contiene ADN que ha conseguido sobrevivir sin cambios durante cientos de miles de años
Charles
y Sasha Langley ha conseguido encontrar en los centrómeros, el aún mal conocido núcleo central de nuestros cromosomas, grandes fragmentos de ADN neandertal y de un antiguo antepasado del que aún no sabíamos nada...
El hallazgo se acaba de
publicar (Haplotypes
spanning Centromeric Regions reveal persistence of Large Blocks of
Archaic DNA) en la revista eLife.
Tienen la misión de
servir de anclaje para las fibras que separan los cromosomas cuando
las células se dividen, por lo que son de la máxima importancia a la
hora de comprender lo que sucede cuando la división celular falla,
provocando cáncer o defectos genéticos.
Los centrómeros tienen la particularidad de que no se cruzan cuando las células se dividen para formar, por ejemplo, esperma u óvulos.
Y sin esa
"reorganización" que se produce en cada nueva generación, pueden
conservar, intactos, fragmentos muy antiguos de ADN.
En concreto, los investigadores buscaron cambios heredados que afectaran a una única letra del ADN, lo que les facilitaría la labor de mapear los haplotipos en el interior de los centrómeros.
Sus primeros intentos se
llevaron a cabo con
Drosofilas, las populares moscas de
la fruta.
Con ese objetivo, y tras un largo entrenamiento con las moscas de la fruta, Langley y sus colegas decidieron pasar al ADN humano.
Diagrama esquemático de un cromosoma eucariótico ya duplicado y condensado (en metafase mitótica). (1) Cromátida, cada una de las partes idénticas de un cromosoma luego de la duplicación del ADN. (2) Centrómero, el lugar del cromosoma en el cual ambas cromátidas se tocan. (3) Brazo corto. (4) Brazo largo.
De modo que estudiaron las secuencias genéticas de los centrómeros del proyecto "1.000 genomas", un catálogo público de variaciones humanas. Y tuvieron éxito.
De hecho, descubrieron
haplotipos que abarcaban los centrómeros de todos los cromosomas
humanos.
Si consideramos el genoma en su conjunto, la mayor parte de la diversidad se observa entre genomas africanos, en consonancia con la propagación más reciente de humanos fuera del continente negro.
Aquellos primeros
emigrantes, sin embargo, no llevaron con ellos uno de los linajes de
haplotipos centroméricos más antiguos.
Además de eso, resultó
que el centrómero del
cromosoma 12 también contiene un
haplotipo arcaico aún más antiguo, que parece derivar de un
antepasado nuestro que es aún "desconocido" para la Ciencia.
Los humanos tenemos
alrededor de 400 genes diferentes para activar estos receptores
olfativos, y 34 de ellos residen en haplotipo centromérico del
cromosoma 11.
Los paleontólogos, pues, tienen ahora un nuevo objetivo para los próximos años...
Referencias
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