del Sitio Web TeoduloLopezMelendez
El corolario de la tarea bien hecha, de
la capacidad de resolver los problemas de la sociedad en el marco de
un mercado competitivo, de satisfacer necesidades de un modo óptimo,
muchas veces permite generar riquezas.
A lo sumo, siendo austero y
administrándose muy bien, puede llevar adelante una vida acomodada
pero jamás tan ampulosa como la que se le conocen a tantos
personajes siniestros por estas latitudes.
Saben que esa circunstancia durará poco
tiempo y que si hacen negociados pueden cambiar su situación actual
para siempre.
Tarde o temprano terminan desplegando un
patrimonio que jamás podrán justificar.
En su escala de valores disponer de
dinero es más relevante que su propia honra. Los tiene sin cuidado
lo que opine la sociedad sobre ellos, ni siquiera lo que sus amigos
y familiares piensen o la indigna herencia que le dejarán a sus
hijos.
Su valoración sobre sí mismo es muy
limitada, casi nula. El no se cree apto. Sabe que no podrá
desarrollarse por sus propios medios y el único camino que le queda
para lograr su meta es saquear, sin contemplaciones, a los
ciudadanos.
El corrupto es un ser mucho más
despreciable aún, porque además de sus burdas acciones diarias, es
un cínico sin límites porque habla de la corrupción, como si él no
fuera parte esencial de ella. Utiliza palabras como "honestidad" y
"transparencia" en su lenguaje habitual, y lo hace a sabiendas de su
real comportamiento, lo que lo convierte en un personaje mucho más
repugnante.
La sociedad supone que solo se trata de
elegir a los honestos, sin comprender el complejo entramado
estructural que ha sido pergeñado por algunos para que cualquier
energúmeno ignorante se aproveche de esas enormes grietas instaladas
deliberadamente en el sistema.
Pero es trascendente entender que los
corruptos, no solo son detestables sujetos que se apoderan de lo
impropio con absoluta hipocresía, delincuentes de guantes blancos
que se aprovechan de la gente, sino también personas que no valen la
pena, que no tienen ninguna aptitud y cuya autoestima está por el
suelo.
Su patrimonio es la prueba más irrefutable de su absoluta impericia.
Ellos solo pueden obtener dinero robando. Jamás podrán ufanarse de haber construido un imperio genuino, ni sentirse orgullosos de su esfuerzo. Es probable que no tengan remordimientos, ni se arrepientan nunca, pero la sociedad jamás los respetará, ni les dará reconocimiento.
Su codicia es sinónimo de ineptitud.
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