1. Haz
conscientes tus pensamientos - y cuida de ellos...
Aunque esto pueda sonar obvio, en realidad no muchas personas lo
ponen en práctica.
Lo más común es que
demos rienda suelta a nuestra mente, que actuemos en función de
lo que pensamos, sin nunca reflexionar sobre esos mismos
pensamientos.
Dicho de otra manera:
ponemos atención en los resultados, pero no en las causas que
dieron origen a éstos.
Imaginemos el caso de una persona a quien
han despedido de todos los trabajos en los que ha estado, o de
otra en cuyo historial amoroso sólo se encuentran relaciones
tormentosas con personas que cumplen determinadas
características.
¿Es porque el medio
laboral "es así"? ¿Porque el amor "es así"?
O, más bien, porque
hay ciertos patrones mentales inconscientes que no permiten a
esas personas pensar que un trabajo o una relación de pareja
pueden ser de otra manera.
Carl Jung alguna vez
dijo:
"Hasta que no
hagas consciente lo inconsciente, éste dominará tu vida y lo
llamarás 'destino'."
El proceso no es
sencillo, pero puedes comenzar por poner atención en lo que
piensas en determinadas situaciones.
Quizá creciste con la
idea de que el estudio no era lo tuyo, y por eso no te preocupas
por prepararte más o mejor con respecto al área en la que
laboras.
¿Pero eso es verdad?
¿De verdad eres o no eres de determinada forma? ¿O esa cualidad,
como tantas otras, es susceptible de cambio?
2. Atiende
tu proceso
Hasta cierto punto, la voluntad de cambio es casi sólo
individual.
Para la mente es
sumamente sencillo desviarse y atribuir a otros la
responsabilidad que en realidad nos corresponde a nosotros
mismos.
Si continuamos con
los ejemplos anteriores, quizá lo más fácil para una persona a
quien despiden sistemáticamente de sus empleos es culpar a sus
jefes, a sus compañeros de trabajo, al sistema económico en que
vivimos, etc., y aunque esto puede ser parcialmente cierto, no
nos exime de hacernos cargo de aquello que sí podemos modificar
en nuestro beneficio.
3. Intenta
sostener tu esfuerzo
Desde siempre se ha dicho que la constancia es la clave del
éxito, y aunque a fuerza de repetición esa frase parece
desgastada, no por ello es menos cierta.
Si has tomado la
decisión de mejorar, comprométete contigo mismo e intenta no
claudicar.
No es fácil para la
mente dejar ciertas formas de pensar y cambiarlas por otras,
pero es posible por medio del esfuerzo sostenido, tanto en la
voluntad de atención como en la voluntad de cambio.
4. Sé
compasivo contigo mismo
La compasión es clave en este proceso.
Poner atención en tus
pensamientos no significa que debas imponer una vigilancia 24/7
a tu mente, o que te recrimines cada vez que incurres en un
patrón mental que intentas cambiar.
Somos seres débiles,
falibles, inseguros. En una palabra, humanos...
Ten compasión de tu
estado y de tus logros, agradece lo que estás viviendo, confía
en tus capacidades y tus recursos… y continúa.
5. Las
cosas pasan por algo
El mundo en el que vivimos es un lugar imprevisible y, con todo,
es posible que mucho de lo que nos sucede tenga un sentido,
tanto los logros como las adversidades y los hechos menores de
todos los días.
No se trata, como
decíamos antes, de resignarnos a creer que las cosas son de
determinada manera por determinada razón, como si existiera un
plan maestro que gobernara los acontecimientos de nuestra vida,
sino más bien ajustar esa perspectiva y mirar nuestro propio
contexto, las circunstancias del fragmento de realidad en que
vivimos.
En esa pequeña
parcela las cosas suelen aclararse y aquello que parecía
laberíntico y azaroso, de pronto adquiere coherencia propia.
La persona que, por
ejemplo, creció en una familia de músicos y terminó eligiendo
esta misma profesión; o el joven, hijo de un abogado severo, que
prefiere estudiar artes.
Parecen clichés, pero
en muchos casos el significado de las cosas que vivimos se
encuentra en nuestras propias circunstancias de vida, actuales y
pasadas.
6. Esto no es una
etapa de tu vida - es tu vida en sí
La cultura en la que vivimos venera la idea de progreso y, como
tal, nos hace creer que toda mejora es una superación, un dejar
atrás lo obsoleto para arribar a un estado más elevado (como los
"upgrades" de los sistemas operativos, por ejemplo).
En el caso de la
mente, sin embargo, esa idea suele ser más bien estorbosa.
Muchas personas
emprenden un proceso de "renovación" o cambio creyendo que se
trata sólo de una etapa en su vida, una especie de momento de
programación al que se tienen que someter durante 1, 2, 3 meses,
para después dejarlo y continuar su vida.
No obstante, este
enfoque puede ser poco útil.
Para la mente el
tiempo transcurre de otra manera, y si a esto añadimos que la
vida se encuentra en cambio constante, es más o menos evidente
concluir que el proceso de atención sobre los pensamientos y la
necesidad de cambiar ciertos patrones mentales en función de
nuestro bienestar, son tareas para toda la vida, no sólo de un
momento.
7. Piensa
en tus comodidades, y piénsalas otra vez
La llamada "zona de confort" es, en muchos casos, ese
espejismo
que nuestra mente ha creado para sentirse segura y cómoda.
Hasta cierto punto,
es la zona que se refleja en nuestra realidad todos los días:
las cosas que
hacemos, el lugar donde vivimos, las relaciones que
frecuentamos.
Pero tiene también su
lado oscuro, por así decirlo:
la comodidad de
mantener una relación que no nos hace felices, por ejemplo,
o seguir en un trabajo que no nos interesa.
Es humano querer
mantenerse seguro y a salvo, pero también es necesario conocer
el costo de esa comodidad, si acaso no nos permite cambiar y
acercarnos a aquello que deseamos realmente para nuestra vida.
8. Calla…
y escucha
En nuestra época, uno de los principales factores que perturban
nuestra mente es el exceso de estímulos en que vivimos.
Por si no bastara la
formación recibida - ese cúmulo de expectativas, represiones,
proyecciones y demás - ahora vivimos inmersos en una sociedad
que nos llama a ser siempre más, siempre mejores, a encontrar
nuestro valor personal en las mercancías que adquirimos, a
aspirar a la fama efímera de las redes sociales, a forjarnos
nuestra propia fortuna, a…
Quizá nadie en la historia necesitó tanto del silencio como
nosotros.
-
Detenerse
para contemplarse a sí mismo y al mundo que nos rodea.
-
Demorarse
ante la vista de un atardecer o del vuelo de una mosca.
-
Paladear el
inesperado gusto de estar a solas.
-
Callar
brevemente antes de hablar.
Quizá lo único que
necesita nuestra mente para florecer es escuchar su propio
silencio...