por Karolina Grabowska
Y es dentro de la inmensa profundidad del materialismo, que representa la etapa final de un gran ciclo, donde el mundo alcanza el "límite de su separación", en un período de alejamiento del impulso sagrado.
Sin saberlo y ciego a esto, el materialista cree que no experimenta ninguna pérdida porque el progreso ha dado a la humanidad mucho más de lo que nunca tuvo y el avance material será su salvación.
Este momento simboliza que la humanidad ha alcanzado un límite de distancia (un extremo) de su naturaleza esencial - de su centro - y por tanto, de su hogar sagrado.
Y la persona moderna - en especial el fruto del modernismo occidentalizado - se ha alejado tanto de su naturaleza esencial que ha dejado de pensar en ella o de cuestionar su existencia, e incluso crea e inventa una pseudo-verdad para su realidad material.
Muchos consideran actualmente que estos tiempos de profundo materialismo representan la "undécima hora" 1 de la humanidad:
Otros, como yo mismo, se han referido a estos tiempos como la "noche oscura del alma" de la humanidad.
Hace más de una década escribí el siguiente pasaje:
Cuando escribí esas palabras no éramos conscientes del avance, y muchos siguen sin serlo actualmente, a pesar de que su ritmo se ha acelerado drásticamente.
En cada renovación cíclica nos encontramos con profecías del "Fin de los Tiempos" que también lanzan imágenes e imaginaciones del apocalipsis mundial.
Sin embargo, dicho apocalipsis no es una fatalidad, sino una revelación que marca la desintegración de un ciclo narrado y la aparición de nuevas voces mitológicas, como heraldo de la agonía de un Eón de tiempo.
En tales momentos, las consecuencias de un apocalipsis/revelación, hay una gran extensión donde la propia realidad necesita volver a ensamblarse e imaginarse.
Hay un cambio de guardia de los arquetipos:
Se dice que,
Es en esos momentos de umbral cuando el velo se diluye para permitir una entrada, una fusión, de energías de diversas fuentes, físicas y metafísicas.
Es entonces cuando la ilusión de la realidad ordinaria y consensuada se desmorona rápidamente, esa misma ilusión que protegía a muchas personas de las incursiones infra-psíquicas.
Según el filósofo René Guénon,
En otras palabras,
La realidad de los poderes psíquicos desconocidos - de más allá de nuestro mundo - y sus influencias siempre ha formado parte del conocimiento humano, solo que ahora sale de su caparazón oculto y se hace más visible.
La disolución del mundo físico, su fragmentación, caos y desorden, catalizan las manifestaciones psíquicas que representan la fase de ruptura del ciclo actual del materialismo que no hace sino engendrar una inevitable recreación del mundo.
Si se quiere desplegar un nuevo entorno psicofísico, el endurecimiento y la extremada corrupción de nuestro mundo físico también deben conducir a un nivel de fractura psicológica.
Es decir, a menos que haya grietas dentro de la altamente condicionada psicosfera colectiva de la humanidad,
Cada alma humana está imbuida de un sentido, un saber, de lo Trascendente - un filamento o chispa de la Fuente - del Alfa y Omega de toda existencia.
La ignorancia de ello solo existe en este plano físico, terrenal, oscurecido por las fuerzas degradadas del materialismo profundo.
La facultad interna que reconoce esto se suele denominar Corazón, y es la facultad más elevada del ser humano, aunque yace dormida o adormecida dentro de la mayoría de las personas.
Se trata de un elemento incorruptible e inviolable dentro del ser humano - un "órgano supramental de conocimiento" - que está más allá de la mente o el intelecto.
El sentido de lo trascendente implica,
Estos impulsos son los signos de estos tiempos:
El contacto con la energía de la Fuente está disponible (se da) a aquellos que son conscientes de ello:
Es en la hora undécima, de una disolución a un nuevo comienzo, cuando entendemos también la frase:
Referencias
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