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Carolina Rodriguez Fuenmayor pero poco del dolor que algunas personas pueden experimentar al intentar hacer de esta práctica una constante en su vida
En otras palabras, se
trata de un enfoque que en su intención de ser "práctico" pretende
ser un viaje directo que nos lleve sin mayores escalas al final del
recorrido, sea esta meta entender en un solo vistazo la idea de
apego o adoptar el desapego en nuestra propia vida y aplicarlo en
nuestras relaciones.
He ahí algunos elementos
imprescindibles en la mayoría de los casos en que una persona quiere
cambiar algún aspecto fundamental de su vida.
No siempre se habla de esto o, si se menciona, se asocia la idea del dolor o del sufrimiento más bien con el apego, como si sólo éste doliera y el desapego fuera un estado "libre de dolor", pero lo cierto es que el proceso de desapego también puede doler.
En breve, porque el apego
está enraizado en nuestros vínculos afectivos más profundos, que en
nuestros años de aprendizaje dieron lugar a emociones e ideas muy
concretas sobre la vida.
De todos los temores del
ser humano, pocos hay que lo paralicen tanto, que le impidan tomar
decisiones concretas con respecto a su vida y actuar al respecto,
como el miedo a dejar de sentirse querido.
Para ciertas personas, la vía del desapego pasa por recontar la historia su pasado, por armar el rompecabezas de su vida y a veces incluso por reunir las piezas rotas de su identidad.
Significa a veces mirar de frente un trauma que aprendimos a reprimir y que fingimos olvidar.
Puede ser también que implique dejar de ver a nuestros padres u otras figuras tutelares en el pedestal de la autoridad y la idealización para mirarlos más bien como personas, con sus errores, sus limitaciones y sus propios cambios.
Miedo, culpa, enojo contenido, la frustración de no entender, la decepción o la tristeza, a veces también la angustia elemental de la existencia humana:
En este marco general puede observarse que para ciertas personas la idea de cambiar, de desapegarse, de cuestionar lo conocido, lo aprendido o lo diferente, está marcada por el dolor y a veces incluso por el castigo, acaso por cierto "chantaje" emocional en donde se asoció la posibilidad de ser amado con la obediencia a ciertas reglas.
Desapegarse puede
significar entonces abrir de nuevo esa herida, explorarla,
experimentar de nuevo un dolor que se creía pasado.
Pero además porque, en cierto sentido, no es esto lo que importa. No es que el desapego nos libere o no del dolor, sino que su práctica es un recorrido que llega acompañado de otros hallazgos.
El desapego, por decirlo así, nos permite entender la vida de otra manera:
Pero ese entendimiento
sólo es posible cuando vivimos conscientemente el proceso y el
recorrido, sin pensar mucho ni en el punto de origen ni el punto de
llegada, sino más bien atendiendo a las cosas que pasan aquí, ahora,
donde se teje la doble hebra de la vida, en sus hechos y sus
motivos.
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