Y es que la realidad indica que el mundo es esencialmente ambiguo e incierto, al menos desde la capacidad limitada de conciencia que manifestamos los seres humanos actualmente.
Por lo tanto rechazar y reaccionar ante
la incertidumbre, cuando no podremos hacer realmente nada para
erradicarla del todo, es inútil y genera frustración y desperdicio
de energía.
En este libro Holmes entrevista a Gary Noesner, un negociador del FBI que fue uno de los líderes del equipo de agentes que lidiaron con el fanático religioso David Koresh en Waco, Texas, donde murieron 76 personas.
Noesner cree que si el FBI hubiera sido capaz de lidiar con la incertidumbre de la mente de Koresh, quien cotejaba dos escenarios al mismo tiempo, tal vez se hubiera podido evitar esta situación tan lamentable.
Esto hace que sea necesario que una persona pueda barajar tal incertidumbre y ambivalencia sin precipitarse a una definición.
Noesner define a los buenos negociadores:
La ambivalencia presenta un estado paradójico en el cual un individuo puede sentirse de dos formas distintas o querer dos cosas al mismo tiempo.
Esto es algo que es real, aunque presenta un problema para la mente tanto lógica como emocionalmente, cuando una persona no tolera esa ambigüedad y se decanta - a veces con premura - por definir la realidad.
Es como el caso del
Gato de Schrödinger de la física
quántica que está vivo y muerto hasta que se realiza una medición;
muchas personas no toleran este estado de superposición y necesitan
que el gato esté muerto o vivo pero no las dos cosas.
Dice Holmes que si no tuviéramos este mecanismo sería difícil vivir resolver cualquier cosa:
Por ello el psicólogo Jordan Peterson se refiere a esto como "el milagro de la simplificación".
Nuestra mente opera de tal forma que
constantemente reduce cosas que no son idénticas a cosas idénticas
según nuestros preconceptos. De esta forma encontramos sentido,
borrando ilusoriamente el caos. Sin esto sería difícil que
pudiéramos hacer incluso pequeñeces, viviríamos en la parálisis del
análisis.
El psicólogo nazi Erik Jaentsch en 1938 sostuvo que una persona sana se caracterizaba por la certidumbre y el orden, mientras que una persona caracterizada por la tolerancia y la ambigüedad tenía una personalidad enfermiza.
Esto luego fue revertido por Else Frenkel, quien mantuvo que la intolerancia a la ambigüedad es un signo de una mente poco sana.
Algo que tenía sentido después de lo
ocurrido con el nazismo, con el argumento de que el extremismo se
caracteriza por la intolerancia a la incertidumbre que representa el
otro, con sus impredecibles diferencias y una necesidad de encontrar
una conclusión, un modelo definitivo de la realidad (lo cual es un
viso de totalitarismo).
Holmes cree que esto es parte de nuestra
naturaleza, ser "reductores de ambigüedad", lo cual tiene que ver
simplemente con la necesidad de encontrar sentido en el mundo, para
la cual se debe de reducir el infinito y el caos a algo definido.
Holmes considera que las personas que no son capaces de existir cómodamente dentro de esta zona de ambigüedad no son muy buenos para ciertas profesiones.
Una de ellas por supuesto es la de "negociador", lo cual tiene una función en todo tipo de negocios, pero también dentro de casi cualquier puesto de liderazgo, donde se tengan que formar consensos, promulgar ciertas leyes o promover políticas.
Asimismo, es recomendable que los
médicos tengan cierta capacidad de trabajar con calma ante la
incertidumbre para que no apresurarse a tomar decisiones antes de
tiempo y confiar en sus diagnósticos e infundir confianza en sus
pacientes.
Finalmente mantener la comodidad y la
ambigüedad refleja fe, confianza y capacidad de relajación. Esto
viene bien en cualquier tarea, desde jugador de póker a piloto de
aviones de combate.
Esto sugiere que es útil entrar en contacto con otras mentes y formas distintas de concebir el mundo...
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