1. Ayuda impuesta
o anticipada
Sí, existe una ayuda impuesta desde fuera, una ayuda no
solicitada que, si bien puede ir acompañada de buenas
intenciones, no siempre brinda buenos frutos.
Para que la ayuda sea
eficaz y desarrolladora es importante que la persona reconozca
que tiene un problema y que necesita una mano para solucionarlo.
Sin la conciencia del problema, es bastante probable que la
ayuda que brindemos caiga en saco roto.
Ese tipo de ayuda
puntual puede servir para tapar un agujero, pero no evitará que
se formen nuevos y más grandes.
Reconocer que tenemos un problema y que necesitamos ayuda para
lidiar con él implica que hemos reflexionado sobre nuestras
circunstancias y que hemos realizado un proceso de introspección
sobre nuestros recursos psicológicos.
A veces, evitar que
la persona pase por este proceso brindando una ayuda
anticipada, implica arrebatarle una parte esencial del
aprendizaje, sin la cual, es fácil volver a tropezar con la
misma piedra.
2. Ayuda
excesiva o limitante
Sí, también puede existir una ayuda excesiva.
La ayuda es excesiva
cuando resulta limitante, cuando en vez de facilitar el
desarrollo de la persona lo coarta.
Los
padres helicóptero, por
ejemplo, que intentan anticiparse a todos los problemas de sus
hijos y resolverlos en su lugar, brindan una ayuda excesiva que
termina siendo limitante.
La ayuda es excesiva cuando va más allá de lo necesario y, a
fuerza de restar peso de los hombros del otro, también borra
la responsabilidad de la persona con la situación que
atraviesa y con su propio crecimiento.
A menudo esta ayuda
implica ver a los demás como si fueran niños vulnerables e
incapaces de valerse por sí solos, viéndose a sí mismo como un
"salvador".
Esta ayuda es limitante porque, por una parte, impide a la
persona desarrollar sus propias habilidades para solucionar los
conflictos y problemas y, por otra parte, le impide asumir la
responsabilidad por sus decisiones.
3.
Ayuda descontextualizada
En toda situación de ayuda están involucradas al menos dos
personas, lo cual significa que la ayuda siempre implica un
proceso de "negociación" más o menos explícito.
Una persona
experimenta una necesidad o carencia y otra intenta ayudarle a
suplirla.
El problema es que en
ocasiones la persona que intenta ayudar no comprende - o no
quiere comprender - cuál es la mejor manera de ayudar.
En la ayuda descontextualizada, la persona que necesita una mano
está preparada para recibir y aprovechar la ayuda, pero quien no
está preparada para ayudar es precisamente la persona que debe
dar esa mano.
Así, esta persona
termina brindando una ayuda innecesaria que no soluciona el
problema.
En muchos casos detrás de este tipo de ayuda se esconde la idea
de que el otro en realidad no sabe lo que necesita, de manera
que la persona no hace lo que le han pedido sino otra cosa.
Por ejemplo, una hija
pide a su madre que la ayude a encontrar empresas de catering
para su boda, pero la madre decide ir un paso más allá y
contrata una empresa por su cuenta.
De esta manera, no
solo no ha ayudado sino que ha creado un problema porque si a la
pareja no le gusta, tendrán que rescindir el contrato, lo cual
se añade a una lista de tareas que ya era lo suficientemente
larga.