del Sitio Web PijamaSurf
entre tener razón o crecer espiritualmente, lo cual significa ser capaces de trascender nuestra importancia personal
y servir a los demás...
Algo similar fue expresado por el filósofo y ocultista Manly P. Hall, quien dijo que,
Estas dos frases
aparentemente muy sencillas resumen gran parte del dilema existencia
de una persona que busca evolucionar espiritualmente, para lo cual
es necesario trascender el ego o la importancia personal en favor
del bien universal.
Incluso para que alguien pueda aspirar a los aspectos más elevados de la existencia, aquellos de la autorrealización o de la liberación, es importante antes haber consolidado y afianzado su seguridad como persona, alimentar en cierta forma su solidez como individuo y cultivar el amor propio.
Paradójicamente esto es necesario, si bien luego justamente el siguiente estadio de la evolución dependerá de que pueda abandonar los constructos que le brindan seguridad y disolver su ego, incluso destruirlo en el altar de la compasión, el sacrificio y la entrega hacia algo superior.
Pero para alcanzar la
totalidad del ser (self), como sugirió Jung, primero
es necesario individuarse.
El ego fue importante para el crecimiento del individuo, particularmente en el paso de la adolescencia hacia la adultez.
Pero hay un punto en la madurez en el que se convierte en el principal obstáculo para la continuidad del crecimiento, el cual evidentemente deja de ser material (tanto en el sentido de que como adultos dejamos de crecer físicamente como en el sentido de que enfocarnos en el éxito material va en detrimento del crecimiento espiritual).
La manera en la que el adolescente (el que crece hacia, pero también el que carece de) se consolida, es fundamentalmente buscando tener razón, buscando ser entendido, buscando ser admirado y aceptado.
La manera en la que crece una persona madura es trascendiendo el deseo de ser admirado y reconocido, poniéndose al servicio de los demás, actuando sin esperar algo a cambio.
Este poder brindarse enteramente al otro es de hecho la señal esencial de que ha crecido, de que ha integrado su personalidad y superado la mentalidad pueril que se caracteriza por creer que el mundo gira alrededor de uno, y por lo tanto permite que una persona sea un buen padre o madre.
Asimismo esto marca el momento en el que podemos superar las trampas de la razón, de la intrincada mente racional que teje sus laberintos y oculta formas de conocer y comunicarse que son más cálidas e intuitivas, más ligadas al corazón que al cerebro.
Al dejar de buscar tener razón todo el tiempo y autoafirmarnos se libera un enorme caudal de energía, una soltura y ligereza que posibilitan la evolución espiritual.
El término "evolución espiritual", evidentemente, hace referencia a la noción de que existe una evolución que no es meramente material, que podemos describir justamente como el crecimiento del ser.
Para que el ser crezca, es necesario dejar de identificarse solamente con una existencia individual separada:
Se puede hablar de que actuar compasivamente, con la intención de ayudar a los demás es trascender el ego.
Naturalmente, el amor y la compasión trascienden el ego en el sentido de que buscan primordialmente la felicidad de los demás.
Pero también se puede hablar de que actuar así, primero buscando entender a los demás para poder efectivamente ayudarlos, en vez de proyectar en ellos nuestros miedos y esperanzas, es de hecho la más alta inteligencia individual:
Una inteligencia que es paradójicamente la destrucción del ego individual a sabiendas de que lo que permite la evolución del ser es aniquilar todos los complejos, hábitos e identificaciones que crean la ilusión de que existimos separados, de que somos un yo sólido, estable e independiente.
Uno antepone entender a los demás antes de buscar que los demás satisfagan nuestros deseos porque ha entendido que pensar egoístamente acaba conduciendo al sufrimiento.
Así que podemos hablar también de una sublimación del ego (lo que era ilusoriamente sólido se vuelve realmente etéreo e ilimitado), de un acto meta-egoico, que reconoce que su verdadero sí mismo es mucho más grande y noble.
Todas las religiones e incluso filósofos como Heidegger, coinciden en que cuando dejamos de identificarnos con las pequeñeces y las trivialidades del yo individual que se percibe en conflicto con un universo de objetos, el Ser universal se reconoce y actúa en nosotros.
Es por esto que el Buda consideró que la idea más poderosa y sobre todo útil que existe es la del no-yo o anatman, la cual se expresa también como la vacuidad o ausencia de existencia independiente, que a su vez se expresa como la interdependencia de todas las cosas.
Un sentido ecológico y no egológico...
...esa persona es libre y actúa desde la totalidad del Ser.
La paradoja de la verdadera libertad es que es siempre una servidumbre, lo individual espontánea e incondicionalmente en servicio de lo universal.
Esto es a lo que se refería Rumi cuando dijo que él no sabía lo que iba a hacer en ningún momento, de la misma manera que una pluma no sabe lo que alguien va a escribir con ella:
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