por Rubén Torres
del Sitio Web
LaCosechaDeAlmas
Consideramos familia a esas personas que llevan nuestra misma sangre, es ese parentesco el que nos enlaza a ellos y nos hace vincularnos de por vida.
Vinculo de sangre con grado, y con una
capacidad para modelar nuestra conciencia, inculcando en nuestra
mente "valores" útiles para desenvolvernos en el mundo real, en
nuestra querida sociedad.
Nos llevamos con nosotros ese deber no escrito de criar y salvaguardar a nuestra descendencia, no criamos y educamos a personas independientes y seguras de si mismas, sino todo lo contrario.
El sistema y el miedo y la cultura de la
escasez, se encarga de que inculquemos generación tras generación,
esa estúpida necesidad de proteger a nuestros hijos como a infantes
durante toda su vida.
Preocupados y temerosos, de que no
enfermen, que coman, que se relacionen y se integren, que no tengan
conflictos, que no se desvíen, que amistades tienen, que parejas
tienen, que trabajos tienen, ganan suficiente, pueden valerse por sí
mismos…
En la naturaleza, todas las especies cuidan y crían a sus cachorros y sus polluelos, pero cuando están listos, sueltan y les dejan volar, unos vivirán más y otros vivirán menos, pero el trabajo del progenitor ya está hecho, y son las decisiones de ese cachorro ya crecido, las que le llevaran a seguir el ciclo o caer en las fauces de cualquier depredador.
Sería injusto responsabilizar a sus padres de caer devorado o de morir sin cumplir con el programa, sin embargo con los humanos pasa todo lo contrario.
A pesar de tener más inteligencia, no
hemos sido capaces de comprender ese ciclo vital, y el sentimiento
posesivo nos lleva a controlar cada una de las etapas que van
quemando nuestra descendencia.
Es el juego de controlarlo todo
y a la vez tener alguien superior que nos controle y nos guíe, un
juego estúpido en el que aún no hemos sido capaces de superar el
primer nivel.
Sus creencias y sus ideologías lo serán igual, orientadas a que alguien superior nos diga cómo comportarnos, como ser, como vivir.
Este sistema nos da la pauta, para vivir
mamando de su pecho de por vida, sin riesgo y sin conciencia. Ese
pecho nos mantiene cómodos, y en un perpetuo sopor, no nos alimenta,
pero tampoco sentimos la necesidad de despegarnos de ahí.
No tenemos libre albedrío, pero ¿para que lo queremos?
Se nos dice que lo tenemos y eso es real, es verdad, lo tenemos y siempre está ahí esperando a que lo agarremos, pero ¿para qué? No lo necesitamos, el modo en el que nos educan y educamos, lo demuestra.
No tomaremos decisiones más allá, de elegir un color, una pareja, un medio de transporte y el ataúd, poco más.
Tus estudios están condicionados, primero, a las necesidades que quiera cubrir el sistema y segundo, las que quiera cubrir tus tutores y su orgullo de estirpe. El trabajo tampoco lo elijes, ya que es la empresa la que te contrata, y para todo lo demás, siempre hay cláusulas y letra pequeña.
Así que esa inmadurez nos deja de tal
modo, que a la hora de criar a unos hijos, lo hagamos como niños
con un juguete nuevo, son 'míos', y solo 'míos'…
Esto te hace replantearte incluso ese
ciclo sagrado que da la sangre y te das cuenta que un pariente nos
es necesariamente familia y que hay familia por ahí fuera
que ni siquiera conocemos aun.
Es esa amnesia la que nos hace perder
toda referencia en memoria de los seres con los cuales si tenemos un
vínculo real y duradero.
Es difícil de explicar, pero seguro que a muchos de vosotros os ha pasado que tenéis algo tan fuerte con alguien que supera esa trillada etiqueta llamada "amistad", o la más manoseada aun, y típica tópica relación de pareja.
Nadie os da pruebas, pero sentís y percibís que hay algo más, ni vuestros sentidos, ni vuestra memoria, os permiten encajar y relacionar adecuadamente ese vínculo.
Cualquier gurú te metería en el
patetismo de las almas gemelas, pero no se trata de algo
romántico y no es una simple amistad, ni siquiera podrían ser
considerados familia, porque ese vínculo trasciende toda etiqueta y
todo programa.
Nos dan una identidad, una nacionalidad,
nos dan cuerda y a correr, como pequeños soldaditos de plomo, en una
maqueta en el que la muerte y la sangre derramada son reales.
En realidad aquí, nadie conoce a nadie,
nadie sabe nada de nadie, y nos ofuscamos por salvar una identidad y
una vida que ni siquiera es nuestra. La realidad es que estamos aquí
de alquiler, y
vida tras vida nos renuevan este
precario arrendamiento.
Sin más guía que su ánimo y su aliento,
para seguir levantando la vista y tener el valor de avanzar en
este sin sentido.
Reconectar esos hilos, supondrá
reconectar más aun nuestro Ser, supondrá recuperar nuestro estado
natural y sobretodo supondrá, reescribir la definición que tenemos
de Familia...
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