por Yaiza Martínez
12 Diciembre
2017
del Sitio Web
Tendencias21
Imagen: ColiN00B.
Fuente: Pixabay.
Este
vínculo podría explicar cómo de los procesos
cerebrales físicos emerge la consciencia, según una
nueva hipótesis
¿Cómo pueden los procesos cerebrales físicos dar
lugar a la consciencia, que es inmaterial?
En la
relación entre la actividad neuronal y la escala
quántica del cosmos podría estar la respuesta, según
algunos científicos.
Es lo que
proponen Dirk K F Meijer y Hans J.H. Geesink, de la
Universidad de Groninga, en Holanda, en un artículo
publicado en "NeuroQuantology".
Era de esperar que los avances del último siglo en física
quántica y
la cosmovisión derivada de ellos llevaran a una variación de la
definición de "consciencia" y "mente".
Quizá algún día estos avances ayuden a responder a la inquietante
pregunta sobre cómo de los procesos cerebrales (es decir, físicos)
puede emerger la consciencia, que es inmaterial.
La relación entre la actividad neuronal (la de las células del
cerebro) y la escala quántica (la de las partículas que conforman
los átomos) ya fue abordada en los años 90 por los investigadores
Roger Penrose y Stuart Hameroff con una sorprendente
teoría que, hace poco y a raíz de nuevos hallazgos, ha sido
revisada.
Se trataba de la hipótesis de la "Reducción Objetiva Orquestada u
Orch OR", que propone que la consciencia se deriva de la
actividad de las neuronas a escala quántica o subatómica, es decir,
de procesos quánticos biológicamente orquestados en los
microtúbulos
o minúsculas estructuras tubulares situadas dentro de las neuronas
del cerebro.
Esa actividad quántica entrañada a un nivel cerebral profundo,
además de gobernar la función neuronal y sináptica, conectaría los
procesos cerebrales a procesos de autoorganización presentes fuera
del cerebro, en la estructura quántica de la realidad, afirmaban
Hameroff y Penrose.
Es decir, que nuestro
cerebro podría estar conectado a una estructura externa, que de
alguna manera sería 'proto-consciente'.
El cerebro
habla con los campos
Hace unos meses, la revista NeuroQuantology publicaba un artículo
(Consciousness in the Universe is Scale Invariant and Implies
an Event Horizon of the Human Brain) sobre la consciencia desde una perspectiva quántica, que va incluso
más allá de la propuesta de Hameroff y Penrose.
Firmado por los
científicos
Dirk K F Meijer y Hans J.H. Geesink de la Universidad
de Groninga, en Holanda, teoriza que nuestro cerebro, además de ser
un órgano de procesamiento ligado a nuestro organismo, con el que
intercambia información continuamente, está vinculado al resto del
universo a nivel quántico.
Según Meijer y Geesink, a dicho nivel, nuestro cerebro estaría
conectado con campos cósmicos como el de la gravedad, el de
la energía oscura, el de la energía punto cero o el de las energías
de los campos magnéticos de la Tierra.
Esa conexión se daría a través de mecanismos bien establecidos por
la teoría quántica como,
-
el
entrelazamiento quántico (que vincula a partículas entrelazadas
más allá del espacio-tiempo)
-
el
efecto túnel quántico (que
se da cuando una partícula quántica viola los principios de
la mecánica clásica, al atravesar una barrera de potencial
imposible de atravesar para una partícula clásica)
La idea nos recuerda a la propuesta en 2008 por
un estudio (Quantum
Zeno Effect Underpinning the Radical-Ion-Pair Mechanism of Avian
Magnetoreception), en el que se relacionaba la capacidad de orientación
de las aves migratorias con una posible "conexión quántica" de estas
con el campo magnético terrestre.
Aunque
en aquel caso el campo magnético no "conectaba" con el cerebro de
las aves, sino con los electrones presentes en los iones más
inestables de sus retinas.
El idioma es una geometría
Meijer y Geesink proponen que el cerebro podría
"comunicarse" con esos tipos diversos de campos gracias
a una geometría, la conocida como
geometría de toro o toroidal, que básicamente está
constituida por espirales circunscritas en una esfera
(se puede entender imaginando una rosquilla).
Al parecer, el toroide es la forma que tienen
los átomos, los fotones y toda unidad mínima
constitutiva de la realidad.
Pero no solo:
Según los
investigadores holandeses, nuestro cerebro se
organizaría también siguiendo esta estructura (aquí
hemos hablado antes de las geometrías que forma el
cerebro en su actividad).
Esa coincidencia geométrica es la que permitiría al
cerebro acoplarse a los campos que nos rodean, para
recibir de ellos información continuamente en forma de
ondas.
Gracias
a esto, en nuestra mente se actualizaría, de manera
continua, un espacio de memoria global simétrica al
tiempo.
Además, el acoplamiento y ajuste continuos del cerebro
a los campos externos, afirman Meijer y Geesink,
permitirían guiar la estructura cortical del cerebro
hacia una mayor coordinación de la reflexión y de la
acción, así como hacia una sincronía en red, que es la
necesaria en los estados de consciencia.
La
mente como campo
Pero los investigadores holandeses van más allá de todo
esto en sus postulados.
También
señalan que la consciencia no es exclusiva del cerebro,
sino que surgiría en todo el universo a escala
invariante, de nuevo a través del acoplamiento anidado
toroidal de varias energías de campos.
Quizá esto pudiera relacionarse con el concepto de "proto-consciencia"
de Hameroff y Penrose, e
incluso con la idea de la matriz de información
universal del paradigma holográfico propuesto por el
físico
David Bohm en el siglo XX.
Meijer y Geesink llegan a describir la mente como un
campo situado alrededor del cerebro (lo llaman campo
estructurado holográfico), que recogería
información externa al cerebro y la comunicaría a este
órgano, a gran velocidad (no en vano hablamos de
procesos quánticos).
Los
investigadores aventuran que este hecho podría explicar
la rapidez con la que el cerebro registra y procesa
información del entorno, a nivel consciente e
inconsciente.
Ese campo estructurado holográfico estaría,
según ellos, en la
cuarta dimensión o espacio-tiempo,
aunque tenga efectos en nuestro cerebro tridimensional e
incluso en la manera en que percibimos el mundo en tres
dimensiones.
Curiosamente, una idea "parecida"
proponía hace unos años el antropólogo
Roger Bartran, en su obra
Antropología del cerebro - La conciencia y los sistemas
simbólicos, aunque en aquel caso la
parte de consciencia humana "fuera del cerebro" se
ubicaba en los sistemas culturales, con los que algunas
regiones cerebrales están estrechamente ligadas.
Implicaciones
Para los científicos holandeses, su hipótesis tiene
profundas implicaciones filosóficas:
Sugiere
que existe una,
"profunda conexión de la humanidad con el cosmos"
que nos obliga a tener "una gran responsabilidad
sobre el futuro de nuestro planeta", escriben en su
artículo.
Asimismo, su teoría podría conllevar un atisbo de
respuesta para la pregunta con la que iniciamos este
artículo:
¿Cómo los procesos
cerebrales (es decir, físicos) dan lugar a la
consciencia, que es inmaterial?
Quizá
sea que existe un campo mental situado en la cuarta
dimensión, allí conectado a otros campos externos
mientras, al mismo tiempo, forma parte física de nuestro
cerebro.
Pero
habrá que esperar a que ese campo mental sea una certeza
para poder lanzar conclusiones definitivas.
Referencia
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