por Alejandro Martínez Gallardo
16 Julio 2017
del Sitio Web
PijamaSurf
Coinciden filósofos y místicos
de todas las eras
en que el silencio es el
principio
del más alto conocimiento
El silencio es el recogimiento del Ser
en el retorno a su verdad.
(Heidegger)
El silencio es el sueño
que nutre la sabiduría.
(Francis Bacon)
La mente recubre la realidad sin darse cuenta.
Para conocer la
naturaleza de la mente
necesitas inteligencia,
la capacidad de
observar a la mente en silencio
con conciencia desapegada.
(Nisargadatta Maharaja)
Sé tan silencioso como un pez
y sumérgete en el océano de la dicha.
(Rumi)
Permanezcamos en silencio
para que así podamos escuchar
el murmullo
de los dioses.
(Emerson)
El que habla no sabe;
el que sabe no habla.
(Lao-Tse)
El silencio en todas las tradiciones místicas y gnósticas tiene un
lugar central.
Filósofos y místicos de todas las eras han reconocido
que para que la mente logre acceder a los aspectos más sutiles de la
existencia y pueda realmente conocer lo que es, es necesario
silenciar el pensamiento discursivo, conceptual o representacional.
Un símil utilizado en las tradiciones de la India puede servir para
entender esto:
si tenemos una imagen (por ejemplo, la Luna)
reflejada en un cuerpo de agua, podremos verla con mayor claridad si
la superficie está quieta; si en cambio existen agitaciones, ya sea
por el viento o por una roca que al caer genera ondas en el agua, no
podremos ver con la misma claridad la imagen.
El matemático y filósofo francés
Blaise Pacal escribió:
"La
infelicidad del hombre se basa sólo en una cosa: que es incapaz de
quedarse quieto en su habitación".
Una frase que hay que leer a la
luz del silencio, tanto en su aspecto gnóstico como en su aspecto
más secular como un remedio para el estrés.
En este artículo
intentaremos explicar por qué el silencio y la quietud son las
llaves que llevan no sólo a la felicidad sino, más aún, a la
sabiduría, que es al final de cuentas una felicidad serena y
duradera que conquista la mutabilidad del ánimo y de las
circunstancias.
Es sólo el hombre que es capaz de aquietar su mente
y sus emociones quien puede ver la realidad.
Podemos parafrasear:
"Quédate quieto y te conocerás a ti mismo y a los dioses".
La frase de Pascal también puede entenderse en relación al concepto
de Heidegger del "pensamiento meditativo" que piensa al Ser, a
diferencia del pensamiento superficial, representacional o
calculador.
Heidegger sugiere que para para alcanzar este
pensamiento meditativo es necesario "esperar". Este esperar es estar
receptivo a la apertura del Misterio, al claro del Ser (que a su vez
también nos espera).
Se trata de un esperar que no espera nada en
específico, una espera sin objeto o meta, una espera pura y
totalmente abierta, una espera meditativa.
"No debemos hacer nada en
absoluto, sólo esperar", dice Heidegger en el texto Diálogos en un
camino de campo.
Hay que aprender a no hacer nada, como dice Pascal,
y hay que aprender a esperar, que es también algo así como saber
estar en una habitación quietos (lo cual no significa no pensar; al
contrario, significa pensar y contemplar lo más cercano e íntimo que
es el Ser).
Al hacer esto, dice Heidegger, nos volvemos sensibles a
la voz del Ser, y si la seguimos nos podemos transformar de tal
forma que todo pensamiento (Denken) se vuelve agradecimiento (Danken).
Aquí Heidegger cobra una dimensión mística similar a la de Meister
Eckhart, quien sugirió que si nuestra única oración es "dar las
gracias" eso es suficiente para el conocimiento de Dios.
Aunque este
esperar, este pensamiento meditativo no es exactamente lo mismo que
el silencio, sí es claramente un estado místico similar al wu-wei
taoísta, un hacer sin hacer, una especie de concentración meditativa
sin esfuerzo o voluntad.
El concepto clave aquí es
Gelassenheit, que
ha sido traducido al español como "serenidad", "dejidad" o
"ecuanimidad" y que alude a dejar ser, a una liberación, a una
soltura; se trata, según el mismo Heidegger, de una disponibilidad
ante el Ser que deja que las cosas sean en sí mismas, "en su
misterio e incertidumbre".
Heidegger llama a esto una forma
"superior de acción", emparentada con la espera, que es a la vez "un
acto superior que sin embargo no es ninguna actividad".
Así el Gelassenheit,
"yace más allá de la distinción entre actividad y
pasividad" y del "dominio de la voluntad",
...algo que suena justamente
a una paradoja taoísta.
En el Tao Te Ching leemos:
-
"El sabio actúa
sin hacer nada"
-
"El Sendero es siempre inacción, y sin embargo nada
queda sin hacerse"
-
"La más alta virtud es no hacer nada. Y, sin
embargo, nada necesita hacerse. La más baja virtud hace todo. Y, sin
embargo, mucho queda por hacerse"
El silencio en las tradiciones contemplativas de la India y el Tíbet
La India es un país que quizás no haya aportado tanto a la evolución
de la tecnología y de la ciencia que permiten, entre otras cosas,
que sondeemos la profundidad del espacio cósmico con poderosos
aparatos.
Sin embargo, su aportación al nivel de lo que podemos
llamar ciencia interna o de una disciplina del conocimiento de la
naturaleza de la mente es difícil de igualar.
Particularmente le
debemos a las tradiciones que se derivan del pensamiento védico el
desarrollo del "samadhi", un término que tiene numerosas acepciones,
pero que a grandes rasgos podemos traducir como "calma" y
"concentración", y que etimológicamente hace alusión a "unir" o
"perfeccionar" (en relación a la mente) - una acepción más que viene
de los Yoga-sutras de Patanjali es la de éxtasis o logro espiritual,
equivalente al nirvana.
Podemos decir que el verdadero éxtasis es la
calma, la constante quietud de la cual emerge la dicha, que es una
especie de luminosidad creativa - esta es la imagen védica de la
creación, una luz que empieza a relumbrar en las aguas calmas de la
mente.
El maestro de meditación y físico
Alan Wallace sugiere que el samadhi es el telescopio Hubble de la mente y que lograr amaestrar
lo que la tradición contemplativa budista ha mapeado como diferentes
etapas de absorción meditativa (de generación de samadhi) es el
requisito esencial para alcanzar los estados más altos de sabiduría.
En el budismo esto se lleva a cabo a través de la meditación
shamata,
la cual al producir samadhi da pie al vipassana (la visión clara
introspectiva).
"Una vez que la estabilidad se logra, entonces el
misterio puede ser revelado", escribe Wallace.
El gran maestro budista tibetano
Longchen Rabjam explica esta misma
idea de cómo son la quietud y la ecuanimidad lo que permite que
alcancemos el conocimiento de la verdad, algo que en el budismo
mahayana es representado como la diosa Prajnaparamita ("la diosa de
la perfección de la sabiduría trascendente").
Lo que descubre el
practicante que logra el silencio de la mente es la vacuidad (la
interdependencia de todos los fenómenos) que tiene una cualidad
radiante, una cualidad cognitiva pese a que no es una cosa:
Entiende que los fenómenos [dharmas] del samsara y el nirvana no
tienen naturaleza propia y descansa ecuánimemente sobre eso. Asienta
la mente sin elaboración externa hacia las cosas sólidas ni interna
en retraimiento concentrativo.
Entonces, al no referenciar ningún
fenómeno que sea otro que eso, la mente dualista racional se subsume
en un estado igual al espacio, el cual se expande hacia todos los
confines, y es llamado "prajna-paramita".
[Traducción de Tony Duff]
Aquí Longchenpa hace referencia a una meditación sin esfuerzo, a un
estado ciertamente avanzado pero a la vez completamente natural en
el que la mente se ha aquietado y deja de colorear con sus propias
elaboraciones tanto los fenómenos externos que percibe como los
internos.
Al descansar en este estado la mente se torna naturalmente
amplia y luminosa como el espacio mismo, una expansión que contiene
todos los fenómenos pero que no se agarra de ninguno.
Este estado,
que en realidad es la naturaleza prístina de la mente, es conocido
como rigpa en la tradición tibetana.
Longchenpa ahonda:
Dentro de la brillante vacuidad de
rigpa, mientras descansamos en la
suprema claridad natural sin involucrarnos con nada, la luminosidad
de las apariencias externas no tiene límites y los sentidos yacen
relajados y libres, y ya que no hay nada de qué asirse, los objetos
en el campo de las apariencias no se reifican.
En el vasto silencio
existencial de la luz clara innata, en la ininterrumpida matriz
radiante que no tiene principio, las apariencias son como reflejos
en un lago pelúcido.
[traducción Keith Dowman, Natural Perfection]
Esta misma idea en cierta forma se encuentra también en los Yoga-sutras
de Patanjali, quizás el texto más traducido en la historia de la
filosofía mística de la India. La frase sánscrita más conocida es
esta:
yoga nirodha chitta vritti.
Una traducción novedosa de
Christopher Wallis la vierte así:
"yoga es el estado en el que las
fluctuaciones mentales y emocionales se han aquietado".
Aquí Wallis
define yoga (que podemos referir como la unión con lo divino) como
un estado y no como una práctica per se:
el estado que resulta de
aquietar las fluctuaciones de la mente que impiden contemplar la
naturaleza esencial del ser, que para la tradición de Patanjali
tiene una identidad con lo divino, es decir, el ser individual tiene
una existencia temporal mayormente ilusoria, su naturaleza verdadera
es el Ser intemporal, inmutable e inefable.
De nuevo podemos evocar
la imagen del lago tranquilo en el cual podemos ver la realidad:
lo
que somos, más que la imagen que se refleja, es el agua que puede
acomodar toda imagen sin perturbarse.
El silencio en el zen
No hay duda de que la tradición del budismo zen tiene una de las
relaciones más ricas e íntimas con el silencio.
De hecho, el
silencio es su fundación a la vez que su último florecimiento:
el
principio y el final se encuentran en el silencio de la transmisión
del Buda y en el silencio de la realización del contemplativo, que
reconoce al practicar zazen que siempre ha sido Buda (se dice en el
zen que el silencio que se bebe cuando uno medita, incluso en la
mente de un principiante, es ya Buda).
En uno de los textos clásicos del zen,
Denkoroku (Crónicas de la
transmisión de la luz), el maestro Keizan narra:
Ante una asamblea de 80 mil monjes en el monte Grdhrakuta [monte
Buitre], el Buda sostuvo una flor en su mano y guiñó el ojo. Nadie
en la asamblea entendió lo que estaba haciendo, y permanecieron en
silencio.
Mahakashyapa sonrió... El Buda sostuvo una flor y mostró
que no estaba cambiando.
Mahakashyapa sonrió para mostrar que era
eterna. De esta forma Shakyamuni y Mahakashyapa se conocieron y sus
pulsos se entremezclaron. El entendimiento perfecto y puro no
involucra la mente que discrimina, así Mahakashyapa se sentó en
meditación y cortó la raíz del pensamiento.
Esta historia narra el origen del zen, una transmisión de la luz de
la sabiduría budista que ocurre en silencio, y continúa 2 mil 500
años después, en un linaje ininterrumpido de maestros y discípulos
que fundamentalmente se dedican a cultivar el silencio.
El silencio
es el secreto que al entenderse germina como la flor de la
iluminación, pero aquello mismo que se entiende no es más que
silencio.
El silencio de la mente meditativa en la obra de Krishnamurti
Aunque Jiddu Krishnamurti buscó separarse de las antiguas
tradiciones contemplativas de la India y forjó su propio camino, es
indudable que sus enseñanzas están fincadas profundamente en el dharma del país donde nació.
El silencio es fundamental en la visión
de Krishnamurti, incluso podemos decir que en Krishnamurti el
silencio toma el rol del gurú que es tan vital en el budismo y en el
hinduismo (y del cual Krishnamurti quiso distanciarse).
La propia
mente, cuando logra entrar en silencio, se vuelve el maestro que
muestra lo divino inmanentemente.
A continuación, un hermoso pasaje
del libro La mente meditativa:
La meditación implica un completo y radical cambio en la mente y el
corazón. Esto sólo es posible cuando existe un extraordinario
sentido de silencio interno, y con eso solamente surge la mente
religiosa. Esa mente sabe lo que es sagrado…
Una mente meditativa es silenciosa.
No es este el silencio el cual
el pensamiento puede concebir; no es el silencio de una tarde
calmada; es el silencio en el cual el pensamiento - con todas sus
imágenes, palabras y percepciones - ha cesado. Esta mente meditativa
es la mente religiosa - la religión que permanece intocada por la
Iglesia, los templos o los cantos.
La mente religiosa es una
explosión de amor. Es este amor que no conoce separación. Para él,
lejos es cerca. No es lo uno o lo múltiple, sino el estado de amor
en el que no existe división. Como la belleza, no es la medida de
las palabras.
Sólo desde este silencio la mente meditativa actúa.
...
Esa noche, particularmente en ese valle distante de antiguas colinas
que esculpían finamente las peñas, el silencio era tan real como el
muro que tocabas. Y veías las estrellas brillantes por la ventana.
No era el silencio autogenerado; no era que la tierra estaba quieta
y los pobladores se habían ido a dormir, sino que venía de todas
partes - de las estrellas distantes, de esas colinas oscuras, y de
tu propia mente y corazón.
Este silencio parecía cubrir todas las
cosas desde el más pequeño grano de arena en el estero - que sólo
conoció el agua corriente cuando llovió - hasta el alto y expansivo baniano y una ligera brisa que ahora soplaba.
Hay un silencio de la
mente que nunca es tocado por ningún ruido, por ningún pensamiento o
por el viento pasajero de la experiencia.
Es este silencio que es
inocente, y tan interminable. Cuando hay este silencio de la mente,
la acción brota de él, y esta acción no causa confusión ni miseria.
La meditación de una mente que es completamente silenciosa es la
bendición del hombre que siempre está buscando.
En este silencio
toda cualidad de silencio es. Hay ese extraño silencio que existe en
un templo o en una iglesia vacía en un pueblo remoto, sin el ruido
de turistas o fieles; y el silencio oneroso que yace en la
superficie del agua que es parte de aquello que está afuera del
silencio de la mente.
La mente meditativa contiene todas estas variedades, cambios y
movimientos del silencio. Este silencio de la mente es la verdadera
mente religiosa y el silencio de los dioses es el silencio de la
Tierra.
La mente meditativa fluye en ese silencio, y el amor es la vía de
esta mente. En este silencio hay dicha y alegría.
La voz del silencio en la cábala
El místico y cabalista David Chaim Smith nos introduce al papel del
silencio en la vida contemplativa en su libro de cábala no-emacionista
The Awakening Ground:
La práctica contemplativa empieza con el amor al silencio.
Silencio
en este caso no se refiere a la mera ausencia de sonidos audibles,
aunque este es uno de los aspectos que invitan a la mente a la gran
expansión de su naturaleza esencial. El gran silencio es pleno,
resonante y habla a través de todas las cosas.
Puedes empezar
llamándolo en tu interior, donde reside sin interrupción.
El amor al silencio es una especie de hambre o sed. Cala
profundamente hondo. La urgencia de unirse a él es como el fuego que
intensifica la aspiración gnóstica.
Smith habla de este amor al silencio como un fuego, un fuego que se
enciende en el corazón de un practicante con la aspiración gnóstica,
que es fundamentalmente el deseo de encontrar la libertad a través
de la sabiduría, una sed de lo absoluto, de contemplar siempre la
fuente.
Este fuego, el cual es descrito también como un fuego fluido
o un fuego líquido, va purificando la mente en una especie de baño
lustral en el cual el contemplativo va eliminando lo inesencial,
todo el ruido mundanal de conceptos y distracciones.
El silencio
además de purificar, de hacer la mente como el espacio primordial
sin mácula, es también para Smith el método más alto de
conocimiento, ya que la verdad no puede decirse, aunque sí puede
saberse: un saber que es un ser, un silencio, una oscuridad
luminosa.
Así el tzadik, el equivalente al
bodhisattva de la
tradición mística judía, es aquel que se despersonaliza, aquel que,
"no tiene una psique individual, esto en el sentido de que ya no hay
más apego al significado de los fenómenos relativos",
...y se convierte
en una expresión viviente de ese silencio luminoso:
"El tzadik no es
más que esta centella del silencio asumiendo forma, la cual anula la
separación entre su singularidad y su infinita variación".
En la cábala, la mente en su estado primordial de sabiduría
indiferenciada es representada por la imagen de las aguas y la letra
mem (que representa la sefira chokmah, según el Sefer Yetzirah).
Esta es el agua en la cual sopla el espíritu de Dios su hálito de
deseo gnóstico (Ruach Elohim), unas aguas que son una sabiduría tan
profunda que no puede expresarse:
el silencio.
Y sin embargo esta
totalidad indiferenciada, siempre pura, aparece como mundos y
cuerpos. Este es el sonido del silencio (el mundo en su
manifestación), expresado por la letra shin, un fuego crepitante
(equivalente a binah).
Pero, aunque el mundo se manifiesta, aunque
las letras divinas se inscriben en el espacio con toda su serie de
correspondencias y emanaciones, la gnosis más profunda revela que
aquello que se manifiesta no es más que lo absoluto en su infinito
juego creativo.
Cada una de las esferas del árbol de la vida
cabalístico y cada una de las apariencias no son más que Ein Sof (lo
Infinito, lo Absoluto).
"¿Cómo puede el infinito vaciarse o
dividirse? ¿Estas acciones sólo aplican a sustancias materiales
finitas, así que cómo pueden aplicarse a Ein Sof?...
El infinito se
refleja a sí mismo en cada detalle de sus apariciones", dice Smith.
La forma en la que el infinito irradia y se manifiesta como energía
en el mundo toma en la cábala un término sumamente sugerente:
"chasmal",
literalmente "la voz del silencio", y que es traducido a veces como
ámbar o electrum, una referencia a una cualidad eléctrica o
radiante.
Este término es utilizado por el profeta Ezequiel para
describir su famosa visión mística de una carroza o rueda flamante
compuesta de cuatro bestias angelicales con los rostros de un buey,
un águila, un león y un hombre (asociados con signos astrológicos,
las cuatro direcciones y los cuatro mundos cabalísticos), que se
mueve de manera coordinada, centelleando con el espíritu de Dios.
Esta visión es el origen
del misticismo del merkabah y el carro flamante es descrito a veces
como el trono de Dios, como un vehículo luminoso, como la
figura misma del hombre en su estado superno de iluminación.
David Chaim Smith
sugiere que el merkabah representa el vuelo gnóstico de una mente
libre de fijaciones conceptuales que asciende hacia la contemplación
mística de lo divino.
Poéticamente, escribe que,
"el merkabah debe seguir volando hasta que se convierte en el
cielo",
...esto es, eliminar toda dualidad entre un sujeto que percibe
y lo que se percibe.
Smith explica que chasmal, la voz del silencio, es la energía
espiritual que profiere a aleph, la primera letra del
alfabeto hebreo, y la cual simboliza la totalidad, una identidad con
Ein Sof.
En otras palabras, el
mundo surge como una corriente eléctrica en las aguas
indiferenciadas del silencio y aunque se manifiesta como diversidad
no es nunca más que ese fondo silencioso, una fuente ubicua.
De alguna manera, la contemplación silenciosa lleva a contemplar
esta paradoja primordial de la manifestación divina (también
conocida como el tzimtzum, una manifestación que es a la vez un
ocultamiento de lo absoluto en lo relativo).
La mente es como esa agua
cuya sustancia no es otra que la gnosis.
La mente que no se aferra a
sus propios constructos, presencia la voz del silencio que es la
luminosidad creativa que escribe mundos como hologramas sobre el
lienzo del espacio.
La disciplina
del silencio en la escuela pitagórica
Se dice que Pitágoras, el gran sabio que conjugó el
conocimiento científico con el conocimiento místico, en su escuela
de Crotona, requería que sus candidatos pasaran algo así como 5 años
en silencio antes de ser admitidos a sus misterios.
Esto ejemplifica de
manera explícita la tesis de este artículo de que el silencio y el
aquietamiento de las oscilaciones mentales es la base sobre la cual
se establece el más alto conocimiento.
Dice Thomas Stanley, uno de los más grandes biógrafos de
Pitágoras, que los 5 años de silencio eran una prueba de conducta
por la cual,
"el alma podía
convertirse en ella misma lejos de las cosas externas, de las
pasiones irracionales del cuerpo para asumir su propia vida que
es la vida eterna".
Sobre esta disciplina del
silencio, Clemente de Alejandría explica que,
"al abstraerse del
mundo sensible, el discípulo podía buscar a Dios con una mente
pura".
Luciano agrega sobre este
método que tenía la virtud de producir la reminiscencia.
Lo que parece razonable,
ya que el silencio parece hacernos olvidar nuestros pensamientos
superficiales para abandonarnos en la profundidad de la mente,
accediendo tal vez a capas más profundas del ser; siguiendo la
máxima platónica del conocimiento como recuerdo, podemos decir que
el silencio es una ciencia de la reminiscencia.
La vida pitagórica requería numerosos sacrificios además del
silencio, siempre moderación y frugalidad.
Pitágoras pedía a sus
discípulos que no bebieran vino, que comieran y durmieran poco, se
abstuvieran de la carne y en general de cualquier alimento de
difícil digestión. La idea general que se esboza aquí es que sus
hábitos estuvieran orientados siempre a no gastar energía en otra
cosa que no fuera el estudio de la filosofía y el cultivo de sus
facultades.
Thomas Stanley dice que
Pitágoras,
"procuraba a sus
discípulos una conversación con los dioses en visiones y
sueños",
...lo que no podía
ocurrir a un alma perturbada por el placer o la ira, o cualquier
otro transporte inadecuado, o con la impureza o la ignorancia.
Stanley precisa que no
todos los alumnos eran sometidos a 5 años de silencio; al parecer
Pitágoras personalizaba su instrucción y algunos de espíritu
naturalmente más tranquilo no tenían que pasar el lustro (a veces 2
años eran suficientes).
Una vez que los pupilos
cruzaban este umbral de silencio se les llamaba Mathematici,
antes eran Acoustici.
"Si no has sido
cambiado, estás muerto para mí", era el lema que se aplicaba a
aquellos que no lograban superar el período de prueba.
El silencio es
lo que hace al mago y al chamán
En un artículo anterior escribí sobre la relación entre
el
chamanismo y el silencio, basándome en una edición de la revista
Artes de México en la que se concluye por diversas fuentes que,
"La habilidad
chamánica consiste en percibir y mirar lo ausente y escuchar lo
que el silencio revela".
Esta misma idea puede
aplicarse también a los magos (siendo la más alta magia el
misticismo y el conocimiento de lo divino). La mejor elucidación de
esta relación es la que hace el místico hermético Valentin
Tomberg en su libro Los arcanos mayores del tarot.
Para concluir con este
acercamiento al silencio, que está impulsado por la inflamación
misma de la mente que desea el silencio como se desea a un amante,
como los ojos desean contemplar el cielo o como el fuego desea el
aire, descansamos en el ardor poético de estas palabras cuya riqueza
de matices lo mismo glosa los Yoga-sutras de Patanjali que
del wu-wei taoista o de "la noche del alma" de Juan de la
Cruz:
La concentración sin
esfuerzo - es decir, ese lugar en el que no hay nada que
suprimir y en donde la contemplación se vuelve tan natural como
la respiración y el latido del corazón - es el estado de
conciencia (i. e., pensamiento, imaginación, sensación y
voluntad) de calma perfecta, acompañada de la completa
relajación de los nervios y los músculos del cuerpo.
Es el profundo
silencio de los deseos, las preocupaciones, de la imaginación,
de la memoria y el pensamiento discursivo.
Uno podría decir que
todo el ser se vuelve como la superficie quieta del agua,
reflejando la inmensa presencia del cielo estrellado y su
armonía inefable. ¡Y las aguas son profundas, tan profundas! Y
el silencio crece, perpetuamente… ¡qué silencio!
Su crecimiento se
lleva a cabo a través de ondas regulares que pasan, una tras
otra, a través de tu ser: una onda de silencio seguida por otra
onda de silencio más profundo y luego otra vez una onda de
silencio aún más profundo…
¿Alguna vez has
bebido silencio? Si tu respuesta es afirmativa, entonces ya
sabes lo que es la concentración sin esfuerzo.
Con el tiempo, el silencio o la concentración sin esfuerzo se
vuelve un elemento fundamental siempre presente en la vida del
alma.
Es como el servicio
perpetuo en la iglesia del Sagrado Corazón en Montmartre que se
realiza en París mientras uno trabaja, uno interactúa, uno se
divierte, uno sueña, uno muere…
De la misma forma que
"un servicio perpetuo" de silencio se establece en el alma, esto
continua siempre aunque uno esté trabajando o cuando uno está
conversando. Esta "zona de silencio", una vez establecida, es un
manantial del cual uno puede tomar tanto para el trabajo como
para el descanso.
Entonces tendrás no
sólo concentración sin esfuerzo, también actividad sin esfuerzo.
Es precisamente aquí
que encontramos la expresión de la segunda parte de nuestra
fórmula:
transformar el
trabajo en juego.
La transformación del
trabajo, que es obligación, en juego, ocurre como consecuencia
de la presencia de la "zona de silencio perpetuo", de la que uno
extrae una especie de secreta e íntima respiración, cuya dulzura
logra ungir el trabajo y convertirlo en juego.
Y es que la "zona de
silencio" no sólo significa que el alma está, fundamentalmente,
en reposo, sino, sobre todo, que existe un contacto con el mundo
celestial o espiritual, el cual colabora con el alma.
Aquel que encuentra
silencio en la soledad de la concentración sin esfuerzo, nunca
está solo. Nunca carga solo el peso que debe llevar; las fuerzas
celestes, las fuerzas superiores, están ahí participando de
ahora en adelante.
Así en verdad se
cumple la tercera parte de la fórmula:
haz que todo yugo
que hayas aceptado sea sencillo y cada peso que cargas sea
ligero,
...se vuelve
experiencia en sí misma.
Puesto que el
silencio es el signo del contacto real con el mundo espiritual y
este contacto, a su vez, siempre engendra el influjo de las
fuerzas. Este es el cimiento de todo misticismo, toda gnosis,
toda magia y todo esoterismo práctico en general.
Todo esoterismo práctico está fundado en la siguiente regla:
es
necesario ser uno en uno mismo (concentración sin esfuerzo) y
uno con el mundo espiritual (tener una zona de silencio en el
alma) para que pueda ocurrir una verdadera experiencia
espiritual o revelatoria.
En otras palabras, si
uno quiere practicar algún tipo de esoterismo auténtico - ya sea
misticismo, magia o gnosis - es necesario ser el Mago, i.e.,
concentrado sin esfuerzo, operando con soltura como si uno
estuviera jugando, y actuando en perfecta calma.
Esta es,
entonces, la enseñanza práctica del primer arcano del tarot.
Es el primer consejo,
mandamiento o advertencia en lo que concierne a la práctica
espiritual; es el aleph del "alfabeto" de las reglas
prácticas del esoterismo.
Y de la misma forma
que los números son sólo aspectos (múltiplos) de la unidad, así
también todas las otras reglas prácticas comunicadas por los
otros arcanos del tarot son sólo aspectos y modalidades de esta
regla básica.
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