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Jacques-Louis David (1787) y como representación artística, la muerte de Sócrates es una gran lección filosófica de cara a la vida
En general, la filosofía
occidental está llena de anécdotas y sucesos en los que suele
combinarse la vida corriente de los filósofos con su manera de
entender el mundo, como mostrando que la reflexión filosófica
auténtica siempre está en relación con la existencia.
Por otra parte, en la Apología de Sócrates el mismo Platón refiere otra anécdota que le da un tinte trágico a la muerte de su maestro.
Esa fue la diferencia que Sócrates encontró entre él mismo y los sabios de su época.
Que él no se tenía por
sabio, sino más bien por ignorante, y a partir de esa conciencia de
su propia ignorancia avanzaba sobre el camino de la investigación,
la reflexión y el conocimiento, mientras que los sabios de su época,
creyéndose tales, ya no buscaban saber más y actuaban únicamente
animados por un instinto o "ciertos movimientos de la naturaleza",
sin comprender sus propios actos ni sus motivos.
Eventualmente también precipitó su condena, en la medida en que comenzó a volverse peligroso para el orden social de Atenas:
En la historia del arte, el cuadro más célebre que retrata la muerte de Sócrates es aquel que, con ese título, pintó el francés Jacques-Louis David en 1787.
El óleo es una clara muestra de la escuela neoclásica surgida en Francia en los días de la Ilustración y el racionalismo.
Con elocuencia y dramatismo, el pintor retrató a Sócrates en su lecho de muerte y en medio de sus discípulos:
Rafael
(1511; detalle)
La filosofía es también una preparación para la muerte, según se dice en el Fedón, pero no por la muerte en sí, sino porque la reflexión filosófica nos hace entender la vida y, en ese hallazgo, nos hace entender que la muerte forma parte de estar vivos.
Quien teme a la muerte y se angustia frente a ella no ha hecho consciente el enorme privilegio que significa estar vivo y, por ello, no ha aprovechado tanto como es posible su propia vida.
Frente a esa frustración,
¿cómo no tener miedo a la muerte?, ¿cómo no querer extender aún más
la vida?
Ahí donde la mayoría sufre y llora, él simplemente está, sentado en su taburete, un poco encorvado sobre sí, como si dormitara o reflexionara, pero también como si recién hubiera dejado de escribir, pues a un lado suyo, dejados con cierta displicencia, se observan un pliego y un cálamo con su frasco de tinta.
Por este último indicio sabemos que el personaje no es otro más que Platón, de todos los alumnos de Sócrates, el único que perpetuó su filosofía a través de la escritura.
Esa representación de Platón no es casual.
De hecho, el cuadro tiene un cambio notable cuando modificamos la perspectiva a la cual nos invita la figura predominante de Sócrates y lo miramos desde el punto de vista del anciano Platón.
Si lo tomamos a él como punto de partida, la pintura comienza a desarrollarse frente a nuestros ojos con un dinamismo casi cinematográfico.
La escena se nos muestra
entonces como una proyección extraída de la memoria misma de Platón,
quien está representado como un anciano porque no es que estemos
asistiendo a la muerte de Sócrates, sino más bien al recuerdo que
Platón se formó del acontecimiento.
(video
mas abajo)
En cierta forma, Sócrates puede mirarse como el primero en una larga cadena de pensadores, hombres de acción, líderes espirituales y políticos, etc., que han intentado hacer ver al género humano las posibilidades de actuar en conciencia, de dar un sentido o un propósito más allá de la mera supervivencia a ese azar de la evolución que nos dio una inteligencia superior, pero que fracasan, ahogados por la misma corriente contra la cual nadan y quisieran hacer nadar a otros...
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