Autor (A):
Hola, Hermes. ¿Estás ahí?
Hermes (H): (ruido esquivo) Hola ahí. ¡En efecto, aquí
está Hermes!
A: Estupendo, no estaba seguro de que aparecieses. He
oído decir que eres difícil de pillar.
H: (risas) ¡Ah, has estado escuchando a mis detractores! Siempre
estoy por los alrededores. Ya sabes, no creo que jamás haya un
momento de quietud.
A: Bueno, eres el mensajero de los dioses; y el dios de los
viajeros y de las fronteras. Imagino que eso quiere decir que
siempre estás en movimiento.
H: Muy cierto, muy cierto. Siempre paso volando por aquí o por
allá.
Realmente, allá donde voy no hay fronteras. Y si las hay,
bueno, ¡las atravieso todas! Debo confesar que no entiendo esos
límites de los que habla todo el mundo.
¡Todos los mundos están
mezclados, ya sea por debajo o por encima! (risas).
A: En realidad, es algo de lo que quería hablar contigo.
Aquí,
nuestro mundo está lleno de límites, y muchos son inventados. Me
refiero a ello como una simulación. Alguien, o digamos una
nación, viene y traza una frontera en un mapa; y entonces ahí
tienes un espacio nuevo.
Pero es solo una historia que se
convierte en su historia.
H: Sí, seguro, dímelo a mí.
¡Os veo haciéndolo todo el rato! Os
damos una pizarra limpia y vosotros la pintarrajeáis por todas
partes, inventando vuestras nuevas reglas para cada juego.
Literalmente sacáis un rotulador y pintáis una línea por aquí y
otra por allá; seguís cambiando los trazos y a continuación las
reglas. Todos pensábamos que erais una panda de esquizofrénicos
hasta que llegamos a entender que era un proceso infantil de
aprendizaje.
Despedís un montón de energía en esos juegos
territoriales.
A: ¿Piensas que todo es una simulación?
H: ¿Qué quiere decir eso, realmente?
Todo es, de una u otra
manera, una simulación, es decir algo que solo es una copia o un
reflejo de lo Real. Así que, efectivamente, lo es; pero eso no
le resta validez.
Yo me ocupo todo el tiempo de lo que tú llamas
simulaciones, y para muchas inteligencias es algo bastante real.
Es lo que habéis hecho con vuestra rebanada de realidad:
fabricáis simulaciones dentro del simulacro más grande.
Realmente es una especie de engaño, pero también puede llevaros
más lejos de lo necesario.
A: Y supongo que el engaño es tu juego, ¿no es así? Tú eres
Hermes el Embaucador ¿correcto?
H: (risas) ¡Ya lo creo!
Pero todos los trucos que hago
tienen un
propósito. Y en su mayor parte ha sido para echaros una mano,
chicos, ¿lo sabíais? He hecho mucho ilusionismo pero para
vuestro bienestar.
Pero ahora muchos estáis aprovechando eso que
llamáis juegos de manos para vuestros propios fines egoístas.
Eso, siento decirlo, no es auténtico ilusionismo.
Es
manipulación, y hay muchos de vosotros que adoran este juego.
A: ¿Y cómo ves este tipo de prestidigitación: esta manipulación?
H: Como dije, desde donde contemplamos las cosas es infantil.
Más que ilusionismo es hurto. Se diría que
todo el mundo miente
a los demás, y que estáis construyendo una realidad que
escabulle la verdad.
Cada capa de mentiras que presentáis os
aleja más aún de vuestra Fuente. Os estáis poniendo velos sobre
vosotros mismos y sonreís mientras lo hacéis.
No es inteligente,
penséis lo que penséis.
A: No, para nada inteligente. Las manipulaciones y las mentiras
nunca lo son; pero hay gente que cree que sí lo son. Yo pienso
que sienten que les dan poder.
H: Poder, quizá.
Pero el poder es solo un juego. Y como decía,
ese juego os aleja aún más de vosotros mismos. Pienso que puede
que os estéis perdiendo en vuestro propio juego.
A: Eso es interesante. ¿Crees que también nos estamos poniendo
límites a nosotros mismos?
H: ¡Sin duda alguna!
Antaño teníais el cielo y el infierno.
Ahora también tenéis todo lo que hay entremedias. Los límites se
hacen reales por vuestras imaginaciones.
Vuestro mundo existe en
primer lugar en vuestras cabezas; luego lo convertís en algo
real fuera de ellas. Vuestros límites son vuestras líneas de
energía; desde donde yo lo contemplo no hay límites.
Lo que veo
es un puñado de niños jugando en el patio de recreo.
Estáis
sentados en vuestro recinto de arena edificando falsos castillos
y muros que pronto se derrumbarán. Si construís con una
intención incorrecta, tales cosas nunca durarán. Y lo que es
más, se desplomarán sobre vosotros.
¡Seréis un montón de niños
sumergidos por vuestros juegos de arena!
A: Qué pensamiento. ¡Vaya imagen!
H: Sí, y he aquí otro pensamiento. ¡Puede que vuelva de nuevo a
jugaros malas pasadas! (risas).
A: Hazlo, por favor. Estaría bien algo de diversión. Una última
pregunta: ¿cómo podemos saber lo que es real y lo que no lo es?
H: ¡Tenéis que jugar sin hacer trampas!
Como mensajero de los
dioses os podría dar algunos consejos para ayudaros, pero eso os
alejaría de vuestros propios logros. Hasta los dioses tienen que
avanzar, sabes. Debéis encontrar esa distinción por vosotros
mismos.
Debéis descubrir vuestros propios progresos; de otro
modo, ¿para qué ser humano?
A: Sí, efectivamente: para qué. Gracias, Hermes, por la charla.
H: De nada. ¡Recuerda jugar correctamente el juego! Adiós.
A: Adiós.