por Rubén Torres
09 Septiembre 2016
del Sitio Web LaCosechaDeAlmas

 

 

 

 

 

 


Imagina...

  • Imagina por un instante, que en los medios comienzan a alertar sobre la propagación de un peligroso y contagioso virus que mata a miles de personas.

     

  • Imagina que además dicen que ese virus solo contagia a los tontos y que son estos "únicamente" los que mueren de forma irremediable.

     

  • Imagina que los gobiernos y las organizaciones de salud se despreocupan, argumentando que estos efectos y sus consecuencias son un "beneficio" para la humanidad y para el planeta, y que no se plantean incluir en sus agendas combatir el virus, ni van a luchar o gastar recursos en buscar un remedio por algo que estiman beneficioso a corto plazo

     

  • Imagina que comienzan a propagarse argumentos en la red, que aluden que haciendo tal o cual cosa, siguiendo tal o cual método o técnica, te salvas o al menos el virus no te mata…

Ahora bien si has imaginado este escenario, habría que añadir en base a que podemos considerarnos salvados o inmunes a este virus.

 

Nada te hace tener la certeza de que eres o no, tonto.

 

Mientras la gente sigue muriendo, caen infectados y fallecen personas, de todas las razas, de todas las clases sociales, de todas las profesiones, no parece a primera instancia haber un patrón, pero sí parece que mueren personas que alguien en un momento dado fue considerado o etiquetado como tonto.

Desde las redes se argumenta y se teoriza.

 

La mayoría se remite al referente cultural "tonto es el que hace tonterías" que no significa nada y es demasiado arbitrario, alejado del sentido común, pero se acepta y lo derivan únicamente al comportamiento puntual del sujeto, que o bien sus pautas no siguen lo comúnmente aceptado o se comporta de forma irracional.

 

Por lo tanto un tonto no sería alguien inculto, por lo cual un analfabeto no sería objetivo del virus, sino todo aquel que no actúa, piensa o habla, según lo comúnmente aceptado, ya que esto es catalogado como absurdo e inútil.

Mientras el virus provoca que mueran algunos de tus vecinos, algún familiar lejano, algún compañero, algún amigo y algunos conocidos.

 

Alejado del drama acabas concluyendo que todos ellos eran un poco "tontos" y no te parece ilógico que mueran, es el razonamiento opaco de aquel que no quiere morir y no se ve incluido en esa masa tonta y estúpida que muere.

 

Según pasan las semanas y las muertes empiezan a remitir, se va instalando esa sensación de seguridad, de sentirse a salvo.

Cada vez son menos los que caen, en la televisión ya no hablan tanto de esto, parece que ese virus ha catalogado a los supervivientes como algo digno de permanecer vivo y por lo tanto nadie los etiquetaría como tontos.

 

Se autoproclaman el próximo paso evolutivo del hombre y no deja de haber alguno que encuentra pruebas genéticas de ello, argumentos sólidos que amortiguan más de por sí, la anestesiada mente de los supervivientes.

Pero cuando todo parecía tranquilo, todo parecía superado, vuelve haber un repunte de muertes, los científicos más prestigiosos y reputados, concluyen tras comprobar resultados de numerosos exámenes, estudios y análisis que al morir todos los tontos ese estándar ha mutado y ha tomado a todos aquellos que en este nuevo paradigma pueden llegar a ser considerados tontos.

Ante esta situación, los científicos pueden llegar a prever que otro gran número de personas caerán fulminadas por este virus y un gran número de "nuevos tontos" morirán.

 

Aun así, muchos son los que no se preocupan, a pesar de todo parece que los tontos que siguen muriendo son gente que lo merecía, por ser un poco menos tontos que los que murieron en la anterior oleada.

 

La anestesia de la población crece y son cada vez más los que se aíslan, los que se quedan en casa, los que no comprometen sus actos, así que la inacción se contagia más rápido que el propio virus.

Caen cantantes, tertulianos, actores, escritores de moda, diseñadores, arquitectos, pseudo-espirituales, todos prescindibles...

 

A su vez cae tu jefe y el director general, caen tus cuñados, muere tu vecino de abajo y los maestros de tus hijos, el conductor del autobús, tu panadera y algún que otro conocido...

Tu parece que te salvas, parece que no eres de esos que el virus tomo por tontos. Pero esta vez, esta oleada se llevó a alguien querido, tu padre, una hermana, un sobrino... poco a poco te das cuenta que quizás en la próxima te pueda tocar a ti.

Según cesan las muertes, hay un periodo de calma y otra nueva oleada comienza.

 

La situación se vuelve insostenible y ya no parece haber criterio. Mueren como tontos aquellos a quien tú consideraste siempre con una lucidez envidiable, mueren y ya no parece haber remedio, no hay gobierno, y no queda ni una sola institución en pie.

 

No hay Dios, no hay salvación posible, no parece haber refugio o escondite en el que poder escapar.

Según se van sucediendo periódicamente estas oleadas, te vas quedando más y más solo.

 

Extrañamente sigues vivo y lejos de encontrarte orgulloso por ser considerado de los más listos e inteligentes del planeta, de los más racionales y más lógicos te sientes cada vez más y más perdido, más y más condenado, pero lejos de ver tu ego crecer ante este panorama, parece que ser el mejor y no tener a nadie a quien restregárselo provoca un inusitado vacío.

Finalmente quedas tú únicamente como único superviviente a esta plaga que fue acabando con todos los tontos, el mundo ha quedado deshabitado por completo dejándote a ti como único superviviente, única muestra del humano del futuro, amo y señor de todo un planeta, una especie de elegido.

Todos los tontos murieron y desaparecieron y quedaste tú, únicamente tú, para poder contarlo, pero la sensación que te queda no es de triunfo, no es un orgullo y entiendes que mucho menos un honor cuando todos se han ido y te has quedado solo.

 

Entiendes que no hay victoria y sobrevivir deja de tener sentido, si no hay con quien compartir.

El regusto final que da esta sensación dice más de ti que todos los estudios o análisis que pueda hacer la ciencia. Ahora eres el más racional del planeta el más inteligente, el más coherente, el mejor.

 

Pero cuando miras al cielo y ves las estrellas ahí arriba observando, todas al unísono, todas fijando su vista en ti, y tú solo ante ese inmenso silencio, solo pareces escuchar al universo decir,

"Tonto el ultimo".