06 Octubre 2019

del Sitio Web PotalNet

Versión en ingles





Izquierda: Franklin Pierce,

decimocuarto presidente de los Estados Unidos (1853-1857).

Derecha: La única foto conocida del Jefe Seattle,

tomada en los años 1860 cuando se acercaba

a sus 80 años de edad.

 



La carta que trascribimos a continuación es muy conocida pero poco contada para las nuevas generaciones.

 

Sus palabras no solamente son conmovedoras sino que adquieren tintes proféticos ante los hechos de nuestros días, en el siglo XXI, en donde los niveles de contaminación ambiental no solo ponen en peligro a nuestra especie, sino a las de todo el planeta.



Contexto

 

El presidente de los Estados Unidos, Franklin Pierce, envía en 1854 una oferta al Jefe Seattle, de la tribu Suwamish, para comprarle los territorios del noroeste de los Estados Unidos que hoy forman el Estado de Washington.

 

A cambio, promete crear una "reservación" para el pueblo indígena.

 

 

 

 

 

Comentarios


El pretendido discurso del Jefe Seattle es una falsificación que ha tenido buena suerte editorial y algunas variaciones al gusto del consumidor y la época.

Es efectivo que un jefe llamado Seathl habló (en su lengua) en una asamblea de las tribus Suquamish/Duwamish con agentes del gobierno de los EE.UU. en Enero de 1854.

La primera versión impresa del discurso - que difiere notablemente de la versión actualmente canónica - se publicó el 29 de octubre de 1887 (33 años después) , en un artículo en el periódico Seattle Sunday Star por el Dr. Henry A. Smith, un supuesto testigo del discurso de 1854 que había "reconstruido y traducido" el discurso (35 páginas) a partir de sus notas.

A fines de la década del 1960, el poeta William Arrowsmith reescribió el discurso de nuevo en un estilo algo más contemporáneo (hippie), aunque todavía conservaba similitudes con la versión de Smith (Ellen Levesque, 29 de septiembre de 1993).

Más tarde aún, Ted Perry creó otra versión para "Home" (un programa histórico sobre el bosque lluvioso del noroeste que fue televisado en 1971; Jones y Sawhill, 1992).

 

Esta versión fue construida como si fuera una carta al Presidente Franklin Pierce, aunque,

"nunca fue escrita ninguna carta de esa índole ni por ni para el Jefe Seattle".

(Ellen Levesque, 29 de septiembre, 1993)

Al final de 'Brother Eagle, Sister Sky', (libro - best seller - para escolares, 500.000 copias en 1992) su autora, Susan Jeffers escribe,

"Los orígenes de las palabras del Jefe Seattle se ven parcialmente ocultos por las neblinas de los años."

Menciona la versión de Smith y declara que ha adaptado el mensaje, igual que Joseph Campbell y otros a quienes no nombró.

 

***

 

¿Una buena falsificación...? Tal vez... de cuyo original nada quede.

 

No obstante al sereno observador no es lo que interesa, es el sentido humanista, la perspectiva de un mundo en comunidad con la naturaleza y con el otro.

 

El otro que para Ud. soy yo y que para mi es Ud.

 

¿Importa que haya sido el Jefe Seattle... o Perico de los Palotes? ¡Para nada!  Quien diría aquello, realmente no me importa. Si que es un pensamiento hermoso.

 

A la belleza, la verdad, a la hermandad, no debemos temerle.

 

 

 

 

El jefe Seattle responde en 1855:

 

El Gran Jefe Blanco de Washington ha ordenado hacernos saber que nos quiere comprar las tierras.

 

El Gran Jefe Blanco nos ha enviado también palabras de amistad y de buena voluntad. Mucho apreciamos esta gentileza, porque sabemos que poca falta le hace nuestra amistad.

 

Vamos a considerar su oferta pues sabemos que, de no hacerlo, el hombre blanco podrá venir con sus armas de fuego a tomar nuestras tierras.

El Gran Jefe Blanco de Washington podrá confiar en la palabra del jefe Seattle con la misma certeza que espera el retorno de las estaciones. Como las estrellas inmutables son mis palabras.

¿Cómo se puede comprar o vender el cielo o el calor de la tierra? Esa es para nosotros una idea extraña.

Si nadie puede poseer la frescura del viento ni el fulgor del agua, ¿cómo es posible que usted se proponga comprarlos?

Cada pedazo de esta tierra es sagrado para mi pueblo. Cada rama brillante de un pino, cada puñado de arena de las playas, la penumbra de la densa selva, cada rayo de luz y el zumbar de los insectos son sagrados en la memoria y vida de mi pueblo. La savia que recorre el cuerpo de los árboles lleva consigo la historia del piel roja.

Los muertos del hombre blanco olvidan su tierra de origen cuando van a caminar entre las estrellas. Nuestros muertos jamás se olvidan de esta bella tierra, pues ella es la madre del hombre piel roja. Somos parte de la tierra y ella es parte de nosotros.

 

Las flores perfumadas son nuestras hermanas; el ciervo, el caballo, la gran águila, son nuestros hermanos. Los picos rocosos, los surcos húmedos de las campiñas, el calor del cuerpo del potro y el hombre, todos pertenecen a la misma familia.

Por esto, cuando el Gran Jefe Blanco en Washington manda decir que desea comprar nuestra tierra, pide mucho de nosotros.

 

El Gran Jefe Blanco dice que nos reservará un lugar donde podamos vivir satisfechos. Él será nuestro padre y nosotros seremos sus hijos.

 

Por lo tanto, nosotros vamos a considerar su oferta de comprar nuestra tierra. Pero eso no será fácil. Esta tierra es sagrada para nosotros. Esta agua brillante que se escurre por los riachuelos y corre por los ríos no es apenas agua, sino la sangre de nuestros antepasados.

 

Si les vendemos la tierra, ustedes deberán recordar que ella es sagrada, y deberán enseñar a sus niños que ella es sagrada y que cada reflejo sobre las aguas limpias de los lagos hablan de acontecimientos y recuerdos de la vida de mi pueblo.

 

El murmullo de los ríos es la voz de mis antepasados.

Los ríos son nuestros hermanos, sacian nuestra sed. Los ríos cargan nuestras canoas y alimentan a nuestros niños. Si les vendemos nuestras tierras, ustedes deben recordar y enseñar a sus hijos que los ríos son nuestros hermanos, y los suyos también.

 

Por lo tanto, ustedes deberán dar a los ríos la bondad que le dedicarían a cualquier hermano.

Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestras costumbres. Para él una porción de tierra tiene el mismo significado que cualquier otra, pues es un forastero que llega en la noche y extrae de la tierra aquello que necesita.

 

La tierra no es su hermana sino su enemiga, y cuando ya la conquistó, prosigue su camino. Deja atrás las tumbas de sus antepasados y no se preocupa. Roba de la tierra aquello que sería de sus hijos y no le importa.

La sepultura de su padre y los derechos de sus hijos son olvidados. Trata a su madre, a la tierra, a su hermano y al cielo como cosas que puedan ser compradas, saqueadas, vendidas como carneros o adornos coloridos.

 

Su apetito devorará la tierra, dejando atrás solamente un desierto.

Yo no entiendo, nuestras costumbres son diferentes de las suyas. Tal vez sea porque soy un salvaje y no comprendo.

No hay un lugar quieto en las ciudades del hombre blanco. Ningún lugar donde se pueda oír el florecer de las hojas en la primavera o el batir las alas de un insecto. Mas tal vez sea porque soy un hombre salvaje y no comprendo. El ruido parece solamente insultar los oídos.

¿Qué resta de la vida si un hombre no puede oír el llorar solitario de un ave o el croar nocturno de las ranas alrededor de un lago?

 

Yo soy un hombre piel roja y no comprendo. El indio prefiere el suave murmullo del viento encrespando la superficie del lago, y el propio viento, limpio por una lluvia diurna o perfumado por los pinos.

El aire es de mucho valor para el hombre piel roja, pues todas las cosas comparten el mismo aire - el animal, el árbol, el hombre - todos comparten el mismo soplo. Parece que el hombre blanco no siente el aire que respira.

 

Como una persona agonizante, es insensible al mal olor. Pero si vendemos nuestra tierra al hombre blanco, él debe recordar que el aire es valioso para nosotros, que el aire comparte su espíritu con la vida que mantiene. El viento que dio a nuestros abuelos su primer respiro, también recibió su último suspiro.

 

Si les vendemos nuestra tierra, ustedes deben mantenerla intacta y sagrada, como un lugar donde hasta el mismo hombre blanco pueda saborear el viento azucarado por las flores de los prados.

Por lo tanto, vamos a meditar sobre la oferta de comprar nuestra tierra. Si decidimos aceptar, impondré una condición: el hombre blanco debe tratar a los animales de esta tierra como a sus hermanos.

Soy un hombre salvaje y no comprendo ninguna otra forma de actuar. Vi un millar de búfalos pudriéndose en la planicie, abandonados por el hombre blanco que los abatió desde un tren al pasar.

 

Yo soy un hombre salvaje y no comprendo cómo es que el caballo humeante de hierro puede ser más importante que el búfalo, que nosotros sacrificamos solamente para sobrevivir.

¿Qué es el hombre sin los animales?

 

Si todos los animales se fuesen, el hombre moriría de una gran soledad de espíritu, pues lo que ocurra con los animales en breve ocurrirá a los hombres. Hay una unión en todo.

Ustedes deben enseñar a sus niños que el suelo bajo sus pies es la ceniza de sus abuelos. Para que respeten la tierra, digan a sus hijos que ella fue enriquecida con las vidas de nuestro pueblo.

 

Enseñen a sus niños lo que enseñamos a los nuestros, que la tierra es nuestra madre. Todo lo que le ocurra a la tierra, le ocurrirá a los hijos de la tierra. Si los hombres escupen en el suelo, están escupiendo en sí mismos.

Esto es lo que sabemos:

la tierra no pertenece al hombre; es el hombre el que pertenece a la tierra.

Esto es lo que sabemos: todas la cosas están relacionadas como la sangre que une una familia. Hay una unión en todo.

Lo que ocurra con la tierra recaerá sobre los hijos de la tierra. El hombre no tejió el tejido de la vida; él es simplemente uno de sus hilos. Todo lo que hiciere al tejido, lo hará a sí mismo.

Incluso el hombre blanco, cuyo Dios camina y habla como él, de amigo a amigo, no puede estar exento del destino común. Es posible que seamos hermanos, a pesar de todo. Veremos.

 

De una cosa estamos seguros que el hombre blanco llegará a descubrir algún día: nuestro Dios es el mismo Dios.

Ustedes podrán pensar que lo poseen, como desean poseer nuestra tierra; pero no es posible, él es el Dios del hombre, y su compasión es igual para el hombre piel roja como para el hombre piel blanca.

La tierra es preciosa, y despreciarla es despreciar a su creador. Los blancos también pasarán; tal vez más rápido que todas las otras tribus.

 

Contaminen sus camas y una noche serán sofocados por sus propios desechos.

Cuando nos despojen de esta tierra, ustedes brillarán intensamente iluminados por la fuerza del Dios que los trajo a estas tierras y por alguna razón especial les dio el dominio sobre la tierra y sobre el hombre piel roja.

Este destino es un misterio para nosotros, pues no comprendemos el que los búfalos sean exterminados, los caballos bravíos sean todos domados, los rincones secretos del bosque denso sean impregnados del olor de muchos hombres y la visión de las montañas obstruida por 'hilos de hablar'.

¿Qué ha sucedido con el bosque espeso? Desapareció.

¿Qué ha sucedido con el águila? Desapareció.

La vida ha terminado. Ahora empieza la supervivencia...