la sexualidad sagrada de Oriente podemos entender cómo usar el sexo para cultivar energía
Desde una perspectiva biológica, la sexualidad es el impulso mismo de la evolución que, a través del placer que nos genera el sexo, se asegura que los genes serán transmitidos y que la vida de ciertos animales continuará existiendo.
Esta misma evolución puede trazarse al origen del universo y el proceso de complejificación de la materia:
Desde una perspectiva religiosa, como la podemos encontrar en el hinduismo, el deseo sexual es la energía que creó literalmente el universo.
Para entender por qué el acto sexual es la gran arena de intercambio energético y una actividad en la cual se cifra, en gran medida, nuestra fuerza creativa, debemos de revisar la noción que se tiene en el hinduismo sobre la relación que existe entre la creación del universo y el deseo.
En el himno de la creación del "Rig Veda", uno de los textos más viejos y a la vez sofisticados que trata sobre la creación del universo, se dice:
El término que traduce como "deseo" en sánscrito es kama que a veces es traducido como "amor", siendo, por ejemplo, Kamadeva, el Eros indio.
Notablemente, en los Vedas se dice que Brahma - quien en textos posteriores al "Rig Veda" se identificará con el creador - es Kama. Lo que hace surgir el deseo, y lo que podemos llamar la sustancia de la creación es "tapas", traducido a veces como ascetismo pero que connota siempre un ardor o calor interno.
El vínculo entre lo "no-manifiesto y lo manifiesto", entre el no-ser y el ser, es el deseo, el fuego que da a luz a la conciencia, el amor.
Georg Feuerstein y Jeanine Miller escriben en su "The Essence of Yoga":
Lo que se quiere decir
aquí, tomando como base quizás el texto religioso más antiguo e
importante en la historia de la humanidad, es que existe un fuego
creativo -que es el amor o el deseo- en el cual el ser humano
participa. Un fuego que se encendió en el principio del universo y
el universo mismo no es más que su incendio.
Indudablemente, para el ser humano el sexo es algo que ejerce una enorme atracción, es sin duda el acto más placentero al que estamos sujetos y, en sus diferentes manifestaciones - ya sea como erotismo (el deseo sublimado por la imaginación), el amor (el deseo sublimado por la compasión) o simplemente como urgencia biológica - el deseo sexual es el gran motor que tiene el ser humano.
Aunque a veces no somos conscientes de ello, gran parte de las cosas que hacemos en la vida tienen como motivo una forma de este triple deseo que, al final de cuentas, es la vida misma utilizando nuestro cuerpo para recrearse.
Sin embargo, para muchas personas, el sexo sólo se vive como una especie de instinto hacia el placer corporal personal, hacia satisfacer o incluso simplemente aplacar una urgencia física que si no se logra eliminar puede trastornarnos.
Así, simplemente buscamos apagar esta fogosidad primordial - aunque esto sólo pueda hacerse parcial y temporalmente - ya que el deseo, en este plano de existencia, que los budistas justamente llaman kama-loka (el mundo del deseo), es inextinguible y su "satisfacción" no es más que la semilla de su nueva gestación que acaba, en su insaciabilidad, controlándonos.
En la modernidad hemos internalizado socio-culturalmente que tener sexo es fundamentalmente bueno y sano pero, sobre todo, porque calma esta fogosidad, nos relaja y nos hace complacientes.
El sexo es
fundamentalmente algo que se hace, como la meditación o los viajes a
la playa, para eliminar el estrés.
Para el misticismo hindú y para las tradiciones tántricas -budistas o hindúes- el cultivo de la energía es central para toda práctica espiritual.
En Occidente, la ciencia no tiene la noción de que exista algo así como una energía del cuerpo que pueda cultivarse con ciertas prácticas, fundamentalmente, para alcanzar estados de mayor energía - y de mayor conciencia, puesto que la energía y la conciencia son las dos caras de una misma moneda divina - se realizan primero prácticas ascéticas, como pueden ser ejercicios de respiración para cultivar este fuego interno (que en el taoísmo se ubica en el llamado dantian, el campo del elixir) e incluso se prohíbe la eyaculación de los adeptos.
Conforme se avanza en la práctica, se pueden incorporar prácticas sexuales encaminadas no al mero gozo del placer, sino a la transformación del placer en estados más elevados de éxtasis que permiten destapar ciertos bloqueos energéticos.
El académico Roger Jackson, explica en su libro Tantric Treasures por qué el sexo tiene este sentido de cultivo energético en el tantra budista:
Una pareja que practica tantra budista, empleará el sexo como una meditación dinámica, siguiendo ciertas técnicas de respiración y visualización:
El sexo se emplea
entonces como una recreación de un cosmos primordialmente iluminado.
Existen algunos casos especiales en los que se permite la eyaculación, generalmente dentro de ritos específicos. Esto nos puede dar una idea de cuándo el sexo nos hace ganar energía y cuándo nos hace perderla.
La noción fundamental aquí es que, en vez de deshacernos del deseo o volvernos presa de su fuerza incontrolable, debemos aplicarlo, concentrarlo y hacer yoga con él.
En una de las múltiples versiones de la creación en la literatura de la India, en la "Bhagavata Purana", se dice que Brahma practicó tapas mil años - mil año de los dioses, los cuales son una cifra inconmensurable - para crear el universo.
Estos mil años concentró su fuego interno para generar un calor que hiciera brotar la luz de la conciencia sobre el agua.
Esto es un paradigma muy
distinto, el cual nos pide que valoremos esa fuerza vital que es
nuestra creatividad misma y a la vez nuestra conciencia, en vez de
que lo dilapidemos.
...es una sexualidad que, al menos, se abre a la posibilidad de obtener más energía y, en vez de apagar esa flama creativa divina, la atesora y la cultiva.
Una flama que yace en el cuerpo dormida pero que puede despertar y abarcar el universo entero:
Se puede entonces seguramente eyacular, pero el semen - que Aristóteles creía era un mismo calor que el calor que enciende las estrella en el cielo - se transforma en sacramento, en néctar, en amrita (el líquido de la inmortalidad).
Parafraseando a un famoso poeta:
Una sexualidad masturbatoria, que sólo busca el propio placer o sacarse de encima esta fogosidad que se convierte en ansiedad - que es "la asesina del amor" - es siempre víctima de su propio deseo y vive perennemente desguanzada, en el estupor y en la fatiga crónica.
En este sentido, el sexo
se convierte en un drenaje energético, en una marcha mecánica en la
que
Eros se torna
Tánatos a cada rato, la vida misma
va expirando con cada espasmo.
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