por Alberto Medina Méndez
13 Junio 2016
del Sitio Web
TeoduloLopezMelendez
La humanidad se ha acostumbrado a simplificar razonamientos y
obtener conclusiones sin evaluar demasiado el contexto.
Intentar abreviar pasos y omitir
procesos intermedios siempre ayuda a comprender ciertos complejos
hechos y de ese modo explicarlos, sin rodeos, de un modo sencillo.
No es una metodología necesariamente errónea, salvo cuando esa
modalidad se exacerba al extremo y se pretende, desde allí,
establecer conclusiones definitivas, totalmente absolutas e
irrefutables.
El comportamiento humano no es una ciencia exacta. La actitud de la
sociedad frente a cada hecho es habitualmente difusa, diversa y
puede identificarse, en ocasiones, alguna tendencia general cuando
se analiza la sumatoria de decisiones individuales.
Es justamente eso, una matriz global, un
resumen imperfecto de las determinaciones de muchos que coinciden
mayoritariamente en alguna dirección.
Si bien la generalización es una práctica muy difundida que ayuda a
explicitar en pocas palabras conductas sociales, cuando se trata de
la política, el riesgo de que la misma caiga en la inexactitud es
permanente.
Por eso cuando se dice que una sociedad ha elegido tal o cual
sistema político, ha apoyado a un sector partidario o a otro, hay
que tener siempre en claro que dicho acompañamiento es, en el mejor
de los casos, es relativo y solo una foto del momento en el que se
produjo esa votación ciudadana.
Los electores se inclinarán en un sentido definido pero esa decisión
la toman evaluando una larga lista de incidentes aislados que fueron
sopesados por los votantes y que influyeron, cada uno de ellos
marginalmente en esa determinación que solo expresa su apreciación
en ese instante específico.
Si esa compulsa se hiciera nuevamente unos pocos meses después, el
resultado podría ser bien diferente. Inclusive pudo ser
diametralmente opuesto si los candidatos ofrecidos a la ciudadanía
hubieran sido otros, o si el régimen eleccionario utilizado no fuera
el oportunamente vigente.
Una característica invariablemente ignorada es la eterna dinámica
de las sociedades.
Las percepciones se modifican, a veces
lentamente y otras a un ritmo más vertiginoso.
Nada es definitivo, todo está en
movimiento, sujeto a observación constante y cualquier
creencia asumida puede modificarse muy pronto. Si no se comprende
esta descripción, se pueden sacar conclusiones equivocadas que
empujan a tomar decisiones también fallidas.
Los que ganaron lo han logrado en esa ocasión. Eso no implica que
repetirán sus éxitos electorales en el futuro. La gente los apoyó en
esa coyuntura y no tienen asegurado respaldo infinito. Ni siquiera
saben si en este mismo momento cuentan con idéntico sustento
electoral.
Ni las encuestas de opinión más afinadas pueden dar fe de ello. En
todo caso sirven como un parámetro, incompleto, imperfecto, pero
siempre mucho mejor que la instintiva intuición utilizada como única
referencia.
Los que comprenden profundamente esta realidad saben que en política
siempre se transita por terreno fangoso, que nada es
seguro, que hay que hacer las cosas bien, explicarlas con
dedicación y cometer el mínimo número de errores posibles.
Nadie puede dar por sentado que ese respaldo obtenido gracias a un
clima favorable se sostendrá en el tiempo por arte de magia. Muy por
el contrario, las condiciones se modifican, las realidades
percibidas subjetivamente por la gente van mutando y lo que antes
era bueno, ahora puede dejar de serlo.
En este juego no hay lugar para la soberbia.
Quienes caen en las mieles del poder,
suelen tener la sensación de que los triunfos son eternos y que
nadie podrá sacarlos de su pedestal porque ellos ya han conseguido
esa victoria anhelada por tantos, sin advertir que todo está en
constante desequilibrio.
Suele pasar que quienes aterrizan allí prefieren ignorar cualquier
síntoma de que algo está mal. Filtran intencionalmente todo lo que
no encaja en sus paradigmas para sostener la ilusión de que los que
lo apoyaron siguen allí, siendo los mismos y que los críticos son
solo sus acérrimos adversarios.
La inmensa mayoría de las veces se gana por muy poco y también se
pierde por escaso margen. Los fanáticos de un lado y del otro pueden
mantenerse inmóviles por un largo tiempo, pero son muchos más los
que se replantean a diario su adhesión a un sector concreto o al
exactamente opuesto.
Cada vez más gente se declara independiente. Ni siquiera el
clientelismo ha logrado retener voluntades a cualquier precio.
Todos en algún momento se cansan, se
saturan, se agotan y esto sucede ya no por coincidencias o
discrepancias ideológicas, sino por posturas personales, actitudes
inadecuadas, por las formas, por esa arrogancia que molesta a
cualquiera.
No se trata de ser humilde por conveniencia. Eso también se percibe
fácilmente, más tarde o más temprano.
En todo caso tiene que ver con conservar
la claridad suficiente para no perder el norte en ningún
momento.
En la historia abundan ejemplos en el que pequeños hechos, meras
casualidades y errores aparentemente insignificantes cambiaron el
curso de los acontecimientos, inclusive en algunos casos para
siempre.
Por eso importa entender como se construye esa secuencia de sucesos
y trabajar fuertemente en tener los pies sobre la tierra asimilando
que todo es coyuntural, que los apoyos o rechazos en política se
corresponden con un instante puntual y que cualquier hecho aislado
puede romper el aparente equilibrio y llevar desde la situación
actual a una nueva totalmente diferente.
En definitiva solo se trata de la
política y sus circunstancias...
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