por Jorge Alvarez
Imagen: dominio público en Wikimedia Commons
El texto incluía un duro alegato contra la carrera armamentística, un capítulo entero nada menos (¿quién habla en nombre de la tierra?), pronosticando que una guerra nuclear no tendría ganador porque el planeta entero sería destruido y además varias veces.
Lo tremendo, decía en un pasaje, estaba en que cualquier tontería podía malinterpretarse y desencadenar el caos, poniendo como ejemplo la posibilidad de confundir el estallido de un bólido en la atmósfera con una explosión atómica con la consiguiente respuesta al fuego.
Y algo así pudo ocurrir en 2002 con el llamado Bólido del Mediterráneo Oriental.
Imagen:
Suburbs of Heaven
El carácter de bólido lo
adquiere por tener mayor brillo de lo común aparentando ser una bola
de fuego y, sobre todo, porque suele terminar explotando en el aire
a causa del desequilibrio térmico, desmenuzándose y produciendo un
gran estruendo.
Es lo que pasó, por ejemplo, en Tunguska (Siberia) el 30 de junio de 1908.
Debido a que no se recuperó ningún fragmento, se ignora si se trataba de un cometa o de un asteroide, pero sí que debía medir más de cuarenta metros de diámetro, pues al explotar produjo tal conmoción que el suelo tembló hasta a 400 kilómetros de distancia, disparando los sismógrafos.
El estallido equivalió al de una bomba atómica de 30 megatones (un megatón equivale a 1.000 kilotones, por lo que la potencia total fue de 30.000 kilotones; la bomba de Hiroshima sólo fue de 13 kilotones).
Imagen:
Denys en Wikimedia Commons
Esto resulta muy gráfico y refuerza los cimientos del parecido que veía Sagan entre un bólido y una bomba termonuclear, parecido capaz de llevar a la confusión y desencadenar una guerra.
De hecho, episodios como el de Tunguska se producen con cierta frecuencia:
Imagen:
dominio público en Wikimedia Commons
Ahora bien, no siempre son tan fuertes:
Estos entre otros muchos.
Puestos a reseñar cabe añadir, como curiosidad, que en territorio español se han registrado algunos, como los de,
En cambio, el que cayó en 2013 sobre la región rusa de Cheliábinsk, que además fue grabado por multitud de cámaras, alcanzó 500 kilotones (30 veces más que en Hiroshima) y tras explotar a 20.000 metros de altitud se desintegró en miles de meteoritos más pequeños que llovieron sobre la zona, provocando millar y medio de heridos.
Originalmente tendría unos 15 metros de diámetro y algunos de los trozos recuperados se incorporaron a las medallas de los Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi, celebrados justo un año después.
Imagen:
Константин Кудинов en Wikimedia Commons
El Bólido del Mediterráneo Oriental, como fue bautizado, explotó en un punto entre Libia, Grecia y Creta con una potencia de 26 kilotones, el doble de Hiroshima, por lo que el tamaño del cuerpo original rondaría los 10 metros de diámetro.
Pero se desconoce su
naturaleza, si se trataba de restos de un cometa o de otro tipo de
meteoro.
Porque lo que verdaderamente le da protagonismo sobre otros es que en 2002 India y Pakistán estaban en fase de máxima alerta a causa del conflicto que mantenían - y mantienen - por Cachemira, concentrando tropas en sus fronteras.
La escalada militar era el resultado de los atentados contra el parlamento indio cometidos en octubre de 2001 por grupos terroristas paquistaníes con el apoyo del gobierno de ese país, en opinión de los indios.
del Bólido del Mediterráneo Oriental
Imagen:
dominio público en Wikimedia Commons
Asimismo, no era la
primera vez que India y Pakistán apartaban la diplomacia para
dirimir su rivalidad en el campo de batalla y en ese momento
carecían de sensores lo suficientemente avanzados como para
distinguir un bólido de una bomba atómica...
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