28 Noviembre
2018
del Sitio Web
Tendencias21
Imagen:
rawpixel/Freepik
El éxito de un
proceso participativo
es fruto de
varios ingredientes.
Uno de los
básicos es la confianza,
de la que ya
hemos hablado.
La otra clave
es la capacidad
de escucha activa.
Además de una
técnica para mejorar
la comunicación
entre las personas,
creemos que es
la puerta de entrada
para conectar
con la verdadera naturaleza
de las personas.
La 'escucha activa' se
suele definir como una técnica y estrategia de comunicación, como
una manera de escuchar con plena conciencia a nuestro interlocutor y
demostrarle que le hemos entendido.
Desde la manera como
nosotras la utilizamos, es mucho más.
¿Qué tal si te contamos
cómo se desarrollan nuestros procesos de participación para que
entiendas la dimensión que damos a la escucha activa?
El proceso del
proceso
La esencia de un proceso participativo es construir nuevas
realidades colectivas a partir de las visiones personales.
No se trata de imponer
una postura en detrimento de otra - ya dijimos que ganar no
es el objetivo - ni de hacer una amalgama de visiones,
sino de generar una nueva realidad.
Esas nuevas realidades las creamos usando como punto de referencia
un relato compartido, un discurso que alinee lo que tienen en común
las distintas posturas.
Por dar una pincelada que ilustre esto de lo que estamos hablando,
el relato común de un proceso participativo podría ser,
"el reto de vivir de
la naturaleza apoyándola al mismo tiempo".
Este sería el gran tema
de fondo que compartirían los participantes del proceso.
Las posturas individuales
serían tan diversas como crear más servicios de ocio en espacios
naturales, sacar más provecho de la madera del monte o regular el
acceso a las zonas recreativas.
Con todo esto, nuestra misión es llegar a una nueva
realidad que integre todas las necesidades y cada parte
satisfaga la suya sin dañar el bien común.
El momento de
la escucha
¿Cómo llegamos a crear ese relato común?
Antes de llegar aquí, existen visiones particulares del problema que
descubrimos en entrevistas individuales donde nos abrimos a la
diferencia, nos fascinamos con cada posición, sin juzgar y sin dar
nada por sentado.
Es aquí donde empieza nuestra escucha activa y la observación
de la diversidad. Nuestra labor como facilitadores del proceso es
escuchar con cariño y asombro a cada parte y comprender sus porqués.
El verdadero ejercicio por ambas partes, por el entrevistado y por
nosotros, consiste en deshacernos del disfraz, del personaje que
interpretamos en este teatro del mundo - como lo llamó Calderón de
la Barca - y llegar a la grandeza humana que hay en cada persona.
Todos actuamos según un rol preestablecido y nos comportamos de
acuerdo a lo que se espera de él. Sin embargo, la escucha activa
deja fuera toda presión por mantener la postura que corresponde a
cada rol para llegar a la esencia de las personas.
En la escucha, los participantes en el proceso dejan de ser vecino,
político o empleado público para sentirse simplemente personas a las
que cada una a su manera les duele esta problemática que les ha
unido.
Esa actitud de escucha activa nos ayuda a crear una conexión
genuina y una empatía que permite ponernos en su lugar y comprender
su postura.
Pensamos que es aquí donde conectamos con la verdadera naturaleza de
las personas, donde se encuentra su potencial, como dice nuestro
eslogan.
Y desde esa profundidad,
comprobamos que en el fondo somos bastante iguales.
El cambio de
energía y el feliz desenlace
¿Qué es entonces para nosotros la escucha activa?
Desde esta manera de trabajar, la persona que escucha tiene un
interés genuino en la persona que habla, disfruta conociendo su
realidad, indaga y pregunta hasta comprender sus motivaciones
finales, saborea cada descubrimiento.
Este elemento clave supone un cambio en las fuerzas que conducen el
proceso.
Se trata de abandonar la parte directiva e impositiva, más asociada
a la energía masculina, para dar cabida y acoger la llegada
de la nueva realidad, asociada a la energía femenina.
Como una madre que gesta una nueva vida en su útero, así tratamos de
facilitar la creación del nuevo relato compartido. Dejamos que el
proceso se desarrolle sin imposiciones, aceptando lo que tenga que
ser, lo que tenga que venir.
El resultado de todo este trabajo a veces nos sorprende y nos
reconforta porque hemos llegado a ver cómo personas que estaban
enfrentadas públicamente, que declaraban abiertamente su oposición a
la otra parte, tras un proceso participativo han terminado por
cambiar de actitud y reconocer la postura "contraria".
Esta es la magia que se produce cuando se genera una confianza real
que permite a las personas hablar en un clima de respeto.
Es cuando hablamos desde
un lugar diferente al rol, desde la humildad y la autenticidad,
cuando desaparecen las trincheras y aceptamos que no todo es
perfecto, que todos estamos aprendiendo y que los procesos
participativos son un intento más por hacer las cosas mejor...
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