nuestra inclinación erótica en el mundo es un reflejo de nuestra asociación con ciertas divinidades en el cielo...
Asimismo, el amor maníaco, dice, es superior al amor templado, precisamente porque el primero bebe de lo divino; de hecho, es,
Más adelante en el mismo diálogo (en el Fedro), Sócrates habla de la que considera el cuarto tipo de locura (manía o posesión), la más divina de todas, propia de aquellos que habiendo visto la belleza terrenal son transportados por la luz de la imagen hacia la recolección de la verdadera belleza celestial.
Esta es una particularidad de los filósofos, los amantes y los artistas, quienes son capaces de recuperar "la memoria de las cosas sagradas" y en la misma contemplación de la belleza recrecer las alas del alma, su propia naturaleza divina que yace como apagada en la mundanal tumba.
La teoría de la reminiscencia de Platón mantiene que todos los hombres, en mayor o menor medida, han contemplado la verdad, el esplendor divino, previamente a su nacimiento.
En gran medida, la filosofía consiste en educar el ojo de la mente para que pueda abrirse de nuevo a la visión de las formas divinas.
Pero aunque seamos o no consciente de que vemos en lo inmanente atisbos más o menos disminuidos de realidades trascendentes, Platón sostiene que nuestras visiones "prenatales" (por decirlo de alguna manera) siempre influyen en nuestro comportamiento, particularmente en cuáles son nuestros intereses y quiénes nos atraen.
Nuestro eros tiene una fuente divina.
Sócrates recuerda, por ejemplo, que él fue seguidor de Zeus y este paradigma de haber estado en el feliz tren de Zeus, contemplando formas de belleza supracelestes, se traduce en la Tierra en una cierta inclinación y en un magnetismo hacia cosas similares.
Así, Fedro probablemente
también estuvo en el entourage celestial del dios que lleva
el rayo y ahora comparte con Sócrates esta suerte de banquete
filosófico, que es una sombra del banquete de los dioses.
Y uno puede seguir deduciendo de aquí como cada dios tiñe nuestro carácter erótico.
Un seguidor de Afrodita seguramente se refocilará en las dulzuras y en las voluptuosidades del amor, será altamente sensible a la belleza, pero quizás también será veleidoso y estará interesado en el dinero y el estatus de su amado.
Evidentemente nuestras
antiguas relaciones divinas determinarán también nuestros
pasatiempos, nuestra vocación y nuestros humores, etc... (El lector
podrá haber advertido que lo anterior se puede leer como un
horóscopo, y ciertamente existen profundas convergencias entre
la astrología y el platonismo).
Como decía el psicólogo James Hillman, uno debe,
Ya sea que tengamos una veta pagana o que nos inclinemos a verlo en términos de "arquetipos" - pero necesariamente bien dispuestos a una existencia encantada - el ejercicio puede llenar de sentido y poesía la vida.
Después de todo, si es que existe una coincidencia significativa en todas las grandes religiones y sistemas filosóficos de la antigüedad, debe de ser que el amor es divino.
Como mantiene Hesíodo, Eros es el protogonos, el primero de los dioses, la luz misma de la creación.
Y como le muestra Diotima, la sacerdotisa del amor, a Sócrates, el amor es el daimón, el espíritu mediador, el ángel que conecta el cielo con la tierra y que eleva de lo individual al goce de la belleza universal.
En la India, Krishna encarna en el eón de la confusión para enseñar que ya no es necesario el aparato ritual y el sacrificio externo.
El delicioso dios de tez azulada se mete a la cocina y se roba la mantequilla y la crema, marcha por los prados ataviado con plumas de pavo real y hojas de mango, despide corrientes de perfume en los bosques de Vraj y dispara las melodías de su flauta... sus queridas pastoras, inflamadas por la imagen de Hari, abandonan la vida mundana, dejan los pasteles en el horno, el agua hirviendo, los quejidos de sus hijos y maridos y salen desaliñadas a perseguir el llamado erótico de la divinidad.
La luz que transfigura, lo que libera, lo que alcanza la inmortalidad es simplemente ese amor que sienten hacia su amado - un amado infalible - y mientras sigan enamoradas no son necesarios los ritos y dogmas de la religión.
Y más claro aún lo dice San Juan:
Quizá sólo esto no debamos tomar con el cinismo, el relativismo y la desafección de la ideología posmoderna que infecta nuestra cultura. Quizá sólo esto sea realmente sagrado.
Quizá sólo esto sea real:
Un sendero que nos invita
con promesas divinas.
Información relacionada
|