21 Marzo 2018
del Sitio Web
PijamaSurf
Filippo Spinelli
Es propio del ser humano
ser inseguro,
¿pero qué pasa cuando
esa inseguridad afecta
el curso de la vida?
A manera de
preámbulo
El paradigma racional en el que vivimos suele desdeñar la influencia
de las emociones en nuestra vida o, dicho de otro modo, nos hace
creer que a éstas es posible dominarlas por la vía de la razón y el
intelecto.
Nuestra mente, en efecto, es la única herramienta que tenemos para
entendernos a nosotros mismos e igualmente al mundo que nos rodea,
pero en lo que respecta a las emociones, dicho "entendimiento" no
suele seguir los mismos caminos con que nos acercamos a otro tipo de
fenómenos.
¿Qué es la
inseguridad emocional y cómo afecta tu vida?
Todos en algún momento de nuestra vida hemos experimentado la
inseguridad emocional.
Tal vez,
-
en la infancia o
la adolescencia, cuando la mirada del maestro en la escuela
se paseaba por todo el salón en busca del alumno a quien le
haría una pregunta
-
quizá después, en
compañía de la persona por la que se siente cierta atracción
sexual
-
en el trabajo,
cuando las tareas realizadas implican la evaluación de otra
persona
En fin, los escenarios
son muchos y cada persona sabrá por sí misma dónde y cuándo ha
sentido esa inseguridad.
El punto sólo es mostrar
que nadie es ajeno a ésta:
incluso quienes
demuestran más confianza en sí, quienes nos parecen más fuertes
y seguros, es muy posible que también ellos (o ellas) tengan un
aspecto en su vida en donde dudan, tienen miedo o no saben qué
hacer.
La inseguridad, en este
sentido, es totalmente humana.
El problema, sin embargo, surge cuando esa inseguridad no nos
permite vivir plenamente nuestra vida.
En este sentido, el autosabotaje es uno de los efectos más usuales
de la inseguridad emocional, pues con frecuencia el miedo frente a
los otros, las dudas sobre nuestras propias capacidades y
habilidades, la falta de confianza en lo que somos y pensamos, etc.,
conducen a situaciones en las que nuestra propia falta de
determinación resulta en intenciones, proyectos o iniciativas
malogrados o frustrados.
Hay quien pierde la oportunidad de ser contratado en un trabajo o
ser admitido en una escuela sólo porque sus emociones no le
permitieron realizar o terminar el proceso necesario.
Algo similar puede
ocurrir en el terreno amoroso, cuando las emociones propias juegan
en nuestra contra; también al iniciar proyectos personales que
aunque nos llaman de inicio y acaso responden a nuestros verdaderos
intereses de vida, al final los abandonamos porque no nos sentimos
con la fuerza necesaria para continuar.
Sin duda, no serán pocos
a quienes todo esto les suene conocido.
Una cosa es tener dudas o miedo frente a cierta situación
y otra que por ese motivo al final terminemos por no decidir ni
hacer nada y eso a su vez genere frustración, tristeza, enojo y
otras formas del malestar.
¿De dónde
viene la inseguridad emocional?
Aunque no es posible dar una sola respuesta a esta pregunta, existen
al menos algunas constantes que pueden explicar su origen, a saber:
Una
figura tutelar severa
Con cierta frecuencia, las personas inseguras crecieron bajo un
padre, madre u otra figura tutelar que criticaba y enjuiciaba
continuamente las acciones del niño o la niña a su cuidado.
En la medida en que
en la infancia el mundo que nos muestran nuestro padre o nuestra
madre es el único mundo que conocemos o que aceptamos como
válido, podemos crecer creyendo que dichos juicios son una
especie de regla incuestionable, que así es como hay que vivir:
siempre bajo una
mirada que evalúa y sanciona, que determina si algo está mal
o bien hecho y de la cual es necesario contar con el
"permiso" para actuar.
La
necesidad de aprobación
Otra fuente importante de la inseguridad es la necesidad
constante de aprobación con que también puede formarse una
persona durante su infancia.
La trampa de la
aprobación suele ser la sensación de recompensa que nos brinda,
que alimenta este ciclo:
hacemos algo, una
persona elogia eso que hicimos, nos sentimos bien, la
sensación termina, ya no nos sentimos bien, buscamos hacer
otra cosa en espera de que alguien lo vuelva a elogiar y el
ciclo se reinicie.
Cabe mencionar que
ese alguien no suele ser un alguien cualquiera, sino sobre todo
una figura por quien buscamos ser queridos.
No obstante, como
vemos, dicha necesidad no sólo tiene algo de adictivo sino que
además termina por estar referida al exterior:
quien incurre en
esa forma de actuar, termina por vivir en función de la
aprobación externa y con la sensación de sentir que lo que
hace no tiene valor si nadie lo aplaude.
Una
imagen negativa de sí
En algunos casos, hay personas que lamentablemente son formadas
por quienes durante toda su infancia les hacen creer que son
tontos, feos, incompetentes, inútiles, etc., es decir, que con
sus palabras y sus acciones crean en el niño o niña una imagen
deplorable de sí mismo.
Y la persona crece
creyéndolo...
Dado que fue lo único
que escuchó durante 10, 15 años continuos, crece bajo la idea de
que efectivamente no es capaz de hacer ciertas cosas, que vale
mucho menos que los demás, que nadie nunca se fijará en él o en
ella, etcétera.
Exceso de cuidado
La vida humana es ridículamente frágil, y es posible que eso
asuste a muchos padres, sobre todo cuando se mira dicha
fragilidad en una de sus formas más evidentes:
un bebé,
vulnerable como poquísimas crías en otras especies.
Sin duda, eso debe de
asustar a muchos.
Y también sin duda,
muchos de esos padres responden al miedo con una reacción muy
lógica: el cuidado.
No obstante, puede
ocurrir que éste sea desmedido y fomente una idea de realidad en
donde todo alrededor es temible, en donde hace falta siempre
alguien con quien acometer una tarea, en donde se debe
desconfiar de todo aquello que está fuera del ámbito de lo
conocido, etc.
En este caso, la
desconfianza, el exceso de precaución, el temor frente a lo
nuevo, son algunas de las formas que adquiere ese autosabotaje
antes mencionado.
¿Qué hacer al
respecto?
Cómo podemos ver, la inseguridad emocional es indisociable de
las circunstancias del entorno donde crecimos y nos formamos.
Más que pensar en
"superar", "curar" o "eliminar" nuestra inseguridad y las formas en
las que se expresa, en buena medida su tratamiento (en un sentido
literal: la manera de tratarla, la respuesta al qué hacer con ella)
es como desandar un camino, que no es otro más que eso que
creemos nuestra personalidad o nuestra identidad.
Muchas personas viven
creyendo que son inseguras porque sí, porque así son, como si fuera
una condición de su esencia o como si este fuera su destino.
No se dan cuenta, sin
embargo, de que eso también fue un aprendizaje, que eso que creemos
nuestra identidad o nuestra personalidad no es un "así soy" sino un
"así aprendí a ser".
Y si algo puede
aprenderse, también puede desaprenderse o cambiarse por nuevos
aprendizajes, ¿no es cierto?
En este sentido, es muy posible que para algunas personas dejar de
lado los patrones de pensamiento y conducta asociados con la
inseguridad pase necesariamente por conocer, entender, aceptar y
reconciliarse con su pasado.
Este es un camino que
cada quien debe recorrer por sí mismo, si decide emprenderlo, pues
implica reconstruir ese rompecabezas que somos, recontarnos la
historia que nos trajo hasta este momento y también mirar a las
personas que nos formaron así, como personas, con sus propias
inseguridades, sus dudas, sus temores, sus propios problemas
emocionales y su inexperiencia para educar a otro ser humano (¿pero
quién podría hacer esto bien?).
Para esto, los métodos al alcance son varios. La meditación -
entendida como la operación de observar sin juzgar - es uno de
ellos.
Escribir reflexivamente
también puede ser útil, acaso acompañándolo de algunas lecturas (la
filosofía de Soren Kierkegaard, de Friedrich Nietzsche o de Albert
Camus puede ser provechosa en ese propósito).
La terapia
psicoanalítica de orientación lacaniana es también un
espacio que ofrece al sujeto la posibilidad de conocerse y
reconstruirse.
En el ínterin, también es posible practicar algunas astucias que
contribuyen en esa "reprogramación" de la inseguridad:
Ama
tu vida
Lo que eres, lo que tienes, lo que no eres, lo que te falta: ¿no
es suficientemente valioso para ser amado?
¿Porqué no parece
suficiente que seas tú quien ama su propia vida y, al contrario,
parezca necesario que alguien más valide tu propia existencia?
Comienza a practicar
la conciencia de lo que eres, en todos tus aspectos:
tu físico, tu
intelecto, tus emociones, las circunstancias en las que
vives, etc.
Míralos sin
juzgarlos. Y así, en esa neutralidad de juicio, piensa:
¿Porqué no
aprender a quererlos? ¿Porqué no comenzar a quererte?
Mira lo que
has logrado
Tu mundo no es tan drástico como a veces lo crees.
Seguramente puedes
señalar logros en tu vida, objetivos que has alcanzado y cuyos
efectos en tu vida aún puedes notar. Eso lo has logrado incluso
creyendo que eres inseguro(a), incluso a pesar de tus dudas y
tus temores.
¿Y si comienzas a
pensar que, después de todo, no eres esa persona insegura que
crees ser?
Encara la adversidad
Como sabían bien
los estoicos, la adversidad
templa el carácter y, en otro sentido, nos descubre la realidad
detrás del miedo.
Con cierta
frecuencia, cuando nos atrevemos a enfrentar una situación que
nos asusta, pasada ésta descubrimos dos cosas:
Toma conciencia de tu propia inseguridad
La inseguridad nos hace actuar inconscientemente.
Es muy posible que
aunque tengas una impresión de cómo te sientes cuando dices
sentirte inseguro, hasta ahora no hayas mirado con atención
plena ese estado emocional.
¿Qué te sucede?
¿En qué situaciones? ¿Bajo qué circunstancias?
Comenzar a dar "la
cara" a esa inseguridad, entenderla y otorgarle su lugar y su
especificidad también es un paso importante para comenzar a
actuar de otra manera, desde otro lugar.
Apóyate en el presente
Es ahora cuando estás viviendo.
Las críticas que
recibiste, los juicios severos, la falta de confianza en la que
creciste o el exceso de cuidado: todo eso fue parte de un
momento de tu vida que ya no es más.
No es ahí donde te
encuentras. Tú estás aquí, ahora...
El fundamento de muchas
de estas alternativas es
la vida bajo la conciencia, es
decir, poder vivir conscientemente todos los actos de nuestra vida y
dejar de actuar como emisarios de la voluntad que nos formó y nos
descubrió el mundo.
El paso de la inseguridad
a la seguridad y la confianza no es otro más que el paso de la
infancia a la madurez y de la tutela a la libertad.
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