 Un sexto colaborador había sufrido varios años antes de ligeros 
			dolores en la región superior del epigastrio. Aquel síntoma se le 
			agravó durante el experimento Oranur.
 
			Un séptimo colaborador, que conocía bastante y al que había tratado 
			orgonómicamente, había sufrido de cansancio biopático. En el 
			experimento reaccionó con graves malestares, estados de debilidad y 
			hasta cuadros hematológicos correspondientes. Tuvo que ser, por 
			tanto, completamente excluido de toda participación en el 
			experimento Oranur.
 
			Todos los otros investigadores reaccionaron a la acción oranúrica 
			sólo de manera genérica: es decir con malestar, cefaleas, y estados 
			pasajeros de debilidad,
 Todos estos síntomas, de todos modos, no tenían ninguna relación 
			aparente con la pequeña cantidad de material radiactivo (un 
			miligramo) con el que los sujetos habían tenido contacto.
 
			  
			En 
			ausencia de cualquier notable fuente Radiactiva, estos debían ser 
			por tanto atribuidos a la presencia de una actividad orgónica que 
			había entrado en contacto con cuantitativos aunque minúsculos 
			materiales radiactivos. Habíamos aprendido, de muchos años de 
			familiaridad con la energía orgónica, que, en los casos de cáncer, 
			la energía orgónica es usual para influenciar la zona o el órgano 
			enfermo. Esto constituye por sí mismo una cuestión bio-energética de 
			primera importancia, al contrario que de fácil respuesta. 
			La importancia de estas observaciones, de todas formas, es obvia. 
			Esta excluyen la prospectiva de posibles empleos terapéuticos 
			futuros de la energía orgónica: La energía orgónica podría de hecho 
			ser de hecho empujada a intensas actividades por radiaciones 
			nucleares suministradas en cantidades regulables según el tipo y la 
			gravedad de los síntomas a tratar. Ha resultado ésta, una directriz 
			fundamental con la que proceder en los ulteriores experimentos con 
			Oranur. La elaboración de las dosis oportunas as el problema 
			principal.
 
			  
			Pocas dudas de todas maneras, se pueden sostener sobre 
			las promesas terapéuticas de Oranur, a pesar de las graves 
			reacciones por todos nosotros lamentadas. Todos los científicos, de 
			hecho, no solo volvieron a la salud después de pocas semanas, sino 
			que después de la interrupción del experimento Oranur, se sintieron 
			todos particularmente bien, activos y vigorosos. Teníamos todos la 
			misma impresión de que aquellos que habían participado más de cerca 
			en el experimento habían desarrollado una cierta inmunidad, por así 
			decirlo, a los efectos oranúricos. 
			Estos, de hecho, no presentaban ya las graves reacciones de la 
			primera vez, si el miligramo de radium era llevado a la atmósfera 
			sobrecargada del laboratorio para ser medido con el contador 
			Geiger.
 
			Ahora conseguíamos eliminar el malestar "tomando aire en el 
			exterior". Sus reacciones eran menos graves y no persistían como 
			habían hecho en un principio.
 Durante las dos semanas inmediatamente sucesivas al 5 de Enero de 
			1951 se hicieron comunes entre casi todos nosotros reacciones del 
			tipo "de shock" con repetidos cambios de la palidez a los 
			"escalofríos calientes" y viceversa, mientras que inmediatamente 
			después adquiríamos todos un buen aspecto; las personas que de común 
			tendían a la palidez se volvieron rosáceas o bronceadas; los ojos 
			que normalmente estaban apagados se volvieron lucientes y 
			brillantes.
 
			  
			Por mi parte, yo que había atravesado una análoga 
			tempestad bioenergética en 1939 cuando fueron descubiertas las 
			radiaciones de biones SAPA y estaba por tanto más familiarizado con 
			las particularidades de actitud y de aspecto de estos procesos bio-energéticos, 
			me sentía más vigoroso; tenia necesidad de menos sueño, trabajaba 
			mucho, sin esfuerzo y con mayor provecho y sentía un singular 
			placer al mover los miembros.  
			  
			Comencé además a desarrollar la 
			capacidad de trabajar con material radiactivo en una atmósfera a 
			una alta carga orgónica sin de hecho advertir reacciones 
			particularmente desagradables, mientras apenas dos semanas antes el 
			mismo minúsculo cuantitativo de material radiactivo puesto en una 
			atmósfera a alta carga orgónica consiguió volverme un trapo y 
			provocarme graves disturbios. 
			Por tanto, la idea de una inmunización (por así decirlo) hacia los 
			efectos de la radiación nuclear no era tan extraña ni en contraste 
			con nuestra experiencia real; parecía que nuestros organismos no 
			sólo se hubiesen adaptado a las violentas reacciones de la energía 
			orgónica, sino que se hubiesen convertido en grado de soportar mucho 
			mejor que antes pruebas tanto mas duras.
 
			La gran diferencia creada después de nuestro estado bio-energético 
			al inicio del experimento y aquel de después de tres semanas fue 
			claramente demostrado, por contraste, cuando algunos médicos 
			llegados poco antes de Nueva York reaccionaron con un grave malestar y 
			también, en un caso, con la pérdida del equilibrio, a la presencia 
			de un minúsculo cuantitativo (un microgramo) de material radiactivo 
			en una atmósfera de alta carga orgónica. Nosotros que, sin embargo, 
			nos habíamos ya adaptado al efecto Oranúrico, trabajamos con 
			facilidad y eficiencia mientras los nuevos llegados casi se 
			desvanecían.
 
			Estos médicos entendieron inmediatamente de qué cosa estábamos 
			hablando; éstos sugirieron exponer a la misma experiencia a quien 
			por sistema dudase de la fundada objetividad de la orgonomía. 
			Estuvimos todos de acuerdo en que, si fuese posible, esta sería una 
			óptima demostración.
 
			Los experimentos de super-irradiación están todavía en curso con los 
			ratones y se continuarán hasta que no se alcance la misma claridad 
			acerca de los posibles efectos inmunizantes y los peligros 
			relativos.
 
			Sobre la base de cuanto ha sido expuesto hace poco, propongo que se 
			examine cuidadosamente la siguiente posibilidad.
 
			Cuando los experimentos ulteriores corroboren mis observaciones 
			acerca de lo que he definido "inmunización de Oranur" contra los 
			efectos de las radiaciones nucleares, habremos obtenido así un arma 
			potentísima contra las radiopatías. Llevando el concepto a sus 
			últimas consecuencias, sería quizás posible inmunizar a la 
			población entera contra los efectos de las radiaciones nucleares del 
			modo siguiente.
 
			Con un proceso cauto y gradual sería posible desarrollar y 
			generalizar la inmunización Oranúrica dejando que la gente use 
			acumuladores orgónicos que hayan sido llevados a altos niveles 
			energéticos por pequeños cuantitativos (pocos microgramos) de 
			cualquier tipo de material radiactivo: radium, uranio, 
			radioisótopos, etc.
 
			Mediante una cauta y dosificada progresión de las bajas a las altas 
			cargas oranúricas se podría alcanzar un nivel bastante más elevado 
			de funcionalidad bioenergética y una explosión atómica podría quizás 
			no tener sobre la población aquellos efectos nocivos que 
			actualmente amenazan tener.
 
			Naturalmente era ésta, entonces, sólo una hipótesis basada en pocas 
			observaciones, que hubiese podido ser irrealizable. Nosotros no nos 
			dábamos aún cuenta de las propiedades letales de Oranur, es decir, 
			de los efectos que hoy llamamos DOR, y que de todo cuanto hemos 
			aprendido de nuestros cobayas, parecen operar hacia la 
			desintegración hemática a través de la , la deformación de los 
			glóbulos rojos.
 
			Aún queda por estudiar y por precisar sobre bases amplias y seguras 
			casi todo esto. Este informe indica sólo algunas directrices de 
			investigación; no pretenden presentar resultados definitivos. Sin 
			embargo, no debe ser olvidada la mínima esperanza de un progreso 
			positivo. Ésta de hecho puede conseguir algún remedio a la amenaza 
			de la guerra atómica. Porque si se permanece dispuestos y 
			preparados a controlar rigurosamente nuestros actos y nuestras 
			opiniones, nada podrá ser dañino.
 
			En este punto, se pueden sacar con certeza las siguientes 
			conclusiones sumarias:
 
				
					
					
					Las radiaciones nucleares excitan la energía OR a una intensísima 
			actividad. Esto concuerda con cuanto habíamos podido observar en el 
			curso de muchos años: es decir que toda energía electromagnética es 
			diferente de la energía orgónica y es antagonista a ésta.
					
					Los sistemas bio-energéticos (es decir orgonóticos) de los 
			investigadores que habían tenido estrecho contacto con el área de 
			los experimentos fueron gravemente influenciados por la intensa 
			excitación orgonótica de la atmósfera.
					
					La super-irradiación con Oranur puede provocar graves disturbios 
			en el sistema nervioso autónomo y del sistema sanguíneo hasta 
			resultados mortales.
					
					La medida en que la radiación nuclear, en medidas mínimas, irrita 
			a la energía orgónica, aparece de manera exorbitante. La energía 
			orgónica, por así decirlo, enloquece. El efecto ejercido por las 
			radiaciones nucleares sobre la energía orgónica tiene los estigmas 
			de la muerte entre sus aspectos subjetivos. La energía orgónica del 
			organismo se revela ante las radiaciones nucleares como harían las 
			radiaciones: es decir en forma letal. Parece que la energía orgónica, 
			generalmente benigna, desate de sí misma una rama letal (DOR), así 
			como el esplendor orgonótico de una jornada de sol puede desarrollar 
			un rayo en cielo sereno.
					
					Ya que es el proceso oranúrico de la atmósfera y no la radiación 
			nuclear lo que determina el "morbo oranúrico", es imposible 
			defenderse de este último porque, ya sea la energía orgónica o la 
			oranúrica, penetran todas las cosas y no son desviadas por ninguna 
			masa de ladrillos de plomo, de camisas o de máscaras.
					
					Los efectos mortales de la energía orgónica (DOR) operan en una 
			forma que es observable también en la leucemia: destrucción de los 
			sistemas productores de los glóbulos rojos, del tejido óseo y del 
			medular.
					
					El, proyecto Oranur en toda su complejidad parecía destinado al 
			fracaso si en la reacción del encuentro entre las radiaciones 
			nucleares y la energía orgónica (NR+OR) no se hubiese formado otra 
			cosa que una transformación letal de la energía orgónica. 
					   
					Viceversa 
			en la formula NR+OR están recogidas otras posibilidades de gran 
			importancia:   
						
						
						Las propiedades saludables de Oranur se pueden obtener solo 
			mediante una dosis cuidadosa. Quien descubriese el agua, por primera 
			vez en su vida, mientras se encontrara expuesto a una sed mortal en 
			el desierto, se llenaría el estomago inmediatamente de litros y 
			litros de agua, y moriría ciertamente en manos del elemento que, en 
			otras circunstancias le hubiese salvado la vida. De ahora en 
			adelante la energía orgónica podría ser estimulada a cualquier grado 
			deseable de benéfica actividad oranúrica sólo regulando 
			cuidadosamente la dosis de radiación nuclear puesta en el 
			acumulador orgónico durante el tiempo suficiente para estimular a 
			la energía orgónica hasta su reacción oranúrica.  
						
						Debe existir para cada organismo una línea fronteriza entre el 
			estado benéfico y el estado nocivo de excitación de la energía 
			orgónica.  
					
					La hipótesis teórica que en la explosión atómica la energía orgónica atmosférica desarrolle una función importante, no puede ser 
			del todo descartada. La "pila" atómica, construida como es en 
			material metálico (plutonio) y no metálico (grafito), representa 
			probablemente un tipo especial de acumulación orgónica. La reacción 
			en cadena podría ser así debida, al menos en parte, a la actividad 
			orgónica provocada por la influencia del uranio. Éstas quieren ser 
			solamente interrogaciones teóricas para ulteriores experimentos, 
			simples hipótesis dotadas de una cierta probabilidad. 
					
					La cuidadosa clarificación de todas las funciones observadas 
			hasta ahora han demostrado nítidamente cómo la forma mortal en que 
			se ha revelado drásticamente la energía orgónica atolondrando a los 
			investigadores de la fundación Wilhelm Reich, se ajustan a muchos 
			fenómenos bioenergéticos, notados hace tiempo:   
						
						
						Los saludables biones PA resultaban excitados y asumían una 
			fuerte luminiscencia cuando entraban en contacto con los mortales bacilos T. Los biones PA conseguían matar a los
						bacilos T, pero en 
			el curso de tales procesos algunos de los biones PA perdían el 
			propio poder sanador y degeneraban en patógenos corpúsculos T.
						
						Los glóbulos rojos muy cargados son capaces de agredir al tejido 
			canceroso, de inmovilizar las células cancerosas y de provocar su 
			desintegración en corpúsculos T. En el curso de este proceso, sin 
			embargo, los mismos glóbulos rojos sanadores pierden su propia 
			carga bio-energética y se desintegran en corpúsculos T.
						
						Es un hecho común y bien notorio que un hombre sano, recto y 
			honesto, combatiendo el mal y la muerte, puede transformarse él 
			mismo y desarrollar la propiedad de aquel mal que esta combatiendo 
			con todas sus fuerzas. Y es también notorio que el amor, seguido de 
			la frustración, se transforma fácilmente en su opuesto, esto es en 
			el odio mas descarnado. 
			Hay algo muy conmovedor en estas identidades funcionales de esferas 
			tan diversas y distantes de la naturaleza.  
			  
			Es imposible no ser 
			alcanzado por esta fundamental unidad que rige como única ley toda 
			la realidad: combatiendo el odio, el amor degenera en odio, propio 
			como los biones PA, combatiendo a los bacilos T, degeneran ellos 
			mismos en corpúsculos T, como la vitalizarte energía orgónica de la 
			atmósfera se transforma en el fulgor exterminador y como, en fin, la 
			misma energía orgónica se transforma en DOR combatiendo a las 
			radiaciones nucleares. 
			Las potencialidades creativas de estas funciones antitéticas son 
			infinitas. Estas merecen toda la atención de una humanidad que 
			quiera aprender los medios más apropiados para empeñar al bien 
			contra el mal sin transformar el mal al bien mismo.
 
			  
			Aunque las 
			implicaciones morales y sociales del primer experimento Oranur son 
			bastante importantes para justificar los graves riesgos asumidos 
			por la actuación del experimento mismo.
 
			
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			La reacción oranúrica en cadena de la atmósfera
 
			La necesidad de adoptar las consabidas y completas medidas 
			protectivas del tratamiento de los radioisótopos líquidos eran por 
			fin superadas: no había de hecho ningún medio para defenderse de una 
			energía atmosférica empujada al “amok" por la irritación ejercitada 
			sobre ésta por la energía nuclear.
 
			  
			Habíamos presentado ya a los 
			laboratorios de Oak Ridge la petición de admitir a uno de nuestros 
			médicos a un curso sobre las técnicas de protección de las 
			radiaciones nucleares. 
			  
			La petición fue retirada y una segunda 
			petición, ya preparada para ser expedida fue también retirada. 
			Mientras se desarrollaban estos advenimientos no sabíamos nada de 
			las explosiones atómicas experimentales que habrían de haber sido 
			efectuadas en Nevada hacia algún tiempo. Ni habría podido 
			humanamente prever un aumento de la puntuación de fondo en todos los 
			Estados Unidos orientales y en el Canadá, Una idea tal ni siquiera 
			habría podido pasarme por la cabeza en relación al experimento 
			Oranur.
 
			  
			Pero fui sorprendido cuando el 3 de Febrero, es decir tres 
			semanas después del experimento, el New York Times informó que 
			durante la última semana de Enero una puntuación de fondo 
			excepcionalmente alta había sido tomada en una zona que se extendía 
			desde Rochester (del Estado de Nueva York) al Canadá. Muchos de mis 
			colaboradores que habían participado en el experimento Oranur en 
			Orgonon tuvieron la misma idea unos independientemente de los otros: 
			la alta puntuación de fondo registrada en los Estados Unidos 
			orientales ¿habría sido quizás determinada por nuestro experimento 
			Oranur?. 
			Para acercarnos a la solución de esta cuestión, es indispensable 
			esclarecer diversos puntos:
 
				
					
					
					La puntuación de fondo en Orgonon había sido alta durante todo el 
			experimento Oranur: 60-90 CPM, es decir el triple de lo normal 
			(20-30 CPM). Ésta se volvió normal solamente después del 
			desmantelamiento, en todos los edificios implicados en las 
			investigaciones, de todo aparato para la concentración de la energía 
			orgónica.    
					Esta ascendía inmediatamente a niveles elevados (50-70 CPM) si se reconstruía aunque sólo fuese un pequeño acumulador de 30 
			cm de lado, sin que ninguna fuente de radiación nuclear estuviese 
			presente. Apenas el acumulador era desplazado la puntuación volvía 
			a bajar. Además, algunos acumuladores orgónicos que habían estado 
			puramente cercanos a un acumulador orgónico implicado en el 
			experimento Oranur desarrollaron una intensa radiactividad 
			oranúrica.
					
					Algunos físicos de la comisión Americana para la Energía Atómica 
			(AEC) habían adelantado la hipótesis de que los altos conteos de 
			fondo registrados en los Estados Unidos orientales fuesen atribuidos 
			a las explosiones atómicas efectuadas en Nevada entre el 27 de Enero 
			y el 3 de Febrero de 1951. Por muy simple que pueda parecer una 
			explicación de este género nos pareció muy dudosa. Mucho antes que 
			se verificasen las explosiones atómicas habíamos temido eventuales 
			reacciones en cadena de la energía orgónica atmosférica en torno a 
			Orgonon. Apenas constatada la gravedad y la extensión de la 
			reacción oranúrica en puntos muy distantes del edificio del 
			laboratorio, nos habíamos preocupado de lo que hubiese podido 
			suceder en la población situada a 7 Km. de distancia.
 
					El área en la que había sido señalada aquella puntuación de base 
			excepcionalmente alta formaba a groso modo un disco que tenía un 
			diámetro variable entre los 500 y los l000 Km. y un centro situable 
			más o menos en los alrededores, de Orgonon. Ninguno podía decir si 
			la radiactividad se había extendido como mucho en el Océano 
			Atlántico, ésta sin embargo había llegado según nuestras 
			valoraciones hasta unos 1000 Km. en dirección sudoeste, y mucho mas 
			allá en la región del Canadá oriental.    
					El aumento de la puntuación 
			de fondo había sido señalado el 3 de Febrero de 1951 es decir tres 
			semanas después de que se hubiera producido la reacción más fuerte oranúrica. Si presumimos que los efectos oranúricos se hubiesen 
			extendido en 21 días de 1000 1150 hacia el oeste, es decir en un 
			sentido contrario a la dirección general oeste-este de la 
			involucración de la energía orgónica, la velocidad de esparcimiento 
			habría estado alrededor de 50-55 Km. al día, es decir cerca de 2 Km. 
			a la hora.    
					Esto entraba perfectamente en los límites de las 
			posibilidades reales. 
			Viceversa, si se presume que la más alta puntuación de fondo 
			registrada en los Estados Unidos orientales no fuese debida al 
			experimento Oranur, pero sí a las explosiones atómicas de Nevada, 
			nos encontrarnos ante las siguientes contradicciones: 
				
					
					
					Las primeras explosiones atómicas se habían producido una semana
			antes de la alta puntuación que se detectó en la parte oriental de 
			los Estados Unidos. Tal puntuación, sin embargo, había sido 
			observada muchos días antes del 3 de Febrero de 1951, es decir 
			apenas dos o tres días de la primera explosión.
					
					El crecimiento de la radioactividad atmosférica fue detectado en 
			Rochester, en el Estado de Nueva York, en la nieve que había caído 
			recientemente. Ésta fue de hecho detectada después de que la nieve 
			se disolviese. La radioactividad, por tanto, tendría que haber 
			recorrido los 3.900 Km. (!) que separan la zona de las Vegas, en 
			Nevada, de los Estados Unidos orientales, en 2 o 3 días, es decir a 
			la velocidad de casi 2.000 Km. al día, de alrededor de 8o Km. a la 
			hora; una velocidad superior a la media de los huracanes (15-20 
			Km.), la velocidad de un tornado ¡y además en días serenos y sin 
			viento!Según los boletines meteorológicos que poseíamos la última semana de 
			Enero fue serena y soleada, sin temporales importantes.
   
					Por oscuros 
			que puedan parecer estos problemas y por cuanto abiertas a la duda 
			puedan estar nuestras suposiciones, no se debe dejar de lado el 
			intento de determinar si la alta radioactividad registrada en la 
			atmósfera de los Estados Unidos occidentales durante la semana del 
			26 de Enero de 1951 se debió a la explosión atómica del Nevada o al 
			experimento Oranur realizado en Maine e iniciado en 195o el 28 de 
			Diciembre.
					
					El aumento de la radioactividad atmosférica se observó solamente 
			en la parte oriental de los Estados Unidos. Desde Rochester (Nueva 
			York) a las Vegas (Nevada), salvo para las cercanías inmediatas de 
			esta última localidad, no se observó nada insólito. ¿Es admisible 
			que la nube radioactiva se haya trasladado a la velocidad de un 
			gigantesco huracán durante 3.900 Km. sin dejar traza alguna hasta 
			que alcanzó a los Estados orientales del confín del Canadá y 
			entonces, y sólo entonces, se manifestase con elevadas puntuaciones 
			de fondo? Creo que tal interpretación sea bastante menos aceptable 
			que la anterior, es decir, que el crecimiento radioactivo 
			atmosférico haya sido determinado por la reacción oranúrica.
					
					Todas las informaciones accesibles hasta ahora en materia de explosiones nucleares subrayan el hecho de que la alta 
			radioactividad dura sólo pocos segundos y se extiende sólo unas 
			pocas millas más allá del punto cero; nunca he oído hablar de un 
			efecto radioactivo que alcance una distancia de 3900 Km. dejando un 
			área incontaminada de 2.700 Km. entre el lugar de la explosión y el 
			lugar donde se verificó el crecimiento de la radioactividad. Por 
			otro lado, se ha tenido noticia de que en Bikini los organismos 
			vivos permanecieron intensamente radioactivos por varios años 
			después de aquellas famosas explosiones.
					
					Finalmente, he aquí un dato esencial que es necesario tomar en 
			consideración y al que debemos habituarnos de manera sistemática: El 
			alcance de la energía orgónica, ya sea por intensidad que por 
			extensión, es al alcance de la energía atómica de una y hasta de 
			diez libras de material desintegrable, como la proporción en que el 
			infinito es a un grano de arena. 
			Se pierde ciertamente esta especial visión de conjunto si no se 
			destaca de la hipótesis atómica y electrónica de la constitución del 
			universo al menos cuando se compara la energía orgónica con la 
			radiación nuclear (?). 
			  
			
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			Desarrollo de los hechos en Orgonon a partir del 6 febrero 1.951
 
			El 6 febrero de 1.951, en diversos y bien distanciados puntos dentro 
			y en torno a Orgonon, se efectuó un control escrupuloso. Se constató 
			así que el edificio del observatorio era intensamente radioactivo 
			con una puntuación de fondo que, en la sala de los experimentos, 
			era del orden de 80-120 CPM, así como 2 x l02 MR/H, y si bien ningún 
			cuantitativo de material radioactivo estuviese presente en la misma 
			sala.
 
			  
			El minúsculo cuantitativo de material radioactivo puesto y 
			medido el 3 febrero a la hora 13 fue de hecho confinado en un punto 
			situado a bastantes centenares de metros de distancia de cualquier 
			edificio y lugar habitado.  
			  
			Numerosos exámenes hematológicos orgonómicos efectuados en aquél mismo día revelaron un alto grado 
			de superirradiación tanto en mí como en un médico que había 
			experimentado con cobayas, como también, otro médico que dos semanas 
			antes había dejado de trabajar en Orgonon habiendo presentado gravas 
			síntomas de morbo oranúrico. El único material radioactivo que 
			permaneció entre el edificio del observatorio fue un 
			"sointilloscopio", perfectamente protegido, para la observación de 
			las partículas alfa, pero ésto contenía un cuantitativo de radium no 
			superior a una fracción de microgramo.  
			  
			Éste estaba situado en un 
			acumulador orgónico de 30 cm de lado, forrado de láminas metálicas. 
			En aquél momento no había ningún otro cuantitativo de material 
			radioactivo en ningún acumulador orgónico, ni se encontraba a menos 
			de 60 m. de otro acumulador. Los dos miligramos de radium envueltos 
			en las hojas de plomo estaban aún puestos en un punto situado a casi 
			un Km. de distancia de cualquier edificio; el miligramo experimental 
			de radium había sido extraído del pequeño acumulador a 10 
			"múltiplos".  
			  
			El "sointilloscopio" había sido cambiado de la sala de 
			los experimentos y transportado a un pórtico inutilizado, situado en 
			el segundo piso y que se encontraba fuera de las paredes de piedra y 
			cemento de los observatorios, de 60 cm. de espesor. 
			El control de la puntuación de fondo dio el 6 febrero los resultados 
			siguientes:
 
			  
			
			(Poner aquí cuadro pagina 453.) 
			
			La totalidad del experimento Oranur fue voluntariamente interrumpido 
			por un periodo de varias semanas con el fin de efectuar todos los 
			exámenes hematológicos necesarios. Se dispuso nuevamente que los 
			investigadores dejasen de trabajar en el laboratorio científico 
			donde habían sido realizados a partir del 5 enero los primeros 
			experimentos Oranur. Todos esperábamos que la atmósfera del 
			laboratorio se sanease.
 
			  
			Una parte del trabajo se transfirió en el 
			atrio del observatorio. 
			No queríamos siquiera discutir la posibilidad de interrumpir del 
			todo el experimento. Por otro lado era imposible continuarlo dadas 
			las graves reacciones bio-energéticas manifestadas por los 
			participantes. Nos encontrábamos por tanto en un difícil dilema.
 
			El experimento más seductivo era poner dos microgramos de cobalto 
			radioactivo (CO-60) en un acumulador de nueva construcción y 
			colocado en un lugar remoto. Las consideraciones de los posibles 
			efectos sobre la atmósfera no se pudieron comprobar; ya que ninguna 
			explosión atómica se produjo, sin embarco, un experimento tal habría 
			podido decididamente e irrevocablemente establecer si las altas 
			puntuaciones de fondo registradas en los Estados Unidos orientales y 
			en el Canadá hubiesen sido o no provocadas por la explosión de 
			Nevada a 3.900 Km. de distancia.
 
			 Durante la tarde del 6 febrero 1951 la puntuación de fondo en al 
			atrio del observatorio bajó de nuevo a 30-40 CPM y permaneció baja.
 
			  
			
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			Resultado del experimento Oranur 
			en los cobayas
 
			Poco antes de empezar el experimento Oranur habíamos empezado a 
			estudiar la leucemia. Simultáneamente teníamos en el laboratorio, 
			por motivos diversos, varios tipos de cobayas. Cuando empezó el 
			experimento Oranur los cobayas que no debían ser puestos al proceso 
			oranúrico fueron trasferidos en una pequeña cabina de madera situada 
			a 30 m. del edificio principal del laboratorio.
 
			  
			Los cobayas que 
			debían ser tratados con energía orgónica fueron transferidos al baño 
			del mismo edificio. El cuarto de baño estaba separado de la sala 
			principal del laboratorio por una pared de hojas de cemento, de un 
			lado, y de una habitación vacía, por el otro. Los dos lados 
			restantes de la habitación estaban dirigidos al exterior del 
			edificio y, por tanto, al descubierto. 
			Para el experimento Oranur habíamos preparado un grupo de 40 cobayas 
			sanos, ordenados cuidadosamente en el . Todos fueron tratados con 
			energía orgónica durante varias semanas antes del inicio del 
			experimento con la radiación nuclear, y esto conforme a nuestra 
			originarla intención de controlar el efecto de las radiaciones 
			atómicas en los cobayas tratados con energía orgónica. Todos estos 
			programas cuidadosamente estudiados fueron sin embargo completamente 
			trastornados por el curso real de los sucesos.
 
			  
			No inyectamos a los 
			cobayas ningún tipo de isótopo radioactivo fluido. Expusimos por el 
			contrario un primer grupo experimental de cuatro cobayas, durante 
			media hora consecutiva, durante tres veces seguidas, a las 
			radiaciones de una aguja de radium desnudo. Dos de estos cobayas 
			habían sido tratados con anterioridad con energía orgónica y los 
			restantes cuatro lo fueron después de ser expuestos a las 
			radiaciones atómicas. 
			Todos estos minuciosos y elaborados particulares resultaron sin 
			embargo insignificantes ante la pavorosa violencia del experimento 
			Oranur. No importó de hecho que hubiésemos o no tratado 
			profilácticamente a estos cobayas; ni importó que los tratásemos a 
			continuación con energía orgónica pura por un periodo de media hora 
			o de una hora.
 
			  
			Debimos rápidamente darnos cuenta que nuestros 
			precedentes sistemas de cuidadosa dosificación (en minutos) del 
			tiempo de exposición a la irradiación orgónica, habían perdido 
			cualquier significado propio como lo habían perdido las elaboradas 
			técnicas de protección utilizadas en los experimentos con la 
			energía nuclear.  
			  
			Nuestras precedentes apreciaciones eran a los 
			efectos del proceso oranúrico como el divertirse con las chispas de 
			una pequeña bobina de inducción es a un rayo durante un huracán. Las 
			diferencias entre lo que estábamos habituados y aquello que 
			estábamos atravesando eran verdaderamente pavorosas. Ninguno de los 
			participantes en el experimento Oranur pudo evitar el sentir miedo. 
			Con los cobayas estábamos realizando también una serie paralela de 
			experimentos sobre el cáncer, así como observando varios grupos 
			experimentales de biones y de productos del Experimento XX. 
			Abreviando, todas las diferenciaciones clínicas y experimentales de 
			aquellos estudios se vinieron abajo y no sirvió para nada el grupo 
			particular al cual pertenecía el singular cobaya. Los efectos 
			oranur eran por tanto idénticos y todos los cobayas presentaban los 
			mismos síntomas a su fallecimiento.
 
			No pareció importar que los diversos grupos de cobayas hubiesen sido 
			conservados en el cuarto de baño del laboratorio o en la cabina de 
			madera situada a treinta metros de distancia del edificio. El efecto 
			Oranur se había propagado durante el experimento a muchos centenares 
			de metros hacia el exterior del laboratorio. Por el aspecto de los 
			cobayas, sin embargo, aparece claramente cómo aquellos que habían 
			oído puestos contiguamente a la sala experimental durante el 
			experimento Oranur hubiesen sufrido más gravemente. Los síntomas 
			comunes del "morbo oranúrico" eran los siguientes.
 
			Parálisis en varios grados; piel Hispida; sudoración fría; 
			contracción corporal total; cola, nariz, labios y lóbulos 
			auriculares cianóticos; prurito e inquietudes extremas antes de la 
			afloración de la parálisis: fuerte sed (que corresponde a los 
			resultados de la biopsia: tejidos áridos y sangre deshidratada). 
			Parecía significativo que los pequeños cobayas hubiesen muerto 
			antes y más rápidamente que los ejemplares adultos.
 
			Parecía además importante que los organismos originariamente 
			debilitados desde el punto de vista bioenergético, como por ejemplo 
			la prole de topos cancerosos, morían más rápidamente que los ratones 
			sanos. En conjunto, todos los cobayas que estaban cercanos al 
			experimento Oranur tenían grandes trastornos. En algunos el 
			tratamiento con energía orgónica pura pareció ayudar; aunque en 
			algunos organismos humanos la aplicación de energía orgónica, 
			pareció atenuar los sintonías morbosos. Por otro lado, casi todos 
			los investigadores que habían participado de manera integral en el 
			experimento Oranur atravesaron un periodo de patente antipatía hacia 
			el uso del acumulador orgónico.
 
			Era impresionante como esta intolerancia se extendía hasta los más 
			pequeños aparatos de acumulación, como por ejemplo una simple caja 
			forrada de metal o un acumulador de 20 cm. de lado.
 
			El domingo 11 febrero 1951.
 
			Un asistente que aquél día tenía el encargo de ocuparse de los 
			cobayas experimentales salió por la mañana del laboratorio con 
			cerca de 30 cobayas muertos en las últimas 12 horas, es decir desde 
			cuando, el día anterior, había sido realizada la última 
			observación. Entre estos cobayas habían algunos que habían 
			permanecido en la sala de los experimentos durante todo el 
			experimento Oranur, otros cobayas leucémicos que habían sido puestos 
			en el cuarto de baño durante aquél mismo periodo, muchos cobayas 
			cancerosos que habían sido tratados con energía orgónica, y varios 
			cobayas sanos que habían sido transportados en la pequeña cabina de 
			madera situada a unos 30 m. de distancia del laboratorio científico.
 
			Aquella mortalidad fue para todos nosotros un shock terrible. Estos 
			cobayas habían muerto indudablemente en masa después del 
			experimento Oranur. Y nosotros no conseguíamos entender cómo habían 
			muerto tantos en el mismo día.
 
			La autopsia de estos cobayas (todos trabajamos durante la entera 
			jornada dominical) reveló un único e idéntico cuadro patológico, 
			independientemente del hecho que cada cobaya perteneciera a 
			cualquier grupo utilizado para el experimento Oranur, ya sea aquel 
			de la leucemia o aquel del cáncer.
 
			  
			Los síntomas comunes a todos los 
			cobayas eran los siguientes: 
				
					
					
					Pulmonía en el estado hemorrágico u organizativo.
					
					Grave exudación fibrosa integralmente en la cavidad pleúrica en 
			cada uno de los cobayas y, en algunos, hasta la cavidad abdominal y 
			en dirección a la pelvis. El tejido subcutáneo pélvico y los 
			genitales, así como el perineo, habían sido atacados en todos los 
			cobayas. Este tipo de exudación había sido bastante notable en otras 
			muchas procedentes autopsias de cobayas muertos a continuación de 
			fuertes inyecciones de Bacilos T.
					
					Decoloración cadavérica y verdosa, de corpúsculos T, en el tejido 
			subcutáneo.
					
					Venas fuertemente dilatadas (sobre todo la vena aorta y la vena 
			cava, pero también. la carótida ). "Orejitas" cardíacas fuertemente 
			dilatadas, sangre negruzca en las venas.
					
					Coloración purpúrea de los órganos genitales, con grave 
			dilatación de las vesículas seminales o de los tubos ováricos.
					
					En todos los cobayas, cola grisácea o cianótica, endurecida y con 
			forma un poco enroscada.
					
					Lóbulos auriculares, extremos de las patas y labios, cianóticos.
					
					En el cuadro hematológico de todos los cobayas muertos o 
			sacrificados recientemente, indiferentemente a su grupo de 
			pertenencia, fueron descubiertos lóbulos rojos en el mismo estado de 
			aquellos descubiertos en los cobayas leucémicos en nuestras 
			investigaciones sobre leucemia a primeros de diciembre.
			En algunos cobayas, pero no en todos, la puntuación de leucocitos 
			resultó bastante elevada.
					
					Positivos los cultivos de bacilos T.
					
					En algunos cobayas del grupo Oranur fue descubierto un bazo 
			bastante hinchado (hasta cuatro veces más del tamaño normal).
					
					Impresionante aridez del peritoneo y evidente carencia de los fluidos en el sistema sanguíneo. (Durante el experimento Oranur 
			habíamos sufrido de dolores y de sequedad en la garganta). 
			Omito aquí otros resultados atípicos. Era indispensable limitar este 
			informe a los caracteres más generales: La elaboración detallada y 
			paciente de las observaciones nos dará sin duda otros datos 
			esenciales  
			  
			¿Como podíamos entonces continuar estas investigaciones 
			fundamentales si los mismos investigadores parecían amenazados por 
			las condiciones de trabajo impuestas por el experimento? 
			Informe sobre los cobayas afectados por el proceso oranúrico (26 
			marzo 1951)
 
				
					
					
					Cuarenta cobayas sanos conseguidos en diciembre de 1950 y destinados a inyecciones de isótopos P32 fueron tratados 
			diariamente, preliminarmente, con irradiaciones de energía orgónica 
			prolongadas hasta el 5 de Enero de 1951. Estos cobayas permanecían 
			en el interior de la sala experimental del laboratorio, 14 de ellos 
			morían durante el experimento Oranur; los 26 restantes están vivos 
			actualmente pero gravemente afectados por "el morbo oranúrico" .
					
					Número de cobayas presentes en el inicio del experimento Oranur: 
			286, 57 de estos 286 cobayas han muerto durante el experimento 
			Oranur de "morbo oranúrico". 12 gravemente enfermos fueron 
			sacrificados con el fin de obtener material fresco para la autopsia. 
			Los restantes 217 cobayas han sido gravemente afectados por "el 
			morbo oranúrico" y han enfermado todos con diversa gravedad.
					
					La descendencia de los cobayas cancerosos ha sido particularmente 
			afectada por los efectos oranúricos. De los 23 cobayas de este grupo 
			ninguno parecía afectado durante los primeros días del experimento. 
			A continuación, sin embargo, la totalidad de los 23 cobayas 
			fallecieron espontáneamente con los síntomas típicos del "morbo 
			oranúrico".
					
					Al contrario, de los cuarenta cobayas tratados por el doctor S. Tropp con super-irradiaciones abundantes durante los 2 ó 3 meses 
			precedentes al experimento Oranur, ninguno ha muerto durante o 
			después del experimento hasta esta fecha (mayo 1951). Hemos tenido 
			la impresión que la super-irradiación continua con energía orgónica 
			en cantidades soportables hubiera provocado una adaptación del 
			organismo a mayores niveles energéticos y por tanto, quizás, hubiese 
			consentido la supervivencia.
					
					De los 42 cobayas leucémicos que habían sido tratados con energía orgónica, 16 han muerto espontáneamente y 2 han sido sacrificados, 
			antes de que muriesen, con el fin de la autopsia. Los 26 cobayas 
			restantes han enfermado de "morbo oranúrico" . De los 34 cobayas no 
			tratados orgónicamente pertenecientes al grupo de control para las 
			investigaciones sobre la leucemia, 30 están aún vivos pero enfermos. 
			¿Por qué murieron docenas de cobayas con los mismos síntomas aquel 
			domingo siniestro?.  
			  
			Para descubrirlo trabajamos todo el día en la 
			mesa de autopsia y en el microscopio. Resumimos las observaciones 
			relativas y que pueden dar una solución a la cuestión. 
				
					
					
					Todos los cobayas muertos pertenecían a los grupos experimentales 
			que tenían en común un bajo nivel bio-energético. Conclusión: el 
			bajo nivel bio-energético favorece la muerte por "morbo oranúrico".
					
					Altos niveles de Energía vital aseguran la intervención de 
			adecuadas cantidades suplementarias de energía orgónica cuando las 
			radiaciones nucleares habían agotado las reservas disponibles del 
			organismo. Una intensa carga orgónica profiláctica de los organismos 
			reducirá por tanto los efectos del " morbo oranúrico" en modo más 
			eficaz que la simple aplicación de energía orgónica después del 
			inicio de la radiopatía.
					
					El 11 de febrero tuvimos una noche y un día muy opresivos y 
			nublosos, aunque no muy húmedos (humedad relativa 40-50 %). Esto 
			había disminuido y por tanto debilitado el nivel de energía orgónica 
			atmosférica; había, por tanto, una reducida disponibilidad de nueva 
			energía orgónica atmosférica; los animales tuvieron que sacar 
			energía de las cargas de sus tejidos y esto a su vez había 
			acentuado la muerte. Análogamente, en el resfriado el mal tiempo 
			reduce la tensión orgónica de la atmósfera y con ello la 
			disponibilidad bio-energética de los organismos vivientes.
					
					La evasividad intrínseca a la naturaleza humana se desembaraza 
			con ligereza de los problemas importantes. ¿Por qué no explicar 
			simplemente la mortandad de los cobayas como consecuencia de una 
			pulmonía contraída en su estancia en la cabina de madera en un 
			periodo de mal tiempo o de temperaturas bajo cero?.  
			Yo mismo había 
			pensado en esta posibilidad.  
			  
			Sin embargo los hechos no consentían 
			su huida así fácilmente a nuestra grave responsabilidad; otros 
			cobayas habían muerto durante el experimento Oranur, antes y después 
			del 11 de febrero, en días tibios y soleados. Los cobayas, además, 
			habían permanecido anteriormente en aquella misma cabina de madera, 
			caldeada a una temperatura de l6-20o centígrados, sin morir, si bien 
			en el exterior la temperatura era de 25° bajo cero.    
			Una 
			investigación especial estableció que el encargado había vigilado 
			escrupulosamente la estufa de la cabina en aquella noche fría. Por 
			tanto los síntomas descubiertos en los cobayas muertos iban más 
			allá de aquellos de los de una simple pulmonía. La pulmonía era una 
			de las causas finales de la muerte y solamente en algunos de los 
			cobayas, no en todos.    
			Además todos habíamos padecido de tanto en 
			tanto de sintomatología oranúrica en mayor o menor medida y aún con 
			el tiempo más sereno. Era por tanto imposible rehuir la conclusión 
			de que los organismos debilitados de los cobayas hubiesen sido 
			vencidos por un ulterior ataque.   
			Con el conocimiento y la demostración de la existencia, ya sea en 
			los organismos vivientes que en la atmósfera, de una energía vital 
			concreta, mesurable y utilizable, ciertas declaraciones 
			superficiales y evasivas, según las cuales éste o aquel sujeto 
			hubiesen muerto por la acción de los "gérmenes atmosféricos" o de 
			los "virus X"; jamás vistos, jamás demostrados, y jamás tratados, ya 
			no son aceptables. Existe en el organismo viviente "algo" sobre el 
			que operan los "gérmenes atmosféricos" o los "virus X"; este "algo" 
			reacciona a las influencias nocivas.  
			  
			Existen hechos, como por 
			ejemplo una mayor intensa producción de leucocitos (¿Vienen del 
			aire?) una congestión hacia la región enferma (¿qué provoca el 
			movimiento, los iones, las sales, las sustancias químicas?), 
			temperaturas variables que aquí se aumentan y allá se bajan (¿qué 
			es la temperatura del organismo?), convulsiones, fibrosis 
			fasciculares y (observadas personalmente por mí durante el 
			experimento) fibrosidades del peritoneo aún después de que el 
			corazón haya cesado de latir.  
			  
			Este "algo" que afluye de manera congestionante hacia la parte enferma del cuerpo, que produce calor 
			y lo mantiene en un nivel constantemente más elevado de aquel de la 
			temperatura ambiental, que se cambia en el interior del organismo 
			de un punto a otro, independientemente de cualquier nervio o de 
			cualquier involución membranosa, o que, como sucede en el orgasmo, 
			se contrae y se extiende convulsivamente, es de hecho la energía orgónica organísmica:
			la energía Vital.  
			  
			Las correlaciones objetivas 
			han resultado demasiado numerosas y demasiado evidentes pura poder 
			ser ulteriormente descuidadas. Sin el concreto conocimiento de esta 
			energía vital, ni un solo aspecto de los procesos oranúricos es 
			comprensible. Con el conocimiento de ésta, por tanto, podemos seguir 
			todos los acontecimientos de la manera más sistemática y fructuosa. 
			Nos hemos asombrado, de la lógica con que viejas observaciones, 
			funciones entre ellas e incluso hipótesis provisorias lleguen a ser 
			con la energía orgónica plenamente explicables y hagan comprensibles 
			las funciones más pequeñas. Así, por ejemplo se hacía comprensible 
			cómo los glóbulos rojos super-irradiados con energía orgónica 
			apareciesen primero claros y lucientes en el microscopio, para 
			convertirse minutos después de un azul oscuro; éstos de hecho habían 
			vuelto, perdiendo gradualmente energía, al nivel energético 
			fisiológico (un fenómeno éste que resulta incomprensible para 
			cualquier tendencia científica diversa a la orgonómica).
 
			  
			Del mismo 
			modo se explica otro fenómeno, esto es que en un más alto grado de 
			deterioro los glóbulos rojos asumieron formas exactamente 
			correspondientes a aquellas reveladas en los cobayas leucémicos 
			muchas semanas antes de que empezara el experimento Oranur. Esto a 
			su vez unía inteligiblemente la radiopatía a la leucemia. Esto 
			consentía también entender como la leucemia, fuese, entre los niños 
			y los adolescentes, más difundida que los lentos procesos de 
			degradación cancerosa: la leucemia, de hecho, parecía tener también 
			sus orígenes en una carga excesiva del sistema eritrocítico. Todo 
			esto debía ser elaborado en sus particulares sobre una amplia base 
			de observaciones y experimentos aún por concluir. 
			Vastos horizontes se cerraban, para las investigaciones sobre la 
			predisposición a la enfermedad. No obstante, en medio de tantas 
			perspectivas prometedoras, existían serios motivos de preocupación. 
			Después del desalojo de todo el material radioactivo permaneció en 
			el observatorio, como se dijo, solamente un "sointilloscopio" para 
			la observación de las partículas alfa; este contenía un 
			cuantitativo de material radioactivo desdeñable que, en su estuche, 
			en condiciones normales podría haber sido tranquilamente 
			transportado en un bolsillo..
 
			  
			Pero hasta aquel minúsculo 
			cuantitativo ara suficiente para provocar una reacción DOR tan 
			fuerte en todo el edificio que mi mujer y mi hijo (niño de 7 años) 
			manifestaron graves síntomas de desintegración sanguínea por lo que 
			debieron ser alejados. La sintomatología sanguínea merece ser 
			tratada extensamente y aparte. Aquí, solamente subrayaremos cómo 
			cada cuadro hematológico que presentaba manifestaciones 
			degenerativas tales para provocar graves preocupaciones tuviese 
			algo en común con la leucemia. 
			Durante años estábamos habituados a observar de 1 a 3 glóbulos 
			blancos por campo examinando la sangre en soluciones salinas a 
			300-400 aumentos. En los cuadros hematológicos deteriorados del 
			experimento Oranur podíamos observar bastantes más de 4 a 8 
			leucocitos por campo.
 
			En la leucemia habíamos observado además una delicada estructura 
			granular en el interior de los glóbulos rojos en campos oscuros. 
			Ahora, podíamos observar en los glóbulos rojos la misma granulación 
			que, a nuestro juicio, significaba una degeneración del tipo 
			"corpúsculos T", es decir, con otras palabras, una forma de 
			decaimiento putrefacto. Algunos de los cultivos sanguíneos positivos 
			confirmaron este juicio como siempre lo habían hecho en los casos de 
			biopatía cancerosa avanzados.
 
			En la mayor parte de los cobayas leucémicos habíamos observado, 
			entre las otras señas de super-irradiación orgonótica, el hecho que 
			en los eritrocitos se desarrollaban círculos rojos (es más, de color 
			azul brillante) mucho antes de la irrupción de la forma leucémica 
			declarada con participación del aparato glandular.
 
			  
			Esta misma 
			situación era ahora claramente observable en el cuadro hematológico 
			de todos los investigadores que habían participado en el experimento Oranur.
 
			
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			Medidas sanitarias y evacuación de los colaboradores enfermos 
			En el ápice de los efectos del experimento Oranur pareció imposible 
			tomar medidas para proteger a cuantos habían participado en el 
			experimento de la furia desencadenada de sus efectos incontrolables. 
			La mayor parte de mis colaboradores acostumbraban a abandonar 
			Orgonon hacia las cinco de la tarde y no volvían hasta la mañana del 
			día siguiente.
 
			  
			Ellos disponían así de unas 16 horas de descanso para 
			reponerse de los persistentes efectos oranúricos. Otros, entre los 
			que estaba yo mismo, mi familia y el guardián residente en Orgonon, 
			no teníamos la posibilidad de tener una recuperación de este tipo. 
			Resultó entonces que los organismos originariamente fuertes no 
			presentaron graves reacciones, mientras los organismos que por una 
			razón o por otra, estaban ya debilitados antes del inicio del 
			experimento Oranur desarrollaron fuertes reacciones aún viviendo 
			lejos de Orgonon.  
			  
			Por mi parte no sentía nunca la necesidad de 
			reposar en cama aún estando frecuentemente cansado. Mi hijo sin 
			embargo había enfermado gravemente a continuación de un común 
			resfriado por haberse mojado los pies jugando en la nieve. Si bien 
			había guardado todo el material radioactivo que ejercía de estimulador de las reacciones oranúricas, el aire del observatorio 
			siguió siendo pesado y opresivo, con subidas de la puntuación de 
			base basta de 60-70 CPM, si las ventanas estaban cerradas por más de 
			15-30 minutos. Y por otro lado el tener continuamente abiertas las 
			ventanas con una temperatura exterior alrededor de 0o era bastante 
			imposible. 
			El niño sufrió complicaciones, empezó a tener una ligera debilidad 
			en las piernas, dolores imprevistos y repentinos, y tendencia a la 
			inmovilidad en la actividad respiratoria. Normalmente era fácil 
			eliminar estos síntomas utilizando las susodichas "mantas 
			orgonizantes" que habíamos predispuesto en el cuadro de los 
			preparativos para el "servicio de socorro" del experimento Oranur. 
			Poro ahora, estas mismas mantas orgonizantes actuaban como factores 
			estimulantes de las reacciones oranúricas. Era ésta una posibilidad 
			que habíamos descuidado durante los preparativos.
 
			  
			Mi hijo se 
			agravó; estaba pálido e incluso a veces lívido; las palmas estaban 
			húmedas por la transpiración fría: una señal inconfundible de 
			contracción simpaticotónica; estaba inquieto y experimentaba 
			continuamente una sensación de malestar sin que nosotros pudiésemos 
			aparentemente ofrecerle ayuda. Ya que la aireación del edificio no 
			removía los efectos oranúricos no podíamos afrontar la situación 
			con estas simples medidas de ventilación.  
			  
			Él fue transferido a otra 
			parte del edificio donde los efectos DOR parecían menos fuertes; 
			esto pareció sanarlo pero no lo suficiente. Los exámenes 
			hematológicos revelaron una grave super-irradiación de los glóbulos 
			rojos, un aumento de los glóbulos blancos y, con nuestro pesar, 
			algunos síntomas de degeneración leucémica de los corpúsculos 
			sanguíneos. 
			El doctor Simeón J. Tropp, que como dije vivía en Rangeley, se 
			prestó a transferir a su casa al muchacho. Había llegado a proponer 
			una medida así porque no estaba seguro de que un organismo una vez 
			atacado por el "morbo oranúrico", no pudiese influenciar 
			negativamente a los otros organismos. También los cobayas que habían 
			muerto en masa tenían un olor pésimo y presentaban fuertes signos 
			de super-irradiaoión; por otro lado, mis mismas manos habían 
			acrecentado bastantes veces la propia actividad bio-energética. Por 
			tanto, consentí finalmente. El niño mejoró ligeramente, a las pocas 
			horas de encontrarse en casa del doctor Tropp, pero al día siguiente 
			sufría aún de ataques de debilidad.
 
			También la madre del niño, Ilse Ollendorff, había desarrollado el 
			morbo oranúrico en su forma grave, como había demostrado por un 
			cuadro hematológico bastante sospechoso. También ella estaba pálida 
			y ligeramente lívida en su rostro. Fue alejada de Orgonon al día 
			siguiente y empezó a recuperarse poco después. Llegado a este punto 
			se le ordenó a todas las demás personas estar lejos de Orgonon.
 
			Pero esta era una solución insatisfactoria de nuestro problema. El 
			asistente que había interrumpido su participación en el experimento 
			Oranur durante la segunda semana de actividad, sufría aún de "morbo 
			oranúrico" si bien no había vuelto a Orgonon ni una sola vez. Desde 
			hacía semanas el morbo oranúrico lo afligía: de tanto en tanto caía 
			en la postración más completa para salir después lentamente. Su 
			cuadro hematológico, sin embargo, mejoraba de manera evidente.
 
			  
			Los 
			"círculos" rojos desaparecían de los eritrocitos; el tipo de 
			desintegración volvió en medidas siempre mayores a la normal forma 
			biónica, el sujeto no sólo no estaba pálido sino que se había 
			bronceado; él no fue sin embargo readmitido en el experimento 
			Oranur, en base a consideraciones médicas. No podíamos poner en 
			peligro la vida del prójimo hasta quo no hubiésemos conocido la 
			evolución final del "morbo oranúrico". 
			Durante todo aquel tiempo, estando continuamente en contacto con el 
			experimento Oranur y con los investigadores que habían colaborado 
			nos dimos cuenta que había sucedido algo importante en relación un 
			“arma” futura para la medicina: Esperábamos con impaciencia los 
			desarrollos futuros.
 
			Pocos días después un incidente nos dio la clara percepción de la 
			ferocidad de la fuerza que teníamos delante.
 
			  
			
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 Uno de 
			nuestros médicos al borde de la muerte
 
			Poco a poco empezamos a entender las reacciones especificas de los 
			investigadores en los efectos oranúricos y, con el pasar del tiempo, 
			aprendimos a distinguir mejor los síntomas. Nuestros conocimientos, 
			sin embargo, no tenían un fundamento lo bastante sólido para 
			consentirnos el individualizar anticipadamente el peligro corrido 
			por uno de nuestros médicos en particular.
 
			  
			Se trataba de una doctora 
			que había sufrido desde la pubertad, a continuación de una grave 
			tempestad atravesada por ella, de una bradicardia que había 
			disminuido su pulso alrededor de 50 pulsaciones por minuto. Después 
			de 2 años de tratamiento psiquiátrico orgónico la bradicardia se 
			había atenuado bastante y el pulso había subido a 70 pulsaciones al 
			minuto. Durante muchos años ella había sufrido de una verdadera 
			imposibilidad de llorar completamente. La "deglución" de la emoción 
			del llanto era de hecho uno de sus principales síntomas biopáticos. 
			Me había dado cuenta de la posibilidad de una correlación entre la 
			bradicardia y este bloqueo emocional. El llanto es de hecho 
			realmente "tragado" mediante procesos de deglución del esófago: a 
			continuación de una constante "retracción" de los órganos inferiores 
			de la boca y de la garganta se produce una presión sobre el 
			diafragma y sobre los órganos del tórax.
 
			  
			Ya que el nervio vago, que 
			opera sobre el corazón en sentido "depresivo", partiendo de la base 
			del cerebro baja a lo largo de la "médula oblongada", el esófago y 
			la tráquea, la presión constante ejercitada sobre estos órganos 
			había con toda probabilidad influenciado indirectamente el nervio 
			vago provocando la bradicardia crónica. Por consiguiente, este 
			doctor había sufrido de tanto en tanto de accesos de debilidad (del 
			tipo vagotónico) y durante su tratamiento orgono-terapéutico, en dos 
			o tres ocasiones se había sentido "imposibilitada para moverse". 
			 
			  
			Todo esto había sido notado también por otro médico orgonomista con 
			quien ella había estado en tratamiento. Pero por una razón o por 
			otra, con la prisa del experimento Oranur y a causa de la asombrosa 
			incredibilidad de cuanto sucedía no pensamos en la relación del 
			efecto oranúrico específico con la estructura biopática particular 
			de aquella doctora y dejamos que el sujeto, una persona 
			profesionalmente y científicamente competente, continuase ocupándose 
			de los cobayas y trabajando en el reparto bacteriológico. La 
			paciente, sin embargo, no presentó ninguna grave reacción hasta el 
			día en que se desmayó, peligrando de muerte. Así es como fueron las 
			cosas. 
			El 19 febrero 1951, hacia las 11, mientras trabajábamos en la 
			biblioteca, la doctora en cuestión entró en el local palidísima y 
			vacilando ligeramente, con una aureola lívida alrededor de la boca y 
			la barbilla.
 
			Estaba visiblemente en un estado de schock, asustada y con un 
			profundo malestar. Me contó que poco antes estaba vaciando un 
			acumulador del laboratorio; para extraer el contenido, debía meter 
			profundamente los brazos dentro del acumulador. Habiendo advertido 
			un olor similar a aquel de la reacción oranúrica y para cerciorarse 
			de esto, había introducido la cabeza en el acumulador. 
			Inmediatamente el efecto oranúrico la había "golpeado como una 
			maza".
 
			  
			También aquí, en la biblioteca no podía estar en equilibrio y 
			debió ser transportada en automóvil al observatorio por otro doctor. 
			La llevé debajo de un pórtico del observatorio para hacerle tomar 
			aire fresco. Pero se volvió más pálida y empezó a lamentar la 
			pérdida de la vista y del oído. Simultáneamente podía observar en 
			sus ojos los cambios típicos de este estado. Su pulso era apenas 
			palpable y había descendido a 46 pulsaciones al minuto. La paciente 
			se iba volviendo cada vez más pálida. La acostamos y comenzamos a 
			aplicarle estimulantes.  
			  
			El pulso cardíaco disminuyó y 
			simultáneamente se debilitó de forma extremadamente amenazadora. Su 
			palidez inicial no pareció ceder, pero después de 30 minutos comenzó 
			a. alternarse con vaporadas calientes. Durante todo este tiempo la 
			animamos a continuar hablando. A veces después de una expansión 
			fortísima, visible en el enrojecer de las mejillas, surgía una 
			contracción aún más grave que con no poca frecuencia se acompañó de 
			cianosis de los labios y palidez en las mejillas y en los brazos. 
			 
			  
			Continué estimulándola con coñac y café cargado, hablando y 
			bromeando con ella. Muchas veces sus ojos se nublaban y se volvían 
			hacia arriba. En aquel momento un estímulo enérgico o la reiterada 
			petición de mirarme impedía el cese de la función visual. Durante 
			una hora entera fue difícil encontrarle el pulso, permanecimos cerca 
			de ella y tuvimos que gritarle continuamente que continuara 
			respirando, se podía ver claramente cuándo amenazaba con empeorar y 
			cuándo volvía a expandirse. 
			Los brazos, las manos y los pies de la paciente estaban inertes y 
			fríos. Las sensaciones táctiles eran nulas o bastante disminuidas. 
			Le pusimos una bolsa de agua caliente sobre la zona del plexo solar. 
			No osamos hacerle aplicaciones con energía orgónica, como habría 
			indudablemente hecho en una situación diversa. Además todos los 
			aparatos orgono-terapéuticos habían sido alejados del edificio. 
			Durante dos horas continuamos frotándole las mejillas, el cuello, la 
			región cardiaca y los brazos con toallas heladas. Esto pareció 
			mejorarla bastante.
 
			En un cierto momento pareció que no fuese capaz de hablar. Era 
			indudable que la "médula oblonga" y la región talámica estuviesen 
			entre ellas implicadas. La alternancia entre el grave encogimiento y 
			la sucesiva expansión del aparato vitral continuó con una gradual y 
			lenta predominancia de las regiones expansivas.
 Finalmente, después de casi dos horas, la paciente empezó a 
			recuperarse, readquiriendo el equilibrio de las funcione autónomas.
 
			  
			Poco después dictó personalmente el siguiente protocolo. 
			  
				
				19 febrero 1951,  
				horas 12 y 30.  
				Protocolo sobre la doctora...
   
				“La mañana de hoy, 19 de febrero del 1951, estaba perfectamente 
			bien. Me entretuve 20 minutos en el laboratorio científico, y, 
			advirtiendo la opresión debida a los múltiples acumuladores 
			presentes en el local, abrí todas las puertas y las ventanas. 
			Después busqué otras eventuales fuentes de OR o acumuladores que no 
			hubiesen sido desmontados y efectivamente encontré un viejo 
			acumulador y una multiplicadora en la parte posterior del 
			laboratorio donde habían sido puestos los artículos de vidrio. Aquel 
			acumulador no había sido abierto, durante las últimas 5 semanas, 
			salvo en una o dos ocasiones y por breves instantes. El acumulador 
			estaba apoyado en la pared externa de la sala de acumulación 
			orgónica.    
				Transferí rápidamente sobre una repisa todo el contenido 
			del acumulador, introduciendo en él sólo el brazo, pero cuando 
			terminé, examiné el acumulador con la cabeza, que es mi zona más 
			sensible; introduje por tanto la cabeza durante un instante pero 
			tuve enseguida la sensación de haber sido golpeada por un martillo. 
			Experimenté una grave sensación de presión y de vértigo y entendí 
			que debía salir inmediatamente. En los cinco minutos siguientes hubo 
			un sucesivo aumento de los síntomas siguientes: la sensación de 
			vértigo se acentuó aún más y todo mi cuerpo se debilitó. Tenía la 
			impresión de no estar dentro de mí, de no conseguir sentir si mis 
			piernas se movían o no y si yo podía controlarlo. Mover las piernas 
			y los brazos era para mí un esfuerzo tremendo.    
				Tenía la sensación de 
			que todos mis movimientos eran lentos y yo debiera defenderme de la 
			gravedad. Me sentía muy pesada. Cuando llegué al observatorio tenía 
			la impresión de un desdoblamiento de personalidad como en la 
			amnesia, y debía decirme repetidamente las cosas que debía hacer, 
			por ejemplo quitarme las chanclas. Comencé a tener miedo y el miedo 
			aumentó hasta convertirse en la más grave angustia de muerte que 
			haya jamás experimentado. Esto era provocado por las siguientes 
			sensaciones. 
				Una sensación de paro total, localizada en el cerebro y que asumía, 
			en torno a los bulbos oculares y a los brazos el carácter de un 
			tornillo metálico; me sentía además débil y como disociada del resto 
			del cuerpo. Estaba semi-consciente, no conseguía ver con claridad, 
			mi oído estaba confuso y las orejas me zumbaban. Conseguía engullir 
			sólo con dificultad y tenía un pulso débil y lento (45-48 
			pulsaciones). Respirar me era dificultoso y tenía una tal 
			sensación de vértigo que tenía que apoyarme en las paredes.
   
				En aquel 
			momento tenía el típico aspecto del shock: piel lívida y expresión 
			angustiada, especialmente en los ojos, tenía la sensación de estar 
			a punto de morir, de detenerme pura y simplemente. Recuerdo sólo 
			vagamente algunas cosas que sucedieron cuando estaba en el 
			observatorio y cuando estaba acostada. No me había desmayado nunca 
			como a lo largo de mi vida. No experimentaba nauseas. Me pusieron en 
			cama, airearon la habitación y me frotaron la cabeza y las 
			extremidades con toallas frías. La recuperación duró casi una hora y 
			se produjo a intervalos. Experimenté estados de angustia tres veces, 
			pero la angustia desaparecía cuando me aseguraba, y cuando me daba 
			cuenta de estar mejor no tuve más miedo de morir. 
				Mi pulso era débil y permaneció entre 48 y 50 pulsaciones durante 
			una hora. Después se hizo más vigoroso. Los brazos eran pesados y 
			los movimientos lentos, las sensaciones táctiles disminuidas e 
			irregulares. Una recaída me produjo una sensación de grave presión 
			en la cabeza y de entorpecimiento a lo largo del cuello, con 
			dificultad de respiración o insensibilidad en la lengua. Cuando la 
			crisis pasó me quedó una sensación de opresión en la cabeza.
   
				Después 
			mi rostro empezó a hormiguear y a iluminarse, mientras sentía una 
			especie de ondas en la base del cerebro. 
				Dos horas después experimentaba aún una sensación de vértigo, 
			sentándome en posición erecta. La detención de la función orgónica 
			había sido sustituida por una viva sensación de calor, de hormigueo 
			y de claridad. Entretanto el ritmo cardíaco había vuelto a 60-64.
 
				A la edad de 5 años había tenido una grave difteria con síntomas 
			bulbares y parálisis de las piernas".
 
			Dos horas después de la primera crisis el pulso había vuelto a 64 y 
			la actividad cardíaca se había normalizado. ¿qué había pasado? 
			Evidentemente esto: cuando la doctora había introducido la cabeza en 
			el acumulador no ventilado, la energía orgónica letal (DOR) la había 
			golpeado duramente en su punto más débil de manera "específica, 
			influenciando así el vago y el centro respiratorio de la "médula 
			oblonga".  
			  
			Este punto débil se había creado en ella por primera vez 
			21 años antes cuando había sufrido dé difteria con leves parálisis 
			de los brazos y de las piernas y leves alteraciones de la funcionalidad bulbar. Un síndrome de síntomas mortales había por 
			tanto permanecido de manera latente en ella durante 20 años hasta 
			que la energía orgónica letal (DOR) la había reactivado de un modo 
			tan peligroso. 
			La energía orgónica, en suma, había atacado como de costumbre su 
			punto más débil de una manera específica. Estoy convencido que aquí 
			está la respuesta a una gran esperanza para futuras y eficaces 
			terapias de grandes enfermedades. Podemos confiadamente presumir 
			que mediante ulteriores particularizados experimentos Oranur será 
			posible apuntar la acción sanadora de la energía orgónica sobre 
			cualquier punto débil de todas las funciones del organismo con la 
			certeza de que la energía orgónica encontrará por sí misma el camino 
			para llegar al órgano o al síntoma enfermo. El carácter peligroso de 
			alguna de estas reacciones no debería asustarnos.
 
			  
			Aplicando la 
			quimioterapia o la schockterapia, como el resto de la anestesia y en 
			las operaciones más graves, ponemos en peligro en mayor medida la 
			vida del paciente, sin estar por otro lado en grado de digerir en el 
			organismo la acción del agente terapéutico. Ahora, por otro lado, el 
			poder específico, autónomo y selectivo, de la energía orgónica 
			combinada con una dosis bien estudiada y cuidadosamente aplicada nos 
			permitiría alcanzar terapéuticamente cada punto del organismo, y, 
			con toda probabilidad, en cualquier enfermedad. 
			Esta última afirmación exige sin embargo un examen cuidadoso de lo 
			que significa realmente la expresión "fondo de la enfermedad" o 
			"predisposición". No puede haber duda alguna, ya que henos 
			adquirido una vasta experiencia en el tratamiento de la energía 
			vital (bio-energía), sobre el hecho de que la predisposición a la 
			enfermedad se está revelando como un fenómeno palpable y concreto, 
			y precisamente como un conjunto de determinadas funciones y 
			disfunciones orgonóticas bien definibles y controlables.
 
			  
			Me reservo 
			el intentar una primera discusión teórica sobre estas implicaciones 
			en una próxima exposición. El experimento Oranur de hecho ha 
			producido una cosecha "demasiado rica" en datos de este punto de 
			vista para que se pueda discutir inmediatamente.  
			  
			Se necesitará 
			tiempo para recoger sobre el campo experimental y para ordenar todo 
			lo que valga la pena salvar para estudios y aplicaciones futuras. 
			  
			
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			Interrupción del Experimento Oranur
 
			Durante la segunda parte de febrero 1951, los investigadoras de 
			Orgonón vivieron en un estado de suspense que se hizo insoportable 
			cuando el grave ataque oranúrico ya descrito casi truncó la vida de 
			la doctora encargada de los cobayas. Nos encontramos en un dilema 
			que imponía contrastar inmediatas decisiones y que provocó una 
			cierta confusión.
 
			  
			Debíamos advertir a la autoridad sanitaria de los 
			Estados Unidos del peligro que parecía amenazarnos a nosotros y, 
			quizás, a otras amplias zonas de los Estados Unidos orientales 
			siempre que hubiésemos continuado el experimento Oranur en una 
			escala más vasta. Advertimos por tanto a la autoridad sanitaria 
			americana que, dado el peligro, habíamos decidido interrumpir el 
			experimento Oranur. 
			Resumimos aquí brevemente las medidas adoptadas en esta fase:
 
				
					
					
					A nadie le fue consentido trabajar más de 5 minutos consecutivos 
			en las proximidades de la fuente de la actividad oranúrica.
					
					Todos los aparatos de acumulación orgónica fueron completamente 
			desmontados y sus paneles fueron repuestos para evitar que ni 
			siquiera dos paneles se volviesen a encontrar cara a cara. La 
			disposición paralela de dos paneles, de hecho, es suficiente para 
			crear un fuerte campo energético OR.
					
					La sala metálica de acumulación orgónica fue completamente 
			desmontada. La lámina metálica fue arrancada de las paredes, del 
			techo y del suelo y conducida al exterior.
					
					Ya que el agua absorbe la energía orgónica, se aceptó la 
			posibilidad de que absorbiese también a la energía oranúrica; las 
			paredes de la sala del laboratorio y los acumuladores fueron por 
			tanto lavados abundantemente con agua y jabón.
					
					Ya que la ventilación aligeraba los efectos oranúricos, la 
			ventilación frecuente e intensa fue empleada siempre y cuando dichos 
			efectos se manifestasen con mayor violencia.
					
					A todos los colaboradores se les aconsejó que desmontasen 
			momentáneamente sus acumuladores orgónicos, permanecer bastante en 
			el exterior y dormir con las ventanas completamente abiertas.
					
					Varios investigadores y un niño fueron alejados del observatorio durante muchos días y retornaron algunos días después del 
			desmantelamiento de todos los aparatos de acumulación orgónica.
					
					Todo el material radioactivo fue encerrado en una caja fuerte con 
			paredes de acero y cemento, de un espesor de l0 cm. y transportado a 
			casi un Km. de distancia. Todo esto no se hizo porque el material 
			radioactivo fuese en sí mismo peligroso, sino porque éste empujaba a 
			la energía orgónica a la reacción oranúrica.  
					En base a muchas 
			observaciones subjetivas y objetivas debíamos presumir que la entera 
			superficie de Orgonón (cerca de 130 hectáreas) tuviese continuamente 
			un nivel de energía orgónica bastante más alto del de cualquier otra 
			zona, dada la actividad orgónica que se había realizado 
			ininterrumpidamente durante muchos años. También la presencia de 
			muchos acumuladores orgónicos y de una sala de acumulación orgónica 
			intensamente cargada debía ser tomada muy en serio.
					
					En fin, se decidió suspender por muchos meses cualquier 
			experimento: esto era indispensable ya sea para ordenar los datos y 
			las observaciones sin la presión continua de la afluencia de 
			"nuevos" datos, ya sea para consentir que el organismo de todos los 
			investigadores se recuperase. La Comisión Americana para la Energía 
			Atómica (AEC) fue informada de nuestras decisiones.
					
					Las puntuaciones de fondo del observatorio volvieron a bajar de 
			50-80 CPM a una media de 30-40 CPM después de la adopción de estas 
			medidas. Sin embargo las paredes de la sala de acumulación orgónica 
			estaban aún "radiantes", a pesar del desmantelamiento de la cubierta 
			metálica en mayo de 1951.  
					Un control efectuado en la más completa 
			oscuridad reveló aún el 26 de marzo de 1951 (es decir muchas semanas 
			después de que los acumuladores de energía orgónica hubiesen sido 
			desmontados), que las impresiones visibles ya no eran de un color 
			gris azulado como de costumbre, sino que se difuminaban del rojo al 
			violeta; síntoma indudable de un altísimo nivel de actividad 
			orgónica. 
			Muchos problemas prácticos debían ser resueltos antes de afrontar 
			las fundamentales implicaciones científicas del experimento Oranur. 
			 
			  
			Uno de los problemas más graves consistía en decidir la manera de 
			explicar todo lo ocurrido a los órganos de seguridad de los Estados 
			Unidos. El proceso oranúrico había revelado un poder letal.  
			  
			Este 
			poder, en manos de hombres malvados y sin escrúpulos habría podido 
			acentuar la confusión de la tensísima atmósfera sociopolítica en que 
			vivíamos. Por otro lado parecía ya imposible mantener el secreto 
			sobre estos resultados. Los rumores sobre los efectos oranúricos 
			estaban ya bastante difundidos. Muchos de nosotros pensábamos que 
			comunicar a todos cada cosa hubiese sido la mejor vía de salvación 
			para el mundo entero. En este caso al menos hubiesen habido también 
			trabajadores "serios y responsables" que hubiesen perfeccionado para 
			el bien de cada uno las facultades terapéuticas de Oranur. Era 
			desagradable que en cualquier caso los efectos terapéuticos pudiesen 
			ser obtenidos sólo con riesgos aún mortales, pero en este punto 
			nadie podía poner algún remedio.  
			 Mientras estos pensamientos tormentosos non ocupaban día y noche, 
			mientras curábamos a nuestros enfermos, mientras pasábamos de un 
			examen hematológico a otro, mientras examinábamos cualquier cosa con 
			el mayor cuidado, preocupados por lo que los criminales políticos 
			habrían podido hacer con el fruto de nuestras fatigas, comenzamos a 
			ver un rayo de sol en aquel horizonte tempestuoso.
 
			Después de pocos días del ataque que había puesto en peligro su 
			vida, la doctora de quién se habló empezó a recuperarse en del modo 
			más esperanzador. Sentía aún vértigos, tenía la impresión "de vagar 
			a la deriva o de perder el equilibrio", se sentía aún "entorpecida" 
			en la base del cerebro, pero sus ojos eran brillantes como nunca lo 
			habían sido, su aspecto era mejor que el que presentaba antes de su 
			crisis y ella presentaba una vitalidad íntegra con un mayor nivel de 
			funcionalidad energética.
 
			  
			Un médico que había presentado graves 
			reacciones (palidez y lividez), a los efectos oranúricos estaba 
			ahora bronceado y vigoroso. Otra investigadora que anteriormente 
			había sufrido de pesadez en los ojos, estaba ahora llena de vida y 
			de alegría. Mi hijo que había estado enfermo de manera extraña, 
			después de su vuelta al observatorio gozaba de óptima salud.  
			  
			Yo 
			mismo me sentía más vivo y más activo que nunca. No tenía necesidad 
			de muchas horas de descanso y las ideas nacían y se coordinaban en 
			mi mente con facilidad y sistematicidad. Me sentía vigoroso y lleno 
			de brío. 
			Se hacía poco a poco cada vez más claro que la energía oranur
			podía 
			transformarse en manos de gente pacífica, en una de las máximas 
			fuerzas curativas jamás poseídas por la humanidad.
 
			Oportunamente dosificada, bien aplicada y cuidadosamente controlada, 
			esta fuerza habría traído a la superficie aún a las enfermedades 
			latentes, curándolas si fuera posible. La energía oranur hubiese 
			podido también inmunizar a la población de todo el mundo contra los 
			efectos de las radiaciones nucleares, arrancando así de las manos de 
			los malvados al arma exterminadora que controlan actualmente. Esta 
			potencialidad existe indudablemente.
 
			  
			Hoy sabemos que Oranur ha 
			realizado lo que la ciencia atómica había tan tenazmente intentado 
			realizar y prometido de manera prematura; la utilización médica de 
			la energía cósmica.  
			 He aquí por tanto nuestra situación; teníamos en la mano la fuerza 
			sanadora más potente que la humanidad hubiese conocido jamás, pero 
			estábamos reducidos a la impotencia por la peste emocional 
			prevaleciente en muchos estratos de la sociedad.
 
			  
			 Y esta situación se 
			hacía cada vez más complicada y peligrosa, ya sea por la población 
			en general, ya sea por nosotros mismos, operadores responsables del 
			experimento Oranur.  
			  
			
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			 Situación a finales de marzo de 1951- es decir quince semanas 
			después del comienzo del experimento Oranur
 
				
					
					
					E1 laboratorio científico en el cual había sido realizado el 
			experimento Oranur permaneció aún inutilizable, a pesar del 
			desmantelamiento de la sala metálica de acumulación orgónica 
			realizado a comienzos de Marzo. El 26 de marzo, se intentó ponerlo 
			en marcha de manera provisional. El 8 de abril sus paredes estaban 
			aún "radiantes" y el trabajo había sido interrumpido nuevamente en 
			aquellos locales el 14 de abril. (1) 
					(1) 
					Hoy (agosto 1951) el laboratorio permanece aún radiante, pero 
			puede ser de nuevo utilizado. La salud de los que trabajan en estos 
			locales es regulada y controlada por exámenes orgónicos semanales. 
			Próximamente se publicará un estudio particular sobre las reacciones 
			oranúricas de carácter biofísico posteriores a abril de 1951.
 
					
					Todos los otros aparatos de acumulación orgónica sin excepción 
			están desmontados y alejados de los edificios habitables. Solamente 
			un nuevo acumulador orgónico dispuesto aisladamente al descubierto 
			permanece todavía montado. Éste no ha estado jamás implicado en la 
			producción de efectos oranúricos, pero contiene a su vez un 
			acumulador con veinte múltiplos influenciado por Oranur.
					
					Es aún imposible volver a montar cualquiera de los acumuladores 
			orgónicos que funcionaban antes del 5 de Enero de 1951. Estos son de 
			hecho hoy bastante activos y señalan puntuaciones de fondo de dos a 
			cuatro veces más altas que lo normal (l00 CPM o más ).
					
					La mayor parte de los que habíamos participado en el experimento Oranur volvimos a un estado de óptima salud. De tanto en tanto, sin 
			embargo, algunos síntomas (malestar, náuseas, debilidad, y glóbulos 
			rojos super-irradiados) volvían a producirse si los sujetos tenían 
			contactos con aparatos implicados en el experimento Oranur.
					
					Algunos investigadores observaron que sus automóviles se hicieron 
			"activos" después de haber sido aparcados, en el garaje cercano a 
			los acumuladores orgónicos desmontados, pero anteriormente 
			influenciados por los efectos oranúricos.
					
					Bisemanalmente, se hicieron exámenes hematológicos a los 
			investigadores. La diferencia entre los vivaces cuadros 
			hematológicos de las personas afectadas por la reacción oranúrica y 
			aquellos de los nuevos investigadores son sobresalientes. Ninguna 
			tendencia leucémica ha sido sin embargo descubierta durante las 
			últimas dos o tres semanas en las diversas pruebas sanguíneas.
					
					Los edificios de Orgqn6n están todavía oranúricamente activos. La 
			falta de una ventilación adecuada provoca inmediatamente subidas de 
			las puntuaciones de fondo. 
					
					En general, los investigadores están bien. Algunas personas 
			lamentan la aparición esporádica de síntomas manifestados en ellos 
			en periodos precedentes de su vida. Esto indica la potencialidad 
			diagnóstica de Oranur.
					
					Repetir el experimento Oranur está actualmente fuera de discusión 
			por falta de fondos y locales adecuados. También la salud de los 
			investigadores debe ser tomada en consideración. Es dudoso que ellos 
			soportasen otro violento ataque oranúrico. Debemos por tanto esperar 
			hasta que podamos experimentar nuevamente las investigaciones 
			Oranur, esta vez más preparados, más expertos y mejor equipados.
					
					Mientras que durante el curso del experimento Oranur todos los 
			colaboradores habían desarrollado una acentuada aversión a utilizar 
			sus propios acumuladores orgónicos, en los últimos tiempos se han 
			recreado en la utilización de las radiaciones orgónicas.Algunos investigadores que no habían padecido ni siquiera un 
			resfriado desde hacía muchos años gracias a la utilización regular 
			del acumulador orgónico han vuelto a tener ligeros resfriados cuando 
			el tiempo era malo y han sentido nuevamente la necesidad de las 
			radiaciones orgónicas.
 
					
					Los acumuladores influenciados por Oranur, que deben de ser 
			mantenidos constantemente fuera de cualquier edificio habitado, son 
			particularmente eficaces para combatir las leves enfermedades de 
			resfriamientos cuando se manifiestan localmente en la nariz y en las 
			fosas nasales. Pocos minutos de radiación han bastado para 
			interrumpir la producción y el fluido mucoso. 
			Todas estas nuevas experiencias naturalmente, deben ser controladas 
			y perfeccionadas sobre una escala más vasta. Esto exigirá muchos 
			años y mucho dinero.  
			  
			Las particularidades y las repercusiones del 
			primer experimento Oranur están obviamente todavía oscuras en su 
			mayor parte. Serían necesarios años de trabajo y abundantes fondos 
			para recoger y ordenar teóricamente los datos sobre loe procesos 
			reales producidos por el choque dramático entre la energía orgónica 
			y la energía atómica. Como se ha dicho repetidamente en ocasiones 
			anteriores, el trabajo con Oranur está lleno de peligros para el 
			personal investigador y no existe protección alguna contra la mortal 
			super-irradiación oranúrica, salvo excepción de cuidadas 
			dosificaciones.  
			  
			Los instrumentos protectores elaborados en relación 
			al tratamiento de la energía atómica no son aplicables dado que 
			tanto la energía orgónica y la reacción oranúrica penetran en 
			cualquier sitio. Esto representa un obstáculo grave, y actualmente 
			irresoluble, en vías de una detallada elaboración de los problemas a 
			resolver.  
			  
			Después de que al inicio de febrero de 1951, el 
			experimento Oranur fue interrumpido y después de que los exámenes 
			hematológicos Reich han demostrado cómo todos los colaboradores 
			retornaron a una funcionalidad normal, se cumplieron diversos 
			intentos para responder a las siguientes preguntas:  
				
					
					
					¿Había 
			desaparecido el efecto DOR? 
					
					¿Éste desaparearía de los instrumentos 
			atacados por Oranur, y, en caso afirmativo, con qué velocidad? 
					
					
					¿O 
			quizás el proceso oranur hubiese continuado indefinidamente? 
			 
			Responder a estas preguntas ha sido imposible hasta ahora y lo 
			sigue siendo. 
			Hemos sin embargo intentado esclarecer el estado de los hechos 
			volviendo a llevar al observatorio uno o dos pequeños acumuladores 
			orgónicos, de 30 cm. de lado, que habían sido influenciados por 
			Oranur. Repetimos esta operación muchas veces y cada vez la 
			puntuación de fondo en los locales del observatorio osciló alrededor 
			de 80 CPM y a 0,02 MR/H o más, apenas los instrumentos influenciados 
			por Oranur permanecieron en el mismo local el espacio de una hora. 
			Estas reacciones geiger desaparecían nuevamente apenas el 
			acumulador oranurizado era llevado al exterior: los indicadores 
			bajaban rápidamente a 30 CPM y a 0,008 MR/H.
 
			Una noche, un pequeño irradiador orgónico fue llevado a un 
			dormitorio para curar un corte en un dedo. Éste fue olvidado y 
			durante la noche la persona que dormía en aquella habitación se 
			despertó con la garganta seca, mucha sed y la sensación de que 
			faltaba oxígeno en el aire. El irradiador fue inmediatamente 
			alejado y los síntomas desaparecieron.
 
			Mientras estoy escribiendo, es decir hacia la mitad de abril de 
			1951, el vasto laboratorio en cuya sala de acumulación orgónica con 
			alta carga y con paredes metálicas había sido realizado el primer 
			experimento Oranur, permanecía todavía inutilizado. Es decir, a 
			pesar del hecho de que la lámina metálica hubiese sido arrancada de 
			las paredes, del techo y del suelo, esto es, a pesar del 
			desmantelamiento del mecanismo de acumulación. Las paredes de 
			cemento están aún ligeramente "radiantes" y algunos investigadores 
			advierten malestares cuando trabajan en la sala de laboratorio. 
			Otros en cambio no se sienten demasiado bien cuando trabajan en la 
			antecámara de la sala de acumulación orgónica.
 
			¿Se podrá utilizar el edificio del laboratorio para sus funciones 
			originarias? Y, en caso afirmativo, ¿cuando será posible?
 
			Se les pidió que trabajasen sólo 1 h. o 2 como máximo de manera 
			continuada y después salir a "tomar aire".
 
			La doctora que había estado a punto de fallecer al introducir la 
			cabeza en el acumulador oranurizado se recuperó totalmente. La 
			"epidemia de gripe" que afectó sobre todo a Nueva England durante este 
			periodo, afectando a casi todos los hogares, dejó intacto a 
			Orgonon. Nadie en Orgonon tuvo síntomas similares a la gripe 
			manifestada en la cercana población, donde la gente había 
			permanecido en cama en su mayoría y durante bastantes semanas.
 
			Exámenes hematológicos se realizaron sobre cada persona participante 
			en el experimento Oranur de manera bisemanal. Los centros rojos de 
			los eritrocitos -síntoma indudable de super-irradiación- habían 
			desaparecido.
 
			Las estructuras orgónicas de los glóbulos rojos tenían aún un 
			aspecto particular al que nosotros llamábamos "nublado" y el cuadro 
			eritrocítico general era aún totalmente diferente de aquél que 
			presentaban las personas que llegaban a Orgonon de Nueva York o de 
			Filadelfia.
 
			  
			Estos problemas serán tratados de una manera extensa más 
			adelante; éstos, sin embargo, debían ser mencionados brevemente 
			también aquí. 
			  
			
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			Morbo oranúrico 
			y efectos de los rayos X
 
			Es necesario distinguir los aspectos medidos del proceso Oranur de 
			los efectos físicos y dedicar un informe particular a este 
			importante argumento. La cosecha de las observaciones médicas era 
			demasiado rica y es todavía demasiado confusa para sor discutida de 
			una manera exhaustiva desde este momento. Sin embargo, parece 
			indispensable mencionar en este informe algunos datos sobre los 
			efectos de los "rayos X" sobre la energía orgónica, a fin de evitar 
			daños inútiles a las personas que trabajan con ésta y con aquellos.
 
			El hecho sobre el que me dispongo a hablar puede servir de una 
			manera óptima para ilustrar esta cuestión.
 
			A finales de abril de 1951, uno de nuestros médicos orgonomistas 
			vino a pedirme ayuda. Él vivía y trabajaba en Nueva York a una 
			distancia de 800 Km. de Orgonon y del experimento Oranur. No había 
			estado jamás en Orgonon salvo durante una breve visita de un sólo 
			día, durante diciembre de 1950. No había estado jamás, por tanto, en 
			contacto con ninguno de los instrumentos o dé los aparatos 
			experimentales que habían sido utilizados en relación al experimento 
			Oranur.
 
			  
			Cuando llegó a Orgonon me pareció bastante enfermo a 
			primera vista. El color del rostro lívido, estaba alterado de manera 
			negativa; los ojos estaban inflamados y desde hacía dos meses el 
			paciente experimentaba náuseas. Sus fuerzas parecían menguar, se 
			lamentaba de una continua debilidad, una sed violenta, una sensación 
			de malestar y de debilidad y de una grave presión en el segmento 
			diafragmático.  
			  
			Un cuidadoso examen orgonómico no pudo revelar 
			ninguna causa específica de estos graves síntomas. Conocía a aquel 
			médico bastante bien, ya que había sido instruido por mi varios años 
			antes. Esperaba encontrarme en el segmento diafragmático algún 
			bloqueo "acorazante" que pudiese explicar la gravedad de su estado. 
			No conseguí descubrir ninguna limitación de su motilidad 
			bio-energética. Todo el cuerpo estaba desbloqueado, no se 
			distinguían bloqueos. El caso parecía incomprensible. 
			De ulteriores investigaciones resultó que él había construido muchas 
			"mantas orgonizantes" dentro de sus medidas preventivas para la 
			defensa civil antinuclear.
 Estas mantas orgonizantes no habían estado jamás en Orgonon, y 
			además no habían estado jamás en contacto con ningún material 
			oranurizado. Esto no hacía más que complicar el problema.
 
			  
			¿Era 
			posible que aquellas mantas orgonizantes, fabricadas con red 
			metálica en lugar de con láminas metálicas, produjesen un tipo 
			distinto y nocivo de radiación orgónica? El hecho parecía del todo 
			improbable.  
			  
			De una ulterior investigación resultó que, a bastantes 
			locales de distancia de su despacho, en el estudio de otro médico, 
			había un aparato de rayos X. Aquí encontramos la respuesta a nuestro 
			problema. Nuestro orgonomista había sufrido durante todo este 
			tiempo de "morbo oranúrico". Sus síntomas eran idénticos a los que 
			habíamos observado de manera dramática en Orgonon. Se realizó 
			inmediatamente un examen hematológico que corroboró esta conclusión: 
			La sangre del paciente presentaba un aumento de leucocitos, una 
			excesiva carga orgónica en los glóbulos rojos y el cuadro típico de 
			desintegración eritrocítica de carácter leucémico. 
			Se le aconsejó al paciente retirar inmediatamente, al volver a su 
			sede, todos los aparatos de acumulación orgónica, ventilar 
			abundantemente las habitaciones de su estudio, beber mucha agua y 
			tomar baños frecuentes y prolongados.
 
			Era obvio que los rayos X habían tenido sobre la atmósfera con un 
			alto grado de concentración orgónica de su estudio el mismo efecto 
			que el radium había tenido en Orgonon.
 
			Muchos años antes, en los primeros "anos 40", había atravesado sin 
			darme cuenta de lo que estaba sucediendo una situación análoga. 
			Había tenido en mi estudio de Forest Hills un aparato de rayos X que 
			se usaba sobre todo para estudiar la inmovilización diafragmática 
			de los pacienten y para fotografiar los campos de energía orgónica 
			de diversos organismos.
 
			Durante aquellos años me había sentido débil, con frecuentes 
			náuseas, sediento y en general cansado. El aparato de rayos X fue 
			vendido y ahora entiendo porqué comencé a sentirme mejor después de 
			su alejamiento. El edificio de Forest Hill estaba evidentemente 
			sobrecargado de energía orgónica desde hacía muchos años. Había 
			sufrido de "morbo oranúrico" sin darme cuenta, adquiriendo sin 
			embargo una cierta inmunización contra los efectos del experimento 
			Oranur de 1951: de todos los investigadores presentes en Orgonon, de 
			hecho, era el que había sufrido menos.
 
			Hoy, por tanto, podemos suponer con cierta seguridad que los daños 
			inflingidos notablemente a los pacientes de la Roetgen-terapia sean 
			verdaderos y propios efectos oranúricos iniciales.
 
			Luché siempre en contra de la simultánea aplicación en los pacientes 
			cancerosos de la energía orgónica y de los rayos X. Se trataba de 
			una de esas conjeturas justificadas por la experiencia: Había visto 
			a menudo que los cancerosos tratados con la energía orgónica 
			empeoraban más rápidamente cuando, al mismo tiempo, se les sometía 
			a la Rontgen-terapia, Ahora, de hecho, el resultado era claramente 
			comprensible: la orgonterapia aumenta la carga energética del 
			organismo y la reacción de este último a los rayos X es más fuerte. 
			Los rayos X, por otro lado, dañaban siempre el sistema sanguíneo y 
			producían, de manera independiente a la energía orgónica, una 
			sensación de malestar y un decaimiento físico general.
 
			  
			Esto es 
			atribuible al hecho de que la energía orgónica organísmica 
			reacciona con efectos oranúricos a la Roetgen-terapia. Esta 
			conclusión en hoy por hoy bastante segura, aunque esto pueda 
			fastidiar al Roetgen-terapeuta. Los orgonomistas, sin embargo, están 
			desde hace mucho tiempo habituados a perjudicar a mucha gente de 
			diversas maneras, esto es hoy en día inevitable para cualquier tipo 
			de descubrimiento fundamental.  
			  
			Concluyendo este breve informe 
			aconsejaría no usar altas concentraciones de energía orgónica y no 
			habitar bajo atmósferas intensamente orgonizadas si se efectúa en 
			dichos lugares cualquier clase de Roetgen-terapia, de radioterapia 
			o de análogas terapias. Es indispensable que todos los médicos que 
			curan a sus pacientes con la energía orgónica se aseguren de que tal 
			energía no se ponga en contacto con radiaciones nucleares. 
			Las consecuencias importantes de estas correlaciones con fines a la 
			comprensión de las enfermedades ocasionadas por las explosiones 
			atómicas de Hiroshima, de la particular radioactividad de la vida 
			marina que se descubrió años después de la explosión de Bikini, de 
			los daños sufridos por las personas que trabajaban con energía 
			nuclear en proximidad de depósitos de láminas de acero, etc. 
			deberían ser analizados con atención y realizar estudios ulteriores 
			sobre todas las situaciones análogas a las del experimento Oranur.
 
			  
			
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			Del diario: 12 abril - 30 abril 1951
 
				
				El doce de abril de 1951 nos llevamos una nueva sorpresa; ésta fue 
			debida a nuestro rechazo a aceptar integralmente y sin excitaciones 
			las consecuencias teóricas de los principios orgonómicos 
			fundamentales. Como había hecho a menudo antes, a pesan de 
			adentrarme en lo desconocido había permanecido anclado a las ideas 
			prevalecientes en las esferas científicas.    
				Por ejemplo durante mucho 
			tiempo después del descubrimiento, llevado a cabo en 1936, de la 
			energía vital en las vesículas energéticas continué presentando las 
			funciones emocionales bio-energéticas de la epidermis en términos de 
			"bio-electricidad" (1937). Este error debía sin embargo ser 
			corregido rápidamente si se querían conseguir ulteriores progresos. 
			Análogamente, me adherí a las nociones comúnmente aceptadas en 
			materia de radiación nuclear, cuando separé las fuentes radioactivas 
			de las concentraciones de energía orgónica.    
				Como recordará el 
			lector, repuse los dos miligramos de radium en una caja fuerte 
			situada en un edificio vacío a casi cuatrocientos metros de 
			distancia del laboratorio científico experimental cerrando cada 
			miligramo de radium en su estuche de plomo, espesor de 12 mm. La 
			caja fuerte que contenía los estuches tenía a su vez, paredes de 
			acero y cemento de un espesor de 10 cm.    
				Según la teoría nuclear de 
			la radiación, un espesor complejo de acero y cemento de unos 12 cm. 
			habría sido perfectamente suficiente para parar la actividad de dos 
			miligramos de radium y pocos microgramos de otras fuentes 
			radioactivas. Así estaban las cosas según los principios aceptados 
			de la radiación nuclear, y yo no me preocupé más del material 
			nuclear puesto en un punto tan lejano y bajo tan pesada protección. 
				   
				Querría subrayar una vez más que una eventual amenaza no debe ser 
			atribuida a estos pequeños cuantitativos de material radioactivo, 
			paro sí a los efectos irritantes que éstos pueden tener sobre la 
			energía orgónica altamente concentrada. Ahora en el chalet de verano 
			no había ningún aparato para la acumulación orgónica, salvo la misma 
			caja fuerte de cemento. Había descuidado este último elemento 
			cometiendo un grave error que en condiciones ligeramente diversas, 
			habría podido ser muy peligroso. La propia caja fuerte contenedora 
			de la fuente radioactiva hacía a su vez de acumulador de energía 
			orgónica.    
				Fue el 12 de abril de 1951, después de que la nieve se 
			disolviera y bajáramos al chalet deshabitado llevando con nosotros 
			el contador Geiser cuando descubrimos que el experimento Oranur 
			había continuado de manera ininterrumpida de febrero en adelante. La 
			tabla siguiente da una idea de los efectos oranúricos que 
			aparecieron aquel mismo día y el día siguiente en los cuadrantes del 
			contador Geiger del tipo "Tracerlab SU-5 Beta Gamma Survey Meter". 
				  
				
				(Poner aquí cuadro pagina 485.) 
			Estos resultados eran impresionantes. La puntuación de fondo en la 
			cabaña del guardián, a unos 200 m. de distancia, resultó de unos 10 
			CPM, es decir algo normal para Orgonon. 
			Era incomprensible el que la puntuación en la carretera, es decir a 
			una distancia variable entre los 30 y los 200 m., fuese más alta de 
			la del ingreso principal, a 9 m. de distancia de la fuente 
			radioactiva. Por otro lado los 20.000 CPM de las paredes de acero y 
			cemento de la caja fuerte parecían una puntuación desorbitada.
 
 
			Un médico que me acompañaba y yo mismo advertimos súbitamente y de 
			forma intensa los efectos oranúricos: malestar, sensación de 
			opresión, etc. Al día siguiente el médico tenía un mal aspecto. 
			Teníamos miedo de abrir la caja fuerte, sensibilizados por lo 
			sucedido a la doctora quo introdujo la cabeza en el acumulador 
			orgónico oranurizado. Hundir pura y simplemente la caja fuerte en el 
			lago no parecía aconsejable, dado que la actividad oranúrica habría 
			con toda probabilidad contaminado el lago.  
			  
			Enterrarla en el terreno 
			parecía también desaconsejable ya que la energía OR habría 
			continuado, por cuanto sabemos, a operar en el subsuelo. El mismo 
			chalet nos parecía inutilizable. No podíamos asumir toda la 
			responsabilidad de la situación. Era indispensable recurrir a la 
			ayuda de la autoridad federal y del Estado de Maine. A continuación 
			el guardián nos dijo que padeció dolores en el tórax cuando, cuatro 
			semanas antes, fue a abastecer de alimentos el frigorífico situado 
			en el chalet, a unos diez metros de distancia de la fuente 
			radioactiva protegida. 
			El 13 de abril pusimos cobayas de distintos grupos (cancerosos, 
			leucémicos, sanos y neonatos) en la habitación que hospedaba a la 
			caja fuerte. Los cobayas permanecieron cercanos a la misma caja 
			fuerte; y hasta el 14 de abril su salud resultó óptima. Al día 
			siguiente, 15 de abril (domingo) se efectuó otro cuidadoso control 
			en la zona.
 
			  
			Estos son los resultados de las investigaciones:  
			  
			
			Poner aquí cuadro de la pagina 486. 
			  
			20.000 CPM y 10-20 MR/H en las paredes exteriores de la caja fuerte, 
			hecha de acero y de cemento y de un espesor de 10 cm., parecía una 
			puntuación realmente enorme para dos miligramos de radium situados 
			a 50 cm de distancia dentro de la misma caja fuerte y protegidos a 
			su vez por un espesor de unos 12 mm. de plomo. Igual de alta nos 
			parecía la puntuación de 400 CPM, medidos en el exterior con el 
			contador extraído de su caja y a una distancia de 15-45 m. del 
			chalet. 
			Pero lo que realmente nos sorprendió fue el hecho de que los cobayas 
			permaneciesen sanos después de haber estado durante 56 h. en las 
			cercanías de la caja fuerte. ¿Tendrían alguna defensa contra la 
			radioactividad nuclear?
 
			¿O quizá la energía orgónica había sido capaz de neutralizar 
			completamente la radioactividad nuclear ? ¿si no, como se explicaría 
			el óptimo estado de los cobayas?.
 
			La idea de haber alcanzado el objetivo originario de nuestro 
			experimento Oranur nos atravesó la mente como un rayo. 
			Quizás... puede....
 
			Si esta hipótesis hubiese superado más adelante los controles más 
			severos, el proceso oranúrico hubiese estado constituido por varias 
			fases.
 
				
					
					
					PRIMERA FASE:En su inicios las radiaciones nucleares perjudicaban a la energía 
			orgónica de una manera extremadamente grave. La energía orgónica 
			atmosférica y organísmica reacciona al repentino, e inesperado 
			ataque de las radiaciones nucleares reduciéndose a un estado de 
			postración, de decline o, sicológicamente hablando, de desconsuelo.
 
					
					SEGUNDA FASE:Si consigue superar el primer golpe de las reacciones nucleares, la 
			energía OR contraataca furiosamente. Por así decirlo enloquece, se 
			desencadena: en el intento de destruir las radiaciones nucleares que 
			la irritan se convierte ella misma en exterminadora. En esta lucha 
			la energía orgónica degenera en un enemigo mortal del organismo que 
			ella misma gobierna: es el morbo oranúrico, continuado por la muerte 
			o por cualquier enfermedad crónica destructiva, como por ejemplo la 
			leucemia. Desde este punto de vista, el sistema sanguíneo es la 
			parte más sensible del organismo.
 
					
					TERCERA FASE:Si la energía orgónica tiene la posibilidad de continuar la lucha 
			contra las radiaciones nucleares, si consigue asegurarse refuerzos 
			de una nueva energía orgónica atmosférica suficiente como para 
			garantizarle el control de la situación, ésta, conseguirá finalmente 
			volver inocuas a las radiaciones nucleares. Ésta sustituye por tanto 
			la actividad secundaria nociva de las radiaciones nucleares 
			penetrando en el material radioactivo y sometiéndolo a su servicio.
   
					En esta tercera fase no tenemos nada que hacer con las radiaciones 
			nucleares, por tanto, pero sí con referencia a la energía orgónica 
			penetrada en el material radioactivo precedentemente activo. Por 
			este motivo la propiedad de material radioactivo transformado 
			presentó todos los signos de la energía orgónica: penetración de 
			todas las protecciones independientemente de su constitución o de su 
			espesor, altas puntuaciones de fondo, pero, al mismo tiempo, 
			ausencia de cualquier aspecto dañino sobre los organismos. 
			Evidentemente era el fenómeno con el que estuvimos trabajando 
			durante los últimos años, cuando los pequeños cuantitativos de 
			material radioactivo habían inicialmente irritado a la energía 
			orgónica, pero fueron, al final, transformados en material inocuo 
			por tanto "activismo", en material, es decir, que perdió su 
			propiedad de "ionización" y su poder de perjudicar a los tejidos 
			vivientes.  
			  
			Era por esto, es decir, por que nos encontrábamos en esta 
			tercera fase, que estábamos bien aún en las cercanías de una 
			actividad de l0 MR/H; y por lo que los cobayas habían permanecido 
			inmunes y que advirtieron sólo de manera leve los efectos 
			oranúricos. 
			El 23 de abril de 1951, es decir 12 días después de haber sido 
			puesto en las cercanías de la caja fuerte, todos los cobayas estaban 
			perfectamente bien.
 Tal inmunidad al Oranur, sin embargo, exigía en todos los casos la 
			superación preventiva de la peligrosísima primera y segunda fase.
 
			  
			El 
			organismo es una unidad funcional extremadamente adaptable, si no es 
			abatido por las primeras dos fases, si se le ha dado alguna 
			posibilidad (con una adecuada cantidad de tiempo y de nueva energía orgónica) de adaptar las propias reacciones orgónicas a la actividad 
			de las radiaciones nucleares, éste finalmente contraataca 
			vigorosamente y deja de ser vulnerable a las radiaciones nucleares o 
			a las radiaciones secundarias. 
			Esta constatación representaba ahora una sólida base para avanzar 
			ulteriormente hacia el objetivo originario del proyecto Oranur, 
			esto es la inmunización contra los efectos de la bomba atómica. La 
			realización práctica y concreta de este objetivo nos parece aún 
			demasiado lejana; sin embargo el camino a recorrer está claramente 
			indicado y trazado. El principal trabajo exploratorio ha sido 
			realizado; y los principales puntos peligrosos (la primera y la 
			segunda fase oranúrica) han sido individualizados; los síntomas 
			principales de estas fases intermedias han sido determinados.
 
			  
			Además 
			de la primera y la segunda fase, está también claramente trazada la 
			tercera fase, es decir la de la derrota de las radiaciones nucleares 
			y de la victoria de la energía orgónica.
 
			
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			El problema 
			había sido sustancialmente resuelto
 
			Su acabado concernía a la población y a sus representantes, a Los 
			entes sanitarios, a la Comisión Americana para la Energía Atómica, 
			al gobierno estadounidense, a las Naciones Unidas, a la medicina y 
			a la física.
 
			Examinamos ahora cuidadosamente cuanto acaeció parangonando algunos 
			resultados, que, tomados separadamente, parecían absurdos, pero 
			yuxtapuestos como las piezas de un rompecabezas revelaban la 
			dinámica secreta de todo el proceso.
 
			El altísimo nivel de radioactividad en las cercanías de la caja 
			fuerte cerrada (diez MR/H y 20-30 mil CPM) provenía aparentemente de 
			una fuente radioactiva formada por dos agujas de radium de un 
			miligramo cada una, protegidas con plomo, y con pocos microgramos 
			de otro material nuclear, todo encerrado entre paredes de acero y 
			cemento de un espesor de 10 cm.
 
			  
			Partiendo de esta observación, 
			hubiésemos debido esperar que el material radioactivo, medido al 
			desnudo, es decir sin protección, y a 1 cm. de distancia y con un 
			contador aproximadamente más sensible, presentase niveles de 
			radioactividad más altos. 
			Abrí yo mismo la caja fuerte, llevando una máscara húmeda sobre la 
			boca y la nariz, y usando pinzas maniobrables a distancia para sacar 
			de la caja fuerte el material radioactivo. Antes de extraer el 
			radium medí la radioactividad del espacio interior de la caja 
			fuerte (40 x 40 x 50 cm.). Lan puntuaciones eran tan altas que la 
			aguja del contador Geiger superó el final de la escala.
 
			  
			A una 
			distancia de 40-50 cm. de la fuente radioactiva protegida en el 
			interior de la caja fuerte había bastante más de 20 MR/H y de 
			100/1000 CPM. Extraje el material radioactivo, lo transporté a 
			muchos metros de distancia y volví a medir el interior de la caja 
			fuerte. La radioactividad bajó casi inmediatamente a un nivel del 50 
			% apenas superior a la normal puntuación de 30-50 CPM.  
			  
			Cualquier 
			físico escéptico que hubiese presenciado esa operación habría dicho 
			sin duda triunfalmente:  
				
				"Te lo dije: tu Oranur es solo una ilusión. 
			Las radiaciones nucleares no pueden ser transformadas de la nada. 
			Olvídalo... El motivo de la alta radioactividad en el exterior de la 
			caja fuerte es el material radioactivo contenido en la misma caja 
			fuerte". 
			Y al buen sentido común esto le hubiese parecido una actitud justa. 
			 
			  
			Los altos niveles de radioactividad en el interior de la caja fuerte 
			habían efectivamente desaparecido después de la destitución de la 
			fuente radioactiva. Y quizás mi opositor no hubiese podido explicar 
			cómo más allá de una protección de doce milímetros de plomo y de 10 
			cm. de acero y cemento, los contadores Geiger fuesen aún tan altos 
			(solo la mitad, en MR/H, de los registrados en el interior de la 
			caja fuerte) a 10 cm. de distancia de la custodia de dos agujas de 
			radium de un solo miligramo. 
			Todo esto que expongo nos debería enseñar que el buen sentido, por 
			sí mismo, no basta; que no se puede juzgar una función tan 
			fundamental como la orgónica, desde el punto de vista de la teoría 
			atómica; y que es necesario decidirse a comenzar a pensar en 
			términos "cósmicos" si se quieren entender los procesos oranúricos.
 
			Transportamos rápidamente en automóvil, al observatorio en la colina 
			el material radioactivo. Éste fue extraído inmediatamente de la 
			protección y medido con el grande "Autoscaler Tracerlab 4096 ", 
			operante en una tensión de 1200 voltios y con un tubo de relevación 
			dotado de una ventana en mica de un espesor de 2,3 mg. por 
			centímetro cuadrado, en lugar del normal contador Geiger SU5 Survey 
			Meter con tubo y ventana en mica de un espesor de 30 mg. por cm2 .
 
			  
			He aquí sinópticamente los resultados: 
			  
			
			Poner aquí cuadro pag. 491-492.
 
			Así para alegría de todos los presentes y para descrédito de todas 
			las consagradas teorías sobre la radiación nuclear, la misma fuente 
			radioactiva que debía presumiblemente, a través de la protección de 
			plomo y a 40 cm. de distancia, hacer oscilar al contador Geiger a 
			100.000 CPM, no conseguía producir más de 30.000 CPM medida 
			desnuda, a 1/40 de la distancia susodicha y con un contador al menos 
			10 veces más sensible. 
			Conseguimos nuestro resultado. Éste estaba ahí, delante de nuestros 
			ojos.
 
			Faltaba sin embargo entender que es lo que hacía, si no era la 
			fuente radioactiva, que la puntuación del contador Geiser oscilara 
			tan alta en el interior y al exterior de la caja fuerte. No podía 
			tratarse más que de la energía orgónica atmosférica que rodeaba a la 
			fuente protegida, la caja fuerte, así como el edificio que contenía 
			a ésta, hasta una distancia de l80m, a lo largo del chalet.
 
			Puse todo el material radioactivo en el interior del gran acumulador 
			instalado en el exterior después de haberlo repuesto en el 
			acumulador a 20 múltiplos. Éste fue dejado hasta el día siguiente, 
			cuando fue retirado porque se había producido una nueva y violenta 
			reacción.
 
			Muchos días después los dos miligramos de radium de la protección 
			fueron transportados al observatorio donde se midieron con el 
			"Autoscaler" tanto desnudos como dentro de su protección. Los 
			resultados están reflejados en la tabla a final de la página.
 
			Antes de proceder ulteriormente, ponemos nuevamente en relación los 
			hechos con sus conexiones y no de manera singular:
 
				
					
					
					Primero. El material radioactivo desnudo dio una puntuación mucho 
			más baja (alrededor de 1/10 de la que dio el mismo material 
			protegido con plomo.
					
					Segundo. La puntuación décuplo presentada por 
				la atmósfera que 
			rodeaba al material radioactivo protegido es una función de la lucha 
			de la energía orgónica contra las radiaciones nucleares.
					
					Tercero. Nada más surge la interrupción de la interacción entre la 
			energía orgónica y la radiación nuclear, la alta actividad orgónica 
			desciende al nivel normal atmosférico.
					
					Cuarto. La energía orgónica por sí misma no reacciona violentamente, 
			a menos que no sea irritada por la radiación nuclear,Poner aquí gráfica página 493.
 
			La reacción Oranur se volvió a presentar de una manera intensa 
			cuando el material radioactivo fue nuevamente introducido en el 
			acumulador grande, sin “la caja fuerte". Las puntuaciones subieron 
			hasta 2.000 CPM "en el exterior" del acumulador. El aire empezó a 
			volverse pesado y sentimos nuevamente los típicos síntomas oranúricos (malestar, náuseas, sensación de opresión) que antes 
			habíamos "experimentado ligeramente" viceversa, estando en las 
			cercanías de la caja fuerte. Esto nos dio un indicio para 
			ulteriores deducciones.  
			  
			Helas aquí. 
				
				“Evidentemente, cuando el material radioactivo se encontraba dentro 
			de la pesada caja fuerte de cemento y acero, la energía orgónica 
			(que penetra por todas partes) conseguía entrar ágilmente EN LA caja 
			fuerte, mientras la radioactividad no conseguía salir DE LA caja 
			fuerte".  
			La suerte de la batalla de la energía orgónica contra la 
			energía nuclear se volvía así a favor de la primera y contra la 
			segunda. Por otro lado, cuando el material radioactivo no estaba lo 
			suficientemente protegido, esto daba por otro lado la posibilidad de 
			irritar y de llevar a la energía orgónica a reacciones del tipo 
			DOR.  
			  
			Este era el motivo por el cual no habíamos experimentado ningún 
			malestar en las cercanías de la caja fuerte, mientras que sí lo 
			sentíamos de manera inmediata y grave en las cercanías del 
			acumulador, aparecía ahora claro cómo, para reducir los efectos DOR, 
			era necesario poner el material radioactivo, pesadamente protegido y 
			por tanto aislado en el acumulador orgónico. La energía orgónica 
			consiguió atacar a las radiaciones nucleares mientras que éstas no 
			pudieron atacar a la energía orgónica.  
			  
			Decidimos inmediatamente 
			construir un recipiente para la caja fuerte, volver a poner e1 
			material radioactivo en la caja fuerte y poner la caja fuerte 
			contenedora del material radioactivo en las cercanías del acumulador orgónico. Si no nos equivocábamos, esto hubiese garantizado la 
			reproducción del efecto Oranur "sin" el efecto DOR. 
			La elaboración ulterior de este problema debe esperar hasta que se 
			efectúe la "segunda" serie de experimentos oranur.
 
			Merece la pena que recordemos un experimento de control que dio 
			resultados singulares.
 
			Ordenamos a Nueva York un tercer miligramo de radium, haciendo medir 
			la radioactividad antes de su traslado a Orgonon. Los resultados de 
			la medida realizada en un laboratorio atómico de Nueva York, fue para 
			este miligramo de radium, la siguiente:
 
				
			 
			Medimos la misma fuente radioactiva dentro de una pasada protección 
			de plomo "inmediatamente" después de su llegada a Orgonon. El 
			resultado fue de alrededor de 300.000 CPM con el "autoscaler" y de 
			alrededor de l00.000 CPM con el "Survey Meter SU5". ¿El efecto 
			oranur opera por tanto instantáneamente, quintuplicando o hasta 
			ventuplicando las puntuaciones de base?. Ulteriores observaciones 
			contestarán a esta pregunta. 
			La conclusión sin embargo, parece segura: es la energía orgónica de 
			la atmósfera circundante al material radioactivo la que reacciona 
			en el contador Geiger. Así como es la energía orgónica organísmica 
			del interior de los cuerpos vivientes la que continua reaccionando 
			durante meses y hasta años contra el material radioactivo.
 
			  
			De aquí 
			la radioactividad bio-energética, de aquí las radiopatías.
 
			
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			Prospectivas
 
			Todos sentimos haber atravesado una experiencia terrible y 
			mortalmente peligrosa que en su totalidad no conseguimos 
			comprenderla del todo, nos llevó a grandes profundidades, a una 
			esfera hasta ahora inexplorada de la funcionalidad cósmica. No 
			obstante las muchas y evidentes pruebas físicas, observadas y 
			medidas con instrumentos de precisión, a pesar de nuestra profunda 
			antipatía hacia cualquier clase de pensamiento metafísico, no 
			pudimos evitar impresionarnos por las implicaciones "psicológicas" 
			de estas experiencias.
 
			  
			Es aún demasiado precoz adentrarnos aquí en 
			estas particularidades; sin embargo queremos explicar al menos en 
			una cierta medida el hecho de que el primer experimento Oranur no 
			sólo había confirmado la antítesis fundamental entre la energía 
			orgónica y la energía nuclear, corno había previsto ya años antes, 
			sino que había sacado a colación muchos asuntos aparentemente 
			insignificantes acerca de las funciones de la energía orgónica 
			cósmica (como por ejemplo, su comportamiento "inteligente", que la 
			distinguía de cualquier función puramente mecánica, como la 
			electricidad o el magnetismo).  
			  
			Nos damos perfectamente cuenta del 
			peligro de que se insinúe, en este punto, cualquier arbitraria 
			interpretación de tipo mistificante. Sin embargo, si millones de 
			personas han creído y vivido durante milenios en el ámbito de 
			creencias metafísicas, creyendo firmemente en un "Prana" o en 
			cualquier cosa similar, en todo esto debe de haber algo de cierto.  
			  
			Y 
			esta verdad parecía querer revelarse ante nosotros de una manera 
			urgente. 
				
				"Si el misticismo y la metafísica están basados en una 
				percepción 
			irracional de la energía cósmica que está en el interior y en el 
			exterior del organismo, es lógico esperar que esta energía en sus 
			manifestaciones verdaderamente físicas presente funciones que se 
			asemejen a, o estén en la base de, todas las funciones conectadas a 
			la vida y a las emociones". 
			Este hecho no era nuevo para mí. Durante muchos años de observación 
			en la esfera de las funciones orgónicas puramente físicas sobre las 
			manifestaciones operativas de las funciones psíquicas, y, 
			encuadrándolas lógicamente en la estructura de nuestro trabajo 
			sobre la Energía Vital, estas analogías continuamente nos habían 
			sorprendido.  
			  
			Se coja, por ejemplo, la contracción de la energía orgónica en el agua biónica en vías de congelamiento. Un animal en 
			vías de congelamiento se comporta exactamente de la misma manera.  
			 
			  
			O 
			se coja por ejemplo el tipo de comportamiento fluido, "funcional", 
			no mecánico de todas - se consideran, todas - las funciones orgónicas: 
			 
				
					
					
					de la descarga espontánea de los electroscopios orgónicamente 
			cargados
					
					al comportamiento fluctuante, hasta ordenado, de las 
			diferencias orgonóticas de temperatura en relación a los cambios 
			fluidos y no mecánicos, poro ordenados, del tiempo
					
					a la fusión de 
			los biones primordiales, que demuestra tan claramente la base y la 
			naturaleza física de la fusión organísmica durante la cópula
					
					a los 
			movimientos casi vivos, "significativos" y "divertidos" de las 
			pequeñas vesículas energéticas observables con un microscopio de 
			gran aumento, y a muchos otros fenómenos análogos que tienen en 
			común una única cosa
					
					es decir el ser cualitativamente similares a 
			las más elevadas funciones de los organismos vivientes y de la 
			mente 
			Es evidente el motivo por el que el observador de estas 
			fundamentales funciones de la naturaleza que no esté adecuadamente 
			preparado para la comprensión de las emociones bio-energéticas, no 
			pueda entender lo que está observando.  
			  
			Viceversa, el observador bio-energéticamente preparado, que por su misma y cotidiana 
			actividad profesional está habituado a ver y a juzgar los 
			movimientos emocionales y la expresión bio-energética, comprendiendo 
			el significado sin que el paciente abra la boca, conseguirá 
			fácilmente y frecuentemente antes de aferrar las funciones físicas, 
			a entender el "significado" de estos microscópicos fenómenos 
			orgonóticos.  
			  
			Para el técnico de la física mecanicista la observación 
			de las funciones físicas de la naturaleza se ha escindido de las 
			manifestaciones emocionales dando lugar a dos categorías: por un 
			lado, "la física ", por el otro "el misticismo" o la "religiosidad". 
			Por el contrario, en el orgonomista bien preparado estas dos maneras 
			de experimentación de la naturaleza, por otro lado de tanto 
			contraste entre ellas, están unidas en un único cuadro.  
			  
			Para él, lo 
			que es "físico" no excluye ni contradice al "significado", como el 
			cuantitativo no excluye ni contradice al cualitativo. Nos damos 
			cuenta que estos problemas son de una profunda importancia 
			naturalista. "Los confines netos entre la física y la susodicha 
			metafísica han sucumbido." La intuición metafísica tiene una base 
			física: "Dios" y "éter" son una "única" cosa.  
			  
			Cuando un orgonomista 
			teóricamente bien preparado (esto es preparado no sólo en el campo 
			"físico", sino en el bioenergético también, lo que es verdaderamente 
			extraño) dispone de muchas tentativas de conciliación entre la 
			concepción física de universo, que gobierna el pensamiento de la 
			civilización occidental, y la concepción mística, "estética" del 
			universo, que gobierna el pensamiento oriental; cuando sigue los 
			esfuerzos por conciliar la objetividad de la ciencia occidental con 
			la subjetividad de las filosofías religiosas orientales, él tiene 
			que tener necesariamente presente el comportamiento de los biones, 
			de una carga electroscópica, de una preparación biónica acuosa 
			congelada con su contraído núcleo amarillo del que derivan los 
			filamentos plasmáticos vivientes, no puede dejar de sentir espanto 
			al pensar en la unidad de la "acción física" y del "significado 
			emocional de los efectos oranúricos". 
			Nuevaton y Goethe, con sus respectivas concepciones físicas del mundo, 
			no aparecen tan contrarios como fueron considerados en un tiempo. 
			Sus puntos de vista pueden ser conciliados y lo serán, El científico 
			y el artista ya no non, como parecían superficialmente ser, 
			portadores de dos universos extraños e incompatibles. Intelecto e 
			intuición ya no son antítesis inconciliables de la actividad 
			científica. Por otro lado, no lo han sido jamás en la búsqueda 
			natural más profunda.
 
			El lector comprenderá por tanto dónde nos lleva este discurso:
 
				
				"todas las fronteras entre la ciencia y la religión, ciencia y arte, 
			objetivo y subjetivo, cantidad y calidad, física y psicología, 
			astronomía y religión, Dios y éter, están derrumbándose 
			irrevocablemente, para ser sustituidas por una concepción 
			fundamentalmente unitaria, por un esencial Principio Funcional Común 
			(CFP) de todas las naturalezas, que se extiende a todas las formas 
			de experiencia humana". 
			Esto no significa, naturalmente, que las distinciones entre estas 
			formas dejen de existir completamente. Al contrario, a la luz de la 
			identidad funcional entre "hombre" y "animal", avidez "orgástica" y 
			avidez "cósmica", Dios y éter, las diferencias específicas emergen 
			aún más netamente y para ventaja de la racionalidad más fecunda. 
			Hemos extendido nuestro conocimiento utilizando esta forma 
			radicalmente nueva de pensamiento: la orgonomía no es solamente una 
			rama de las ciencias naturales, no es solamente una simple técnica 
			artística, ni pura psicología, ni pura biología. Ésta está en 
			perfecta armonía con el objeto de su investigación, una ciencia que 
			se ocupa de las leyes fundamentales de la naturaleza.
 
			Del océano cósmico de la energía orgónica emergen por variación 
			todas las restantes funciones. Esto hace compatibles entra ellas a 
			la "identidad" y la "variabilidad". Con la destrucción de toda 
			distinción neta y mecánica emerge necesariamente una nueva 
			concepción de nuestra existencia cósmica. Esto es ya cierto desde 
			hoy, aunque podemos hasta ahora ignorar la manera precisa de 
			afrontar la totalidad del problema.
 
			 Y volviendo al tema particular de nuestro informe: también las 
			radiaciones nucleares, en cuanto funciones naturales secundarias, 
			emergieron un tiempo por diferenciación de las funciones de la 
			energía orgónica. Nosotros hemos experimentado no sólo la antítesis 
			entre la energía orgónica y la energía nuclear, sino que hemos 
			experimentado también de una manera mortalmente peligrosa, que la 
			misma energía orgónica puede enloquecer de "rabia" (por usar el 
			término con el que nos hemos habituado a definir el fenómeno).
 
			  
			Durante el periodo del experimento Oranur, teníamos todos la 
			impresión,  
				
				"de haber provocado de una manera o de otra a la energía orgónica, por otro lado benigna, transformándola en una bestia 
			feroz". 
			
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			Una sincera discusión
 
			Esta conclusión es muy seria y contiene problemas que interesan a la 
			salud y a la seguridad de la población en general. Es por tanto 
			imperativo hablar francamente y evitar cualquier circunloquio.
 
			Antes de afrontar el problema en cuestión, querría prevenir algunas 
			dudas que pudieran obstaculizar una franca discusión de nuestro 
			trabajo. Mis drásticos enunciados teóricos y prácticos sobre 
			aspectos bio-psiquiátricos de la higiene social no deberían ser 
			obstáculo, ya que están en menor o mayor medida incorporados en las 
			enseñanzas actuales de las ciencias de cada país. Mis anteriores 
			adhesiones al movimiento revolucionario europeo durante 20 años no 
			debe ser ningún obstáculo ya que desde hace 18 años no formo parte 
			de ninguna organización política.
 
			  
			Nunca he sido activo en el 
			sentido activo de la palabra, pero he seguido informándome sobre 
			cada aspecto de la peste dictatorial, sea esta negra o roja. He 
			combatido a las dictaduras de cualquier tipo desde los comienzos de 
			mi carrera y en particular he luchado con toda la fuerza y la 
			inteligencia de que soy capaz contra cualquier dictador, sin 
			importar el partido al que perteneciera, desde 1931, es decir 
			muchos años antes de que me diese realmente cuenta de lo que estaba 
			sucediendo y muchos años antes de que el gobierno de los Estados 
			Unidos reconociese al gobierno soviético.  
			  
			No tengo la mínima 
			intención de imponer ninguna de mis convicciones científicas a 
			ningún país ni a ninguna región; hoy por hoy me considero la única 
			persona que "sabe verdaderamente" a quién le incumben los peligros 
			denunciados por el descubrimiento orgonómico. Mi convicción, basada 
			en una amplia experiencia, es que si subsiste alguna esperanza de 
			salir del actual caos social y de reencontrar la gozosa serenidad 
			de la pacífica convivencia social (y a mi parecer no sólo subsiste 
			esta posibilidad si no que además es considerable), esta esperanza 
			está objetivamente y profundamente radicada en las fuerzas vivas y 
			previsoras que están trabajando en el mundo.  
			  
			Sólo poquísimas 
			personas particularmente conscientes se dan cuenta hoy del hecho de 
			que un mundo viejo, cansado y prisionero se está derrumbando y que 
			un mundo nuevo, joven y lleno de esperanza está naciendo lenta y 
			dolorosamente: el núcleo de este nuevo mundo es la moderna 
			"revolución bio-sexual" en curso ya desde hace treinta años.  
			 Esperando haber eliminado un obstáculo prejuicioso para un libre 
			cambio de opiniones, paso al punto principal de esta conclusión: el 
			experimento Oranur, independientemente de, o además en contraste 
			con, nuestras intenciones ha alcanzado proporciones que no sólo 
			amenazan con salirse de nuestro control, sino que, en particular, 
			ponen en peligro la seguridad de los Estados Unidos si el gobierno 
			americano tarda en tomarse en serio estos fenómenos y en utilizarlos 
			para el bien del País.
 
			  
			Resumiendo, el experimento Oranur ha tenido 
			hasta ahora graves consecuencias, cuyo alcance y carácter 
			revolucionario no es imputable a la culpa ni a la intención de 
			nadie. La demostración completa y la estructura teórica de los 
			resultados son demasiado complejas para ser expuestas en esta fase. 
			 
			  
			Por razones de seguridad, de hecho, no publico desde hace muchos 
			años, es decir desde 1947, ninguna información sobre el fondo 
			práctico y teórico del proceso Oranur: intuí la posibilidad de que 
			sucediese antes o después lo que ha sucedido realmente. 
				
				"Nota inserta en el boceto, el doce de septiembre de 1951":   
				El siguiente sumario reflexiona, sobre los aspectos pesimistas de la 
			grave situación existente hacia abril de 1951, en decir cuando el 
			experimento Oranur estaba aún ejerciendo su influencia terrible 
			sobre los investigadores de Orgonon. Estos sucesos impresionantes 
			fueron en parte debidos al hecho de que habíamos afrontado el 
			experimento de manera no preparada en relación a su alcance y a sus 
			riesgos: una desventaja que de ahora en adelante, será eliminada. 
			Querría mitigar bastante la impresión pesimista que sobre todo en 
			los puntos 1, 6, 7 y 8 del texto siguiente, podrían suscitar en el 
			lector. Es necesario además eliminar el temor de que un científico 
			haya creado una nueva arma de exterminio y que la potencia mortífera 
			de Oranur supere bastante a sus funciones positivas y benéficas 
			para la vida humana.  
			  
			Durante los 5 meses sucesivos a la conclusión 
			de esta primera redacción (informe) gran parte de las perspectivas 
			amenazadoras han sido confinadas a un segundo plano por nuevas 
			observaciones que no dejan duda alguna sobre los resultados 
			positivos médicos y biológicos de Oranur.  
			  
			Tales resultados aparecen 
			hoy imponentes y su examen cuidadoso exigirá un nuevo y largo 
			periodo de tiempo. Creo poder afirmar que, donde se den condiciones 
			seguras y adecuadas en el tratamiento de Oranur, todos los peligros 
			más abajo mencionados podrán ser eliminados y que hasta ahora se 
			pueden considerar asegurados los efectos positivos de Oranur sobre 
			el hombre, sobre los animales y sobre la vegetación.  
			  
			El motivo por 
			el que no modifico este texto original, redactado en abril de 1951, 
			está en el hecho de querer presentar un cuadro completamente fiel de 
			nuestras reacciones emocionales y biológicas en la primera fase del 
			experimento Oranur: se trata de hecho de reacciones destinadas 
			indudablemente a producirse en todo aquél que piense llevar a cabo 
			por primera vez experimentos con Oranur.  
			  
			Un segundo informe 
			suplementario sobre los efectos prevalentemente positivos de Oranur 
			está ya en preparación. 
				
					
					
					Introduciendo apenas un miligramo de material radioactivo en una 
			atmósfera con alta concentración orgónica (es decir, por ejemplo, 
			en un acumulador de energía orgónica a 20 múltiplos, o en un cuarto 
			"cargado" por años de trabajo con energía orgónica), se produce en 
			la energía orgónica atmosférica una transformación que sin duda 
			tiene la cualidad de una “lenta pero duradera reacción en cadena". 
			Esta reacción de la energía orgónica a la reacción nuclear es 
			peligrosa para la vida, también humana si trasciende de determinados 
			límites de intensidad y de duración.
					
					No existe ningún modo de protección del efecto de la energía orgónica "enloquecida" después de la acción irritativa de la 
			radiación nuclear, ya que la energía orgónica penetra en cualquier 
			materia, comprendido el plomo, los ladrillos, o los muros de piedra 
			de cualquier espesor. Los sistemas de protección actualmente 
			empleados en el estudio y en la aplicación de la energía atómica son 
			ineficaces ante los efectos oranúricos.
					
					Una vez que se han producido, los efectos oranúricos se propagan 
			a través de la atmósfera, como si infectaran una zona después de la 
			otra en una especie de reacción en cadena. Aquí en Orgonon se 
			detectó esta contaminación hasta una distancia de 3 Km. del lugar 
			de la reacción originaria. Hasta ahora nos hemos limitado a poner un 
			miligramo de material radioactivo en un acumulador orgónico a 20 
			múltiplos. Los posibles efectos de 1 miligramo de material 
			radioactivo en un acumulador orgónico a 500 múltiplos son 
			imprevisibles y temo que serían desastrosos.
					
					Es muy probable suponer que ciertos materiales comunes, como la 
			roca, el metal, y sobre todo ciertos tipos de construcción, que 
			tienen la capacidad de acumular energía orgónica, continúen siendo 
			activos después de que haya sido desmantelado el material 
			radioactivo que había producido la acción irritativa. Esta actividad 
			oranúrica "asemeja" a la radioactividad "inducida".
					   
					Es sin embargo 
			difícil decir actualmente si la roca y los otros materiales se 
			desintegran realmente o no. Estos, de todas maneras, son 
			indudablemente activos y continúan siéndolo. Este efecto se ha 
			producido inesperadamente, e independientemente de nuestras 
			intenciones cuando empezamos a examinar la influencia de la energía orgónica (concentrada de 5 a 10 veces) sobre un miligramo de 
			radium. Por cuanto parece el efecto en cuestión no es sino un brusco 
			aumento de 1a normal y natural radioactividad.
					
					Las estructuras capaces de acumular energía orgónica atmosférica 
			(lana de acero, armarios de metal, o simples cajas forradas de 
			metal) se trasforman en activas aunque no hayan sido influenciadas 
			directamente por las radiaciones nucleares; es suficiente de hecho 
			que éstas estén en contacto con un acumulador de energía orgónica 
			directamente influenciado.
					
					Un loco que odie a la humanidad, o un enemigo político, si tuviese 
			conocimiento de estos efectos (mientras que los Estados Unidos 
			permaneciesen al margen o no se interesasen en su estudio) podría 
			fácilmente diseminar sobre el territorio americano dispositivos oranurizados, con el simple aspecto de una caja forrada de metal; 
			éstas podrían contaminar una región entera e incluso un continente 
			entero.
					
					En base a lo que hemos aprendido durante un periodo de 
			observación y experimentación de apenas 4 meses, la gente enfermaría 
			a continuación de la contaminación oranúrica de la atmósfera. Cada 
			persona atacada reaccionaría conforme a su especial enfermedad o 
			predisposición morbosa. Esto es debido al efecto bio-energéticamente 
			"selectivo" de la energía orgónica, que ataca específicamente la 
			parte enferma de los organismos primero agudizando los síntomas 
			morbosos y después: "curándolos si ha sido aplicada concienzuda y oportunamente".
					
					
					Sin embargo esta contaminación, incontrolada, y sobre todo 
			conducida con intenciones malévolas, indudablemente asesinaría o 
			por lo menos inmovilizaría a muchas personas . Si tan sólo un 
			microgramo de material radioactivo fuese dejado de manera continua 
			en un acumulador de energía orgónica a 50, o quizás a sólo 20 
			múltiplos, el resultado podría ser catastrófico.
					
					Para dar una idea de la intensidad y de los efectos oranúricos en 
			su extensión, bastará decir que los edificios de los que se retiró 
			cualquier material radioactivo y cualquier dispositivo de 
			acumulación orgónica, empujan hoy por hoy las puntuaciones de fondo 
			hasta niveles de 80 o 100 CPM aunque se ventilen los edificios 
			mismos durante medio día. El aire fresco, por otro lado, elimina 
			los efectos oranúricos y reduce la radioactividad a un nivel normal 
			de 25-40 CPM.
					
					Pueden subsistir pocas dudas sobre el hecho de que la energía orgónica atmosférica tiene una participación importante, si no 
			decisiva, en la dinámica de la reacción de las pilas atómicas, por 
			lo que se ha revelado hasta ahora en la literatura técnica 
			presentada al público. Un estudio experimental cuidadoso de estas 
			dinámicas, nos parece en la situación socio-política actual de una 
			importancia relevante.
					
					Durante el experimento Oranur no trabajé sobre la fusión 
			atómica ni la produje. No es de hecho cierto que la fusión se 
			produzca efectivamente en el material contaminado, pero podría 
			darse. Prefiero por tanto, en interés a las grandes posibilidades 
			terapéuticas de la investigación orgónica, en interés de la 
			población entera y por fines hacia mi propia seguridad personal, 
			referir todas mis observaciones, augurando vivamente que cualquier 
			traba burocrática se evite y que los fenómenos en cuestión sean 
			estudiados en una escala adecuada a su importancia, a sus peligros y 
			a sus promesas.    
					Es indispensable poner las cartas sobre la mesa con 
			la máxima claridad: si durante el proceso Oranur se produjo la 
			fusión de los elementos materiales comunes, debe quedar claro que 
			este descubrimiento ha sido el resultado accidental de un 
			experimento iniciado con intenciones totalmente diversas.
					
					La situación se agravó posteriormente por el hecho de que las 
			funciones oranúricas están destinadas a cambiar muchas convicciones 
			de cara a la física nuclear contemporánea. Si la mayor parte de 
			estos problemas están aún envueltos en la oscuridad, algunos 
			principios generales están ya visibles.    
					Mencionaré aquí sólo 
			poquísimas de estas consecuencias teóricas del experimento Oranur:   
						
						La teoría de la "partícula atómica" como estructura fundamental 
			del universo ya no es incuestionable. Existe un océano primordial de 
			energía orgónica (llamado durante un tiempo "éter") que no tiene 
			masa. La masa inerte y pesada surge de la energía privada de masa, a 
			través de algunos procesos funcionales bastante conocidos por la 
			ciencia orgonómica.
						
						La teoría funcional de la orgonomía aparece en escena allí donde 
			la teoría atómica se hunde en las susodichas funciones pre-atómicas 
			de la naturaleza, en la esfera de las susodichas "ondas materiales" 
			(expresión equivocada), en la esfera de las "partículas onduladas" 
			(otra expresión desencaminada), en la esfera de los electrones 
			formados solo por ondas, en el reconocimiento de la imposibilidad 
			de determinar al mismo tiempo la posición y la aceleración de un 
			electrón, y en el recurrir a la "ley de la probabilidad puramente 
			estática".    
						Estos problemas primordiales, y pre-atómicos son 
			inaccesibles a los métodos del pensamiento mecanicista o 
			materialista. Estos lógicamente se hacen inteligibles sólo si son 
			impuestos "funcionalmente”, es decir orgonómicamente. Los datos, las 
			observaciones y las deducciones orgónicas se acumulan desde hace 
			muchos años de una manera bastante clara para justificar el hecho de 
			que la entera teoría electrónica será reemplazada, por lo que 
			respecta a las funciones cósmicas primordiales, por una teoría 
			funcional de las funciones fundamentales del universo.    
						Son éstos 
			naturalmente, problemas muy serios que exigen afrontarlos con 
			espíritu abierto, valiente y sin prejuicios si se quiere eliminar 
			del camino las muchas teorías aplicadas erróneamente, de la inercia 
			mental, de los prejuicios, etc. No hay que olvidar que están en 
			juego muchas reputaciones personales y muchos sentimientos y 
			resentimientos individuales.
						
						Durante muchos años la energía orgónica emite hasta 25.000 
			impulsos al segundo en el vacío de los tubos Geiger de los que se ha 
			sacado toda suerte de gases hasta una presión de 0,5 micrón. 
			Resulta así por tanto amenazada la teoría de la ionización, que se 
			basa en el "efecto ionizante" ejercitado sobre las partículas 
			"gaseosas" en el tubo del contador Geiger por las "partículas 
			radioactivas" comprimidas. No se necesita ningún medio gaseoso para 
			obtener los efectos orgonóticos Geiger.    
						La energía orgónica ilumina 
			y actúa de manara netamente cuantística aún en el vacío. Su 
			comportamiento depende sólo de los cambios atmosféricos del tiempo y 
			de las influencias cósmicas como por ejemplo las manchas solares. 
			Cuando la mayor es la frecuencia de la acción orgonótica 
			cuantística, tanto más es sustituida por la acción lineal o de 
			continuidad.
					
					Prospectivas médicas: Desde un punto de vista médico al efecto oranur
					puede ser tan benéfico como peligroso. Éste reviste y lleva a 
			la superficie los típicos caracteres morbosos del individuo. 
			Durante este proceso, si la reacción oranúrica es manejada por un 
			incompetente, el enfermo puede hasta fallecer de manera inmediata. 
			Sin embargo es bastante prometedor el que haya sido descubierto un 
			agente terapéuticamente activo capaz de descubrir el síndrome 
			específico y su localización organísmica. No se debería suministrar 
			Oranur por inyecciones o por otros métodos mecánicos, pero sí 
			exponiendo gradual y cautelosamente el organismo enfermo a la justa 
			dosis de Oranur.
					
					Después de que las radiaciones nucleares han excitado a la 
			energía orgónica transformándola en Oranur, los procesos oranúricos 
			continúan en cadena, influenciando otros revestimientos orgónicos: 
			como se dijo, una acción estimulante inicial sería suficiente para 
			formar una cadena de actividad oranúrica.    
					Será por tanto necesario 
			distinguir a los acumuladores orgónicos oranurizados de aquellos que 
			no han sido excitados por las radiaciones nucleares: estos últimos 
			deberían ser utilizados como en un pasado en irradiaciones orgónicas 
			preventivas y normales, en el tratamiento de las heridas y de las 
			quemaduras. Los instrumentos oranurizados por otro lado, no pueden 
			ser tenidos en ningún edificio habitado y deben ser manejados con el 
			máximo cuidado, ya que, a diferencia de los simples acumuladores 
			orgónicos, éstos son potencialmente peligrosos.    
					Para prescindir del 
			tratamiento individual con Oranur, se propone ahora la posibilidad 
			de influenciar oranúricamente regiones enteras instalando potentes 
			artilugios oranúricos para combatir de esta manera las epidemias y 
			realizar una terapia preventiva de masas contra la radiación 
			atómica. Esta última posibilidad, obviamente exigiría una 
			detalladísima elaboración técnica y las más rígidas cautelas 
			legales: Obligaciones que trascienden muy por encima de nuestros 
			deberes morales y de nuestra posibilidad financiera. 
			Hasta aquí la importancia inmediata del proceso Oranur; y sus 
			efectos a largo plazo sobre las reacciones emocionales humanas son 
			de una importancia infinitamente mayor.  
			  
			En este campo, y cómo se 
			presentan las cosas podemos tener grandes esperanzas. Un gobierno o 
			un grupo de gobiernos que quieran abolir la amenaza de la guerra 
			atómica y asegurar la paz mundial para mejorar la salud y la 
			felicidad de los pueblos de todo el mundo podría aportar inmensos 
			beneficios: la energía cósmica podría finalmente ser puesta al 
			servicio de fines beneficiosos, dado que la "lentitud" de las 
			reacciones en cadena y "la eficacia médica" de la influencia de las 
			fuerzas "cósmicas primordiales” han sido supuestamente aceptadas 
			Esfuerzos políticos de éste género exigirían al respeto y la 
			profunda fe de los pueblos de cada país.  
			  
			Evidentemente ningún hombre 
			ni ninguna organización podrían realizar este objetivo por sí mismo.  
			  
			El éxito puede sonreír solamente a una alianza de todas las 
			instituciones sociales: desde las guarderías al instituto de 
			instrucción superior, de las organizaciones profesionales hasta los 
			comandos militares de todo el mundo. 
			  
			
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			REFERENCIAS A PIE DE PAGINA
 
				
				Página 10:(1) Al comienzo de la primavera de 1951 hicimos medir en 
				Nueva York un 
			tercer miligramo de radium antes de transportarlo a Orgonon. La 
			puntuación del radium desnudo en Nueva York resultó de 16.000 CPM y de 
			7.000 CPM en el interior de una protección de 13 milímetros. 
			Obviamente esto no lo sabíamos en Enero de 1951.
 Página 12:
 (1) Iniciales de la palabra inglesa Deadly Orgone: orgón letal (N. 
			d. T.)
 Página 36:
 (1) Hoy (agosto 1951) el laboratorio permanece aún radiante, pero 
			puede ser de nuevo utilizado. La salud de los que trabajan en estos 
			locales es regulada y controlada por exámenes orgónicos semanales. 
			Próximamente se publicará un estudio particular sobre las reacciones 
			oranúricas de carácter biofísico posteriores a abril de 1951.
 
			
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