por Francisco J. Rubia
25 Junio
2008
del Sitio Web
Tendencias21
Con un título afirmativo 'La
ilusión del Libre Albedrío' (leerlo
mas abajo) ha aparecido en el periódico
El País, con fecha de 7 de febrero de 2007, un artículo que
gira sobre este controvertido tema que ha preocupado a generaciones
de filósofos.
Finalmente se hace eco
algún medio en España de una cuestión que hace correr ríos de tinta
en otros países como Alemania o Estados Unidos.
Este artículo me ha recordado mi conferencia en la Real Academia
Nacional de Medicina en el año 2003 con el mismo título que encabeza
este artículo.
Como entonces dije, la
expresión 'libre albedrío' proviene del latín 'liberum arbitrium',
concepto muy usado por teólogos y filósofos cristianos y se
diferencia de la palabra 'libertas' que se refería más al estado de
bienaventuranza eterna.
El libre albedrío se
empleaba para designar la posibilidad de elegir entre el bien y el
mal, como en De corruptione et gratia I, 2, dice San Agustín:
"Debe confesarse que
hay en nosotros libre albedrío para hacer el mal y para hacer el
bien".
Esta idea del libre
albedrío procede, sin duda, de la impresión subjetiva que todos
tenemos de ser libres cuando tomamos una decisión.
Negar esta posibilidad
iría en contra de esa impresión, lo que los anglosajones dicen que
sería 'contraintuitiva'.
Pero,
-
¿Son nuestras
impresiones subjetivas de fiar?
-
¿Acaso no era
intuitivamente correcto asumir que el sol giraba alrededor
de la tierra, como Aristóteles, Ptolomeo y tantos otros
sostuvieron hasta nada menos que el siglo XVI, y que por
contradecir esta 'impresión subjetiva' tuvo que morir en la
hoguera
Giordano Bruno en el Campo
dei Fiori de Roma?
Causa y
consecuencia
Pues bien, como bien se informa en el artículo de El País,
los
experimentos realizados por un neurocientífico
californiano, Benjamín Libet, le hicieron concluir que la
impresión subjetiva de la libertad de acción no era la causa de esta
acción, sino su consecuencia.
En otras palabras:
que en sus
experimentos se mostraba claramente que el cerebro se ponía en
movimiento, cuando el sujeto de experimentación realizaba el
movimiento voluntario de un dedo, nada menos que 500
milisegundos (medio segundo) antes de que el sujeto informase de
su decisión de mover el dedo y 700 milisegundos antes del
movimiento.
En consecuencia:
tanto el movimiento
como la impresión subjetiva dependían de una actividad cerebral
que es muy anterior en el tiempo y completamente inconsciente.
Estos experimentos se han
repetido una y otra vez en otros laboratorios arrojando siempre los
mismos resultados.
Estos experimentos se han vuelto a confirmar en Leipzig, pero ahora
la actividad cerebral en los lóbulos frontales se remontaba incluso
a 10 segundos antes de que el movimiento tuviera lugar.
En el futuro estaremos
ante el hecho de que nuestra impresión subjetiva de que somos libres
es una ilusión. Lo cual no es nada nuevo.
Recordemos lo que decía
al respecto el filósofo inglés David Hume:
"La voluntad no es
otra cosa que la impresión interna que sentimos y de la que
somos conscientes, cuando a sabiendas damos lugar a un nuevo
movimiento de nuestro cuerpo o a una nueva percepción de nuestra
mente".
Lo que viene a decir que
la voluntad no es ninguna causa o motor en la persona, sino más bien
la sensación consciente, personal, subjetiva, de esta causa, fuerza
o motor.
Mucho más claro que David Hume fue el filósofo holandés Baruch
Spinoza, quien en su Etica dice lo siguiente:
"Los hombres se
equivocan si se creen libres; su opinión está hecha de la
consciencia de sus propias acciones y de la ignorancia de las
causas que las determinan".
Y Thomas Henry Huxley,
célebre zoólogo inglés, abuelo de Julian y Aldous Huxley, decía:
"La sensación que
llamamos volición no es la causa del acto voluntario, sino
simplemente el símbolo de la consciencia de aquel estado del
cerebro que es la causa inmediata del acto".
Marvin Minsky, uno
de los pioneros de la inteligencia artificial opina:
"Ninguno de nosotros
piensa que lo que hacemos depende de procesos que no conocemos;
preferimos atribuir nuestras elecciones a la voluntad, volición
o autocontrol…
Quizá sería más
honesto decir:
mi decisión
estuvo determinada por fuerzas internas que no comprendo".
¿Porqué hemos
estado engañados tanto tiempo?
Si realmente el libre albedrío es una de las ilusiones que
el cerebro es capaz de crear, ¿por
qué hemos estado engañados tanto tiempo?
A esta pregunta se puede responder diciendo que también es cierto
que desde el orfismo, que consideraba al alma prisionera del soma
(cuerpo) o de la sema (tumba), pasando por Platón y muchos
otros filósofos, hasta llegar al planteamiento radical de
Descartes, el dualismo metafísico, que considera que el hombre
se compone de dos entidades distintas,
el cuerpo, material,
y el alma, inmaterial,
...ha impedido que las
ciencias naturales se ocupen de las 'funciones anímicas' o mentales
por considerarlas, como el nombre indica, fruto de ese ente
inmaterial que hemos llamado alma.
Pero la neurociencia moderna ha superado, podríamos decir, ese
obstáculo y desde ese momento ha comenzado a aplicar los métodos
científico-naturales a temas que tradicionalmente correspondían a la
teología o a la filosofía.
La consciencia, el yo, la
realidad exterior, el libre albedrío, la espiritualidad incluso, son
temas que hoy se estudian desde posiciones neurocientíficas y con
métodos neurocientíficos.
Por eso estoy convencido que estos resultados de la neurociencia
moderna van a cambiar la idea que tenemos no sólo del mundo, sino de
nosotros mismos en muchos aspectos. Y este es uno de ellos.
Desde el punto de vista
dualista no surgiría ningún problema: la voluntad es una facultad
del alma y por tanto es independiente del cuerpo, o sea, del
cerebro, al que controla.
Ahora bien, ningún
dualista ha podido hasta ahora explicar satisfactoriamente cómo es
posible que un ente inmaterial, que por definición no posee energía,
pueda mover, activar, accionar, las células de nuestro cerebro, que
es materia.
Estaríamos violando las
leyes de la termodinámica...
Otro argumento a favor de considerar que las facultades mentales,
como hoy acepta la inmensa mayoría de neurocientíficos, son producto
del cerebro, es decir, de la materia.
Y a nadie se le escapa
que sería curioso que sólo el cerebro, como tal materia, no
estuviese sometido a las leyes deterministas de la naturaleza.
La Ilusión del Libre Albedrío
- Los Científicos
estudian cómo Encajar la Voluntad en la Realidad del Mundo Físico
-
por Dennis
Overbye
07 Febrero
2007
del
Sitio Web
ElPais
Ahora que acabamos de pasar otro fin de año, muchos de ustedes han
decidido ser mejores, más sabios, más fuertes y más ricos en los
meses y años venideros.
Al fin y al cabo, somos
seres humanos libres, no esclavos, robots o animales condenados a
repetir los mismos errores odiosos una y otra vez.
Como escribía William
James en 1890, toda la,
"salsa y la emoción"
de la vida provienen de "nuestra idea de que en ella las cosas
realmente se deciden de un momento a otro, y que no es el
monótono repiqueteo de una cadena que se forjó hace innumerables
siglos".
Ya basta, doctor James.
Una serie de experimentos
realizados durante los últimos años indica que la mente consciente
es como un mono cabalgando un tigre de decisiones y acciones
subconscientes en progreso, que inventa frenéticamente cuentos de
que tiene el control.
Al plantearnos si la libertad de elección es ilusión o realidad, nos
asomamos al abismo
La evolución, la historia y la cultura nos han dotado de sistemas de
reacción
En consecuencia, médicos, neurocientíficos e informáticos se han
unido a los herederos de Platón y Aristóteles para
discutir qué es el libre albedrío, si lo tenemos o no, y qué nos
llevó a creer que lo teníamos en primer lugar.
"¿Es una ilusión? Ésa
es la cuestión", dice Michael Silberstein, filósofo de la
ciencia del Elizabethtown College de Pensilvania (EE.UU).
Otro interrogante, añade,
es si hablar sobre esto en público avivará las guerras culturales.
"Si la gente alucina
con la evolución y otras cosas", escribía en un correo
electrónico, "cómo no va a alucinar si los científicos y los
filósofos le dicen que no es más que una avanzada máquina de
carne; además, ¿esa conclusión está ahora claramente justificada
o es prematura?".
Daniel C. Dennett,
un filósofo y científico cognitivo de la Tufts University que
ha escrito mucho sobre el libre albedrío, dice que,
"cuando nos
planteamos si el libre albedrío es una ilusión o una realidad,
nos asomamos a un abismo. Al parecer, afrontamos una caída en el
nihilismo y la desesperación".
Mark Hallett, un
investigador en neurología, dice:
"El libre albedrío no
existe, sino que es una percepción, y no un poder o una fuerza
impulsora. La gente experimenta el libre albedrío. Tiene la
sensación de ser libre.
Cuanto más lo
examinas, más te das cuenta de que no lo tienes", afirma.
Esa idea no es nueva, ni
mucho menos.
El filósofo alemán
Arthur Schopenhauer dijo, como parafraseó Einstein, que,
"un ser humano puede
hacer lo que quiera, pero no desear lo que quiere".
A Einstein, entre
otros, le parecía una idea reconfortante.
"El saber que la
voluntad no es libre me protege de perder el buen humor y
tomarme demasiado en serio a mí mismo y a los demás seres
humanos como individuos que actúan y juzgan", afirmó.
El grado de consuelo o
depresión que esto les produzca quizá dependa de lo que entiendan
por libre albedrío.
La definición tradicional
se denomina "libertaria" o libre albedrío "profundo". Sostiene que
los humanos son agentes morales libres cuyas acciones no están
predeterminadas.
Esta escuela de
pensamiento en la práctica dice que toda la cadena de causa y efecto
de la historia del universo se detiene en seco cuando sopesas la
carta de postres en un restaurante.
Llegados a ese punto, todo es posible. Sea cual sea su elección, no
es forzada y podría haber sido distinta, pero no es aleatoria.
Ustedes son responsables
de cualquier daño ocasionado a su cartera o arterias.
"A mucha gente eso le
parece incoherente", comenta Silberstein, que señala que todo
sistema físico que se ha investigado ha resultado ser
determinista o aleatorio.
"Ambas son malas
noticias para el libre albedrío", asegura.
Por tanto, si las
acciones humanas no pueden causarse ni son aleatorias, dice,
"debe de ser, ¿qué?
¿Una especie de extraño poder mágico?".
Pero sea lo que sea ese
poder - llámenlo alma o espíritu - esa gente tiene que
explicar cómo pudo independizarse del universo físico y aun así
extender el brazo desde el mundo inmaterial e inmiscuirse en
nuestras agitadas neuronas.
Un voto a favor del libre albedrío proviene de algunos físicos,
quienes afirman que es un requisito previo para inventar teorías y
planificar experimentos.
Eso es particularmente
cierto cuando hablamos de mecánica quántica, la extraña y paradójica
teoría que atribuye una aleatoriedad microscópica a los cimientos de
la realidad.
Anton Zeilinger,
un físico quántico de la Universidad de Viena, decía recientemente
que la aleatoriedad quántica no era,
"una prueba, sino tan
sólo un indicio de que tenemos voluntad propia".
En algunos experimentos,
se ha engañado a sujetos para que crean que están reaccionando a
estímulos que no pueden haber visto con tiempo suficiente como para
responder a ellos, o para que se atribuyan o culpen de cosas que no
pueden haber hecho.
Pongamos por caso el
"experimento vudú" de Dan Wegner, un psicólogo de Harvard, y
Emily Pronin, de Princeton.
En él, se invita a dos
personas a jugar al hechicero.
Una persona, el
sujeto, lanza una maldición a la otra clavando agujas a un
muñeco.
Sin embargo, la
segunda persona participa en el experimento y, según ha
convenido anteriormente con los médicos, actúa de manera
detestable para caer mal al que clava las agujas, o con
simpatía.
Al cabo de un rato,
la supuesta víctima se queja de un dolor de cabeza.
En los casos en los
que la persona había sido desagradable, el sujeto tendía a
hacerse responsable de su dolor de cabeza, un ejemplo del
"pensamiento mágico" que lleva a los aficionados al béisbol a
ponerse sus gorras con la parte de dentro hacia fuera [para
traer suerte al equipo].
"Conseguimos que
pasara en un laboratorio", dice Wegner.
¿Es un tipo de
pensamiento mágico similar el responsable de la experiencia del
libre albedrío?
"Vemos dos puntas del
iceberg, el pensamiento y la acción", señala Wegner, "y
establecemos una conexión".
Pero buena parte de la
acción se desarrolla bajo la superficie.
De hecho, la mente
consciente a menudo supone una carga para muchas actividades. Pensar
demasiado puede causar ansiedad a un golfista. La gente conduce
mejor con el piloto automático.
Los escritores de ficción
afirman escribir en una especie de trance en el que sencillamente
siguen el dictado de las voces y personajes que pueblan su cabeza,
una bendición que, por desgracia, rara vez o nunca se concede a los
escritores de no ficción.
Dennett es una de las muchas personas que han intentado redefinir el
libre albedrío de un modo que no implique una huida del mundo
materialista, a la vez que ofrece suficiente autonomía para la
responsabilidad moral, que parece ser lo que preocupa a todo el
mundo.
Según Dennett, la idea
intuitiva tradicional de un libre albedrío distanciado de la
causalidad es una tontería exagerada y metafísica, que refleja una
anticuada visión dualista del mundo.
Por el contrario,
sostiene Dennett, nuestra inmersión en la causalidad y el mundo
material es precisamente lo que nos libera.
La evolución, la historia
y la cultura, explica, nos han dotado de sistemas de reacción que
nos otorgan la capacidad única de reflexionar y pensar las cosas e
imaginar el futuro.
El libre albedrío y el
determinismo pueden coexistir.
"Tenemos todas las
variedades de libre albedrío que merece la pena tener", dice
Dennett. "Tenemos el poder de vetar nuestros impulsos y luego
vetar nuestros vetos", agrega.
"Tenemos el poder de
la imaginación, de ver e imaginar futuros".
***
El
Inconsciente Propone
©The New
York Times
En los años setenta, el fisiólogo Benjamin Libet conectó
el cerebro de unos voluntarios a un electroencefalógrafo e
indicó a dichos voluntarios que realizaran movimientos
aleatorios, como pulsar un botón o chasquear los dedos, mientras
anotaba la hora que marcaba un reloj.
Libet descubrió que las señales cerebrales asociadas a esas
acciones se producían medio segundo antes de que el sujeto fuera
consciente de la decisión de llevarlas a cabo.
El orden de las
actividades cerebrales parecía ser percepción del movimiento y
luego decisión, y no a la inversa.
En resumen:
el cerebro
consciente sólo intentaba ponerse al nivel de lo que ya
estaba haciendo el cerebro inconsciente. La decisión de
actuar era una ilusión.
Los resultados de
Libet se han reproducido una y otra vez, junto con otros
experimentos que apuntan a que se puede engañar fácilmente a la
gente cuando se trata de asumir la autoría de sus acciones.
Los pacientes con
tics o ciertas enfermedades, como la corea, no saben si sus
movimientos son voluntarios o involuntarios, señala el neurólogo
Mark Hallett.
Naturalmente, casi todo el mundo tiene un punto de vista sobre
esos experimentos y sobre si debería emplearse la palabra
"ilusión" para describir el libre albedrío.
Libet dice que sus
resultados dejan margen para una versión limitada del libre
albedrío, encarnada en un poder de veto sobre nuestra percepción
de lo que hacemos. En la práctica, el cerebro inconsciente
propone y la mente dispone.
En un ensayo de 1999, Libet escribía que, aunque pudiera parecer
que no es gran cosa, era suficiente para satisfacer las normas
éticas.
"Casi todos los
Diez Mandamientos son órdenes de que no se haga algo",
explicaba.
Pero eso podría
parecer una forma insuficiente y limitada de libre albedrío...
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