28 Mayo 2013
del
Sitio Web
11Patern
¡Oh Hermes,
entrégame el cáliz de mercurio!
Pues mi alma ya no puede
soportar el dolor
que mi cuerpo mortal le
inflige…
El único camino que conozco hacia la equidad de la relación entre
personas, es la asunción de responsabilidad sobre uno
mismo y sus propias acciones, pues al integrarlo como mecanismo
rector, lo proyecto y puedo reconocerlo también a nivel colectivo.
Evoco la responsabilidad como mecanismo orientador, partiendo de la
reflexión propia, siendo consciente que no pretendo revelar al
lector ninguna verdad trascendente ni irrebatible, si no más bien lo
contrario.
Mi objetivo es ofrecer
elementos para la reflexión ajena, el camino a seguir en la búsqueda
del grial es distinta para cada uno de nosotros.
La responsabilidad para con uno mismo, incluye distintos componentes
entre los que incluiría como elementos principales: el cuidado del
cuerpo físico, el cuidado del cuerpo espiritual y el cuidado de la
mente racional.
Siendo este último objeto
de la primera parte de esta serie de artículos, por considerar que
se haya en el punto intermedio del diálogo que se produce entre lo
material y lo divino.
Mi sentido común me inclina a pensar en el cultivo de la conciencia
crítica como la capacidad latente que todos tenemos de observarnos a
nosotros mismos como espectadores, reflexionar sobre los propios
actos y sobre los de los demás.
Incluyo las palabras en
la categoría de actos en la medida que producen efectos y que
proceden de la reflexión o la ausencia de la misma.
La conciencia crítica enmarcada como la capacidad de poner en tela
de juicio los argumentos propios y ajenos, verbales o no verbales,
en la búsqueda de un punto de equilibrio que de sentido al conjunto
y pondere las acciones y las opiniones.
Así al favorecer el desarrollo de esa conciencia crítica, no solo
mejoramos nuestra capacidad de interacción con el mundo que nos
rodea en la búsqueda constante que impulsa nuestras vidas, si no que
afinamos un instrumento muy preciso y agudo al que denominamos
percepción.
Dicho instrumento ilumina el umbral de la consciencia.
Cuando la percepción se
eleva, la mirada que prevalece es la que se fija en el interior, la
que permite reconocer la voluntad que nos anima y nos mueve en
última instancia. Esta se oculta tras el velo de nuestra
irracionalidad.
Es la capacidad de
reflexionar sobre uno mismo y las acciones propias la que permite
auto observarse desde la distancia, la que contiene la llave hacia
los rincones anhelados del alma.
Zampar, privar, sobar, currar, follar, cagar, mear, palmar… la
vulgaridad verbal como metáfora dialéctica e ilustradora de la
naturaleza irreflexiva e impulsiva de la mayor parte de la
población.
Como nos pueden golpear u
ofender las palabras, así nos impactan las acciones cotidianas de
nuestros semejantes.
Permanecer en los cienos de la bestialidad, siendo presas del
impulso irracional y del atropello recíproco, o cultivar el diálogo,
la respuesta ponderada a través de la introspección, para finalmente
alcanzar el estatus de ser humano.
Es una elección que
debemos plantearnos cada uno de nosotros.
Debemos tener en cuenta en la búsqueda de esa conciencia crítica, el
control que atribuimos sobre nuestras propias acciones.
-
¿Somos víctimas
del destino y de las circunstancias o por el contrario lo
que ocurre a nuestro alrededor se debe a una concatenación
de acciones propias?
-
En otras
palabras, ¿decido como es mi vida o los demás lo hacen por
mi?
Es una pregunta
fundamental en los tiempos que corren, ya que si atribuimos el
control sobre nuestras vidas a causas externas, no nos queda más
remedio que la resignación y la búsqueda del placer efímero como
válvula de escape a la pretendida prisión.
El entretenimiento como
meta y la cercanía del estímulo como desencadenante último del
comportamiento.
Si por el contrario nos enfocamos hacia el interior, podremos
observar que siempre tenemos la capacidad y la responsabilidad de
elegir.
La elección entre ser
víctimas del destino y dejarnos llevar… o empoderarnos como seres
conscientes y asumir el papel que estamos destinados a desempeñar a
nivel individual y colectivo.
Todos podemos sentirnos manipulados, en el grado en que creamos que
no tenemos control sobre nuestras propias acciones.
El grado de descontrol y
desconocimiento sobre nuestra propia consciencia, marca el umbral de
manipulación de nuestras acciones cotidianas.
A medida que nuestra
conciencia crítica mejora, nuestra agudeza mental y entendimiento
también lo hacen; en ese momento podemos aprender a gestionar los
instintos y las emociones, para abandonar el estado bestial en el
que nos hemos estado sumidos.
Emerge pues la conspiración en el primer acto de la presente obra,
como coartada para la no asunción de responsabilidad sobre nuestras
acciones cotidianas, a nivel personal y colectivo.
Obviamente ocurren cosas
en el mundo, mejores y peores, también hay personas que toman
decisiones, frente a otras que prefieren no tomarlas.
El decaimiento de la
responsabilidad colectiva por omisión y abandono de voluntades
individuales por hábito y comodidad.
Cuando uno asume su parte de responsabilidad en la construcción de
su entorno inmediato, la atribución causal externa desaparece y por
lo tanto pasamos de víctimas a actores, de objetos de conspiración a
arquitectos de nuestro destino.
Por otro lado asistimos atónitos al despiece de la voluntad humana,
rodeados de mercaderes de verdades que diariamente se disputan la
carnaza espiritual de los dormidos y que exacerban su naturaleza
bestial al facilitar su anclaje a las energías que los adoctrinan.
Es el segundo acto de la
obra que se lleva a cabo simultáneamente al primero, mientras entre
bambalinas se encuentran los aspirantes a Maestros.
Se hace patente pues la necesidad de afinar la capacidad de
discernimiento, para comenzar a tomar decisiones sobre los asuntos
que nos ocupan.
La crisis más profunda marca el momento de máxima producción de
estiércol, lo que muchos obvian es la germinación de los nuevos
brotes que se desarrollan gracias y a través de la energía de la
putrefacción.
La crisis más profunda
marca el inicio de un renacimiento del espíritu humano, a nivel
individual y colectivo.
El resurgir del ser humano como arquetipo del potencial divino, se
expresa a través de la metamorfosis de la voluntad verdadera del
alma. Cada persona, cada una de esas luces individuales es un
destello único e irrepetible de la verdadera forma del espíritu
humano y divino por definición.
Por eso cada vida desperdiciada, cada chispa de divinidad efímera,
puede representar una faceta crucial de nuestra consciencia
colectiva, indispensable para dar el siguiente paso hacia nuestra
destino, ocupar un lugar en la comunidad de razas que viajan
libremente por el cosmos y que han superado su infancia colectiva.
Capacidad de cambio y creación a través de la transmutación de
nuestra verdadera voluntad y propósito personal.
Un individuo puede producir el movimiento de todo un colectivo por
concatenación de sinergias inconscientes y esto lejos de ser una
buena noticia, es la clara demostración que como grupo aún andamos
en pañales.
Por otro lado nos ofrece
la oportunidad de vislumbrar el potencial que alberga nuestra
verdadera naturaleza, una vez se doma y comprende a la bestia que la
controla.
Fijando nuestra mirada en ejemplos a seguir, el héroe que debe caber
en nuestras vidas es el que cada uno de nosotros puede descubrir en
sí mismo, pues el potencial que albergamos es único e infinito.
Una piedra preciosa que
solo necesita ser pulida para alcanzar su clímax, utilicemos la
capacidad de discernimiento como cincel de nuestra consciencia y
'unámonos' a los Dioses del Olimpo.
Asumamos nuestra
responsabilidad y unámonos como iguales.
El verdadero espíritu humano vuela libre lejos de,
-
ideales políticos
-
convenciones
sociales
-
doctrinas
-
religiones
-
moralinas
-
éticas caducas
Todos estos
condicionamientos son meras distracciones, generadas con el único
objetivo de mantener cautiva la naturaleza que nos pertenece y que
trasciende muros intangibles.
El único límite que nos
sujeta y nos impide volar, es aquel que seamos capaces de
imaginar...
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