Ahora bien si has imaginado este escenario, habría que añadir en base a que podemos considerarnos salvados o inmunes a este virus.
Nada te hace tener la certeza de que eres o no, tonto.
Mientras la gente sigue muriendo, caen
infectados y fallecen personas, de todas las razas, de todas las
clases sociales, de todas las profesiones, no parece a primera
instancia haber un patrón, pero sí parece que mueren personas que
alguien en un momento dado fue considerado o etiquetado como
tonto.
La mayoría se remite al referente cultural "tonto es el que hace tonterías" que no significa nada y es demasiado arbitrario, alejado del sentido común, pero se acepta y lo derivan únicamente al comportamiento puntual del sujeto, que o bien sus pautas no siguen lo comúnmente aceptado o se comporta de forma irracional.
Por lo tanto un tonto no sería alguien
inculto, por lo cual un analfabeto no sería objetivo del virus, sino
todo aquel que no actúa, piensa o habla, según lo comúnmente
aceptado, ya que esto es catalogado como absurdo e inútil.
Alejado del drama acabas concluyendo que todos ellos eran un poco "tontos" y no te parece ilógico que mueran, es el razonamiento opaco de aquel que no quiere morir y no se ve incluido en esa masa tonta y estúpida que muere.
Según pasan las semanas y las muertes
empiezan a remitir, se va instalando esa sensación de seguridad, de
sentirse a salvo.
Se autoproclaman el próximo paso
evolutivo del hombre y no deja de haber alguno que encuentra
pruebas genéticas de ello, argumentos sólidos que amortiguan más de
por sí, la anestesiada mente de los supervivientes.
Aun así, muchos son los que no se preocupan, a pesar de todo parece que los tontos que siguen muriendo son gente que lo merecía, por ser un poco menos tontos que los que murieron en la anterior oleada.
La anestesia de la población
crece y son cada vez más los que se aíslan, los que se quedan en
casa, los que no comprometen sus actos, así que la inacción se
contagia más rápido que el propio virus.
A su vez cae tu jefe y el director
general, caen tus cuñados, muere tu vecino de abajo y los maestros
de tus hijos, el conductor del autobús, tu panadera y algún que otro
conocido...
La situación se vuelve insostenible y ya no parece haber criterio. Mueren como tontos aquellos a quien tú consideraste siempre con una lucidez envidiable, mueren y ya no parece haber remedio, no hay gobierno, y no queda ni una sola institución en pie.
No hay Dios, no hay salvación
posible, no parece haber refugio o escondite en el que poder
escapar.
Extrañamente sigues vivo y lejos de
encontrarte orgulloso por ser considerado de los más listos e
inteligentes del planeta, de los más racionales y más lógicos
te sientes cada vez más y más perdido, más y más condenado, pero
lejos de ver tu ego crecer ante este panorama, parece que ser el
mejor y no tener a nadie a quien restregárselo provoca un inusitado
vacío.
Entiendes que no hay victoria y
sobrevivir deja de tener sentido, si no hay con quien compartir.
Pero cuando miras al cielo y ves las estrellas ahí arriba observando, todas al unísono, todas fijando su vista en ti, y tú solo ante ese inmenso silencio, solo pareces escuchar al universo decir,
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