por Elena Sanz
07 Agosto
2020
del Sitio Web
LaMenteEsMaravillosa
Nos gusta
pensar que el cerebro es
un órgano
infalible, lógico y racional
en el que
podemos confiar.
Sin embargo, a
este
no le interesa
tanto la verdad
como la
supervivencia...
Nos gusta pensar que
el cerebro es un órgano
infalible, que es lógico y preciso, que podemos recurrir a él
para realizar los mejores juicios y tomar las mejores decisiones.
Pero,
¿Y si te dijera que
el cerebro no busca la verdad?
¿Sabías que en la
mayoría de las situaciones utiliza trucos, sesgos y engaños para
mantenernos en la comodidad de lo conocido?
En efecto, al cerebro
únicamente le preocupa sobrevivir y por ese camino nos guía,
con independencia de qué es lo más justo o lo más veraz.
Esto es en muchas
ocasiones positivo, y en otras no tanto.
La buena noticia es
que, con frecuencia,
ser conscientes de su
inclinación nos ayuda a aprovecharlas a nuestro favor.
Veamos cómo...
El cerebro no busca
la verdad
Hay numerosas situaciones cotidianas en las que podemos comprobar
fácilmente que el cerebro no busca la verdad.
Este realiza cambios y
ajustes a la información que poseemos y percibimos, engrandece
algunos aspectos y omite otros; todo ello con el objetivo de
simplificarnos la realidad y ahorrar esfuerzos.
Prejuicios
Uno de los ejemplos más claros es el que tiene lugar cuando
conocemos a alguien por primera vez.
Sin quererlo y sin
ser del todo conscientes, nos formamos una primera impresión
sesgada acerca de esa persona que condiciona nuestro modo de
relacionarnos con ella.
Asumimos, por su aspecto, por su procedencia o por los pocos
datos que tenemos que es de un modo determinado.
Le atribuimos unas
cualidades que no sabemos si posee, y lo hacemos en base a
prejuicios y estereotipos.
Ideologías
Lo mismo ocurre con nuestras creencias e ideologías básicas.
Tendemos a
mantenerlas a toda costa, y para ello filtramos la información
que recibimos. Es decir, buscamos aquella que reafirma lo que ya
creemos cierto e ignoramos aquellos datos u opiniones que lo
contradicen.
De forma más o menos
consciente, tratamos de preservar nuestras ideas y la convicción
de que son ciertas.
Relaciones
con los otros y con nosotros mismos
¿Qué sucede
cuando personas externas nos alertan de que algo anda mal en
nuestra relación sentimental?
¿Qué ocurre
cuando nos llaman la atención sobre ciertas características
o actitudes negativas de nuestra pareja?
Nos blindamos, no
escuchamos, no buscamos la verdad.
Minimizamos esos
datos, obviamos esos comentarios y ensalzamos los aspectos
positivos de nuestro vínculo afectivo. Lo más serio es que este
fenómeno nos afecta de igual manera a nosotros mismos.
Si desde siempre te
has visto como una persona tímida, rencorosa, infeliz o poco
creativa, no dudes que tu cerebro trabajará para que estas
creencias sigan siendo ciertas.
De este modo, tú
mismo boicotearás desde tu interior todo intento de avance,
cambio o mejora. Tal vez no sea cierto que eres alguien
rencoroso o que debas serlo para siempre.
Sin embargo, a tu
cerebro no le importa la verdad, le importa mantenerse en la
comodidad de lo que siempre has creído y seguir creyéndolo.
Si el cerebro
no busca la verdad, ¿qué podemos hacer?
En primer lugar, nuestra tarea principal es tomar conciencia
de que esto ocurre.
El cerebro reptiliano y emocional
tiene una influencia en nuestras decisiones mayor de lo que nos
gustaría pensar.
Las emociones y la
necesidad de supervivencia nos manejan, opacando muchas veces
nuestro juicio lógico y crítico.
Así, al conocer este
hecho y tenerlo en cuenta, podremos ser más prudentes.
Al conocer a alguien y percibir que lo estamos prejuzgando, actuemos
de forma consciente para darle una oportunidad de mostrar cómo es
realmente.
Al escuchar una
información contraria a nuestras creencias, tratemos de abrirnos a
ella y decidir entonces qué nos parece.
Cuando alguien nos haga
un apunte sobre nuestra relación que no nos agrada, reflexionemos al
respecto en lugar de cerrarnos a esa realidad.
Pero, sobre todo, tengamos cuidado al pensar sobre nosotros mismos.
Recuerda que tu
cerebro no es infalible, no está en posesión de la verdad
porque tampoco la busca. Se limita a reproducir lo que le resulta
familiar porque lo ha automatizado y esto ahorra esfuerzos.
Entonces, reflexiona sobre las etiquetas que te has impuesto y
trabaja para modificarlas.
Una vez convenzas a
tu cerebro de esta nueva versión, luchará por mantenerla como
hizo con la anterior.
Conviértelo en tu aliado
para sostener la creencia de que eres alguien válido, capaz,
sociable y feliz...
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