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	 03 Mayo 2008 del Sitio Web ElPasoDeLasTermopilas 
 
 Una de las ventajas de tener un blog con lectores activos como éste es el tránsito de información en todos los sentidos. 
 Son muchos los amables conspiranoicos que han publicado direcciones de Internet sumamente interesantes en sus comentarios o que me las han enviado al correo para poder comentarlas sotto voce. Me gustaría ir más rápido para contestar a todo el mundo pero no sé a quién se le ocurrió que el día tuviera sólo 24 horas. Una de las sorpresas de las últimas semanas fue un libro que me descubrió recientemente un lector, preguntándome si acaso lo había escrito yo. 
 
	El libro se titula
	
	Las Sociedades Secretas y 
	Su Poder en el Siglo XX, está firmado por Jan Van Helsig (un seudónimo muy 
	adecuado para cazar vampiros y otros monstruos de la noche - aunque le falta 
	una n - según reconoce su propio autor, que también dice ser un joven de 26 
	años - o lo era en el año de 1998 cuando dice haberlo escrito), y hasta hace 
	un rato, al menos, continuaba accesible en la Red. 
 Pero no, como le contesté ya en privado a este lector, ni yo soy Van Helsig ni el libro es mío, ni de hecho conocía su existencia hasta hace unos días. 
 
	En todo caso, aunque algunas de las informaciones que facilita son erróneas 
	y otras no me atrevería a suscribirlas porque están por confirmar, se trata 
	de una obra en general recomendable y que ordena muchas de las piezas 
	sueltas del gran rompecabezas que tratamos de armar usted y yo desde hace 
	tiempo con tanta paciencia. 
 
	Frente a la tentación 
	de la desesperación o de huir del mundanal ruido para establecerse en algún 
	recóndito lugar del planeta lejos de todo y de todos (¿queda algún sitio así?) 
	recomienda enfrentarse al riesgo en el único campo de batalla al que usted y 
	yo tenemos acceso, que no es otro que nuestro propio interior. 
 Sin embargo, Van Helsig tiene mucha razón cuando comenta que, hasta cierto punto, los Illuminati son necesarios para ponernos a prueba y cuando se pregunta lo mismo que hace mucho tiempo vengo yo también preguntándome y preguntándole a usted cuando se deja: 
 
	No conteste ahora. Sólo piénselo. 
 Solemos pensar en nosotros como árboles solitarios en medio de la estepa, aislados, sin posibilidad de influir sobre la marcha del mundo, cuando en realidad deberíamos vernos como una pieza de dominó de esos gigantescos puzzles japoneses. Una pieza que, al caer, empuja a otra, y a otra, y a otra, y a otra, y a..., hasta que tumba millones de otras piezas y da como resultado un cuadro muy diferente al que había cuando esas piezas estaban de pie. 
 
	Alguien definió eso como el "efecto mariposa". 
 Uno más listo que los otros cogió una patata y la lavó en un arroyo y luego se la comió libre de arena. El resto de monos se percataron y acabaron imitándole. Al cabo de un tiempo, todos los monos cogían las patatas de la arena y las lavaban antes de comérselas. 
 
	Noventa y 
	nueve monos lo hicieron, pero llegó el mono número cien y revolucionó el 
	sistema. 
 
	Lo extraordinario del 
	experimento es que no sólo le imitaron los demás monos sino que a partir de 
	entonces empezaron a hacerlo también los de una isla vecina ubicada a 90 
	kilómetros de distancia. Y el fenómeno se repitió, se fue expandiendo como 
	si alguien hubiera tirado una piedra al agua, en un espacio geográfico cada 
	vez mayor. 
 
	Como bien insiste Van Helsig, una gota no llena un vaso de agua pero 
	es precisamente una gota exactamente igual a todas las demás, ni más ni 
	menos importante, la que desborda un vaso lleno. Parece obvio que el mono 
	número cien nunca pensó cuando se le ocurrió lavar la patata en agua de mar 
	que él iba a desencadenar esa auténtica corriente de nuevo pensamiento y 
	actuación. 
 Mucha gente común es ya consciente de que esas sociedades existen aunque todavía estén en una etapa primaria de no-me-hagas-pensar-en-eso-que-no-quiero-romperme-la-cabeza. 
 ¿Y en la web? En los últimos meses he visto aparecer multitud de proyectos a cual más apasionante: ...y muchos más que se pueden encontrar a partir de éstos. 
 
	Y el fenómeno, por fortuna, parece que no ha hecho más que 
	empezar. Hace dos días me llegaba al correo el aviso de otro nuevo conspiranoico que ha empezado a publicar como el hombre puede. 
 
	Supongo que no hace falta 
	decirlo, pero por si está usted despistado se lo advierto: en toda esta 
	historia, yo no he comenzado absolutamente nada ni quiero apuntarme medalla 
	alguna. Soy un simple eslabón de la cadena y uno de los motivos por los que 
	más contento estoy de que esa cadena sea cada día más larga es porque no sé 
	cuánto tiempo más voy a poder seguir formando parte de ella. 
 Y yo añado: 
 
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