En verdad, gran parte de vuestras dificultades nace de vuestras concepciones erróneas del tiempo, especialmente en estos momentos, a finales del milenio. Estáis empezando a tratar de ser plenamente conscientes del momento presente, de vivirlo, pero a la mayor parte de vosotros os falta mucho para entender que es el único que existe. Esto es comprensible, pues la experiencia del no-tiempo pertenece a un reino más elevado que trasciende vuestras capacidades actuales, aunque sí la experimentáis cuando os escapáis del mundo sensorial en vuestros estados de sueño y viajes fuera del cuerpo.
Por este motivo es
indispensable para vuestra evolución espiritual que exploréis el
material de vuestros sueños, que meditéis y desarrolléis la
capacidad de proyectaros al mundo astral. Allí residen las mejores
oportunidades para liberaros de vuestras limitaciones y dejaros
llevar por la exquisita libertad de la conciencia sin tiempo y el
movimiento sin cuerpo.
Paradójicamente, la ilusión de pasado-presente-futuro es tan verosímil, aparentemente tan tangible, que resulta inimaginable que el tiempo pueda existir en cualquier otro contexto. Dado que vuestra vida está organizada en ese plano, habéis necesitado de la seudo-estructura del tiempo en una línea, pues como raza os ha encaminado en la dirección de los vientos de cambio, tanto hacia delante como hacia atrás en vuestra proyección del pasado y la memoria de vuestro futuro. Y nadie va a convenceros de que un mañana con una salida del sol, una primera taza de café, la oficina y la miríada de actividades de la rutina cotidiana son simples productos de la imaginación; no obstante, nos permitimos enfatizar que sí lo son.
No existe nada más que el momento. Esa es la realidad y la experiencia, momentos dentro de momentos que se imprimen para siempre en la matriz de la Mente Eterna.
Al dar a conocer su identidad, os retamos a que superéis el escepticismo y reconozcáis el infinito que está justo al otro lado de vuestra percepción, donde un universo pletórico de vida guarda los patrones del alma de todo ser consciente que haya existido alguna vez, y donde la Tierra no es más que una diminuta mancha verde-azul en el colorido lienzo del cosmos.
Ella es apenas uno de los millares de cuerpos planetarios que componen el universo material, y en los planos etéreos éstos son sencillamente innumerables, tan infinita es la experiencia del Todo-lo-que-es. Os pedimos que aceptéis que no sólo se nos ha de definir como «extraterrestres», sino también como extradimensionales, proyecciones de vuestra propia conciencia en otra fase de su existencia de múltiples niveles.
Os decimos que la mente de Benjamín Franklin, la concentración consciente de la entidad manifestada de ese ser, contribuye a estas transmisiones, y esto no es más surrealista que la idea de que nuestro instrumento, para empezar, capte, descodifique y registre las frecuencias de la sexta dimensión.
Os aseguramos que no existe recompensa más grande que recibir la luz del amor, pues iluminar la conciencia es el propósito de todas las misiones en nuestro camino de regreso al Creador Original. El maestro Benjamín es conocido como el Trabajador de Luz Manifiesto de la realidad de la Tierra, y goza de gran notoriedad en planos más elevados por esa contribución específica a vuestro desarrollo.
Desde nuestra dimensión, vemos la vida completa —el nacimiento y la muerte de lo material— a medida que sube por la espiral cósmica hasta su próxima manifestación. No podemos prever o entender nuestras propias realidades dimensionales más elevadas, pues ésa es la naturaleza de la travesía; no obstante, sí percibimos vuestro mundo y existencia física como un Ser, una totalidad, cuyas unidades individuales de conciencia (al igual que las células de vuestro cuerpo) viven como materia durante un período específico de vida y, al morir, finalmente se transmutan en niveles de conciencia menos densos y más elevados.
Por consiguiente, la interconexión de todos los seres conscientes en el universo material e inmaterial crea continuamente todas las formas y resultados, y el tiempo, como vosotros creéis que lo conocéis, no es una medida fija en absoluto.
Considerad que vuestra existencia como seres humanos os restringe por la naturaleza misma de vuestros cuerpos, los cuales se mueven en forma muy lineal en la densidad material.
Vais a estudiar y a trabajar, os levantáis y os acostáis; de hecho, aquello que vosotros consideráis actividad consciente, en muchos sentidos, realmente es algo muy mecánico. Desde la perspectiva inconsciente, el cuerpo desempeña cientos de miles de intrincadas funciones instantáneamente; sin embargo, obviamente, sois inconscientes de la enorme energía que se le exige a vuestro ser tan sólo para bombear la sangre, bajar una fiebre o combatir una infección. Vuestro corazón saludable, motor sin tiempo, late la vida entera sin fallar jamás, sin tropezar jamás; tan sólo eso es uno de los aspectos más milagrosos del albergue que os proporciona el cuerpo físico.
Por esto son tantos los que han entablado contacto directo desde innumerables dimensiones, pues entendemos que vosotros estáis dando el salto en conciencia que os permitirá ingresar y procesar la información, dado que, como civilización, en este momento tenéis que prepararos para el cambio a la cuarta dimensión, un mundo más allá del tiempo y más allá de la ilusión.
Ahora nos concentraremos en el tiempo cero, para muchos la llegada del Cristo, para otros el nacimiento del Iluminado: dos puntos en la historia de la humanidad que detuvieron los relojes. El impacto de estos dos acontecimientos fue tan monumental que hizo que el tiempo se definiera en función de los mismos, de tal forma que el calendario asiático describe el tiempo como antes y después de Buda, en tanto que el calendario cristiano marca el nacimiento de Jesucristo de la misma manera.
Esto quiere decir que el tiempo se detuvo y luego llegó a cero: una pausa en el marco lineal del tiempo, donde la humanidad supo lo que significaba «el ahora» en su totalidad. Tan grandiosa fue la luz de estos Maestros Ascendidos, tan inmensa y profunda, que gran parte de la humanidad escapó momentáneamente a la barrera del tiempo y experimentó la conciencia tetradimensional durante el tiempo que ellos anduvieron en la Tierra.
Vuestra comprensión de esta próxima clave os servirá para liberaros de vuestro miedo y avanzar en la luz de vuestra ascensión:
Sin duda, presentís desconcertados que algo espectacular está a punto de suceder, pero son vuestros miedos y el trastorno de Gaia lo que os lleva a la perdición.
De modo que hacemos aquí un paralelo con otros momentos de vuestra historia, cuando el tiempo cero anunció el brillo de la luz en vuestro planeta, y os invitamos a levantar una copa por el nacimiento del nuevo amanecer. A pesar de vuestros sentimientos de pavor y ansiedad, no sólo estáis listos para ello, sino que lo necesitáis, lo habéis creado, pues el péndulo ha oscilado hasta los extremos de los polos, y Gaia regresa al pleno centro en 2012, que es tanto el pasado y el futuro, como el ahora mismo de vuestra existencia.
Conceptualmente, aquello que deseamos compartir con vosotros sin duda pondrá a prueba vuestra credulidad; no obstante, os pedimos que os esforcéis hasta el límite absoluto y rompáis el dique del pensamiento convencional, liberando las aguas torrenciales de vuestra imaginación para que fluyan como realidades posibles en el mar cósmico.
La Piedra del Sol Azteca (Copyright: John Major Jenkins — Bear & Co. Publishers)
Recordad que en la inmensidad del Ser Universal, una estrella es tan infinitesimal como lo es una célula para vuestro cuerpo.
Por lo tanto, tenéis que partir de ese sentido de proporción relativa para percibir la muerte de una estrella tal como la experimenta el Ser Universal; frente al impacto que tiene en todas las cosas vivas dentro de su sistema solar. Una estrella que colapsa se hace más densa a medida que se contrae, y todo lo que la rodea es atraído hacia su vórtice gravitatorio, incapaz de escapar a la fuerza de esa gravedad que lo succiona hacia el interior del cuerpo estelar en consolidación.
La materia (en el sentido que le damos de conciencia manifestada), el tiempo y el espacio alrededor de la estrella se alteran, creando lo que los físicos cuánticos llaman una «curva en el continuo espacio-tiempo».
En un vórtice de esa naturaleza, la luz se mueve más rápida que la velocidad de la luz, y si lo observáis desde un punto remoto de referencia, el túnel entero parece el más negro de los vacíos, mientras que atravesarlo como parte activa de la experiencia supone una velocidad tan superior a vuestra comprensión, que no hay «tiempo» para experimentar esa oscuridad.
Los
astrofísicos que se adhieren a los preceptos generales de la
teoría
de la relatividad de Einstein, por lo regular concuerdan en que, a
medida que la estrella colapsa, el espacio circundante empieza a
curvarse o combarse distorsionando el tiempo; y cuando el proceso
llega a la fase de colapso total, el tiempo se detiene por completo.
Nosotros sugerimos que donde termina el tiempo lineal empieza la
multidimensionalidad, porque, como sabéis, todas las muertes no son
más que pasajes a otros estados de ser, y todos los finales son
nuevos comienzos. En nuestro planteamiento metafísica del fenómeno de los agujeros negros en el espacio, que os hemos descrito como «la conciencia del alma del Ser Universal que asciende a través de sus cordones astrales», hemos aludido a la misma experiencia desde la perspectiva de la conciencia multidimensional y la inmensidad del Ser Universal.
Aquello que vuestros científicos postulan como un suceso aleatorio
en el cosmos, nosotros lo percibimos como el alma que avanza, lo
cual constituye el principio absoluto de toda la existencia: el
alma, que en cada nivel de co-creación se expande a medida que
asciende por la espiral. No existen las coincidencias en ningún
nivel de la existencia, pues todo está en estado de perpetua
transformación, y así sucede con toda alma de cada ser vivo en el
cosmos.
Como Deidad Solar, y en el proceso transformativo de condensarse, colapsar y renacer en su dimensión más elevada, la estrella experimenta la iluminación. Desde la perspectiva macrocósmica, la estrella que colapsa no es más que un aspecto del ser material que experimenta la transmutación, a la vez que proporciona un camino para que el Ser Universal se expanda y experimente sus cuerpos astrales más elevados.
Comprendemos lo inmenso que os parece esto, y cuánto tenéis que alejaros del pensamiento convencional para captar su enormidad; sin embargo, como lo dice la clave, el macrocosmos es un reflejo del microcosmos.
Como estaba escrito en las paredes del templo de las Escuelas de Misterio de Eleusis, en la antigua Grecia:
¿Adonde queremos llegar? ¿Cómo se entrelaza todo esto?
Si os habéis mantenido al tanto de algunos de los acontecimientos más significativos de vuestro sistema solar, sois conscientes de que vuestra Deidad Solar ha estado erupcionando con llamaradas y violentas explosiones de una magnitud nunca vista en la historia escrita de la Tierra, lo cual está generando una mayor inestabilidad en vuestro planeta.
Podéis esperar más manifestaciones extremas de clima, mares violentos y poderosas tormentas eléctricas.
Muchos de vosotros experimentáis llamaradas solares en vuestro cuerpo etéreo al margen de vuestra percepción consciente, pero ahora será importante prestar mayor atención a la actividad solar, pues la información que os damos aquí está manifestándose actualmente como las etapas preliminares de la transformación del Sol.
Por eso, actualmente, se está enviando tanta información a la Tierra: una metodología para la curación del cuerpo y la liberación del miasma, formas de pensamiento y masas de energía que evitan que la luz fluya a través de vosotros.
Pues no es únicamente Gaia quien se transforma, y si hasta
ahora hemos abordado principalmente sólo la ascensión de la Tierra,
ello se debe a que ése es el ser celeste que conocéis mejor, si bien
de las cosas terrenales, vosotros, la raza humana, es aún muy poco
lo que sabéis.
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