por Jorge Alvarez del Sitio Web LaBrujulaVerde
Foto por Emily en Flickr
de la praxis del mundo radiactivo estuvieron teñidos de tragedia.
A lo largo de una década, un medicamento revolucionario llamado Radithor se comercializó en EE.UU. prometiendo curas sensacionales para múltiples problemas.
Hasta que el
fallecimiento de una celebrity de la época fue una llamada de
atención, resultando que los efectos de aquel fármaco eran
verdaderamente letales y hubo que retirarlo rápidamente del mercado.
De Europa saltó a EE.UU. promocionada por los propios descubridores, confirmando así los indicios que apuntaban al beneficio de los isótopos de las aguas medicinales que tan de moda se habían puesto antes para curar ciertas enfermedades como,
...entre otras.
Foto:
orau.com
Bailey, que al parecer
había sido expulsado en su día de la Universidad de Harvard y
carecía de formación específica, fundó en Nueva Jersey una empresa
denominada Bailey Radium Laboratories que entre 1925 y 1930
fabricó, envasó y distribuyó, según los cálculos, unas cuatrocientas
mil dosis que no sólo se vendían en el país sino que también se
exportaban sin problema porque al ser el radio un elemento natural
no tenía consideración de medicamento propiamente dicho.
Según ese documento, Radithor podía emplearse en el tratamiento de más de cuatrocientas enfermedades y males, aunque subrayaba astutamente sus buenos resultados contra la impotencia y sus efectos afrodisíacos al actuar sobre las glándulas correspondientes.
en un anuncio de prensa de los años veinte
Foto: Chicago Tribune Archives
Dicen los investigadores
del caso que Bailey obtenía un beneficio del cuatrocientos por
ciento en cada venta y ello le permitió idear otros productos para
exprimir aún más la idea.
Otros ni siquiera se presentaban como medicinas propiamente dichas sino cono instrumentos emisores de radiación "benigna", caso de un simple pisapapeles llamado Bioray o de la hebilla de cinturón Adrenoray, que reforzaba el vigor sexual masculino.
Tan popular era aquella
gama de artículos que se aplicaban incluso a los caballos de
carreras.
Luego se supo que se debía a que eran las encargadas de pintar las esferas fluorescentes de los relojes y a las que el alto contenido en radio de esa modalidad de pintura hacía enfermar masivamente.
Sin embargo, hasta 1932 nadie consideró sospechoso al radio.
Fue necesaria la muerte de un famoso para levantar la liebre.
Una investigación de la revista médica Journal of the American Medical Association descubrió que MacBurney tomaba un frasco de Radithor al día desde 1927 (¡cerca de mil cuatrocientas botellas en total!) para paliar los dolores en un brazo tras una caída… y poder seguir llevando su desenfrenada actividad sexual, según las habladurías.
Tras un primer momento de mejoría que le hizo sentirse pletórico, su estado de salud se fue deteriorando progresivamente a lo largo de dos años, sufriendo graves jaquecas, perdiendo los dientes, desarrollando osteosarcoma en casi todo su esqueleto y otras lindezas.
Entonces alguien se
percató de que aquello era muy parecido a lo que sufrían las mujeres
de los relojes.
No pudo hacer más porque
en aquel tiempo esos organismos carecían de poder de actuación y, de
hecho, fue a partir de ahí cuando se los dotó de mayores
competencias y se introdujo una normativa reguladora.
Bailey salió indemne y, aunque tuvo que cerrar sus laboratorios, siguió volcado en su profesión de inventor, sobre todo para las fuerzas armadas, falleciendo en 1949 sin que la radiactividad le afectara nunca.
Por su parte, el cadáver de MacBurney tuvo que ser enterrado en un ataúd de plomo y cuando se exhumaron sus restos en 1965 para estudiarlo, aún emanaban altos niveles de radiactividad.
Los frascos de Radithor
que se conservan también siguen siendo radiactivos...
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