por Juan Pablo Carrillo Hernández
05
Diciembre 2019
del
Sitio Web
PijamaSurf
En el marco de su obra '¿Tener o
Ser?',
Erich Fromm esbozó este
diagnóstico
de las cualidades que necesita el ser humano
para
construir formas más saludables y armoniosas
de habitar la realidad...
En nuestra época, sobre todo en el último par de años, una parte
importante de la opinión pública ha estado tomada cada vez más por
un discurso que alienta a reflexionar sobre la forma general de vida
con que buena parte de la humanidad se conduce.
En términos
generales, esta veta crítica señala el hecho de que muchas de
nuestras prácticas y hábitos cotidianos han generado efectos
sumamente nocivos para el bienestar general del planeta, al grado de
que, según algunos, nuestra supervivencia como especie está
seriamente amenazada.
Este puede ser o no un riesgo real, pero en todo caso nadie puede
negar que la forma de vivir del ser humano de por lo menos los
últimos 500 años, caracterizada por prácticas como el consumismo
exacerbado o el uso de combustibles fósiles como fuente principal de
energía, es la causa directa de fenómenos como,
-
la extinción de miles
de especies
-
la modificación drástica de hábitats
-
la contaminación
de los mares
-
la reducción de áreas que en otras épocas eran
dominio absoluto de la naturaleza...
¿Qué pasa con el ser humano que no ha sido capaz de entender que
somos una más de las especies de seres vivos que habitan la Tierra?
¿Por qué no hemos podido entender que, como cualquier otro ser vivo,
nosotros también dependemos del bienestar del sistema general del
cual formamos parte?
Culturalmente, es cierto, la humanidad se hizo
a la idea de que nuestra especie es el pináculo de la Creación, como
lo relata de manera figurada el Génesis...
A juzgar por el
momento en que nos encontramos, es claro que dicha narración está ya
agotada o ya no es necesaria, pues en términos prácticos y desde un
punto de vista amplio, como especie no nos sirve de mucho sentirnos
reyes y príncipes de un mundo que a todas luces corre el riesgo de
terminar yermo y devastado.
Si bien esta postura podría parecernos "reciente" - dada la época de
urgencia y crisis ambiental en que nos encontramos - lo cierto es
que desde hace ya bastante tiempo diversas voces han alertado sobre
los peligros que implica nuestro modo general de vida para la
supervivencia de la vida en el planeta (la nuestra incluida).
Una de
esas personas fue
Erich Fromm, un pensador sui generis que luego de
estudiar seria y minuciosamente la teoría psicoanalítica
desarrollada por Sigmund Freud, siguió un camino aparte, apostando
por una postura a la que en varias ocasiones él mismo calificó de "humanista".
En sus propuestas, Fromm abrazó una perspectiva más cercana a la
reflexión sobre el estado general de la humanidad y de los problemas
y dificultades que nos aquejan, tanto desde un punto de vista
individual como colectivo.
Sirviéndose de ideas provenientes de la
psicología (en su mayor parte), la filosofía y otras ramas de
pensamiento como la teología cristiana, el budismo o la sociología,
Fromm elaboró varios "diagnósticos" de los conflictos que el ser
humano ha sufrido a lo largo de su historia y para a los cuales,
paradójicamente, la solución siempre ha estado a su alcance.
Por eso
Fromm se alineó más bien a la tradición "humanista" del pensamiento
occidental, pues, por ejemplo, a diferencia de Freud o de otros
colegas suyos (como Viktor Frankl), él no se interesó por
desarrollar un método puntual de curación para el malestar subjetivo,
y menos aún para el malestar general, sino que más bien prefirió
tomar a la humanidad en su conjunto para reflexionar sobre las
condiciones presentes y sobre las perspectivas de futuro de la
especie.
En todo caso, y dicho al margen, en este aspecto el trabajo
de Fromm podría compararse con el que Freud emprendió en los últimos
veinte años de su vida, cuando analizó con las herramientas del
psicoanálisis fenómenos más de orden social como la religión, la
cultura o la guerra.
En el marco de ese humanismo, en su libro '¿Tener
o Ser?', Fromm
discutió varias ideas que, a su juicio, son necesarias para que el
ser humano evite la catástrofe hacia la cual se encamina con paso
seguro.
Cabe mencionar que dicha obra se publicó originalmente en
1976, época en la cual Fromm vislumbró ya los peligros que la
humanidad, con su modo de vida, se había hecho cerner sobre sí misma
y, por otro lado, el riesgo al que directa o indirectamente estaba
llevando a la vida en el planeta.
Más allá de circunstancias propias de su época como la amenaza
nuclear o la carrera armamentista, Fromm fue suficientemente lúcido
para notar que éstas no eran sino expresiones de causas en realidad
mucho más profundas y significativas.
Es decir, que quizá los
líderes de entonces podían firmar acuerdos de desarme o de
pacificación, pero que mientras no se resolvieran conflictos
internos y profundos del ser humano, problemas como la guerra o la
devastación de la naturaleza continuarían existiendo.
En ese sentido, Fromm no se equivocó...
Hoy, casi ochenta años después
de la publicación de sus obras mayores, es posible decir que su
diagnóstico es todavía válido y merece ser tomado en cuenta.
Si
hacemos eco de sus ideas podemos decir que todavía hoy actitudes
como,
...entre otros aspectos donde se conjugan la formación psicológica y la
vida en sociedad, son causas de fondo que aún hoy nos llevan a tener
comportamientos nocivos o francamente autodestructivos, tanto a
nivel individual como colectivo.
Como decíamos, al hablar del "hombre nuevo" (hombre en un sentido
general, como ser humano), Fromm trazó un panorama amplio de las
condiciones necesarias para generar un cambio auténtico en la forma
de vida humana y, con ello, mejorar significativamente nuestra
relación con el mundo, la naturaleza y con el planeta en general.
Según Fromm, si el ser humano quiere no sólo sobrevivir, sino además
convivir en armonía con su entorno (con sus semejantes y con la
naturaleza), está llamado a desarrollar y cultivar las siguientes
cualidades:
-
Disposición a renunciar a todas las formas de tener, para poder ser
plenamente.
-
Sentir seguridad, tener un sentimiento de identidad y confianza
basado en la fe en lo que uno es, en la necesidad de relacionarse,
interesarse, amar, solidarizarse con el mundo que nos rodea, en vez
de basarse en el deseo de tener, poseer, dominar al mundo, y así
volverse esclavo de sus posesiones.
-
Aceptar el hecho de que nadie ni nada exterior al individuo le da
significado a su vida, sino que esta independencia radical y la no
cosidad pueden llegar a ser la condición de la actividad plena
dedicada a compartir e interesarse por sus semejantes.
-
Estar plenamente presente donde uno se encuentra.
-
Sentir la alegría que causa dar y compartir, y no acumular y
explotar.
-
Amar y respetar la vida en todas sus manifestaciones, sabiendo que
no es sagrada la cosa ni el poder, ni lo que está muerto, sino la
vida y todo lo que contribuye a su desarrollo.
-
Tratar de reducir en la mayor medida posible la codicia, el odio y
los engaños.
-
Vivir sin adorar ídolos y sin engaños, porque se ha alcanzado una
situación en que no se requieren engaños.
-
Desarrollar la capacidad de amar, y el pensamiento crítico, no
sentimental.
-
Desprenderse del narcisismo y aceptar las trágicas limitaciones
inherentes a la existencia humana.
-
Hacer del pleno desarrollo de sí mismo y del prójimo la meta suprema
de vivir.
-
Saber que para alcanzar esta meta, es necesaria la disciplina y
respetar la realidad.
-
Saber que ningún desarrollo es sano si no ocurre en una estructura,
pero conocer también la diferencia entre la estructura como atributo
de la vida, y el "orden" como atributo de no vivir, de la muerte.
-
Desarrollar la imaginación, no para escapar de las circunstancias
intolerables, sino para anticipar las posibilidades reales, como
medio para suprimir las circunstancias intolerables.
-
No engañar, pero tampoco dejarnos engañar por los otros; se puede
admitir ser llamado inocente, pero no ingenuo.
-
Conocerse, y no sólo el yo que uno conoce, sino también el yo que no
conoce, aunque tenga un conocimiento vago de lo que no conoce.
-
Percibir la unión con la vida, y por consiguiente renunciar a la
meta de conquistar a la naturaleza, someterla, explotarla, violarla,
destruirla, y en vez de esto tratar de comprender y cooperar con la
naturaleza.
-
Gozar de una libertad no arbitraria, sino que ofrezca la posibilidad
de ser uno mismo, y no un atado de ambiciones, sino una estructura
delicadamente equilibrada que en todo momento se enfrenta a la
alternativa de desarrollarse o decaer, vivir o morir.
-
Saber que el mal y la destrucción son consecuencias necesarias de no
desarrollarse.
-
Saber que sólo muy pocos han alcanzado la perfección en todas esas
cualidades, y ser, sin la ambición de "alcanzar la meta",
reconociendo que esta ambición sólo es otra forma de codiciar, de
tener.
-
Ser feliz en el proceso de vivir cada día más, sin importar el
avance que el destino nos permita realizar, porque vivir tan
plenamente como se puede resulta tan satisfactorio que es difícil
preocuparse por lo que uno logra o no.
Sin duda hay varios de estos postulados que merecerían una
exposición mucho más detallada (por ejemplo, los que conciernen al
narcisismo o a la obsesión de tener a la que nos orilla el sistema
cultural y social en el que vivimos).
Para ello recomendamos al
lector acercarse a la obra en su conjunto, ¿Tener o
Ser?, pues estos
puntos son en buena medida síntesis o conclusiones provisionales de
las ideas desarrolladas en los apartados previos del libro.
Con todo, aun en esta forma es posible vislumbrar el corazón de la
propuesta de Fromm.
En términos generales puede decirse que Fromm
apuesta de lleno y permanentemente por la vida, es decir, por actuar
siempre en función de todo aquello que contribuya a la preservación
y la proliferación de la vida, tanto de la propia como de la que nos
rodea.
Con un espíritu casi freudiano (pero no solamente), Fromm intenta
que reconozcamos todos esos hábitos, aspectos de personalidad y
patrones mentales y de conducta que únicamente contribuyen a
sostener y fomentar ciertas formas de malestar o, dicho de otro modo,
que de algún modo entorpecen el flujo libre de la vida:
...en fin, la
lista puede ser demasiado extensa, pero curiosamente el remedio para
todo ello es, desde la perspectiva de Fromm, uno solo:
el amor por
la vida.
Si somos capaces de entender en qué consiste realmente la vida
- dejando
de lado las conceptualizaciones y relatos que el ser humano se ha
hecho de ella a lo largo de tantos siglos de existencia parcialmente
consciente - quizá entonces nos demos cuenta de que esta es una razón
más que suficiente para intentar lo que hasta ahora el miedo nos ha
hecho creer imposible:
probar nuevas formas humanas de ser y estar
en el mundo animadas por el entusiasmo de vivir más y, viviendo,
permitir que todo a nuestro alrededor también florezca.
|