15 Abril 2016 del Sitio Web LaCosechaDeAlmas
Esos mismos esclavos sorprendían a sus amos al oír esa canción mientras trabajaban en los campos, mientras eran castigados a latigazos, mientras sus mujeres e hijas eran violadas.
El rumor de la canción cubrió todo el
territorio y el diablo blanco vio allí el negocio.
El whisky casero quemaba las gargantas y
propiciaba ese particular llanto, que musitaba esas noches, ese tono
cautivo al diablo blanco, lo obnubilo de tal modo que no pudo más
que querer aprovecharse de él, no comprendía ese tono, esa
frecuencia musical, de donde nacía, pero sabía que podría
transformarla en oro.
Este experimento del diablo blanco duró poco, el Sr. Johnson moría envenenado poco tiempo después, inaugurando el selecto club de los 27.
El negocio estaba servido, el diablo blanco se llevó consigo su alma y una leyenda nacía. Años más tarde la canción de los condenados salió del Delta y recorrió el país, competía con el folk mediocre del interior, y barrió en el norte.
Las estaciones de radio comenzaron a propagar ese tono, lleno de melancolía y rabia.
Lamentos desacompasados que te
cicatrizaban de inmediato, dejando una huella imborrable.
Etiqueto el producto y lo propago, acompaño a los soldados en la segunda guerra mundial y para cuando la guerra termino, el show ya estaba preparado. Según pasaban los años, las guitarras se fueron electrificando y el sonido fue cobrando distintos matices, distintos tonos.
La canción de los condenados se había diversificado tanto que tenía público de todos los colores.
El diablo blanco hizo su mayor apuesta,
dándole la canción de los condenados a los blancos, así podría
controlarlos a todos, y empezó a adquirir almas blancas.
En el nuevo mundo tomo al joven Presley
para que tamizara y le diera un nuevo tono a esa canción, la misma
canción, la misma cadencia, mismo tono, distinto tamiz, mismo veneno
para los blancos.
El dinero empezó a llover y a llenar bolsillos, tanto era así que el diablo blanco se permitió el lujo de prescindir de todo aquel que brillara con luz propia, que no acatara sus normas, o no respetara el contrato.
Drogas y alcohol fueron la excusa para borrar esos brillos, sacrificios que a la vez provocaban que sus bolsillos se llenaran de oro.
La exclusividad acabo centrándose en él, todo músico que quisiera publicar, debía pasar por su filtro:
Esta fue una de las cláusulas fijas desde entonces.
A partir de la década de los 60 todas
las bandas o artistas que se quisieran subir al olimpo, debían
sacrificar a un miembro fundador, o en su defecto, el sacrificio se
extendía a un familiar o un hijo.
El diablo blanco es persuasivo y tentador, el resplandor del oro es hipnotizante, así que no era difícil pervertir el genio creativo, y prostituir a estos músicos. El dolor y la aflicción se callaba con drogas y alcohol, sustancias que el diablo blanco proporcionaba a estos artistas, para paliar la mala conciencia y el remordimiento.
Era curioso ver como lo tenían todo, todo lo que habían deseado y aun así, era más que evidente su desgracia.
Sus conductas autodestructivas
provocaban que la mayoría de las veces, el diablo blanco tomara
medidas drásticas y sacrificara de forma temprana al cordero. 27
años era la edad ideal para sacrificar a todos aquellos que se
vieran sobrepasados por sus propios remordimientos, por su mala
conciencia, por ese veneno llamado fama, un pacto con el diablo
tiene consecuencias y la música pago el precio más alto.
Se dio cuenta que muchos de ellos no
aguantaban, pronto quedaban totalmente exprimidos, y se veía
obligado a alargar la vida pública de esas primeras bandas que de
forma ridícula y esperpéntica, esas viejas glorias del rock and roll
seguían propagando la canción de los condenados, que un día décadas
atrás, vio conquistar el mundo, sin importar la lengua o la cultura.
Nadie pareció notar la diferencia, a pesar del contraste y la falta evidente de calidad.
El diablo blanco sabía que la repetición
provocaría la aceptación, así que inyectó su producto de forma
constante y mediática, la gente ya no escuchaba música, consumía un
tipo de frecuencias que los hipnotizaba y los transformaba en zombis
sin criterio ni gusto.
Su huida hacia delante fue propagar más
música electrónica, vacía e insustancial, y menos música orgánica.
Sonidos, solo esos sonidos nacidos de una computadora...
Es la era de los productores, que al servicio del diablo blanco fabrican estos sonidos que al ser replicados de forma constante por los distintos medios, provocan el atontamiento general, donde dejo de valorarse la calidad y solo se presta atención a los millones de descargas, eso es el barómetro del éxito, de la aceptación de la masa.
El día en que el músico decidió competir
en listas de ventas, fue el día en que mato a la música.
Ya no es el lamento del esclavo que
trabaja bajo el látigo del amo, ahora es el esclavo el que baila al
ritmo de ese mismo látigo.
Derramamos la misma sangre, teñimos de rojo la historia, pisamos el barro al mismo ritmo, y movimos nuestras sienes al mismo compás.
La métrica del látigo golpeando nuestras
costillas, fue la que dio origen a la canción de los condenados,
es el lamento apagado que sirvió de desahogo a toda la injusticia y
la humillación que sufrió el hombre.
Nos quitaron la música, pero seguimos bailando la misma canción, la canción de los condenados...
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