por Jennifer Delgado
24 Mayo 2017
del Sitio Web
RinconPsicologia
Buda, en la búsqueda de la iluminación, también intentaba
descubrir cómo liberarnos de la ignorancia y el sufrimiento.
Al igual que otros
grandes sabios del pasado, propuso una filosofía práctica que nos
anima a centrarnos en las cosas más sencillas como una vía para
alcanzar metas mayores.
El taoísmo lo resumió
perfectamente en una frase:
un camino de mil
kilómetros empieza por un solo paso.
Sin embargo, en la vida
cotidiana nos resulta difícil aplicar estas enseñanzas.
La parábola de
la flecha envenenada
En el
Majjhima Nikaya, una colección de
textos atribuidos a Buda que forman parte del
Canon Pali, podemos encontrar la
"parábola de la flecha envenenada".
Gautama Buda le contó
esta historia a un discípulo que se mostraba impaciente por escuchar
del maestro las respuestas a las "14 preguntas sin respuesta"
relacionadas con cuestiones metafísicas como la vida después de la
muerte.
"Hubo una vez un
hombre que fue herido por una flecha envenenada.
Sus familiares y amigos querían procurarle un médico, pero el
enfermo se negaba, diciendo que antes quería saber el nombre del
hombre que lo había herido, la casta a la que pertenecía y su
lugar de origen.
Quería saber también si ese hombre era alto, fuerte, tenía la
tez clara u oscura y también deseba conocer con qué tipo de arco
le había disparado, y si la cuerda del arco estaba hecha de
bambú, de cáñamo o de seda.
Decía que quería saber si la pluma de la flecha provenía de un
halcón, de un buitre o de un pavo real...
Y preguntándose si el arco que había sido usado para dispararle
era un arco común, uno curvo o uno de adelfa y todo tipo de
información similar, el hombre murió sin saber las respuestas".
Al leer la parábola la
primera idea que nos viene a la mente es que la actitud del hombre
herido es absurda y necia. Sin embargo, Buda nos está diciendo que
todos nos comportamos de la misma manera sin darnos cuenta.
De cierta forma, todos estamos heridos con esa flecha envenenada ya
que, antes o después, moriremos.
Sin embargo, vivimos sin
ser plenamente conscientes de nuestra mortalidad, por lo que a
menudo le damos una importancia excesiva a cosas intrascendentes que
nos impiden disfrutar del presente sumiéndonos en un estado de
preocupación innecesario.
Grandes
enseñanzas para toda la vida
Céntrate en lo que realmente te ocurre
En muchas ocasiones, para resolver un problema es importante no
perderse en divagaciones, necesitamos actuar. Lo más usual es
que detrás de esas cavilaciones se esconda el miedo y la
incertidumbre.
Cuando nos
enfrentamos a un problema y nos vamos por las ramas, aunque
sabemos cuál es la solución definitiva, es porque tememos a
algo.
Sin embargo,
considera que a largo plazo las soluciones tibias solo sirven
para generar más problemas, además de crear un estado de
insatisfacción interior.
En otros casos activamos
mecanismos de defensa como la
proyección o el desplazamiento mediante los cuales trasladamos
el problema fuera de nosotros mismos, o intentamos esconderlo.
Generalmente esto se
debe a que no deseamos aceptar que formamos parte del problema,
por lo que para solucionarlo primero debemos trabajar sobre
nosotros mismos.
En cualquier caso, la
estrategia nunca es mirar hacia otro lado, es importante
comprender qué nos ocurre realmente y aprender a priorizar aquí
y ahora.
Da un paso a la vez
La mente puede convertirse en nuestra mejor aliada o nuestra
peor enemiga.
Podemos usarla en
positivo para solucionar problemas o podemos usarla en negativo
encontrando un problema para cada solución.
Para vivir con menos
agobio y estrés la clave consiste en ir paso a paso.
Eso no significa que
no podamos anticiparnos a los problemas, pero debemos
asegurarnos de que no estamos alimentando un pensamiento
catastrofista.
Céntrate en el presente, valora cuidadosamente la situación en
la que estás y da un paso a la vez, ese paso no te llevará
directamente a tu destino, pero al menos te sacará de donde
estás.
Vive día a día, como
si cada jornada fuera la primera y la última de tu vida.
Deja que todo fluya y que nada influya
A veces nos quedamos cautivos de los problemas, aunque estos ya
se hayan solucionado o formen parte del pasado, ya que siguen
rondando nuestra mente, provocando desazón, ira, frustración y
rencor.
Cuando nos aferramos
a lo sucedido, cuando no dejamos ir esas emociones y
sentimientos, nos convertimos en sus esclavos.
En este sentido, un estudio llevado a cabo en la Universidad de
Harvard reveló que pasamos el 47% de las horas que permanecemos
despiertos pensando en lo que nos ha ocurrido o lo que nos
podría ocurrir.
Esa "mente errática"
es la causa de que nos preocupemos excesivamente y de nuestra
infelicidad. El mejor antídoto es centrarse en el presente y
experimentar gratitud por lo que tenemos y lo que somos.
Así lograremos
restarles impacto a las experiencias negativas y alcanzar el
equilibrio.
Elimina todo lo innecesario
Leonardo da Vinci dijo,
"la simplicidad
es la máxima satisfacción", y no andaba desacertado.
A lo largo de nuestra
vida cargamos con muchas cosas, que solo sirven para generar
caos y abrumarnos. Cuando te das cuenta de que puedes vivir sin
ellas y ser aún más feliz, logras valorar más lo que tienes y te
liberas de un gran peso.
Eliminar todo lo innecesario también se refiere a los
sentimientos, creencias, estereotipos o sueños que no te
pertenecen y que solo son un obstáculo.
Cuando mires dentro
de ti, te asombrará descubrir que muchas de las frases de tu
diálogo interior realmente no son tuyas sino que te las han
inculcado.
Haz
una limpieza mental y deshazte
de las emociones que te dañan, como el resentimiento por un
viejo suceso, la angustia por algo que probablemente nunca
ocurrirá y el miedo a perder lo que tienes.
Si vamos más ligeros
de equipaje no solo podremos llegar más lejos sino que también
disfrutaremos más del viaje.
Fuente
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