09 Enero 2017
del
Sitio Web
PijamaSurf
La magia y la ciencia
cognitiva
se unen para descubrir
cómo manipular lo que elegimos
(o creemos elegir...)
En el 2005 dos científicos de la Universidad de Lund en Suecia,
Lars Hall y Petter Johansson, realizaron un experimento
que transformó la manera en que las ciencias cognitivas perciben la
libre elección (¿libre
albedrío...?)
La prueba era simple:
se ofrecía a un grupo
de voluntarios, uno por uno, elegir la que más les agradara de
entre dos fotografías con mujeres previamente seleccionadas como
igualmente guapas en un grupo focal anterior.
Luego se ponían boca
abajo las fotos, unas con el reverso negro y otras rojo.
El mantel que cubría la
mesa también era de color negro. A continuación se pedía a los
participantes que tomaran la fotografía que acababan de elegir.
Sin que ellos lo
supieran, el investigador hacía un pase de ilusión conocido como
"arte negro".
Nuestras neuronas
visuales están construidas para detectar y buscar el contraste; es
difícil distinguir negro en fondos negros, por lo que esconder las
fotografías resultaba bastante fácil.
Las fotografías se cambiaban para que los voluntarios recibieran una
fotografía con reverso rojo, y al frente estaba la persona contraria
a la que habían elegido en un primer momento.
Este truco pasaba
desapercibido por completo; sólo el 26% de los participantes
lograron percatarse del cambio.
Más aún, cuando se pidió a los participantes que explicaran su
selección (mirando la tarjeta que no habían elegido) no dudaron ni
un poco.
Rápidamente desarrollaban
análisis para justificar o explicar una elección que ni siquiera
habían hecho. En lugar de evaluar la carta que habían tomado de la
mesa, primero actuaban y pensaban después.
Esto comprueba que el juicio de retrospectiva es una herramienta de
uso constante al momento de justificar nuestras elecciones ante
otros y que nuestras elecciones son fácilmente manipulables.
Los científicos
bautizaron esta ilusión como ceguera electiva.
Esta ceguera revela que a menudo nuestras elecciones están mucho más
constreñidas y limitadas de lo que nos atrevemos a creer, es decir,
que nuestro sentido de agencia al momento de tomar decisiones puede
ser una completa farsa en la que el primero que se engaña somos
nosotros mismos.
Para muestra, un botón:
Otra prueba, hecha en
2013 por el mismo equipo, analizó las reacciones de varios
voluntarios que llenaron una encuesta sobre sus preferencias
políticas y que luego les fue entregada con cambios drásticos.
La mayoría de los
participantes defendió y explicó sus elecciones, e incluso
algunos manifestaron su intensión de cambiar su voto basándose
en los cambios hechos a su propia encuesta.
¿Será que hacer que las
elecciones de la gente favorezcan a uno u otro bando es cuestión de
saber mover bien las cartas...?
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