Segunda parte
CUERPO Y MENTE


Si contemplásemos de cerca a un ser humano, notaríamos inmediatamente que es un holograma único en sí mismo; contenido, generado y cognoscible en sí mismo. Pero si arrancásemos a este ser de su contexto planetario, observaríamos enseguida que la forma humana se parece al mandala o poema simbólico, puesto que en su forma y flujo reside una vasta información sobre diversos contextos físicos, sociales, psicológicos y evolutivos dentro de los cuales se creó.
KON DYCHTWALD, El paradigma holográfico.

 


 

CAPÍTULO 3 - El modelo holográfico y la psicología

El modelo tradicional de la psiquiatría y el psicoanálisis es estrictamente personalista y biográfico, pero la investigación moderna sobre la consciencia ha añadido nuevos niveles, planos y dimensiones y demuestra que la psique humana se corresponde esencialmente con el universo entero y con toda la existencia.
STANISLAV GROF, Psicología transpersonal: nacimiento, muerte y trascendencia en psicoterapia.


La psicología es una de las áreas de investigación que ha recibido el impacto del modelo holográfico.

 

No es de extrañar porque, como ha señalado Bohm, la consciencia misma proporciona un ejemplo perfecto de lo que quiere decir él cuando habla de movimiento continuo y fluido. Si bien el flujo y reflujo de la consciencia no se puede definir con precisión, sí se puede contemplar como la realidad más profunda y fundamental desde la cual se desenvuelven nuestras ideas y pensamientos.

 

Los pensamientos e ideas, por su parte, no se diferencian de las olas, remolinos y vórtices que se forman en un arroyo que fluye y, al igual que los remolinos de un arroyo, algunos pueden recurrir y persistir de forma más o menos estable, mientras que otros son etéreos y se desvanecen casi con la misma rapidez con que aparecen.


La idea holográfica también arroja luz sobre la conexión inexplicable que se produce a veces entre las consciencias de dos o más individuos. Uno de los ejemplos más famosos de dichas conexiones se materializa en el concepto del inconsciente colectivo del psiquiatra suizo Carl Jung.

 

A comienzos de su carrera, Jung se convenció de que los sueños, las obras de arte, las fantasías y las alucinaciones de sus pacientes a menudo contenían símbolos e ideas que no podían ser explicadas enteramente como productos de su historia personal. Dichos símbolos, en cambio, revestían un parecido mayor con imágenes y temas de las grandes mitologías y religiones del mundo. Llegó a la conclusión de que los mitos, los sueños, las alucinaciones y las visiones religiosas proceden de la misma fuente, un inconsciente colectivo que todo el mundo comparte.


Jung llegó a esa conclusión en 1906, tras una experiencia relacionada con la alucinación de un joven que padecía esquizofrenia paranoide. Un día, mientras hacía la ronda de visitas, encontró al joven contemplando el sol junto a la ventana. Además, el hombre movía la cabeza de un lado a otro de forma curiosa. Cuando Jung le preguntó qué estaba haciendo, él explicó que estaba mirando el pene del sol y que, cuando movía la cabeza de un lado a otro, el pene del sol se movía y hacía que soplara el viento.


En aquel entonces, Jung consideró que la afirmación del joven era producto de una alucinación. Sin embargo, varios años después, encontró una traducción de un texto religioso persa de dos mil años de antigüedad que le hizo cambiar de opinión. El texto contenía una serie de rituales e invocaciones ideados para provocar visiones.

 

Describía una de las visiones y decía que si el participante miraba el sol, vería que un tubo colgaba de él y que cuando el tubo se moviera de lado a lado, haría que el viento soplara. Como las circunstancias hacían que fuera extremadamente improbable que el hombre hubiera tenido contacto con aquel texto, Jung llegó a la conclusión de que la visión del hombre no era simplemente fruto de su inconsciente, sino que había emergido de un nivel más profundo, del inconsciente colectivo de la propia raza humana.

 

Jung denominó «arquetipos» a esas imágenes y creía que eran tan antiguas que era como si cada uno de nosotros tuviera la memoria de un hombre de dos millones de años que estuviera escondido en alguna parte en lo más recóndito del inconsciente.


Aunque el concepto de inconsciente colectivo ha tenido un impacto enorme en la psicología y hoy en día lo aceptan innumerables psicólogos y psiquiatras, nuestro entendimiento actual del universo no ofrece mecanismo alguno que explique su existencia. No obstante, la interconexión de todas las cosas que predice el modelo holográfico sí ofrece una explicación.

 

En un universo en el que todo está infinitamente interconectado, las consciencias están también interconectadas. Somos seres sin fronteras, a pesar de las apariencias.

 

O, como dice Bohm,

«en lo más profundo, la consciencia de la humanidad es una».

Si cada uno de nosotros tiene acceso al conocimiento inconsciente de toda la raza humana, ¿por qué no somos todos enciclopedias andantes?

 

Robert M. Anderson jr., psicólogo del Rensselaer Polytechnic Institute de Troy, Nueva York, cree que el motivo es que sólo somos capaces de obtener del orden implicado la información que viene directamente al caso en relación con nuestros recuerdos.

 

Anderson llama a ese proceso selectivo «resonancia personal» y lo vincula al hecho de que un diapasón vibrante resonará con otro diapasón (o creará una vibración en él) únicamente si la estructura, el tamaño y la forma del segundo diapasón son similares a los del primero.

 

En su opinión,

«debido a la resonancia personal, la consciencia personal de un individuo sólo tiene a su disposición unas cuantas imágenes, relativamente pocas, de la casi infinita variedad de imágenes que hay en la estructura holográfica implicada del universo. Así - continúa - cuando hace siglos personas iluminadas vislumbraron esa consciencia unitiva, no escribieron la teoría de la relatividad porque no estaban estudiando física en un contexto similar al de Einstein cuando estudiaba física».

 

Los sueños y el universo holográfico
Otro investigador que cree que el orden implicado de Bohm tiene aplicaciones en la psicología es el psiquiatra Montague Ullman, fundador del Laboratorio del Sueño del Centro Médico Maimónides de Brooklyn, Nueva York, y profesor emérito de Psiquiatría Clínica en el Albert Einstein College of Medicine, también en Nueva York.

 

Su interés por el concepto holográfico surgió igualmente de la sugerencia de que, en el orden holográfico, todas las personas están interconectadas.

 

Ese interés respondía a una buena razón. A lo largo de las décadas de 1960 y 1970 fue el responsable de muchos de los experimentos EPS del sueño mencionados en la introducción. Hoy, incluso, los estudios EPS del sueño que se llevan a cabo en el Maimónides constituyen una de las mejores pruebas empíricas de que, al menos en nuestros sueños, somos capaces de comunicarnos con otro de varias maneras que no tienen explicación en la actualidad.


Uno de sus experimentos representativos consistía en pedir a un voluntario pagado, que afirmaba que no poseía dotes psíquicas, que durmiera en una habitación del laboratorio mientras otra persona, en otra habitación, se concentraba en una pintura seleccionada al azar y trataba de conseguir que el voluntario soñara con la imagen que contenía.

 

Algunas veces, los resultados no fueron concluyentes, pero otras, los voluntarios tuvieron sueños claramente influidos por las pinturas. Por ejemplo, cuando la pintura objeto de la prueba era Animales, de Tamayo, una imagen que representa a dos perros mostrando los dientes y aullando sobre un montón de huesos, el sujeto de la prueba soñó que estaba en un banquete en el que no había carne suficiente y todo el mundo miraba a los demás con recelo mientras comían con gula las porciones que les habían repartido.


En otro experimento, el cuadro en cuestión era París desde la ventana, de Chagall, una pintura con colores brillantes que representa a un hombre mirando por la ventana las casas de París recortadas contra el horizonte.

 

La pintura contenía también otras características inusuales, como un gato con cara humana, varias figuritas humanas volando por el aire y una silla cubierta de flores. Durante varias noches, el sujeto de la prueba soñó repetidamente con cosas francesas: arquitectura francesa, la gorra de un policía francés y un hombre con atuendo francés que contemplaba varias «capas» de un pueblo francés.

 

Algunas imágenes de sus sueños también parecían referencias específicas a los vivos colores de la pintura y a los rasgos inusuales, como por ejemplo la imagen de un grupo de abejas volando alrededor de unas flores y una celebración tipo carnaval, de colores brillantes, en la que la gente llevaba disfraces y máscaras.


Aunque Ullman cree que esos descubrimientos constituyen una prueba del estado subyacente de interconexión del que habla Bohm, piensa asimismo que puede encontrarse un ejemplo aún más profundo de la totalidad holográfica en otro aspecto del sueño. Se trata de la capacidad de nuestro yo soñador para ser mucho más sabio de lo que somos cuando estamos despiertos.

 

Según Ullman, en su consulta de psicoanálisis, por ejemplo, podía tener un paciente que no parecía un iluminado en absoluto cuando estaba despierto: una persona mezquina, egoísta, arrogante, explotadora y manipuladora, que había fragmentado y deshumanizado todas sus relaciones personales. Ahora bien, por muy ciega que pueda estar una persona espiritualmente hablando, o por poco dispuesta que esté a reconocer sus defectos, sus sueños representan sus defectos con sinceridad invariablemente y contienen metáforas que parecen estar concebidas para convencerla amablemente de que entre en un estado en el que pueda conocerse mejor a sí misma.


Además, esos sueños no se tienen sólo una vez.

 

Durante el ejercicio de su carrera, Ullman se dio cuenta de que cuando uno de sus pacientes no reconocía o no aceptaba alguna verdad sobre sí mismo, esa verdad salía a la luz una y otra vez en sus sueños, bajo distintos disfraces metafóricos y vinculada a distintas experiencias de su pasado, pero siempre en un intento aparente de ofrecerle nuevas oportunidades para aceptar la verdad.


Como un hombre puede desoír el consejo de sus sueños y sin embargo vivir hasta los cien años, Ullman cree que ese proceso autoeducativo persigue algo más que el bienestar del individuo simplemente. Cree que la naturaleza se preocupa por la supervivencia de las especies. También está de acuerdo con Bohm sobre la importancia de la totalidad y piensa que los sueños constituyen el modo en que la naturaleza intenta contrarrestar nuestra compulsión, aparentemente inagotable, por fragmentar el mundo.

 

Como dice él,

«un individuo puede desconectarse de todo lo cooperativo, significativo y cariñoso y, aun así, sobrevivir, pero las naciones no cuentan con ese lujo. A menos que aprendamos a superar las distintas formas en que hemos fragmentado la raza humana - nacionalmente, religiosamente, económicamente o como sea - continuaremos encontrándonos en una posición en la que podemos destruirlo todo accidentalmente.

 

La única manera en que podemos hacerlo es ver cómo fragmentamos nuestra existencia como individuos. Los sueños reflejan nuestra experiencia individual, pero creo que se debe a una necesidad mayor subyacente de preservar la especie, de mantener la conexión de la especie».

¿Cuál es la fuente del flujo interminable de sabiduría que emerge en nuestros sueños?

 

Ullman admite que no lo sabe, pero ofrece una sugerencia. Dado que el orden implicado representa en un sentido una fuente de información infinita, quizá sea el origen de ese gran fondo de conocimiento. Tal vez los sueños sean el puente de unión entre los órdenes no manifiestos de percepción y representen «la transformación natural de lo implicado en lo explicado».

 

Si Ullman no se equivoca en esa suposición, vuelve del revés la visión psicoanalítica tradicional de los sueños, porque en vez de que el contenido del sueño sea algo que asciende a la consciencia desde un substrato primitivo de la personalidad, lo cierto sería exactamente lo contrario.

 


La psicosis y el orden implicado
En opinión de Ullman, la idea holográfica también puede explicar algunos aspectos de la psicosis.

 

Tanto Bohm como Pribram han señalado que las experiencias que los místicos han relatado durante años - la sensación de unidad cósmica con el universo, el sentido de unidad con toda la vida, etcétera - suenan de forma muy parecida a las descripciones del orden implicado. Sugieren que quizá los místicos son capaces de un modo u otro de ver más allá de la realidad explicada ordinaria y de vislumbrar sus cualidades más profundas y más holográficas.

 

Ullman piensa que los psicóticos también son capaces de experimentar ciertos aspectos del nivel holográfico de la realidad. Pero como son incapaces de ordenar sus experiencias racionalmente, sus atisbos son sólo parodias trágicas de lo que cuentan los místicos.


Los esquizofrénicos, por ejemplo, cuentan a menudo que tienen sensaciones oceánicas de unidad con el universo, pero de una forma mágica y artificiosa. Describen la sensación de pérdida de fronteras entre ellos y los otros, lo cual les lleva a pensar que sus pensamientos ya no son privados.

 

Creen que pueden leer los pensamientos de otras personas. Y en vez de ver a la gente, los objetos y los conceptos como cosas individuales, muchas veces los ven como miembros de subclases cada vez más grandes, una tendencia que parece ser una forma de expresar el carácter holográfico de la realidad en la que se encuentran.


A juicio de Ullman, los esquizofrénicos intentan transmitir su sensación de totalidad continua del mismo modo en que ven el tiempo y el espacio. Hay estudios que muestran que muchas veces los esquizofrénicos tratan lo contrario de una relación exactamente igual que la relación.

 

Por ejemplo, según la forma de pensar de los esquizofrénicos, decir que «el acontecimiento A sigue al acontecimiento B» es lo mismo que decir «el acontecimiento B sigue al acontecimiento A».

 

La idea de que un acontecimiento sigue a otro en una secuencia temporal cualquiera no tiene sentido, porque todos los momentos son iguales para ellos. Lo mismo ocurre en cuanto se refiere a las relaciones espaciales. Si la cabeza de un hombre está sobre sus hombros, entonces sus hombros están también sobre su cabeza. Como la imagen en una película holográfica, los objetos ya no disponen de ubicaciones precisas y las relaciones espaciales dejan de tener significado.


Ullman cree que ciertos aspectos del pensamiento holográfico están todavía más pronunciados en los maníaco-depresivos.

 

Mientras que el esquizofrénico sólo obtiene bocanadas del orden holográfico, el maníaco está profundamente inmerso en él y se identifica presuntamente con su potencial infinito.

«No puede mantenerse al tanto de todos los pensamientos e ideas que le vienen de una manera abrumadora - afirma Ullman.

 

Tiene que mentir, disimular y manipular a los que están a su alrededor para acomodarse a su perspectiva expansiva. El resultado final es mayormente el caos y la confusión mezclados con estallidos ocasionales de creatividad y éxito en la realidad consensual».

El maníaco, por su parte, se deprime al volver de sus vacaciones surrealistas y se enfrenta una vez más a los peligros y a los sucesos azarosos de la vida cotidiana.


Si es verdad que todos encontramos aspectos del orden implicado cuando soñamos, ¿por qué esos encuentros no producen en nosotros el mismo efecto que tienen en los psicóticos? Una razón, dice Ullman, es que cuando nos despertamos dejamos atrás la lógica única y estimulante del sueño. El psicótico, por su enfermedad, se ve obligado a luchar con ella mientras que intenta simultáneamente funcionaren la realidad cotidiana.

 

Asimismo, Ullman mantiene la teoría de que cuando soñamos, la mayoría de nosotros tiene un mecanismo protector natural que nos impide entraren contacto con más aspectos del orden implicado de los que podemos sobrellevar.

 


Sueños lúcidos y universos paralelos
En los últimos años, los psicólogos se han ido interesando cada vez más por los sueños lúcidos, una clase de sueño en la que el soñador mantiene la consciencia plenamente despierta y es consciente de que está soñando.

 

Además del factor de la consciencia, los sueños lúcidos son únicos por otros motivos. A diferencia de los sueños convencionales, en los que el soñador es un participante pasivo principalmente, el soñador, en un sueño lúcido, con frecuencia es capaz de controlar el sueño de varias maneras: convirtiendo las pesadillas en experiencias agradables, cambiando el escenario del sueño y/o evocando individuos o situaciones particulares.

 

Los sueños lúcidos son también mucho más vívidos que los sueños normales y están llenos de vitalidad.

 

En un sueño lúcido, los suelos de mármol parecen extrañamente sólidos y reales y las flores, asombrosamente coloridas y fragantes; todo es vibrante y está dotado de una extraña energía. Los investigadores que estudian los sueños lúcidos creen que muchos conducen a nuevas formas de estimular el crecimiento personal, aumentar la confianza en uno mismo, promover la salud física y mental y facilitar una solución creativa a los problemas.


En la reunión anual de 1987 de la Asociación para el Estudio de los Sueños celebrada en Washington D.C., el físico Alan Wolf dio una conferencia en la que afirmó que el modelo holográfico puede ayudar a explicar ese fenómeno inusual. Wolf, que tiene sueños lúcidos de vez en cuando, señala que una placa holográfica genera dos imágenes: una imagen virtual que está aparentemente en el espacio detrás de la película y una imagen real que aparece en el espacio frente a la película.

 

Una diferencia entre las dos es que parece que las ondas lumínicas que componen la imagen virtual se apartan de un foco o fuente aparente. Como hemos visto antes, eso es una ilusión, pues la imagen virtual de un holograma no tiene más extensión en el espacio que una imagen en un espejo. Pero la imagen real del holograma está formada por ondas lumínicas que llegan a un foco, y eso no es una ilusión.

 

La imagen real sí tiene extensión en el espacio. Desgraciadamente, se presta poca atención a esa imagen real en las aplicaciones habituales de la holografía, porque la imagen que aparece en el aire vacío es invisible y sólo se puede ver cuando la atraviesan partículas de polvo, o cuando alguien lanza una bocanada de humo sobre ella.


Wolf cree que todos los sueños son hologramas internos y que los sueños ordinarios son menos vívidos porque son imágenes virtuales. En su opinión, el cerebro también tiene la capacidad de generar imágenes reales y eso es exactamente lo que hace cuando tenemos sueños lúcidos.

 

La viveza inusual del sueño lúcido se debe a que las ondas son convergentes y no divergentes.

«Si donde se concentran las ondas hay un espectador, estará sumergido en la escena y la escena que aparece le contendrá. De esta forma, la experiencia del sueño se le antojará lúcida», observa Wolf.

Al igual que Pribram, Wolf cree que la mente crea la ilusión de la realidad exterior a través del mismo tipo de procesos estudiados por Bekesy.

 

A su juicio, esos procesos son también lo que permite crear realidades subjetivas a quien tiene el sueño lúcido, realidades en las que cosas como los suelos de mármol y las flores son tan reales y tangibles como sus equivalentes llamados objetivos. De hecho, piensa que la capacidad para permanecer lúcidos en los sueños sugiere que quizá no hay mucha diferencia entre el mundo en general y el mundo del interior de nuestras cabezas.

 

Y añade:

«Cuando el observador y lo observado se pueden separar y decir "esto es lo observado" y "éste es el observador", lo que según parece es una impresión que se tiene estando lúcido, me parece cuestionable considerar que [los sueños lúcidos] son subjetivos».

Wolf supone que los sueños lúcidos (y quizá todos los sueños) son realmente visitas a universos paralelos.

 

Son hologramas más pequeños que están dentro del holograma mayor y más inclusivo. Sugiere incluso que la capacidad de tener sueños lúcidos debería llamarse «consciencia de universo paralelo».

 

Como dice él,

«la llamo así porque creo que los universos paralelos surgen como otras imágenes en el holograma».

Posteriormente examinaremos con más profundidad esta y otras ideas sobre la naturaleza última del sueño.

 


Un viaje gratis en el metro infinito
La idea de que somos capaces de acceder a imágenes del inconsciente colectivo, o incluso de visitar universos paralelos de sueño, desmerece ante las conclusiones de otro investigador destacado, influido por el modelo holográfico.

 

Es Stanislav Grof, jefe de investigación psiquiátrica del Maryland Psychiatric Research Center y profesor ayudante de Psiquiatría en la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins. Después de pasar más de treinta años estudiando estados no ordinarios de consciencia, Grof ha llegado a la conclusión de que la interconexión holográfica pone a disposición de la psique una cantidad abrumadora de vías de exploración. Son prácticamente infinitas.


Grof empezó a interesarse por los estados no ordinarios de consciencia en los años cincuenta, mientras investigaba los usos clínicos del alucinógeno LSD en el Instituto de Investigación Psiquiátrica de su Praga natal (Checoslovaquia).

 

El propósito de la investigación era determinar si el LSD tenía aplicaciones terapéuticas.

 

Cuando comenzó su investigación, la mayoría de los científicos consideraba que la experiencia con el LSD era poco más que la reacción por estrés, la manera en que el cerebro respondía a una sustancia química nociva. Pero al estudiar los informes de las experiencias de sus pacientes, Grof no encontró indicios de reacciones recurrentes por estrés. Había, en cambio, una clara continuidad a lo largo de las sesiones de cada paciente.

 

Según él,

«parecía que el contenido de las experiencias, en vez de ser inconexo y aleatorio, revelaba sucesivamente niveles cada vez más profundos del inconsciente».

Aquello sugería que sesiones repetidas de LSD tenían consecuencias importantes para la práctica y la teoría de la psicoterapia y proporcionaron a Grof y a sus colegas el impulso que necesitaban para seguir con la investigación.

 

Los resultados fueron asombrosos. Enseguida estuvo claro que una serie de sesiones consecutivas de LSD podía acelerar el proceso psicoterapéutico y acortar el tiempo de tratamiento necesario para muchas alteraciones. Se desenterraban y afrontaban recuerdos traumáticos que habían obsesionado a personas durante años y en alguna ocasión se curaron incluso afecciones serias como la esquizofrenia.

 

Pero lo más sorprendente fue que muchos pacientes enseguida dejaron atrás las cuestiones relacionadas con su enfermedad y se metieron en zonas desconocidas para la psicología occidental.


Una experiencia común era la de revivir lo que era estar en el útero. Al principio, Grof pensaba que eran sólo experiencias imaginadas, pero cuando se siguieron acumulando datos, cayó en la cuenta de que el conocimiento de embriología implícito en las descripciones era muy superior a la formación previa en la materia que tenían los pacientes.

 

Éstos describían con precisión ciertas características de los sonidos del corazón de su madre, la naturaleza de los fenómenos acústicos en la cavidad peritoneal, detalles específicos sobre la circulación de la sangre en la placenta y hasta pormenores acerca de los diversos procesos celulares y bioquímicos que se producían. Describían también sentimientos y sensaciones importantes que había tenido su madre durante el embarazo y acontecimientos tales como los traumas físicos que había sufrido.


Siempre que le era posible, Grof investigaba esas declaraciones y pudo verificarlas en varias ocasiones preguntando a la madre y a otras personas que habían participado en la experiencia.

 

Los psiquiatras, psicólogos y biólogos que tuvieron recuerdos anteriores al nacimiento durante su instrucción para el programa (todos los terapeutas que participaron en el estudio también tuvieron que someterse a varias sesiones de psicoterapia con LSD) expresaban un asombro similar por la aparente autenticidad de las experiencias.


Las más desconcertantes eran las experiencias en las que parecía que la consciencia se expandía más allá de los límites habituales del yo y examinaba lo que era ser otras cosas vivas u otros objetos incluso.

 

Por ejemplo, Grof tuvo una paciente femenina que se convenció de repente de que había adoptado la identidad de un reptil prehistórico hembra. No sólo daba una descripción rica en detalles de lo que era estar encapsulada en dicha forma, sino que comentó que la parte de la anatomía del macho de su especie que le parecía más excitante sexualmente hablando era una mancha de escamas de colores que tenía en el lateral de la cabeza.

 

Si bien la mujer carecía de conocimientos previos sobre esta materia, Grof mantuvo después una conversación con un zoólogo que confirmó que, en ciertas especies de reptiles, las zonas coloreadas de la cabeza juegan ciertamente un papel importante como estímulo en la excitación sexual.


Los pacientes eran capaces asimismo de conectar con la consciencia de sus parientes y ancestros. Una mujer experimentó lo que era ser su madre a la edad de 13 años y describió con exactitud un hecho aterrador que le había ocurrido a su madre en aquel entonces. La mujer hizo también una descripción precisa de la casa en la que había vivido su madre, así como del pichi blanco que solía llevar, detalles todos ellos que su madre confirmó después, admitiendo que nunca lo había contado antes.

 

Otros pacientes hicieron descripciones igualmente exactas de acontecimientos que habían sucedido a ancestros suyos que habían vivido décadas e incluso siglos antes.


Entre otras experiencias estaba el acceso a recuerdos colectivos y raciales. Individuos de origen eslavo experimentaron lo que era participar en las conquistas de las hordas mongolas de Genghis Khan, bailar en trance con los bosquimanos del Kalahari, sufrir los ritos iniciáticos de los aborígenes australianos y morir como víctimas en los sacrificios de los aztecas.

 

Y, una vez más, las descripciones contenían frecuentemente hechos históricos oscuros y demostraban un grado de conocimiento que muchas veces no se correspondía en absoluto con la educación o la raza del paciente, ni con su experiencia previa sobre el tema.

 

Por ejemplo, un paciente que no tenía formación al respecto hizo un relato rico en detalles acerca de las técnicas que conlleva la costumbre egipcia del embalsamamiento y la momificación, contando entre otras cosas la forma y el significado de diversos amuletos y cajas sepulcrales, una lista de los materiales utilizados para fijar la tela de la momia, el tamaño y la forma de los vendajes y otros aspectos esotéricos de las ceremonias funerarias egipcias.

 

Otras personas sintonizaron con culturas del Lejano Oriente y no sólo hicieron descripciones impresionantes de lo que era tener una psique japonesa, china o tibetana, sino que además relataron diversas enseñanzas taoístas o budistas.


De hecho, parecía no haber límite en lo que podían interceptar aquellos individuos. Aparentemente eran capaces de saber qué se sentía siendo cualquier animal y cualquier planta de la cadena evolutiva. Podían experimentar lo que era ser una célula de la sangre, un átomo, un proceso termonuclear en el interior del Sol, la consciencia de todo el planeta y hasta la consciencia del cosmos entero.

 

Más aún: mostraban la capacidad de trascender el espacio y el tiempo y, en alguna ocasión, ofrecieron una información precognitiva extraordinariamente precisa.

 

Había asimismo una tendencia todavía más extraña: los encuentros ocasionales con inteligencias no humanas durante los viajes mentales, seres sin cuerpo, guías espirituales procedentes de «planos superiores de la consciencia» y con otras entidades sobrehumanas.


Algunos viajaron también a lo que parecían ser otros universos y otros niveles de la realidad. En una sesión especialmente inquietante, un joven que tenía una depresión se encontró en lo que parecía ser otra dimensión. Había una luminiscencia intrigante y, aunque no podía ver a nadie, sentía que estaba atestada de seres sin cuerpo.

 

De repente sintió una presencia muy cerca de él que le dejó sorprendido, pues empezó a comunicarse telepáticamente con él. Le pidió que por favor se pusiera en contacto con una pareja que vivía en la ciudad morava de Kromeriz y que les dijera que a su hijo Ladislav le estaban cuidando mucho y que le iba muy bien. Luego le dio el nombre de la pareja, la dirección y el número de teléfono.


Aquella información no significaba nada ni para Grof ni para el joven, y parecía que no tenía relación con los problemas de éste ni con su tratamiento.

 

Pero Grof no podía quitárselo de la cabeza.

«Tras cierta indecisión y con sentimientos encontrados, al final decidí hacer lo que sin duda me habría convertido en el blanco de las bromas de mis colegas, si se hubieran enterado - relata Grof.

 

Me dirigí al teléfono, marqué el número de Kromeriz y pregunté si podía hablar con Ladislav. Me quedé asombrado porque la mujer que estaba al otro lado de la línea empezó a llorar. Cuando se calmó, me dijo con la voz rota: "Nuestro hijo ya no está con nosotros; murió. Le perdimos hace tres semanas"».

En la década de 1960 ofrecieron a Grof un puesto en el Maryland Psychiatric Research Center y se marchó a Estados Unidos.

 

Como allí también se hacían estudios controlados de aplicaciones psicoterapéuticas de LSD, Grof pudo continuar su investigación. Además de examinar los efectos que producían sesiones repetidas de LSD en individuos con diversos desórdenes mentales, el centro estudiaba sus efectos en voluntarios «normales» (médicos, enfermeras, pintores, músicos, filósofos, científicos, sacerdotes y teólogos).

 

Grof averiguó que una y otra vez ocurría el mismo tipo de fenómenos. Era como si el LSD facilitara a la consciencia humana el acceso a una especie de metro infinito, un laberinto de túneles y pasajes secundarios que se extendía por las profundidades soterradas del inconsciente y que conectaba literalmente todo lo que hay en el universo con todo lo demás.


Tras dirigir personalmente más de tres mil sesiones de LSD (cada una de ellas de una duración de cinco horas cuando menos) y tras estudiar los informes de más de dos mil sesiones tuteladas por colegas suyos, Grof llegó al convencimiento inquebrantable de que pasaba algo extraordinario.

«Después de muchos años de lucha y confusión intelectual, he llegado a la conclusión de que la información procedente de la investigación con LSD indica la necesidad urgente de una revisión profunda de los paradigmas existentes para la psicología, la psiquiatría, la medicina y posiblemente de la ciencia en general - declaró.

 

Ahora apenas tengo dudas de que nuestra actual interpretación del universo, de la naturaleza de la realidad y en particular de los seres humanos, es superficial, incorrecta e incompleta».

Grof acuñó el término «transpersonal» para describir esos fenómenos, las experiencias en las que la consciencia trasciende los límites usuales de la personalidad y, a finales de los años sesenta, se unió a otros profesionales que manejaban las mismas ideas, entre los que se encontraba el psicólogo y educador Abraham Maslow, para fundar una rama nueva de la psicología llamada «psicología transpersonal».


Si nuestra manera actual de ver la realidad no puede explicar los hechos transpersonales, ¿qué nueva interpretación debería ocupar su puesto? Según Grof, la respuesta es el modelo holográfico.

 

En su opinión, las características esenciales de las experiencias transpersonales - la sensación de que todas las fronteras son ilusorias, la falta de distinción entre la parte y el todo y la conexión de todas las cosas entre sí - son cualidades todas ellas que esperaríamos encontrar en un universo holográfico. Además, a su parecer, el carácter velado que tienen el espacio y el tiempo en el dominio holográfico explica la causa de que las experiencias transpersonales no estén restringidas por las habituales limitaciones espaciales o temporales.


A juicio de Grof, la capacidad casi infinita de almacenamiento y recuperación de información que tienen los hologramas explica también el hecho de que las visiones, las fantasías y otras «gestalts psicológicas» contengan una cantidad enorme de información sobre la personalidad del individuo.

 

Una sola imagen experimentada durante una sesión de LSD podría contener información sobre la actitud de la persona ante la vida en general, sobre un trauma que hubiera sufrido en la niñez, sobre su autoestima, sobre la opinión que tiene de sus padres y la opinión que le merece su matrimonio, todo ello representado en la metáfora global de la escena.

 

Tales experiencias son holográficas de otra manera: por el hecho de que cada pequeña parte de la escena contiene también un universo de información. Así, la asociación libre y otras técnicas analíticas aplicadas sobre detalles minúsculos de la escena pueden evocar un aluvión adicional de datos sobre la persona en cuestión.


La idea holográfica puede servir de ejemplo para entender el carácter compuesto de las imágenes arquetípicas. Como observa Grof, la holografía hace posible construir una secuencia de exposiciones en la misma placa, como por ejemplo imágenes de cada uno de los miembros de una gran familia. Una vez hecho esto, el revelado de la película contendrá la imagen de un individuo que representa-no ya a un miembro de la familia, sino a todos ellos a la vez.

 

En su opinión,

«estas imágenes verdaderamente compuestas nos brindan un modelo exquisito de cierto tipo de experiencias transpersonales, tales como las imágenes arquetípicas del hombre cósmico, la mujer, la madre, el padre, el amante, el pícaro, el loco o el mártir».

Si cada toma se hace desde un ángulo ligeramente distinto, en vez de una imagen compuesta, la placa puede crear una serie de imágenes holográficas que parecen fluir unas en otras.

 

Según él, esto puede ilustrarnos sobre otro aspecto de la experiencia visionaria, a saber: el hecho de que incontables imágenes tiendan a emerger en una rápida secuencia, en la que cada una aparece y luego se disuelve en la siguiente como por arte de magia. Piensa que el éxito con que la holografía ejemplifica tantos aspectos diferentes de la experiencia arquetípica indica que hay un vínculo profundo entre los procesos holográficos y el modo en que se producen los arquetipos.


En efecto, según Grof, cada vez que se experimenta un estado de consciencia no ordinario afloran a la superficie indicios de la existencia de un orden holográfico oculto.


El concepto de Bohm de los órdenes explicados e implicados, así como la idea de que ciertos aspectos importantes de la realidad no son accesibles a la experiencia y al estudio en circunstancias normales, son de gran importancia para la comprensión de los estados inusuales de consciencia.

 

Las personas que han experimentado diversos estados extraordinarios de consciencia, entre las que se cuentan científicos muy capacitados y especializados de otras disciplinas, con frecuencia afirman haber entrado en dominios ocultos de la realidad que parecían ser auténticos y en cierto sentido inherentes a la realidad cotidiana y subordinados a la misma.

 


Terapia holotrópica
Quizá el logro más extraordinario de Grof sea haber descubierto que, sin recurrir a ninguna clase de drogas, se pueden experimentar los mismos fenómenos que cuentan quienes han tomado LSD.

 

Con ese fin, Grof y Christina, su esposa, han desarrollado una técnica sencilla para inducir estados de consciencia holotrópicos o no ordinarios sin utilizar drogas. Definen un estado holotrópico de consciencia como aquel que permite acceder al laberinto holográfico que conecta todos los aspectos de la existencia.

 

Contiene la historia espiritual, racial, psicológica y biológica del individuo, así como el pasado, el presente y el futuro del mundo, otros niveles de la realidad y todas las demás experiencias ya discutidas en el contexto de la experiencia con LSD.


Los Grof llaman a su técnica «terapia holotrópica»; para inducir estados alterados de consciencia utilizan solamente técnicas de respiración rápida y controlada, una música evocativa, masaje y trabajo corporal.

 

Hasta la fecha, miles de individuos han acudido a sus talleres y cuentan experiencias tan espectaculares y de una carga emocional tan profunda como las que describen los sujetos de su trabajo previo con el LSD.

 


Vórtices de pensamiento y personalidades múltiples
Varios investigadores han utilizado el modelo holográfico para explicar diversos aspectos del proceso mismo del pensamiento.

 

Por ejemplo, el psiquiatra de Nueva York Edgar A. Levenson cree que el holograma proporciona un modelo valioso para entender los cambios repentinos y transformadores que se experimentan muchas veces durante la psicoterapia. Basa su conclusión en el hecho de que dichos cambios se producen con independencia de la técnica o del enfoque psicoanalítico que utilice el terapeuta.

 

De ahí que piense que todos los enfoques psicoanalíticos son puros rituales y que el cambio se debe por entero a algo más.


A su juicio, ese algo es la resonancia. Según él, un terapeuta siempre sabe si la terapia va bien. Tiene la gran sensación de que están a punto de encajar todas las piezas de un rompecabezas oscuro.

 

Aunque el terapeuta no diga nada nuevo al paciente, parece que está evocando alguna cosa que el paciente ya sabe inconscientemente:

«Es como si surgiera una representación enorme, tridimensional y codificada espacialmente de la experiencia del paciente, que recorre todos los aspectos de su vida, su historia y su participación con el terapeuta. En algún momento, se produce una especie de "sobrecarga" y todo cobra sentido».

Levenson cree que esas representaciones tridimensionales de la experiencia son hologramas que están soterrados en las profundidades de la psique del paciente y que emergen cuando se produce una resonancia de emociones entre el terapeuta y el paciente, en un proceso similar al que causa que un láser de una frecuencia determinada hace surgir una imagen realizada con un láser de la misma frecuencia, de un holograma de imágenes múltiples.

«El modelo holográfico hace pensar en un paradigma radicalmente nuevo que podría proporcionarnos una manera novedosa de percibir y de relacionar fenómenos clínicos que siempre se ha sabido que son importantes y no obstante se han relegado al "arte" de la psicoterapia - declara Levenson.

 

Ofrece una posible guía teórica para el cambio y una esperanza práctica de esclarecer las técnicas psicoterapéuticas».

El psiquiatra David Shainberg, director asociado del Programa de Psicoanalítica de posgrado del Instituto de Psiquiatría William Alanson de Nueva York, cree que habría que aceptar literalmente la afirmación de Bohm de que los pensamientos son como vórtices de un río, y explica el motivo de que nuestras actitudes y creencias sean algunas veces inalterables y resistentes al cambio.

 

La gran mancha roja de Júpiter, un vórtice gigante de gas de 15.000 kilómetros de ancho, ha permanecido intacta desde que se descubrió hace trescientos años. Shainberg piensa que esa misma tendencia hacia la estabilidad hace que ciertos vórtices de pensamiento (nuestras ideas y opiniones) se fijen a veces firmemente en nuestra consciencia.


En su opinión, la permanencia virtual de algunos vórtices muchas veces va en detrimento de nuestro crecimiento como seres humanos. Un vórtice especialmente poderoso puede dominar nuestra conducta e inhibir nuestra capacidad de asimilar información e ideas nuevas. Puede hacer que nos volvamos repetitivos, crear bloqueos en el flujo creativo de la consciencia, impedir que veamos la totalidad de nosotros mismos y hacer que nos sintamos desconectados de nuestra especie.

 

Shainberg piensa que los vórtices pueden explicar incluso cosas como la carrera de armamento nuclear:

«Veo la carrera de armamento nuclear como un vórtice que surge de la avaricia de seres humanos que están aislados en sus yoes independientes y no sienten la conexión con los demás seres humanos. Sienten también un vacío peculiar y les entra una gran avidez por conseguir todo lo que puedan para llenarse.

 

De ahí que proliferen las industrias nucleares, pues proporcionan grandes cantidades de dinero y la codicia de esa gente es tan grande que no les importan las consecuencias de sus acciones».

Como Bohm, Shainberg cree también que la consciencia se despliega constantemente desde el orden implicado; a su juicio, cuando permitimos que se formen los mismos vórtices repetidamente, estamos erigiendo una barrera entre nosotros y las ilimitadas interacciones positivas y novedosas que podríamos tener con la fuente infinita de todo ser.

 

Sugiere que contemplemos a un niño para vislumbrar lo que nos estamos perdiendo. Los niños todavía no han tenido tiempo de formar vórtices y eso se refleja en su forma de interactuar con el mundo, una forma abierta y flexible. Según Shainberg, la viveza chispeante de un niño representa la esencia misma de la propiedad intrínseca de la consciencia por la cual se envuelve y se desenvuelve cuando está libre de trabas.


Si queremos saber si tenemos vórtices de pensamiento bloqueados, Shainberg recomienda que prestemos atención a nuestro comportamiento durante una conversación.

 

Cuando la gente con creencias fijas conversa con otras personas, intenta justificar su identidad apoyando y defendiendo sus opiniones. Rara vez cambian de opinión como consecuencia de obtener información nueva y muestran poco interés en dejar que se produzca un verdadero intercambio en la conversación. Una persona abierta a la naturaleza fluida de la consciencia está más dispuesta a ver el bloqueo que imponen los vórtices del pensamiento sobre las relaciones. Son más proclives a intercambiar opiniones que a repetir incesantemente una letanía estática de argumentos.

 

Como dice Shainberg,

«la respuesta humana y la articulación de la misma, el eco de las reacciones ante la respuesta y la explicación de las relaciones existentes entre respuestas distintas constituyen la manera en que los seres humanos participan en el flujo del orden implicado».

Otro fenómeno psicológico que presenta varios rasgos definitorios del orden implicado es el desorden mental de la personalidad múltiple o DPM.

 

Es un síndrome muy raro que manifiestan aquellos que tienen dos o más personalidades distintas habitando en un solo cuerpo. Muchas veces, las personas que lo padecen (o «múltiples») no son conscientes de ello. No se dan cuenta de que el control de su cuerpo se traspasa de una personalidad a otra distinta y creen en cambio que sufren una especie de amnesia, una confusión o una pérdida temporal de consciencia.

 

La mayoría de los múltiples tienen entre 8 y 13 personalidades de media, aunque los llamados «supermúltiples» pueden tener más de cien.


Uno de los datos estadísticos más elocuentes en relación con los múltiples es que el 97 por ciento ha tenido un trauma severo durante la niñez, con frecuencia en forma de monstruosos abusos psicológicos, físicos o sexuales. Este dato ha hecho que muchos investigadores lleguen a la conclusión de que convertirse en un múltiple es la manera en que la psique hace frente a un dolor extraordinario y desgarrador.

 

La psique, al dividirse en una o más personalidades, consigue repartir el dolor en cierto modo y contar con varias personalidades para que sufran lo que sería demasiado para que una sola pudiera resistirlo.


En este sentido, convertirse en un múltiple podría ser el ejemplo más extremo de lo que quiere decir Bohm al hablar de fragmentación. Es interesante señalar que cuando la psique se fragmenta, no se convierte en una colección de añicos, sino en un conjunto de totalidades más pequeñas, pero completas y autosostenibles, que tienen sus propios rasgos, motivos y deseos.

 

Aunque no son copias idénticas de la personalidad original, esas totalidades pertenecen a la dinámica de la personalidad original, lo cual indica la participación de un proceso holográfico de algún tipo.


El síndrome de la personalidad múltiple refleja de forma evidente la afirmación de Bohm de que al final siempre se demuestra que la fragmentación es destructiva. Aunque convertirse en un múltiple permite a la persona sobrevivir a una niñez por otra parte insoportable, puede traer consigo una gran cantidad de efectos secundarios indeseables.

 

Entre otros, depresión, ansiedad y ataques de pánico, fobias, problemas cardíacos y respiratorios, una náusea inexplicable, dolores de cabeza tipo migraña, tendencias hacia la automutilación y muchos otros desórdenes mentales y físicos. Sorprendentemente, pero con la precisión de un reloj, a la mayoría de los múltiples se les diagnostica entre los 25 y los 35 años, una «coincidencia» que sugiere que tal vez a esa edad se dispara algún sistema de alarma interno que advierte que es crucial que se les diagnostique el desorden para obtener así la ayuda que necesitan.

 

Esta idea parece confirmarse por el hecho de que los múltiples que alcanzan los cuarenta años antes de ser diagnosticados, cuentan a menudo que tenían la sensación de que si no buscaban ayuda pronto, perderían la oportunidad de recuperarse. A pesar de las ventajas temporales que obtiene la psique torturada fragmentándose, está claro que el bienestar físico y mental, y quizá la supervivencia, sigue dependiendo de la totalidad.


Otra característica inusual de las personas con DPM es que cada una de sus personalidades posee un patrón de ondas cerebrales diferente. Es algo sorprendente, porque como señala Frank Putnam, psiquiatra del Instituto Nacional de Salud que ha estudiado el fenómeno, lo normal es que el patrón de ondas cerebrales no cambie ni siquiera en estados de emoción extrema.

 

El patrón de ondas cerebrales no es lo único que varía de una personalidad a otra. El ritmo de circulación sanguínea, el tono muscular, el ritmo cardíaco, la postura y hasta las alergias pueden variar cuando un múltiple cambia de una personalidad a otra.


El hecho de que los patrones de ondas cerebrales no se limiten a una sola neurona o a un grupo de neuronas, sino que corresponden al conjunto del cerebro, puede implicar también que haya algún tipo de proceso holográfico funcionando. Al igual que un holograma de múltiples imágenes puede almacenar y proyectar docenas de escenas completas, quizá el holograma del cerebro puede almacenar y evocar una multitud similar de personalidades completas.

 

En otras palabras: quizá lo que llamamos «ser» es también un holograma, y cuando el cerebro de un múltiple cambia súbitamente de un ser holográfico a otro, esas rápidas idas y venidas cual sucesión de diapositivas se reflejan en los cambios globales que tienen lugar en la actividad de las ondas cerebrales, así como en el cuerpo en general.

 

Los cambios fisiológicos que se producen cuando un múltiple cambia de una personalidad a otra tienen también hondas consecuencias en la relación entre la mente y la salud y las trataremos con mayor extensión en el siguiente capítulo.

 


Un fallo en el tejido de la realidad
Otra de las grandes aportaciones de Jung fue la definición del concepto de sincronicidad.

 

Como se ha mencionado en la introducción, la sincronicidad es una coincidencia tan inusual y tan significativa que difícilmente podría atribuirse al azar exclusivamente. Todos hemos experimentado una sincronicidad en algún momento de la vida, como por ejemplo cuando aprendemos una palabra nueva y extraña y después la oímos en las noticias unas cuantas horas después, o cuando pensamos en un tema no habitual y luego nos damos cuenta de que hay otras personas hablando de él.


Hace unos cuantos años, viví una serie de sincronicidades relacionadas con la estrella del rodeo Buffalo Bill.

 

A veces enciendo la televisión por la mañana mientras realizo una sencilla tabla de ejercicios de gimnasia antes de empezar a escribir. Una mañana de enero de 1983 estaba haciendo flexiones mientras veía un concurso y de repente me encontré gritando el nombre «Buffalo Bill».

 

Al principio mi reacción me dejó perplejo, pero luego me di cuenta de que el presentador del concurso había preguntado:

«¿Por qué otro nombre era conocido William Frederick Cody?».

Aunque no había estado prestando atención al programa conscientemente, por alguna razón mi mente inconsciente se había concentrado en la pregunta y la había contestado.

 

En aquel momento, no pensé mucho en lo sucedido y seguí con mis ocupaciones cotidianas. Unas horas después, me llamó un amigo por teléfono para preguntarme si podía acabar con una discusión amistosa que tenía sobre una trivialidad acerca del mundo del espectáculo.

 

Me ofrecí a intentarlo y entonces me preguntó:

«¿Es verdad que las últimas palabras de John Barrymore fueron "¿No eres tú el hijo ilegítimo de Buffalo Bill?"».

Me pareció extraño ese segundo encuentro con Buffalo Bill pero lo achaqué a la casualidad, hasta que poco después abrí un ejemplar de la revista Smithsonian que me llegó por correo aquel mismo día.

 

Uno de los artículos principales se titulaba «Ha vuelto el último de los grandes scouts». Trataba sobre... lo has adivinado: Buffalo Bill. (Por cierto, fui incapaz de contestar la pregunta de mi amigo y sigo sin tener ni idea de si aquéllas fueron o no las últimas palabras de Barrymore).


Por increíble que fuera esa experiencia, lo único que me pareció significativo fue su carácter improbable. No obstante, hay otra clase de sincronicidad que merece la pena observar no sólo por su carácter improbable, sino también por su aparente relación con lo que sucede en las profundidades de la psique humana.

 

El ejemplo clásico es la historia del escarabajo de Jung. Jung estaba tratando a una mujer que tenía una visión de la vida tan absolutamente racional que le costaba beneficiarse de la terapia. Después de una serie de sesiones frustrantes, la mujer le contó un sueño en el que aparecía un escarabajo. Jung sabía que el escarabajo representaba el renacer según la mitología egipcia y se preguntaba si el inconsciente de la mujer le estaba anunciando simbólicamente que iba a experimentar algún tipo de renacer psicológico.

 

Cuando estaba a punto de decírselo, oyó que algo golpeaba la ventana, y cuando levantó la mirada vio que había un escarabajo verde y dorado al otro lado del cristal (fue la única vez que apareció un escarabajo en su ventana). Abrió la ventana mientras presentaba su interpretación del sueño. La mujer se quedó tan asombrada que moderó su excesiva racionalidad y desde entonces mejoró su respuesta a la terapia.


Jung se topó con muchas coincidencias significativas como ésta mientras ejercía la psicoterapia y se dio cuenta de que casi siempre acompañaban a periodos de transformación y de intensidad emocional debidos a cambios fundamentales en las creencias, revelaciones nuevas y repentinas, muertes, nacimientos e incluso cambios de profesión.

 

Se percató también de que tendían a producirse más a menudo cuando la revelación o la constatación de la novedad estaba a punto de aflorar en la consciencia del paciente. Cuando se difundieron sus ideas, otros terapeutas empezaron a contar sus propias experiencias con la sincronicidad.


Por ejemplo, Carl Alfred Meier, psiquiatra establecido en Zurich y asociado durante mucho tiempo con Jung, cuenta un ejemplo de sincronicidad que se prolongó durante muchos años. Una mujer americana que sufría una depresión seria viajó a Suiza desde Wuchang, en China, para que la tratase Meier. Era cirujana y había dirigido el hospital de la misión de Wuchang durante veinte años.

 

También se había empapado de la cultura del país y era una experta en filosofía china. Durante la terapia, le contó a Meier un sueño en el que había visto el hospital con una de las alas destruida. Como su identidad estaba muy ligada al hospital, Meier creyó que el sueño le estaba diciendo que estaba perdiendo el sentido de quién era, su identidad americana, y que ésa era la causa de su depresión.

 

Le aconsejó que regresara a Estados Unidos, y cuando lo hizo, su depresión desapareció rápidamente, tal y como él había predicho. Antes de partir, Meier le pidió que hiciera un dibujo detallado del hospital.


Años después, los japoneses atacaron China y bombardearon el hospital de Wuchang. La mujer envió a Meier un ejemplar de la revista Life que contenía una fotografía a doble página del hospital parcialmente destruido, idéntica al dibujo que había hecho ella nueve años antes. El mensaje simbólico y muy personal de su sueño había rebasado los límites de la psique de la paciente de alguna manera hasta llegar a la realidad física.


Dado el carácter llamativo de las sincronicidades, Jung se convenció de que no eran hechos que ocurrían por casualidad sino que estaban relacionados con los procesos psicológicos de las personas que las experimentaban.

 

Como no podía concebir cómo algo que ocurría en lo más hondo de la psique podía causar un hecho o una serie de acontecimientos en el mundo físico, al menos en un sentido clásico, lanzó la idea de que tenía que intervenir algún principio nuevo, un principio de conexión acausal, desconocido para la ciencia hasta entonces.


Cuando Jung presentó la idea, la mayoría de los físicos no se la tomaron en serio (aunque un físico eminente de la época, Wolfgang Pauli, pensó que era lo bastante importante como para escribir con Jung un libro sobre el tema titulado La interpretación y naturaleza de la psique: la sincronicidad como un principio de conexión acausal).

 

Sin embargo, ahora que la existencia de las conexiones no locales es un principio establecido, algunos físicos están contemplando de nuevo la idea de Jung. El físico Paul Davies afirma que,

«esos efectos cuánticos no locales son realmente una forma de simultaneidad en el sentido de que establecen una conexión - de forma más precisa sería una correlación - entre los sucesos entre los que está prohibido cualquier tipo de nexo causal».

Otro físico que se toma en serio la sincronicidad es F. David Peat.

 

A su juicio, sincronicidades como las de Jung no sólo son reales, sino que constituyen indicios adicionales del orden implicado. Como hemos visto, la aparente separación entre la consciencia y la materia es una ilusión, según Bohm, un artefacto que tiene lugar únicamente cuando ambas se han desplegado en el orden explicado de los objetos y el tiempo secuencial.

 

Si no hay división entre mente y materia en el orden implicado, la base de la que surgen todas las cosas, entonces no es raro esperar que la realidad todavía esté plagada de huellas de esa conexión profunda. Peat cree que las sincronicidades son «defectos» en el tejido de la realidad, grietas momentáneas que nos permiten echar un vistazo al orden inmenso y unitario que subyace tras la naturaleza entera.


Dicho de otra forma: en opinión de Peat, las sincronicidades revelan la falta de división entre el mundo físico y nuestra realidad psicológica interior. Así, la relativa escasez de experiencias sincrónicas en nuestras vidas muestra no sólo hasta qué punto nos hemos desgajado del campo general de la consciencia, sino también el grado de aislamiento que tenemos con respecto al potencial infinito y deslumbrante de los órdenes más profundos de la mente y la realidad.

 

De acuerdo con Peat, cuando experimentamos una sincronicidad, lo que realmente estamos experimentando «es la mente humana funcionando, por un momento, en su orden verdadero y extendiéndose a través de la sociedad y la naturaleza, moviéndose a través de órdenes de creciente sutileza, extendiéndose más allá de la fuente de la mente y la materia hasta la creatividad misma».


Es una idea pasmosa. Prácticamente todos los prejuicios que nos dicta el sentido común acerca del mundo se basan en la premisa de que la realidad objetiva y la realidad subjetiva están muy, pero que muy separadas.

 

Por eso las sincronicidades nos parecen tan desconcertantes e inexplicables. Pero si, en última instancia, no existe división entre el mundo físico y los procesos psicológicos internos, entonces debemos estar preparados para cambiar algo más que la interpretación sensata del universo meramente, porque las consecuencias nos dejarán estupefactos.


Una de ellas es que la realidad objetiva se asemeja más a un sueño de lo que hemos sospechado jamás. Imagina por ejemplo que sueñas que estás sentado a la mesa cenando con tu jefe y su mujer. Como ya sabes por experiencia, todos los objetos del sueño - la mesa, las sillas, los platos, el salero y el pimentero—son en apariencia objetos independientes. Imagina también que experimentas una sincronicidad en el sueño; quizá te sirven un plato especialmente desagradable y cuando le preguntas al camarero qué es, te contesta que el nombre del plato es «Tu Jefe».

 

Al percatarte de que el desagrado que te produce la comida trasluce tus verdaderos sentimientos hacia tu jefe, te pones nervioso y te preguntas cómo es posible que un aspecto de tu ser «interior» se las haya arreglado para desbordarse hasta la realidad «exterior» de la escena que estás soñando.

 

Naturalmente, en cuanto te despiertas te das cuenta de que la sincronicidad no era extraña en absoluto, porque realmente no había distinción alguna entre tu ser «interior» y la realidad «exterior» del sueño. De manera similar, caes en la cuenta de que la aparente independencia de los diversos objetos del sueño era también una ilusión, pues todo era producto de un orden más profundo y fundamental, la totalidad no dividida de tu inconsciente.


Si no existe división entre los mundos físico y mental, esas mismas propiedades se dan también en la realidad objetiva. De acuerdo con Peat, eso no significa que el universo material sea una ilusión, porque tanto lo explicado como lo implicado desempeñan un papel en la creación de la realidad.

 

Tampoco significa que se haya perdido la individualidad, como la imagen de una rosa tampoco se pierde una vez que se ha grabado en una película holográfica. Significa simplemente que somos como los vórtices de un río, únicos pero inseparables del flujo de la naturaleza.

 

O, como dice Peat,

«en sí mismo sigue viviendo, pero como un aspecto de movimiento más sutil que implica el orden de la consciencia entera».

Y así hemos vuelto al punto de partida, desde el descubrimiento de que la consciencia contiene toda la realidad objetiva - toda la historia de la vida biológica en el planeta, las religiones y los mitos del mundo y la dinámica tanto de las células sanguíneas como de las estrellas - hasta el descubrimiento de que el universo material también puede contener entre la trama y la urdimbre los procesos más íntimos de la consciencia.

 

Tal es la naturaleza de la profunda conexión que existe entre todas las cosas en un universo holográfico.

 

En el siguiente capítulo analizaremos cómo influye esa conexión, así como otros aspectos de la idea holográfica, en nuestra interpretación actual de la salud.
 

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