Algunas
personas han hecho de las quejas el sentido de su vida,
viven para lamentarse, siempre encuentran un motivo de
insatisfacción.
El problema
es que estas personas no se quejan para solucionar los
problemas sino simplemente para regodearse en ellos. Como
resultado, están continuamente husmeando en su "basura
cotidiana" buscando algo de lo cual quejarse.
De esta
manera, centran sus energías en algo totalmente inútil.
2. Dejar tareas pendientes
Aplazar
continuamente esas tareas que, antes o después, tendrás que
enfrentar, es la mejor manera para añadir una tensión
innecesaria a tu vida.
De hecho, a
menudo es más agotador tener que recordar lo que tenemos que
hacer, que enfrentar la tarea de una vez y terminarla.
3. No darse permiso para descansar
La sociedad
nos exige muchísimo, pero no siempre es posible seguir ese
ritmo. De hecho,
pretender vivir en el carril rápido te pasará una enorme
factura, tanto desde el punto de vista psicológico como
físico.
Por eso, es conveniente que no esperes a llegar al
límite para descansar sino que hagas del descanso un hábito
cotidiano.
Los lugares
donde impera el desorden son como un agujero negro que
absorbe tu energía.
El caos te
hará perder un tiempo precioso buscando cosas y, sobre todo,
genera la sensación de incertidumbre y desorganización en tu
cerebro, haciendo que al final del día estés más agotado.
Por tanto,
haz limpieza cada cierto tiempo, un escritorio y un hogar
ordenado te harán sentir mucho mejor y te transmitirán una
energía muy positiva.
La
aceptación no es resignación.
Aceptar
significa asumir las cosas que no puedes cambiar y hacer
algo para cambiar aquellas sobre las que sí tienes algún
grado de control.
Cuando no
aceptas una situación esta se convierte en un obstáculo en
tu camino, es como una piedra que añades a la mochila de tu
vida y que te hará andar mucho más despacio y con más
trabajo.
6. Aferrarse a las cosas o las
personas
Es difícil
poner en práctica el
desapego, pero es fundamental si no queremos sufrir más
de lo necesario.
El desapego
no significa no amar, sino amar
dejando libre al otro,
sabiendo que en algún momento esa persona puede alejarse de
nosotros. Aferrarse a las cosas o a las personas de una
manera obsesiva solo generará dependencia y malestar.
Además,
nadar contra la corriente te hará perder una energía valiosa
que podrías emplear en otros proyectos que te hagan más
feliz o te compensen esa pérdida.
7. Preocuparse innecesariamente
No solemos
reaccionar ante las situaciones sino ante el cuadro que
pintamos en nuestra mente.
En ese
cuadro no somos objetivos sino que incluimos todas las
preocupaciones sobre lo que podría acaecer.
Esa
tendencia a la negatividad añade un estrés y una ansiedad
totalmente innecesarios ya que a menudo esos malos
pronósticos ni siquiera dan lugar a un plan de acción sino
que son tan solo como moscas molestas que rondan en nuestra
mente.
Por eso,
ante una situación difícil, lo mejor es centrarse en el aquí
y ahora, ir paso a paso, sin imaginar consecuencias
negativas que probablemente no ocurrirán.
Las
personas que no saben dar una negativa suelen sobrecargarse
de tareas que terminan provocando un gran agotamiento, tanto
físico como mental.
En muchas
ocasiones estas personas no se niegan porque les da pena o
porque tienen miedo a que los demás le rechacen. Sin
embargo, el tiempo es la posesión más valiosa que tienes y
debes utilizarlo sabiamente.
No lo
malgastes con proyectos que no te motivan ni son tu
responsabilidad.
Tener
tiempo para ti, para los tuyos y para disfrutar de lo que te
gusta es fundamental para tu salud.
El odio y el rencor son sentimientos que te consumen a
fuego lento, es como si estuvieses avivando la llama que te
quema.
Estos
sentimientos, avivados a lo largo de los años, incluso
tienen consecuencias muy negativas para nuestra salud física
ya que llegan a desencadenar enfermedades.
Por eso es tan
importante aprender a dejar ir.
Por
supuesto, todas las heridas necesitan un tiempo para sanar,
pero debes cerciorarte de que ese tiempo no sea excesivo.
Cuando
tenemos que tomar
decisiones importantes es normal que tengamos dudas y
queramos más tiempo para pensar, pero aplazar continuamente
las decisiones terminará robándonos una energía preciosa y
nos sumará en un estado de incertidumbre que terminará
agotándonos.
Por eso, es
recomendable liberarse de todas esas "batallas internas".
Debemos asumir que no siempre tomaremos la mejor decisión,
quizá nos equivocaremos pero los errores son aprendizajes.
Es mejor
equivocarse y enmendar que quedarse de brazos cruzados
sufriendo por la indecisión.