por Florencia Cremonese
14
Septiembre 2018
del Sitio Web
SputnikNews
Limpiar los océanos de los plásticos
es una
necesidad cada vez más perentoria.
CC0 / A_Different_Perspective
Indumentaria sintética, ropa desechable,
cosméticos,
exfoliantes y pastas de dientes blanqueadoras
son solo algunas
de las fuentes de plásticos microscópicos
que llegan a
mares y ríos
y terminan en tu plato....
La ropa de bajo costo, producto del llamado 'fast fashion' (moda
rápida) inunda las tiendas, y en la mayoría de los casos ofrece
prendas tan baratas como efímeras.
En la lógica de consumo
del
capitalismo más voraz, la idea tiene sentido:
la moda cambia, hay que
renovar el guardarropa cada temporada, por lo que su poca
durabilidad no debería ser problema, más aún si las prendas son
baratas.
Residuos de plástico en la ciudad de San Juan,
al este de Manila,
Filipinas
© AP Photo / Bullit Marquez
Pero ya lo dice el popular refrán,
'lo barato sale caro':
detrás de
las prendas que cambiamos con frecuencia hay explotación laboral, lo
que permite que algunos productos se vendan incluso por debajo de su
costo.
Una práctica no solo ejercida sobre trabajadores, con
salarios que apenas les alcanzan para sobrevivir, sino sobre el
planeta.
El resultado es un costo implícito que las empresas
trasladan al cliente:
la destrucción de su ambiente y en muchos
casos de su salud.
"Vivimos en plástico", dijo a Sputnik la doctora Lorena Rios
Mendoza.
La profesora asociada de química de la Universidad de
Wisconsin planteó que desde los textiles de nuestras camas, pasando
por los contenedores que utilizamos para trasladar el almuerzo,
hasta los cosméticos que usamos en nuestro rostro,
todo contiene
plástico.
"Somos adictos", opinó.
Algún incauto podría preguntar cuál es el
problema.
Es que el plástico demora al menos 400 años en degradarse
y lo que usamos hoy ensuciará los mares y la tierra por unas cinco
generaciones.
Pero si la ropa no es plástico y no la tiramos al
agua, podría decir otro. En realidad, ambas afirmaciones son falsas.
La ropa sintética mayoritaria en el
fast fashion es plástico, pues
sus componentes derivan del petróleo, y sí, además las tiramos al
agua.
Cada vez que lavamos nuestras prendas miles de fibras microscópicas
atraviesan los filtros de las lavarropas y llegan a los cauces de
agua.
Su tamaño es tan ínfimo que atraviesan los filtros.
De acuerdo
a un estudio de 2016 de la Universidad de Plymouth en el Reino
Unido, más de 700.000 fibras plásticas microscópicas se liberan en
cada lavado de seis kilos de ropa en una lavadora doméstica y 1,7
gramos de fibras pueden liberarse en el lavado de una sola chaqueta
sintética, según la Universidad de California.
CC0 / Pixabay
Si pensamos en esta realidad en forma agregada, el problema se
acentúa puesto que a diario se hacen millones de lavados a lo largo
y ancho del globo, a lo cual se suma la toxicidad de las tintas, el
alto consumo de energía en la producción y un largo etcétera.
La
indumentaria es solo uno de los orígenes de los microplásticos
presentes en ecosistemas marinos y terrestres.
Para ser considerado microplástico el material debe medir como
máximo cinco milímetros y en la mayoría de los casos su tamaño lo
hace invisible para el ojo humano.
Como explicó Ríos Mendoza, hay
tres formas de creación de microplásticos.
-
Una de ellas es por la ruptura de "macroplásticos", como los
presentes en envases o en cualquier otro producto de este material,
que se rompen en trozos más pequeños por efecto del sol y el
movimiento del agua.
Además, la ropa y los cosméticos que usas podrían terminar en tu
plato
-
Otra es por la fragmentación realizada por animales que los
confunden con alimentos y los rompen creando pequeños trozos.
-
Y por
último, por la creación industrial de plásticos microscópicos como
sucede en el caso de los cosméticos, o "perlas blanqueadoras",
eufemismo utilizado en la industria de la higiene para referirse a
este material en detergentes de ropa y pastas dentales.
El último
eslabón de la cadena
El problema no es solo para los peces y las tortugas que se mueren
llenas de plástico, sino para nosotros, que nos los estamos comiendo
y llenando nuestros estómagos con lo mismo.
"Para entender la cantidad de plástico que está inundando el mar
pensemos que es como si cada un minuto un camión de basura tirara
todos sus deshechos en el océano", ejemplificó la geógrafa Estefanía
González en diálogo con Sputnik.
Estefanía
González se desempeña como coordinadora de campañas y océanos en la
repartición andina de la organización civil Greenpeace y considera a
los plásticos visibles como uno de los mayores desafíos en la lucha
por la preservación de los ambientes.
Para la activista el peligro
es mayor en el caso de
los microplásticos porque generan la ilusión
de una aparente inexistencia.
En junio la Universidad de Magallanes en Chile reveló la presencia
de partículas de plásticos en la
centolla magallánica, crustáceo
presente en la aislada Antártica Chilena.
El hallazgo despertó la
alarma sobre la posible contaminación de otros seres en zonas más
pobladas y más cargadas de desechos.
Los mismos descubrimientos se
publican por decenas cada año y hablan de contaminación por ingesta
en los lugares más remotos del planeta.
Según recogió la revista National Geographic, cuando el investigador
Matthew Savoca, del Centro Sudoeste de Ciencia Pesquera en
Monterrey, California, empezó su estudio sobre la alimentación de
las anchoas, ya se habían documentado 50 especies de peces que
comían microplásticos.
Cuando concluyó su investigación dos años
después, el número había ascendido a 100.
Para la doctora Lorena Ríos Mendoza, cuya área de estudios es el Océano
Pacífico, la presencia de plásticos es preocupante porque este
material tiene la capacidad de actuar como una esponja de los
compuestos tóxicos presentes en el agua.
"Los plásticos que están flotando en el agua pueden absorber los
compuestos tóxicos resistentes como los que se utilizan en la
industria eléctrica, o los formados por incompleta combustión de las
gasolinas como son los poliaromáticos.
También absorben los
organoclorados, caracterizados por durar mucho tiempo en el
ambiente, llamados resistentes orgánicos.
Estos son hidrofóbicos, no
les gusta el agua, entonces ven la partícula de plástico y ahí es
donde se absorben".
Si los plásticos fueran recogidos luego de la absorción tendríamos
una buena noticia,
"porque las aguas se están limpiando, pero el
problema es que no podemos decirle a los organismos que no se coman
esas partículas".
Por eso, abundantes cantidades de este elemento
terminan directa o indirectamente en nuestro sistema digestivo por
nuestra condición de último eslabón de la cadena alimenticia.
"Muchos de esos compuestos tóxicos son disruptores endocrinos y el
problema es que todavía no sabemos cuánto tarda el compuesto que
está en la partícula de plástico en pasar al sistema del pez y si el
problema se detiene en el sistema endocrino del pez o cuando
nosotros nos comemos al pez, el problema va hacia nosotros",
puntualizó.
Las preguntas aún no tienen una respuesta contundente pero
constantemente se abren interrogantes.
Según Ríos Mendoza, las
evidencias apuntan a que los compuestos presentes en el plástico
afectan más a los peces macho, lo que dificulta la reproducción.
De
allí surge el interrogante de si al comer esos animales con un
cambio hormonal también se está generando un cambio en los
organismos de humanos.
"Los compuestos tóxicos están causando una disrupción endocrina
porque son mímicos de las hormonas femeninas por lo que afectan más
al macho en los organismos.
Además estamos viendo que el humano está
siendo afectado, ¿por qué? porque el número de esperma en el humano
está bajando".
Alison Teal
en medio de un montón de basura
Podríamos pensar que si no consumimos productos provenientes de
mares y ríos evitaríamos la contaminación por microplásticos, pero
no es así.
Las mismas preguntas sobre la toxicidad para los humanos
se trasladan a los alimentos cultivados en tierras contaminadas y al
agua que bebemos.
De acuerdo con un estudio encargado por la organización
Orb Media y
realizado por la universidades estadounidenses de Nueva York y
Minnesota, 83% del agua potable global contiene microplásticos.
El
estudio publicado en 2017 analizó 159 muestras tomadas en distintos
países de cinco continentes, y arrojó que Estados Unidos tenía los
peores resultados con un índice de presencia de microplásticos de
94%.
Los mismos porcentajes se encontraron en aguas embotelladas.
¿Qué edad
tendrás en 2050?
Si no cambiamos nuestros hábitos de consumo, en 2050 habrá más
plástico en los mares que peces.
En apenas 32 años se estima que el
problema llegue a ese punto. El daño ya es enorme pero no
irreversible.
En la actualidad la contaminación se observa incluso
en lugares aislados a los que los residuos llegan por corrientes de
agua o de aire, pero el cambio está tan cerca como la voluntad
individual y colectiva lo disponga.
Según contó Estefanía González,
"cuando nosotros [Greenpeace]
estuvimos este año con un barco en la Antártida haciendo diferentes
investigaciones científicas, encontramos que había micro partículas
de plástico en nieve recién caída o en aguas que están alejadas de
todo, pero tenemos tiempo de cambiar".
Las alternativas al plástico existen:
-
bolsas de materiales
reciclados o de telas durables
-
indumentaria de fibras naturales o
de fibras recicladas
-
cosméticos que en
vez de limpiar el rostro con plástico lo hagan con
materiales nobles como la cáscara de nuez
-
productos con
poco packaging y con compromiso de durabilidad e incluso
negarse a la pajilla de un refresco,
...son conductas que
hacen un cambio.
Esto depende del compromiso de empresas, gobiernos y sobre todo de
los consumidores.
Tendencias como,
...buscan brindar herramientas a
estos tres actores para terminar con la cultura del uso y tiro.
"Uno de los temas que aborda la Economía del Bien Común tiene que
ver con la manera en que nos hacemos cargo de este bienestar o mejor
vivir de la sociedad.
Y la sociedad entendida no solo como las
personas, sino como el resto de los seres vivos que habitan el
planeta", relató a Sputnik el ingeniero Gerardo Wijnant, presidente
de la Asociación de Fomento de Economía del Bien Común en Chile.
Basura en una orilla en Montevideo
La idea radica en integrar a la economía valores,
"que hacen florecer
las propias relaciones humanas".
Para eso considera en la ecuación
conceptos como,
-
dignidad humana
-
sostenibilidad ecológica
-
justicia
social
-
democracia
El objetivo es que el consumidor se empodere y
demande productos con estas características y que el empresario
comprenda la importancia de cuidar sus procesos productivos.
"Desde la gestión ética de los suministros pensando en qué huella
voy a dejar con ese producto, qué tipo de envase, que proveedores
voy a tener, si esos proveedores respetan adecuadamente la cadena de
valor desde el origen de los insumos hasta el producto", explicó el
ingeniero.
Para Gerardo Wijnant, estos nuevos modelos,
"impulsan que las
empresas vuelvan a tener el concepto que nunca deberían haber
perdido, que es crear productos y servicios que sirvan a la
sociedad, incluso si sus proveedores y procesos son más caros".
Al
final "nos estamos contaminando a nosotros mismos" y lo barato se
vuelve como un boomerang contra nosotros...
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