Una persona puede tardar años en darse cuenta de que, en cierto modo,
Siempre nos gusta pensar que sabemos lo que pasa, aunque tengamos la ligera sospecha de que no es así.
Y esta narrativa central elegida se nos hace aparecer como razonable, incluso cuando, al examinarla más de cerca, no lo es.
Todo lo que se nos dice puede parecer razonable inicialmente porque está modelado, o programado, para encajar en un modelo de realidad muy específico.
Si nuestras percepciones de la realidad cambiaran, aunque solo fuera un poco, veríamos (o mejor dicho, percibiríamos) que estos modelos actuales de pensamiento están completamente sesgados.
Sin embargo, la principal historia narrativa consensuada - o modelo de realidad - a la que nos adherimos mantiene esta visión distorsionada como una línea aparentemente recta.
Por supuesto, ha habido personas que de vez en cuando han intentado señalar estas discrepancias.
Se podría decir que gran parte de lo que pasa por ser la narrativa dominante - la historia humana - es una inversión.
Puede decirse que la historia a la que nos aferramos está, de alguna manera, trastocada o invertida; y desde esta posición es muy difícil ver las cosas como son, en su sentido correcto.
La doble desventaja aquí es que,
El acto de soñar también se invierte.
Naturalmente, desde este punto de vista,
No sabemos lo que no sabemos...
Sin embargo, lo que sabemos es lo que nos dicen que sabemos. Y esa es la naturaleza del condicionamiento del sueño.
Además, el ancho de banda invertido en el que tendemos a existir es una pequeña franja de posibilidades. Cualquier cosa más allá de esas bandas restringidas se categoriza y marca como anormal, o paranormal (es decir, más allá de lo normal).
Lo que de hecho se considera "normal" es un rango extremadamente limitado de la historia programada.
Y esta normalidad a menudo es validada y generada por la propia narrativa interna de la persona. Cuando se borra o difumina la línea que separa el pensamiento en sí de aquello que lo produce, llegamos a creer que somos nuestros pensamientos.
El primer paso consiste
en reconocer y aceptar que nuestra experiencia de la vida es parte
de una narrativa colectiva más amplia, tanto como lo es de nuestra
historia individual.
Y, sin embargo, para encajar los fragmentos, hay filtros en funcionamiento que colocan esas piezas en una narrativa preestablecida.
Lo que se ensambla con la gran noción de la historia es una obra de ficción en la que se inyectan suficientes fragmentos de hechos para que las perspectivas condicionadas de los cronistas parezcan plausibles.
Dentro de este gran esquema de la historia se encuentran las agrupaciones menores de identidades culturales que nos traban dentro de otros niveles del sueño colectivo.
La historia cultural es
otra narración más que encaja en el ya estrecho ancho de banda de
nuestra historia onírica perceptiva.
Y de ahí ha surgido el
gran engaño: la inversión de una realidad menor.
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