Jean-Paul Laurens
(1863)
no ha abordado, sin embargo, uno de sus puntos clave: el suicidio, que trataron todos los filósofos estoicos
En general, la filosofía no ha gozado en ninguna época de una gran popularidad y más bien ha sobrevivido en los márgenes de la existencia, desde donde observa y reflexiona sobre la manera en que el ser humano conduce su vida.
Pero con
el estoicismo ha pasado que además
de que sus principios se han colado al gran público a través de
libros y artículos en línea, también parece haber atraído el interés
de empresarios, gerentes y altos ejecutivos, un sector de la
población contemporánea que podríamos asociar poco con las figuras
de
Séneca o de
Epicteto, por ejemplo, que
vivían con apenas lo necesario (unas cuantas prendas, una
alimentación sencilla, una casa simple) y que por esto mismo se
encuentran en el punto diametralmente opuesto al modo de vida más
bien opulento que podemos suponer en aquellas personas.
De las varias escuelas y corrientes de pensamiento que han surgido en la filosofía occidental, el estoicismo presenta algunos principios que contrastan notablemente con algunas exigencias contemporáneas del modo de vida hegemónico en nuestra época.
Al exceso, la existencia irreflexiva, la ansiedad por el futuro, la búsqueda incesante de la aprobación externa y la persecución perenne de la felicidad, el estoicismo opone recomendaciones orientadas más hacia una vida sencilla, frugal y equilibrada, basada en el autoconocimiento como origen de un bienestar continuo y enraizado profundamente en el sujeto en sí y no en la realidad externa, que siempre está cambiando.
En este sentido, frente a
la angustia de un modo de vida que exige y parece nunca saciarse, el
estoicismo ofrece una alternativa de tranquilidad y entendimiento
que por ello mismo parece tan atractiva para los días que vivimos.
No es que los estoicos recomendaran explícitamente la muerte por mano propia, pero acorde a su forma de pensar, el suicido entró en sus reflexiones como una manera de enfrentar un hecho que, por otro lado, es consustancial a la vida misma.
Esto es, consideraron el suicidio únicamente como otra forma de morir, como otra forma de enfrentar algo que de todos modos no es sino un hecho propio de la existencia: En este sentido, en sus Epístolas morales a Lucilo (LXX), Séneca escribió:
Séneca, probablemente el mayor de los filósofos estoicos, murió por mano propia; también Catón, uno de los políticos romanos más importantes que suscribió la filosofía estoica y que en uno de los episodios históricos más radicales, se arrojó sobre su espada.
Marco Aurelio, el emperador filósofo, murió apaciblemente, pero igualmente consideró el suicido como una posibilidad:
Teniendo en mente la perspectiva desde la cual consideraban la existencia, el suicidio se presenta más bien como un recurso al cual se puede optar, siempre que su ejecución contribuya a los valores más preciados por dicha filosofía:
Puede sonar paradójico, pero quizá parezca menos confuso si pensamos la muerte por mano propia en un marco de circunstancias especificas, en el cual, sólo al morir de esa manera se preserva la vida virtuosa que se cultivó a lo largo de los años.
...una sentencia que, tomada literalmente, hace ver el suicidio de Catón y de Séneca como actos coherentes con su propia vida y el curso que dieron a ésta una vez que decidieron vivir bajo los principios estoicos.
En la Carta LXX de las Epístolas morales, Séneca elogia el caso de un esclavo que, durante un espectáculo similar al del circo romano y sus gladiadores, decidió matarse con la lanza que le habían dado para matar a otro:
Pero, insistimos, esta es una conjunción de circunstancias sumamente específica.
Al hablar de Sócrates, el mismo Séneca reconoce con admiración que pudiendo éste haber elegido la muerte por mano propia una vez condenado, prefirió aguardar la cicuta, para ofrecer con su acto algunas enseñanzas últimas:
En este punto, podría parecer que la posición del estoicismo frente al suicidio es ambigua y aun tímida: que ni lo recomienda ni lo niega, que lo acepta pero también arguye en su contra.
Sin embargo, esta aparente falta de determinación puede entenderse mejor si se piensa que, por encima de todo, en el estoicismo se valoran la existencia y la realización de ésta, siempre una condición de la otra.
A diferencia de otros seres vivos, el ser humano tiene conciencia de su existencia y por la misma razón está llamado a orientarla y desarrollarla hasta alcanzar su plenitud.
En el estoicismo, toda
experiencia de vida se ofrece como una posibilidad de dicho trabajo
en pos de la realización.
En la Carta XXIV de las Epístolas morales, Séneca nos dice esto:
Como decíamos, no es que en el estoicismo se aconseje la muerte por mano propia como la mejor manera de acabar con la existencia.
Nada de eso. Éste se
ofrece a veces como una alternativa, pero a la luz de este último
fragmento citado, una que se puede tomar sólo cuando,
paradójicamente, es la única opción para reafirmar la libertad y la
vida.
Quien, encarando con tanta timidez la vida, pensara en suicidarse, recibiría de un estoico el consejo opuesto:
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