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PijamaSurf distingue entre una auténtica desnudez, que es siempre erótica y que comunica el lenguaje de la luz, y una desnudez agresiva y mercantil
Quizá la persona que más lúcidamente ha escrito sobre la desnudez sea el filósofo griego Christos Yannaras.
Yannaras nota en sus Variaciones sobre el Cantar de los Cantares que la Ilustración destruyó paulatinamente el "ídolo de la pudorosidad" y lo reemplazó con el "ídolo del placer", hasta llegar al punto actual en el que pululan imágenes de "desnudez" en todas partes, en las que,
La sexualidad está en todas partes, pero el erotismo parece que en ninguna.
En la actualidad, la belleza ha sido congelada, como un,
Belleza que para cualquier pensador filosófico no puede dejar de evocar un llamado hacia lo infinito, hacia lo divino, hacia la inmortalidad.
El cuerpo desnudo
aparece, aún radiante, pero lo hace en un mundo "ciego a dicha
revelación". Pues la revelación del cuerpo es la revelación de una
continua encarnación, del espíritu, nunca más visible que en la
desnudez de la carne.
El amor es soberano - único monarca de la vida y la muerte, como dice un poeta inglés - justamente porque suya es la auténtica desnudez, se mueve y tiene su ser en la llama medular de la existencia.
Una desnudez que es la entrega total, espontánea, libre, sin miedo, sin huella alguna de egoísmo, inmediata y transparente a las energías del mundo que nos atraviesan (que, algunos dirán, son divinas).
Es en este sentido que la desnudez es el símbolo perfecto del amor y en cierta forma también su condición, pues solamente se puede amar desnudos.
El pensador griego escribe:
Antes Yannnaras había notado que la belleza es un llamado, incluso etimológicamente:
La belleza nos llama hacia el encuentro del Otro, en su total gracia y entrega, hacia la participación integral en una relación íntima en la que se prueba de nuevo algo así como el estado de inocencia del paraíso, pero del lado de la experiencia, la fruta del árbol de la vida.
Un llamado hacia algo que nunca acaba, algo infinito, quizá un siempre extenderse más en el deseo de más amor y belleza, en la distancia que permite la contemplación erótica del Otro (acaso una epektasis, en el sentido de san Gregorio de Nisa, un teólogo muy cercano a a Yannaras).
El filósofo contemporáneo
definió antes también este lenguaje de la visión y el tacto que
componen el erotismo:
La luz de la mirada de una persona enamorada pasa a la boca.
La
sonrisa no es el partir de los labios, es su fulgor. Mirada y
sonrisa son inseparables, la misma luz. Un reflejo de unicidad,
inseparables compañeros del deseo.
Este es el lenguaje que la verdadera desnudez transmite hasta su más fino destilado, el cuerpo se hace libro abierto de los signos pulsantes de la vida, del deseo puro del alma de relacionarse, de unirse, de brindarse.
Vemos y decimos y
llamamos con todo el cuerpo, todo nuestro cuerpo es una oración, un
signo de exclamación.
La lógica del mercado y del beneficio personal destruyen la pureza erótica que es expresión pura y espontánea, una autoentrega que es como el lenguaje de la luz y la sonrisa de los amantes.
La desnudez así se vuelve pornográfica:
Esta misma energía, esta
misma luz que es el erotismo, se violenta cuando es incrustada en
una lógica egoísta y su poder creativo y pacífico se convierte en
destrucción y corrupción.
Pero desnudarnos, aunque promete la libertad, nos suele dar 'vergüenza':
Pero hay algo que es lo que vence toda vergüenza, y así la desnudez se vuelve el canto de la vida, la pura circulación del fuego, la horizontalidad de la luz:
Literalmente ésta es la desnudez erótica, una desnudez de cuerpo y alma o de cuerpo haciendo transparente el alma, expresando libremente la forma y esencia del ser humano.
Este autovaciamiento o autoentrega que es la desnudez erótica, nos dice Yannaras, significa que,
La palabra se hace mundo,
la luz se hace cuerpo, lo divino e infinito se hace experiencia
finita, relación personal...
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