Se creía que la libre difusión de información automáticamente produciría una sociedad del conocimiento, una especie de nueva Ilustración.
Hoy cualquiera se puede dar cuenta - quizás porque el modelo capitalista ha cooptado la tecnología de la información - que la Internet no ha cumplido esta promesa de libertad y bienestar a través de la información.
La Internet se parece cada vez más a un medio de comunicación como la televisión, cuya función esencial es entretener, pasar el rato, distraernos (al tiempo que se nos venden todo tipo de cosas e, incluso ya, nuestra información nos convierte en productos).
De aquí que se haya creado el compuesto infotainment, la inseparabilidad del entretenimiento y la información, el signo de nuestros tiempos.
La información es reducida fundamentalmente a un
componente de entretenimiento o mera utilidad (top tens para
hacernos ricos, guapos, sanos, más productivos, etc.), pero no tiene
lo que Walter Benjamin llamaba un lado épico, de verdad, de
sabiduría.
Una diferencia yace en que conocimiento contiene el prefijo "con", que significa "junto" y por lo tanto remite a una gnosis dualista, dentro de un constructo sujeto y objeto, o algo que se obtiene con o del mundo exterior.
La palabra sabiduría en español tiene un origen que denota una percepción, una experiencia directa de la realidad, específicamente un sabor; podemos decir que la sabiduría es saborear el conocimiento, un acto superior que nace del reposo y la reflexión del mismo.
En inglés la palabra "wisdom" (sabiduría) tiene un origen similar, en este caso su raíz ("wit") tiene el significado de "ver".
Esta palabra tiene la misma raíz que el latín "videre" (ver) e incluso que el sánscrito "veda", (como en los Vedas), sabiduría, visión.
Podemos sugerir entonces que el conocimiento tiene que ver más con la aplicación y recordación de información que se produce colectivamente y que la sabiduría tiene que ver más con la asimilación de la experiencia, con la capacidad de ver, descubrir e interpretar la realidad.
Amber resalta un punto importante, que podemos notar como algo que distingue al conocimiento de la sabiduría: el primero es productivo, busca conocer para hacer; la segunda, es contemplativa, busca conocer para ser:
Maria Popova, del sitio Brain Pickings, hace una diferencia que nos puede servir para aclarar estas diferencias.
En este sentido la sabiduría tiene un aspecto moral que ni la información ni el conocimiento tienen.
No sólo hacer lo que es bueno según la moral o ley de una sociedad, sino saber o ver qué es lo necesario para tu propio crecimiento o evolución.
Hoy en día podemos
construir naves especiales que viajan a Plutón y allende, pero no
sabemos conducirnos de tal forma que no destruyamos la Tierra.
Aldous Huxley, en Un Mundo Feliz, había vislumbrado una sociedad donde la supresión del pensamiento libre y la inteligencia no ocurría a través de la violencia y la censura, sino sobre todo a través de la saturación, de la irrelevancia, del exceso de información inane (como ocurre con la cultura del entretenimiento).
Conocemos más cosas, pero sabemos menos...
Según Popova:
Este es el vago mecanismo que pensamos que opera automáticamente:
Pero ni la información necesariamente se convierte en conocimiento ni el conocimiento en sabiduría.
Hay un par de elementos esenciales en todo esto que parecen ser cada vez más escasos:
El conocimiento se vuelve sabiduría cuando es asimilado de tal forma que se convierte en una forma de vivir, en una vida plena de significado.
El conocimiento que no es refinado o purificado por una conciencia moral para así transformar al individuo, se vuelve estéril intelectualidad, verborragia, sofistería.
Gurdjieff dijo alguna vez que,
Es aquí donde el
conocimiento se convierte en sabiduría, de otra forma deviene mera
información (la relación es siempre dinámica, nunca estática).
Y todas las opiniones deben valer lo mismo, justamente porque la democracia (la religión secular de nuestros días) tomada literalmente, hasta el absolutismo, implica que no existe la sabiduría, sólo la información, sólo el promedio estadístico, la igualdad, nadie es mejor que el otro, no importa que unos hayan cultivado su mente y otros no.
Umberto Eco habló sobre esto:
La opinión es la forma más baja del conocimiento, si es que puede considerarse conocimiento.
Platón, en La República, esquematizó cuatros formas de conocer o relacionarse con la realidad:
Estas dos primeras entran en la clasificación de episteme.
Estas dos últimas entran en la clasificación de doxia (opinión).
Creo que queda muy claro
cuáles predominan hoy en día.
El pasaje es complejo ya que, por un lado, es debido a la escritura que podemos tener acceso a las mentes brillantes de pensadores como Platón, de cuya lectura el conocimiento tiene la posibilidad de transformarse en sabiduría, como si fuere en realidad un "elixir de la memoria".
Por otro lado, si cambiáramos la tecnología de la escritura en este pasaje por la tecnología de la información, el pasaje sonaría ominosamente acertado.
Quizás siempre existe una tendencia de resistencia inicial en la adopción de nuevos medios...
Pero, como decía McLuhan,
Generalmente nos enfocamos, deslumbrados por lo nuevo, sólo en lo que amplifican (son sólo los artistas y los filósofos los que perciben lo que perdemos, y cuando los escuchamos generalmente ya es demasiado tarde).
El caso es que cada medio tiene ciertas características y existe una clara tendencia histórica a que nuestros medios de comunicación estén orientados a una mayor cantidad de información y una menor cantidad de reflexión e integración (el saboreo) de la misma.
La cultura oral es mucho más limitada en cantidad de bits, pero realiza una curaduría mucho más refinada de los paquetes de información y al mantener un nivel menos saturado puede aumentar la calidad de la transmisión.
Esto es, al recibir una transmisión oral de un maestro existe una gran riqueza de tonos y matices en la comunicación (tanto verbal como no verbal) que permiten que la información pueda experimentarse (saborearse) con una alta definición que facilita su integración, que penetre en todo el organismo, por así decirlo.
Esto último se presta
también a momentos de epifanía o realización, momentos eureka,
momentos de satori o iluminación, como ocurre en algunas
tradiciones orientales.
Benjamin entendió que el arte de la narración, el storytelling, el cuento como tal, estaba desapareciendo.
Ante el deseo de ser modernos, ante el encandilamiento de las máquinas y aparatos, ante la noción del crecimiento infinito, del progreso, se palpaba que,
Asimismo surgía el individualismo de la mano de la adquisición de bienes de consumo que distinguían a los ciudadanos; perdía valor la experiencia, la sabiduría de los viejos, el mito, la fábula, la moraleja, el cuento de hadas.
Surgía la novela (literalmente lo nuevo) que dependía del objeto, del libro - en oposición al relato, que se decía de memoria. La novela "ni viene de ni va hacia la tradición oral", dice Benjamin.
Nace del "individuo solitario" que no recibe consejo:
La razón por la que el arte de narrar estaba muriendo era,
De nuevo, para la
productividad lo importante es la información y su capacidad de ser
transformada en capital; no la sabiduría, cuyo valor es
incuantificable.
El poder o atractivo de la información, en cambio, es que sostiene poderse verificar al instante.
De hecho:
Un caso muy concreto de esto lo vemos todos los días en las noticias en la Internet cuando se coloca un encabezado "Científicos dicen" o "Según la ciencia" y con esto se da un coeficiente de plausibilidad o verosimilitud que aniquila la sombra mágica de la narrativa, que elimina el espacio de la imaginación.
Es real, limpio, objetivo, contundente.
A diferencia del mito que necesariamente coloca al oyente ante un misterio, la información nos da las cosas digeridas - el trabajo del informador es presentar una realidad, eliminar lo enigmático.
Con esto se crea la ilusión de que accedemos a la realidad, la cual puede ser definida de manera objetiva, ya que tenemos suficiente información para abarcarla.
El arte de contar historias es, contrariamente:
Al pasar al dominio de la
mera información, nos alejamos de lo misterioso, de lo maravilloso y
lo metafórico y nos acercamos a la literalidad, a la evidencia, al
dato duro, algo que quizás también sirva para explicar ciertos
fundamentalismos o extremismos que surgen de tomar la escritura al
pie de la letra y de no hacer espacio para la propia interpretación
e imaginación.
Pero su valor,
A esta inmediatez se contrasta el tiempo expansivo y cualitativo (el tiempo de Kairos, no el de Cronos) de las narraciones, las cuales pueden ser distendidas y destiladas en cualquier momento, sin caducar, generando siempre un entendimiento de la existencia.
Y aquí también tenemos la diferencia entre información y conocimiento y sabiduría. Lo que único concierne al final de cuentas a la sabiduría, lo que es la sabiduría misma, es el conocimiento de lo que trasciende el tiempo.
Y es que, a diferencia de
la información, la sabiduría sí tiene el poder de liberar.
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