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por Juan Pablo Carrillo Hernández
29 Agosto
2018
del Sitio Web
PijamaSurf
Versión en italiano

La muerte de Sócrates
Jacques-Louis David (1787)
Como
hecho histórico
y como
representación artística,
la muerte de
Sócrates es una
gran lección
filosófica
de cara a la
vida
Sin duda, uno de los episodios más conocidos de la historia de la
filosofía es la muerte de Sócrates.
En general, la filosofía
occidental está llena de anécdotas y sucesos en los que suele
combinarse la vida corriente de los filósofos con su manera de
entender el mundo, como mostrando que la reflexión filosófica
auténtica siempre está en relación con la existencia.
En el caso de la muerte de Sócrates, sin embargo, el suceso va más
allá de la mera anécdota, pues en buena medida fue por sí mismo una
última lección que el maestro dio no sólo a sus alumnos de entonces,
sino incluso a las generaciones venideras, tanto que hoy mismo
seguimos comentándola y aprendiendo de ella.
Grosso modo, la muerte de Sócrates puede contarse de esta manera:
acusado de corromper
a la juventud de Atenas y de no creer en los dioses de la polis,
el filósofo fue condenado a beber
la cicuta, un brebaje preparado
con la planta del mismo nombre, sumamente venenosa, que paralizó
su cuerpo poco a poco, comenzando por las piernas y llegando
hasta el corazón, según cuenta Platón en el Fedón.
Por otra parte, en la
Apología de Sócrates el mismo
Platón refiere otra anécdota que le da un tinte trágico a la muerte
de su maestro.
Un día, Querefón,
amigo del filosofo desde la infancia y también discípulo suyo
después, se acercó al oráculo de Apolo en Delfos para preguntar
al dios si había en el mundo un hombre más sabio que Sócrates, a
lo cual el oráculo respondió que no, que nadie superaba a
Sócrates en sabiduría.
Querefón volvió con
su amigo y le transmitió la respuesta del oráculo, que él,
sorprendido, se negó a creer.
"¿Qué quiere
decir el dios? ¿Qué sentido ocultan estas palabras? Porque
yo sé de sobra que en mí no existe semejante sabiduría, ni
pequeña, ni grande", pensó Sócrates para sí.
Para saber la verdad,
el filósofo acudió entonces con políticos, poetas, artistas y
otras personas notables de Atenas, y también algunos
extranjeros, que tenían la reputación de ser los más grandes
sabios de su época.
No obstante, al
hablar con ellos, el filósofo se dio cuenta de que si bien todos
destacaban en tal o cual habilidad, ninguno era verdaderamente
sabio.
Los políticos
manejaban los asuntos del Estado sin saber qué era el Bien, los
poetas escribían sin saber qué era la Verdad y los artistas
nunca se habían preguntado cómo acercarse a la Belleza.
Con todo, políticos,
poetas y artistas estaban convencidos de que eran sabios y
actuaban como tal.
Esa fue la diferencia que
Sócrates encontró entre él mismo y los sabios de su época.
Que él no se tenía por
sabio, sino más bien por ignorante, y a partir de esa conciencia de
su propia ignorancia avanzaba sobre el camino de la investigación,
la reflexión y el conocimiento, mientras que los sabios de su época,
creyéndose tales, ya no buscaban saber más y actuaban únicamente
animados por un instinto o "ciertos movimientos de la naturaleza",
sin comprender sus propios actos ni sus motivos.
Sócrates quiso entonces mostrarle a esos personajes eminentes la
ignorancia en la que vivían, pero dicha resolución le valió la
enemistad y el odio de éstos.
Eventualmente también
precipitó su condena, en la medida en que comenzó a volverse
peligroso para el orden social de Atenas:
¿cómo podría un
político seguir gobernando luego de que alguien ha demostrado
públicamente su ignorancia?
En la historia del arte,
el cuadro más célebre que retrata la muerte de Sócrates es aquel
que, con ese título, pintó el francés
Jacques-Louis David en
1787.
El óleo es una clara
muestra de la escuela neoclásica surgida en Francia en los días de
la Ilustración y el racionalismo.
Con elocuencia y
dramatismo, el pintor retrató a Sócrates en su lecho de muerte y en
medio de sus discípulos:
aunque para éstos es
un momento de dolor, el filósofo se muestra en cambio valeroso,
dueño de un vigor tanto de cuerpo como de espíritu que quizá no
se esperaría de alguien que está a punto de morir.
Con su mano derecha
está a punto de tomar la copa de cicuta que con pena le ofrece
uno de sus alumnos; con la izquierda señala al cielo, con el
mismo gesto que tiene en otra pintura, La escuela de Atenas,
de
Rafael, gesto que ha sido interpretado como una síntesis de
su método filosófico, que apunta siempre hacia lo alto.

La escuela de Atenas
Rafael
(1511; detalle)
Al retratarlo en esa postura, Jacques-Louis David evoca la última
lección que dio Sócrates antes de morir, sirviéndose de su propia
muerte:
si el filósofo la
enfrentó con tranquilidad y aun con cierta determinación, fue
porque justamente el ejercicio de la filosofía lo había
preparado para ello.
La filosofía es también
una preparación para la muerte, según se dice en
el Fedón, pero no por la muerte en
sí, sino porque la reflexión filosófica nos hace entender la vida y,
en ese hallazgo, nos hace entender que
la muerte forma parte de estar vivos.
Quien teme a la muerte y
se angustia frente a ella no ha hecho consciente el enorme
privilegio que significa estar vivo y, por ello, no ha aprovechado
tanto como es posible su propia vida.
Frente a esa frustración,
¿cómo no tener miedo a la muerte?, ¿cómo no querer extender aún más
la vida?
En el cuadro de David hay otro elemento significativo, porque en
cierto modo parece fuera de lugar:
el anciano sentado al
pie del lecho de Sócrates, pero de espaldas a éste y en general
a toda la escena.
Ahí donde la mayoría
sufre y llora, él simplemente está, sentado en su taburete, un poco
encorvado sobre sí, como si dormitara o reflexionara, pero también
como si recién hubiera dejado de escribir, pues a un lado suyo,
dejados con cierta displicencia, se observan un pliego y un cálamo
con su frasco de tinta.
Por este último indicio
sabemos que el personaje no es otro más que Platón, de todos
los alumnos de Sócrates, el único que perpetuó su filosofía a través
de la escritura.
¿Pero porqué si
Platón fue uno de los discípulos más destacados de Sócrates y
alguien que quiso tanto al filósofo, el pintor lo retrató tan
ajeno al dolor frente a la muerte de su maestro?
Y no sólo eso:
¿porqué Jacques-Louis David nos muestra a Platón como un anciano
si en el momento de la muerte de Sócrates era más bien joven y
es posible que ni siquiera hubiera estado ahí, al lado de su
maestro?
Esa representación de
Platón no es casual.
De hecho, el cuadro tiene
un cambio notable cuando modificamos la perspectiva a la cual nos
invita la figura predominante de Sócrates y lo miramos desde el
punto de vista del anciano Platón.
Si lo tomamos a él como
punto de partida, la pintura comienza a desarrollarse frente a
nuestros ojos con un dinamismo casi cinematográfico.
La escena se nos muestra
entonces como una proyección extraída de la memoria misma de Platón,
quien está representado como un anciano porque no es que estemos
asistiendo a la muerte de Sócrates, sino más bien al recuerdo que
Platón se formó del acontecimiento.

Montaje: Nerdwiter1
(video
mas abajo)
Como en efecto es:
de Sócrates no nos
queda nada más que los recuerdos de Platón, sólo que en este
caso la muestra de genialidad creativa fue que Jacques-Louis
David encontró la forma de representar pictóricamente dicha
circunstancia.
En cierta forma, Sócrates
puede mirarse como el primero en una larga cadena de pensadores,
hombres de acción, líderes espirituales y políticos, etc., que han
intentado hacer ver al género humano las posibilidades de actuar
en conciencia, de dar un sentido o un propósito más allá de la
mera supervivencia a ese azar de la evolución que nos dio una
inteligencia superior, pero que fracasan, ahogados por la misma
corriente contra la cual nadan y quisieran hacer nadar a otros...
Video
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